la barbarie.

No era un trabajo de medio tiempo, ni una ayudantía por sumar puntos, pero cada tanto, y más ahora que no había profesor de Leyes, Charles que se llevaba bien con los libros, iba a la biblioteca y se entretenía devolviendo los entregados a su sitio, poniendo en orden las estanterías que a cada rato se desacomodaban por libreros que estornudaban o por manos inexpertas que guardaban cualquier tomo en cualquier sitio. Cada tanto encontraba alguna novedad o algún incunable que nunca había visto y dejaba la faena voluntaria para hojear los volúmenes.

Como fuera, estaba en eso, levitando una pila modesta frente a él y recorriendo los pasillos, cuando se encontró en la necesidad de pasar entre dos sabidos sangre sucia por él. Charles nunca decía nada, apenas si hacía cara, pero que pensaba pensaba. Así fue como esquivando a ambos en un gesto necesario de ponerse de lado y dar una zancada profunda, sorteaba el contacto con indeseables para encontrarse al otro lado con una cara conocida y mucho más reconfortante que convivir con bolígrafos que no paraban de hacer "clik, clik".

- se multiplican... parece que nacieran de la mugre- dijo con complicidad hacia quien si era de los suyos, y estaba ahora frente a él. Desde aquella posición siguió acomodando los libros a punta de varita, hasta que no le quedo ninguno levitando. Charles no era elocuente, pero a veces estaba cansado de tanto ejemplar sucio -... nos invade la barbarie.

Conocía a Charles de nombre y apellido, también sabía cómo se veía su cara y tal, pero no era como si hubieran tenido contacto nunca antes, si acaso en alguna reunión de antaño, cuando ambos no eran más que niños muy pequeños. Émilienne había vivido en Lyon toda su vida y los Lefebvre no habían establecido mucho contacto con nadie luego de lo de Mott, ni habían vuelto a Gran Bretaña, pero las familias solían conocerse entre sí, mantener los lazos y todo eso, aunque fuera lazos puramente informativos, sin necesidad de frecuentarse o si quiera verse en persona. Había notado de reojo, mientras dejaba un libro en la estantería cercana, la manera en que Charles esquivaba a los que se le habían pasado por un lado, su desinterés disfrazado.

Le sonrió de lado, porque tenía razón, se multiplicaban. No le contestó inmediatamente, sino que se encargó primero de terminar de guardar los otros dos libros que cargaba en los brazos. Había mantenido la sonrisilla, que más que ser amable o expresamente carismática, parecía un gesto de desdén. No hacía su compañero, sino hacia la situación.

-Así es, y es una pena.

Había aprendido inglés por Odille, que también les había enseñado algo de alemán, eso le había creado un acento bastante extraño cuando intentaba hablar otro idioma que no era el francés, pero de todos modos se le entendía. Hablaba a susurros, no tuvo reparos en tenderle la mano.

-Charles, ¿no?. Yo soy Émilienne, no creo que me recuerdes, nuestros papás eran colegas cuando éramos muy chicos.

Se sacudió las manos del polvo de las estanterías. Volvió a mirar en dirección al resto de la gente, asomándose por encima del hombro de Charles, hizo un gesto de desdén. Con las ganas que tenía de poner a todos esos en su lugar, pero ya sabía que ahora las técnicas eran distintas. Yves todavía no se lo podía creer, como un mago que había sido un demente en su infancia, juventud y ascenso, ahora pareciera tan frío en ese sentido.

-¿Salimos?

Al exterior, porque ahí no se podía hablar, y para el milagro que era encontrarse a alguien que no fuera rotundamente desagradable, pues hablar a medias voces no estaba bien.

- no te recuerdo, pero te reconozco - le dijo, luego de afirmar con el rosto que ese era su nombre justamente y de estrecharle la mano. No podían quedarle dudas de ningún tipo: las facciones de la chica eran muy particulares, por lo físico la reconoció en primera instancia y su acento no hacía más que confirmar las cosas.

No giró para ver lo que ella observaba, pero le quedó más que claro al ver el gesto en su rostro, y no evitó esbozar una sonrisa. Daba gusto estar entre pares, por eso aceptó de inmediato la oferta de salir de allí, y empezó a andar hacia una salida lateral que luego de tres escalones los dejaría en el parque al aire libre. - Siempre los hay, pero me sorprende estar evaluando seriamente que cada vez son más. - Eso no era ni por asomo lo que le preocupaba más. Lo peor era ver como los suyos se pasaban de vereda, como encandilados por la novedad, o peor aun confundidos por que la situación política conservadora no terminaba de aclararse. De afianzarse, no todos los que habían sido partidarios del purismo confiaban en Holland, Charles mismo pecaba de no saber que pensar sobre el tipo que había matado a Mott.

- Te invito un refresco o prefieres perderte en el bosque? - En cuanto puso un pie en el césped buscó en sus pantalones gris oscuro la cajita metálica donde guardaba los cigarrillos que él mismo se armaba, por maniático y por gusto, le ofreció antes de sacar su varita y prender el propio - Dime algo alentador, que solo me cruzo con idiotas que nos dejan en ridículo. - se refería al expulsado de Adnan, era obvio, aunque pensándolo bien no tenía datos ciertos para saber si la chica estaba anoticiada del suceso o no. Quizá hasta había hablado de más y la muchacha era amiga del turco ese, pero como fuera mejor aclarar los punto.

Era de sincero escalofrío, pensar que se multiplicaban. Alguien tenía que esterilizar a los mestizos, eso seguro. Las familias puras nunca se habían caracterizado por ser precisamente las más abundantes, pero sí por ser las más decididas, las de mejores técnicas, las que tenían los secretos más útiles, el poder verdadero. Ella lo consideraba así y lo había intentado hacer notar durante sus años en el colegio, que era más que todas, especialmente más que las mestizas o que las hijas de muggles. Y le había salido más que bien.

Salió con él, no sabía qué idea le agradaba más aunque el refresco seguramente significaba volver a toparse con un montón de personas desagradables así que optó por la opción de perderse en el bosque. Declinó el cigarrillo, aunque no le molestaba que él fumara. Ella nunca lo había hecho, jamásle había encontrado el gusto por mucho que dijeran que era un gran vehículo para la calma, el frío, la ansiedad y otros males.

Émilienne sobre Adnan sabía lo justo, pero entendía perfecto el punto de Charles. Además no hacía falta ser un genio del periodismo mágico para saber que las cosas estaban terroríficas por ahí: Milena, Aquila, y varias otras eran un ejemplo claro de lo que NO se debía de hacer, casi le daban ganas de tomar a Pauline y largase de ahí, pero se recordaba que tenía un trabajo por cumplir.

-Lo alentador es que las cosas van a cambiar aquí. Yo sé que Holland tiene un plan, pero también me queda claro que no hay que dejar que se olvide quién manda mientras los adultos juegan a la política.

Arqueó una ceja, como queriéndole decir “¿me explico?”, gesto que en el pasado había sacado a muchos de quicio, cuando lo tomaban por el lado negativo.

-Así me tenga que poner una máscara y llevar a esos sangre sucia a un lugar recóndito de la universidad para aleccionarlos, no me voy a quedar pasiva, aun cuando ni siquiera sepan quién les va a reventar la cara para seguir con todo esto, pero que no se olviden…

La historia que contaba Loreen Lutrell sobre Angus, por ejemplo. Que le habían enseñado la Marca, eso significaba algo. Pues así, podían estar enmascarados, pero no iban a permitir que creyeran que se habían ido. Y claro, no tenía reparos en usar esos trágicos adjetivos con Charles, esperaba no estarse equivocando.

Encendido su cigarrillo caminaba escuchando a la chica, con una mano en el bolsillo, y esa postura encorvada que no le abandonaba ni en los momentos más formales. De tanto en tanto giraba el rostro para ver a la muchacha, pero en general, clavaba los ojos en sus propios zapatos con ese rostro pensativo que no siempre acompañaba reflexiones acordes.

- Holland? – musitó exponiendo de algún modo que a él el tipo que había matado a Mott no le terminaba de cuadrar. Tenía toda una historia de locura y rarezas en contra el auror aquel. Obvio que llegado el momento, Charles no tendría problema de seguir a quien fuera, pero ahora las cosas estaban en las sombras, confusas para los propios puristas, y él, con su referente padre preso los últimos años, menos aun estaba en contacto con aquella movida insipiente.

Asintió con el rostro, antes de largar por los labios el humo. Ella se explicaba perfectamente, y Charles sonrió de lado a su tenacidad, de palabras y gestos faciales indiscutibles. – Yo te diría que tengas cuidado… - Charles temía por los suyos, aunque no los conociera de nada, solo por simple empatía con la buena sangre. Hasta los más inteligentes a veces se descuidaban, a él le había pasado, y no recomendaba a nadie ponerse en peligro por un rapto de locura de querer hacer justicia por mano propia – algunos son… - volvió a fumar buscando una palabra -… demasiado vivos.

- Entonces… - se detuvo a verla – tu si confías en Holland? – Charles era más de jugar a la política como los adultos, en algún punto solo quería egresar de Brigantia y tomar el puesto base en el ministerio que le tocase. Pero el punto era que de Yves Lefebvre y su esposa, tenía una gran referencia heredada de sus padres, y si la hija de ellos confiaba en Holland pues… él podía también entender ese camino. – tus padres se fían de él?... Yo no pensaba presentarme ante él para que me marque el brazo y me use como carne de cañón… aun las cosas no están claras… - Lo último que faltaba es que los mismo puristas usen a los pocos magos decentes que quedaban allí.

Charles gana 11 puntos de experiencia
Émilienne gana 6 puntos de experiencia