El inicio de una aventura.

Lo había evitado el día anterior, pero, no podía seguirle dando vueltas al asunto. El comedor estaba ahí y estos días no tenia tantos alumnos... vacaciones, benditas vacaciones. El estar entre tanta gente la ponía algo nerviosa, especialmente porque no sabes quien es bueno y quien esta esperando a joderte. Aun así, si iba a dar clases, sabía que enfrentaría a todo tipo de alumnos y que no se diga de profesores. Por el momento, se mostraría como una alumna más. Odiaba las distinciones y señalamientos de “ooh tú eres superior a mí” y esas patrañas. Así que, en lugar de ir a sentarse a una relativamente vacía mesa de maestros, tomo sitio en una esquina alejada del resto de los alumnos. Además, eso le permitiría observarles, conocer un poco mas de ellos.

Se sentó, suspirando. Deseo tener cercas a su minino, sin embargo, prefirió dejarlo correr libre por el campus. Esa criatura era muy lista y poco toleraba estar encerrada. Sonrío para si misma, mientras tomaba un poco de pudín de chocolate en su plato. Tomo la copia del diario, leyendo la declaración de Holland sobre las recientes muertes. Claro, si recibiera una moneda por cada vez que alguien decía “ayudare a la autoridad” siendo culpable... no tendría que trabajar.

Cerrando el diario con fuerza y evidente molestia, tomo aire. Tenia que ocultar su desagrado por dos motivos. El primero es que si el “gran señor protector de la sociedad” era culpable, se arriesgaba a muerte. La segunda es que, si el era inocente, tampoco quería quedar en ridículo.
Miro el plato durante unos minutos, de pronto sin hambre. ¿En que momento se había convertido en jueza, cazando y juzgando? Oh... ya lo recordaba. Con la primer muerte que había visto a manos de un grupo de magos delincuentes. Era un muggle y como tal, no merecía aquel trato. Algo cambio en ella ese día, y siguió haciéndolo hasta la escena que aun le atormentaba por las noches. En ese día, su juicio cambio completamente.

Observo la cuchara plateada que devolvía su imagen distorsionada. Le sonrío un segundo y dijo –así nos veremos entonces cariño... – tendía a hablarse a si misma o a otros aun y cuando no hubiera nadie presente. Siguió sonriendo a la cuchara, mientras un mechón de cabello caía sobre su rostro. Ah, de haber sabido que llegaría a este punto, probablemente hubiera elegido estudiar herbólogia. Pero... ¿Qué se le iba a hacer? Era adicta a la aventura, el peligro... mas que nada, necesitaba sentir que protegía o hacia un bien. Algo que, desde pequeña, su padre le enseño. “Si no haces el bien sabiendo que puedes hacerlo, eres peor que el que comete el crimen.”

Bajo la cuchara, probando de nuevo aquel pudín con una mirada ausente. A pesar de que estaba delicioso, no le supo a nada. Tenía la mente algo ocupada en lo que aun había que ser investigado en los terrenos del colegio. Pasadizos, corredores, cuartos ocultos. Todo sitio donde pudiera incluirse un plan contra los alumnos o la sociedad. Cada escondrijo tenia que ser revisado...


Si... comenzaba su aventura. Volvió a sonreír, esta vez, con más animosidad. Desde cualquier punto, parecería que sostenía una conversación con la cuchara, o que la cuchara le había hecho gracia en algún modo. Pero no le importaba... No cuando tenía una misión que cumplir.

Le gustaba regresar a clases porque así su mente estaba mucho más ocupada. Era más importante para ella tener buenas notas y suavizar a su padre por ese lado respecto a cualquier otro tema, de paso, que seguir involucrada en cualquier otra cosa que el Escuchón o quién fuera tuviera para decir respecto a su vida privada. Ni en mil años se hubiera imaginado que iba a pasar de ser de la élite recatada, socialmente aceptada y tranquila de Beauxbatons a ser la momentánea comidilla de la universidad. Era horrible, pero ya había aprendido, para bien o para mal, y gracias a Malik, que no le debía nada a nadie –quizá solo a sus padres- y que solo debía considerar no decepcionarse a ella misma, y hasta ahí. Así que esperaba con ansias el inicio oficial de todo eso mientras se ocupaba haciendo alguna tarea rezagada o preparándose para levantar la mano como loca en la vuelta a clases para responder cualquier posible pregunta.

Y con las clases en curso y hasta la posibilidad de tomar nuevas materias para llenar su tiempo y su mente, todos esos idilios mentales quedaban en segundo lugar. Y justo estaba cerca de quien tomaría el papel de nueva profesora de Entrenamiento para Aurores. En los planes de Pearlie nunca había cabido la posibilidad de ser auror, ni mucho menos. Jamás se había visto a sí misma como el prototipo de chica que esperaba valerse por sí misma en un sentido de “plan de acción”, ni que soñara con ser vengadora de la justicia en un campo de batalla. Ella prefería la idea de promulgar, modificar y estudiar las leyes para hacerlo desde ahí. Y en realidad, siendo honestos, el sentido de justicia tampoco había estado antes en sus prioridades, aunque ahora pensaba cosas ligeramente distintas.

Al entrar a Brigantia no se había propuesto entrar a esa clase como oyente. Holland la intimidaba, no para mal, pues era del grupo que creía en él, sino que sabía y había escuchado que tenía ciertos métodos que se asemejaban a la vieja usanza mortífaga de la que él había formado parte, aunque seguro no eran más que habladurías. Sofie había tenido una buena opinión de él de la Hermandad Bélica y eso bastaba. Además Pearlie no se esperaba que un entrenador de aurores fuera precisamente suave con los alumnos, porque sino terminarían siendo aurores blandengues, pero ahora que sabía que habían cambiado al profesor por una chica, había decidido ir corriendo a inscribirse.

Su hada le acompañaba revoloteándole con el cabello mientras se llenaba la bandeja pero una vez que Pearlie le dio una rebanada de manzana, salió por la puerta del comedor para ir al bosque. Pearlie ya sabía que Fausta siempre regresaba, como Pazuzu. Había unas cuantas opciones para sentarse ese día, pero eligió a una chica que se veía que seguramente iba en los últimos semestres. No era de las que se juntaran con cualquier persona a primera vista, pero si de las que sabía que a nadie le caía mal probar nuevas relaciones sociales para variar.

-Hola, ¿me puedo sentar aquí?

Se ahorró el decirle “a menos que esa cuchara vaya a responderte” porque sonaría pero que muy igualado. Sonrió sin sentarse, siendo educada al esperar a que ella le respondiera porque en cualquier momento le podía contestar que quería comer sola y ella mejor se fuera al diablo.

Miraba atentamente aquella cuchara, frunciendo el seño. Quizá... si un estudiante le ayudara a descubrir los escondrijos de aquella escuela seria más fácil. Pero... tampoco quería poner en peligro a nadie. Bueno, ya lo pensaría. Se sorprendió a si misma elaborando un arduo plan acerca de cómo pondría a salvo la escuela. Si, su jefe tenía razón... Estaba loca, chiflada y paranoica.

-Cheez chica, ¿que haremos contigo?- pregunto retóricamente al a cuchara, justo cuando escucho que alguien le habló. Sus mejillas se tornaron tan rojas como un tomate. Estaba consiente de que sostenía aquel cubierto delante suyo casi como si fuera otro ser viviente. Era algo que no podía evitar y, seguramente, mas de uno ya le había visto. Genial, seria de nuevo “Lunática cruzada” o alguna tontería así. Carraspeo, girando su rostro hacia la chica, mientras colocaba la cuchara sobre la mesa en un mal intento de disimular su extraña costumbre. Carraspeo, tratando de parecer más normal de lo que era.

Levanto la vista hacia la chica, tratando de recordar lo que había preguntado. Eso pasaba cuando se concentraba demasiado en un asunto. Excelente, seria pésima maestra si dejaba que sus ideas le alejaran del entorno. Observo a la joven, una mirada juvenil, cabello arreglado y suelto, de piel blanca, parecía dispuesta a entablar algún tipo de amistad con ella. Lunae no desaprovecharía aquello. Respondió a su pregunta con un leve movimiento de manos, señalando el asiento junto a ella. –Adelante.- dijo con una voz suave y discreta. La observo un momento, hacia tiempo que no entablaba una nueva relación y parecía oxidarse un poco en lo que a relaciones sociales concernía. –Eres estudiante, supongo...- dijo tratando de entablar una platica decente Vaya bonita forma de comenzar el ciclo. Bueno, fue mucho mejor que su inicio en la universidad. Se estremeció de tan solo recordar el primer día. Dio un suspiro, sabiendo que estaba demasiado absorta en si misma. -Oh, debes disculparme si de pronto luzco demasiado rígida. Es mi segundo día aquí y no soy precisamente la epitome de los eventos sociales. – sonrío de lado, tomando un par de galletitas del centro de la mesa.

Definitivamente, esto esta delicioso. Siempre seré amante del azúcar... – se río para si misma – si algún día muero obesa, al menos diré que viví contenta- Espero a que la chica se sentara antes de volver a hablar – por cierto, soy Lunae- quitándose con una servilleta las migajas de las manos, estiro la mano hacia la joven - ¿de que facultad eres? – pregunto en un tono casual. Bien esta chica podría ser útil para su plan. Solo espero que no fuera la típica chica hueca que solo habla de uñas y novios, porque si no, se vería tentada a hacerle ella misma un facial con un hechizo de fuego.

Bueno, al menos la chica prefería su compañía a la de la cuchara, o era demasiado amable como para demostrarle o contrario. Pearlie se mordió los labios momentáneamente insegura de haber interrumpido su diálogo con el utensilio y haberle provocado que hasta carraspeara pero una vez que le dio permiso de sentarse con ella, decidió que seguiría con eso de socializar aunque tal vez tuviera mal tino. Sonrió y asintió a eso de que era estudiante, aunque no le parecía una pregunta descabellada, como todavía no regresaba todo dios de vacaciones, podía ser la hija de algún profesor pasando el día sin necesariamente ser universitaria, o podría ser recién egresada dando un paseo a ver si se convencía de entrar ahí, cualquier cosa.

-¡No te preocupes está bien! ¿Segundo día? Vaya, no sabía que se podía empezar el curso después de las vacaciones cortas.

Frunció un poco el ceño, confundida. Ella que había pensado que estaba ante una alumna de los semestres avanzados y ahora le decían que era nueva. Claro que ni se le pasaba por la cabeza que fuera profesora, menos la profesora de entrenamiento. Las veces que se pasaba por el ministerio ni se asomaba al departamento de aurores aunque fuera por curiosidad, nada. Y sus papás no le habían dicho nada sobre una nueva plantilla, aunque a Abner le gustaba estar enterado de casi todo lo que pasaba en Brigantia, como ya bien había demostrado poniéndose pesado en navidad.

-En la cafetería venden unos paquetes de bombón de jazmín que son dulcísimos según algunos, pero a mi me encantan. Cuando puedas pruébalos.

Dijo, todavía manteniendo la sonrisilla, producto de muchos años de estar entrenada para ser, no solo políticamente correcta, sino encantadora en su justa medida, aunque últimamente no practicara tanto sus buenos modos. Y estrechó su mano de buena gana para corresponder el saludo.

-Yo soy Pearlie, de Cerridwen. Leyes Mágicas, ¿y tú?

Si hubiera sabido que estaba hablando con una profesora, seguramente no habría sido tan igualada, pero legeremaga no era. Acomodó las cosas en su bandeja en el orden en que las iba a comer, alzando la vista para ver si se encontraba a alguien conocido, no para salir huyendo de Lunae, sino por mera integración.

Lunae sonrío. La joven alumna se sentó junto a ella. Tenía un aire bastante refrescante, a decir verdad. Claro, seguramente mucho mas joven que ella, seguramente aun tenía ese deseo de conquistar el mundo. De ser exitosa y tener algo en la vida. Era agradable el cambio de magos y brujas furiosas que destruían todo a su paso a la sencilla vida escolar. Esbozo una sonrisa mayor cuando supo que la chica pensaba que ella era de algún curso. Solo espero que no Cambria cuando supiera quien era ella. Odiaba eso de las distinciones, y, a menos que estuviera en el aula de clases, no tenía que ser el trato tan formal entre los alumnos y ella. Además, no se había topado a ningún maestro por ningún sitio...

Recordó entonces a un viejo profesor que había tenido en Hogwarts. Prefería por mucho mantener contacto con sus alumnos, más que con los maestros. Afirmaba que el seria el impulso para que ellos alcanzaran la grandeza. Mala suerte que el hombre fuera un chiflado y quisiera matar a varios hijos de muggles. Ante su comentario acerca de iniciar a medio curso, Lunae apenas articulo dos palabras.

-En realidad... – sin embargo, prefirió quedarse callada en lugar de aclarar definitivamente que era maestra y venia a sustituir al viejo profesor. Dado que no era una pregunta directa, Lunae no tenia porque decir o responder nada. Disfrutaría de la compañía un poco más antes de tener que preocuparse por su reacción. – ¿En serio? Tendré que ir a probar esos bombones. Seria genial si pudieras darme algún Tour por los sitios de la escuela que frecuentan los alumnos... – Si, definitivamente eso estaría bien. Conocer mas... el conocimiento, en este momento era poder.

La chica finalmente se presento como Pearlie de Cerridwen. Lunae sonrío, respondiendo con cortesía y suavidad. –Lunae Cruzade. Entrenamiento Auror... – dijo con un tono casual, queriendo restarle importancia. Espero que la identificara, si no, seria una bonita sorpresa. –leyes... vaya, debo decir que siempre me parecieron la parte aburrida de los juicios – sonrio dando una suave carcajada- prefiero el trabajo de campo mas... directo. – Espero un momento, sopesando la reacción de la chica. La miro servirse educadamente en el plato, así que Lunae hizo lo mismo, mientras colocaba algo de pudín extra en su charola, un par de panecillos, galletas y un asado que lucia delicioso. La miraba de reojo, mordiéndose el labio inferior. –bueno... y dime. ¿Qué es lo que mas te gusta de las leyes? -

Entrecerró un poco los ojos con sospechosismo por aquello de “los sitios de la escuela que frecuentan los alumnos” porque cada frase le parecía más rara por X o Y razón. O Malik ya le estaba pegando sus incipientes paranoias. De todos modos tampoco era tan intensa como para ponerse a indagar y hacer preguntas de todo lo que le sonaba raro, incluyendo lo de entrar a la carrera luego de las vacaciones cortas. Todavía no se sentía totalmente envuelta en ese tipo de mundo en el que todo debía ser cuestionado. A ella toda la vida le había resultado mucho más fácil hacer conversación de cualquier tipo de cosa

-¡Claro que sí!

Y vaya que afortunadamente conocía bastantes buenos sitios. En el tiempo que llevaba ahí ya había aprendido muchos lugares gracias a varias cosas: que se había perdido un montón, que Joe le había enseñado algunos, Malik otros, Aldrich otros y con Sofie había encontrado de casualidad algunos también interesantes. Ya no le daba miedo andar como Merlín por su castillo por las facultades, aunque sabía que de todos modos, le faltaba mucho más por conocer. Empezar por los lugares más concurridos iba a ser relativamente sencillo.

Y no, no la identificó, porque no se acordaba del nombre de la profesora nueva. Era lo malo de llevar la cabeza embotada y no haber hecho la anotación pertinente ahora le estaba resultando en ser igualada sin quererlo. No solía tener amistad con profesores, aunque el profesor de Leyes era conocido suyo de muchos años, de todos modos lo trataba con respeto casi militar. Era como si tuviera un chip de las buenas maneras clásicas, aunque supiera que en Brigantia las cosas no eran tan así.

No le ofendió que dijera que los juicios le parecieran aburridos, por el contrario, se rió un poco, tapándose la boca para no reírse con la boca llena y negó con la cabeza, haciendo un mohín y luego mirándola directo cuando le preguntaba qué era lo que más le gustaba de las leyes.

-Bueno, creo que toda sociedad necesita cierto orden, no un orden tipo cacicazco o estricto, tal cual, me refiero a que sin lineamientos no se puede llevar una paz integral, ¿Sabes?. Mira, creo que hay dos formas para mantener al mundo en equilibrio, con el trabajo de campo y con el trabajo por escrito, dictado, promulgado etc…me gusta más el segundo, porque siento que me da la oportunidad de hacer revisiones críticas, de pensarlo y repensarlo…Y bueno, me llama la atención el poder del papel, de una firma, de la palabra.

Frunció el ceño, miraba hacia abajo y de pronto parecía que lo hablaba más para sí misma que para Lunae-aunque no era así- luego volvió a mirarla.

-Perdóname, debo estar aburriéndote horrores. Mejor cuéntame tú por qué prefieres el trabajo de campo, ¿es la adrenalina?