Otra de tantas

Desde aquella primera cita que más pronto que tarde se había convertido en la declaración de lo que ambos querían hacer, excluyendo los ratos familiares y los días de irse a comprar tontería y media con Regina a las rebajas de Oxford Street, había pasado la temporada follándose a Joseph Crawford. La verdad era que no necesitaban muchas razones ni justificarlo con nadie, aunque eso era sobre todo por que habían estado de vacaciones y ahora que todo volvía a la rutina de siempre sólo esperaba que nadie empezara a hacer preguntas. De todos modos, si las hacían, los iba a mandar a la mierda.

Entre tantos encuentros, una de sus venues favoritas era una especie de bodega/cabaña donde se guardaban algunas cosas de jardinería y parecía haber sido ocupada hacía tiempo por un guardabosques que obviamente ya no estaba ahí por que los universitarios no sabían que hubiera uno y el lugar estaba casi abandonado, aunque daba la impresión de que alguna herramienta a veces se sacaba. De todos modos, lo importante era que nadie nunca iba ahí y había una cama dura como de cárcel a la que ya había llevado una manta vieja por que ese invierno estaba siendo más que criminal. También había escondido un par de botellas de vodka barato entre los cubos de metal y otras cosas útiles para cuando les diera la gana ir ahí a follar.

Le había dejado una nota, pero no estaba segura si la había visto o si había terminado pegada al zapato de alguien por que la había dejado muy al descuido en su dormitorio. Se había adelantado, traía puesta una camiseta como las de siempre y una chamarra militar que le llegaba hasta las rodillas. Mataba el tiempo escuchando música en su teléfono y de paso jugando una de esas tonterías adictivas de destruír caramelos que también jugaba en modo silencio durante las clases teóricas de quidditch.

La verdad era que además de fornicar como conejos había aprendido a pasárselo bien con Joe, aunque parecía más bien que siempre estaban peleando. Le gustaba hablar de futbol con él (y terminar peleando) o de música (y terminar peleando) o de cualquier estupidez, y también era divertido echar unos tragos con él. Lo toleraba más que a muchas personas y eso ya era mucho decir, la verdad era que esos encuentros la ponían de mejor humor, por que ella siempre estaba de malas.

La situación con Lady Stoner era tan cómoda de entender, que uno difícilmente podía encontrar algún pretexto para no ir a buscarla, más aun en temporada vacacional cuando prácticamente no se tiene una mierda que hacer. Así habíamos pasado casi todas las putas vacaciones, buscándonos el uno al otro para follar como dementes una y otra y otra vez hasta que nos cansábamos y cada quien se iba por su lado sin rendirle cuentas a nadie. Era tan cómodo que para pretender dejarlo así nada más, de la nada, se necesitaba una razón con el peso suficiente como para que te detuvieras a pensar en lo que estabas haciendo.

Pero el punto es que hasta ahora, pretextos no existían. Regresar a Brigantia no me significaba ningún obstáculo personal, mucho menos cuando la chica también estaba dentro de la misma universidad y dentro de ella había como diez mil lugares donde la gente se podía reunir para fornicar. Era curioso, a veces hasta te encontrabas a otra parejita mojando en tu escondite preferido; como una vez cuando Felicia y yo…

Olviden eso. La verdad es que ni con todos los putos días vacacionales del mundo lograría resolver el asunto con Felicia; es decir hasta la fecha seguíamos teniendo ese puto papel amistoso que me significaba una patada en los huevos, obligándome a sonreír y a ser un asqueroso doble cara mientras por dentro la odiaba como para matarla pero al mismo tiempo moría por decirle que volviéramos a estar juntos. Resultaba patética mi situación con ella, limitándome a estar cerca y a verle la cara cuando mis interiores se movían a mil revoluciones por segundo.

Traumas aparte, me había encontrado una nota en mi dormitorio y lo primero que hice fue pensar que la cabrona se había tardado bastante en aparecer y proponerlo, joder que ya llevábamos tres días en brigantia!. Me salía del dormitorio con la misma ropa que había llevado durante todo el día y me dirigí a la cabaña esa en la que me había citado, cuidándome de no encontrarme con Felicia por… bueno no sé, por imbécil. Llegué por fin hasta el lugar indicado y al entrar me encontré a la chica entretenida con su puto celular y los audífonos puestos. Me acerqué a ella y le arrebaté las mierdas aquellas de los oídos para de inmediato besarla y estrecharla contra mi cuerpo.

-¿Cómo coño haces para que estas mierdas sirvan aquí dentro?. Mi celular nunca tiene señal… ¿el tuyo si? ¿o solo lo traes para hacerte la chula?-

Así como a él le preocupaba en cualquier segundo toparse con Pearlie por lo que fuera o no a pensar, ella de vez en cuando pensaba en el islandés aunque era esporádico por puro orgullo. No le hubiera gustado saber que a Joe le ponía al menos un poco nervioso la idea de encontrársela aunque no tenía la más mínima razón para justificarse con ella y lo que fuera. Sería humillante, por que ellos la pasaban bien, o más que bien si se ponía estricta. Detestaba pensar demasiado cuando estaba con alguien que no debía suponer complicación alguna.

Notó que Joe había llegado pero siguió a punto de pasar de nivel antes de que su música se le fuera de los oíos por acción del tipo besándola e imponiéndose como tanto le gustaba hacer. Lo besó también jalándolo un poco por la nuca y sintiendo un raro escalofrío que sólo respondía a lo que sabía que le haría aunque apenas si se hubieran saludado.

-No funciona, hago mi juego y cuando voy a Diagon se actualiza, y lo traigo para molestarte, idiota

Le hizo gestos y se limpió su beso como se limpiaba todos los besos que no venían de sus padres o de su hermano a menos que estuviera ocupada con alguien. Se paró en la cama donde había acomodado dejando el celular y los audífonos botados por ahí y lo miró varios centímetros hacia arriba, jalándolo por los hombros y aproximándolo a su cuerpo que quedaba casi a la altura de sus bastante pequeños pechos bajo la camiseta anónima que traía puesta ese día.

-Fóllame ya, no podemos platicar hasta después que lo hacemos, ya lo sabes. Estaba en clases de estrategia de quidditch y me mojé pensando en ti, estaba distraída, así que no tardes

Se lo decía con el ceño fruncido como un verdadero reclamo, y Lady no era de inventar cosas. Su mente carecía de concentración en cosas dedicadas como las materias teóricas de su carrera y además de pensar en quidditch y en skate pensaba en todo el sexo que habían tenido y las ganas que le daban de repetirlo todo el tiempo. Y pensar que la primera vez que la había besado se portaba bien con su novia pija. Nunca se hubiera esperado que las cosas cambiaran hasta ese punto.

Estar por fin dentro de la puta cabaña me proporcionaba una especie de alivio psicológico con el que podía dejar a un lado cualquier oportunidad para el nerviosismo, aunque la verdad es que sentirlo antes de encontrarme con Lady resultaba jodidamente imbécil de mi parte. Era tan libre como siempre exceptuando aquella breve temporada… ya saben, así que nada, a tomar por culo todas esas tonterías que afuera de Brigantia no habían tenido mayor importancia en momentos cumbre. No tenían por qué tenerla aquí aunque ella se encontrara en X lugar del campus.

La respuesta a la pregunta respecto al celular me importaba, por supuesto, bastante poco; y me acerqué apenas un poco con unas sonrisa pegada al rostro al ver la forma en la que la idiota se limpiaba, como siempre, los residuos del atasque de beso que le había proporcionado hace nada. “A ver si también te limpias el coño cuando me lo coma”, pensé yo, antes de que la chica se subiera a la cama y me atrajera a ella para pedirme que me la follara de una vez. Era curioso, ¿saben?, es decir… la chica ponía una puta cara de pocos amigos y me miraba como si estuviera a punto de romperme la nariz mientras me contaba lo mucho que había estado pensando en mi verga golpeando hasta el fondo de su ser. Curioso también que aquella actitud me pusiera tanto.

-¿De verdad?, yo apenas si me acordé con tu nota. Por cierto qué torpe eres, la dejaste muy a la vista y la leyó Thompson.-

Completamente mentira, no que la hubiera leído Thompson (se la arrebaté de las putas manos y casi le hundo un ojo dentro de su cuenca), sino que no se me hubiera pasado por la cabeza follármela prácticamente desde la última vez. ¿Qué coño quieren que diga?, era un hombre… con huevos y todo, y como todo hombre con huevos me era imposible esperar a nadie, mucho menos cuando a disposición se encontraba una minita como Lady, así con cuerpo de adolescente y todo. La besé de forma mucho más intensa que hace unos momentos y me deshice de la enorme y estorbosa chamarra que le quedaba prácticamente como una puta bata. Por supuesto que no tardaría, ni un poco; ya luego podíamos juguetear y pensar en lamerle el coño y lo que se nos diera la puta gana o lo que el tiempo nos dejara hacer; pero necesitaba metérsela ya mismo.

Tomándole la palabra, primero la estreché contra mi cuerpo para continuar besándola y meter mis manos por debajo de la enorme camiseta hasta tocar su espalda, pero casi de inmediato la empujé y la jaloneé para provocar que la chica quedara arrodillada sobre la vieja cama y de espaldas hacia mí. La besé por detrás de la oreja y mis manos se las arreglaban para cubrir la totalidad de sus pechos, alternando mis caricias con la brusquedad con la que buscaba bajarle los pequeños shorts que traía puestos, hasta conseguirlo.

Y por supuesto que a esas alturas ya no podía ni bromear con sandeces. Mis manos dejaron de tocarla por debajo de la ropa para obligarla a inclinarse sobre la cama. Ni siquiera me había deshecho por completo de sus shorts, ni de sus bragas, que aun se encontraban poco más arriba de las rodillas y le obligaban a tener las piernas casi completamente juntas, lo que aumentaba todavía más el morbo de todo. Me deshice de mis pantalones, deslicé mi mano por encima de su culo y lo desplacé hasta que mis dedos pudieran internarse dentro de su coño, cubriéndolos de esa humedad mientras me encargaba de hacerme de un preservativo y colocarlo en el lugar adecuado.

-¿Segura que no quieres que tarde?, joder no mep idas eso… porque ahora siento que me quiero tardar días-

La penetré sin tener el más mínimo cuidado hasta sentir que estaba tan adentro como me era físicamente posible, soltando un inevitable gemido mientras mis manos se aferraban a esa blanquísima piel que no tenía una mierda qué ver con las maneras y el vocabulario de aquella chica que bien podía haber salido del peor de los sitios.