Astillas de madera

No era ella la mayor entusiasta del quidditch como deporte. Veía los partidos y asistía a los mundiales cuando su padre o algún amigo conseguían boletos, siendo esas ocasiones las únicas en las que se disfrazaba con maquillaje y hasta se teñía el cabello de rojo por lucir patriota los colores del uniforme, pero no se desvivía por el juego ni seguía las noticias sobre el tema con aquel fervor casi religioso que a muchos había conocido, sobre todo desde que estaba en la universidad.

No significaba eso que no supiera volar o que no le gustara hacerlo. En Rusia, había que decirlo, no era el medio de transporte más eficiente de todos. No era lo más práctico viajar de aquella manera cuando una nevada bien podría enviarte a conocer a los dioses en persona, y por ello la escoba era más un medio deportivo que otra cuestión. No obstante en Francia se había aficionado a ella, y aunque nunca había jugado en ningún equipo no era raro verla dando vueltas por la cancha. Había sido una grata sorpresa descubrir en Irlanda un entusiasmo por el vuelo incluso mayor, o eso le parecía, al que estaba acostumbrada.

Desafortunadamente, su escoba acababa de pasar a mejor vida en un accidente involucrando a una compañera suya y una explosión en un caldero trabajando en un trabajo de pociones, clase a la que la chica en cuestión asistía en calidad de oyente. Astillas de madera y cerdas de heno volaron por toda la sala de convivencia. Le había molestado, claro que sí. ¿Quién no iba a molestarse si hacen estallar sus cosas? Pero la chica estaba tan mortificada por lo ocurrido que no pudo quedarse enojada por mucho tiempo. Hasta se había ofrecido a pagar el daño. No era necesario, por suerte tenía como reponerla.

Así había llegado a Diagon esa tarde, con bastantes galeones a la mano pero sin tener muy en claro lo que hacía, porque entre tanto modelo británico, tenía que confesar, se sentía algo perdida. Cruzada de brazos y mordiéndose el pulgar algo nerviosa estaba parada frente a la vitrina de la tienda, alternando la mirada entre todos los anuncios y equipos que tenían en exhibición. No iba a serle tan fácil como había pensado.

Necesitaba unos nuevos guantes, así de simple. Los que tenía estaban muy desgastados y mi padre me había dicho que era por que mi agarre no tenía la mejor de las técnicas, que no era lo más común que unos guantes de calidad terminaran casi lisos y que tendríamos qué trabajar en ello. Mientras nos decidíamos a trabajar en ello, yo tendría que comprar unos para, una de dos, o pulir mi técnica o terminar fastidiándolos de nuevo.

¿Y cómo hacían mis compañeras para tener el cabello tan bien cuidado? Seguramente no estudiaban quidditch, por que con las tres duchas al día, el sudor y el sol de diario era imposible ser una princesa bonita, aunque bueno, me dedicara a lo que me dedicara yo nunca iba a ser una princesa bonita como la que estaba afuera de la tienda sin saber qué iba a comprar, o quizás sólo estaba curioseando. Me acerqué al aparador e hice una bomba con el chicle rosado que estaba mascando, que se reventó con un sonoro "pop" cuando ya estaba al lado de la rubia del cabello bonito. Pude ver que el chicle quedaba en mi naríz por el reflejo del espejo y volví a ponerlo en mi boca con la lengua antes de hablarle.

-¿Estudias deportes? ¿Estás en Brigantia, no? ¿Vas a comprar algo?

Pude haber hecho todo en una sola pregunta menos insistente pero bueno, el hecho de que no fuera tímida no me hacía ser la persona con más dotes sociales del mundo. También miré el aparador soñando con tener una escoba nueva pero sabiendo que no iba a hacer nada más que comprar unos guantes y tal vez algún aditamento de última moda como esas gafas de steampunk que tenían picos y válvulas innecesarias para sembrar el terror entre mis contrincantes.

-Soy Leslie, puedes decirme Les. ¿Y tú?... yo sí que estudio deportes, y necesito unos guantes nuevos. Aparentemente mi técnica de agarre no es la adecuada y por eso me los termino tan rápido, o eso dice el sabelotodo de Ayres

Que iba a ser mi padre, pero claro, prefería que eso no se supiera hasta que fuera imposible seguir ocultándolo.

La repentina cercanía de otra persona no era algo que le incomodara, sin embargo no prestó demasiada atención a la chica y sus bombas de chicle hasta que escuchó el pop al reventar. Volteó a verla entonces, levemente sobresaltada, aunque sonriendo al verle la nariz cubierta de rosa. De niña le gustaba mucho la goma de mascar, pero después de una tarde en la que su madre se puso como histérica cuando le ensució el cabello sin querer había perdido la costumbre. Juraba que por poco le soltaba un picotazo después de que le dijeran que para sacar el pegoste de azúcar había que cortar. Aparentemente meterse con una veela y su cabellera era suicida, por muy hija suya que fuera.

- No, sí y sí. – Respondió al improvisado interrogatorio con una tenue sonrisa en los labios y asintiendo un poco con la cabeza. Que le preguntara por Brigantia era que la había reconocido o por lo menos su rostro se le había hecho familiar, pero a ella la chica de cabellos platinados no le resultaba conocida de ninguna parte, aunque vamos, tampoco era que Milena fuera la Señorita Popularidad del campus.

- Milena, mucho gusto. – No tenía apodos o diminutivos, a menos no que ella supiera, o por lo menos nunca nadie se había empeñado en darle uno. – ¿Ayres el nuevo profesor? Siempre puedes decirle que es parte de tu estilo, ¿o no? Discúlpame, no se mucho de técnica de quidditch profesional. – Se excusó bromeando un poco, rastros de su acento notorios en su manera de hablar aunque sin ser demasiado evidente puesto que hablaba con mayor naturalidad el francés que el inglés.

- Yo estoy en magia del mundo así que no creas que soy la experta. Mi escoba murió en un accidente de calderos, pero creo que vivió buena vida y digna. El problema es que ahora no sé qué comprar. Son todas marcas que no conozco. ¿No me puedes echar una mano? Seguro que tú si sabes lo que estás haciendo. – Se encogió un poco de hombros. Se confesaba torpe para el tema y sin complejo por ello, pero siempre tenía disposición a aprender algo más, incluida la calidad de escobas británicas.

Sonreí cuando decía su nombre y ya iba a decir el mío de vuelta pero recordé que ya lo había hecho. Me pensé si iba a seguir ocultando que el nuevo profesor era nada más y nada menos que mi padre pero decidí que lo dejaría un rato sólo ser el sabelotodo de Ayres ignorando el pequeño detalle de que también era mi progenitor. Le noté de inmediato un acento extranjero y eso me gustó, por que hasta el momento sólo había visto por ahí a gente que ya estaba en Hogwarts y bueno, las novedades me ponían momentáneamente contenta.

-Sí, Ayres el nuevo profesor. Yo quise dar mis razones perosupongo que terminaré por hacerle caso... y así gasto menos en guantes. No creas, yo tampoco sé mucho de técnica de quidditch profesional, recién ingresé este semestre

Intenté imaginar qué clase de accidente de calderos pudo llegar a afectar hasta una inocente escoba, sin entender qué hacía una escoba cerca de una poción o de un caldero suicida, pero todavía no era momento de preguntar esas cosas. Me reí con lo de la vida digna de la escoba y asentí cuando me pedía una mano. Lo primero sería saber para qué la querría, cuánto capital tenía disponible y más o menos cuánto pesaba, ya sabía que era grosero preguntar el peso de alguien pero si quería una buena escoba más le valía no ofenderse.

-Bueno, alguna idea tendré... ¿Entramos?

Era una pregunta retórica por que ya estaba caminando hacia adentro haciendo sonar la campanilla de la puerta que me recordaba siempre a la primera vez que había comprado una escoba, papá sintiéndose orgullosísimo por que yo era la única Ayres que tenía capacidad para el quidditch como él en su juventud y de paso, sumándole el detalle de que fui la única Ayres de nuestra familia nuclear que fue a Hufflepuff, pues mis hermanos eran mucho más Hannon, se les notaba en la seriedad Ravenclaw y esas cosas que ni mi padre ni yo teníamos.

-Mira, lo primero es saber más o menos qué uso le darás... también saber cuánto estás dispuesta a gastar y mira, no te enojes, pero también es importante saber cuánto pesas. Lo digo por que muchos hombresotes que juegan quidditch se sienten muy seguros de recomendar escobas olvidando el hecho de que no todos somos Golpeadores de un metro noventa

- Ah, bienvenida entonces. Yo tengo un poco más de tiempo en Brigantia pero me cambie de carrera, así que en verdad es como si apenas comenzara. He sido novata dos veces seguidas. – Rio un poco, aunque a su padre no le había hecho mucha gracia que cambiara una carrera en abogacía por un título de hippies neoliberales que no tenía futuro, o eso según él. Irónico que si se trataba de un diplomático no se tomara como algo serio el estudio de otras culturas, ¿pero qué iba a hacer ella? Por mucho que protestara ella estaba convencida y sobretodo contenta, y a fin de cuentas esa era su carrera, a lo que se iba a dedicar el resto de su vida – por las Diosas, que no quería pasar a ser solamente una esposa trofeo de algún mago de nombre rimbombante y arrugas en el rostro.

Aunque Leslie ya tenía un pie dentro de la tienda ella asintió de igual manera y respondió con un “claro” mientras la seguía, haciendo sonar también la campanilla al pasar. Inmediatamente se sintió abrumada porque el interior de la tienda era, obviamente, mucho más avasallador que lo que lucía en el escaparate. Debía haber por lo menos dos docenas de escobas suspendidas en el aire por encima de ellas, y aunque todas tenían sus propias particularidades, fuera el grosor del mango o la longitud de las cerdas, Milena no tenía muy en claro en que influía cada cosa.

- Bueno, el presupuesto no es problema… – Aquello lo dijo un poco insegura, pues no quería dar la impresión de ser como muchas otras chicas que había conocido que hacían alarde de la fortuna de sus padres en cada ocasión. – Pero no creo necesitar la mejor escoba profesional del mercado tampoco. Es más para uso personal. La verdad es que doy tristeza jugando quidditch. He pensado ir de oyente alguna vez pero seguro el profesor se desespera conmigo y me quiere mandar a vuelo básico con los niños de 11 años en Hogwarts. – No era mala volando, pero jugar un deporte en el aire ya involucraba una destreza que admitía no tenía. – ¿O qué dices tú? ¿Cómo son sus clases? – Le daba muchísima, muchísima curiosidad.

Había estirado la mano para tocar una de las túnicas de vuelo puesto la textura de la tela se veía demasiado extraña, pero la pregunta sobre su peso la había hecho reír. No se iba a ofender, si hasta lógica tenía el tener que tomar esa información en cuenta cuando quedabas colgando en el aire de nada más que una viguita de madera pulida. – Unos 55 kilos… que deben ser… espera… como 120 libras… – Pensativa alzó los ojos al techo: Conversiones, necesitaba tenerlas en la punta de la lengua, sobre todo si necesitaba ir a comprar ingredientes para alguna poción. – Así que no creo que una escoba de hombresote golpeador de un metro noventa sea lo mío… ni llenándome los zapatos de piedras para pesar más. – Que aquello sería cuando menos curioso.

Me había puesto a ver varias cosas antes de que Milena respondiera y cuando hablaba yo estaba también palpando un equipo de vuelo aunque frente al que había llamado su atención. No me pareció que fuera pedante eso de decir que el presupuesto no era problema por que, bueno, la gente podía ahorrar y tal. Eso sólo me dio más libertad para dar consejos, y seguí escuchando lo que necesitaba a pesar de mi natural déficit de atención, por que me gustaba sentir que hacía un bien a la comunidad, y me gustaba conocer gente absolutamente nueva. Me frustraría que me dijera cosas como "ah si, te recuerdo de Hogwarts".

-No sé cómo vayan a manejar el asunto de los oyentes en nuestra carrera. La verdad es que nos están entrenando para un alto rendimiento como si estuviéramos ya en un equipo, pero hay algunas clases abiertas... la mayor parte del tiempo nos curtimos físicamente. Qué te puedo decir, la "inteligencia" de un deportista es extraña... tiene que ver con el talento, con el trabajo duro y sobre todo con la intuición. No es algo muy lógico ¿Sabes? Suelo pensar mucho en el fútbol muggle en relación con esto... es una suerte de instinto para estar donde debes cuando debes. Y claro, eso llega cuando entrenas mucho para buscar oportunidades... ¡Estoy hablando demasiado, detenme cuando quieras!

Por que de verdad era lo peor que podía alguien preguntarme. Hablar de deporte para mi era un cuento sin fin sobre mis reflexiones desordenadas sobre lo que significaba ser o no un buen deportista. Me puse a pensar sobre la escoba que sería adecuada para ella y tuve que mirarla de arriba a abajo sin afán crítico. Asentí después de escuchar su peso y puse un mohín infantil de niña pensativa antes de decidirme a hablar de nuevo. Agradecía su conversión del sistema del sistema decimal, claro.

-Mira, si fueras jugadora te recomendaría esta: Atomic 34.23. Gran velocidad con un justo balance de estabilidad para los voladores ligeros... pero si dices que es para un uso personal y tal, quizás puedas tener problemas para controlarla. Así que... déjame pensar... ¡Lo tengo! ven a mirar esta

No era un modelo popular, de hecho tuve que internarme un poco en los pasillos para mostrarle a Milena una escoba en madera muy oscura, casi negra y sin ninguna clase de brillo, las cerdas de la escoba gruesas pero muy regulares y su nombre en letra manuscrita brillando en color cobre al final del mango. Sonreí un poco cuando se la presentaba como si yo fuera la dependienta de la tienda o algo así.

-La Wildcat 2.0, es curioso pero fue ideada para los buscadores de talla grande. No por que tú seas de talla grande, todo lo contrario, pero es muy estable, muy fácil de controlar y a la vez muy ligera. Por eso un tipo de 1.80 que necesita ir rápido la encuentra como una pluma, pero para ti que eres delgada, bueno, será segura, veloz en caso de que lo quieras y bueno... me encanta el color.

Sobre Leslie la primera impresión que se estaba llevando era que hablaba demasiado y muy rápido además. Menos mal que ya estaba algo habituada al inglés y por eso podía seguirle el hilo a, más o menos, todo lo que decía, aunque si había detalles que se llegaban a escapar. De cualquier manera no quería interrumpirla porque, independientemente de la increíble cantidad de palabras que podía enlazar una tras otra sin parecer tomar aire, lo más notable de todo era que obviamente amaba lo que hacía.

Y es que aquello de curtirse físicamente no era algo que, siendo honestos, le hiciera dar de saltos de emoción a Milena, aunque su curiosidad podía más que cualquier recelo que pudiera sentir a la posibilidad de terminar sin poder moverse tres días después de una práctica de quidditch a ese nivel. Pero sobre todo, el entusiasmo con el que la chica se expresaba era algo que se contagiaba y era inevitable no sonreír por ello, o cuando menos así le sucedía a ella. - Nononono, ¡qué voy a detenerte si me encanta escucharte! El fútbol es este juego donde patean una pelota, ¿verdad? El otro día vi a un par de chicos jugándolo. Me explicaron, pero no entendí mucho. - Ni qué decir que ella nunca había visto un partido ni nada similar de deportes que no fueran de magos. No entendía los jugos muggles, pero no estaba cerrada a ellos tampoco. Aunque claro, ¿quién en Beauxbotons iba a andar enseñándole?

Sus ojos fueron irremediablemente a la primera escoba que le describía. Para qué mentir, lo que le describía sobre su estabilidad y velocidad no sonaba para nada mal, pero si había dejado tan claro desde un principio que se la recomendaría solamente si fuera jugadora era porque esa escoba estaba más allá de lo que sus habilidades daban. Milena, obviamente, no tenía intenciones ni de estamparse contra el suelo en picada ni de chocar contra copas de árboles, así que si no podía controlar aquel modelo ni siquiera iba a prestarle atención.

La segunda escoba, la que ya le acercó para que pudiera tomarla, no parecía tener nada de especial a primera vista. Era discreta y sencilla, sobre todo en comparación a modelos como las Nimbus que había visto en el escaparate antes de conocer a Leslie, pero de alguna manera eso era algo que le gustaba. Que no fuera obvia, ni demasiado altanera - como si las escobas pudieran serlo -.

- Pues si, la verdad es que el color es bonito. - Dijo tras una risita antes de tomar la escoba entre las manos y comprobar su peso por ella misma. Se sentía muy distinta a la pobre escoba que había tenido que enterrar en trozos en el cesto de basura, pero eso no tenía porque ser necesariamente algo malo. - Así que esta es tu recomendación de experta, ah, ¡que bien sería poder probarla! -

Se me había olvidado con mucha facilidad que no todos los magos de Brigantia estaban en contacto con el mundo muggle y negué con la cabeza luego de darme cuenta por mi comentario del fútbol muggle que Milena no tenía idea de eso y claro, no estaba obligada a saberlo ni mucho menos. Asentí, era ese juego donde pateaban una pelota, pero también en el americano lo hacían, y hasta me puse a pensar en qué otros deportes se pateaba una pelota antes de volver a pensar en las escobas.

Me quedé sintiendo el tacto pulido de la Wildcat deseando poder comprar una escoba nueva, pensando cómo haría para conseguir una por que mis ahorros estaban en ceros, o quizás en numeros rojos por que Angus me había dejado unos galeones para comprar unas gafas nuevas en el verano cuando me matriculé. Ni pensar en escobas nuevas.

-Ah, es en esencia sencillo de entender, el fútbol muggle. ¿Sabes qué? Si alguna vez quieres podemos ir a Londres a un partido. Mi padre es fan del Swansea por que son de Gales pero yo apoyo al Arsenal, del norte de Londres, y tengo membresía para ir a los partidos. Sería mejor explicarlo en vivo y bebiendo cerveza

El único mago con el que había ido al fútbol era Angus, que tampoco apoyaba al Arsenal por que tenía algo mal en la cabeza, un defecto de nacimiento llamado ser headhunter, o sea que le iba al Chelsea. Habíamos terminado en discusiones muy jodidas sobre todo cuando nuestros equipos se enfrentaba, pero qué más daba, era la verdadera pasión.

-Yo creo que sí... Ah no te preocupes por la prueba, estas tienen garantía de que si no son lo que esperabas puedes cambiarla. A menos que la devuelvas hecha pedazos por un caldero

Le hice a Milena un poco de burla por lo que me había contado, y no parecía que le fuera a molestar. O eso creía, la verdad era que tenía poco tacto con la gente y desde chica había sido así, nada que ver con la agradable neutralidad de mis hermanos. Era triste seguir acostumbrada a compararme con ellos cuando nunca más los vería. Sin darme cuenta me había puesto un poco seria hasta que volví la atención al presente y recordé que necesitaba unos guantes.

Las pocas, poquísimas veces que había estado en el mundo muggle, no importaba en el país en que se encontrara, había sido obviamente acompañada de alguien de confianza y por cuestiones básicas y rápidas, entrar y salir cuanto más pronto pudiera, como tener que usar entradas secretas para ingresar a lugares ocultos a ojos de personas que carecieran de magia. Nunca se había perdido por ahí a ver partidos de nada, ni mucho menos aceptado invitaciones para hacerlo por parte de alguien a quien acababa de conocer. Tal vez hace un par de años esa misma invitación le habría escandalizado hasta lo indecible, pero hoy tenía que decir que la idea no sonaba del todo mal. Se humedeció los labios, pensativa, antes de decidirse a sonreír y así aceptar lo que le proponía, ¿Por qué lo decía en serio, verdad? A veces le costaba identificar bien cuando eran sinceros, decían cosas por decir o solamente bromeaban, eso del humor inglés tan conocido en todos lados…

- Ah, ¿padre e hija separados por la afición al deporte? Que trágico. – Comentó por bromear, desconociendo, por supuesto, cualquier tragedia familiar que aquella muchacha de energía contagiosa y que hablaba hasta por los codos, de la que ni su apellido sabía y con la que acababa de aceptar ir al mundo muggle, podría cargar a cuestas. – En Rusia tenemos algo parecido a eso, el futbol, pero no creo que aquí tendría mucho éxito, no a menos que congelaramos el lago de Dagda entero. – Por supuesto, la Rusia a la que ella se refería era la mágica, esa que conocía a la perfección. Allá también se jugaba el futbol, lo sabía, pero nunca le había prestado demasiada atención a los entretenimientos y pasatiempos de la gente muggle. No hasta ahora.

Se rio de buena gana cuando le hacía referencia al pequeño accidente de pociones en el que su última escoba había perdido hasta la última de las cerdas. Seguro que debía dar la impresión de ser una desquiciada que ni sabía lo que hacía y solo vertía ingredientes al caldero sin saber lo que hacía. Que con franqueza decía que pociones nunca había sido su fuerte, pero en fin, aquel era otro tema. ¡Qué vergüenza! Negó vehementemente con la cabeza apenas y pudiendo aguantar la risa. En definitivo, la próxima vez que bajara a la sala de convivencia iba a asegurarse de que no hubiera calderos cercanos.

- Te juro que yo no fui, ni siquiera era mi poción, que es lo peor del caso. – No le pasó por alto la forma en que la expresión le cambió, y bueno, lo primero que se le ocurrió era que tal vez había dicho o hecho algo para ponerla así sin quererlo. Cosas del choque de culturas, a veces lo que era muy natural para ella para los demás no lo era tanto y viceversa. – Si te parece después de que escojas tus guantes te invito algo para agradecerte la ayuda… – Con eso debería de compensarla si se había equivocado en algo, ¿no? Se acomodó un mechón tras la oreja. Repentinamente se sentía nerviosa. ¿Qué clase de hija de diplomáticos sería de ir por la vida ofendiendo gente así nada más?

-¿Cómo, algo parecido al fútbol pero mágico? ¿O a qué te refieres? Por que tienen liga de fútbol muggle, claro. Y buenos jugadores, Andrei Arshavin jugaba en el Arsenal, también era ruso como tú, y muy rubio. Oye ¿Y cómo es eso? Deberíamos organizar un partido de muestra en Invierno, podría decirle a papá y todo

No bromeaba pero tampoco me gustó que pareciera que por ser hija del profesor de Quidditch tenía alguna clase de preferencia. Me encogí de hombros esperando que no pensara que era una caprichosa sin remedio, sólo había sido cosa de curiosidad y bueno, de pensar un poco en la cultura de otros países respecto al deporte mágico. Entonces se encendió más mi foco, mi foco de poquísimos watts, lo admitía.

-Además tú vas a esas clases de cultura exótica y todo ¿No? Te he visto por Arianrhod. Sería un gran pretexto ¡Deberíamos escribirlo como iniciativa!... oye, y te creo lo de las pociones, no es una crítica, yo casi enveneno a mi hermano con un supuesto remedio para el resfriado

Era cierto, lo recordé con una sonrisa pero con la inevitable tristeza de poner la mente en Alistair y en esas cosas. De todos modos había aceptado hacía tiempo que no iba a dejar de recordarlos nunca, ni a olvidar todo lo que había constituído mi infancia sólo por que ellos ya no estaban, pero claro, nunca dejaba de doler. Eso no significaba que conmigo hubiera temas intocables, y no me iba a poner a culpar a Milena por eso, quién iba a saber de los temas delicados de la vida de alguien a quien acababa de conocer.

-Claro, vamos a refrescar el gañote. Pero no tienes qué invitarme nada, no te preocupes.

Estuve a punto de sugerir un lugar muggle pero era demasiado y lo sabía, bastaba ver la cara que había puesto cuando le comenté lo del estadio. Excusándome un segundo me acerqué al mostrador y pedí lo que necesitaba. Las gafas de vuelo con tema steampunk podían esperar, por que tampoco es que fuera forrada de galeones y bueno, compras necesarias, punto. Hice mi transacción en un rato mientras los dependientes se movían de un lado para otro y finalmente tuve una bolsa de papel con la marca de agua en relieve de la tienda, que se movía cuando pasabas la mano por encima.

Milena gana 17 puntos de experiencia
Leslie o el pj que quiera gana 15 puntos de experiencia