Verdades útiles

Estaba muy al tanto de lo que pasaba en la Universidad, no solamente captando a los alumnos de Suberland, sino también buscando las oportunidades necesarias para sacar cosas que ayudaran a sus intereses. Enterarse de la situación de Aquila Lillyvick no había sido nada placentero. Al fin y al cabo, su familia había tenido siempre una postura favorable no solamente para la causa, sino también con él al momento de tomar lealtades cuando se hizo aquel levantamiento contra Carlisle Mott.

Le tenía aprecio a esa familia, a Aquila también, pero Damien siempre había tenido claro que la mejor manera de mantener a alguien en el buen camino cuando comenzaban a flaquear era enseñarles lo que perdían. Apoyo, comprensión, protección, entre otras cosas, dejaban de figurar en el vocabulario de Damien para los que comenzaban a tener un ligero olor a traición. Aquila tenía buen futuro, no iba a permitir que se manchara, aunque fuera por las malas.

La citó mediante un discreto mensaje vía lechuza, que estaba diseñado para que solo el receptor adecuado lo leyera. La esperaría en el despacho de Vernice Orlowsky, quien a esa hora de la noche ya no estaba ahí. Necesitaba un lugar donde ningún otro profesor pudiera interrumpir de repente, por eso otro lado del consejo escolar no era seguro. El despacho de Suberland estaba siempre cerrado, y Julia e Immëndorff eran demasiado adictos al trabajo como para esperar que a la medianoche ya se hubieran largado.

Tenía apenas una vela prendida para que no se iluminara demasiado hacia fuera. Su expresión era la misma que últimamente lucía por los pasillos: una aparentemente serena, también bastante cansada, como si no pudiera más con las cosas que le habían pasado en la vida. Jugueteaba con un artilugio de Orlowsky que no tenía idea para qué servía pero parecía un telescopio miniatura y esperaba, mirando hacia la puerta, con la absoluta certeza de que iba a llegar.

Cuando por fin cruzó la puerta , Damien se levantó inmediatamente como si hiciera gala de buenos modales, aunque nunca los había tenido y el gesto era más bien para acercarse a ella, hablarle bien de frente.

-No creas que no sé dónde estás metida. Espero que tengas buenas excusas para ello.

No había ocurrido gran cosa después de la fiesta, aunque se había quedado pensando en ello demasiado tiempo, lamentando que quizás, aún cuando tenía poco en Brigantia, esa sería ya una de sus noches más memorables, por que había hecho un montón de cosas que antes jamás, y eso siempre era memorable aunque se lo cuestionara a cada segundo.

Había ido a clases, hablado con Pearlie, con Milena y con la gente que normalmente convivía en la universidad sin haberse convertido de pronto en una liberal alocada ni mucho menos. Todo seguía su rutina, las cartas con su madre, con Jeremiah y ocasionalmente con la novia de su hermano que parecía entusiasmadísima con organizarle toda la boda mientras ella estaba en la universidad. Había dejado de pensar en todas las tribulaciones que el asunto con Finnerty le traían por que finalmente ahí no había ningún asunto. Podía tratarlo como a cualquier otro, aún esa vez que fue a beberse algo con Pearlie se limitó a saludarlo y a pagarle.

Lo que sí había hecho era regresarle la camiseta lavada y con otro estúpido moño de agradecimiento, por que siempre hacía eso cuando pedía ropa prestada y se le había quedado la costumbre, aunque fuera con una horrible prenda muggle de The Smiths. Por cierto, de manera muy secreta había encontrado la manera de escucharlos y lo había logrado, pidiendo prestado uno de esos aparatejos muggles para escuchar música directo en los oídos. La canción se llamaba "Girl Afraid".

No esperaba que las cosas fueran a salir mal tan pronto y por haber hecho tan poco. La nota de Damien Holland la había dejado helada, pero trató de pensar que finalmente no había hecho nada, no estaba faltándole a nadie y no estaba encariñándose con nada. Con eso en mente llegó hasta el despacho a la hora acordada haciendo sonar sus zapatillas por el pasillo solitario. No le gustaba estar a solas con ese hombre, quizás por que le infundía más miedo que respeto. Aún así pensó que lograría salirse por la tangente.

-¿En dónde estoy metida...? Preguntó con falsa tranquilidad y sonrió apenas. Seguramente sabría lo de la fiesta aunque no supo si también lo de la salida que había hecho a solas con Finnerty, esa no tenía excusa -Estuve en esa fiesta casi por accidente, acompañé a Pearlie Burroughs, fue una inocentada... Si a eso se refiere

La dejó contestar aparentando una falsa tranquilidad. Mantenía los labios apretados pero apenas la semiveela contestó, poco le faltó para alzar la mano y darle una bofetada en toda la cara por ser una insolente mentirosa. Se acercó a ella, acortando toda distancia, pero no le tocó ni un pelo y apenas se afanó en que ella lo mirara directamente a los ojos.

-No te atrevas a mentirme. Ni siquiera tengo que esforzarme en leerte la mente para saber lo que pasa contigo, ni con las personas que deberían estar haciendo ciertas cosas y dando ciertos resultados.

Se alejó de Lillyvick unos cuantos pasos, rodeó el escritorio y la miró desde ahí. El gesto era única y exclusivamente para mantenerse alejado de ella de manera que no se le pasara la mano, porque se conocía, porque sabía que entre más estuviera ella a su alcance, más las probabilidades de que él olvidara que ya tenía un plan para todo eso y que, aunque Aquila merecía su correspondiente aleccionamiento, también tenía claro que le había puesto las cosas fáciles con su desacato.

- ¿Acompañaste a Burroughs? Muy amable de tu parte, eres una chiquilla responsable y buena amiga. ¿Y qué me dices de Pantomime Horse? ¿Y de la fiesta en casa de los Cleverley?.

La fiesta en casa de los Cleverley no estaba mal, eran una familia más o menos respetable. Lo que estaba muy mal era el aparente hilo conductor. No hacía falta ser un genio para darse cuenta de que saltaba el nombre de Angus Finnerty en todas. Se sentó en su silla desde donde la miró, sin exaltarse, sin gritarle, sin amenazarla con la varita. Ahora sabía medirse.

-Está bien, Aquila. Yo le debo mucho a sus padres, soy incapaz de hacerte daño. Siéntate.

Esperó a que lo hiciera, con una inusitada paciencia que había logrado germinar solo a base de esfuerzo, solo a base de esperar un bien mayor de todo lo que hacía.

-Ya viene la luna llena, supongo que estarás preocupada por tu amigo Finnerty. Y a su vez, yo estoy preocupado por ti. Así que le he conseguido un alojamiento especial a tu amigo. ¿Qué te parece eso?. Y tengo un equipo especial preparado para llevarlo hasta ese alojamiento, pero necesitamos tu ayuda, seguro a estas alturas, él confía ya mucho en ti. Han compartido bastante.

Le estaba dejando claro que era el momento de decidir y hacerlo bien.

Un escalofrío recorrió su espalda cuando Damien Holland, sin un ápice de duda, la acusaba de ser una mentirosa. Lo era, pero no pensó que fuera tan evidente, tan difícil de ocultar. Tampoco es que estuviera tratando con cualquier otro al que bastara con pestañearle y convencerlo que era la de siempre; eso había hecho con su hermano que no tenía la menor idea de las cosas que ocurrían en la universidad y pensaba que mataba el tiempo escribiendo su diario y tomando té con licor de durazno con sus amigas.

No era que temiera que le fueran a cruzar la cara o a lanzarle una maldición imperdonable. A pesar de ser Damien Holland, le tenía aprecio a su familia, eran sus aliados, no iba a cometer una locura. Pero la peor parte era estar esperando que no lo hiciera, por que acababa de dejar de mentirse a sí misma. Estaba traicionando un montón de ideas que la habían hecho ser quien era ¿Y por qué? Eso era algo que no terminaba de explicarse.

Y no es que hubiera estado escondiéndose, pero pensó que eso era un punto a su favor: esconderse implicaría tener algo que ocultar. Insistía en que no lo tenía, al menos no cuando lo había citado en el Pantomime Horse por puro reto de orgullo. El peligro era que del inicio de la noche a ese momento algo había cambiado. Tuvo que preguntarse si lo suficiente como para traicionar todo lo que creía, y en lo que creía su familia. No era su integridad la que estaba arriesgando en ese momento, sino la de su apellido, y le habían enseñado que eso tenía un costo demasiado alto en la sociedad.

Tomó asiento sin mostrarse completamente aterrada, aunque lo estuviera. El simple hecho de que mencionara a Finnerty, de que su apellido saliera de sus labios, era casi una sentencia de muerte. Lo miró con los ojos llenos de lágrimas, luchando por contenerlas y no acabar de mostrar esa pequeña debilidad que crecía en su interior, como el brote de una planta.
Sí, sabía que la luna se aproximaba. Que era un licántropo, lo sabía todo el mundo. No querrían matarle, sino algo mucho peor. Intentó un último acto defensivo, sin ser una negativa rotunda.

-No creo que me tenga plena confianza, ni tenemos algo en común. Ni siquiera sabe mi segundo nombre

-No abuse de su suerte, Lillyvick. Pero sobretodo, le ruego, no abuse de mi paciencia.

Se lo dijo tranquilo pero sentía que la cabeza le hervía. Respiró profundo y mantuvo la vista clavada en ella. Lillyvick sabía perfectamente con quién estaba tratando y aún así se atrevía a intentar nadar contra la corriente aferrándose a algo que ya era imposible salvaguardar.

-Tengo un trato para ti, Lillyvick. Tú engañas a Finnerty para tenerlo en cierto lugar a cierta hora. Sus padres jamás se enteran de las estupideces que estás haciendo. Tendrás tu boda soñada. Y todos seguiremos con la misma faceta que con tanto trabajo hemos construido.

Se levantó para dar vueltas por el despacho de Vernice. Sus pasos resonaban como un eco terrible, pero él no lo notaba. Pasó por detrás de ella, miró el rubio de su cabello perfectamente acomodado, No estaba buscando leer su mente porque su mirada le había dicho justo lo que necesitaba saber.

-Sus padres trabajaron a mi lado para acabar con la dictadura de Mott, les debo mucho y no quiero verlos decepcionados. Ellos, como yo, saben que el camino para que el mundo mágico sea armónico no es precisamente fácil y que muchas veces hay que hacer importantes sacrificios. Ahora te toca a ti hacer el tuyo, Aquila, y yo, te aseguro, estaré muy orgulloso de ti y te recompensaré con lo que tú quieras. Solo si actúas correctamente, sino, me temo que tendremos que seguir con el camino que siempre hemos trazado para los traidores.

No tenía que decirle cuál era el fin para los traidores, todo lo sabía. Pocas veces estaba tan consciente de cómo le corría la sangre por las venas como en ese momento. Pero era cierto, la familia Lillyvick había sido vital en sus planes como para pagarles con una hija amenazada de maneras mucho menos pacientes. Se merecía algo de suavidad, un voto de confianza.

-Una noche antes de la luna llena. Mandaré a algunos por él. Asegúrate por los medios que sean que Finnerty no falte a la cita o lo pagarás caro. Si querías jugar con libertad, aquí está tu oportunidad. No quiero ni una sola falla, Aquila. ¿Me entendiste? Ni una sola. Si no lo pagas tú, lo pagará alguien que te duela. Sabes como funcionan las cosas conmigo.

Y eso, viniendo de él, tampoco era una amenaza fuera de control. Para sus estándares, seguía siendo condescendiente.

Era inútil, y qué mal le había salido intentarlo. Nunca había sido muy valiente, ni muy ingeniosa, lo tenía claro y se habían encargado de decírselo suficientes veces como para no volver a hacer el esfuerzo. El trato de Holland sonaba bastante generoso, después de todo nada le impedía contarle a su madre los traspiés sociales que había tenido las últimas semanas, que parecían poca cosa pero bajo esa perspectiva podían resultar peligrosos para su futuro y su apellido.

Nunca había pensado que las decisiones de su vida fueran un sacrificio hasta ese momento. Todo se reducía a hacer lo que tenía qué hacer, comportarse a la altura, lo de siempre. Nunca le había pesado, pero tenía la amarga sensación de que al fin entendía lo que se sentía no tener derecho a réplica, ni tener otra opción. Estaba mejor sin conocer otra posibilidad, otra realidad, pero el mal estaba hecho y las cosas ya no le sabrían igual que antes, por mucho que se esforzara.

No sabía a qué se refería con compensarla con lo que ella quisiera, ni se le ocurría qué podría querer aunque esas palabras no estaban dichas por un don nadie, sino por Damien Holland, y tal parecía que quería hacer ver el asunto como si le estuviera casi pidiendo un favor. Un favor que sería muy complicado no dar.

Escuchó con cuidado el plan que tenía trazado para Finnerty y no se le ocurrió en qué medida podría realmente hacer que el licántropo llegara al lugar donde ella quisiera. Sí, lo había invitado a cenar y se había presentado pero eso no significaba, al menos para ella, que fuese dócil a sus peticiones. Si la mantenía con esa estúpida fijación era precisamente por que le parecía impredecible, no un tipo que babeara tras de ella como si no tuviera voluntad ¿Y qué iba a hacer? Pedir algo a cambio la inculparía ridículamente, pero aún ella en toda la frialdad que era capaz de amasar sólo por mantener el alto en el nombre de la familia, no se sintió completamente capaz de una atrocidad que no la dejara con un mal sabor después de todo.

-No lo lastimen

Se atrevió a pedir, más como la única muestra de su afecto por el licántropo que como una petición real, por que sabía después de todo que harían lo necesario y estaba más que aterrada de saber que después de todo ese capricho de la libertad no iba a ser costoso para ella, sino para él.