Leloup, Milou

Desde lejos aparenta ser una jovencita adorable y agraciada que cualquiera presentaría a sus padres para algo formal y quedar bien. Sabe aparentar altivez, superficialidad y arrogancia, pero solo es una pantalla de quién es ella en realidad: soñadora, romántica, amable, cariñosa, y humilde. Podría quitarse su vestido para darselo a alguien que está pasando frío o no tiene ropa. Parece frágil y delicada, pero tiene un carácter fuerte. Sufre en su interior por sus seres queridos. Hasta ahora ha sido una muchacha medianamente responsable, cordial y educada. Obediente cuando juzga que debe hacerlo, más no por eso rebelde o irrespetuosa en demasía. Algo tímida por lo que quiénes no la conocen suelen pensar que es odiosa, además de que su aspecto indudablemente vanidoso y altivo junto a sus ganas de no tener ni una mínima manchita en sus zapatos no ayudan mucho. Malcriada pero al mismo tiempo abandonada. Acostumbrada a solventar descuidos con dinero y regalos. Es sumamente conservadora e ignora completamente el mundo muggle.

Milou nació dentro del más cerrado conservadurismo, en una pequeña y celosa comunidad mágica en Lyon que no admitía impurezas en su sociedad y, por lo tanto, su familia tampoco. Sin embargo, durante siglos los Leloup ocultaron del mundo mágico los horrores que manchaban a la familia, regodeándose en el heroísmo que les había ganado el cariño, gratitud y respeto de esa sociedad desde tiempos inmemorables.

Desde niña le fue inculcada la adoración por la magia, especialmente su parte oscura, y desde muy temprana edad demostró tener aptitudes mágicas.

Sus primeros años consistieron en clases de todo tipo, desde aprender a leer y escribir en latín hasta música y artes oscuras. Jugaba con varitas de juguete, inventando toda clase de hechizos inofensivos que con el tiempo se volvieron más complejos. Con el tiempo, se ganó la admiración y cariño de la sociedad mágica, aunque desde muy temprana edad ya se movía en los círculos más importantes debido a la popularidad de sus padres y la fortuna y conservadorismos y de sus abuelos.

A los once años ingresó a Beauxbatons, al igual que todos sus hermanos. Su perfil no fue más bien bajo, participó en eventos diversos e ingresó a los catorce al equipo de vuelo sincronizado, deporte que únicamente era de exibición, pero que la hizo recorrer Gran Bretaña, Russia y Austria. Sus calificaciones no fueron cosa de otro mundo.

Cuando dejó la escuela, se dedico a impartir clases de magia básica en una escuela de alto renombre en el Lyon mágico para jóvenes magos, pero las dejó cuando se inscribió a la universidad.

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La leyenda cuenta que Leloup mató al hombre lobo que atestaba por las noches contra la seguridad de una comunidad mágica en Paris, un par de siglos atrás. Se decía que era tan peligroso que los aldeanos dejaban ofrendas la noche de luna llena para evitar la catastrofe en su propio hogar, también se decía que se alimentaba de los magos y les robaba su magia. Aquel acto de heroísmo le otorgó la Orden de Merlin de Segunda Clase y una gratificación en oro que le proporcionó a su familia la estabilidad económica de la que presumen hasta la fecha.

Desde entonces, se dedicaron a erradicar hombres lobo. A la fecha, la familia Leloup ha dado grandes zoologos mágicos, medimagos y aclamados escritores de cuentos de hadas para recordarles a la sociedad mágica la honra de su linaje. Se hicieron de diferentes órdenes de Merlin por su contribución e incluso entre sus filas destacó Damocles Belby, pariente lejano, el inventor de la poción matalobos.

La presión natural por ser los protectores de esa sociedad mágica los hicieron unirse a las filas del Señor Tenebroso.

Pero los Leloup tenían un secreto que guardaron celosamente a los ojos de esa comunidad a la que protegían. Ellos eran la amenaza.

Leloup mató a su hermano, pero la maldición no murió con él. El gen licántropoco se heredó generación con generación y jamás se volvió recesivo, a pesar de los intentos por erradicarlo. Los Leloup mataban a los hijos que nacían con características de un hombre lobo, experimentaban con ellos o los encerraban y negaban a los ojos de los demás.