Gas de la risa

Su risa favorita era la de Gianna; lo que, dicho en voz alta, sonaba un poco extraño. Le gustaba mucho en un sentido no romántico, no enternecido, sino en un sentido gracioso y en ese momento “científico”. Estaba trabajando en uno de los hechizos que había inventado hace poco en vacaciones, y que estaba resultando un verdadero fiasco, y decidió que ella era la persona indicada para ayudarle.

Se suponía que tenía que hacer un ensayo de 2600 palabras o algo así para pociones y solo llevaba como 30, también tenía que sacarle brillo a la escoba y hacer quién sabe qué cosa de Herbología, pero Regina estaba en uno de esos días, que cada vez eran más frecuentes, en los que no tenía ni ganas de tocar sus libros, en los que se le hacía super fácil no hacer la tarea y desesperarse al día siguiente para hacerla rápido o levantarse temprano.

Como se estaba distrayendo con todo mientras lo hacía, igual que siempre le pasaba cuando no tenía ganas de hacer lo que se suponía debía hacer, decidió dejarse divagar y fue cuando llegó a la conclusión de que lo ideal no era hacer que su hechizo durmiera.

Tenía que hacer reír.

Ahí era donde la risa de Gianna tenía un papel importantísimo y por eso la fue a buscar a su facultad. La primera impresión que se llevo fue que… no se llevó ninguna impresión, en realidad. Olía muchísimo más a cigarro y menos a menjurje y azufre de resto de poción, pero fuera de eso no era tan diferente a Ogmios.

Oye… ¿sabes cómo llego al dormitorio de niñas? ¿No puedo ir? Oh, entonces.. ¿conoces a Gianna? Es así de alta, a veces, bueno… ya lleva un rato siendo así de alta y su cabello es… bueno su cabello es… mmm no se cómo le tenga, la verdad.

Se quedó ahí en el salón de convivencia, platicando con el tipo de Cerridwen o, más bien, intentando darle más indicaciones sobre cómo era Gianna. Estaba segurísima de que ya sabía de quien le estaba hablando pero parecía estarse entreteniendo con ella.

No sabía en qué momento había decidido aplicarme de más en la clase de Medimagia. Seguramente Papá y Jonathan estuvieran felices de la vida por haberme interesado más en lo que ellos hacían pero, sinceramente, no era lo mío. No sabía por qué me había metido tanto en esa clase si ni siquiera soportaba ver sangre de una heridita pequeñita. No sabía tampoco por qué estaba estudiando para la clase del día siguiente en mi habitación sin hablar con nadie.

Bueno, quizás si lo sabía. Ya tenía días que no veía a Adrian y comenzaba a volverme loca. No sabía si los deberes de su carrera –nada más y nada menos que leyes mágicas- lo tenían igual de abrumado que yo con los de Medimagia y Periodismo. Tampoco sabía por qué no salía de su habitación ni porqué no me enviaba una lechuza o algo así para decirme que seguía vivo.

Le extrañaba, no podía negarlo, y me preocupaba que se hubiera hartado de mi. Por eso prefería enfrascarme en lecturas y en mejorar mi desempeño en mi carrera. Había llegado a la conclusión de que si me preocupaba, solamente me ponía más histérica de lo que normalmente estaba, así que mejor nada, leer y leer y leer y leer. No había más que hacer.

Cuando ya me había hartado un poco de las heridas internas y la forma más práctica de suturar a alguien con magia y sin magia, decidí que era hora de bajar a socializar un poco al salón de convivencia. Si, quizás despejarme era lo que necesitaba en ese momento.

-Regina ¿qué haces aquí? ¡Ah! No me digas que James está jodiendo. Mira que luego le dan ganas de molestar a las personas que se ven adorables y eso.

Saludé a Regina con un beso en la mejilla y le sonreí. No éramos las mejores amigas pero nos llevábamos muy bien. Desde chiquillas habíamos hecho una especie de amistad hasta que Regina se enteró que Dan y yo fuimos novios. Creyó que le quería quitar a su hermano y dejó de hablarme por quien sabía cuánto tiempo. Luego se dio cuenta de que no, no quería robarle nada y seguimos siendo amigas.

-¿Quieres un dulce?-le ofrecí un dulce de café que saqué del bolsillo de mi chamarra color verde. Yo misma me llevé uno a la boca y comencé a saborearlo. Eran muy buenos, tenía que ir a Hogsmeade y surtirme de nuevo porque estaban por terminárseme.

Ok. Aquello no era divertido y ya no iba a seguir dejando que ese fulano se estuviera burlando a costa suya. Lo fulminó con la mirada pero él solo sonrió y se encogió de hombros diciendo que no tenía ni idea ni de quién era ni donde estaba. Pero Regina sabía que estaba mintiendo.

¿Sabes qué? Mejor olvidalo, creo que puedo encontrarla yo solita… oh, mira, ahí está. Gracias por tu ayuda.

Y cuando le sonrió no lo hizo con cinismo ni nada, le sonrió por que de alguna u otra manera le había hecho un poquitito más amena su espera. Aunque la hubiera desesperado.

¡Gianna! Es que vine a buscarte

Le contestó encogiendose de hombros ligeramente (casi igual a como lo había hecho el otro tipo), como si buscarla fuera la cosa más normal del mundo o como si se vieran todos los días.

¿James? ¿Cuál James? –le preguntó frunciendo ligeramente el entrecejo por que no se acordaba de ningún James, más que James James pero él no tenía por que hacer nada en Ogmios por que estudiaba quidditch. Entonces se acordó del otro James, el de su carrera-. Ahhh… ¿el amigo guapo de Joseph?

Negó con la cabeza por que él no la había estado molestando, de hecho a duras penas y se hablaban. No, ella estaba ahí por otra cosa que nada tenía que ver con chicos. Le aceptó el dulce y lo abrió.

Estos me gustan mucho. Son los de Honeydukes, ¿verdad? –dijo aún con el dulce en la boca y su voz sonó chistosa.

No la había visto desde la fiesta de Angus, o más bien no habían hablado desde ese día, y tampoco hablaron mucho por que Regina se fue temprano y supo que ella también. Al que sí veía muy seguido, prácticamente todos los días, era a Adrian por que entrenaban quidditch juntos. Solo que casi siempre hablaban de escobas, del ejercicio del día o de comida y no de novias.

¿Qué vas a hacer hoy? –le preguntó arrugando la envoltura y guardandosela en el bolsillo del pantalón-. ¿Te gustaría ayudarme con un hechizo? Te prometo que no vamos a ver teoría ni nada, eso es muy aburrido.

Tenía que advertirle antes de que le diera un rotundo no por que el día no estaba como para ponerse a investigar y leer.

-No, tontita, ese James. Se llama James.

Señalé al chico con quien Regina había estado hablando previamente. Recordó entonces al amigo de Joseph, que también se llamaba James. Seguramente Regina se había confundido pero no sabía por qué, a fin de cuentas James Radan no tendría nada qué estar haciendo en mi Facultad porque Joseph no estaba, o al menos no lo veía en ese momento ni se escuchaban sus gritos de loco por ningún lado.

-Si, los mismos, pero ya se me están terminando. Creo que le diré a Adrian que me acompañe el fin de semana para comprar otra dotación.

Hice lo mismo que Regina: arrugué el papelito en la mano y lo guardé en el bolsillo de mi pantalón mientras saboreaba el dulce de café. Eran de mis favoritos y los de mi madre también. Jonathan no entendía por qué prefería esos a los de caramelo o a las mismas grageas. Yo nunca supe por qué las grageas nunca me gustaron. Quizás porque la primera vez me tocó una de sabor terrible. Si, seguramente había sido esa la razón.

-Pues precisamente estaba buscando un poco de esparcimiento, he estado estudiando todo el día y ya me harté un poco. ¿Qué quieres hacer?

Pero justo en ese momento, Regina contestaba mi pregunta. Me mordí el labio. ¿Qué clase de hechizo sería? De un momento a otro, la idea de que le pidiera ayuda con un hechizo no sonaba tan terrible como regresar a estudiar para la clase del viejillo o la clase de McCreary. Total, ¿qué sería lo peor que pudiera pasar?

-Vale, ¿qué clase de hechizo?

Regina miró hacia el tipo con el que antes había estado platicando y lo medio saludó otra vez con una sonrisa para que no pensara que estaban hablando mal de él (tampoco era que estuviese pendiente de la conversación solo que había volteado al escuchar su nombre), luego volvió a ver a Gianna entendiendo a qué se refería como si estuviera diciendo “ahh, él”. James era un nombre de lo más común.

Yo te la compro, si quieres. A lo mejor voy a Hogsmeade la semana que viene, aunque, si tu vas primero, ¿me podrías comprar a mi también? Luego te doy el dinero.

Por que a lo mejor lo que Gianna quería era salir con su novio y ese era un buen pretexto para salir de la universidad o simplemente no estar en casa. No sabía si a ella le pasaba igual, pero a Regina, aún siendo ya mayor de edad, sus papás (y Bleeker, a veces) le pedían que se fuera a casa saliendo de la universidad (en Hogwarts no por que era internado) los fines de semana y que estuviera en casa a tiempo si salía.

Dio un medio saltito de gusto cuando aceptó ayudarle, pero sin verse ridícula ni exagerada.

Mira ven, te explico –dijo jalándola y llevándola a unos de los sillones.

Se sentó y cruzó una pierna por debajo de la otra, arriba del sillón, para sentarse de lado y poder verla mejor. Se dio cuenta de que esos no olían a almizcle o algo así ni tenían eso negro que tenían los de Ogmios por culpa de los calderos quemados.

Es una especie de polvito que te pica en la nariz pero hace que te duermas, pero a penas logro sentirme adormilada con él, tal vez sea por que ya me acotumbre.

Había sacado la idea de una revista de corazón de bruja pero como había abusado de él ya para poder dormir en las noches ya ni siquiera le surtía efecto y como no lo había utilizado en nadie más no sabía si funcionaba todavía.

Pero lo quiero cambiar, tengo ganas de un hechizo que haga reír. Ya sabes como el Tarantallegra pero sin hacer cosquillas. Como un gas de la risa y ahí es donde entras tú, Gianna, necesito tu risa

-Ah, si, no hay problema. Yo te la compro, no hay problema.-sonreí y respondí afablemente. Estaba bien si ella iba primero. Los dulces de café eran mi única fuente de energía cuando estaba haciendo tareas y estudiando porque no me gustaba beber café ya que sentía que me ponía más hiperactiva de lo normal y eso solamente podría traer catástrofes, así que mejor me limitaba a eso y un par de chocolates.

Seguí a Regina hasta el sillón al que me jalaba y me senté, cruzando las piernas sobre el mismo. No sabía por qué, pero esos sillones eran demasiado cómodos y siempre encontraba alumnos dormidos en los sillones por lo mismo con el librote de Leyes o el de Historia en la cabezota. Yo en alguna ocasión ya me había quedado dormida en uno hacía ya tiempo.

Miré a Regina y ladeé un poco la cabeza. Me comparé con Buttercup cuando no entendía algo que le decía y simplemente ladeaba la cabeza de un lado para el otro, con la expectativa tatuada en los ojitos cafés. Bueno, así me sentía yo porque en realidad no entendía mucho qué era lo que necesitaba Regina.

Iba ya a decir que no necesitaba de ningún polvito para quedarme dormida porque el sueño me venía de forma natural y jamás batallaba, a menos que estuviera en alguna época de demasiado estrés o que hubiera pasado algo. Por ejemplo, eso nos hubiera servido bien a todos los Vercelli cuando mi hermana había muerto.

-¿Mi risa? Pero, ¿vas a convertir ese polvito en un gas o vas a hacer un hechizo nuevo que haga reír a la gente? Mi risa no tiene nada de especial, en realidad es bastante sosa.-respondí con una risilla corta. Si, de verdad era sosa, nunca me había puesto a pensar lo suficiente en eso hasta ese momento-Pero bueno, yo te ayudo, me reiré lo mejor posible, ya verás.

Regina gana 11 puntos de experiencia
Gianna gana 9 puntos de experiencia