Zup Brackminsters!!

Había aprovechado su día de descanso para ir a visitar a su padre como solía ser habitual, además, Darren últimamente no se encontraba muy bien, las presiones familiares y la casi inminente boda de Lucy traían al pobre hombre con la tensión por las nubes. Fue bonito ver como la cara de Darren cambiaba en cuanto vio entrar a Thaddeus por la puerta, sabía que su padre echaba de menos a sus nietos pero especialmente a su hermana mayor. Eloise pasaba mucho tiempo en Francia y era menos propensa a coger un traslador que la llevara hasta la casa de los Brackminster, era feliz, tenía un marido estupendo del cual estaba enamorada y un embarazo que cuidar. Todo lo contrario que en su caso, su matrimonio no era feliz y necesitaba un lugar donde sentirse cómoda y pese a que sonara inmaduro solo estaba al lado de la única persona que permaneció durante toda su vida a su lado: su padre.

- ¿Qué traes en esa bolsa? – añadió Darren dando dos besos a su hija y ya con el niño aupado.

- Tus bollos, esos que tanto te gustan – añadió con una sonrisa. El hombre correspondió la gentileza de su vástaga y besó como premio, la frente de su hija. La muchacha fue a preparar un té para desayunar, iban a ser solo ellos tres, Amy estaría probablemente en la reserva de dragones, Lucy estaría en San Mungo y sus otros tres hermanos, bien, en sus respectivas escuelas y universidades. Un día tranquilo, algo extraño en casa los Brackminster donde siempre había barullo y chismorreo por cada esquina.

Fue hasta la cocina, tomó la tetera, la llenó con agua y justo cuando iba a verter una generosa cantidad de té negro, escuchó los seguros golpes en la puerta. Clarisse gritó un “ya voy yo” puesto que su padre se había puesto a jugar con Thaddeus en el patio trasero, enseñando el niño a cazar una pequeña quaffle. Riendo ante la dedicación de abuelo-nieto, fue a abrir la puerta y se encontró con… ah diablos, la viva imagen de su fallecida madre - ¡Rashel! – gritó y abrazó a su medio hermana, dándole dos besos como muestra afectuosa. Era agradable recibirla en casa, si bien la historia de sus padres era algo turbulenta, saber que había una pequeña Gohile que había podido compartir tiempo con Marie, la había llenado de felicidad. Podían recuperar el tiempo perdido, comportarse como hermanas, compartir devoción por el oficio de auror (heredado de su madre) y sobretodo, alguien podría explicarle a ciencia cierta como era ella – Cuanto tiempo… - miró a la otra chica, tan semeja a la foto que llevaba guardada en el relicario que tanto ella como Eloise llevaban siempre colgado del cuello. Parpadeó confusa, miró otra vez a Rashel pero acabó tendiendo la mano hacia la desconocida – Soy Clarisse.

- Clarisse, ¿Quién es? – la voz grave de Darren se escuchó tras la espalda de su hija y el hombre, cargando el niño, apareció con aspecto cansado y miró a las dos chicas, reparando en Rashel primero como no – Rashel, cuanto tiempo sin pasarte por aquí, ya creía que te habías olvidado de tu familia.

Darren entendió de inmediato la situación en cuanto escuchó el apellido de la chica e incluso no hizo falta escucharlo, era la viva imagen de las gemelas Gohile en sus tiernos tiempos. La mirada miel, fría y hasta cierto punto aterradora se posó en la más pequeña de las Gohile. La escudriño con los orbes fijos pero no abrió los labios, dejó que fuera su hija quien hiciera los tratos con aquella desconocida pero aceptó de buen agrado las atenciones de Rashel.

Clarisse por el contrario, permaneció aturdida, intercalando miradas entre su medio hermana y la otra chica aunque enseguida entendió o más bien, ató cabos. No había escuchado la versión completa, su padre intentaba hablar poco de su madre, más que nada porque sabía que en el fondo, pese a que Marie primero los había abandonado, Darren la había amado y mucho, no obstante la rubia teñida sabía perfectamente que eran dos Gohiles idénticas, y una, la peor, malvada, pérfida y endiablada, entregada a la causa, tatuado la marca en su cuerpo y la causante de la muerte directa de su madre, esa madre que no llegó a conocer y la cual la arrebató, privándole de los recuerdos, esos dónde era feliz con sus hijas y su marido.

- No, Eloise sigue en Francia – mencionó a su hermana para darle algo de tregua a su padre que parecía otra vez perder el color de su cara. La muchacha se apresuró a quitarle el niño, lo cargó sobre ella y colocó una mano tras la espalda de su padre para reconfortarlo un poquito, sin duda, debía ser duro para él – No, no te vayas – la cosa es que… ¿los hijos no eran iguales que los padres, verdad? Bien, si Rashel estaba ahí con su, ¿prima? Clarisse podía entender que la auror había visto algo bueno en ella, algo diferente a su madre y apelaba al sentido común de su hermana pues igual que ella, había perdido la madre por culpa de la madre de Talullah – Puedes pasar, estábamos preparando té para desayunar – pero que fuera a invitarla no quitaba que la chica usara un tono seco, incluso poco afectivo, necesitaba alguna prueba o alguna explicación de todo aquello y por eso posó los ojos claros, semejos a los de su madre, en Rashel, buscando algún tipo de explicación por su parte.

Darren, solo lanzó una mirada más fría a la chica, lacerándola con sus ojos miel antes de ir hacia la cocina donde iban a tomar el desayuno. Clarisse hizo un gesto con la mano para que la siguieran, las condujo hasta la mesa donde ya estaba sentado su padre, oculto tras el profeta y dejó a Thaddeus en la trona - ¿Cómo lo quieren? – mejor rodear un poco el tema principal pues la muchachita parecía incómoda - ¿Azúcar y leche? ¿Sin azúcar y con limón? – murmuró, enarbolando la varita hacia la tetera y conjurando un hechizo – Por cierto, ¿qué necesitas de mi, Rashel?

Darren cambió la página del Profeta justo cuando Rashel mencionó el poco paladar de Tallulah por el té. Clarisse, desde su posición preparando el desayuno, vislumbró como los rudos dedos de su padre tomaban con más fuerza el periódico, preocupada buscó impaciente la mirada de Rashel, suplicando con los ojos claros tan semejos a los de su difunta madre que por favor, no siguiera por ahí, su padre no estaba en condiciones de hacer frente a la viva imagen de Sandie - ¿Café, Tallulah? – añadió, buscando un poco de concilio en esa guerra silenciosa. La respuesta no llego pues la chica, la más pequeña de las mujeres, tomó la decisión de ir a buscar unas galletas al coche muggle que habían aparcado a la entrada de la casa.

Colocó las cosas en una bandeja y fue hacia la mesa, escuchando con detenimiento las palabras de Rashel sobre el caso de su “tía”. Entendió que el asunto debía ser tratado por el ministerio inglés pero sabía que un caso así debía ser cuidadosamente hablado en su despacho, en el edificio del ministerio y no allí, en medio de una cocina familiar con un padre fuera de sus cabales, iba a responder a su medio hermana cuando Darren bajó de golpe el periódico a la mesa, haciendo temblar todo el mueble y derramando algo del té servido en las tazas.

- ¿Qué tengo que ser indulgente, Rashel? ¿Me dices que tengo que abrir las puertas de MI casa a la criatura de ESA mujer? – si, tenía la venita del cuello palpitante y sus ojos, chiquitos y achinados, miraba con mucha dureza a la mujer que consideraba tan hija como Eloise o Clarisse. No, podía ser muy tolerante, incluso considerarse buena persona pero Darren había pasado por muchas cosas a raíz de Sandie y lo más importante, perdió a la primera persona que amó como desquiciado hasta perder el norte y pedirle con diecisiete años que fuera su mujer – Mala hierba nunca muere y puede que la desgraciada de tu tía haya por fin dejado este mundo, y ojala se pudra donde esté, pero no pienso aceptar a su hija con los brazos abiertos, seguro tiene algo, una ínfima parte de Sandie y eso es suficiente para mantener a mi familia lejos de ella.

Clarisse puso una mano en el hombro de su padre para obligar a que tomara otra vez asiento pues en el transcurso de su diálogo se había levantado de la mesa. El hombre, tomó una gran bocanada de aire pues su rostro ya no era blanco si no más bien violáceo y tras chocar otra vez el culo con la dura textura de la madera, agarró la primera taza de té y empezó a beber para relajarse. La rubia negó con la cabeza y miró buscando algo de comprensión en Rashel. Entendía la actitud de su padre y sobretodo los motivos ocultos tras sus palabras. Sandie fue mortífaga, una muy entregada y si Tallulah tenía alguna creencia sobre la pureza de sangre, no podía convivir en paz en esa casa. Eloise y ella misma eran sangre pura, hijas de un Brackminster (Sangre pura allá donde estuvieran, abuelos mortifagos, tío mortifago) y los Gohile, un linaje puro de aurores, no obstante ahora, Darren rehecho la vida que Sandie jodió con Amy, su amiga de la infancia, y ella era sangre sucia y por ende sus tres hermanos, Adair, Autumn y Lizzie, frutos de ese matrimonio así como Lucy, no eran apropiados según los estereotipos de los mortifagos.

- Perdona a papá, Rashel. Últimamente tiene muchas cosas en la cabeza con la boda de Lucy, Eloise lejos…

- No me disculpes, Clarisse – agregó con tono seco – Se muy bien lo que digo, puedo parecer un viejo muy alegre pero no estoy senil.

- Colocamos a Rashel en una situación difícil – se incluía porque fuera dónde fuese, ella siempre iba a apoyar a su padre, que para eso la había criado – Ella solo quiere unir a la familia y eso también es importante para ti.

- ¿Pero a qué precio? - cortó a la auror antes que esta pudiera hablar - ¡Dime! ¿Cambiaré la estabilidad de mi familia por Sandie? Y una mierda.

- ¡Papá! – escandalizada por los bruscos modales de Darren buscó en Rashel algo de ayuda y negó con la cabeza – Cálmate, hazme el favor, estás resultando muy desagradable – puso la taza de té delante de Rashel y obró igual con el café de Tallulah.