Un happy meal

Los ojos miel de Adair Brackminster estaban puestos muy fijamente en el escaparate de la tienda, y no era una tienda cualquiera, no, era la tienda que antaño había pertenecido a su tío abuelo por el cual tenía el segundo nombre, Emerick. Admiraba los artículos para Quidditch, habían muchas variedades e incluso novedades, los ojos hasta iban a brillarle con tanta hermosura expuesta y era una novedad demasiado jugosa para alguien que contaba con un escaso capital, el cual solo llegaba para cigarrillos.

Un par de pasos hacia atrás y alzó la cabeza para centrar la mirada en las ventanas sucias del piso superior, justo el que quedaba inmediatamente por encima de la tienda. Darren, su bendito padre había contado como mil veces en su demencia senil que ahí había vivido con su primera esposa, Marie Gohile. Frunció el ceño y negó con la cabeza, no parecía tan mal lugar después de todo, ¿qué si alguien vivía encima del paraíso del Quidditch? Era como darle caché a ese lugar, ya hablaría con su madre para que convenciera a su padre de cederle el contrato de ese lugar como herencia si aún tenía en posesión dicha finca (y él tenía derecho a herencia o el osado lo había quitado del testamento solo por desaparecerse como buen cristiano por dos años).

Negó con la cabeza con ese pensamiento, metió las manos en los bolsillos de su pantalón y tras dar la vuelta, apoyó la espalda en la pared de la tienda para esperar a Pearlie a quien había prometido tiempo atrás llevarla a lugares muggles de Londres solo por complacer su curiosidad mal sana respecto a ese mundo. Ni siquiera sabía como había surgido la propuesta en realidad o más bien como quedó con la chica pues con todas las clases en las que estaba matriculado, ni tiempo tenía para respirar con la dedicación adecuada pero había hallado el momento entre clase y clase. Fue algo rápido, solo se la cruzó por el pasillo con ella, la tomó por el brazo con suavidad para llamar su atención, obligó a que volteara y aún sudado (y con las vestimentas de Quidditch para qué cambiarse cuando solo tenía cinco minutos para vivir) dijo un “el viernes a las cinco de la tarde quedamos en Diagón, delante la tienda de artículos para Quidditch. Trae un protector de estómago”.

Ni una palabra más ni un verbo menos. Tras alardear de talento innato para las citas (aunque fueran con amigas) se despidió con un ademán de mano y desapareció hacia su siguiente entrenamiento. Cuatro días después estaba ahí, aguardando que la chica apareciera y no muy seguro que fuera a acceder a las peticiones de sus mensajes crípticos pero iba a invitarle a un McDonals como todo un galán de película, eso sí, sin más compromiso que el juguete compartido del happy meal.

Inclinó su cuerpo para facilitarle el beso de mejilla e incluso correspondió manteniendo las manos bien calmaditas en los bolsillos de su pantalón. Siguió la mirada de Pearlie hasta el aparador, mirándolo por el rabillo del ojo y aguardó su saludo que vino tan dedicado a su santa afición que el muchacho solo le quedó negar con la cabeza y reír entre dientes – ¿Qué son 163 fracturas? El sueño de todo golpeador – agregó separándose un poco de la pared y girando para vislumbrar ese bate de edición limitada que brillaba en una esquina. Lo admiró en silencio durante un rato, perdido en las formas de madera tan únicas que terminaban en una empuñadura de acero ergonómico, Adair jugaría tantas timbas de póker muggle por él y haría trampa hasta lograr su cometido.

- Perfecta – lanzó una mirada de arriba abajo más por cumplir que por desear ver algo más allá de la vaporosa falda y tras asentir, buscó en el interior de su chaqueta de cuero negra que llevaba aquel día un botecito de sal de frutas que había comprado en una droguería antes de entrar en Diagón, solo para completar la broma, no creía que un McDonals pudiera provocar más que colesterol – Toma, luego me lo agradecerás – se lo entregó y haciendo un pequeño gesto con la cabeza, indicó que lo siguiera – Prometí en cierta manera enseñarte más del mundo muggle y ahora que Ayres nos dejó respirar por unas horas, tengo tiempo para llevarte a los suburbios donde sirven la peor comida pero la más adictiva

Salieron del Callejón, cruzaron el Caldero Chorreante y se adentraron por las calles de Londres. Era un día nublado, típico de Inglaterra, dónde la lluvia no tardaría mucho en aparecer. Adair apuró el paso antes que eso sucediera más por ser caballeroso y respetar el atuendo de Borroughs que por su propia salud pese a que un resfriado a estas alturas del año podía terminar jodiendo su preparación física y tal vez, suspender el curso. No tardaron mucho en llegar a la famosa cadena de comida rápida, el muchacho empujó la puerta, esperó que Pearlie entrara y luego la secundó, colocándose detrás - ¿No hueles el aceite frito? ¿Palpas el colesterol? Ah… Pura grasa y delicioso manjar de los dioses – la tomó del brazo, justo por el codo y la condujo hacia la zona de colas, colocándose tras una pareja de universitarios versión muggle - ¿Qué quieres? ¿Un happy meal como mis hermanas? Son unas materialistas, solo por el juguete… como sean para todos igual, ahí, el futuro de nuestra generación – señaló el cartel que anunciaba el menú para infantes donde curiosamente regalaban unas figuritas o algo así de Bob Esponja – ¿Qué tal tu vida, Pearlie?

La mención de la fiesta en casa los Cleverley hizo que Adair levantara una ceja y perdiera la vista en un punto del cartel de menús. Los temas sentimentales nunca fueron ni serían su fuerte, ni siquiera se molestaba en saber por encima los contenidos de los rumores, mejor mirar hacia otro lado, vivir en la ignorancia y dejar los cotilleos para otras personas más dadas a ellos. Que fuera considerado de no ir ventilando la vida de otros, no significaba que no viera las cosas que ocurrían delante de sus narices y la huída de Pearlie en la fiesta de Regina tras la pelea de Crawford con Walker, dejó la situación demasiado clara.

Punto y a parte era el tema de Angus. Desde hacía varios días quería ir a dar el pésame a Regina pero no sabía como. No creía que un “lo siento” fuera suficiente para cómo debía sentirse la chica y no era bueno poniendo en orden todas las cosas que pasaban por su mente. Él estuvo ahí, se encontraba justo al lado de Regina, un segundo antes le dijo que se pusiera detrás suyo y la hubiera defendido igual que hizo con Sofie pero Angus llegó demasiado rápido. tanto que en un abrir y cerrar de ojos mientras intentaba detener al licántropo, Dan resultó herido de muerte. En cierta manera se sentía culpable por no haber podido hacer nada pero supuso que eso sería un sentimiento extendido a todos los que se encontraban en el lugar. Y también entendía la posición del licántropo en todo el asunto, Shaun también pasaba malos ratos antes y después de la luna llena, sabía que perdían toda capacidad de raciocinio, no era su culpa, no eran conscientes. Las palabras de Leloup y Yesenes no ayudaron a mejorar la imagen que muchos tenían de él a través de la radio de Sofie.

- Es todo muy raro – encogió sus hombros y mostró una sonrisa de “tu misma lo has dicho”. Esperó porque tocaba avanzar un paso más – Quitando el tema de Angus el cual indirectamente me he visto implicado, saber que ELLOS han vuelto no me deja con buen sabor de boca – la vida de su familia (igual que el de otras) no había sido un camino de rosas pero desde luego los sirvientes del señor oscuro jodieron a los Brackminster, en especial a su padre. Y si habían vuelto de verdad, Adair iba a preocuparse en exceso, su madre y sus hermanas pequeñas, serían un objetivo claro – Muchos deberían meterse la lengua en el culo – agregó como punto final a su desordenada manera de exponer lo que sentía. No menciono más nada porque los siguientes en la cola eran ellos, Adair pidió el happy meal para Pearlie y un menú normal para él, pagó y tras coger la bandeja con su pedido, acompañó a la chica hasta una mesa de variopintos colores, cerca de un enorme ventana pero bastante solitaria, así podrían hablar tranquilamente sin escuchar los estrepitosos berridos de las criaturas y los gritos desgarrados de sus madres.

- ¿Estuviste en las grutas? – añadió, empujando la caja con las cosas de Pearlie hacia ella. Si la chica había estado en el embrollo, Adair no recordaba haberla visto, bien, no es que tuviera mucho campo de visión con Angus en su estado mutado, Sofie a su espalda, Regina casi muerta del susto y las vísceras de Dan saliendo de su cuerpo.

La actitud de Pearlie rebuscando como infante dentro de la caja, devolvió a Adair el buen humor en el instante. Admiró sus facciones mientras sacaba la hamburguesa, las patatas y por último, el juguete envuelto en una especie de plástico que duró menos que un caramelo a la puerta de Hogwarts. El muchacho no encontró la belleza en la figura verde y bigotuda pero asintió solo para darle la razón a la muy emocionada Burroughs que parecía descubrir un mundo nuevo tan fantástico que hasta el gusto de la hamburguesa iba a resultar incluso más delicioso.

- ¿Está bueno? Yo te dije. Tiene un conjuro o algo, es magia negra.

En verdad se trataba de los miles de aditivos que añadían a aquella cosa y no en la experiencia culinaria de los trabajadores. Buscó su enorme refresco con el logotipo de la marca, tomó la pajita adecuadamente envuelta con un papel qué deshizo en un segundo para meterlo por la tapa del envase y empezar a degustarla, miró el muñeco cuando Pearlie aún traía en una mano, alargó la suya, tocó con la yema sus nudillos para avisarle que iba a quitarle el machanguito y tras adueñarse de él, empezó a analizarlo desde su posición mientras ella empezaba a hablar, ahora sí, de lo ocurrido en las grutas.

- Fue lo más sensato – murmuró en referencia a lo que hizo el primo de la chica y Crawford por ella. Él también había prácticamente exigido a Sofie que se fuera, tranquilamente para no llamar la atención de Angus pero que se fuera de allí, lejos del descontrolado animal. En su caso, sin embargo, ya fuera por cabezonería o por demencia suicida, la chica había hecho caso omiso a sus palabras – Yo sí lo vi – añadió como detalle y no reprimió la suave carcajada amarga que salió por entre sus labios. Nunca era agradable presenciar esas cosas aún recordaba que tras dejar a salvo a Sofie en su facultad y pasar un rato hablando para cerciorarse qué todo estaba bien, fue hacia Smertios, directo a la ducha para quitarse la sangre de Dan de su cara, brazo y ropa.

- ¿Milou Leloup? – preguntó enarcando una ceja y tras meter una patata en su boca, usó dos dedos para atrapar el látigo de la figura y moverlo a ver si esa cosa era dura o por lo contrario se iba a partir con la brisa – ¿La agradecida que jodió el primer programa radiofónico de Sofie y casi mata de la histeria a Peach Finnerty? – no sabía si era amiga suya o no pero la sonrisa que mostraba Adair en ese momento venía a decir “debería haber dejado ir a Peach a ver qué tal le sentaba comerse sus palabras” – Todo un “encanto” de mujer –murmuró con la máxima ironía. Dejó el látigo de lado tras haber aprobado su examen y fue a toquetear el bigote a ver si eso acababa roto, estas figuras de producción china eran pura mina.

Qué Pearlie cambiara de tema, venía bien. El asunto ya estaba tenso y la vida se había vuelto tan semeja a la pasada en Hogwarts que Adair parecía vivir en un dejavú solo que con cosas más peliagudas entre las manos. Tomó un tiempo para contestar la pregunta sobre como estaba su vida, desenvolvió su hamburguesa, tomó un sobrecillo de Ketchup, vertió el contenido entre la lechuga y el pan, apretó un par de veces para asentar el nuevo ingrediente y tomó un sorbo de su sprite, bien largo.

- Mucho entrenamiento – empezó, tomó la hamburguesa con las dos manos y plantó un bocado que supo a gloria. Los jugadores de Quidditch tenían un estricto plan de entrenamiento así como una acotada dieta pero nunca iba mal saltarse las indicaciones de Ayres, más cuando él era alguien que por metabolismo quemaba todo lo que consumía en tiempo récord, nunca fue un niño rechoncho ni antes de dedicarse de vez en cuando a sus músculos para cuestiones deportivas – Mucho drama universitario – continuó, bajó la hamburguesa de nuevo a la caja de cartón y tomó un par de patatas para mojarlas en la salsa y llevarlas a su boca. Masticó con lentitud y posó los ojos miel en Pearlie – Si bien querrás llegar al punto donde me veo con Sofie – mostró una sonrisa ladina.

Las mujeres siempre querían llegar a los temas sentimentales y Adair no era de hablar de Sofie, es decir, no por eso pensaba menos en ella o menospreciaba su relación, más bien era lo contrario, el muchacho tendía a guardarse las cosas importantes solo para él y aunque pareciera mentira por su actitud extrovertida era muy receloso con sus asuntos personales.

- ¿Qué quieres saber? – fue al grano y tomó el Plakton para devolvérselo a su legítima dueña porque al final iba a romperlo en dos o tres pedazos, tenía tanta fuerza que a veces ni se medía – He convivido con cinco hermanas y sé que los temas de “mujeres” se suelen esparcir como plaga así que seguro ya te debe haber contado muchas cosas – seguro, Sofie era tan parlanchina y sociable que costaba creer que no fuera explicando su propia vida - ¿Te contó mi regalo de cumpleaños? – seguro que Luttrell omitió la parte de sexo o no, tanto daba, él se refería a la acampada en plena montaña.

Tener un sobrino de dos años más bélico que un ejército de mortifagos servía para gestionar miradas y aprender otras que laceraban con solo realizarlas. Pearlie podía haber perdonado el niño fuera de control pero Adair no dejaba pasar una falta de consideración a ese nivel así que sin cortarse, pese a que la madre de la criatura no estaba muy lejos de donde se encontraban, fulminó a la criatura con sus ojos miel y el niño, incluso se cohibió, agachó la cabeza y se fue a esconder con su madre. Regresó la atención a la conversación con la chica justo cuando hacía alusión a las mesas de plástico del lugar, Adair miró su bandeja, negó con la cabeza y tomó otra patata para continuar con su menú.

- Anne estaba loca, sí, por eso me fijé en ti – no tenía reparos en decirlo porque el asunto ya era bastante antiguo además, el smertios hablaba en pasado y no hizo ninguna alusión, ahora Pearlie era algo así como una buena amiga, alguien con quien poder pasar rato charlando, lejos de la universidad y con peligro de expulsión por andar de liberales comiendo en un McDonals – La cuestión es que yo tampoco creí llegar a esta situación cuando conocí a Sofie en Radegast. Era mi primer día, estaba tomando una cerveza y en cambio de mi hermana, llegó ella con un problema monetario “importante” – sonrío porque la verdad es que no creía que Sofie hubiera solventado sus problemas de conversión, los arrastraba desde entonces y muchas veces la estafaban.

La parte sobre qué la rubia era increíble era obvia y Adair no creía necesaria palabras para corroborar. Sofie tenía su propia manera de pensar y veía el mundo con otros ojos que no todo el mundo disponía de esa capacidad. Además tenía todo lo que él quería en una chica y si eso sumado con el fuerte temperamento que a veces demostraba la muchacha pues, reunía lo indispensable para tenerlo cogido de los huevos, literalmente – Mejor que no apareciera Autumn. Sí, se puede decir que es mi novia. Y tu, ¿Crawford? – tomó posesión de su tic habitual, levantando una ceja pero más que reprocharle alguna cosa como mucha gente habría hecho, bien, solo hacía el comentario con tono divertido, no por Pearlie sino porque si la chica confirmaba, nunca creyó (eh, igual que él) ver a su compañero de equipo liado con alguna chica.

No iba a decir ninguna cosa positiva ni negativa de Crawford pues como todas las personas el chico tenía sus puntos flacos y los fuertes. Adair respetaba el muchacho como ex compañero de equipo además creía que su opinión poco debía importar a Pearlie, ella tenía ojos para evaluar su comportamiento y si le gustaba el chico, ¿qué podía decir él? Todo funcionaba si Burroughs era feliz.

- Yo daría mi vida por comer en un McDonals – volvió a sonreír con complicidad, negó con la cabeza y tomó su hamburguesa para terminársela en dos bocados más. Buscó por las bandejas las servilletas blancas, las encontró enterradas bajo la caja del happy meal, quitó dicha cajita de la felicidad y tomó una para limpiarse los dedos de las manos, uno a uno para quitarse la pegajosa grasa – No tienes qué hacer caso a nadie más que a ti y a él. Los padres siempre se quejan, el mío más que ninguno – se encogió de hombros, porque la verdad es que Darren últimamente tenía la presión por las nubes, entre que conoció a la hija de Sandie, la boda de Lucy, las noticias de la universidad sobre hombres lobos y mortifagos pululando, estaba que necesitaba descargar la tensión en algún lugar, ¿y quien era su saco de boxeo? Él.

- Si te digo el modelo de escoba deberé matarte – tiró su cuerpo hacia atrás en su silla, apoyó la espalda en el respaldo y ladeó un poco la cabeza para crujir la cervical que no terminaba de estar bien colocada – Era una barredora once. Mi padre las suele usar para sus alumnos de primero, su velocidad punta es una de las más baja y sirve para los que no tienen demasiado manejo de vuelo. Sofie quería aprender en la posición de guardiana y esa es el mejor modelo desde mi punto de vista, no necesita velocidad, solo estabilidad. ¿Te ha contado que intentó parar la quaffle de mi cuñado con la cara? Y la paró como si hubiera nacido manca – Recordaba perfectamente que su cara blanca quedó roja cual insignia de Gryffindor.

Quizás en un futuro cuando ya hubiera enseñado a Sofie a parar adecuadamente las quaffles podría regalarle alguna mejor, una saeta que tomaba los ciento cincuenta en un segundo pero por el momento y dada la pericia de la joven de cabellos rubios mejor algo suave para evitar una semana de recuperación en San Mungo a base de poción crece huesos - ¿Irás a la boda de mi hermana? ¿Te invitó Gianna? – bien, sabía que eran amigas y ya que parecía que la boda iba a ser el evento del año (o eso gritaban todos los de su familia) mejor saber si encontraría alguien además de Sofie con quien distraerse de tanta ñoñeria.

Mejor que la propuesta de Pearlie no llegara a oídos de Darren. Solo faltaba un apunte inocente para desencadenar que el hombre ilusionado organizara un campo de Quidditch con solo un movimiento de varita, improvisando en plena Toscana italiana o donde fuera que fuese la boda de Jonás y Lucy – Si fuera por mi padre, seguro pero Lucy es demasiado histérica y exige que todo sea perfecto – negó con la cabeza porque nada iba a salir bien. Eh, por él que se casaran de una puñetera vez y cerraran el ciclo porque su cuñado ya traía cara de hombre con necesidad de follar pero por alguna maldición Brackminster, las fiestas o eventos familiares siempre terminaban fastidiándose y aunque Lucy no fuera una Brackminster en esencia había pasado tanto tiempo con Darren que por osmosis se había pegado tanto el apellido como las tradiciones y maldiciones familiares.

- A ver, necesito tu ayuda – agregó y como si la conversación fuera a tocar temas profundos y trascendentales, tiró su cuerpo hacia adelante, clavó los codos a cada lado de su propia bandeja de comida e hizo una señal a Pearlie para que se aproximara solo para mantener la confidencialidad del asunto – Tengo que preparar la despedida de soltero de Jonathan. Soy el único chico de la familia – dudó un segundo porque también existía Luca pero bueno, era gay no contaba. En ocasiones tenía tanta pluma que Adair tenía escalofríos con solo verlo – La cosa radica que tengo muchos planes pero no son muy decentes para alguien que debe casarse con mi hermana mayor y a la cual ya jodió antaño – él no iba a meterse en eso. Quizás hubiera llevado a Jonás de putas de haber estado Adair soltero y sin compromiso alguno pero la cuestión es que ahora estaba Sofie y aunque creía conocerla, probablemente no tanto como Pearlie que llevaba una vida entera - ¿Las putas quedan descartadas, no? Era como prueba a ver si continuaba de bragueta fácil. Mejor antes de la boda que después – si, acompañaba las respuestas de una explicación porque creía que debía explicarse bien para que la muchacha entendiera por donde iba – No creo que a Sofie le haga mucha gracia. – o ninguna.

- ¿Entonces qué? ¿Un club de streptese es más aceptable? Solo es poner billetes en tangas ajenos a los de casa – y ahí era donde necesitaba a Pearlie, necesitaba una opinión sobre como se iba a tomar Sofie todo aquello, porque a ver, él era hombre y ya que Jonás iba a atarse los cojones mejor hacerle una despedida (o un funeral alegre) decente y memorable, algo que no olvidara en su vida para que una vez casado fuera consciente de todo lo que perdió – Tu la conoces más. ¿Cómo le planteo el tema?

Para cualquier otra persona la idea propuesta por Pearlie hubiera resultado demente y atrevida pero la muchacha estaba hablando con Adair quien estaba curado de espantos. La chica proponía que Sofie tanteara el territorio, observara y analizara a las mujeres que iban a estar supuestamente en la despedida de soltero de Jonathan para así ver que no había más peligro que el interés de un cuñado por complacer el último deseo de un pobre reo de muerte, nada tan sencillo como eso y la verdad es que la idea convenció totalmente a Adair, incluso resultaba hasta cierto punto, morbosa.

El juramento inquebrantable, no obstante, hizo que Adair levantara su ceja en ese maldito tic que tenía desde infante. Una cosa era respetar a Sofie que el muchacho ponía mucho empeño en no joderla, incluso había preguntado a su mejor amiga antes de hacer una cosa que pusiera en riesgo aquello que tenían y otra muy distinta era jurarle por su vida (literalmente) que nada iba a suceder durante… ¿años?. En su mente no estaba la idea de hacer daño a Sofie, ni romper el corazón pero la idea de un juramento inquebrantable había subido las pelotas de Adair hasta su cuello para que hicieran juego con su nuez.

- ¿Me ofrecen un servicio completo y yo me tengo que negar? – usó un tono travieso como buscando la broma con Pearlie. Tiró su cuerpo hacia delante para arrebatarle a Plakton de sus territorio y jugar con él, otra vez, usándolo de rehén por si la chica pensaba hacer algún movimiento rápido antes que él pudiera terminar de hablar. Ladeó la sonrisa, esperó unos segundos protocolarios y terminó por asentir – ¿Qué tipo de persona crees que soy? – bueno, esta pregunta no era muy adecuada si el muchacho supiera que clase de propaganda hacían de él personas como Gianna en las fiestecitas de nenas. Terminó ahí la broma de jugar con las palabras serias de Pearlie y él mismo, desdibujo la sonrisa y empezó a hablar casi con solemnidad – Es extraño pero me gusta lo que tengo con Sofie. Nunca había planteado tener algo serio con las chicas, es más, dejaba bien claro que era solo sexo y ellas la mayoría de las veces no se inventaban demencias sobre terminar juntos. No soy estúpido y no pretendo fastidiarla por una noche, menos, si tengo en casa lo que necesito – en todos los aspectos. Sexo y alguien que comprendía como era.

Dejaba claro (muy a su modo) que por mucha despedida de soltero que hubiera y chicas ligera de ropa, no iba a acostarse con la primera que pasara por el frente que era de bragueta fácil pero en el fondo tenía un corazón y empezaba a sentir cosas por Sofie.

- ¿Te llamo cuando llegue a casa, mamá? Así verás que ando solo, sin mujer que ande besuqueando mi entrepierna– le devolvió la figura y optó por su habitual tono jocoso. Así era él, tomaba la vida con humor – Creo que voy a invitar a tu novio, ¿Crawford se llamaba, no? Pearlie, Pearlie, tenías que terminar con un Gryffindor…

Si años atrás alguien hubiera vaticinado que estaría en un McDonals con Pearlie Burroughs como confesora, hubiera mandado ese vidente a la santa mierda. Las cosas pasaban y Adair aún no veía el punto donde su vida había dado un giro tan inesperado que una antigua conquista, ahora venía explicando que no había entregado placer carnal a un antiguo compañero de equipo. Miró a los lados, creyendo que aquello era alguna broma, quizás Sofie estaba poniéndolo a prueba o alguna cosa bizarra que ella tendiera a hacer pero no, la francesa que tenía ante sus narices, hablaba en serio y encima, prácticamente obligaba a romper el tácito contrato entre hombres de no joder el prójimo contándole los cuernos que ponían a su novia.

- ¿Cuidar a Crawford? – la verdad es que la frasecita era un chiste desde inicio a fin y no pudo hacer otra cosa, pese a la vergüenza que estaba pasando la pobre criatura que negar con la cabeza divertido. Esperó a que la chica terminara, asintiendo a sus últimas palabras y guiñando un ojo respecto a que fuera a hacer una fiesta aburrida, ja, Jonás iba a ser despedido con todas las de la ley, uno solo se casaba una vez y por perdía la autoridad sobre sus pelotas – No pienso arrastrarlo de vuelta a casa – y era bien cierto, allá cada quien hiciera sus cosas, ya andaban mayores todos juntos, si eran capaces de desafiar licántropos también de beber como rusos – Tengo la impresión que he pasado toda mi vida en Hogwarts con él y no lo conozco pero si sabe el premio que tiene en casa, dudo que busque algo más por ahí – era un halago hacia Pearlie. Todos tenían un talón de Aquiles, encontraban tarde o temprano una mujer que les hacía poner los pies en la tierra pero a la vez, los impulsaban a cometer más locuras pero si Joseph sabía cuanto valía la chica, igual que él valoraba a Sofie, cuidaría sus actos para no hacerle daño.

El niño con el refresco volvió a pasar montando escándalo por su lado. Adair, tuvo la tentación mal sana de estirar involuntariamente el pie y hacer que tropezara para que se dejara la cara de mocoso desquiciante contra el suelo pero se guardo, volvió a lanzar su mirada medida contra niños y esperó que se fuera sin montar mayor escándalo. Durante su pequeña distracción, dejó tiempo a Pearlie para que se recuperara de su enrojecimiento antes de continuar hablando.

- Igual, a los hombres nos gustan los retos. Hay muchas mujeres fáciles en cualquier lado pero las que valen siempre se hacen esperar – y así había pasado con la suya.

- ¿Experiencia? – dudó un segundo si explicar esas cosas no dejaría su hombría por los suelos pero total, era sabido que tenía varias hermanas mayores y los líos de dichas hermanas (luego venía su padre con el grito en el cielo pero Adair era el más santo de la familia) eran de conocimiento global – No sé si experiencia pero tengo sobrinos. Mi hermana más mayor tiene un niño de año y esta embarazada, creo que nacerá dentro de siete meses – Eloise era la que menos trabajo daba a sus ojos o más bien la que menos veía Adair por casa. Casada con un francés, muy dedicada a su carrera de Leyes y especialmente entregada a sus hijos casi ni se despegaba de Francia.

Caso aparte era el resto de la familia – Luego tengo a Clarisse, la segunda hermana por parte de padre. Es la madre de Thaddeus – hizo una pausa en su historia. Cambió la posición de su cuerpo y apoyó su codo izquierdo en la silla vacía que había justo a su lado. Rascó un poco la barbilla con dos dedos, meditando como describir a su sobrino o más bien su pequeño proyecto. El mocoso tenía futuro - ¿Conoces las leyendas de diablos? Olvídate de todas ellas, él es peor.

La verdad es que la criatura no era tan mala como Adair expresaba, estaba exagerando mucho pero el pequeño era demasiado travieso para dos años que tenía. Debido al trabajo de Clarisse y el de su marido, o el de Jonathan, el niño pasaba mucho tiempo en casa de sus padres, consentido por tíos y abuelos– Corre, gruñe, brama, llora cuando algo no sale según sus planes y monta berrinches dignos de un Oscar como toda criatura pero multiplicado por cinco – pero detrás de las palabras se veía que el muchacho tenía mucho cariño a su sobrino era algo así como el preferido pero el condenado tenía salidas muy buenas – pero tampoco culpo su actitud – y hasta ahí iba a hablar de la complicada situación.

- Estoy deseando que llegue la boda solo para ver qué hace con los anillos – se descojonó pues Adair había dado a Thaddeus un par de ideas que el niño había cazado casi de inmediato. No quería joderle el día especial a Lucy pero sería tan divertido ver su histeria en el altar cuando los anillos no llegaran o de aparecer fuera con una entrada triunfal de su portador – No pierdas la atención, promete show.

Más que dar un infarto a su hermana solo quería divertirse en la ceremonia. El oficio era aburrido, largo y tedioso. Como tenía su papel en el evento, era uno de los testigo y debía estar en pie junto a Luca, la verdad, prefería tener algo con lo que descojonarse que estar mirando serio hacia el frente, aguardando que cojones decía el juez para luego terminar todos en aplausos pegajosos por el nuevo matrimonio (que si, ya había tocado hacer de testigo en dos bodas más), necesitaba algo de diversión o terminaría secuestrando a Sofie para hacer algo obsceno durante esos quince minutos o veinte que durara el discurso del juez.

- Igual que su tío, aprende rápido.

Suavizo su ataque ególatra con su típica sonrisa ladeada mientras tomaba su refresco para ya terminar su sprite. Pearlie entonces recordó que tenían penado salir de la Universidad, un castigo o algo así por el suceso de la cafetería, algo exagerado y desmedido, mejor dejar que los jóvenes se expresaran con gritos y puñetazos que prohibirles su libertad bajo amenaza de expulsión.

- Bueno, los Brackminster me quemaran a mi en una mucho más grande. Podemos ahorrar sus rituales y que nos echen a la misma hoguera como viles paganos – se encogió de hombros para terminarse su refresco.

Miró el reloj que llevaba en su muñeca e hizo un gesto con la cabeza, mejor regresar temprano a la universidad antes que alguien se percatara de la ausencia de ambos – La compañía es muy grata pero tienes razón, debemos volver a la Universidad antes de ser acusados – tras limpiarse la cara con una de las sevilletas, dejó todo encima de su bandeja, esperó que la chica dejara sus cosas (excepto plakton) para lanzar el contenido de las dos a una basura y esperó a Pearlie para volver juntos a Brigantia - ¿Sabes algo de Loreenl? Debería ser un caballero y enviarle una lechuza… tengo que hacer tantas cosas pero termino sin hacer nada. ¿Crees que mi despiste es un mal patológico?