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Afán por conservar las tradiciones.
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Universidad Brigantia de Estudios Mágicos :: Facultades :: Facultad Smertios :: Aulas :: Entrenamiento para Aurores
Página 1 de 1.
Afán por conservar las tradiciones.
Usó una lechuza para enviar las últimas noticias a su padre y tuvo cuidado con elegir un animal que los van Lieshout habían adiestrado desde polluelo. Eliminaba así de su lista cualquier factor que alterara el cometido de la lechuza y en especial se aseguraba que no iba a extraviarse en un recorrido largo como el suyo, Inglaterra – Holanda. Pasó diez minutos limpiando sus manos en el baño de señoritas del pasillo contiguo a la biblioteca, eliminando de su pulcra piel cualquier suciedad producida por el animal. Othilia usaba el viejo método de carteo por costumbres mágicas pero era reticente a tomar contacto con los animales, ni un gato, ni una rata y mucho menos un baboso perro, ni tan siquiera las criaturas mágicas eran de su preferencia. Miró su aspecto en el espejo, comprobó que ni un pelo salía de su alta coleta y satisfecha con la perfección de su peinado, salió del baño dispuesta a encontrarse con el profesor Holland.
Había decidido tomar las riendas de su vida y dar un paso de cara al futuro sin la protección de su padre quien podía haber efectuado aquel paso como un mero protocolo en Holanda. Othilia quería demostrarle que pese a ser su niña consentida y parecer frágil, podía hacer las cosas por su propia mano. ¿Qué quería seguir su vocación? Mejor demostrar su devoción y su fe en las tradiciones familiares, haciendo la primera acción para conseguir su marca, ganársela con el poder de sus palabras o con la vehemencia de sus acciones. Deseó tener la compañía de Daphne en ese momento que tomara consciencia de la importancia de dejar la infancia atrás para avanzar en la vida pero parecía que estaba ocupada con temas más importantes como andar denigrándose por un hombre.
Tan elegante y educada, tomó un segundo antes de tocar la puerta. Miró su atuendo para comprobar que todo estaba en orden quería mostrar la mejor de sus apariencias. Iba ataviada con un sobrio vestido negro, encima una túnica, larga y ancha en un tono verde oscuro. Usó sus manos cubiertas ahora por unos finos guantes negros para alisar la pare delantera de la túnica, aseguró que tenía la varita dónde siempre la guardaba (en una de las anchas mangas) y tras acomodar por última vez la coleta, tocó la puerta. No realizó ese pequeño protocolo para resultar coqueta y carismática, Othilia no pensaba en esas cosas, solo quería resultar una chica preparada y dispuesta a entrar en los confines oscuros de la sociedad mágica y se tomaba aquello con la seriedad de una primera entrevista.
Tocó la puerta del aula de Holland y aguardó la señal para entrar. Una vez recibida, giró el pomo de la puerta, adentrándose en su aula, caminó haciendo resonar el tacón de sus finos y caros zapatos comprados en una boutique de Diagón hasta quedar justo en frente de Damien Holland – Buenos días, profesor Holland. Othilia van Lieshout – su voz educada y aguda, resaltaba aún más en el silencio de la habitación por el tono frío que podía palparse tras ella. Tomó un segundo para desvestir su mano derecha del guante, ahora estaba hablando con gente importante no gentuza que llenaba en ocasiones los pasillos de Brigantia. La alargó, usando la típica muestra de gentileza hacia las personas que veía por primera vez y cuando se fijó en el hombre, más que miedo o temor, sintió un profundo respeto por su trabajo – Espero no importunar con mi visita – añadió con tono cortés pese a que para estar ese día había pedido cita, muy correcta, todo para tener el máximo tiempo para hablar de sus planes de futuro – pero ahora que estoy matriculada en Brigantia quiero hacer las cosas adecuadas y seguir la larga tradición de mi familia, creo que usted me puede ayudar con eso.
Había decidido tomar las riendas de su vida y dar un paso de cara al futuro sin la protección de su padre quien podía haber efectuado aquel paso como un mero protocolo en Holanda. Othilia quería demostrarle que pese a ser su niña consentida y parecer frágil, podía hacer las cosas por su propia mano. ¿Qué quería seguir su vocación? Mejor demostrar su devoción y su fe en las tradiciones familiares, haciendo la primera acción para conseguir su marca, ganársela con el poder de sus palabras o con la vehemencia de sus acciones. Deseó tener la compañía de Daphne en ese momento que tomara consciencia de la importancia de dejar la infancia atrás para avanzar en la vida pero parecía que estaba ocupada con temas más importantes como andar denigrándose por un hombre.
Tan elegante y educada, tomó un segundo antes de tocar la puerta. Miró su atuendo para comprobar que todo estaba en orden quería mostrar la mejor de sus apariencias. Iba ataviada con un sobrio vestido negro, encima una túnica, larga y ancha en un tono verde oscuro. Usó sus manos cubiertas ahora por unos finos guantes negros para alisar la pare delantera de la túnica, aseguró que tenía la varita dónde siempre la guardaba (en una de las anchas mangas) y tras acomodar por última vez la coleta, tocó la puerta. No realizó ese pequeño protocolo para resultar coqueta y carismática, Othilia no pensaba en esas cosas, solo quería resultar una chica preparada y dispuesta a entrar en los confines oscuros de la sociedad mágica y se tomaba aquello con la seriedad de una primera entrevista.
Tocó la puerta del aula de Holland y aguardó la señal para entrar. Una vez recibida, giró el pomo de la puerta, adentrándose en su aula, caminó haciendo resonar el tacón de sus finos y caros zapatos comprados en una boutique de Diagón hasta quedar justo en frente de Damien Holland – Buenos días, profesor Holland. Othilia van Lieshout – su voz educada y aguda, resaltaba aún más en el silencio de la habitación por el tono frío que podía palparse tras ella. Tomó un segundo para desvestir su mano derecha del guante, ahora estaba hablando con gente importante no gentuza que llenaba en ocasiones los pasillos de Brigantia. La alargó, usando la típica muestra de gentileza hacia las personas que veía por primera vez y cuando se fijó en el hombre, más que miedo o temor, sintió un profundo respeto por su trabajo – Espero no importunar con mi visita – añadió con tono cortés pese a que para estar ese día había pedido cita, muy correcta, todo para tener el máximo tiempo para hablar de sus planes de futuro – pero ahora que estoy matriculada en Brigantia quiero hacer las cosas adecuadas y seguir la larga tradición de mi familia, creo que usted me puede ayudar con eso.
Othilia van Lieshout- Mensajes : 143
Fecha de inscripción : 08/09/2012
Re: Afán por conservar las tradiciones.
Las cosas estaban saliendo más lento de lo esperado, así que lo que necesitaba era presionar a Suberland y a los Cleverley de alguna manera sutil. Sembrar la discordia parecía mucho más complicado en tanto la gente parecía estar menos dispuesta a abandonar ese estado de paz. Mediocridad, eso era de lo que estaba lleno el mundo mágico esos últimos días, una pesada y desagradable mediocridad que parecía haber anidado en los cuerpos de la mayoría. Damien había tenido un buen desempeño en su nuevo papel, seguía manteniendo esa imagen de héroe nacional que tanto le había costado pulir y sentía que tenía a casi todos en un puño, solo era cosa de esperar el momento adecuado para cerrar el agarre, para aplastar, para tomar lo que durante tantos años se había esforzado por conseguir: un poder absoluto, suyo, completamente incuestionable. De todos modos, faltaba bastante para llegar a ese punto y Damien lo sabía bien. Las cosas no podían inclinarse a la absoluta fatalidad como lo habían hecho en ocasiones anteriores, sino, no podrían salir a flote. Había aprendido de los errores del pasado, no los iba a volver a repetir.
Sabía que esa tarde recibiría a Othilia van Lieshout, hija de personalidades respetables. Damien no era de los que se fijaban en el apellido, ni le interesaban las raíces familiares de nadie más que en el sentido de la sangre que corría por sus venas, aunque no asumía que todos los que valían a pena, y que tenían buena sangre tenían, forzosamente, que venir de una familia privilegiada. Valoraba otro tipo de cosas, así que ganarse su confianza, era más complicado que solo venir de una buena familia y llevar buenas referencias. Había que labrar el camino, rascarse con sus propias uñas, generar las oportunidades. La sangre era la sangre, el poder, sin embargo, no era una garantía inclusiva de ella, era solo un potencializador.
La miró cuando entró a su despacho, le estrechó la mano sin gran delicadeza, lo primero que ella notaría era que no estaba precisamente ante un caballero bien educado, aunque se esforzaba.
-Buenos días señorita van Lieshout.
La chica fue directo al grano, lo que provocó que Damien esbozara una ligera sonrisa. La miraba escudriñándola, adivinando. De todos modos no se lo pondría tan fácil, nunca había sido de los que tenían la mano con toda confianza, incluso los que habían participado en el secuestro del licántropo seguían, en cierta medida, sin saber cómo eran las cosas tal cual. Había que ser cautelosos.
-¿Y cuáles son para usted las cosas adecuadas?
Primera ronda, Damien era experto en terminar con las paciencias, aunque aquella chica parecía bastante centrada, controlada, con mucho dominio sobre sí misma, algo de lo que él había carecido a su edad.
-¿La mandó alguien de su familia?, ¿porqué vino específicamente a mi?
Sabía que esa tarde recibiría a Othilia van Lieshout, hija de personalidades respetables. Damien no era de los que se fijaban en el apellido, ni le interesaban las raíces familiares de nadie más que en el sentido de la sangre que corría por sus venas, aunque no asumía que todos los que valían a pena, y que tenían buena sangre tenían, forzosamente, que venir de una familia privilegiada. Valoraba otro tipo de cosas, así que ganarse su confianza, era más complicado que solo venir de una buena familia y llevar buenas referencias. Había que labrar el camino, rascarse con sus propias uñas, generar las oportunidades. La sangre era la sangre, el poder, sin embargo, no era una garantía inclusiva de ella, era solo un potencializador.
La miró cuando entró a su despacho, le estrechó la mano sin gran delicadeza, lo primero que ella notaría era que no estaba precisamente ante un caballero bien educado, aunque se esforzaba.
-Buenos días señorita van Lieshout.
La chica fue directo al grano, lo que provocó que Damien esbozara una ligera sonrisa. La miraba escudriñándola, adivinando. De todos modos no se lo pondría tan fácil, nunca había sido de los que tenían la mano con toda confianza, incluso los que habían participado en el secuestro del licántropo seguían, en cierta medida, sin saber cómo eran las cosas tal cual. Había que ser cautelosos.
-¿Y cuáles son para usted las cosas adecuadas?
Primera ronda, Damien era experto en terminar con las paciencias, aunque aquella chica parecía bastante centrada, controlada, con mucho dominio sobre sí misma, algo de lo que él había carecido a su edad.
-¿La mandó alguien de su familia?, ¿porqué vino específicamente a mi?
Damien Holland- Mensajes : 47
Fecha de inscripción : 11/09/2012
Re: Afán por conservar las tradiciones.
Othilia miró la ligera sonrisa en los labios del hombre y no supo corresponderla, mantuvo en todo momento su rostro pasivo carente de emociones aunque no pudo evitar desviar los ojos claros hacia la mano que estrechaba Holland en un suave apretón. Parpadeó ante la primera pregunta, retiró la mano del apretón y volvió a calzarse los guantes, tomando un minuto para reflexionar, no buscando la pregunta adecuada para satisfacer el profesor sino más bien reorganizando todas las ideas que venían precipitadamente a su mente, había muchas cosas que quería decir pero quería estructurar su discurso.
Si bien tenía que tener presente que durante esa visita no tendría tregua bajo el escrutinio continuo de Holland. Othilia fue consciente de ese hecho cuando la segunda pregunta fue lanzada casi sin tiempo de reorganizar su cabecita – No, nadie de mi familia – habló con decisión y casi ofendida. Quería labrar su futuro por sus propias manos para demostrar a su padre que era digna hija suya. Nada de usar los contactos de su familia o obtener la marca por tradición, eso no proporcionaría a Othilia ningún placer si es que la chica podía sentir aquel tipo de sensaciones.
– pero he sido criada bajo una doctrina dura y exigente sobre la preservación de nuestros derechos como magos y brujas – no iba a usar la típica frasecita que pretendía impactar de “y mi papito y mis abuelitos son mortifagos” no, por los Magos, Othilia tenía mucha más clase – Día a día mis ojos ven la realidad. Es como una infección. Empieza con un individuo y lentamente va extendiéndose a los demás y así termina contaminando una sociedad que debería ser pura por raíces – y había visto tantas barbaries dentro y fuera de la universidad. Magos que defendían sus derechos usando como lógica errada su condición de mestizuchos o sangre sucias, ¿qué tipo de validez tenía la palabra de alguien de esa calaña? Othilia tenía un “no” tan rotundo y radical como muchas veces había dicho, ella era extremista de nacimiento, no admitía matices era todo negro o blanco, puros o impuros y su cabecita no admitía más nada.
- Quiero hacer algo – empezó a caminar, perdida en sus pensamientos y transciendo vehemencia a sus palabras porque de verdad ese sentimiento estaba arraigado dentro de ella y crecía en ella, adueñándose de sus creencias y esculpiendo ideales – no puedo quedarme con los brazos cruzados, observando pasiva como la sociedad echa a perder lo que mi familia ha trabajado por años – tomó aire, miró un pupitre y luego a Damien. Señaló el lugar con su mano derecha cubierta por la tela negra - ¿Puedo? – usó una formula de cortesía, siempre educada y correcta, aunque en el minuto siguiente, la chica ya estaba sentada correctamente en la silla pero con cuidado de no poner las manos sobre la mesa – No hago caso de las habladurías, quiero corroborar las cosas por mi misma y sé que usted comparte si bien no todos mis pensamientos muchos. ¿Estoy equivocada señor Holland? – quizás esa afirmación había sonado osado pero Othilia era de formas directas, necesitaba esclarecer las cosas y saber que no iba errada buscando ayuda en la gente "adecuada".
Si bien tenía que tener presente que durante esa visita no tendría tregua bajo el escrutinio continuo de Holland. Othilia fue consciente de ese hecho cuando la segunda pregunta fue lanzada casi sin tiempo de reorganizar su cabecita – No, nadie de mi familia – habló con decisión y casi ofendida. Quería labrar su futuro por sus propias manos para demostrar a su padre que era digna hija suya. Nada de usar los contactos de su familia o obtener la marca por tradición, eso no proporcionaría a Othilia ningún placer si es que la chica podía sentir aquel tipo de sensaciones.
– pero he sido criada bajo una doctrina dura y exigente sobre la preservación de nuestros derechos como magos y brujas – no iba a usar la típica frasecita que pretendía impactar de “y mi papito y mis abuelitos son mortifagos” no, por los Magos, Othilia tenía mucha más clase – Día a día mis ojos ven la realidad. Es como una infección. Empieza con un individuo y lentamente va extendiéndose a los demás y así termina contaminando una sociedad que debería ser pura por raíces – y había visto tantas barbaries dentro y fuera de la universidad. Magos que defendían sus derechos usando como lógica errada su condición de mestizuchos o sangre sucias, ¿qué tipo de validez tenía la palabra de alguien de esa calaña? Othilia tenía un “no” tan rotundo y radical como muchas veces había dicho, ella era extremista de nacimiento, no admitía matices era todo negro o blanco, puros o impuros y su cabecita no admitía más nada.
- Quiero hacer algo – empezó a caminar, perdida en sus pensamientos y transciendo vehemencia a sus palabras porque de verdad ese sentimiento estaba arraigado dentro de ella y crecía en ella, adueñándose de sus creencias y esculpiendo ideales – no puedo quedarme con los brazos cruzados, observando pasiva como la sociedad echa a perder lo que mi familia ha trabajado por años – tomó aire, miró un pupitre y luego a Damien. Señaló el lugar con su mano derecha cubierta por la tela negra - ¿Puedo? – usó una formula de cortesía, siempre educada y correcta, aunque en el minuto siguiente, la chica ya estaba sentada correctamente en la silla pero con cuidado de no poner las manos sobre la mesa – No hago caso de las habladurías, quiero corroborar las cosas por mi misma y sé que usted comparte si bien no todos mis pensamientos muchos. ¿Estoy equivocada señor Holland? – quizás esa afirmación había sonado osado pero Othilia era de formas directas, necesitaba esclarecer las cosas y saber que no iba errada buscando ayuda en la gente "adecuada".
Othilia van Lieshout- Mensajes : 143
Fecha de inscripción : 08/09/2012
Re: Afán por conservar las tradiciones.
Damien miraba a Othilia con seriedad, la escuchaba con atención. Sabía bien que no podía dar un paso en falso en eso. Su plan era mucho más elaborado y más complicado de lo que parecía a simple vista; por eso, entre otra cosas, no había seguido su instinto primario de matar a Aquila Lillyvick, ni había terminado por develar a algunos jóvenes mortífagos quién estaba detrás de las órdenes. Por eso seguía con una fachada perfecta de héroe de guerra. Sabía y entendía que para volver a una sociedad mágica de raíz, una matanza ya no era la opción más segura. Había vivido tres guerras, y había aprendido de sus errores.
Su sed de sangre, su ansiedad, su instinto seguían ahí, intactos, intocables. El recuerdo inamovible de lo que significaba y se sentía quitar una vida se mantenía en su cabeza, pensaba en ello cada día. Pero había terminado demostrando que no era solamente el demente irracional que todos habían pensado siempre. O tal vez sí, pero sus ansias de poder, de demostrar que era más que todos, habían ganado sobre él al final. Matar no servía de nada si no se ganaba nada.
Othilia parecía inmune al escrutinio, tan altiva y segura de sí misma que casi volvió a sacarle otra sonrisa, aunque su rostro parecía tan reacio a regalar esos gestos. La observó caminar y luego solo le hizo un gesto para que se sentara cuando ella pedía permiso. Él también se sentó, frente a ella.
-Lo que yo quiero es una sociedad en paz. Libre de cualquier cosa que la manche, que pueda hacerle daño.
No había en sus palabras nada que lo delatara, ni un “mataré a todos los sangre sucias” o un “borraré de la faz de la tierra a los mestizos”, pero ese era el mal que aquejaba a la sociedad mágica, ese y no otro. Se hizo hacia enfrente, entornando los ojos, mirando fijo a la chica frente a él.
-Y sé que para lograrlo, soy yo el que debe convertirse en esa infección.
Usaba las palabras de Othilia al revés. Pero era más o menos cierto; el mundo mágico estaba lleno de mestizos y de sangresucia, lo que significaba que entonces era su deber convertirse en una invasión, tal como ellos los habían invadido primero con sus robos, con su sangre, con sus ultrajes a la magia. Por eso se había metido en sus vidas como un héroe, como alguien en quién creer, a quien alabar. Y entonces, ya una vez adentro, empezaba la infección, el exterminio, de una manera mucho más cercana, más íntima, más dolorosa, desde adentro, desde la raíz.
-¿Quieres la Marca Tenebrosa? ¿Es lo que me estás pidiendo?
Directo, era lo que quedaba entre ellos. Se había revelado como lo que era, como lo que siempre sería, y a ella le iba a costar bastante caro.
Su sed de sangre, su ansiedad, su instinto seguían ahí, intactos, intocables. El recuerdo inamovible de lo que significaba y se sentía quitar una vida se mantenía en su cabeza, pensaba en ello cada día. Pero había terminado demostrando que no era solamente el demente irracional que todos habían pensado siempre. O tal vez sí, pero sus ansias de poder, de demostrar que era más que todos, habían ganado sobre él al final. Matar no servía de nada si no se ganaba nada.
Othilia parecía inmune al escrutinio, tan altiva y segura de sí misma que casi volvió a sacarle otra sonrisa, aunque su rostro parecía tan reacio a regalar esos gestos. La observó caminar y luego solo le hizo un gesto para que se sentara cuando ella pedía permiso. Él también se sentó, frente a ella.
-Lo que yo quiero es una sociedad en paz. Libre de cualquier cosa que la manche, que pueda hacerle daño.
No había en sus palabras nada que lo delatara, ni un “mataré a todos los sangre sucias” o un “borraré de la faz de la tierra a los mestizos”, pero ese era el mal que aquejaba a la sociedad mágica, ese y no otro. Se hizo hacia enfrente, entornando los ojos, mirando fijo a la chica frente a él.
-Y sé que para lograrlo, soy yo el que debe convertirse en esa infección.
Usaba las palabras de Othilia al revés. Pero era más o menos cierto; el mundo mágico estaba lleno de mestizos y de sangresucia, lo que significaba que entonces era su deber convertirse en una invasión, tal como ellos los habían invadido primero con sus robos, con su sangre, con sus ultrajes a la magia. Por eso se había metido en sus vidas como un héroe, como alguien en quién creer, a quien alabar. Y entonces, ya una vez adentro, empezaba la infección, el exterminio, de una manera mucho más cercana, más íntima, más dolorosa, desde adentro, desde la raíz.
-¿Quieres la Marca Tenebrosa? ¿Es lo que me estás pidiendo?
Directo, era lo que quedaba entre ellos. Se había revelado como lo que era, como lo que siempre sería, y a ella le iba a costar bastante caro.
Damien Holland- Mensajes : 47
Fecha de inscripción : 11/09/2012
Re: Afán por conservar las tradiciones.
Othilia ni se inmutó por la cercanía del hombre a pesar que estaba invadiendo su amado espacio personal, quedó impasible, mirando sus ojos de cerca y parpadeando a intervalos exactos, mascando en su fuero interior las palabras de Holland como si fueran la receta para solventar los problemas. La pregunta sobre la marca, tan directa y afilada, sacó un inmediato – No- de labios de Othilia, rotundo y firme.
Claro que quería ese tatuaje pero no como un regalo sino un emblema por su actitud tenaz. Había acudido a Damien Holland buscando un ejemplo que no fuera su padre, no quería nada regalado, ella necesitaba labrarse su camino para sentirse orgullosa de su propia persona – ¿Querer? No es el verbo adecuado. No “quiero” como si fuera un capricho la marca – si algo caracterizaba a Othilia es que decía las cosas tal como las sentia. Ella no iba a andarse con rodeos o amedrentarse ante la persona que tenía delante, ella basaba su respeto en decirle las cosas como estaban, sin adornos ni nada para embellecer las palabras y así resultar más encantadora para la persona que tenía delante, ella no buscaba encandilar, no era buena en eso, solo pretendía “hablar” sobre su futuro y ver las opciones que tenía.
Sin saber, además, compartía la idea de Holland. Ella también creía en que la esperanza en dosis comedidas era mejor que la represión y tarde o temprano, desde dentro, cortar de raíz el problema tal como su abuela escenificó cuando ella era pequeña, una tarde en que estaba cortando rosas – Ganar, ese es más exacto – hizo una pausa donde puso otra vez los ojos claros en Holland, no desafiante pero si decidida a borrar de su mente posibles malentendidos. Othilia gustaba dejar sus asuntos claros, nada de malos entendidos – Tengo que aprender muchas cosas para ser digna a portar ese emblema, demostrar que valgo y no solo viniendo a hablar con usted, eso pueden hacerlo todos los magos y brujas con lengua. – dejó fuera del comentario el “no con mis palabras” pero era evidente que estaba vivo en el aire que los separaba, bastante escaso para su gusto. El orgullo de labrarse su futuro por sus manos y demostrar a su familia la valía de su gesto junto a la satisfacción de hacer algo para mejorar la sociedad que tanto amaba, era premio más que suficiente y la marca sería el emblema que unificaría sus deseos – Pretendo empezar a hacer mi parte. Eso es todo, profesor Holland. Busco alguien que me ayude a poner en marcha mi futuro
Claro que quería ese tatuaje pero no como un regalo sino un emblema por su actitud tenaz. Había acudido a Damien Holland buscando un ejemplo que no fuera su padre, no quería nada regalado, ella necesitaba labrarse su camino para sentirse orgullosa de su propia persona – ¿Querer? No es el verbo adecuado. No “quiero” como si fuera un capricho la marca – si algo caracterizaba a Othilia es que decía las cosas tal como las sentia. Ella no iba a andarse con rodeos o amedrentarse ante la persona que tenía delante, ella basaba su respeto en decirle las cosas como estaban, sin adornos ni nada para embellecer las palabras y así resultar más encantadora para la persona que tenía delante, ella no buscaba encandilar, no era buena en eso, solo pretendía “hablar” sobre su futuro y ver las opciones que tenía.
Sin saber, además, compartía la idea de Holland. Ella también creía en que la esperanza en dosis comedidas era mejor que la represión y tarde o temprano, desde dentro, cortar de raíz el problema tal como su abuela escenificó cuando ella era pequeña, una tarde en que estaba cortando rosas – Ganar, ese es más exacto – hizo una pausa donde puso otra vez los ojos claros en Holland, no desafiante pero si decidida a borrar de su mente posibles malentendidos. Othilia gustaba dejar sus asuntos claros, nada de malos entendidos – Tengo que aprender muchas cosas para ser digna a portar ese emblema, demostrar que valgo y no solo viniendo a hablar con usted, eso pueden hacerlo todos los magos y brujas con lengua. – dejó fuera del comentario el “no con mis palabras” pero era evidente que estaba vivo en el aire que los separaba, bastante escaso para su gusto. El orgullo de labrarse su futuro por sus manos y demostrar a su familia la valía de su gesto junto a la satisfacción de hacer algo para mejorar la sociedad que tanto amaba, era premio más que suficiente y la marca sería el emblema que unificaría sus deseos – Pretendo empezar a hacer mi parte. Eso es todo, profesor Holland. Busco alguien que me ayude a poner en marcha mi futuro
Othilia van Lieshout- Mensajes : 143
Fecha de inscripción : 08/09/2012
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