Taranis

El que una lechuza fuese hasta él durante la hora del desayuno le pareció algo normal, que no llevaba relevancia alguna, recibía correspondencia con cierta regularidad pero no de Octavian Lillyvick, a quien hacía varios meses no veía. No eran amigos, apenas conocidos sociales, de aquellos que cenan en la misma mesa y que están en el mismo grupo de gente cuando es el momento de convivir en los sillones o en el jardín de las casas de la sociedad mágica, porque a Octavian ni siquiera lo imaginaba en un lugar no mágico.

Hacía un par de días que les habían levantado el toque de queda y era una suerte, porque podría acabar con la incertidumbre de saber qué es lo que se proponía citándolo en un bar mágico de Londres, un lugar poco conocido por los magos que no pertenecían a cierto grupo social, se llamaba Taranis y se reservaba el derecho de admisión hasta donde sabía Aldrich. Él jamás había ido, pero recordaba haber escuchado que el tener un apellido reconocido era un requisito indispensable.

La nota decía que necesitaba hablar con él y que no dijese nada a nadie, él no tenía razones por la que no confiar en Octavian que siempre fue un hombre decente, por eso hizo las cosas tal y como él le dijo. Se puso uno de sus trajes de mago, aquellos que no eran tan exagerados como antaño y que podía pasar como una extravagante elegancia en el Londres muggle aunque dudaba que fuese a pisar la ciudad, mediante una chimenea podía llegar a la entrada que se abría ante quien conociese la contraseña para luego ser presa del escrutinio de quienes decidían quién entraba y quién no.

Le parecía algo presuntuoso todo ese trámite, pero cambiar de lugar le parecía una grosería, simplemente le respondió que estaría allí a las ocho de la noche y que sería un placer verlo. A las siete y media salió de su casa, había ido allá para buscar algunas cosas y para pasar el día con los suyos que hacía semanas que no los veía, fue hasta el lugar indicado y tras presentarse como Aldrich Burroughs le indicaron la mesa que Octavian ya había reservado, incluso ya estaba en el lugar pese a que faltaban cinco minutos todavía.

Las paredes eran similares a las de una cueva en la entrada pero eso duraba apenas algunos metros, todo el lugar estaba tenuemente iluminado, lo suficiente para caminar sin problemas pero no tanto como para reconocer a quienes estuviesen un poco lejos. Las arañas que colgaban del techo parecían tener gemas en vez de vidrio, pero era imposible saberlo sin poder verlas de cerca, el techo debía estar a por lo menos cuatro metros y medio de altura. Llegó pronto a la mesa, estaba en un área alejada en la que en un gran salón había solo unas diez mesas, cada una bastante alejada de la otra como si todos esperasen privacidad absoluta. Allí vio a Octavian, sentado a la mesa sobre una silla muy elegante, con respaldar de cedro pero que en ciertos lugares estaba acolchada y forrada en cuero color negro.

-Octavian, buenas noche. Un placer verte.-saludó extendiendo la mano para saludarlo de la forma apropiada.-

Estaba fumándose uno de esos puros que Brigitte odiaba por que decía que le apestaban toda la casa, así que era el único lugar donde podía hacerlo, y además le gustaba ese lugar por que además de disfrutar en particular de esos puros olorosos, solía jugar cartas con los buenos amigos, discutir temas de relevancia política y emborracharse con cierta elegancia. Le gustaba haber adquirido ese status de adulto a pesar de tener todavía edad para matricularse en Brigantia si le daba la gana. Le gustaba sentir que estaba ya en otra etapa de su vida, casado, con un trabajo estable, con una creciente influencia en la sociedad mágica, o al menos entre la gente que realmente le importaba.

Estaba bebiendo un aguardiente de bambú que tenía un sabor particularmente intenso, apenas lo había pedido y sólo le había dado un pequeño sorbo. Al poco tiempo le anunciaron que Burroughs estaba ahí, y le daba gusto que no se hubiera negado a su invitación. Era demasiado joven como para estar cayendo ya en las tentaciones del liberalismo que con tanta soltura se manejaba en Brigantia. Ya Holland le había dicho que no tenían qué desesperar con eso, pero después del asunto de su hermana, no podían seguir confiando en que nadie iba a ser malinfluenciado.

Su hermana. El tema seguía revolviéndole las entrañas, no sólo por lo que pensaba él o su esposa sino por que le había tocado directamente lidiar con el mal genio de su madre, ser intermediario con los Sowerberry y prácticamente limpiar todo el desastre que su hermanita había dejado a su paso. No le daba ni medio año en su jueguito antes de regresar rogando por perdón, o antes de que algo le ocurriera. Tenía ganas de hacerlo él mismo, de darle una lección, aunque no se atrevería a matarla pues después de todo era su hermana. Además, no iba a poder hacer nada para defenderse, estaba hecha una idiota y ella lo sabía. Pensó que al menos había aprendido a comportarse, pero resultaba que ni siquiera eso se le había dado bien. Pensar en eso seguía siendo un gran disgusto, como el primer día.

-Aldrich, buenas noches. ¿Qué bebes?

También lo saludó de mano, aunque informalmente. No tenían qué comportarse como Lords todo el tiempo, menos si no había magos ancianos a los cuales ofender con su desparpajo como en esas reuniones de familia. A decir verdad, no le encantaban sus abuelos ni en general los Burroughs, siempre tan poco decididos a tomar partido realmente, pero aún así era una familia decente y con potencial. O eso quería averigüar.

-Mi hermana regresó a Brigantia ¿No es así? ¿Cómo está?

No sabía qué esperar de esa reunión, menos de las intenciones de Octavian pero trataba de acorazar sus nervios bajo los pocos gestos que se manifestaban en su rostro por un motivo meramente natural. Octavian era lo que sus abuelos seguramente esperaban que él fuese, no por los rumores que se tejían alrededor de las prácticas de los Lillyvick si no porque era un hombre respetado con un buen hogar establecido, con suficientes contactos como para ser exitoso.

Su familia no guardaba un historial de magos dedicados a la tradición de mantener la sangre pura a toda costa, él mismo era hijo de una semiveela y habían personajes considerados ovejas negras, como su tía Frances, o sus primos segundos Raphael y Sergius, que se habían casado con unas gemelas de origen muggle y que eran residentes ilegales en el país, como si fuese poco. Lo de su familia si bien no era una presión como la que les imponían a mucho iba más por el lado de la reivindicación, de lograr que nuevamente el apellido esté presente en aquel circo social en el que rondaban.

Los Lillyvick pertenecían a otro tipo de familia, por eso es que lo que había hecho Aquila le parecía más que osado peligroso, incluso estúpido, uno no puede criarse en ese ambiente para lanzar todo por la borda cuando ya forma parte de ello. No de los mortífagos ni ninguna de esas organizaciones, si no de aquella cuasi casta a la que pertenecían cierto tipo de magos. Podía sonar trillado, hasta snob, pero Aldrich tenía a firme idea de que nadie puede cambiar lo que es.

-Para mi un scoth puro, gracias.-no le gustaba el whisky americano, prefería la vieja tradición del roble que hasta ahora guardaban los escoseses, y es que en los irlandeses tampoco confiaba mucho. Era mejor referirse a la bebida de ese modo antes de tratar de explicarle a un mozo las especificaciones de lo que ello acarreaba. No iba a especificar en cuanto a marcas, supuso que tendrían una buena selección.-

Se quedó pensando un par de segundos en la pregunta que le hizo, no podía darle mucha información de Aquila porque tampoco frecuentaba demasiado a grupo que ahora ella tomaba como casi su familia.

-Sí he visto a Aquila, aunque poco, es más amiga de mi prima Pearlie que mía.-el hombre puso la bebida frente a él y con un gesto de cabeza le agradeció antes de volver a mirar a Octavian, intentando elegir bien sus palabras, no por temor, más bien para no escandalizar con aquellos cariños que entre ella y Angus ya eran tan públicos.-Se le ve…alegre. Ya debes saber que sus amistades son otras, pero parece tranquila pese a todo. Debes saber mejor que yo que los tiempos están cambiando.

Conocía bien los estándares de los Burroughs, tan respetuosos con todo y a la vez tan apegados a las costumbres de los magos. Eso no dejaba de parecerle algo contradictorio, pero finalmente era mucho más valioso que cualquier otro hijo de vecina sintiéndose dueño del mundo que por derecho correspondía solamente a los magos. Él también tenía, además, la firme idea de que nadie puede cambiar lo que se es, aunque la pensaba más en el sentido en que nadie con herencia muggle podía llegar realmente a formar parte de ellos como tal. Compartían algunas ideas, pero ni siquiera ellos mismos lo sabían, ambos tenían claro que no eran los mejores amigos de la vida y la diferencia de edades no los había hecho convivir mucho tiempo en Hogwarts.

Le servían ya su trago, un mago añoso y algo jorobado que llevaba toda la vida trabajando ahí o eso decía su padre en una de las raras ocasiones que lo acompañó a hablar con gente del deporte. Se echó hacia atrás en su asiento esperando una respuesta con los ojos entornados, aunque estaba tranquilo. Sólo quería escuchar lo ridículo de la situación de su hermana ahora, sin poder creer que hubiera hecho lo que hizo. Si sólo lo podía manifestar con enojo no significaba que no le hubiera dolido, y que no hubiera pensado un montón de cosas al respecto.

-Lo supuse... ¿Cambiando, en qué sentido?

No iba a aventurarse a hacer confesiones, advertencias y mucho menos peticiones antes de saber exactamente a qué se refería Aldrich con que los tiempos estaban cambiando. Si era eso una deliberada declaración de liberalismo, llevaría la conversación por otros derroteros, pero si era lo contrario, entonces tenía campo libre para hablar de las cosas que verdaderamente le interesaban esa tarde. Le parecía grotesco que con una sola palabra pudiera describir el estado de su hermana, seguramente sintiéndose muy valiente saliendo por ahí y haciendo pública la estúpida decisión con que había arruinado no sólo su vida sino arrastrado el nombre de la familia, aunque eso tenía remedio, y lo primero no.

Pegó otro trago a su bebida, no estaba siendo demasiado comunicativo pero no lo había invitado ahí para sermonearlo en absoluto, mucho menos para hacerle un interrogatorio.

-Es una estupidez que ande por ahí como si nada. No esperaba otra cosa, pero me sigue pareciendo una actitud egoísta, nos dejó arrastrando un montón de problemas con su gracia. No es ningún secreto, Burroughs, tú mismo lo has de saber... sólo me preocupa la fragilidad de los vínculos que uno pensaba más fuertes

No sabía de dónde venían aquellas ideas puristas que algunos llevaban como más propias que su mismísima sangre, podía ser la crianza o estar dentro de uno antes de la concepción por un asunto de destino. No lo sabía porque su crianza podía ser considerada neutra por no haber tenido una inclinación clara, sin embargo se sentía tan cercano a las mismas cosas que otros reclamaban por métodos que se sentía incapaz de usar que creía que tenía que ver con una pretensión o con un algo que siempre llevó dentro pero que no identificó.

Tal y como le dijo, pensaba que los tiempos estaban cambiando y que estaba cerca el momento en el que habría que pensar bien en cada paso que se daba, en las lealtades, en lo más importante, en lo que definiría tu vida, cada que había explotado la guerra todo acababa dividido por una evidente línea imaginaria que nadie cruzaba, no porque hubiese temor todo el tiempo, sino porque nadie quería relacionarse con alguien que necesitaría torturar o matar bajo las circunstancias especiales que podían llegar a presentarse.

Lo que no pensaba era que necesitase explicárselo a Octavian, era un hombre de mundo como bien decía a veces su hermana cuando se refería a él, incluso se codeaba con mucha gente influyente que tendría mucho más detalles del asunto que él, que apenas era un estudiante haciendo suposiciones graves. Bebió un sorbo para aclararse la garganta antes de hablarle.

-Cambiando en el sentido de que las divisiones son cada vez más claras, que crece a presión para que cada uno ocupe el lugar que le corresponde. Debes saberlo mejor que yo, parece que la paz se les está acabando a los liberales.-no era necesario mencionar detalles como a la KAU o Per, él debía saber ya que era su primo pero no por eso compartía sus ideas, menos lo apoyaría siendo lo terrorista que era. Por algo es que apenas en las fiestas veían a los Alechinsky, eran como una raza aparte, todos menos su tía Frances que era una pobre víctima de las circunstancias, porque ni Paprika que estaba alejada de ser lo que Per era se parecía a su círculo familiar más cercano.-

Si fuese su hermana la que se relacionaba con algún líder liberal o con alguno de los abiertamente distintos a lo que su familia esperaba no estaba seguro de reaccionar del mismo modo que Octavian, él no podría odiarla, Shadow nunca fue demasiada cercana a la política, si él era neutral ella era más bien ajena a todo. No podía ni imaginarla peleando, lanzando un hechizo contra alguien por un motivo medianamente serio, siempre que se había enfrentado era o bien en el club de duelo de la escuela o cuando tenía una pelea por ropa o cosas de chicas, nada serio, nunca algo serio.

-La familia se supone que es lo más importante, si no puedes confiar en ella no queda otra cosa. Es simple, a todos nos han enseñado que es lo primero y si ella lo olvidó es que…pues debe ser que de alguna forma le dieron algo que creía necesitar, es eso o un capricho, quizá las ganas de sentirse rebelde o algo similar. De todos modos se le ve feliz, no sé cómo puede estar así de tranquila cuando los ha abandonado.