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Disculpas
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Disculpas
No resultaba fácil ver a Marianne día a día en horario lectivo y no acercarse para decirle alguno de sus comentarios ingeniosos que obtuvieran una sonrisa en sus labios. La conocía desde mocoso, compartían amistad desde que la tía de la chica y su padre habían retomado la relación con más buen pie que en Hogwarts pero desde que Clarisse afirmó que la hizo llorar en el comedor no podía conciliar el sueño tranquilo, ni dirigirle una mirada o un saludo fraternal.
Odiaba ver lagrimas en el sexo contrario, tal vez por una cuestión familiar, siempre que las Brackminster derramaban lágrimas se debía a que se trataba de un lío gordo y Adair siempre estaba ahí para partir caras a fin de defender a sus hermanas (fueran mayores o menores, tanto daba). Esta vez, resultar ser el culpable y no hacer nada como pedir una disculpa a su amiga, hubiera estado fuera de lugar.
Envió un patronus a la rubia en acabar las clases cuando cada uno se fue a sus vestuarios. La citó en la lechuceria, probablemente habría más personas enviando correspondencia pero no estaría tan concurrido como la cafetería, el comedor o el bar de Finnerty. Tomó una ducha, guardó todas las cosas de forma desordenada en su taquilla, cubrió su cuerpo con unos pantalones tejanos y una camiseta cualquiera, y fue directamente hacia la lechucería.
No fue errado, había más alumnos. Adair aprovechó el viaje para enviar una carta a Elizabeth a Hogwarts, más que nada para comprobar que todo iba bien por allí y que estaba feliz en su nueva posición como buscadora del equipo de Gryffindor. Premió el esfuerzo del animal con un golpe suave en la cabeza y un premio para lechuzas y tras indicarle el camino, acompañó la lechuza hasta la venta y la empujó para que fuera volando hasta el castillo. Justo en ese momento, percibió la llegada de Marianne por el rabillo del ojo. Adair tomó tiempo para sentarse en el alfeizar, sacar un cigarro y encenderlo antes de hablar – ¿Me odias demasiado?
Odiaba ver lagrimas en el sexo contrario, tal vez por una cuestión familiar, siempre que las Brackminster derramaban lágrimas se debía a que se trataba de un lío gordo y Adair siempre estaba ahí para partir caras a fin de defender a sus hermanas (fueran mayores o menores, tanto daba). Esta vez, resultar ser el culpable y no hacer nada como pedir una disculpa a su amiga, hubiera estado fuera de lugar.
Envió un patronus a la rubia en acabar las clases cuando cada uno se fue a sus vestuarios. La citó en la lechuceria, probablemente habría más personas enviando correspondencia pero no estaría tan concurrido como la cafetería, el comedor o el bar de Finnerty. Tomó una ducha, guardó todas las cosas de forma desordenada en su taquilla, cubrió su cuerpo con unos pantalones tejanos y una camiseta cualquiera, y fue directamente hacia la lechucería.
No fue errado, había más alumnos. Adair aprovechó el viaje para enviar una carta a Elizabeth a Hogwarts, más que nada para comprobar que todo iba bien por allí y que estaba feliz en su nueva posición como buscadora del equipo de Gryffindor. Premió el esfuerzo del animal con un golpe suave en la cabeza y un premio para lechuzas y tras indicarle el camino, acompañó la lechuza hasta la venta y la empujó para que fuera volando hasta el castillo. Justo en ese momento, percibió la llegada de Marianne por el rabillo del ojo. Adair tomó tiempo para sentarse en el alfeizar, sacar un cigarro y encenderlo antes de hablar – ¿Me odias demasiado?
Adair Brackminster- Mensajes : 402
Fecha de inscripción : 08/09/2012
Re: Disculpas
Normalmente en las mañanas cuando nos tocaba hacer acondicionamiento físico hacía equipo con Adair o corría a su lado por que me gustaba estar con él o por que me estaba molestando o por que ya de plano no nos quedaba de otra. En estos días no, hacía lo posible para no quedarme rezagada y no tener que estar con él, incluso no me importaba hacer equipo con alguien más y llenarme de sudor ajeno.
Me sentía tonta e infantil por no hablarle y es que ya sabía que en ese momento todas las cabras se le habían subido al monte (pero muy alto) por que había tomado de esa cosa y en teoría no era su culpa, por eso tenía una serie de sentimientos encontrados y el silencio, la rabieta, la indignación y ponerme en el papel de martir era mucho más fácil.
En el fondo yo sabía que de cierto modo era mi culpa. Yo no había tomado ni una gota de esas cosas endemoniadas y como su amiga, debí haberme separado de él desde que me atrajo hacia sí, soltarle un puñetazo o echarle agua fría; pero, ah no, quería poner celosa a su novia que andaba de zorra y poco o nada me importó que ahí también hubieran otras dos.
Por otro lado, sus caricias, sus besos y la forma en la que lo hacían me habían abrumado tanto que hasta había llorado como una niñita y es que de él jamás me lo hubiera imaginado. Era cierto que alguna vez en mi vida, quizá a los doce o trece, me lo imaginé besandome y abrazandome de la manera más romántica del mundo, esperando que mi sueño se hiciera realidad y nos hicieramos novios, pero eso que hizo había sido muy muy muy diferente.
Me demoré en los vestidores y lo vi salir (el muy idiota me había mandado un patronus, aún cuando estábamos en el mismo lugar), pero yo me quería secar el cabello y también me adecenté la ropa por que jamás salía de ahí en las fachas con las que hacía ejercicio. Cuando llegué ya estaba ahí, enviando una carta.
La lechucería era, si acaso, el lugar más asqueroso de todo Brigantia y eso que yo tenía que compartir vestidores en el campo de quidditch y había visto demasiadas miserias juntas.
Marianne, concentrate, no vayas a vomitar aquí –si, me lo dije a mi misma. Parecía que ya se me estaba haciendo costumbre eso de hablar sola. Qué asco, que asco, que asco-. Ash, ¿no pudiste escoger otro lugar? Esto está lleno de gérmenes.
Y en eso sus palabras me llegaron al alma y asentí con la cabeza, olvidándome de tener cuidado al caminar para no pisar alguna asquerosidad. Sí, lo odiaba. Lo odiaba, lo odiaba, lo odiaba, lo odiaba, lo odiaba.
Si, te odio demasiado. Mucho, no te quiero ni ver –alguna vez ya nos habíamos peleado y había pasado lo mismo, pero esta vez sentía que no iba a poder reconciliarme con él jamás. Me sentí como cuando éramos niños y un golpe dolía mas que las palabras y asi todo se arreglaba (por que después iba y lo acusaba con su papá). Me acerqué demasiado a él y levanté la mano para darle una bofetada, pero me detuve a medio camino y la dejé arriba, muy lejos de su mejilla. No se por qué.
Me sentía tonta e infantil por no hablarle y es que ya sabía que en ese momento todas las cabras se le habían subido al monte (pero muy alto) por que había tomado de esa cosa y en teoría no era su culpa, por eso tenía una serie de sentimientos encontrados y el silencio, la rabieta, la indignación y ponerme en el papel de martir era mucho más fácil.
En el fondo yo sabía que de cierto modo era mi culpa. Yo no había tomado ni una gota de esas cosas endemoniadas y como su amiga, debí haberme separado de él desde que me atrajo hacia sí, soltarle un puñetazo o echarle agua fría; pero, ah no, quería poner celosa a su novia que andaba de zorra y poco o nada me importó que ahí también hubieran otras dos.
Por otro lado, sus caricias, sus besos y la forma en la que lo hacían me habían abrumado tanto que hasta había llorado como una niñita y es que de él jamás me lo hubiera imaginado. Era cierto que alguna vez en mi vida, quizá a los doce o trece, me lo imaginé besandome y abrazandome de la manera más romántica del mundo, esperando que mi sueño se hiciera realidad y nos hicieramos novios, pero eso que hizo había sido muy muy muy diferente.
Me demoré en los vestidores y lo vi salir (el muy idiota me había mandado un patronus, aún cuando estábamos en el mismo lugar), pero yo me quería secar el cabello y también me adecenté la ropa por que jamás salía de ahí en las fachas con las que hacía ejercicio. Cuando llegué ya estaba ahí, enviando una carta.
La lechucería era, si acaso, el lugar más asqueroso de todo Brigantia y eso que yo tenía que compartir vestidores en el campo de quidditch y había visto demasiadas miserias juntas.
Marianne, concentrate, no vayas a vomitar aquí –si, me lo dije a mi misma. Parecía que ya se me estaba haciendo costumbre eso de hablar sola. Qué asco, que asco, que asco-. Ash, ¿no pudiste escoger otro lugar? Esto está lleno de gérmenes.
Y en eso sus palabras me llegaron al alma y asentí con la cabeza, olvidándome de tener cuidado al caminar para no pisar alguna asquerosidad. Sí, lo odiaba. Lo odiaba, lo odiaba, lo odiaba, lo odiaba, lo odiaba.
Si, te odio demasiado. Mucho, no te quiero ni ver –alguna vez ya nos habíamos peleado y había pasado lo mismo, pero esta vez sentía que no iba a poder reconciliarme con él jamás. Me sentí como cuando éramos niños y un golpe dolía mas que las palabras y asi todo se arreglaba (por que después iba y lo acusaba con su papá). Me acerqué demasiado a él y levanté la mano para darle una bofetada, pero me detuve a medio camino y la dejé arriba, muy lejos de su mejilla. No se por qué.
Marianne Heard- Mensajes : 127
Fecha de inscripción : 30/10/2012
Re: Disculpas
Las peleas cuando eran pequeños eran consecutivas, una tras otra. Primero pelaban, luego se reconciliaban, volvían a pelearse como energúmenos poseídos por un demonio y por último se calmaban, hacían las paces e iban a jugar como locos adictos a Quidditch. Adair sabía que esta vez no iba a ser igual, el perdón de Marianne era caro y más si había osado besarla sin su consentimiento, en medio de una bacanal inducida por pociones afrodisíacas y sin recato alguno, claro que en otra ocasión, quizás cuando eran jóvenes, hubiera resultado diferente ese beso, no tan lascivo o hambriento.
Iba a responder a ese odio justificado de la chica con un “¿pues qué haces aquí si no me quieres ver?” pero guardó el comentario, apretó los labios contra el cigarrillo para dar una larga calada y dejó salir el humo hacia la ventana abierta, lentamente para degustar el sabor de la nicotina. Los pasos de Marianne se acercaron y Adair sabía que iba a pagar el precio del castigo con alguna cachetada, puñetazo o empujón (si, quizás estaba tan cabreada que pretendía matarlo, torre abajo). Notó el aire removerse a su lado, anunciando una cachetada y preparado aguanto hasta que ella diera el golpe pero nunca pasó. Igual traía los ojos abiertos por mucha cachetada y alzó la mirada con lentitud para encontrase la mirada clara de la chica.
- Pégame – no, no era masoquista pero prefería una cachetada a perder su amistad con ella. Llevaban demasiado tiempo juntos y añoraba pasar el rato antes o después de los entrenamientos con ella, farfullando y bromeando – Hazlo de una maldita vez pero… - tiró el cigarrillo torre abajo aún sin terminarlo, un pecado en otro momento, soltó el aire hacia un lado y se alzó del alfeizar para coger la mano de la chica, plantarla en su cara – perdóname. ¿Crees que quería hacerte llorar a consciencia? – añadió no sabía si cabreado o qué pero la actitud de la chica siempre provocaba ese leve enojo en Adair, era como todas sus peleas de críos, uno hacia una cosa al otro y terminaban discutiendo como bárbaros – Carajo, no sabía ni que eras tú. No me voy a excusar con el típico, “estaba drogado” porque sé que lo sabes – apretó su mano y la miró a los ojos – ¡Párteme un hueso! Si tanto asco te dio que te besara, hazlo pero intenta no dejarme inválido.
Iba a responder a ese odio justificado de la chica con un “¿pues qué haces aquí si no me quieres ver?” pero guardó el comentario, apretó los labios contra el cigarrillo para dar una larga calada y dejó salir el humo hacia la ventana abierta, lentamente para degustar el sabor de la nicotina. Los pasos de Marianne se acercaron y Adair sabía que iba a pagar el precio del castigo con alguna cachetada, puñetazo o empujón (si, quizás estaba tan cabreada que pretendía matarlo, torre abajo). Notó el aire removerse a su lado, anunciando una cachetada y preparado aguanto hasta que ella diera el golpe pero nunca pasó. Igual traía los ojos abiertos por mucha cachetada y alzó la mirada con lentitud para encontrase la mirada clara de la chica.
- Pégame – no, no era masoquista pero prefería una cachetada a perder su amistad con ella. Llevaban demasiado tiempo juntos y añoraba pasar el rato antes o después de los entrenamientos con ella, farfullando y bromeando – Hazlo de una maldita vez pero… - tiró el cigarrillo torre abajo aún sin terminarlo, un pecado en otro momento, soltó el aire hacia un lado y se alzó del alfeizar para coger la mano de la chica, plantarla en su cara – perdóname. ¿Crees que quería hacerte llorar a consciencia? – añadió no sabía si cabreado o qué pero la actitud de la chica siempre provocaba ese leve enojo en Adair, era como todas sus peleas de críos, uno hacia una cosa al otro y terminaban discutiendo como bárbaros – Carajo, no sabía ni que eras tú. No me voy a excusar con el típico, “estaba drogado” porque sé que lo sabes – apretó su mano y la miró a los ojos – ¡Párteme un hueso! Si tanto asco te dio que te besara, hazlo pero intenta no dejarme inválido.
Adair Brackminster- Mensajes : 402
Fecha de inscripción : 08/09/2012
Re: Disculpas
¿Por qué no le pude pegar? ¿Qué me detenía? Ahora más que nunca tenía razones de peso para hacerlo, pero no podía. Yo era la agresora y tenía la oportunidad de desquitar me por que hasta me estaba poniendo la mejilla.
Qué no -le dije cuando tomó mi mano. No ejercía ninguna fuerza sobre ella, pero sí logró ponerla en su mejilla donde se suponía que tenía que haberle pegado. El problema era que si lo hacía, si mi mano se dignaba a hacerlo por que parecía no querer cooperar, sería por que yo quería y no por que me estuviera incitando a hacerlo. Nadie le mandaba nunca a Marianne Heard.
Ya sabía que no había sido si intención hacerme llorar por que hacia muchísimo tiempo que había dejado ser ese mocoso, auque todavía le quedaban vestigios de agresividad. Su tono me hizo enojar por que tampoco tenía que hacerse el importante. Me solté de su mano, apartando la mía con un gesto brusco y me crucé de brazos, adoptando la pose altanera que yo sabia que lo desesperaba.
Asco era lo que sentía por esa lechuceria y su olor a estiércol, por las plumas sucias que caían del techo y por el suelo nauseabundo. Pero de él... ¿cómo podría asqueame? Tal vez era cierto que me limpiaba los besos que me daba en la mejilla cuando se ponía empalagoso y que jurara que no había nada más desagradable que verlo sudado o demi desnudo con una toalla en los vestidores. Todo lo que hacia podría darme asco, pero su beso no; ese de hecho le gustó pero no se lo diria nunca.
En otro momento le habría reído por lo de dejarlo invalido y hasta habría intentado aplicarle una llave mortal para que me suplicara piedad. Si, me reí, aunque sólo fue un "ja" desdeñoso y lleno de altanería.
No me hiciste llorar, tonto. No te creas tan inportante -se lo dije inclinándome hacia él-. Awww, no sabías. Te lo recuerdo, entonces, tú me tomaste entre tus manos, tu me besaste mientras mañoseabas a Bea y a la pelirroja cómo se llame -comencé a apretar mi índice sobre su pecho, empujandolo un poco hacia la ventana cada que puntualizaba algo, su actitud "relajada" y sus "aires de grandeza" me ha iban puesto así en sólo dos minutos-...me hiciste quedar como una zorra -bueno, en realidad esa habia sido yo, pero igual el también tenía mucha culpa-... y no te conformaste con eso, oh no, empezaste a tocarme, lindura, como un maldito engendendro de Knockturn. Me... me... ush...
Solté un grito de frustración y ahora si lo abofetee.
Qué no -le dije cuando tomó mi mano. No ejercía ninguna fuerza sobre ella, pero sí logró ponerla en su mejilla donde se suponía que tenía que haberle pegado. El problema era que si lo hacía, si mi mano se dignaba a hacerlo por que parecía no querer cooperar, sería por que yo quería y no por que me estuviera incitando a hacerlo. Nadie le mandaba nunca a Marianne Heard.
Ya sabía que no había sido si intención hacerme llorar por que hacia muchísimo tiempo que había dejado ser ese mocoso, auque todavía le quedaban vestigios de agresividad. Su tono me hizo enojar por que tampoco tenía que hacerse el importante. Me solté de su mano, apartando la mía con un gesto brusco y me crucé de brazos, adoptando la pose altanera que yo sabia que lo desesperaba.
Asco era lo que sentía por esa lechuceria y su olor a estiércol, por las plumas sucias que caían del techo y por el suelo nauseabundo. Pero de él... ¿cómo podría asqueame? Tal vez era cierto que me limpiaba los besos que me daba en la mejilla cuando se ponía empalagoso y que jurara que no había nada más desagradable que verlo sudado o demi desnudo con una toalla en los vestidores. Todo lo que hacia podría darme asco, pero su beso no; ese de hecho le gustó pero no se lo diria nunca.
En otro momento le habría reído por lo de dejarlo invalido y hasta habría intentado aplicarle una llave mortal para que me suplicara piedad. Si, me reí, aunque sólo fue un "ja" desdeñoso y lleno de altanería.
No me hiciste llorar, tonto. No te creas tan inportante -se lo dije inclinándome hacia él-. Awww, no sabías. Te lo recuerdo, entonces, tú me tomaste entre tus manos, tu me besaste mientras mañoseabas a Bea y a la pelirroja cómo se llame -comencé a apretar mi índice sobre su pecho, empujandolo un poco hacia la ventana cada que puntualizaba algo, su actitud "relajada" y sus "aires de grandeza" me ha iban puesto así en sólo dos minutos-...me hiciste quedar como una zorra -bueno, en realidad esa habia sido yo, pero igual el también tenía mucha culpa-... y no te conformaste con eso, oh no, empezaste a tocarme, lindura, como un maldito engendendro de Knockturn. Me... me... ush...
Solté un grito de frustración y ahora si lo abofetee.
Marianne Heard- Mensajes : 127
Fecha de inscripción : 30/10/2012
Re: Disculpas
Levantó una ceja cuando ella dijo que no hizo llorar porque claro, ella siempre tenía que tener su carácter altanero por delante de todo. Quedó quieto cuando ella empezó a pegar golpes con su dedo contra su torso, alzó la cabeza y entrecerró los ojos, cediendo un paso tras varios de los toques – Eres la viva imagen de la filantropía – quiso retener el comentario sarcástico pero no pudo cuando ella ponía claro y alto todas las cosas que él había hecho, joder, suficiente culpable se sentía por Beatrice no que pareció disfrutarlo, tampoco por Ebba sabía que con ella las cosas estarían bien (más que nada porque ambos habían estado bebidos) pero con Marianne la cosa era distinta, más si sabía por boca de Clarisse que la encontró llorando a su lado.
– ¿Zorra? Permíteme que discrepe – iba a continuar con sus puntos para decir que en verdad el que había quedado cual sátiro salido, fue él y nadie pondría en duda la decencia de la chica, la suya sí que ya estaba machacada y hundida. Apretó la mandíbula tras la cachetada y cerró los ojos, tomando una gran bocanada de aire porque esta vez sí, había cogido a Adair con la guardia baja y escocía como sal en herida – Cada día golpeas más flojo – porque aunque estuvieran peleados y Marianne llevara toda la santa razón para no querer ni dirigirle la palabra, Adair necesitaba discutir con ella para sentir que las cosas funcionaban correctamente entre ellos. Si uno de los dos cedía y callaba, desde su punto, era como el fin de su amistad, ellos funcionaban así, peleas, discusiones, insultos y golpes, era algo masoquista para él pero… así la quería.
– Perdona por elegir tu trasero – usó con retintín, porque en verdad iba a añadir más cosas – ¿Pero qué podía hacer? ¡Iba drogado y sin ley! No entendía de fronteras – tomó la mano de la chica para evitar recibir otra cachetada de las suyas que ahora estaba tentando mucho la sensatez de Marianne -Si quieres puedes manosearme tu también el trasero y así quedamos en igualdad de condiciones, prometo hacerme el chico violado y hasta gritar para pedir ayuda – acerco su rostro a ella con una sonrisa y alargó la otra mano libre para acariciarle con el reverso de la mano la mejilla, un mero roce – Sabes que no me odias… solo me detestas.
– ¿Zorra? Permíteme que discrepe – iba a continuar con sus puntos para decir que en verdad el que había quedado cual sátiro salido, fue él y nadie pondría en duda la decencia de la chica, la suya sí que ya estaba machacada y hundida. Apretó la mandíbula tras la cachetada y cerró los ojos, tomando una gran bocanada de aire porque esta vez sí, había cogido a Adair con la guardia baja y escocía como sal en herida – Cada día golpeas más flojo – porque aunque estuvieran peleados y Marianne llevara toda la santa razón para no querer ni dirigirle la palabra, Adair necesitaba discutir con ella para sentir que las cosas funcionaban correctamente entre ellos. Si uno de los dos cedía y callaba, desde su punto, era como el fin de su amistad, ellos funcionaban así, peleas, discusiones, insultos y golpes, era algo masoquista para él pero… así la quería.
– Perdona por elegir tu trasero – usó con retintín, porque en verdad iba a añadir más cosas – ¿Pero qué podía hacer? ¡Iba drogado y sin ley! No entendía de fronteras – tomó la mano de la chica para evitar recibir otra cachetada de las suyas que ahora estaba tentando mucho la sensatez de Marianne -Si quieres puedes manosearme tu también el trasero y así quedamos en igualdad de condiciones, prometo hacerme el chico violado y hasta gritar para pedir ayuda – acerco su rostro a ella con una sonrisa y alargó la otra mano libre para acariciarle con el reverso de la mano la mejilla, un mero roce – Sabes que no me odias… solo me detestas.
Adair Brackminster- Mensajes : 402
Fecha de inscripción : 08/09/2012
Re: Disculpas
Fue extraño por que mi respiración de repente se dificultó un poquito, parecía más bien que había subido corriendo hasta una torre y no caminado unos cuantos pasos, por que era acelerada pero se sentía bien. Toda yo me sentí muy bien después de ese golpe como si ya me hubiera sacado un gran peso de encima y no tuve que decirle nada de lo que después pudiera arrepentirme… poquito.
Sus palabras me entraron por un oído y me salieron por el otro, desde que no era una cualquiera y lo de que cada vez pegaba más flojo. Obvio, ya no podía abusar de ser más grande que él, un año es un año, y para mi desgracia ya estaba más alto y desde hace tiempo mucho más fornido que yo.
No, no. Sí te odio –espeté. No era cierto, pero no iba a darle la razón. Otra vez tenía mi mano entre la suya, pero no la aprisionaba, ni esa ni la otra. Supongo que debí haber sacado la varita antes para intentar hacer algo, pero con lo cabeza caliente que era de seguro hacia algo que cargaría en mi corazón para toda la vida. Por eso la había dejado en el armario que tenía en los vestidores.
Era chistoso, por que con él era algo así como un niño, claro sin perder nunca mi femineidad y era la experiencia más parecida que tenía a tener un hermano, pero sin quererlo como tal. Nuestra relación era muy extraña. Creo que la molestia era por cómo lo decía, me escandalizaba y no sabía si reírme o enojarme (más).
Lo miré a los ojos y después los cerré por que estaba acariciando mi mejilla. A veces era como un gatito que se tranquilizaba a penas le ponían con suavidad la mano encima, solo me faltaba ronronear.
No quiero manosearte, qué asco, pero es… eres un bruto Adair, en serio –los abrí y me encontré con su mirada-. Dime qué gano con acariciarte así -con mucho cuidado solté mi mano y la pasé suavemente por su pecho sin dejar de mirarlo. No le iba a hacer lo mismo que me hizo por que no sentía ninguna clase de pasión incontrolable por él y no estaba drogada, pero le quería enseñar cómo me hubiera gustado nuestro primer beso-, o, besándote aquí –e indudablemente lo besé.
Yo había ido con la intención de arreglar las cosas a pesar de todo, sino ni siquiera me hubiera molestado a ir a ese lugar tan asqueroso y el de seguro lo apreciaría, pero nada más. Por que lo quería demasiado y no podía estar enojada con él, bueno no de esa manera.
No fue un beso apasionado ni abrasivo, fue inocente e incluso casi infantil, cuidadoso y cariñoso. Al separarme volví a abrir los ojos y le sonreí, sino me conociera de seguro pensaría que ya estaba sufriendo de un trastorno de personalidad o algo.
O aquí –me incliné sobre su cuello y le di un par de besitos tronados, esos a los que ya se había acostumbrado y después solté mucho aire, aun con mis labios sobre su piel, para hacer el mismo ruido de un globo al desinflarse aunque me ganó la risa.
Sus palabras me entraron por un oído y me salieron por el otro, desde que no era una cualquiera y lo de que cada vez pegaba más flojo. Obvio, ya no podía abusar de ser más grande que él, un año es un año, y para mi desgracia ya estaba más alto y desde hace tiempo mucho más fornido que yo.
No, no. Sí te odio –espeté. No era cierto, pero no iba a darle la razón. Otra vez tenía mi mano entre la suya, pero no la aprisionaba, ni esa ni la otra. Supongo que debí haber sacado la varita antes para intentar hacer algo, pero con lo cabeza caliente que era de seguro hacia algo que cargaría en mi corazón para toda la vida. Por eso la había dejado en el armario que tenía en los vestidores.
Era chistoso, por que con él era algo así como un niño, claro sin perder nunca mi femineidad y era la experiencia más parecida que tenía a tener un hermano, pero sin quererlo como tal. Nuestra relación era muy extraña. Creo que la molestia era por cómo lo decía, me escandalizaba y no sabía si reírme o enojarme (más).
Lo miré a los ojos y después los cerré por que estaba acariciando mi mejilla. A veces era como un gatito que se tranquilizaba a penas le ponían con suavidad la mano encima, solo me faltaba ronronear.
No quiero manosearte, qué asco, pero es… eres un bruto Adair, en serio –los abrí y me encontré con su mirada-. Dime qué gano con acariciarte así -con mucho cuidado solté mi mano y la pasé suavemente por su pecho sin dejar de mirarlo. No le iba a hacer lo mismo que me hizo por que no sentía ninguna clase de pasión incontrolable por él y no estaba drogada, pero le quería enseñar cómo me hubiera gustado nuestro primer beso-, o, besándote aquí –e indudablemente lo besé.
Yo había ido con la intención de arreglar las cosas a pesar de todo, sino ni siquiera me hubiera molestado a ir a ese lugar tan asqueroso y el de seguro lo apreciaría, pero nada más. Por que lo quería demasiado y no podía estar enojada con él, bueno no de esa manera.
No fue un beso apasionado ni abrasivo, fue inocente e incluso casi infantil, cuidadoso y cariñoso. Al separarme volví a abrir los ojos y le sonreí, sino me conociera de seguro pensaría que ya estaba sufriendo de un trastorno de personalidad o algo.
O aquí –me incliné sobre su cuello y le di un par de besitos tronados, esos a los que ya se había acostumbrado y después solté mucho aire, aun con mis labios sobre su piel, para hacer el mismo ruido de un globo al desinflarse aunque me ganó la risa.
Marianne Heard- Mensajes : 127
Fecha de inscripción : 30/10/2012
Re: Disculpas
No contuvo la carcajada alta y sonora cuando mencionó su barbarie por proponer tocarle el culo como moneda de cambio por el imprevisto de Samhain. Los dedos de Marianne tocando su torso por encima de la camiseta, quitaron paulatinamente la carcajada de su boca y la sorpresa, pasó a convertirse en una ceja enarcada, mirándola a los ojos y sin saber por donde iban los tiros o más bien haciéndose el desentendido porque no creía que despertara nada en la chica.
– La verdad no ganas nada, soy asqueroso – y aún más sorprendido quedó cuando besó sus labios. Casi ni tiempo a reaccionar tuvo pero buscó con la mano que había acariciado su mejilla, su brazo derecho para separarla con suavidad. Quizás en otro momento y lugar, dos o tres años atrás, no hubiera tenido reparos para continuar con aquello pero había hecho una promesa a Sofie y había jurado que no pasaba nada entre ellos dos.
Notó los labios de la rubia sobre su cuello, soltó un suspiro y maldijo para su interior tener que fastidiar el momento en que habían reconciliado sus diferencias porque había algo más importante que tratar y aunque quizás para Marianne el tema no fuera agradable (o sí, quien sabe) Adair creía necesario dejar las cosas claras – Marianne, ¿recuerdas que tengo novia? – y en ese castillo, orejas tras los cuadros y ojos en los putos traseros de todo el mundo. No quería pasar otro episodio con Sofie como el ocurrido tras la fiesta. La quería, había costado casi romper la relación pero había logrado decírselo por primera vez a alguien. En cambio, alzó las dos manos para tomarla de la cara y acercarla a él y darle un beso en la cabeza, justo por encima de la frente – No quiero problemas con Sofie, estoy bien con ella – la abrazó una vez más, besó su cabeza y fue a fumar a la ventana.
Buscó la cajetilla en el bolsillo de su tejano, sacó un cigarro para golpearlo contra la caja varias veces poniendo bien la mezcla mientras miraba hacia afuera y pasó a ponérselo en los labios para encenderlo – ¿Quieres? – soltó el humo por sus labios para girar la cabeza y mirarla a los ojos, alargando la cajetilla de tabaco hacia ella con una mano.
– La verdad no ganas nada, soy asqueroso – y aún más sorprendido quedó cuando besó sus labios. Casi ni tiempo a reaccionar tuvo pero buscó con la mano que había acariciado su mejilla, su brazo derecho para separarla con suavidad. Quizás en otro momento y lugar, dos o tres años atrás, no hubiera tenido reparos para continuar con aquello pero había hecho una promesa a Sofie y había jurado que no pasaba nada entre ellos dos.
Notó los labios de la rubia sobre su cuello, soltó un suspiro y maldijo para su interior tener que fastidiar el momento en que habían reconciliado sus diferencias porque había algo más importante que tratar y aunque quizás para Marianne el tema no fuera agradable (o sí, quien sabe) Adair creía necesario dejar las cosas claras – Marianne, ¿recuerdas que tengo novia? – y en ese castillo, orejas tras los cuadros y ojos en los putos traseros de todo el mundo. No quería pasar otro episodio con Sofie como el ocurrido tras la fiesta. La quería, había costado casi romper la relación pero había logrado decírselo por primera vez a alguien. En cambio, alzó las dos manos para tomarla de la cara y acercarla a él y darle un beso en la cabeza, justo por encima de la frente – No quiero problemas con Sofie, estoy bien con ella – la abrazó una vez más, besó su cabeza y fue a fumar a la ventana.
Buscó la cajetilla en el bolsillo de su tejano, sacó un cigarro para golpearlo contra la caja varias veces poniendo bien la mezcla mientras miraba hacia afuera y pasó a ponérselo en los labios para encenderlo – ¿Quieres? – soltó el humo por sus labios para girar la cabeza y mirarla a los ojos, alargando la cajetilla de tabaco hacia ella con una mano.
Adair Brackminster- Mensajes : 402
Fecha de inscripción : 08/09/2012
Re: Disculpas
Pero Adair hizo que dejara de reírme de golpe y ni siquiera continuó con el juego, no, en lugar de eso me separó de él y me vi obligada a enderezarme. Estoy segura de haberlo mirado con total incredulidad, estoica completamente mientras me abrazaba y besaba mi frente. No le correspondí en lo absoluto, por supuesto, no podía.
Él me había dicho que lo hiciera, ¿no? Él me lo había pedido y sin embargo me rechazaba por que no sentía nada. Nada. Ni siquiera me había correspondido por que me repudiaba, lo sabía y no me había dado cuenta de que lo había echado todo a perder, todo de todo. Algo muy dentro de mí se rompió, pero sé que no fue mi corazón por que me dolía como si hubiese metido la mano y lo hubiera apachurrado (y también por que no estaba enamorada de él). No, lo que se lastimó fue mi orgullo, lo dejó herido, lastimado.
Y el muy ingrato ni siquiera se dignaba a mirarme.
Tenía ganas de correr escaleras abajo y desaparecer, que la tierra me tragase y no volverlo a ver para no tener que soportar la vergüenza que me estaba ocasionando su rechazo, descubrí entonces por que a los doce, o trece o quince o la edad que tenía cuando lo quería, suprimí lo que sentía y era precisamente para evitarme eso por el bien de tantos años de amistad.
No gracias, no fumo –claro que sí, pero no quería nada de él. Además se suponía que era jugadora de quidditch profesional que no debía atentar en contra de mi carrera así como así. Mi respuesta fue seca, pero le sostuve la mirada cuando por fin me miró y, como no, rechacé la cajetilla con un manotazo. No conforme con eso le quité el cigarro y lo arrojé por la ventana-. ¿Qué te está haciendo esa niña? Tu no eres así, Adair… tú eres… ni siquiera te reconozco.
Y por Merlín, era verdad. ¿Cuántas novias serias había tenido en los últimos cinco años? ¿Dos? A lo mucho tres, por que él no era de atarse a una sola persona.
El Adair que yo conozco jamás, óyeme bien, JAMAS me habría rechazado. El Adair que yo quiero, el que es MI amigo, se habría dado cuenta de que estaba jugando y lo habría hecho también ¿Qué es lo que te pasa? ¡Te tiene engatuzado!
Me di cuenta de que estaba temblando y de que tenía los puños cerrados. ¡Pero me estaba volviendo loca! Me estaba dando muchísimo coraje. En ese momento, más que nunca, odié a su novia de verdad. La odié como nunca, por que hasta entonces solo me caía gorda por ser como era.
Entonces comencé a reírme por que estaba siendo muy estúpida. Me di cuenta de lo que mis celos y el miedo que sentía por perder a uno de mis mejores amigos me provocaba: Adair estaba envenenado.
¡Te dio Amortentia! Si, qué tonta, es obvio tienes todas las señales.
Él me había dicho que lo hiciera, ¿no? Él me lo había pedido y sin embargo me rechazaba por que no sentía nada. Nada. Ni siquiera me había correspondido por que me repudiaba, lo sabía y no me había dado cuenta de que lo había echado todo a perder, todo de todo. Algo muy dentro de mí se rompió, pero sé que no fue mi corazón por que me dolía como si hubiese metido la mano y lo hubiera apachurrado (y también por que no estaba enamorada de él). No, lo que se lastimó fue mi orgullo, lo dejó herido, lastimado.
Y el muy ingrato ni siquiera se dignaba a mirarme.
Tenía ganas de correr escaleras abajo y desaparecer, que la tierra me tragase y no volverlo a ver para no tener que soportar la vergüenza que me estaba ocasionando su rechazo, descubrí entonces por que a los doce, o trece o quince o la edad que tenía cuando lo quería, suprimí lo que sentía y era precisamente para evitarme eso por el bien de tantos años de amistad.
No gracias, no fumo –claro que sí, pero no quería nada de él. Además se suponía que era jugadora de quidditch profesional que no debía atentar en contra de mi carrera así como así. Mi respuesta fue seca, pero le sostuve la mirada cuando por fin me miró y, como no, rechacé la cajetilla con un manotazo. No conforme con eso le quité el cigarro y lo arrojé por la ventana-. ¿Qué te está haciendo esa niña? Tu no eres así, Adair… tú eres… ni siquiera te reconozco.
Y por Merlín, era verdad. ¿Cuántas novias serias había tenido en los últimos cinco años? ¿Dos? A lo mucho tres, por que él no era de atarse a una sola persona.
El Adair que yo conozco jamás, óyeme bien, JAMAS me habría rechazado. El Adair que yo quiero, el que es MI amigo, se habría dado cuenta de que estaba jugando y lo habría hecho también ¿Qué es lo que te pasa? ¡Te tiene engatuzado!
Me di cuenta de que estaba temblando y de que tenía los puños cerrados. ¡Pero me estaba volviendo loca! Me estaba dando muchísimo coraje. En ese momento, más que nunca, odié a su novia de verdad. La odié como nunca, por que hasta entonces solo me caía gorda por ser como era.
Entonces comencé a reírme por que estaba siendo muy estúpida. Me di cuenta de lo que mis celos y el miedo que sentía por perder a uno de mis mejores amigos me provocaba: Adair estaba envenenado.
¡Te dio Amortentia! Si, qué tonta, es obvio tienes todas las señales.
Marianne Heard- Mensajes : 127
Fecha de inscripción : 30/10/2012
Re: Disculpas
Un gruñido de inconformidad emanó de Adair cuando la maldita apartó la cajetilla con un manotazo haciendo que resbalara de su mano para caer directa hacia el nido de mierda que era el suelo pero la gota que colmó la santa paciencia del chico (y era incalculable cuando quería) fue que quitara el cigarrillo de sus labios para arrojarlo ventana abajo. No contenta con privarle del santo vicio, empezó a inquirir con tono altanero y hasta molestoso sobre su relación con Sofie así como la relación estaba afectando a su forma de ser. El chico no quitaba razón a Marianne, quizás si estaba cambiando y dejando de ser alguien que no tenía ni patrón ni ley para centrarse en algo, menos vida alegre y más cenas con la suegra (aunque aún ni conocía a Jessy y parecía que el asunto iba para largo) pero Adair tenía su esencia y naturaleza.
- ¿Qué nunca te hubiera rechazado? – y casi fue la prolongación del gruñido porque apretó los dientes para decirlo a través de ellos. La rubia tenía la capacidad innata de sacarlo de sus casillas con suma facilidad o tal vez conocía demasiado bien a Adair después de tanto tiempo y sabía como joderlo, dónde darle para que doliera sus palabras así como sus golpes. Solo faltó rematar con las acusaciones hacia Luttrell con la mención de la amortentia, llevó dos dedos al puente de la nariz, apretó con fuerza, bajó un poco la cabeza y dejó una letanía en su fuero interno que rezaba un “paciencia” porque estaba a punto de estallar.
Mandó el mantra al minuto siguiente a la mierda, seguramente en frío hubiera estallado en carcajadas por la ocurrencia pero ahora, después de decirle no sé que cosas y apuntillar exactamente en sus cojones, no. Tomó a Marianne por las muñecas para empujarla con demasiado cuidado (tal y como estaba) a fin de no hacerla golpear con fuerza contra el muro y conteniéndose, mucho, dejó las manos en el muro, respirando agitado por el cabreo - ¿Tanto me conoces Marianne? – musitó y abrió entonces los ojos para mirarla desde la cercanía - ¿Sabes cuantas putas veces me tuve que contener cuando era un mocoso para no joder nuestra amistad cuando tu “jugabas” conmigo? Demasiadas, perdí la cuenta – hizo una pausa y se hizo un poco hacia atrás, justo para apartar las manos de la pared – Tienes razón – otra pausa - No te hubiera rechazado porque estaba deseando que hicieras eso pero ahora las cosas han cambiado – o había llegado tarde.
La miró una vez más con sentimientos encontrados y caminó de vuelta hacia donde estaba la cajetilla. La recogió del suelo para sacar un cigarrillo, gracias a los magos limpio, y encenderlo, a ver si de una puta vez podía fumar. Necesito un par de caladas para poder continuar así como relajarse – Si me hubiera cambiado al nivel que tu dices, no estaría aquí intentando solucionar las cosas contigo– porque le importaba conservar la amistad y no quería alejarla, así se ganara una discusión con Sofie - Ahora, ¿vas a querer fumar?
- ¿Qué nunca te hubiera rechazado? – y casi fue la prolongación del gruñido porque apretó los dientes para decirlo a través de ellos. La rubia tenía la capacidad innata de sacarlo de sus casillas con suma facilidad o tal vez conocía demasiado bien a Adair después de tanto tiempo y sabía como joderlo, dónde darle para que doliera sus palabras así como sus golpes. Solo faltó rematar con las acusaciones hacia Luttrell con la mención de la amortentia, llevó dos dedos al puente de la nariz, apretó con fuerza, bajó un poco la cabeza y dejó una letanía en su fuero interno que rezaba un “paciencia” porque estaba a punto de estallar.
Mandó el mantra al minuto siguiente a la mierda, seguramente en frío hubiera estallado en carcajadas por la ocurrencia pero ahora, después de decirle no sé que cosas y apuntillar exactamente en sus cojones, no. Tomó a Marianne por las muñecas para empujarla con demasiado cuidado (tal y como estaba) a fin de no hacerla golpear con fuerza contra el muro y conteniéndose, mucho, dejó las manos en el muro, respirando agitado por el cabreo - ¿Tanto me conoces Marianne? – musitó y abrió entonces los ojos para mirarla desde la cercanía - ¿Sabes cuantas putas veces me tuve que contener cuando era un mocoso para no joder nuestra amistad cuando tu “jugabas” conmigo? Demasiadas, perdí la cuenta – hizo una pausa y se hizo un poco hacia atrás, justo para apartar las manos de la pared – Tienes razón – otra pausa - No te hubiera rechazado porque estaba deseando que hicieras eso pero ahora las cosas han cambiado – o había llegado tarde.
La miró una vez más con sentimientos encontrados y caminó de vuelta hacia donde estaba la cajetilla. La recogió del suelo para sacar un cigarrillo, gracias a los magos limpio, y encenderlo, a ver si de una puta vez podía fumar. Necesito un par de caladas para poder continuar así como relajarse – Si me hubiera cambiado al nivel que tu dices, no estaría aquí intentando solucionar las cosas contigo– porque le importaba conservar la amistad y no quería alejarla, así se ganara una discusión con Sofie - Ahora, ¿vas a querer fumar?
Adair Brackminster- Mensajes : 402
Fecha de inscripción : 08/09/2012
Re: Disculpas
Y me empujó…. ¡me empujó! Me tomó nuevamente de las manos, esta vez de las muñecas, y ni tiempo me dio de reaccionar, cuando sentí que me apartaba, que me rechazaba, que me ponía lejos, que me empujaba. Me empujó, me puso lejos de él y… me empujó. No me pegué en contra del muro por que lo hizo con cuidado, pero… me empujó.
Me empujaste –le respondí con voz queda como si aquella hubiera sido la primera vez en su vida que me ponía una mano encima, de niños hasta nos íbamos a las patadas.
No, no sabía cuántas malditas veces se había tenido que contener para no joder nuestra amistad. Estaba demasiado cerca, me tenía aprisionada, pero nunca desee tanto (bueno si, pero en ese momento así me sentía) que se alejara, que me dejara en paz y que se fuera de una maldita vez a besuquearse por los rincones con su bruja endemoniada.
Pero yo era Marianne, su amiga de toda la vida, quién más lo conocía además de él. A mi papá ni siquiera le gustaba que hiciera amistad con él por que era mestizo, pero a mi no me importaba y me dejaba ser por que sabía que Chenault no me dejaría cometer el mismo error y por que él no era de esos magos liberales que andaban por la vida con cosas muggles, también por que había demostrado tener un futuro prometedor en el quidditch desde que era un mocoso. Tenía que ayudarlo, sino era yo… ¿quién?
Entonces soluciónalos –le pedí con tono condescendite y tranquilo ahora que ya no lo tenía cerca, seguía dolida por que me empujó y también seguía muriéndome de rabia por cómo me había rechazado, pero tenía que hacerlo entender-. Arreglemos esto, como antes… que no, ya te dije que no fumo, apaga eso, me molesta… hace que huela más horrible aquí dentro.
Me acerqué un poquito por que ya no iba a hacer contacto físico con él, no quería que me volviera a aventar.
Adair dejamme ayudarte, vamos a Diagon ya mismo por un antídoto, estás embrujado.
¿En qué momento había terminado medio buscando yo su perdón? Yo era la que estaba enojada, ¿que no? Pero primero lo primero, que se tomara el antídoto y ya después lo dejaría rogarme su perdón.
Me empujaste –le respondí con voz queda como si aquella hubiera sido la primera vez en su vida que me ponía una mano encima, de niños hasta nos íbamos a las patadas.
No, no sabía cuántas malditas veces se había tenido que contener para no joder nuestra amistad. Estaba demasiado cerca, me tenía aprisionada, pero nunca desee tanto (bueno si, pero en ese momento así me sentía) que se alejara, que me dejara en paz y que se fuera de una maldita vez a besuquearse por los rincones con su bruja endemoniada.
Pero yo era Marianne, su amiga de toda la vida, quién más lo conocía además de él. A mi papá ni siquiera le gustaba que hiciera amistad con él por que era mestizo, pero a mi no me importaba y me dejaba ser por que sabía que Chenault no me dejaría cometer el mismo error y por que él no era de esos magos liberales que andaban por la vida con cosas muggles, también por que había demostrado tener un futuro prometedor en el quidditch desde que era un mocoso. Tenía que ayudarlo, sino era yo… ¿quién?
Entonces soluciónalos –le pedí con tono condescendite y tranquilo ahora que ya no lo tenía cerca, seguía dolida por que me empujó y también seguía muriéndome de rabia por cómo me había rechazado, pero tenía que hacerlo entender-. Arreglemos esto, como antes… que no, ya te dije que no fumo, apaga eso, me molesta… hace que huela más horrible aquí dentro.
Me acerqué un poquito por que ya no iba a hacer contacto físico con él, no quería que me volviera a aventar.
Adair dejamme ayudarte, vamos a Diagon ya mismo por un antídoto, estás embrujado.
¿En qué momento había terminado medio buscando yo su perdón? Yo era la que estaba enojada, ¿que no? Pero primero lo primero, que se tomara el antídoto y ya después lo dejaría rogarme su perdón.
Marianne Heard- Mensajes : 127
Fecha de inscripción : 30/10/2012
Re: Disculpas
Estaba perdiendo otra vez la paciencia porque Marianne parecía más poseída por un ente que él entregado a la amortentia. Cogió el cigarro entre el pulgar y el índice, dio una larga calada y tiró la cabeza hacia atrás para dejar escapar el humo por sus labios y hacia arriba, no pudiendo reprimir la carcajada ya no sabía si frustración porque la chica no entraba en razones o por lo absurdo de la situación – No pienso apagar nada – y era así, ya había malgastado dos cigarros, no iba a tirar un tercero a medio consumir solo porque la señora quería eso.
No pudo contener la carcajada entre dientes cuando Marianne volvió a incidir en el tema de su enamoramiento. ¿Qué ni se había dado cuenta de las cosas que había dicho? Por supuesto que no, ella ignoraba sus palabras como siempre desde que eran críos y gritaba para tener la razón (aunque él tampoco quedaba atrás). Por eso nunca dijo que iba detrás suyo y contenía cada arranque para besarla cuando ella empezaba con las tonterías de los arrumacos fraternales.
Tardó unos segundos en contestar, dedicándose solo a su cigarro. Miró a través de la ventana como las lechuzas iban y venían, jugando con las formas que tomaba el humo cuando salía de sus labios y al final, volteó con lentitud la cabeza hacia la chica, asintiendo muy suavemente – Esta bien – iba a darle el capricho solo para que viera la puta verdad – Vamos a Diagón. Busquemos la solución para mi “embrujamiento” - caminó hacia ella, besó su cabeza y la tomó del hombro para que girara hacia la puerta.
¿Cómo habían terminado así? Se suponía que él iba a ser condescendiente, cargado de paciencia para pedir perdón por su actitud en la fiesta donde sí, ahí estuvo envenenado por una jodida poción pero las tornas habían cambiado hasta el punto que el más cabreado por la situación era él e iban a ir a buscar un remedio que no necesitaba, gastarse unos galeones que ambos tenían solo para complacer a Marianne y que viera que en verdad solo se trataba de su enajenación mental.
- ¿Vamos directamente o necesitas recoger algo? –ya estaba saliendo de la lechucería y esperaba que la chica siguiera sus pasos - ¿Quizás una cruz y un poco de agua bendita para sacarme el demonio que llevo dentro? – benditas bromas no podría vivir sin ellas – ¿Cuándo me deshechice qué se supone que pasará? – y ahí iba a seguirle la corriente porque parecía mucho más entretenido.
No pudo contener la carcajada entre dientes cuando Marianne volvió a incidir en el tema de su enamoramiento. ¿Qué ni se había dado cuenta de las cosas que había dicho? Por supuesto que no, ella ignoraba sus palabras como siempre desde que eran críos y gritaba para tener la razón (aunque él tampoco quedaba atrás). Por eso nunca dijo que iba detrás suyo y contenía cada arranque para besarla cuando ella empezaba con las tonterías de los arrumacos fraternales.
Tardó unos segundos en contestar, dedicándose solo a su cigarro. Miró a través de la ventana como las lechuzas iban y venían, jugando con las formas que tomaba el humo cuando salía de sus labios y al final, volteó con lentitud la cabeza hacia la chica, asintiendo muy suavemente – Esta bien – iba a darle el capricho solo para que viera la puta verdad – Vamos a Diagón. Busquemos la solución para mi “embrujamiento” - caminó hacia ella, besó su cabeza y la tomó del hombro para que girara hacia la puerta.
¿Cómo habían terminado así? Se suponía que él iba a ser condescendiente, cargado de paciencia para pedir perdón por su actitud en la fiesta donde sí, ahí estuvo envenenado por una jodida poción pero las tornas habían cambiado hasta el punto que el más cabreado por la situación era él e iban a ir a buscar un remedio que no necesitaba, gastarse unos galeones que ambos tenían solo para complacer a Marianne y que viera que en verdad solo se trataba de su enajenación mental.
- ¿Vamos directamente o necesitas recoger algo? –ya estaba saliendo de la lechucería y esperaba que la chica siguiera sus pasos - ¿Quizás una cruz y un poco de agua bendita para sacarme el demonio que llevo dentro? – benditas bromas no podría vivir sin ellas – ¿Cuándo me deshechice qué se supone que pasará? – y ahí iba a seguirle la corriente porque parecía mucho más entretenido.
Adair Brackminster- Mensajes : 402
Fecha de inscripción : 08/09/2012
Re: Disculpas
¿Se estaba riendo? ¿Por qué se estaba riendo? ¿Se estaba riendo de mi? Odiaba esas carcajadas cuando no les entendía la razón o cuando eran motivo para burlarse de mi, fruncí el entrecejo y me crucé de brazos por que yo no le encontraba ninguna gracia y así nos quedamos por unos momentos en lo que el fumaba.
Antes de que intentara seguir convenciéndolo, me tomó del hombro y me giró hacia la puerta para ir a Diagon. Sentí que se me quitaba un gran y enorme peso de encima, por que era mi amigo y me tenía muy preocupada, verlo entrar en razón me tranquilizó muchísimo y honestamente le agradecí internamente a Merlín de que permitiera que alguna de sus cabras volvieran del monte para que me escuchara.
Le sonreí falsamente y le quite la mano. Era un envenenado y todo, pero no me apetecía mucho que me tocara por que aún me enfurecía su rechazo, de hecho mi corazón todavía se sentía encogido y mi orgullo muy pero muy dolido. Comencé a caminar casi detrás de él con mucho cuidado para no ensuciar mis zapatos.
Eso, búrlate lo que quieras, ya me estarás rogando perdón cuando estés en tus cincos sentidos y, créeme, te va a costar muchísimo. Mínimo un diamante –trataba de ignorar lo que estaba diciendo, pero me era muy difícil por que era un cínico idiota.
O por que mejor no íbamos directamente con Immëndorff que seguramente se lo daría en menos de un segundo y con un poco de suerte expulsaba a su novia por que enamorar a alguien así era un delito (y uno muy grave, por cierto). Dejé de escucharlo y seguirlo cuando me preguntó qué se suponía que haríamos cuando ya no estuviera enamorado, no por que deseara ignorarlo con todo mi corazón sino por que casi me resbalo (y me mato) al pisar algo. Tuve que apoyarme en la pared.
Ay no… ay no…. ay no… ay no –iba a darme un infarto. Cerré los ojos y los medio entreabrí levantando el pie-. Calma, Marianne… es solo cosita de pajaro… respira… ¡Adair haz algo! –le grité por que él sabía que yo era una exagerada, siempre-. ¡Limpialo! ¡Limpialo!
Antes de que intentara seguir convenciéndolo, me tomó del hombro y me giró hacia la puerta para ir a Diagon. Sentí que se me quitaba un gran y enorme peso de encima, por que era mi amigo y me tenía muy preocupada, verlo entrar en razón me tranquilizó muchísimo y honestamente le agradecí internamente a Merlín de que permitiera que alguna de sus cabras volvieran del monte para que me escuchara.
Le sonreí falsamente y le quite la mano. Era un envenenado y todo, pero no me apetecía mucho que me tocara por que aún me enfurecía su rechazo, de hecho mi corazón todavía se sentía encogido y mi orgullo muy pero muy dolido. Comencé a caminar casi detrás de él con mucho cuidado para no ensuciar mis zapatos.
Eso, búrlate lo que quieras, ya me estarás rogando perdón cuando estés en tus cincos sentidos y, créeme, te va a costar muchísimo. Mínimo un diamante –trataba de ignorar lo que estaba diciendo, pero me era muy difícil por que era un cínico idiota.
O por que mejor no íbamos directamente con Immëndorff que seguramente se lo daría en menos de un segundo y con un poco de suerte expulsaba a su novia por que enamorar a alguien así era un delito (y uno muy grave, por cierto). Dejé de escucharlo y seguirlo cuando me preguntó qué se suponía que haríamos cuando ya no estuviera enamorado, no por que deseara ignorarlo con todo mi corazón sino por que casi me resbalo (y me mato) al pisar algo. Tuve que apoyarme en la pared.
Ay no… ay no…. ay no… ay no –iba a darme un infarto. Cerré los ojos y los medio entreabrí levantando el pie-. Calma, Marianne… es solo cosita de pajaro… respira… ¡Adair haz algo! –le grité por que él sabía que yo era una exagerada, siempre-. ¡Limpialo! ¡Limpialo!
Marianne Heard- Mensajes : 127
Fecha de inscripción : 30/10/2012
Re: Disculpas
Estaba haciendo cálculos mentales sobre el precio de un diamante, aproximando el valor de mercado, cuando escuchó el aleteo incesante de las lechuzas a sus espaldas provocado por el movimiento inesperado de Marianne cuando resbaló. Adair giró lentamente su cabeza, mirando a la chica apoyada en la pared justo por encima del hombro y ocultó una sonrisa tras un suspiro casi resignado, volteando todo su cuerpo para caminar hacia donde estaba ella.
No dijo nada mientras se acercaba a ella, la ayudó primero de todo a colocarse bien para que no cayera aunque la dejó con el pie levantado no fuera a ser que pisando el suelo el pie fuera a necrosarle por la cagada de lechuza. Eso sí, aguanto estoico la maldita carcajada que picaba contra su garganta instando a salir alta y sonora solo por ese punto histérico que mostraba Marianne ese día, parecía más una niña de alta sociedad y sangre pura.
– Ten cuidado, no te muevas… - puso un dedo en su labio, el índice, pidiendo que guardara silencio como si algo muy grave fuera a suceder si ella abría los labios para hablar. La miró fijamente e impregnando de seriedad su rostro. La faceta duró unos segundos e incluso movió las manos para enseñarle como debía mover el pecho para relajar su respiración – Si te mueves… - puso mala cara, la peor. Catástrofe, caos, destrucción. Entonces sacó la varita del bolsillo trasero de su pantalón, dejando el cigarrillo en sus labios para apuntar el calzado sucio de la chica y mencionar un fregotego.
– Pensaba que ibas a salir estallando por la mierda de lechuza. Es altamente combustible… - ahora, sí, sacando el humo y aguantando el cigarro con dos dedos empezó a descojonarse como si no hubiera mañana, tal como pasaba cuando eran pequeños y de un grano de arena, hacían toda una montaña - ¿Qué te pasa Marianne? Eres histérica por naturaleza pero hoy sobrepasas tus límites – y apoyandose en el umbral de la puerta, continuó tan divertido.
No dijo nada mientras se acercaba a ella, la ayudó primero de todo a colocarse bien para que no cayera aunque la dejó con el pie levantado no fuera a ser que pisando el suelo el pie fuera a necrosarle por la cagada de lechuza. Eso sí, aguanto estoico la maldita carcajada que picaba contra su garganta instando a salir alta y sonora solo por ese punto histérico que mostraba Marianne ese día, parecía más una niña de alta sociedad y sangre pura.
– Ten cuidado, no te muevas… - puso un dedo en su labio, el índice, pidiendo que guardara silencio como si algo muy grave fuera a suceder si ella abría los labios para hablar. La miró fijamente e impregnando de seriedad su rostro. La faceta duró unos segundos e incluso movió las manos para enseñarle como debía mover el pecho para relajar su respiración – Si te mueves… - puso mala cara, la peor. Catástrofe, caos, destrucción. Entonces sacó la varita del bolsillo trasero de su pantalón, dejando el cigarrillo en sus labios para apuntar el calzado sucio de la chica y mencionar un fregotego.
– Pensaba que ibas a salir estallando por la mierda de lechuza. Es altamente combustible… - ahora, sí, sacando el humo y aguantando el cigarro con dos dedos empezó a descojonarse como si no hubiera mañana, tal como pasaba cuando eran pequeños y de un grano de arena, hacían toda una montaña - ¿Qué te pasa Marianne? Eres histérica por naturaleza pero hoy sobrepasas tus límites – y apoyandose en el umbral de la puerta, continuó tan divertido.
Adair Brackminster- Mensajes : 402
Fecha de inscripción : 08/09/2012
Re: Disculpas
Siempre fui la niña más consentida que el jamás conocería en toda su vida, pero nunca fui lo caprichosa, berrinchuda y odiosa que podría esperarse de mí. Bueno, quizá no tanto, al menos no con él que había aprendido que si me ignoraba en mis arrebatos después era más fácil que me portara como la Marianne que él tanto quería y adoraba. Solo que a veces, especialmente cuando me ensuciaba con algo que me daba muchísimo asco, me perdía completamente.
Me mordí los labios para disimular las arcadas por que sentía que la boca se me humedecía, advirtiéndome lo que ya me parecía inevitable y lo dejé que me ayudara a acomodarme de manera que pudiera mantener el equilibrio recargada en la pared (en un pedazo que no estaba tan sucio, por cierto) y levanté la pierna. No me di cuenta de que lo mucho que estaba controlándose para no burlarse de mi por que yo ya estaba al borde de la histeria. No, creo que ya estaba histérica.
Oh… voy a vomitar, voy a vomitar. Adair, voy a vomitar –dije muy rápido como si fuera una clase de mantra que tuviera que repetir para evitarlo y no como si le estuviera advirtiendo.
Respiré como el me lo estaba diciendo y trate de mantener la calma, tuve que poner una mano en su hombro para no caerme pero al menos ya no sentía las falsas arcadas. En un segundo mi zapatito quedó tal cual como estaba, sin rastro de asquerosa suciedad ni nada.
Bajé un poquito la mirada, algo avergonzada la verdad.
No lo sé. Tú ya sabes que siempre me pongo así cuando pasan estas cosas, perdón -¿le pedí perdón acaso? ¿Qué me estaba pasando? Si yo no tenía la culpa de absolutamente nada.
Pero todo ya estaba solucionado y arreglado, bueno casi. Así que caminé hacia él y le sonreí con camaradería y lo tomé del brazo con mi humor un poquito mejorado por que salvarme la vida le daba muchos muchos muchos puntos.
Bueno ya, no te rías. No es gracioso –si lo era y mucho, incluso yo estaba sonriendo pero no me gustaba que se burlaran de mí-. Entonces… ¿vamos con el decano por uno de esos trasladores? ¿O ya no quieres ir? –le dije mirándolo pero al mismo tiempo guiándolo ya escaleras abajo.
Me mordí los labios para disimular las arcadas por que sentía que la boca se me humedecía, advirtiéndome lo que ya me parecía inevitable y lo dejé que me ayudara a acomodarme de manera que pudiera mantener el equilibrio recargada en la pared (en un pedazo que no estaba tan sucio, por cierto) y levanté la pierna. No me di cuenta de que lo mucho que estaba controlándose para no burlarse de mi por que yo ya estaba al borde de la histeria. No, creo que ya estaba histérica.
Oh… voy a vomitar, voy a vomitar. Adair, voy a vomitar –dije muy rápido como si fuera una clase de mantra que tuviera que repetir para evitarlo y no como si le estuviera advirtiendo.
Respiré como el me lo estaba diciendo y trate de mantener la calma, tuve que poner una mano en su hombro para no caerme pero al menos ya no sentía las falsas arcadas. En un segundo mi zapatito quedó tal cual como estaba, sin rastro de asquerosa suciedad ni nada.
Bajé un poquito la mirada, algo avergonzada la verdad.
No lo sé. Tú ya sabes que siempre me pongo así cuando pasan estas cosas, perdón -¿le pedí perdón acaso? ¿Qué me estaba pasando? Si yo no tenía la culpa de absolutamente nada.
Pero todo ya estaba solucionado y arreglado, bueno casi. Así que caminé hacia él y le sonreí con camaradería y lo tomé del brazo con mi humor un poquito mejorado por que salvarme la vida le daba muchos muchos muchos puntos.
Bueno ya, no te rías. No es gracioso –si lo era y mucho, incluso yo estaba sonriendo pero no me gustaba que se burlaran de mí-. Entonces… ¿vamos con el decano por uno de esos trasladores? ¿O ya no quieres ir? –le dije mirándolo pero al mismo tiempo guiándolo ya escaleras abajo.
Marianne Heard- Mensajes : 127
Fecha de inscripción : 30/10/2012
Re: Disculpas
No podía aguantarse la carcajada, la verdad, quisiera o no, Adair volvió a estallar en un par de sonoras risotadas antes de besar la cabeza de Marianne, hundiendo su risa en su cabello rubio para resultar menos ofensivo pero desde luego aquellos ataques histéricos eran el colmo de la comicidad.
- Es gracioso – susurró con voz más calmada y la respiración regular, acariciando con sus labios las hebras doradas de la muchacha antes de separarse para mirarla en los ojos, acomodando con la mano libre, el abrazo de su amiga para impedir que no cayera en la mierda de lechuza otra vez y entonces de desencadenara el Apocalipsis mundial en aquella misma lechucería.
Estaba poniendo un pie en la escalera cuando Marianne volvió a inquirir sobre el tema de la poción contra la amortentia y el traslador en el despacho del decano – Vamos a por esa solución pero solo para que veas que no estoy hechizado y todo son demencias tuyas transitorias.
Quitando la mano de Marianne de su brazo, la cargó en brazos para bajar las escaleras y reforzar de este modo la idea que era una señorita de sociedad que odiaba pisar mierdas pero también para evitar que la osada decidiera largarse tras su directa acusación. Iban a ir a por ese remedio si o sí, quisiera ella o no, ahora ya no había vuelta atrás pero para hacer ver que se equivocaba.
- ¿Sabes qué remedio sería más útil? – continuó hablando una vez llegaron al último escalón tras dejarla con cuidado en el suelo y sonriendo – Dejar tu orgullo de lado y hablar con Sofie, verás que estás equivocada en todos los sentidos – la tomó por la cintura para acercarla hacia él, una vez y firme – Me lo debes.
En realidad no sabía quien debía a quien porque estaba ahí para excusarse de su actuación en el Samhain, actuación de la que no tuvo decisión real pero bien la había besado y no como ella quería pero estaba claro que después de su conversación, Marianne también debía hacer algo por colaborar y mantener esa amistad.
- Es gracioso – susurró con voz más calmada y la respiración regular, acariciando con sus labios las hebras doradas de la muchacha antes de separarse para mirarla en los ojos, acomodando con la mano libre, el abrazo de su amiga para impedir que no cayera en la mierda de lechuza otra vez y entonces de desencadenara el Apocalipsis mundial en aquella misma lechucería.
Estaba poniendo un pie en la escalera cuando Marianne volvió a inquirir sobre el tema de la poción contra la amortentia y el traslador en el despacho del decano – Vamos a por esa solución pero solo para que veas que no estoy hechizado y todo son demencias tuyas transitorias.
Quitando la mano de Marianne de su brazo, la cargó en brazos para bajar las escaleras y reforzar de este modo la idea que era una señorita de sociedad que odiaba pisar mierdas pero también para evitar que la osada decidiera largarse tras su directa acusación. Iban a ir a por ese remedio si o sí, quisiera ella o no, ahora ya no había vuelta atrás pero para hacer ver que se equivocaba.
- ¿Sabes qué remedio sería más útil? – continuó hablando una vez llegaron al último escalón tras dejarla con cuidado en el suelo y sonriendo – Dejar tu orgullo de lado y hablar con Sofie, verás que estás equivocada en todos los sentidos – la tomó por la cintura para acercarla hacia él, una vez y firme – Me lo debes.
En realidad no sabía quien debía a quien porque estaba ahí para excusarse de su actuación en el Samhain, actuación de la que no tuvo decisión real pero bien la había besado y no como ella quería pero estaba claro que después de su conversación, Marianne también debía hacer algo por colaborar y mantener esa amistad.
Adair Brackminster- Mensajes : 402
Fecha de inscripción : 08/09/2012
Re: Disculpas
No se cómo paso, pero al parecer ambos ya nos habíamos medio olvidado de todo lo sucedido en el baile, el beso de hace ratito, su grosería y solo nos quedaba portarnos como siempre. No me había olvidado del Amortentia y si se volvía a dar el tema, seguiría defendiendo, obviamente, mi postura por que seguía creyendo que lo tenían bajo los efectos horribles del Amortentia.
Oh pero eres necio, te digo que no lo son…. Aaaaay –solté una carcajada por que me estaba cargando, lejos de enojarme o algo así por que siguiera terco con el tema. Pataleé un poquito pero como sentí que me caía no me quedó más remedio que abrazarlo con un brazo por el cuello para no caerme. Era un tonto, pero así lo quería.
Creo que si me interesaba saber cuál sería el mejor remedio, así que lo miré con curiosidad y ganas no me faltaron de carcajearme nuevamente.
¿Es en serio? –me reí falsamente y traté de deshacerme de su abrazo, así que lo empujé poquito pero no sirvió de nada-. No es justo Adair, sabes que voy a reírme… ay, suel-ta-me me estás apretando.
¿Yo? ¿Marianne Heard hablando con Sofie? Por favor, ¿de dónde había sacado semejante idiotez? ¿Cómo había cabido en su cabecita que iba a hacerlo? No dejaría de lado mi orgullo y mucho menos para perderlo con ella por que en realidad no había nada de que hablar. ¡Que me encadenaran por no querer a la novia de mi mejor amigo!
¿Si es en serio? –le pregunté dejando de hacer fuerza y mirandolo al rostro-. A ver, mírame a los ojos –tomé aire con sorpresa sin poderlo creer-. ¿Pero de qué voy a hablar con ella, por favor? No es necesario. Además, cariñito, yo no te debo absolutamente nada y lo sabes.
Por si le quedaba alguna duda puntualice con el dedo en su pecho, apretándolo
¿Qué me vas a comprar en Diagon? –dije cambiando el tema, parpadeando varias veces de manera lenta y exagerada para que no se pudiera negar (o también para que se riera), si, pero también para que no se fuera por la tangente.
Oh pero eres necio, te digo que no lo son…. Aaaaay –solté una carcajada por que me estaba cargando, lejos de enojarme o algo así por que siguiera terco con el tema. Pataleé un poquito pero como sentí que me caía no me quedó más remedio que abrazarlo con un brazo por el cuello para no caerme. Era un tonto, pero así lo quería.
Creo que si me interesaba saber cuál sería el mejor remedio, así que lo miré con curiosidad y ganas no me faltaron de carcajearme nuevamente.
¿Es en serio? –me reí falsamente y traté de deshacerme de su abrazo, así que lo empujé poquito pero no sirvió de nada-. No es justo Adair, sabes que voy a reírme… ay, suel-ta-me me estás apretando.
¿Yo? ¿Marianne Heard hablando con Sofie? Por favor, ¿de dónde había sacado semejante idiotez? ¿Cómo había cabido en su cabecita que iba a hacerlo? No dejaría de lado mi orgullo y mucho menos para perderlo con ella por que en realidad no había nada de que hablar. ¡Que me encadenaran por no querer a la novia de mi mejor amigo!
¿Si es en serio? –le pregunté dejando de hacer fuerza y mirandolo al rostro-. A ver, mírame a los ojos –tomé aire con sorpresa sin poderlo creer-. ¿Pero de qué voy a hablar con ella, por favor? No es necesario. Además, cariñito, yo no te debo absolutamente nada y lo sabes.
Por si le quedaba alguna duda puntualice con el dedo en su pecho, apretándolo
¿Qué me vas a comprar en Diagon? –dije cambiando el tema, parpadeando varias veces de manera lenta y exagerada para que no se pudiera negar (o también para que se riera), si, pero también para que no se fuera por la tangente.
Marianne Heard- Mensajes : 127
Fecha de inscripción : 30/10/2012
Re: Disculpas
Encogió repetidamente sus hombros porque no sabía los temas que podían tratarse en una reunión de chicas, él solía hablar con sus amigos o incluso con Marianne de Quidditch pero ya, conversaciones de chicas que sienten un odio irracional la una por la otra (no sabía que opinaba Sofie pero igual) ya salía de sus conocimientos globales. Igual inclinó su rostro hacia ella para susurrar un – Me debes todo – aunque no estaba seguro cuanto abarcaba el “todo”, en verdad, era una cosa bidireccional por la amistad curtida en años, Adair haría cualquier cosa por la rubia y creía que ella también tenía la obligación de cumplir como deber.
- ¿Comprarte qué? – añadió aguantando la carcajada, besando su frente y soltándola para emprender de nuevo el paso, metiendo las manos en el bolsillo tomando el desvió hacia el despacho de los profesores – Depende como te portes, Marianne – ahora si río y espero a su amiga para pasar un brazo por encima de los hombros, achuchándola hacia él, agradecido por haber solventado sus diferencias y poder otra vez retomar esa confianza que tenían antes de toda la mierda del Samhain. Esa era la relación que mantenía con ella, peleas, discusiones y reconciliarse – Entonces no vas a hablar con Sofie para solventar tus diferencias con ella – saludó a un par de compañeros de carrera cuando cruzaron los terrenos en dirección hacia el despacho de los decanos, esperaba no tener que ir hasta Diagón y que Immëndorff tuviera el dichoso remedio para la poción porque no tenía ganas de gastarse galeones en todos los caprichos de la rubia (Tal vez alguno que ya andaba bajo mínimos económicos).
- Bien, ¿qué piensas decirle al decano? – ya estaban cerca y necesitaba saber que cojones iba a decirle al alemán porque Sofie ya tenía problemas desde el Samhain con el decanato por estar en el comité organizador y solo faltaba una acusación de ese calibre por parte de Marianne para terminar de poner la guinda al pastel. De todos modos, Adair veía en el decano alguien serio como para atender idioteces, capaz y Marianne se ponía en un problema – Porque mejor… no… - miró a Marianne y detuvo el paso - ¿sabes donde esta el aula de pociones? Nos colamos y buscamos el remedio, no será tan difícil, solo hechizar una puerta y hurgar entre botes.
- ¿Comprarte qué? – añadió aguantando la carcajada, besando su frente y soltándola para emprender de nuevo el paso, metiendo las manos en el bolsillo tomando el desvió hacia el despacho de los profesores – Depende como te portes, Marianne – ahora si río y espero a su amiga para pasar un brazo por encima de los hombros, achuchándola hacia él, agradecido por haber solventado sus diferencias y poder otra vez retomar esa confianza que tenían antes de toda la mierda del Samhain. Esa era la relación que mantenía con ella, peleas, discusiones y reconciliarse – Entonces no vas a hablar con Sofie para solventar tus diferencias con ella – saludó a un par de compañeros de carrera cuando cruzaron los terrenos en dirección hacia el despacho de los decanos, esperaba no tener que ir hasta Diagón y que Immëndorff tuviera el dichoso remedio para la poción porque no tenía ganas de gastarse galeones en todos los caprichos de la rubia (Tal vez alguno que ya andaba bajo mínimos económicos).
- Bien, ¿qué piensas decirle al decano? – ya estaban cerca y necesitaba saber que cojones iba a decirle al alemán porque Sofie ya tenía problemas desde el Samhain con el decanato por estar en el comité organizador y solo faltaba una acusación de ese calibre por parte de Marianne para terminar de poner la guinda al pastel. De todos modos, Adair veía en el decano alguien serio como para atender idioteces, capaz y Marianne se ponía en un problema – Porque mejor… no… - miró a Marianne y detuvo el paso - ¿sabes donde esta el aula de pociones? Nos colamos y buscamos el remedio, no será tan difícil, solo hechizar una puerta y hurgar entre botes.
Adair Brackminster- Mensajes : 402
Fecha de inscripción : 08/09/2012
Re: Disculpas
¿Todo? Lo miré con socarronería, poniéndole a propósito todo el doble sentido que aquella frase tenía. Podía darle todo, pero el no se aguantaba y lloraba, ya estaba comprobadísimo. Sí, quizá tenía razón y le debía muchas cosas, tal vez hasta dinero y ropa, pero eso era una deuda aparte de la que teníamos justo en ese momento. Además, todavía no estaba del todo segura sobre lo que quería que hiciera (cosa que, de todas maneras no iba a hacer).
Mmm… ¿qué tal unos zapatitos nuevos? O tal vez un sombrero, me pregunto cómo me vería con sombrero. Ya sé, podrías comprarme un collar, todavía me debes mi regalo de cumpleaños y no creas que se me olvida –comencé a parlotear mientras avanzábamos al campus, le sonreí y lo abracé por la cintura. Si yo siempre me portaba bien, era un angelito.
Negué con la cabeza. No había diferencias que arreglar con ella por que no existían y por que yo ni siquiera la conocía formalmente, la ubicaba de vista pero hasta ahí, me vería bastante loca si la interceptaba para hablarle de mis cosas, seguramente pensaría que hablaba incoherencias y me acusaría de loca.
Entonces me sentí un poco ridícula por que no sabía muy bien qué tenía que decirle al decano. Obviamente estaría demasiado ocupado y sería muy imprudente que lo interrumpiesemos con mis tonterías, pero era tan orgullosa que si me creía capaz de hacerlo con tal de molestar a Adair y hacerlo creer que todavía creía fervientemente en todo lo que le había dicho.
Bueno, como quieras. De todas formas yo se preparar el antídoto, deben tener uno por ahí. Supe que hicieron una práctica hace poco con sustituto de bezoar.
Le contesté modosita por que me había salvado de una, cada paso hacia la oficina del decano Immëndorff me estaba poniendo más y más nerviosa, aunque nunca lo iba a admitir.
Si resulta que no estabas hechizado, te prometo no hablar más de tu novia… tanto, igual va a seguir cayéndome gorda. Tu no la viste, pero estaba coqueteando con Bird… y, ash, no importa.
Adair sabía cuánto me dolía la indiferencia y el odio infantil que me tenía el chico Stone, también había estado ahí para aguantar todo mi drama. Y aunque ya habían pasado muchísimo tiempo, todavía seguía sintiendo algo por él. Por eso, además de que era la novia de Adair, no soportaba a Sofie.
Llegamos al aula de pociones, a la que ni siquiera había visitado por que era casi completamente ajena a mi carrera y creo que solo la usariamos en el siguiente semestre como complemento de primeros auxilios.
¿Estás seguro de que podemos estar aquí?
Mmm… ¿qué tal unos zapatitos nuevos? O tal vez un sombrero, me pregunto cómo me vería con sombrero. Ya sé, podrías comprarme un collar, todavía me debes mi regalo de cumpleaños y no creas que se me olvida –comencé a parlotear mientras avanzábamos al campus, le sonreí y lo abracé por la cintura. Si yo siempre me portaba bien, era un angelito.
Negué con la cabeza. No había diferencias que arreglar con ella por que no existían y por que yo ni siquiera la conocía formalmente, la ubicaba de vista pero hasta ahí, me vería bastante loca si la interceptaba para hablarle de mis cosas, seguramente pensaría que hablaba incoherencias y me acusaría de loca.
Entonces me sentí un poco ridícula por que no sabía muy bien qué tenía que decirle al decano. Obviamente estaría demasiado ocupado y sería muy imprudente que lo interrumpiesemos con mis tonterías, pero era tan orgullosa que si me creía capaz de hacerlo con tal de molestar a Adair y hacerlo creer que todavía creía fervientemente en todo lo que le había dicho.
Bueno, como quieras. De todas formas yo se preparar el antídoto, deben tener uno por ahí. Supe que hicieron una práctica hace poco con sustituto de bezoar.
Le contesté modosita por que me había salvado de una, cada paso hacia la oficina del decano Immëndorff me estaba poniendo más y más nerviosa, aunque nunca lo iba a admitir.
Si resulta que no estabas hechizado, te prometo no hablar más de tu novia… tanto, igual va a seguir cayéndome gorda. Tu no la viste, pero estaba coqueteando con Bird… y, ash, no importa.
Adair sabía cuánto me dolía la indiferencia y el odio infantil que me tenía el chico Stone, también había estado ahí para aguantar todo mi drama. Y aunque ya habían pasado muchísimo tiempo, todavía seguía sintiendo algo por él. Por eso, además de que era la novia de Adair, no soportaba a Sofie.
Llegamos al aula de pociones, a la que ni siquiera había visitado por que era casi completamente ajena a mi carrera y creo que solo la usariamos en el siguiente semestre como complemento de primeros auxilios.
¿Estás seguro de que podemos estar aquí?
Marianne Heard- Mensajes : 127
Fecha de inscripción : 30/10/2012
Re: Disculpas
Nuevamente encogió los hombros ante la mención de Marianne del lío de Bird y Sofie, sería muy hipócrita por su parte meter mierda contra ellos cuando él mismo había terminado hecho un sátiro entre tanta mujer guapa en el Samhain. Adair tachaba la fiesta como un accidente y todos en mayor o menor medida habían sucumbido a los efectos de la droga, así era su perspectiva tras hablar detenidamente con su novia a la mañana siguiente y Marianne debía entender eso, no podía estar toda la vida a expensas del cariño de Bird.
- ¿Pone algún cartel que diga “prohibida la entrada a Marianne y Adair”? – se mofó con toda la infamia del mundo, sacando la varita del bolsillo trasero de su pantalón y haciendo una señal a la chica para que cubriera su posición mientras hechizaba el pomo, solo que cuando fue a cogerlo, la puerta cedió y el supuesto asalto a propiedad privada de la facultad de Ogmios quedó en un intento sin fundamento, mierda, ¿podía entrar todo hijo de vecino o qué? – Nos invitan.
Un gesto con la cabeza y se adentro en la oscura y silenciosa aula. Suspiro pesadamente antes de buscar a tientas con la mano derecha el aplique para dar a la luz y cuando se hizo, tuvo que parpadear un par de veces para acostumbrarse a la intensa luz – No tengo ni puta idea de qué lleva el remedio – no, él y las pociones no eran buenos amigos, había aprobado por los pelos y gracias con ayuda en Hogwarts. ¿Qué si seguía el clásico cliché sobre la estupidez de los jugadores? Pues en ese aspecto sí pero más que por ignorancia se trataba de pereza, no veía algo práctico para él (habiendo otras personas que ejercían su oficio por él ) toquetear potecitos para crear mejunjes. ¿Los típicos para las heridas? Sí pero ya, no pasaba de los primeros auxilios en Quidditch, cosas más complejas como el remedio para la amortentia, no.
Empezó a caminar por el aula hasta una estanteria donde escudriñó los distintos ingredientes y tomó con una mano un frasco con ojos de rana que habían por allí, conservándose en formol - ¿Necesitamos esto? – puso el pote antes las narices de su amiga como un crío que pretende buscar las cosquillas a su hermana – ¿O quizás necesites colas de rata? Busco los ingredientes y tu cocinas como buena mujer que cuida de su marido.
- ¿Pone algún cartel que diga “prohibida la entrada a Marianne y Adair”? – se mofó con toda la infamia del mundo, sacando la varita del bolsillo trasero de su pantalón y haciendo una señal a la chica para que cubriera su posición mientras hechizaba el pomo, solo que cuando fue a cogerlo, la puerta cedió y el supuesto asalto a propiedad privada de la facultad de Ogmios quedó en un intento sin fundamento, mierda, ¿podía entrar todo hijo de vecino o qué? – Nos invitan.
Un gesto con la cabeza y se adentro en la oscura y silenciosa aula. Suspiro pesadamente antes de buscar a tientas con la mano derecha el aplique para dar a la luz y cuando se hizo, tuvo que parpadear un par de veces para acostumbrarse a la intensa luz – No tengo ni puta idea de qué lleva el remedio – no, él y las pociones no eran buenos amigos, había aprobado por los pelos y gracias con ayuda en Hogwarts. ¿Qué si seguía el clásico cliché sobre la estupidez de los jugadores? Pues en ese aspecto sí pero más que por ignorancia se trataba de pereza, no veía algo práctico para él (habiendo otras personas que ejercían su oficio por él ) toquetear potecitos para crear mejunjes. ¿Los típicos para las heridas? Sí pero ya, no pasaba de los primeros auxilios en Quidditch, cosas más complejas como el remedio para la amortentia, no.
Empezó a caminar por el aula hasta una estanteria donde escudriñó los distintos ingredientes y tomó con una mano un frasco con ojos de rana que habían por allí, conservándose en formol - ¿Necesitamos esto? – puso el pote antes las narices de su amiga como un crío que pretende buscar las cosquillas a su hermana – ¿O quizás necesites colas de rata? Busco los ingredientes y tu cocinas como buena mujer que cuida de su marido.
Adair Brackminster- Mensajes : 402
Fecha de inscripción : 08/09/2012
Re: Disculpas
Rodé los ojos en un intento de armarme de paciencia por que Adair era un idiota. Pues no, no había ningún letrero ahí que nos prohibiera la entrada precisamente a los dos pero él sabía bien a lo que me refería. Lo peor es que no sabía si yo era igual o peor que él en seguirle la corriente. Me puse espalda con espalda a él, para cubrirlo por si alguien llegaba, mirando de reojo cómo abría la puerta para que no me dejara fuera pareciendo una loca.
Entre primero y me detuve muy cerca de la puerta. Por alguna razón me imaginaba Pociones igual que el aula de Hogwarts, pero no podía estar más equivocada. Esto era una especie de laboritario pero era oscuro y tenía muchísimos frascos, era difícil de describir.
Me asusta estar aquí –dije en un susurro por que por alguna razón ese lugar me pareció más una especie de lugar sagrado o algo así al que había que tenerle respeto-. Siento que se me van a aparecer los fantasmas de los alumnos que no pasaron o algo así…. Ay mis ojos –me quejé por que no me avisó que iba a prender la luz y tuve que parpadear un par de veces.
Comencé a caminar hacia una de las mesas que tenían ya calderos incluidos y cositas para poner los fuegos portátiles por que tenían frascos en ellas, así que comencé a esculcar su contenido. Había bichos muertos, bichos medio muertos y bichos que todavía se movían, sustancias viscosas y plantas. Yo era más como Adair, prefería saber para qué era una poción y comprarla en el mercado sin arriesgarme a efectos colaterales por haberla hecho mal.
Me encogí de hombros por que yo si sabía que llevaba, más o menos. Parecía que Pociones lo había pasado en avión y de noche, pero cosas como esa jamás se olvidan por que son típicas de una niña en pijamaza.
Mmm, déjame ver –no traía mis lentes, así que no veía nada pequeño y tuve que entrecerrar un poco los ojos para poder enfocar bien-. ¿Son ojos de rana? Si son ojos de rana si.
Lo miré con seriedad. ¿Era en serio? Cómo el niño que creció rodeado de puras hermanas podía ser así de machista, más cuando ninguna de ellas se apiadaba de él para arreglarle los botones o cosas del estilo.
Resulta, cariño, que tú mujer no está aquí y yo no soy tu cocinera. Ni siquiera se cocinar un huevo, así que… tú la haces y yo te superviso.
Lo máximo que le había preparado a Adair en mi vida era un rico, suculento y delicioso pastel de lodo que luego me había arrojado a la cara, el muy ingrato. Tomé un par de ingredientes y se los puse en frente, también le puse agua al caldero y lo encendí. Era una jugadora de quidditch, por Merlín, no una pocionista ni una ama de casa.
¿Por qué no fuimos a comprarlos a Diagon? No.. no le eches eso.. ay ya se lo pusiste. A ver si no la echaste a perder. –me senté en la mesa y crucé las piernas en posición de loto .
Entre primero y me detuve muy cerca de la puerta. Por alguna razón me imaginaba Pociones igual que el aula de Hogwarts, pero no podía estar más equivocada. Esto era una especie de laboritario pero era oscuro y tenía muchísimos frascos, era difícil de describir.
Me asusta estar aquí –dije en un susurro por que por alguna razón ese lugar me pareció más una especie de lugar sagrado o algo así al que había que tenerle respeto-. Siento que se me van a aparecer los fantasmas de los alumnos que no pasaron o algo así…. Ay mis ojos –me quejé por que no me avisó que iba a prender la luz y tuve que parpadear un par de veces.
Comencé a caminar hacia una de las mesas que tenían ya calderos incluidos y cositas para poner los fuegos portátiles por que tenían frascos en ellas, así que comencé a esculcar su contenido. Había bichos muertos, bichos medio muertos y bichos que todavía se movían, sustancias viscosas y plantas. Yo era más como Adair, prefería saber para qué era una poción y comprarla en el mercado sin arriesgarme a efectos colaterales por haberla hecho mal.
Me encogí de hombros por que yo si sabía que llevaba, más o menos. Parecía que Pociones lo había pasado en avión y de noche, pero cosas como esa jamás se olvidan por que son típicas de una niña en pijamaza.
Mmm, déjame ver –no traía mis lentes, así que no veía nada pequeño y tuve que entrecerrar un poco los ojos para poder enfocar bien-. ¿Son ojos de rana? Si son ojos de rana si.
Lo miré con seriedad. ¿Era en serio? Cómo el niño que creció rodeado de puras hermanas podía ser así de machista, más cuando ninguna de ellas se apiadaba de él para arreglarle los botones o cosas del estilo.
Resulta, cariño, que tú mujer no está aquí y yo no soy tu cocinera. Ni siquiera se cocinar un huevo, así que… tú la haces y yo te superviso.
Lo máximo que le había preparado a Adair en mi vida era un rico, suculento y delicioso pastel de lodo que luego me había arrojado a la cara, el muy ingrato. Tomé un par de ingredientes y se los puse en frente, también le puse agua al caldero y lo encendí. Era una jugadora de quidditch, por Merlín, no una pocionista ni una ama de casa.
¿Por qué no fuimos a comprarlos a Diagon? No.. no le eches eso.. ay ya se lo pusiste. A ver si no la echaste a perder. –me senté en la mesa y crucé las piernas en posición de loto .
Marianne Heard- Mensajes : 127
Fecha de inscripción : 30/10/2012
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