de ratas y otros bichos-libros

Si no terminaba mil veces en la biblioteca en un día, Othilia perdía esencia. Había cenado sola en el comedor, aprovechando las pausas entre mordisco y mordisco para escribir dos cartas: una a su madre y abuelos en conjunto porque entre ellos no había distinciones; otra mucho más personal para su padre, donde contaba diversas cosas pero omitiendo su encuentro con Holland, quería explicar todo aquello a un nivel más personal pero eso solo pasaría en las vacaciones de Navidad, ahora estaba toda la familia demasiada ajetreada para recibir una visita aunque fuera semanal.

Guardó las cartas en su cartera de cuero de dragón, pensando en ir hasta la lechucería antes de ir a dormir pero recordó que había dejado pendiente recoger un libro en la biblioteca y las cartas podían demorarse pero no aguantaría que alguien tomara la iniciativa para arrebatarle el tomo que ella deseaba leer, era bastante celosa con sus cosas (aunque no fueran suyas estrictamente). Sin correr pero apurando el paso, llegó hasta la biblioteca e iba a encarar las escaleras que subían hacia ella cuando topó de cara e inesperadamente con Charles.

Quedó quieta, miró a su prometido con algo de sorpresa pero sin chispa de emoción y tras soltar un suspiro, acomodó su pelo rubio platino tras la oreja – Buenas noches - primero la educación aunque odiaba encontrárselo por cada esquina, bueno no exactamente odio pero se veía como una de esas prometidas que iban locas tras sus futuros esposos y ella no era así, no quería crearle falsas esperanzas a Charles que parecía vivir entregado a su matrimonio o quizás más predispuesto que ella a vestirse de novia, tenía otras cosas en la cabeza que complacer a sus abuelos.

Sin poder evitar clavó los ojos en los dos libros que descansaban en las escaleras y apretó los labios cuando comprobó que uno de ellos era el que quería. No iba a pedírselo ni a montar escándalo pero… estaba histérica por dentro – Mejor me regreso a la habitación – soltó un profundo suspiro y volteó sobre sus zapatos aunque en ese momento, la cartera de cuero se resbaló de su mano para terminar cayendo en el suelo, abriéndose para su mal y desparramando sus apuntes. En alto no maldijo pero se agachó para empezar a recogerlos con cara de pocos amigos.

¿Qué que carajos hacía ella en la biblioteca a esas horas? Pues… no había llegado allí por casualidad y tampoco iba a buscar libros, era un poco más complicado. Durante la hora de la cena, la pelirroja, inquieta como siempre, se había aproximado a uno de sus amigos, de los a veces tenían un poco de marihuana con la que alegrarle a uno la vida. Aquello habría quedado en un encuentro amistoso y normal, como siempre, de no ser porque se le había olvidado completamente que tenía como una deuda millonaria (ni tanto, serían cinco o diez galones, pero igual le daba al tipo eso que mil) con él… cuando lo saludó tranquilamente él se pensó que iba a pagarle y después de ya demasiado tiempo y la insinuación de la chica de que quería comprarle más (y pagárselo en otro momento porque hasta dentro de tres días no volvía a casa y cogía fondos y demás) pues ahí empezaron los problemas, él le dijo que sí, muy bien y muy bonito, la sacó del comedor para hacer como que le iba a dar y entonces empezó a amenazarle bastante cabreado, sacaron varitas, el tipo le lanzó un conjuro que la dejó sin voz y ella, sintiendo que así no habría modo de ganar, echó a correr tacones y todo incluido.


Y si, había corrido como loca hasta que le dio esquinazo, encontrando la biblioteca como el lugar más “adecuado” para, entre libro y estante, mantenerse por un rato escondida, al fin y al cabo ¿Quién iba a buscarla allí? Pasó un rato, no demasiado largo pero si el suficiente como para que pensara que ya podía volver a su dormitorio, buscar a alguna amiga y aprovechar para pedirle prestado el dinero y evitar otro lío como el de hacía un rato, pero claro, oyó voces, y estaban en su camino de salir de allí, se pensó si cruzarse con ellos o no, pero decidió que ya había huido bastante por ese rato y simplemente salió de allí, carraspeando por si los pillaba en posición comprometida y entonces vio quienes eran. Charles, tan… bueno, joder, tan guapo como siempre y una rubia a la que no conocía de nada, literalmente hablando.

-Buenas no… – y ahí que se le calló todo a la rubita, solo por no ser mala sangre fue ella, pues le pillaba cerca, la primera que se agachó para ayudarla. Llegaba a saber quién era y como era y ni de lejos lo habría hecho -que mal… espero que no se te desordene todo.

Así de agradable y todo aún sabiendo (más o menor por encima) como era Charles, ni pensó que su amiga podría ser como él.

Dejando escapar un suspiro, empezó a recolectar todos sus pergaminos esparcidos sin orden por el suelo. La mano de Othilia se retiró automáticamente cuando al ir a recoger un pergamino sobre cooperación mágica internacional, una mano se cruzó en su camino. La holandesa levantó la vista pensando que era Charles (incluso tenía el comentario perfecto) pero en lugar de su prometido encontró el rostro de una muchacha, enmarcado por una melena pelirroja. Regresó la mirada hacia sus papales sin abrir la boca para responder a la pelirroja, había sido un comentario un tanto estúpido teniendo en cuenta que cada pergamino tomaba ya su dirección e igual reconocía quien era. No su nombre o su apellido, no era vidente pero Othilia disfrutaba de memoria eidética, recordaba exactamente que había visto el fulgor de su cabello rojizo acompañando a su supuesto primo.

- Puedo yo sola – añadió para no faltar a la educación aunque guardó el “gracias”. Tomó el pergamino que la chica tenía en las manos con algo de brusquedad y añadió el folio a la enorme columna que debería estar bien guardada en la mochila marrón aunque primero cercioró que las dos cartas con asuntos personales estaban en un bolsillo bien cerrado en el interior, era bastante meticulosa con esas cosas, más, si una era para su padre y conocía con exactitud cuales serían los inconvenientes sobre que alguien encontrara dicha carta. La pregunta de Charles solo hizo que Othilia recogiera las cosas entre sus manos, su cartera y se pusiera en pie, alisando con una mano y como podía su falda para evitar enseñar algo de más.

Ya que la echaba junto a la pelirroja, no podía discutirle si tenía la llave del lugar en su posesión, fue hacia afuera para dejar su cartera encima de un banco pintado en verde. Tomó asiento, dejando la columna de pergaminos en su falda y dispuso su atención a ponerlos en orden, uno a uno, antes de irse, no podía vivir con una cartera en caos, era superior a sus fuerzas – Venía a buscar un libro pero antes de entrar ya sabía que me tenía que ir - y la mirada que dedicó a los libros que Charles dejaba bajo el brazo dejaba claro que ahí estaba su preciado volumen.

La intención inicial de Othilia era dejar pasar por alto cualquier conversación ajena a la tarea relacionada con ordenar los apuntes que tenía encima de su túnica pero no pudo evitar alzar la cabeza y poner sus ojos azules, fríos y lacerantes, sobre la pelirroja cuando empezó a tratar con demasiadas confianzas a Charles. ¿Qué hacía Luttrell hablando con una liberalucha de su calaña? Porque no había que ser una erudita en la materia para sumar uno más uno y si “esa”, a carencia de nombre, acompañaba jovialmente a su primo (el engendro creado entre su tío y una mugrienta sangre sucia) a fiestas populares, no existía margen de error.

Tuvo que apelar a su autocontrol para evitar colocar una mueca de asco cuando la tipa se dirijo a ella usando un mero “a ti no te conozco”. No, ni falta hacía conocerla, Othilia no tenía ganas ni esfuerzo de congeniar con gente que no fuera de su círculo social (y aún esos, costaba ponerse en modo social y amable). Miró a Charles buscando alguna explicación verbal, no valía una mirada que digiera “más tarde te pongo el día” pero la holandesa solo obtuvo una presentación formal cosa que la hizo más enojar. Regresó sin tan siquiera confirmar las palabras del chico a su reorganización de los pergaminos, lanzando golpe de varita aquí y allí.

En su aislamiento mental, Charles volvió a captar su atención y Othilia levantó de nuevo la mirada para ponerlo primero en los ojos claros de su prometido e ir paulatinamente bajando hacia los libros que mostraba el chico, uno a uno y con toda la malicia de saber que tenía algo que ella deseaba. Estuvo a nada pero nada de ponerse en pie, caminar hasta él y lanzarle una sonora bofetada como solía hacer cuando algo no cuadraba en su relación, solo por la insolencia de atreverse a jugar con algo tan serio como su futuro profesional pero había prometido contenerse y no cachetearle nunca más así por tanto se guardó bien el gesto y a cambió apretó los labios.

Guardó aún más la compostura, pese a ese “tu Ebba necesitabas algún libro?” y no supo porque pero esta vez si tuvo que tragar una larga bocanada de aire antes de dejar los apuntes encima de la cartera marrón para ponerse en pie y caminar hacia dónde estaban la pareja con cuidado de no acercarse mucho a Prewett para evitar desagradables contactos fortuitos – Sabes bien cual quiero – el comentario fue dicho con enojo y malicia, bilis es lo que tenía en la boca, porque no gustaba las confianzas existentes entre aquellos dos. Territorialmente tomó el libro de la mano de Charles, fue brusco el gesto y rápido, demasiada fuerza para el débil cuerpo de Othilia pero apresó el ejemplar en sus manos y en cambio de regresarse al banco donde estaba el resto de sus cosas se quedó justo donde estaba al lado del muchacho eso sí, sin abrir la boca, solo ojeando el libro.

Estaba bien que Luttrell hiciera de mediador, porque la rubia parecía totalmente incapaz de mirarla sin poner mueca de asco, o simplemente parecía totalmente incapaz de no poner cara de asco en general ¿se había comprado una buena colonia con olor a mierda para que aquella expresión le saliera tan jodidamente natural? Ella juraría que sí, no había otra respuesta posible, o sea, si por la pelirroja fuera se acercaría a olisquearla solo para comprobar que no se estaba volviendo loca con esas suposiciones, pero no había modo de hacer aquello sin llegar a parecer una auténtica loca de campeonato.

Iba a soltar un escueto “encantada”. Así, modo falsa, porque la rubia se veía que no iba a congeniar con ella, no tenían ni un cuarto de pelo rubio en esa cabecita que le pareciera simpático o agradable… En fin, que al ver que ella no dijo nada simplemente se encogió de hombros, miró al muchacho y suspiró de la manera más disimulada posible. No tenía ni humor ni ganas de intentar discutir con Othilia de falta de cortesía y educación, porque tenía suficientes como para discutirle.

Después simplemente miró a lo lejos, a su alrededor, un lado, otro, seguía un poco preocupado por el lio que le había hecho estar en la biblioteca a esas horas, si se iba podría terminar metida en un lío de ser encontrada antes de ver a alguna amiga para que le dejase el dinero, si no fuera por eso ya se habría largado tranquilamente, y estaba claro que ellos dos se conocían bien y que todo ese tipo de cosas, y aunque ella pudiera llegar a “sobrar” ahí esperaría un poco más, solo por asegurarse.

–En realidad solo estaba ahí escondida tranqu… – enarcó una ceja, o sea, ignoraba a Charles todo el rato que ella quería, lo miraba mal y raro y ahora que le era ELLA la que estaba hablando tenía que llegar, ponerse a su lado, interrumpir su frase con aquella tan mal dicha, y además, ponerse un tanto violenta con sus gestos ¿Qué le pasaba a aquella desquiciada? Ya sabía donde decirle a Leonor que buscara su escoba perdida, en el trasero de van Lieshout. Suspiró y al ver cómo ni una mirada se ganaba por haber sido interrumpida miró bastante peor a la rubia que ahora parecía completamente concentrada en su lio –supongo que la educación no está de moda – se encogió de hombros y se abrazó a si misma un poco más en la capa, pues ahí fuera refrescaba un poco más que en la biblioteca –solo decía que estaba ahí escondida por un rato, ya sabes, peleas estúpidas y demás, no tienes que preocuparte por buscarme nada, pero eres muy amable, Charles.

Si, ahora su nombre lo dijo con la boca llena, satisfecha ¿le molestaba aquello a la rubia como había parecido hacerlo todo el rato? Mejor. MEJOR.

–Por cierto, si volvemos a entrar en lugar de quedarnos aquí fuera, por… diez minutos más, como que me harías un favor, ya va a cerrar el comedor y no quiero cruzarme con esa gente de vuelta a Arianrhod.

Si, estaba pidiéndole un favor, no eran amigos (casi) y quizás la dejaba ahí y se largaba de mano de la rubia, pero igual le daba, si hacía eso, ella con sus propios recursos se largaría a otra parte, si no lo hacía, pues con algo de suerte Othilia se molestaba aún un poquito más.