Sombras chinescas [Libre]

Varios meses habían transcurrido y sólo quedaba en evidencia que el tiempo no lograba borrar lo sucedido: el secuestro continuaba siendo un tema relevante y recurrente. Venus era frecuentemente abordada por magos y brujas manifestando tanto su preocupación como gozo de que el terrible suceso haya tenido un final agradable, aunque algunos probablemente más motivados por el chisme en sí. En Brigantia no era menos distinto, una atención más disimulada se le seguía confiriendo al incidente, si bien al menos ya no se le acercaban para conocer los detalles, definitivamente Venus continuaba levantando más miradas de las habituales a donde quiera que ella fuere. Su padre incluso comenzó a mostrarse más atento y mandaba lechuzas casi a diario para comunicarse con ella. Venus ya había llegado al punto de la irritación debido a todo esto, pero como siempre, lograba mantener buena cara y proseguir con su actuación.

Aquella tarde sacó un gran libro sobre Oclumancia de la biblioteca y se internó en los bosques en busca de un claro que había descubierto a su llegada a Brigantia, éste se encontraba remotamente escondido, por lo que solía ir ahí para descansar o simplemente para disfrutar de un poco de privacidad. Sentada sobre la espesa y fresca hierba logró avanzar cuatro largos capítulos del tomo que leía pero había otra cosa que ocupaba su mente. Abandonó la lectura y por unos minutos se dedicó a contemplar el crepúsculo violáceo que se ceñía a su alrededor y alzando su rostro hacia el cielo, recibió la tenue luz de las primeras estrellas. Pero la calma no reinaba completamente su interior.

Se puso de pie, sacó la varita del bolsillo de su abrigo para luego apuntar al cielo y conjurar a su patronus; un bello y fulgurante abraxan partía agitando sus alas unos momentos más tarde, acarreando un mensaje para Per Alechinsky. Necesitaba hablar con él lo más pronto posible, pero se prometió tener paciencia.

Teniendo nada más que hacer por ahí, finalmente decidió volver al castillo; tomó el libro e iluminó su camino de vuelta con la varita. Unos minutos más tarde se encontraba ya cerca de los lindes del bosque.

No era raro que anduviera mucho por el bosque, generalmente iba por ahí a estudiar porque se acomodaba mejor que en el silencio turbio de la enorme biblioteca Brigante. Lo único malo era que por lo general el estudio terminaba pasando a segundo plano porque siempre encontraba algo más interesante que hacer. Que si encontrar a una mamá pato, o si descubrir alguna especie animal extraña, o encontrarse con alguna persona a la que hacía mucho que no veía, como fue el caso en ese día.

Llevaba bajo el brazo su ejemplar de “Derecho Mágico y Poder” que la tenía tan confundida y tan entusiasmada a la vez últimamente. Tenía varios apartados que le indicaban que el autor, Nino Reck, era decididamente purista y ya tenía muchas ganas de debatir acerca de ello en la siguiente clase de Nikonov, además de poner en tela de juicio algunos párrafos. Y en eso pensaba cuando a la distancia vio a una chica que le pareció tremendamente familiar.

Ya sabía que Venus estaba en la universidad, pero había tantas personas que sinceramente, era difícil dar con todas cuando se requería. Y bueno, sinceramente Pearlie intentaba evitar a “todo ese círculo”, porque como no sabía que Venus estaba relacionada con la KAU, la seguía vinculando con toda esa gente conservadora que seguro miraba con malos ojos no solo lo de Joseph, sino todo ese estilo de vida nuevo en el que parecía tan feliz poniendo pies afuera, en el mundo muggle.

Y el caso con Venus era que incluso se sentía culpable por alguna tonta razón de lo de su secuestro y tal, como si ella hubiera podido hacer más para evitarlo, aunque en realidad era imposible. Si hubiera sabido que la carcomía una culpa sin fundamentos la habría jalado del cabello, pero en vez de eso terminó por acortar los pasos que la separaban de ella y la llamó suavemente por su nombre, casi en un susurro, hasta que estuvo lo suficientemente cerca como para tocarle levemente la muñeca, solo para llamar su atención.

-Qué bueno encontrarte, hay tanta gente que…no sé, no he podido reunirme con todos los que he querido. ¿Estás ocupada?

Le daba la impresión que solamente daba un paseo, pero más le valía preguntar para asegurarse. Y por cierto, hasta ella misma estaba sorprendida de la seguridad con la que la había interceptado, contrario a la timidez con la que le había escrito esas cartas que Venus nunca había contestado pidiéndole taimadas disculpas.

De haber sabido Venus que apenas pusiera pie fuera del bosque le esperaba una emboscada, no habría salido nunca de él. Si algo le gustaba del bosque, además de su obvia belleza y misterio, era la privacidad que éste le brindaba, junto con aquel verdor tranquilo que le llenaba los pulmones en cada bocanada. Pero aunque no quisiera, tenía que salir a darle la cara al mundo, así que en eso estaba cuando de repente fue interceptada por Pearlie, quien le tocaba la muñeca para llamar su atención. Venus se detuvo en seco ante el contacto y giró su rostro para encontrarse con la muchacha. Aunque por un lado no le sorprendía, pues estaba consciente de que se la toparía en cualquier momento, ciertamente no había contado con topársela aquella precisa noche. Alzó ligeramente las cejas para demostrar su sorpresa y escuchó que Pearlie le preguntaba si estaba ocupada. Venus sabía que ya no podría y que no tenía sentido postergar por más tiempo aquella plática que sabía que tendrían, en la que muy seguramente sólo escucharía a Pearlie repetir palabra por palabra todo lo que le había escrito en sus incansables cartas; así que la rubia se limitó a negar con la cabeza, adoptando una actitud compungida que sólo ocultaba un plan perfectamente calculado.

—Creo que puedo imaginarme de qué quieres hablar conmigo… —declaró sin dar lugar a más rodeos, pero con el tono perfecto de recelo y aprensión que una niñita asustada usaría. Desvió la mirada hacia el suelo y se abrazó al gran libro que cargaba como si realmente se sintiese incómoda de estar envuelta en aquella situación.

No dio tiempo de mucho más antes de la inesperada de llegada un muchacho de cabello moreno que llamaba a Pearlie y no perdía tiempo en abrazarla, pasando de largo ante la presencia de Venus, lo cual, siendo honestos, no le molestó tanto como el hecho de que se hubiese aparecido justo en aquel momento. La rubia se pasó un mechón de cabello tras la oreja, continuando con su acto de incomodidad y compunción. Unos segundos más tarde, el muchacho vino a notar su presencia y se disculpó por su falta de atención. —Soy Venus Wilcox—le sonrió escuetamente, sin dejar caer ni una de las piezas que componían su actuación. Muy probablemente él también ya habría escuchado el chisme de su secuestro, sólo faltaba que se acordara de su nombre y le empezara a hacer preguntas o le compadeciera, cosas que había tenido que escuchar en repetidas y cuantiosas ocasiones en los últimos meses.

Lo que sí no se esperaba es que Frank anduviese por aquellos lares en el momento justo para presenciar cómo su patronus se perdía en el horizonte llevando aquel importante mensaje; Frank se acercaba peligrosamente a la verdad cuando preguntaba si alguna de las dos había estado mandando mensajes misteriosos y Venus inmediatamente compuso una sonrisa inexplicable. —Esa fui yo. ¿De verdad te lo pareció? Pues gracias… —respondió con calma. Aquella sería toda respuesta que pensaba emitir sobre el asunto, a no ser que insistiera, pero tanto Frank como Pearlie podrían hacer conjeturas a placer pues a Venus no le preocupaba en lo absoluto. ¿Quién podría realmente sospechar lo peor de la pobre víctima de la KAU?

La rubia volvió la mirada hacia Pearlie, buscando saber si ésta aún querría hablar con ella de aquel tema en particular.

Se mordió los labios al notar el tono de Venus. Claro que le había escrito muchas veces en sus cartas que lo sentía mucho, en nombre de su familia demente –los Alechinsky- pero ahora se daba cuenta de que había sido un camino errado ir por ese lado. Conforme más pasaba tiempo en Brigantia, conociendo gente y desarrollando cierta seguridad en sí misma en muchos aspectos, más se daba cuenta de que su historia no tenía que ver con la de esa familia, más iba entendiendo cuando Abner le decía que no eran como ellos. Y por ende, aquello que quería tratar con Venus era un poco distinto al contenido de sus cartas, aunque no por ello dejaría de ser humilde con ella en muchos aspectos, tampoco era cuestión de imponerse.

Y ya iba a abrir la boca para contestar algo cuando llegó Frank, sorprendiéndola y dándole un fuerte abrazo que correspondió con cariño. Y sí, él pertenecía a esa parte de la familia que su padre decía que nada tenían que ver con ellos, pero Pearlie sospechaba que Frank no estaba cortado con la misma tijera que Per. O eso esperaba, que no fuera un delincuente y tal.

Lo iba a presentar con Venus pero él mismo se presentó y cuando lo hizo tuvo una sensación aplastante en el estómago, ¿sabía que Per y Frank eran medios hermanos? Porque de ser así entonces seguramente Venus empezaría a sospechar que se trataba de una emboscada o algo parecido. Y nada más alejado que eso, solo una coincidencia extraña.

Sabía que la presencia de Frank posponía su charla con Venus pero Pearlie había sido educada para ser paciente, así que sonrió a su primo con calidez y hasta volvió a darle un abrazo por el puro gusto de tener familia cerca. Familia no delincuente, por ahora. Por eso le regresó la mirada a Venus como diciéndole “más tarde” porque no se iba a poner a hablar de los Alechinsky enfrente del hijo de tía Frances, y tampoco terminaría por decirle a Frank que por favor se pasara a retirar, ni siquiera con diplomacia.

Y no, ella no había visto el abraxan, pero sinceramente no iba a sospechar nada de Venus, porque no había ni una sola razón, el mensaje pudo haber sido para cualquiera. Ya estaba negando con la cabeza cuando Venus contestó que había sido ella.

-Conozco a Venus desde chiquita, creo que a los 6 años quise ser rubia como ella y tomé la varita de mamá para cambiarme el color y zaz, lo arruiné todo. Por eso ahora siempre me salen las puntas rubias, siempre.

Era una anécdota tonta pero verídica, y era que, lo dicho, no iba a ponerse a hablar de temas escabrosos enfrente de su primo así que con algo lo tenía que entretener. Con suerte y comenzaba a pensar que esa plática le interesaba más bien poco, o algo así.