Aguas termales

No tenía el dato preciso. Vamos, que no es que fuera por la vida con un termómetro integrado, pero aún así le daba la impresión que a cada día que pasaba la temperatura descendía unos tres o cuatro grados más. Hacía un frío jodidamente asqueroso ya, de esos que te hacían sentir desgana solo por el prospecto de tener que bajarte de la cama. Y ni siquiera habían entrado en diciembre todavía, el horror...

Para el frío, en definitivo, nada como quedarse enrollado en cuatro vueltas de cobertor frente a la chimenea en la sala de convivencia de Ogmios. Esos abrigos mágicos que a primera vista eran ligerísimos pero en realidad estaban encantados como para hacerse sentir que llevabas media parvada de gansos encima eran carísimos y no era que ella contara con demasiado dinero para derrochar.

Por fortuna había otras maneras para asegurar el no morir echa un cubo de hielo en un sillón abandonado una noche de desvelo por estrés académico. La red de aguas termales en los terrenos era algo bien conocido y que, en su opinión, tal vez no se explotaba demasiado. Aunque suponía que tampoco iba dentro de los planes de los decanos tener a todo el cuerpo estudiantil vacacionando en un balneario improvisado en el lago de Dagda. Es más, quizá valerse de eso hubiera sido buena oportunidad de negocio durante esos días en los que habían estado, para fines prácticos, encerrados. Le hubiera dado algo en qué concentrarse en lugar de pasar todo el día en la facultad dando vueltas como león enjaulado.

Como fuera, no se dejaba ver por ahí con fines estrictamente recreativos. Necesitaba algas para poder seguir trabajando en una poción en la que últimamente estaba demasiado concentrada, su nuevo proyecto personal. Y tratándose de ingredientes como ese, era de la firme creencia que entre más fresco mejor. Por lo general cuando no eran cosas muy complicadas de obtener ella misma pasaba por los invernaderos de Herbología, hasta pidiéndole favores a Regina, pero siempre que tenía ella misma la oportunidad de recolectar sus materiales, eso hacía.

Justo en eso se encontraba, saltando de roca en roca a la orilla del lago en busca de algas frescas que el agua hubiera barrido. Iba descalza, por supuesto, y con los pantalones doblados hasta las rodillas para poder moverse con mayor facilidad. No sentía frío porque el calor de las aguas termales era de hecho bastante agradable, y por lo mismo había dejado su chaqueta junto con el resto de sus cosas, quedándose tan solo en una blusa delgada. En la mano derecha llevaba un frasco que ya contenía algunas algas de las que había conseguido apoderarse, pero creía que todavía podía conseguir bastantes más. Era todo un juego de equilibrio, algo de ambición (si uno se tomaba tantos problemas en conseguir sus ingredientes era porque quería que su poción fuera la mejor) pero sobretodo, ganas de perder el tiempo. No tenía nada mejor que hacer de todas formas.

La verdad, la verdad, la verdad, era que ir solo a remojarse a las aguas termales del lago le parecía de viejo pervertido, como de esos tipos de sesenta años homosexuales de clóset (o efebofílicos) que buscaban aventuras extrañas en baños turcos públicos. Por eso se había aguantado todo el tiempo las ganas de ir ahí a remojarse a la tibieza de esas aguas por que si no iba con otro montón de gente, le parecía de pervertido. No tenía nada que ver, pero se lo parecía, y era difícil que lo fueran a sacar de esa idea.

No, ese no era el día en que dejaba de pensar que ir solo a remojarse era de pervertido, así que sólo estaba dando un paseo. No era oyente en ninguna clase por que apenas si podía con Periodismo y con su trabajo de fin de semana sin poder practicar ahí salvo con los recursos de su computador portátil que no eran todo lo que necesitaba. Aunque llevaba los audífonos sobre el cuello, podía decir que disfrutaba el silencio, y le agradaba. Alguna vez había leído una entrevista algo pretenciosa con Allison Goldfrapp respondiendo que ella solo oía a las aves y el ruido natural a su alrededor para inspirarse... y tenía sentido, pero ¿Dicho por Goldfrapp? Todo el mundo sabía que ella era demasiado frívola como para darse el lujo de decir eso.

Pues él tampoco era un genio de la música, pero llevaba un rato escuchando la nada mientras pasaba las páginas de una revista de deportes mágicos en español que entendía a unos tres cuartos de contenido, por que había muchísimas palabras que no conocía. Era el problema del lenguaje especializado, en cualquier idioma. Incluso en inglés, si leía algún tratado de pociones seguro habría términos que le iban a sonar a chino mandarín. Y hablando de pociones, entre las piedras brincaba Robin Hartmann.
Se acordaba de ella de Hogwarts y de su casa, y de que era buena en pociones. Seguramente estaba estudiando eso ahí, la había visto de lejos un par de veces con pensamientos parecidos a los que tenía con Marianne Heard, tipo Esa chica era agradable ¿Qué hará ahora?. Pues eso era lo que hacía ahora.

-Hartmann, cuidado con esas piedras, no quiero terminar llevándote a la enfermería por que se veían algo resbalosas. Él estaba sobre un tronco caído, recargado, fumando, ojeando revistas, perdiendo el tiempo.

No reconoció la voz que la llamaba de buenas a primeras, tenía que decirlo. Pero dudaba que hubiera otra Hartmann justo por la zona, a menos que resultara sera apellido de magos (magos muy magos de aquellos pues) y ella ni enterada estaba. Si la llamaban por el apellido era porque la conocían, así de sencillo. Al volverse y alzar la mirada, y encontrarse con el chico recargado en el tronco, entonces sí que lo reconoció. De Hogwarts, por supuesto, Gryffindor y de nombre de aquellos que resultaba imposible olvidar. Smiths y Jones había conocido decenas y decenas en su vida, que ni había sido tan extensa (no creía que 21 años fueran la gran cosa en cuanto a experiencia vivida), ¿pero Zapatas?

- ¿Qué dices? Si me caigo ni tiempo te va a dar de nada, te lanzas al agua para rescatarme. Tienes la obligación moral ahora que me encontraste e intercambiamos palabras, ¿ves? -

Le respondió con una sonrisa ampla en los labios, incluso traviesa, la que siempre llevaba en el rostro y llevaba a solo dos opciones, contagiar de entusiasmo o encontrarla irritante. Porque mostrarse un poco sabelotodo era algo que le salía muy natural. No tenía miedo a caerse, la playa de su ciudad era más o menos parecida a esa, con la excepción de que en noviembre el agua estaba tan helada que dolía, nada de vaporcito tibiecillo cortesía de las fuentes termales, eso ya era lujo.

- Mejor ayúdame, ¿te vas a quedar sentado ahí con el culo pegado al césped mientras ves a alguien partirse el lomo recolectando algas? ¿Eh? ¿Eh? -

Le sacó la lengua y meneó el frasco estirando mucho su brazo, alzando la voz para que pudiera escucharla bien. Ni estaba llorando lágrimas de sangre por recolectar sus dichosas algas ni tampoco Josh Zapata era su amiguísimo incondicional de toda la vida como para meterse de buenas a primeras a ayudarla, pero tímida nunca había sido, y por pasar el rato y probar si lo convencía no perdía nada.

De mejores amigos de la vida no había mucho, pero sí la recordaba, eran de la misma generación, de la misma casa y eso ya tenía un lugar de consideración en sus recuerdos. Tenían amigos en común y además siempre le había parecido una chica agradable aunque había perdido completamente su pista luego del colegio, sabiendo que había tenido un hijo. Sobre eso había una historia algo tonta, la de que había tenido intenciones de invitarla al último baile antes de salir de Hogwarts pero cuando el rumor empezó a correr se había acobardado, acojonado o como quisieran llamarlo. Tenía diecisiete años y pensar en embarazos, aunque él no tuviera nada qué ver, le provocaba más miedo que pensar en marcas tenebrosas sobre el cielo.

-Es cierto, también la de decir que fue una muerte accidental si no llego a tiempo. No quiero terminar en prisión por tu culpa No era tan cómodo hablar así medio a gritos pero la informalidad casual del encuentro seguía reinando, al menos hasta que le pedía ayuda. Frunció el ceño como cuando los profesores en Hogwarts le pedían ayuda y estuvo a punto de decirle si no podía hacerlo otro por que él estaba muy cómodo echado ojeando su revista de deportes.

-No se nada de hierbas, tardarás más explicándome qué tengo qué hacer que haciéndolo tú misma

Era cierto, no era un pretexto para no ayudarla, y lo demostró levandándose del tronco y dejando sus cosas ahí por que no creía que a nadie le interesaran sus chucherías. También dejó sus audífonos, no quería resbalar y ahogarlos, le habían costado buen dinero ese verano y los cuidaba más que sus apuntes de periodismo. Se acercó a donde estaba Robin notando que estaba descalza y que la temperatura cerca del agua era mucho más amable que donde estaba él. Se agachó un poco para intentar mirar qué hacía exactamente sin mucho éxito.

-Las únicas algas importantes son las que sirven para el sushi ¿Vas a hacer sushi?. Acercó un poco el brazo para sentir la temperatura del agua en sus dedos, mirando como unos diminutos peces de colores huían asustados cuando removía el agua con la mano. -¿Cuánto tiempo llevas en la Universidad?

Ni idea de que en algún momento se había planteado el invitarla a salir. Con todo y regaños y problemas varios, Hogwarts había sido una buena época para ella. Amigos, de los de verdad, nunca le habían faltado, ni tampoco había sido de esas chicas que lo tenían difícil para atraer la atención hacia ellas. Tampoco le sorprendería saber que en cuanto se había enterado del rumor de su inminente maternidad había decidido que el interés siempre no era tanto. ¿Su vida sentimental de los últimos tres años? Pfffft. Pero lo llevaba bien. No estaba desesperada por encontrar un papá para su niño.

- Ya, ¿en serio ibas a dejar que se ahogara una cara como esta? -

Sonrió con exagerada inocencia, a juego con todo y batir de pestañas de niña muy coqueta, todo aguantándose la risa. Le hizo una seña insistiéndole que se acercara en cuanto le vio el ceño fruncido en esa mueca de que tenía que pensárselo, para luego cruzarse de brazo y mirarlo con una media sonrisa en los ojos y una ceja en alto.

- Son algas, no anatomía cerebral. Si las ves verdes y mojadas probablemente sirven. -

Claro, la sonrisa se tornó de satisfacción cuando cumplía con lo cometido y lo convencía de acercarse. Aunque no fuera a ayudarla a buscar las algas, tan solo por no andarse gritoneando de punta a punta del lago (bien, exageraba) y que luego alguien llegara a amonestarlos por perturbar el orden público. ¿Hacían eso en Brigantia? Ni idea, no quería averiguarlo.

- ¡Shhh! No puedes decir eso en frente de ellos, los vas a asustar. - Se refería, claro, a los peces. Ni caso mencionar que tampoco hablaba en serio ni siquiera cuando se llevaba un dedo a los labios. - No, no son para eso. Aunque si algún día hago sushi te invito por no dejar que me matara en el lago. - Se encogió un poco de hombros y dio algunos pasos, con cuidado, para acercarse más. Se inclinó un poco hacia él y le miró con bastante curiosidad mientras jugaba con los dedos en el agua. - ¿Mm? Este semestre nada más, en ingeniería en pociones, que raro, ¿no? ¿Y tú? ¿Todavía sigues mezclando? - Porque de eso sí que se acordaba.

Pues sí, lo había pensado y lo había pensado más que en serio antes de escuchar que iba a tener un hijo. Era cosa de nada el haberse acobardado y no hacerlo, pero había pensado en Hartmann un par de veces más después de ese verano, preguntándose si había sido cierto o no y después, en sus poquísimas incursiones al mundo mágico después de haberse graduado la había visto de lejos con un pequeño en brazos, o eso había creído. Se rió con la cara que le ponía.

Seguía pensando que era un inepto para recolectar hierbas, de cualquier tipo. Se encogió de hombros con eso de que no era anatomía cerebral, pero para él no había mucha diferencia. Estaba negado para ciertas cosas y sentía que mientras más años pasaran, menos disposición iba a tener para todo aquello que no le interesaba, incluso para algunas cosas de ciencias muggles, como recordar hasta nociones básicas de la matemática que practicaba a los diez años. Olvidado, se había eliminado hasta del archivo muerto de su memoria.

-Yo también llevo este semestre, estoy en periodismo, a ver si pronto me dan trabajo en Quidditch Illustrated, o pongo mi propio emporio

Se quedó sentado en una de esas rocas grandes, cerca de ella y cerca del agua pero sin mojarse aunque su bien más preciado,o sea su música en formato mp3, estaba bien resguardado entre sus cosas, a menos que una urraca que lo robara. Se quitó las gafas oscuras que llevaba puestas como casi siempre a la luz del día.

-Claro, cada fin de semana. Estuve en el Fabric y hasta me están proponiendo negocios ahora en Brigantia, Finnerty el del bar quiere montar una fiesta ¿Qué te parece? Soy un partidazo, el éxito me persigue Se quedó algo confundido ¿Qué no había tenido un hijo? Seguro no permitían que lo tuviera en la Universidad... le iba a preguntar cómo se las arreglaba pero le pareció inapropiado por que tal vez sonaría a velada acusación de irresponsabilidad, o tal vez no, seguía siendo algo torpe al tratar temas sensibles con chicas, pero bueno, Robin no iba a dejar de ser madre jamás así que tendría que dejar de ser un tema sensible, ya no tenían diecisiete años -¿Y tu hijo? ¿No lo extrañas?

- Uhh, un periodista con ambición. Pero esta bien, eres novato como yo. Me siento un poco perdida a veces con los chicos de 17, ¿no te pasa? ¿O es ridiculez mía? - Y se rio, porque bueno, la historia decía que para ella el relacionarse con gente menor nunca había sido verdadero impedimento, ¿qué no? Pero ahora se encontraba con que le costaba un poco hacer buenas conexiones, como si no tuviera mucho en común con según qué personas. En fin, ni qué hacer.

Mientras él se quedaba muy en paz sentado ella seguía desplazándose sobre las rocas buscando sus algas. Lo dicho, no era que en realidad estuviera esperando que se pusiera en modo recolector junto con ella, pero era mucho más cómodo seguir conversando así que dando de gritos, que gritar no le molestaba cuando había partidos o conciertos o algo que lo ameritara, ¿pero para mantener una conversación? Ya la cosa cambiaba. Se acuclilló para alcanzar un par de algas que pronto fueron a dar dentro del frasco que le llevaba. No le molestaba mojarse o ensuciarse. Que sí, ella se movía mejor dentro de un laboratorio de pociones perfectamente limpio y organizado, pero esto también era parte del trabajo. Aún en Hogwarts era de las que siempre salían con una sonrisa en el rostro tras las clases de herbología sin importar que se hubiera llenado de lodo de pies a cabeza.

- ¿Una fiesta como negocio? ¿Nuestro lobo residente se cree empresario? Anda pues, pero oye, no está mal. ¿Allá en el bar o como? - Porque quedaba el pequeño detalle del toque de queda a las 11 de la noche. Sería que se estaba haciendo vieja - dios, ¡no! - pero eso de ponerse a faltar a las reglas del lugar ya no le producía ese cosquilleo de emoción adolescente en el que mandar al cuerno todo era más interesante. O quizá no fuera que estuviera envejeciendo - gracias a dios - sino que estar en Brigantia le estaba costando muchas cosas como para buscarse problemas. O quizá no fuera ninguna de esas cosas y simplemente estaba de tonta.

- Pero claro, deberías empezar a idear una manera para espantarte a las lagartonas interesadas que vayan tras tu éxito. Pero por lo menos aquí ya te consta que todas son mayores de edad. - Desistió entonces, por un rato, de su cacería de algas para irse a sentar junto a él en otra roca, pero aún con los pies dentro del agua.

Cuando le preguntó por su niño dibujó una expresión algo extraña en su rostro, parte sonrisa de orgullo, parte suspiro de resignación. No pensó nada mal de que le preguntara por él. No lo había anunciado a los cuatro vientos en el colegio pero ya para los últimos meses en el castillo ocultarlo había sido imposible. Daba por hecho que cualquiera que la recordara de entonces se habría enterado del chisme, y le daba igual. No le importaba que hubiera muchos que de la categoría de puta irresponsable y tarada no la iban a bajar nunca, porque eran personas en las cuales no tenía ningún interés y siempre iba a haber alguien que hablara mierdas. Y bueno, Josh no le daba la impresión de ser de esos tan simpáticos como juiciosos - si, con sarcasmo y todo.

- Pues sí, pero tampoco puedo hacer mucho. Era más fácil cuando podíamos ir y venir cuando nos diera la gana, antes que se pusiera de modo eso de partir caras frente a los decanos y se decidieran encerrarnos como animalitos. Pensé que me iba a volver loca. Está con mis papás y lo voy a ver el día libre que nos dan... quiero decir, es muy feo así, pero no puedo estar de mesera por siempre, ya sabes. - Se encogió de hombros. No era la situación ideal, pero era lo que había y se las tenía que apañar para salir adelante y sacarlo adelante a él. Con todo y el dinero que Simon Miller le pasaba y la ayuda que sus padres le daban no quería atenerse solo a eso, no era el ejemplo que le quería dar. - ¿Y tú como haces para ir a trabajar? ¿Tienes permisos especiales o capas de invisibilidad para escaparte del ojo todo poderoso de Orlosky? Porque no hay DJ respetable que a las 11 guarde todo para regresarte a su camita en la facultad. - Le sonrió, apoyando entonces los codos sobre las rodillas y descansando la cabeza en sus manos entrelazadas.

Notó cierto desconcierto en su semblante luego de que le preguntara por su hijo, aunque no lo había hecho con dibles intenciones. Los rumores le habían llegado, tal vez por compartir casa y generación, pero años después la había visto en sus pocas incursiones de entonces en el mundo mágico, con el pequeño en brazos mientras este señalaba algo en una tienda. Le había parecido una escena tierna, de la que no se había olvidado a pesar de que fuera un detalle insignificante.

Asintió, dándole la razón con que no podía estar de mesera siempre seguro por que era lo que quería ver, aunque sí, terminó estando de acuerdo. Su incursión inicial en la vida nocturna había sido más parecido a ser un mesero que un DJ, por eso no le había parecido nada deshonroso pero era cierto, esas cosas siempre eran temporales. Y si Robin tenía un hijo, seguramente estaba pensando a futuro y no sólo en sus ambiciones profesionales. No estar con él todo el tiempo tendría que ser el sacrificio que hacía para que, después, todo fuera a mejor. Esa parecía ser la lógica, y sonrió cuando le preguntaba por las presentaciones, siempre le gustaba hablar de eso, pero no se cegaba a hablar de sí mismo todo el tiempo tampoco.

-Ya, lo sé, fue un desastre. Estuve sin salir varios fines de semana, y me estaba volviendo loco, hasta pensé en darme de baja y mandar al diablo el periodismo de deportes. Ya se acordaba que se había puesto claustrofóbico como gato encerrado en un baño, dando vueltas y casi con las palmas de la mano sudando frío, pero todo se debía a la inseguridad de no estar ahí cuando alguien quisiera contratarlo, y que hubiera otros ochenta DJ's con su nivel de experiencia dispuestos a tomar el trabajo. Cuando ya pudo salir los fines de semana se dio cuenta que aún tenían ganas de contratarlo y nadie había tomado su lugar, pero si a los decanos se les ocurría volver a limitarles las salidas seguramente ya no iba a soportarlo tan fácilmente.

-Por el momento sólo trabajo los fines de semana, y con las salidas reglamentarias me ha bastado. Si volvemos al régimen totalitario creo que sí me olvidaré de una carrera, esto es algo que no puedo dejar ¿Me has visto alguna vez? A la fiesta que está organizando Finnerty tienes que ir, para ahuyentar a las interesadas. Creo que quieren hacerlo en algún lugar fuera de la Universidad, así a lo grande, para que ligues con uno de diecisiete, dices que te cuesta trabajo con ellos pero a mi se me hace que es más bien un gusto oculto por ellos. Soltó una carcajada -Tienes veintiuno, eres una niña.

- Ahhhh lo sé, lo sé, ¡qué horror! Yo también estuve a nada de salirme, no podía. –

Ya mejor se reía, aunque en su momento, risa era lo último que el encierro le provocaba. Aunque estuviera todo el día pegada al espejo comunicador se había sentido como las bajas de las cucarachas y más de una vez se había planteado que no, así las cosas no iban a funcionar. Que seguiría de mesera o lo que fuera y de alguna manera se las arreglaría. Luego le regresaba la sensatez. Si quería conseguir un lugar propio para ella y su niño necesitaba un mejor trabajo y punto final. Ella no había estado como gato claustrofóbico, más bien como perro bravo que ladraba como histérico a la mínima de provocación. Ahora la cuestión esta de salir tan solo una vez a la semana no era ni por mucho la situación ideal, pero en fin, que lo que tocaba era adaptarse.

- No, no te he visto. Pero si dices que a la fiesta que está organizando Finnerty tengo que ir, pues me lo pensaré. – Le sacó la lengua y sonrió. ¿Cuándo había sido la última vez que había ido a una fiesta en condiciones? Con toda la intención de que todo dejara de importarle y le diera igual lo que pasara siempre y cuando lo pasara bien, no estando al pendiente de la hora y disculpándose por irse temprano. La verdad que ni se acordaba. Ahora que Roman estaba un poco más grande y no había que pasar noches en vela para darle de comer y cambiarlo y levantarlo si lloraba, pues bueno, tal vez tomarse algo de tiempo de vez en cuando para ella no estuviera tan mal. Pero solo un poco, o luego volvía a sentirse cucaracha por madre desnaturalizada. Le dio risa eso de ir a espantarle a las malas mujeres interesadas, pero cuando rompió en carcajadas fue eso de que le sospechaba un gusto secreto por los menores.

- ¡No! ¡Loco! ¿Qué te pasa? Mis días de sátiro ya quedaron atrás. Denme hombres, ¡hombres! De dos metros de alto y barba de leñador y manos como rayadores de queso. –

Ya estaba diciendo pura ridiculez pero eso no era raro con ella. Se había hecho algo de fama con el tema, que a fin de cuentas Joseph era más chico y todo eso, pero había sido cosa de esa vez y nada más. Que le hubiera gustado él en algún momento no implicaba que andaba dándose vueltas por los salones de los cursos menores buscando a quien tirarle el zarpazo. Daba igual, no es que hubiera estado con hombres desde entonces. Ni siquiera con uno solo.

Que sabía que era joven, que 21 en realidad no eran nada, pero su perspectiva de las cosas habían cambiado en el momento en que sus prioridades lo hicieron. Que cuando todas sus decisiones repercutían directamente en alguien más que dependía de ella para todo, hacer lo que quisiera hacer y actuar como cualquier otra chica de 21 no era algo que se diera fácil. Por supuesto, no iba a ponerse a quejar de nada. Era lo que había escogido y así estaba bien. Y si Josh quería carcajearse de ella por eso de sentirse señora de mediana edad cuando apenas y tenía edad legal para beber pues adelante. – Cierra la boca, ¡se te va a meter algo! – Algo como el chorro de agua del lago que acababa de dirigir hacia su cara con un movimiento de la varita (que el agua estaba tibia, no hirviendo, caray). Que para variar fue esta vez ella quien se dobló de risa. Si la quería ver como niña, pues como niña se iba a portar.

Compartió el malestar de aquel encierro que gracias a la magia no se había extendido mucho más y seguía preguntándose qué lo había causado, lo que también le decía que tenía que estar más enterado de la vida universitaria si quería ser un buen periodista, aunque sólo pretendiera dedicar al quidditch. Se contagió de las carcajadas de Robin respecto a los de diecisiete aunque no sabía por qué exactamente le había dado tanta risa, no tenía idea de quién era el padre de su hijo, ni si era mayor o menos que ella.

-Creo que eres demasiado exigente, si tomamos en cuenta que la media de edad aquí es de veinte años. Debiste dedicarte a los dragones y buscar a un rudo zoologo en Noruega... algo así. Era joven, eran jóvenes, sonaba ridículo estar hablando de los de diecisiete cuando realmente hacían casi lo mismo todos los fines de semana y tenían los mismos dramas, aunque el caso de Robin fuera claramente distinto.

Se protegió con las manos, pero era tarde por que si lo había hecho era por que ya sentía el agua sobre su piel. Había sido de verdad un acierto no haber llevado ahí su preciada música en aparatos tan sensibles al agua que el chiste no le hubiera hecho nada de gracia si los trajera encima. Era toda una suerte, su ropa y su pelo le daban igual, y saber que nada importante se estaba mojando le dio buen humor para intentar responderle, era una tentación estar cerca del agua y no vengarse, pero él usó la mano y no la varita, intentando salpicarla con toda la palma.

-Ciérrala tú. Suerte que no tengo mi ipod conmigo o terminarías flotando boca abajo en ese bonito lago Sólo por si las dudas se quitó la chamarra que traía y la dejó por ahí, no tenía intenciones de terminar absolutamente empapado pero tenía claro que podía ocurrir, más si seguía salpicando a Robin de vuelta y él estaba sentado al borde de un lago. Era además un lago mucho menos temible que el de Hogwarts, cristalino y con un leve vapor, nada de no poder mirar el fondo apenas a un metro de profundidad, y sin amenazas de cefalópodos míticos con ganas de comer estudiantes.