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¿Un juego o qué?
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¿Un juego o qué?
Nunca se consideró a sí misma como una futura promesa del quidditch que hubiera tenido potencial a triunfar en las ligar profesionales, tener posters con si figura y que su rostro apareciera en las cajas de cereales o en los cromos de las ranas de chocolate Great Quidditch Figures Edition; pero el juego le encantaba y sus años como cazadora para Hufflepuff habían sido buenos, nada de pérdida de tiempo. Lástima que había tenido que retirarse antes de lo previsto, le hubiera gustado jugar en el torneo de su último años, pero en fin.
No era que nunca se hubiera vuelto a subir a una escoba desde entonces. Cuando iba a visitar a Regina y Dan jugaban algún partido por pasar el tiempo. En otras ocasiones tomaba su escoba - la misma de sus días en Hogwarts, no la había renovado desde entonces - y salía a dar una vuelta por ahí. Sin que nadie la viera, claro, lo último que necesitaba era citatorios del Wizengamont por estar realizando magia frente a muggles.
¿Pero poner pie en una cancha de verdad? Que va, de eso habían pasado años. Sabía que en Brigantia había una porque vamos, como que era crítica para poder impartir una carrera de Quiddicth Profesional, pero no se había animado a pasarse por ahí. Apenas la semana pasada, cuando había estado en casa, se había animado a sacar su vieja escoba del closet - esa misma por la que casi ahorca a su padre cuando le dio por usarla para quitar telarañas del techo - y la llevo consigo de vuelta a la universidad, convenientemente encogida para su fácil transporte.
La cuestión era que no tenía muy en claro como funcionaban los horarios para las personas que ni eran de la carrera ni estaban inscritas como oyentes. Es decir, suponía que cuando no había práctica agendada entonces quedaba abierta para el público en general, ¿no? Y ahora que los días oscurecían más pronto quedaba poco tiempo disponible como para poder usarla. Se había decidido a probar suerte, llevando la escoba encogida junto con su varita en los bolsillos de su chaqueta para no irla cargando todo el día.
No veía a nadie cerca a quien poder preguntarle sobre horarios y permisos, así que se decidió a esperar cerca de los vestidores. Eran apenas las 3 de la tarde del jueves, alguien debería estar cerca, ¿que no? Eso esperaba. Se recargó contra uno de los muros, distraída con la manera en que los banderines verdes de Smertios ondeaban con el viento, hasta que finalmente se dio cuenta que había alguien cerca. - Oye, disculpa, ¿eres estudiante de quidditch? -
No era que nunca se hubiera vuelto a subir a una escoba desde entonces. Cuando iba a visitar a Regina y Dan jugaban algún partido por pasar el tiempo. En otras ocasiones tomaba su escoba - la misma de sus días en Hogwarts, no la había renovado desde entonces - y salía a dar una vuelta por ahí. Sin que nadie la viera, claro, lo último que necesitaba era citatorios del Wizengamont por estar realizando magia frente a muggles.
¿Pero poner pie en una cancha de verdad? Que va, de eso habían pasado años. Sabía que en Brigantia había una porque vamos, como que era crítica para poder impartir una carrera de Quiddicth Profesional, pero no se había animado a pasarse por ahí. Apenas la semana pasada, cuando había estado en casa, se había animado a sacar su vieja escoba del closet - esa misma por la que casi ahorca a su padre cuando le dio por usarla para quitar telarañas del techo - y la llevo consigo de vuelta a la universidad, convenientemente encogida para su fácil transporte.
La cuestión era que no tenía muy en claro como funcionaban los horarios para las personas que ni eran de la carrera ni estaban inscritas como oyentes. Es decir, suponía que cuando no había práctica agendada entonces quedaba abierta para el público en general, ¿no? Y ahora que los días oscurecían más pronto quedaba poco tiempo disponible como para poder usarla. Se había decidido a probar suerte, llevando la escoba encogida junto con su varita en los bolsillos de su chaqueta para no irla cargando todo el día.
No veía a nadie cerca a quien poder preguntarle sobre horarios y permisos, así que se decidió a esperar cerca de los vestidores. Eran apenas las 3 de la tarde del jueves, alguien debería estar cerca, ¿que no? Eso esperaba. Se recargó contra uno de los muros, distraída con la manera en que los banderines verdes de Smertios ondeaban con el viento, hasta que finalmente se dio cuenta que había alguien cerca. - Oye, disculpa, ¿eres estudiante de quidditch? -
Robin Hartmann- Mensajes : 49
Fecha de inscripción : 08/11/2012
Re: ¿Un juego o qué?
Tan ocupado había estado en memorizar los caminos y las rutas del campus así como acoplándome a mi dormitorio y a la facultad en general, que en toda la semana que llevaba matriculado en la universidad no había podido pasar al campo de quidditch una sola vez, ese campo en el que llegado el momento luciría todas mis capacidades ante los encargados de la mentada carrera de quidditch profesional.
En realidad no me interesaba mucho la carrera como tal, lo que a mi me importaba era aumentar mis capacidades en el juego y lograr que de algún modo, algún visor de un equipo profesional se diera cuenta del pedazo de jugador que tenían desperdiciándose aquí en un maldito colegio. Pero tenía que ser paciente, mientras tanto no me quitaba nada seguirle el juego a mi madre que tanto había insistido en que ingresara a la famosa Brigantia, que lo que sea de cada quien, tenía instalaciones bastante chulas en todas sus áreas.
Esa tarde, después de clase, pretendía pisar por primera vez el campo. Pasé primero por mi facultad para cambiarme de ropa y recoger mi escoba (la que por cierto, necesitaba una buena afinada de tanto tiempo sin haberse usado); y luego de eso me dirigí directo al campo de quidditch, sin saber si en ese momento había alguien practicando o qué se yo. Era lo de menos, tampoco era como si fueran a ocupar todo el espacio aéreo en el que se podía volar y mucho menos significaba que tuviera que socializar con quien estuviera volando por ahí.
Por supuesto, no era lo mismo “socializar” con cualquier tío idiota que anduviera por ahí perdiendo el tiempo, a hacerlo con alguna chica. Precisamente lo primero que noté al acercarme a los vestidores fue la presencia de una mina de cabello corto ahí recargada sobre el muro de la instalación, demasiado de buen ver como para pensar que se trataba de la encargada de cuidar los vestidores o algo así.
-Si soy, ¿tú no?... tienes pinta de deportista-
Sonreí y me recargué justo a su lado, dejando mi mochila deportiva en el piso para sacar una cajetilla de cigarrillos y ofrecerle uno. No crean que fumaba demasiado, uno o dos al día a lo mucho… nada que afectara mi rendimiento en el quidditch que además de todo funcionaba estando uno todo el tiempo encima de una maldita escoba y no corriendo como en los deportes muggles.
-Frank Miller, mucho gusto-
En realidad no me interesaba mucho la carrera como tal, lo que a mi me importaba era aumentar mis capacidades en el juego y lograr que de algún modo, algún visor de un equipo profesional se diera cuenta del pedazo de jugador que tenían desperdiciándose aquí en un maldito colegio. Pero tenía que ser paciente, mientras tanto no me quitaba nada seguirle el juego a mi madre que tanto había insistido en que ingresara a la famosa Brigantia, que lo que sea de cada quien, tenía instalaciones bastante chulas en todas sus áreas.
Esa tarde, después de clase, pretendía pisar por primera vez el campo. Pasé primero por mi facultad para cambiarme de ropa y recoger mi escoba (la que por cierto, necesitaba una buena afinada de tanto tiempo sin haberse usado); y luego de eso me dirigí directo al campo de quidditch, sin saber si en ese momento había alguien practicando o qué se yo. Era lo de menos, tampoco era como si fueran a ocupar todo el espacio aéreo en el que se podía volar y mucho menos significaba que tuviera que socializar con quien estuviera volando por ahí.
Por supuesto, no era lo mismo “socializar” con cualquier tío idiota que anduviera por ahí perdiendo el tiempo, a hacerlo con alguna chica. Precisamente lo primero que noté al acercarme a los vestidores fue la presencia de una mina de cabello corto ahí recargada sobre el muro de la instalación, demasiado de buen ver como para pensar que se trataba de la encargada de cuidar los vestidores o algo así.
-Si soy, ¿tú no?... tienes pinta de deportista-
Sonreí y me recargué justo a su lado, dejando mi mochila deportiva en el piso para sacar una cajetilla de cigarrillos y ofrecerle uno. No crean que fumaba demasiado, uno o dos al día a lo mucho… nada que afectara mi rendimiento en el quidditch que además de todo funcionaba estando uno todo el tiempo encima de una maldita escoba y no corriendo como en los deportes muggles.
-Frank Miller, mucho gusto-
Frank Miller- Mensajes : 15
Fecha de inscripción : 24/10/2012
Re: ¿Un juego o qué?
Lo de que tenía pinta de deportista lo tomó como un halago y ni se molestó en disimularlo, pero de igual manera rió un poco. Su trabajo le costaba mantenerse en forma, que menos mal la costumbre de ejercitarse le había quedado de sus días como cazadora o nunca habría logrado volver a usar su ropa de antes de embarazarse, con todo y que Lena había estado encima de ella con que tenía que alimentarse saludable y todas esas cosas que según qué días le entraba por un oído y le salía por el otro. Pero qué decir, era vanidosa, demándenla.
- No no, que va, yo soy simple mortal, aquí la gente de quidditch ya es de otros niveles. -
Le sonrió para agradecerle el cigarrillo que le ofrecía y que tomó sin pensárselo mucho. Tampoco fumaba demasiado, pero era un hábito que había intentado dejar ya varias veces y todavía no conseguía deshacerse de él del todo. Aún y si su madre le mandaba al patio para acabarse sus cigarros en paz y tranquilidad riñéndola porque apestaba toda la casa y era malo para el niño. Lo más que había durado sin una sola calada ni una gota de licor habían sido ocho meses. Y luego tocaba aguantar a su madre con el reproche de que a Hogwarts solamente había ido a aprender malas mañas, en fin. Ya conseguiría independizarse, esperaba que no en un futuro muy lejano.
- Pensé que Ayres los tenía a todos en régimen casi militar sin fumar ni tomar y casi sin comer. Poco falta para que les diga sin follar y aplicar toda esa tensión en el campo, qué horror. Igual yo quería preguntar a qué hora estaba la cancha disponible para los que jugamos por hobbie, ya sabes. -
Callada nunca había sido, ni tampoco alguien demasiado solemne. Así que bien podía decir cualquier cosa que le pasara por la cabeza sin preocuparse mucho, apoyarse contra el muro y exhalar una bocanada de humo con toda la naturalidad casual del mundo. O eso hasta que el chico se presentaba. Si tuviera todavía 17 años habría pegado un brinco que haría pensar ella funcionaba con resortes y se habría atragantado con el humo, pero no...
- Soy Robin. - Claro que sintió un tirón extraño en la boca del estómago. Había un Miller en su vida, porque aunque lo hubiera visto tan solo una vez cuando le dijo que él iba a hacerse cargo de de ese bebé que resultaba ser su nieto, bueno, era un nombre que tenía muy presente. Y sabía que Joseph tenía un medio hermano, que se llamaba Frank, que no era precisamente su persona favorita pero su conocimiento sobre la dinámica familiar de los Miller se limitaba a eso. No es que en todo ese tiempo donde apenas y se saludaban estuviera muy enterada de lo que pasaba en su vida. Además Frank era un nombre muy común, ¿que no? Y Miller también lo era como apellido. No tenía que ser forzosamente "ese" Frank Miller. Ni siquiera se parecían. Y si era él ese Frank, bueno... pues joder con la casualidad.
- Robin Hartmann. - Y le extendió la mano y le sonrió, porque no tenía porqué no hacerlo, pero al mismo tiempo en la manera en que lo miraba se podía leer muy clara la duda: ¿eres tú?
- No no, que va, yo soy simple mortal, aquí la gente de quidditch ya es de otros niveles. -
Le sonrió para agradecerle el cigarrillo que le ofrecía y que tomó sin pensárselo mucho. Tampoco fumaba demasiado, pero era un hábito que había intentado dejar ya varias veces y todavía no conseguía deshacerse de él del todo. Aún y si su madre le mandaba al patio para acabarse sus cigarros en paz y tranquilidad riñéndola porque apestaba toda la casa y era malo para el niño. Lo más que había durado sin una sola calada ni una gota de licor habían sido ocho meses. Y luego tocaba aguantar a su madre con el reproche de que a Hogwarts solamente había ido a aprender malas mañas, en fin. Ya conseguiría independizarse, esperaba que no en un futuro muy lejano.
- Pensé que Ayres los tenía a todos en régimen casi militar sin fumar ni tomar y casi sin comer. Poco falta para que les diga sin follar y aplicar toda esa tensión en el campo, qué horror. Igual yo quería preguntar a qué hora estaba la cancha disponible para los que jugamos por hobbie, ya sabes. -
Callada nunca había sido, ni tampoco alguien demasiado solemne. Así que bien podía decir cualquier cosa que le pasara por la cabeza sin preocuparse mucho, apoyarse contra el muro y exhalar una bocanada de humo con toda la naturalidad casual del mundo. O eso hasta que el chico se presentaba. Si tuviera todavía 17 años habría pegado un brinco que haría pensar ella funcionaba con resortes y se habría atragantado con el humo, pero no...
- Soy Robin. - Claro que sintió un tirón extraño en la boca del estómago. Había un Miller en su vida, porque aunque lo hubiera visto tan solo una vez cuando le dijo que él iba a hacerse cargo de de ese bebé que resultaba ser su nieto, bueno, era un nombre que tenía muy presente. Y sabía que Joseph tenía un medio hermano, que se llamaba Frank, que no era precisamente su persona favorita pero su conocimiento sobre la dinámica familiar de los Miller se limitaba a eso. No es que en todo ese tiempo donde apenas y se saludaban estuviera muy enterada de lo que pasaba en su vida. Además Frank era un nombre muy común, ¿que no? Y Miller también lo era como apellido. No tenía que ser forzosamente "ese" Frank Miller. Ni siquiera se parecían. Y si era él ese Frank, bueno... pues joder con la casualidad.
- Robin Hartmann. - Y le extendió la mano y le sonrió, porque no tenía porqué no hacerlo, pero al mismo tiempo en la manera en que lo miraba se podía leer muy clara la duda: ¿eres tú?
Robin Hartmann- Mensajes : 49
Fecha de inscripción : 08/11/2012
Re: ¿Un juego o qué?
-¿Ah sí?, te diré algo cariño, creo que soy incluso más nuevo que tú por estos rumbos, así que no sé qué tan problemático sea ese profesor Ayres. Pero venga, si una de sus prohibiciones es follar, ya se puede ir despidiendo de uno de sus mejores elementos-
Le sonreí mientras acercaba mi mechero para encender su cigarrillo y de paso encender el mío. Aquello no lo decía en serio, no era como si tuviera muchas ganas de tener problemas con el sujeto quien impartía mi propia carrera, y tampoco como para echar a perder todo cuando no tenía ni tres días de haber ingresado. Aunque bueno, era difícil creer que prohibir a sus alumnos del mayor de los benditos placeres no fuera más que un simple rumor de pasillo; y si de verdad lo hacía pues bueno… a ver cómo le hacía para saber si le hacíamos caso o no.
La chica se presentó después de que yo lo hiciera, pero al escuchar su nombre sentí una punzada por detrás de la cabeza que traté de disimular al máximo nivel de concentración. Estiré la mano y se la estreché, también sonriendo pero poniendo mucha atención en los detalles de sus rasgos, pensando en que sería demasiada casualidad haberme encontrado con la que me había hecho tío prematuro. Robin Hartmann, la novia de la adolescencia de Joseph… la madre de Roman. No, no era posible.
-No me lo puedo creer, eres tú! -
Me le lancé encima a modo de abrazo, de esos abrazos que le das a tus primos o a tus tíos; esos gestos cariñosos que tenías con tus familiares con todo y que por la chica no sentía absolutamente nada de eso. Peor venga, que era la madre de mi sobrino, hijo del cabrón de mi hermano a quien si bien no odiaba, como mínimo despreciaba bastante. Por fin dejé de abrazarla y la tomé de los brazos mientras mis ojos se paseaban de pies a cabeza, fingiendo estar increíblemente fascinado con el descubrimiento cuando lo único que estaba haciendo era juzgar el qué tan buen ojo había tenido Joe a los dieciséis años. Y venga, que el muy maldito no estaba tan perdido después de todo.
-¿Y Roman?, ¿qué hay de él?, seguro es todo un torbellino como su padre. Ven, tenemos que ponernos al día-
La tomé de la mano y nos metimos al vestuario en el que a esas horas no había nadie quien viniera a molestar, haciéndola pasar primero con el único fin de pasarle la vista por el culo. Nada mal la verdad, nada mal para tener un crío a cuestas.
Le sonreí mientras acercaba mi mechero para encender su cigarrillo y de paso encender el mío. Aquello no lo decía en serio, no era como si tuviera muchas ganas de tener problemas con el sujeto quien impartía mi propia carrera, y tampoco como para echar a perder todo cuando no tenía ni tres días de haber ingresado. Aunque bueno, era difícil creer que prohibir a sus alumnos del mayor de los benditos placeres no fuera más que un simple rumor de pasillo; y si de verdad lo hacía pues bueno… a ver cómo le hacía para saber si le hacíamos caso o no.
La chica se presentó después de que yo lo hiciera, pero al escuchar su nombre sentí una punzada por detrás de la cabeza que traté de disimular al máximo nivel de concentración. Estiré la mano y se la estreché, también sonriendo pero poniendo mucha atención en los detalles de sus rasgos, pensando en que sería demasiada casualidad haberme encontrado con la que me había hecho tío prematuro. Robin Hartmann, la novia de la adolescencia de Joseph… la madre de Roman. No, no era posible.
-No me lo puedo creer, eres tú! -
Me le lancé encima a modo de abrazo, de esos abrazos que le das a tus primos o a tus tíos; esos gestos cariñosos que tenías con tus familiares con todo y que por la chica no sentía absolutamente nada de eso. Peor venga, que era la madre de mi sobrino, hijo del cabrón de mi hermano a quien si bien no odiaba, como mínimo despreciaba bastante. Por fin dejé de abrazarla y la tomé de los brazos mientras mis ojos se paseaban de pies a cabeza, fingiendo estar increíblemente fascinado con el descubrimiento cuando lo único que estaba haciendo era juzgar el qué tan buen ojo había tenido Joe a los dieciséis años. Y venga, que el muy maldito no estaba tan perdido después de todo.
-¿Y Roman?, ¿qué hay de él?, seguro es todo un torbellino como su padre. Ven, tenemos que ponernos al día-
La tomé de la mano y nos metimos al vestuario en el que a esas horas no había nadie quien viniera a molestar, haciéndola pasar primero con el único fin de pasarle la vista por el culo. Nada mal la verdad, nada mal para tener un crío a cuestas.
Frank Miller- Mensajes : 15
Fecha de inscripción : 24/10/2012
Re: ¿Un juego o qué?
¿Su primera reacción? Mierda mierda mierda mierda como mantra una y otra vez en su cabeza. Como cintilla que aparece en el fondo de la pantalla en los noticieros y no deja de correr y a toda velocidad y si te tomas el tiempo de ponerle atención a lo que dice ahí dejas de escuchar lo que el locutor dice y no te enteras de nada. Más o menos eso le pasaba, porque si le hacía caso al extraño nudo en la boca de su estómago y al mierda mierda mierda en su cabeza, se perdía por completo las reacciones de Frank, que sí, era "ese" Frank.
No estaba anticipando que el rostro le cambiara de repente y comenzara a tirarla de puta esto y puta aquello. Más bien es que no sabía que pensar. No tenía una relación propiamente dicha con la familia de Joseph como para saber en qué concepto la tenían a ella y su hijo más allá de un agujero en la billetera de Simon Miller. Y ahora resultaba que así como así se iba a encontrar de la manera más inesperada e inverosímil con el hermano. Que cualquiera estaría nerviosa en su lugar, ¿que no? Era natural sentir aquel cosquilleo ansioso, o eso quería creer.
Pero no hubieron ni reclamos ni miradas raras, ni comentarios de la naturaleza de ah, así que tú eres la que le quiso engatuzar al chiquillo, cosa que el mismo Joseph le había dicho. Y si Joseph era así, y de las pocas cosas que sabía de Frank era que no se soportaban entre ellos, pues no quería ni imaginarse la posible reacción. Así que el que la rodeara con los brazos y la estrechara de esa manera tan familiar, pues qué querían, era un verdadero alivio.
- Ahh, pues sí, eres "ese" Frank Miller. - Y no lo dijo con tono de reproche ni nada, aunque si se le escapó una risita nerviosa y también le devolvió el abrazo porque... ¿pues por qué no? Si él la abrazaba y se ponía contento y hasta le preguntaba por el niño pues es que en realidad no podía pedir más, y se sentía bien que alguien de esa familia demostrara interés en su bebé, porque no llevaría el apellido, pero era un Miller (y un Crawford) también.
Sonrió ahora sí, mucho más relajada, cuando la tomaba por los brazos y no encontraba en su rostro ni una mala señal. Ni tuvo pie a responderle nada, sobre como estaba Roman o si se parecía a Joseph o no porque francamente no tenía idea - ¿cómo saberlo? - porque ya la tomaba de la mano y la invitaba a pasar a los vestidores, cosa a la que no puso un solo pero. De repente el quidditch ya no era tan interesante, y no, ni idea de que le estaba calificando el culo, porque de todas las cosas que le pasaban por la cabeza ese escenario era el último en ese instante.
- Pues... ¡está muy bien! Ya tiene 3 años, se queda con mis papás en lo que yo estudio y... eso... ay no, perdón, es que en serio no imagine que te iba a conocer así. - Y se rio con bastante buen ánimo, sacándose la chaqueta para dejarla en una de las bancas del vestidor porque ahí dentro no estaba frío. Tenía todavía el cigarrillo en los labios, porque no iba a desperdiciarlo y mucho menos ahora. - Quiero decir, ya sabes, yo nada más sabía que estudiabas en Drumstrang y eso. - Se sentó, cruzó las piernas y fue ahora ella quien lo miró de arriba a abajo. No era nada como se lo había imaginado, ni en físico, ni en actitud. Ni siquiera era parecido a Joseph en nada, aunque sí que era bastante guapo, ¿pero qué clase de genes eran esos? Se sonrió pero no dijo nada. - ¿Entonces dices que acabas de llegar? -
No estaba anticipando que el rostro le cambiara de repente y comenzara a tirarla de puta esto y puta aquello. Más bien es que no sabía que pensar. No tenía una relación propiamente dicha con la familia de Joseph como para saber en qué concepto la tenían a ella y su hijo más allá de un agujero en la billetera de Simon Miller. Y ahora resultaba que así como así se iba a encontrar de la manera más inesperada e inverosímil con el hermano. Que cualquiera estaría nerviosa en su lugar, ¿que no? Era natural sentir aquel cosquilleo ansioso, o eso quería creer.
Pero no hubieron ni reclamos ni miradas raras, ni comentarios de la naturaleza de ah, así que tú eres la que le quiso engatuzar al chiquillo, cosa que el mismo Joseph le había dicho. Y si Joseph era así, y de las pocas cosas que sabía de Frank era que no se soportaban entre ellos, pues no quería ni imaginarse la posible reacción. Así que el que la rodeara con los brazos y la estrechara de esa manera tan familiar, pues qué querían, era un verdadero alivio.
- Ahh, pues sí, eres "ese" Frank Miller. - Y no lo dijo con tono de reproche ni nada, aunque si se le escapó una risita nerviosa y también le devolvió el abrazo porque... ¿pues por qué no? Si él la abrazaba y se ponía contento y hasta le preguntaba por el niño pues es que en realidad no podía pedir más, y se sentía bien que alguien de esa familia demostrara interés en su bebé, porque no llevaría el apellido, pero era un Miller (y un Crawford) también.
Sonrió ahora sí, mucho más relajada, cuando la tomaba por los brazos y no encontraba en su rostro ni una mala señal. Ni tuvo pie a responderle nada, sobre como estaba Roman o si se parecía a Joseph o no porque francamente no tenía idea - ¿cómo saberlo? - porque ya la tomaba de la mano y la invitaba a pasar a los vestidores, cosa a la que no puso un solo pero. De repente el quidditch ya no era tan interesante, y no, ni idea de que le estaba calificando el culo, porque de todas las cosas que le pasaban por la cabeza ese escenario era el último en ese instante.
- Pues... ¡está muy bien! Ya tiene 3 años, se queda con mis papás en lo que yo estudio y... eso... ay no, perdón, es que en serio no imagine que te iba a conocer así. - Y se rio con bastante buen ánimo, sacándose la chaqueta para dejarla en una de las bancas del vestidor porque ahí dentro no estaba frío. Tenía todavía el cigarrillo en los labios, porque no iba a desperdiciarlo y mucho menos ahora. - Quiero decir, ya sabes, yo nada más sabía que estudiabas en Drumstrang y eso. - Se sentó, cruzó las piernas y fue ahora ella quien lo miró de arriba a abajo. No era nada como se lo había imaginado, ni en físico, ni en actitud. Ni siquiera era parecido a Joseph en nada, aunque sí que era bastante guapo, ¿pero qué clase de genes eran esos? Se sonrió pero no dijo nada. - ¿Entonces dices que acabas de llegar? -
Robin Hartmann- Mensajes : 49
Fecha de inscripción : 08/11/2012
Re: ¿Un juego o qué?
No me importaba ni un poco fingir que me interesaba en algo el criajo aquel aunque su existencia me tuviera sin cuidado, y es que aprender a mentir era algo que me había nacido por mero trámite en algún punto de mi vida. Cosa normal, todo con tal de ser cordial y poder entablar cualquier tipo de conversación con cualquier persona. Por otro lado, pensar mal de Robin por haberse embarazado de Joseph hace tanto tiempo era naturalmente lo más lejano a lo que yo pudiera sentir al respecto. Es más, debería hasta agradecerle por haberle jodido aunque fuera por unos días la existencia, al muy cabrón aquel.
Asentí con la cabeza mientras me contaba acerca de Roman, completamente fascinado y con los ojos bien abiertos ante lo que se avecinaba como la conversación más aburrida de la historia si no es que yo mismo hacía algo al respecto para remediarlo. Eso sí, agradecí que Robin se sacara la chaqueta y dejara ver al menos un poco de piel y la forma de esas tetas de mamá que ya le habían dado de comer a un crío. Piensen lo que quieran, pero a mi me mataba de morbo el asunto de la madre joven y todo eso.
-¿Así como?, ¿dentro de un vestidor deportivo en completa soledad?. No, la verdad yo tampoco me lo esperaba, pero resulta conveniente-
Solté aquello así nada más, como si fuera la cosa más natural del mundo aunque ahí debajo de la frase desinteresada hubiera sido lanzado un misil lleno de malas intenciones por mi parte. Noté esa mirada que lanzaba para checarme de pies a cabeza mientras cruzaba las piernas, y solté el humo del cigarro sin decir nada por algunos segundos, mirándola igual de pies a cabeza en un lapsus silencioso que estaba matando de risa a alguno de mis alter-egos.
-Hace tres días exactamente, tiempo suficiente como para pasearme por la mayoría de las instalaciones e instalarme también en mi dormitorio. Son una porquería, pero venga… mejor de los de Drumstrang si son y por mucho tramo. ¿Dónde está tu dormitorio?, o más bien… tu facultad, ¿cuál es tu carrera entonces si no es quidditch profesional?-
Me levanté de mi lugar y caminé hacia ella solo para sentarme en la misma banca en donde ella se encontraba, miradola de nuevo de arriba abajo y luego desviando la mirada hacia el techo mientras ella me contaba lo de su carrera, que igual y me importaba bastante poco, como prácticamente la mayoría de cosas. Igual de todos modos contaba con la virtud de saber escuchar, por si acaso se le ocurría preguntarme otro día cualquier cosa al respecto.
-Lo que sí es que no he conocido a muchas personas, apenas a una albina llamada Rune Drane… bastante simpática. Pero vamos, que gente así como tú, a verdad es que no.-
¿Cómo yo cómo?, la pregunta obligada y la más interesante de todas.
Asentí con la cabeza mientras me contaba acerca de Roman, completamente fascinado y con los ojos bien abiertos ante lo que se avecinaba como la conversación más aburrida de la historia si no es que yo mismo hacía algo al respecto para remediarlo. Eso sí, agradecí que Robin se sacara la chaqueta y dejara ver al menos un poco de piel y la forma de esas tetas de mamá que ya le habían dado de comer a un crío. Piensen lo que quieran, pero a mi me mataba de morbo el asunto de la madre joven y todo eso.
-¿Así como?, ¿dentro de un vestidor deportivo en completa soledad?. No, la verdad yo tampoco me lo esperaba, pero resulta conveniente-
Solté aquello así nada más, como si fuera la cosa más natural del mundo aunque ahí debajo de la frase desinteresada hubiera sido lanzado un misil lleno de malas intenciones por mi parte. Noté esa mirada que lanzaba para checarme de pies a cabeza mientras cruzaba las piernas, y solté el humo del cigarro sin decir nada por algunos segundos, mirándola igual de pies a cabeza en un lapsus silencioso que estaba matando de risa a alguno de mis alter-egos.
-Hace tres días exactamente, tiempo suficiente como para pasearme por la mayoría de las instalaciones e instalarme también en mi dormitorio. Son una porquería, pero venga… mejor de los de Drumstrang si son y por mucho tramo. ¿Dónde está tu dormitorio?, o más bien… tu facultad, ¿cuál es tu carrera entonces si no es quidditch profesional?-
Me levanté de mi lugar y caminé hacia ella solo para sentarme en la misma banca en donde ella se encontraba, miradola de nuevo de arriba abajo y luego desviando la mirada hacia el techo mientras ella me contaba lo de su carrera, que igual y me importaba bastante poco, como prácticamente la mayoría de cosas. Igual de todos modos contaba con la virtud de saber escuchar, por si acaso se le ocurría preguntarme otro día cualquier cosa al respecto.
-Lo que sí es que no he conocido a muchas personas, apenas a una albina llamada Rune Drane… bastante simpática. Pero vamos, que gente así como tú, a verdad es que no.-
¿Cómo yo cómo?, la pregunta obligada y la más interesante de todas.
Frank Miller- Mensajes : 15
Fecha de inscripción : 24/10/2012
Re: ¿Un juego o qué?
- ¿Conveniente? Ja, supongo que sí. Hay toda una mitología rodeando todo el asunto del vestidor solo y el encuentro casual en el cine. -
En el cine porno, ya, pero el chiste era fácil de pillar, y cuando lo apuntaba así no había manera de negar que todo el escenario quedaba hasta un poco cliché. Pero no era de la clase que se escandalizaba por eso y la verdad es que pocas veces se tomaba algo en serio. Por que no, el misil de dobles intenciones todavía no se acercaba a su radar porque sería algo demasiado extraño.
Tampoco se imaginaba que por más interesado que pareciera estar Frank fingía completa atención de manera merecedora de un premio, poco o nada le interesaba en verdad lo que tuviera ella que decir sobre el niño. No es que fuera a ser la desilusión de la vida si acaso lo supiera, es decir, ¿qué tenía de conocerlo? ¿5 minutos? Porque había que darle crédito a quien lo merecía, y el chico sabía aparentar dedicarle toda su atención de una manera en que apenas con polígrafo o verisaterum lo descifraría. Ella no era muy buena mentirosa, siempre había algo que terminaba por delatarla, ni tampoco gozaba de aquel olfato para detectar las mentiras de alguien más.
Ahora, que el intercambio de miradas y las pausas en silencio ya empezaban a parecerle, cuando menos, curiosas. Porque muy madre sería ella y él muy hermano del padre, pero no había estado viviendo en un sótano encerrada y carente de contacto humano después de dar a luz. Había estado con muy poca gente los últimos años, técnicamente con nadie, pero no era como si se le hubiera olvidado por completo como funcionaba ese estira y afloja tan peculiar. Igual eran solo ideas suyas, pero lo siguió con la mirada cuando se fue a sentar junto a ella y soltó el humo, lejos de su cara, obviamente.
- Ogmios. Ingeniería, ingeniería en pociones. Al otro lado del campus. - Y una de las pocas chicas que cursaba la carrera de manera oficial, algo que francamente le elevaba mucho el ego. También le parecía muy curioso. Aún como oyentes seguían habiendo muy pocas mujeres en comparación a toda la testosterona que había en esa aula. La mayoría de las chicas en su facultad parecían decantarse por Medimagia. Lo entendía de gente como Lena, a quien no podía imaginar haciendo otra cosa por ese carácter tan propio de ella estando siempre al pendiente de los demás, pero había cada simio vistiendo bata de sanador.... tampoco es que con Immëndorff todo fuera alegría y maravilla. Había bastante imbécil bajo su tutela.
- ¡Ah! Pues mira, soy compañera de Rune Drane, aunque ella va mucho más adelantada que yo. -
Y entonces el tiro de gracia, ese que le confirmaba todo y finalmente hacía que sus radares detectaran el misil malintencionado de minutos atrás. Esbozó una media sonrisa y dejó en alto una de sus cejas mientras se echaba un poco hacia atrás en la banca. Gente como ella. ¿Pues qué iba a decir? ¿Tan simpática y amigable y graciosa e interesante? ¿Con cuatro frases intercambiadas iba a dar testimonio de su carácter? Venga...
- ¿Tan guapa como yo? Lo sé. -
Mantuvo la media sonrisa en el rostro, mismo que alzó un poco cuando le miró de una manera que dificultaba el decir si estaba jugando, si lo decía en serio o qué pretendía. Que si había encontrado el misil adecuado en sus radares por divertise un poco no pasaba nada, y si era idea suya, lo mismo, seguía sin pasar nada.
- ¿Entonces qué posición juegas? Tienes pinta de golpeador. Y de capitán. ¿Voy mal? -
Y así, tan natural, cambiaba de tema como cualquier cosa. Estira y afloja, estira y afloja, nunca dejaba de divertirle.
En el cine porno, ya, pero el chiste era fácil de pillar, y cuando lo apuntaba así no había manera de negar que todo el escenario quedaba hasta un poco cliché. Pero no era de la clase que se escandalizaba por eso y la verdad es que pocas veces se tomaba algo en serio. Por que no, el misil de dobles intenciones todavía no se acercaba a su radar porque sería algo demasiado extraño.
Tampoco se imaginaba que por más interesado que pareciera estar Frank fingía completa atención de manera merecedora de un premio, poco o nada le interesaba en verdad lo que tuviera ella que decir sobre el niño. No es que fuera a ser la desilusión de la vida si acaso lo supiera, es decir, ¿qué tenía de conocerlo? ¿5 minutos? Porque había que darle crédito a quien lo merecía, y el chico sabía aparentar dedicarle toda su atención de una manera en que apenas con polígrafo o verisaterum lo descifraría. Ella no era muy buena mentirosa, siempre había algo que terminaba por delatarla, ni tampoco gozaba de aquel olfato para detectar las mentiras de alguien más.
Ahora, que el intercambio de miradas y las pausas en silencio ya empezaban a parecerle, cuando menos, curiosas. Porque muy madre sería ella y él muy hermano del padre, pero no había estado viviendo en un sótano encerrada y carente de contacto humano después de dar a luz. Había estado con muy poca gente los últimos años, técnicamente con nadie, pero no era como si se le hubiera olvidado por completo como funcionaba ese estira y afloja tan peculiar. Igual eran solo ideas suyas, pero lo siguió con la mirada cuando se fue a sentar junto a ella y soltó el humo, lejos de su cara, obviamente.
- Ogmios. Ingeniería, ingeniería en pociones. Al otro lado del campus. - Y una de las pocas chicas que cursaba la carrera de manera oficial, algo que francamente le elevaba mucho el ego. También le parecía muy curioso. Aún como oyentes seguían habiendo muy pocas mujeres en comparación a toda la testosterona que había en esa aula. La mayoría de las chicas en su facultad parecían decantarse por Medimagia. Lo entendía de gente como Lena, a quien no podía imaginar haciendo otra cosa por ese carácter tan propio de ella estando siempre al pendiente de los demás, pero había cada simio vistiendo bata de sanador.... tampoco es que con Immëndorff todo fuera alegría y maravilla. Había bastante imbécil bajo su tutela.
- ¡Ah! Pues mira, soy compañera de Rune Drane, aunque ella va mucho más adelantada que yo. -
Y entonces el tiro de gracia, ese que le confirmaba todo y finalmente hacía que sus radares detectaran el misil malintencionado de minutos atrás. Esbozó una media sonrisa y dejó en alto una de sus cejas mientras se echaba un poco hacia atrás en la banca. Gente como ella. ¿Pues qué iba a decir? ¿Tan simpática y amigable y graciosa e interesante? ¿Con cuatro frases intercambiadas iba a dar testimonio de su carácter? Venga...
- ¿Tan guapa como yo? Lo sé. -
Mantuvo la media sonrisa en el rostro, mismo que alzó un poco cuando le miró de una manera que dificultaba el decir si estaba jugando, si lo decía en serio o qué pretendía. Que si había encontrado el misil adecuado en sus radares por divertise un poco no pasaba nada, y si era idea suya, lo mismo, seguía sin pasar nada.
- ¿Entonces qué posición juegas? Tienes pinta de golpeador. Y de capitán. ¿Voy mal? -
Y así, tan natural, cambiaba de tema como cualquier cosa. Estira y afloja, estira y afloja, nunca dejaba de divertirle.
Robin Hartmann- Mensajes : 49
Fecha de inscripción : 08/11/2012
Re: ¿Un juego o qué?
-Si es verdad, ¿y quiénes somos para desmentir los mitos?, a mi la verdad me entretienen bastante-
Robin parecía atrapar mis dobles sentidos en cuestión de instantes, así de forma tan natural como solo puede hacerlo una chica que sabe bien de qué se trata todo, y mientras no sintiera ninguna especie de rechazo en ese sentido, por mi parte seguirían existiendo hasta llevarlo a dónde fuera. No se trataba de coquetear con cualquier persona que se te pusiera en frente, porque para eso te ibas a un bar y te pillabas a la que fuera. Ahí el principal asunto, el más atractivo de todos, era aquella relación “familiar” que pegaba bastante por sí solo.
Aparentemente era compañera la chica albina cuyo nombre se me había pegado de milagro, esa Rune Drane de ojos bicolores, lo cual por supuesto no me podría importar más que un reverendo cacahuate. No había podido platicar demasiado con Drane, apenas un intercambio bastante básico que no me había aportado absolutamente nada más allá de saber que estaba cerca de terminar la carrera de pociones, misma en donde también estaba matriculada Hartmann.
Mi entusiasmo por conocer a las personas de Brigantia aun no explicaba como tenía que ser, y no me malinterpreten, no es por falta de interés o porque piense que en realidad no hay gente que valga más de media hora de charla; más bien era cosa de adaptarse a un medio completamente distinto al que se supone que debería tratar, adecuarse a un sistema escolarizado, asistir a clase, revisar horarios… esas cosas que pensaba haber dejado en Drumstrang y que no tenían nada que ver con el mundo de un jugador profesional en donde se suponía, debía estar para estas fechas de acuerdo a mis planes de vida.
-Tan guapa, eso mismo. ¿Me estás leyendo la mente? ¿legeremancia?. Ten cuidado con eso, podrías encontrarte cosas en mi cabeza, cosas que podrían no sé… desconcertarte o peor, asustarte-
La seguía mirando de arriba hacia abajo, malintencionadamente a propósito y sin decoro alguno, llegando en algún punto a la conclusión de que, en efecto, me era necesario probar y tal vez dar un paso más hacia adelante bajo riesgo de recibir un buen merecido, después de todo no habían pasado ni diez minutos desde que habíamos cruzado miradas por primera vez. Pero lo necesitaba por varias cosas: por ego, por diversión, por morbo, por pereza, y por pura y llana calentura; y tan solo por esa mezcla de factores levanté la mano para rozar su mejilla con el dorso de mi mano. Era un gesto que podía definirse como inofensivo, pero al mismo tiempo y dadas las circunstancias, una declaración de intenciones bastante clara.
-¿Posiciones?, todas. Pero si te refieres al quidditch, efectivamente juego de golpeador y sí, también fui capitán. Deja de leer mi mente, ¿quieres?, me estás tentando a pensar en ser un pésimo tío-
Robin parecía atrapar mis dobles sentidos en cuestión de instantes, así de forma tan natural como solo puede hacerlo una chica que sabe bien de qué se trata todo, y mientras no sintiera ninguna especie de rechazo en ese sentido, por mi parte seguirían existiendo hasta llevarlo a dónde fuera. No se trataba de coquetear con cualquier persona que se te pusiera en frente, porque para eso te ibas a un bar y te pillabas a la que fuera. Ahí el principal asunto, el más atractivo de todos, era aquella relación “familiar” que pegaba bastante por sí solo.
Aparentemente era compañera la chica albina cuyo nombre se me había pegado de milagro, esa Rune Drane de ojos bicolores, lo cual por supuesto no me podría importar más que un reverendo cacahuate. No había podido platicar demasiado con Drane, apenas un intercambio bastante básico que no me había aportado absolutamente nada más allá de saber que estaba cerca de terminar la carrera de pociones, misma en donde también estaba matriculada Hartmann.
Mi entusiasmo por conocer a las personas de Brigantia aun no explicaba como tenía que ser, y no me malinterpreten, no es por falta de interés o porque piense que en realidad no hay gente que valga más de media hora de charla; más bien era cosa de adaptarse a un medio completamente distinto al que se supone que debería tratar, adecuarse a un sistema escolarizado, asistir a clase, revisar horarios… esas cosas que pensaba haber dejado en Drumstrang y que no tenían nada que ver con el mundo de un jugador profesional en donde se suponía, debía estar para estas fechas de acuerdo a mis planes de vida.
-Tan guapa, eso mismo. ¿Me estás leyendo la mente? ¿legeremancia?. Ten cuidado con eso, podrías encontrarte cosas en mi cabeza, cosas que podrían no sé… desconcertarte o peor, asustarte-
La seguía mirando de arriba hacia abajo, malintencionadamente a propósito y sin decoro alguno, llegando en algún punto a la conclusión de que, en efecto, me era necesario probar y tal vez dar un paso más hacia adelante bajo riesgo de recibir un buen merecido, después de todo no habían pasado ni diez minutos desde que habíamos cruzado miradas por primera vez. Pero lo necesitaba por varias cosas: por ego, por diversión, por morbo, por pereza, y por pura y llana calentura; y tan solo por esa mezcla de factores levanté la mano para rozar su mejilla con el dorso de mi mano. Era un gesto que podía definirse como inofensivo, pero al mismo tiempo y dadas las circunstancias, una declaración de intenciones bastante clara.
-¿Posiciones?, todas. Pero si te refieres al quidditch, efectivamente juego de golpeador y sí, también fui capitán. Deja de leer mi mente, ¿quieres?, me estás tentando a pensar en ser un pésimo tío-
Frank Miller- Mensajes : 15
Fecha de inscripción : 24/10/2012
Re: ¿Un juego o qué?
Pues no, su radar no le fallaba y el misil venía con trayectoria clara. No iba a mentir, obviamente que su ego se elevaba lo suyo cuando le decía guapa, pero todo era muy inofensivo. Bueno, inofensivo según qué perspectiva, pero no había porqué enloquecer aún.
- Que no, no leo la mente, solo tengo talento innato para estas cosas. O a lo mejor si que soy legeremaga pero me gusta mantener el suspenso. Por qué, ¿deberían darme miedo tus pensamientos? Uh, qué escándalo. –
Eso último lo dijo con una ceja en alto, una sonrisa ladeada de lo más maliciosa y hasta inclinándose un poco hacia él, sin haber descruzado las piernas y sosteniendo su cigarrillo entre los dedos de su mano izquierda. Claro que sentía el hormigueo del interés recorriéndole el cuerpo, porque eso de estar coqueteando así, a las claras, con el hermano de Joseph era algo que nunca, jamás, se habría imaginado haciendo. Para empezar porque se había hecho a la idea de que Frank Miller era algo así como un imbécil de proporciones estratosféricas así que esto estaba resultando una sorpresa de lo más interesante. De cualquier forma no se confiaba mucho. Podía ser guapísimo y simpático, por lo menos de lo que había visto hasta ahora, y mirarla de esa manera que irremediablemente le provocaba un cosquilleo entre las piernas, pero no perdía de vista quien era. En algo debía parecerse a Crawford, que por mucho que lograra hacerte temblar las rodillas susurrándote alguna guarrada al oído en el momento preciso, nunca sabías exactamente qué estaba pensando. Por lo menos ella nunca lo había podido descifrar por completo.
Le sostuvo la mirada cuando le acarició la mejilla de esa forma que si, en apariencia era completamente inocente, pero los dos sabían que las cosas no iban precisamente por esos rumbos. Lo dejó, manteniendo la misma expresión en el rostro, si acaso deteniéndose en sus ojos para observarlos con mayor detalle. ¿Qué querían que dijera? Su ego también necesitaba ser acariciado de vez en cuando. Le gustaba saber que, con todo y el contexto tan denso, la encontraba atractiva. Porque no es como si fueran un par de desconocidos que se atraían y ya. Eran eso, sí, pero con la pequeña peculiaridad de que ella había dado a luz al hijo de su hermano. Visto desde afuera seguro era una idiotez, pero la curiosidad que sentía era más fuerte.
- Todas, ¿todas? Mira, tiendo a no creerme esas cosas hasta no tener pruebas. Llámame escéptica. – No era una de esas chicas que se sonrojaban con los comentarios mal intencionados, se ponían nerviosas y cedían el control a la primera de cambios, eso no cambiaba por muy seca que hubiera estado su vida personal los últimos años. Sonrió un poco más porque había acertado, estaba segura que era golpeador, una podía darse cuenta de esas cosas por la clase de cuerpo que se tenía. Pero lo que le hizo reír con aún más ganas fue el que insistiera con eso de que le estaba leyendo la mente.
- ¡Pero por qué! Que tu oclumancia sea pésima no es mi culpa. Yo me divierto. Además sospecho que lo que quieres es que te lea la mente, para empezar, te tiente o no. – Se ahorró en no te apures, Joe es un pésimo padre porque no iba al caso así que el comentario malicioso se lo quedó ella y nada más. – Aunque puede que tú y yo tengamos conceptos distintos de lo que es ser un pésimo tío. A ver, dime, tus pensamientos se empiezan a enturbiar un poco. – Se llevó una mano a las sienes y con la otra lo señaló, dramatizando el asunto de leerle el pensamiento.
Se llevó el cigarrillo de nuevo a los labios y miró de reojo los pósters colgados en los muros, esos mismos que decían habían ido a chismear sobre Autumn y el islandés. Para Robin no había nada que reprochar ahí y claro que no consideraba a su amiga una fácil ni nada. Conocía a otras más putas que se las daban de señoritas bien portadas. El punto era, que lo de los pósters chismosos era algo con lo que le daba mucha flojera estar al pendiente.
- Da igual, yo quería jugar un rato. -Se puso en pie quedando frente a él, cerca pero sin subírsele encima. Dio la última calada a su cigarrillo y lo tiró al piso para pisarlo y apagarlo, luego con un movimiento de la varita mandó la colilla al bote de basura más cercano. Se inclinó un poco hacia él y se sonrió. – ¿Vienes? Y me muestras la maestría en tu posición. – Sin guiños sugerentes ni pestañeos coquetos. Casual, aunque ya fuera imposible cargar más el ambiente con dobles intenciones.
- Que no, no leo la mente, solo tengo talento innato para estas cosas. O a lo mejor si que soy legeremaga pero me gusta mantener el suspenso. Por qué, ¿deberían darme miedo tus pensamientos? Uh, qué escándalo. –
Eso último lo dijo con una ceja en alto, una sonrisa ladeada de lo más maliciosa y hasta inclinándose un poco hacia él, sin haber descruzado las piernas y sosteniendo su cigarrillo entre los dedos de su mano izquierda. Claro que sentía el hormigueo del interés recorriéndole el cuerpo, porque eso de estar coqueteando así, a las claras, con el hermano de Joseph era algo que nunca, jamás, se habría imaginado haciendo. Para empezar porque se había hecho a la idea de que Frank Miller era algo así como un imbécil de proporciones estratosféricas así que esto estaba resultando una sorpresa de lo más interesante. De cualquier forma no se confiaba mucho. Podía ser guapísimo y simpático, por lo menos de lo que había visto hasta ahora, y mirarla de esa manera que irremediablemente le provocaba un cosquilleo entre las piernas, pero no perdía de vista quien era. En algo debía parecerse a Crawford, que por mucho que lograra hacerte temblar las rodillas susurrándote alguna guarrada al oído en el momento preciso, nunca sabías exactamente qué estaba pensando. Por lo menos ella nunca lo había podido descifrar por completo.
Le sostuvo la mirada cuando le acarició la mejilla de esa forma que si, en apariencia era completamente inocente, pero los dos sabían que las cosas no iban precisamente por esos rumbos. Lo dejó, manteniendo la misma expresión en el rostro, si acaso deteniéndose en sus ojos para observarlos con mayor detalle. ¿Qué querían que dijera? Su ego también necesitaba ser acariciado de vez en cuando. Le gustaba saber que, con todo y el contexto tan denso, la encontraba atractiva. Porque no es como si fueran un par de desconocidos que se atraían y ya. Eran eso, sí, pero con la pequeña peculiaridad de que ella había dado a luz al hijo de su hermano. Visto desde afuera seguro era una idiotez, pero la curiosidad que sentía era más fuerte.
- Todas, ¿todas? Mira, tiendo a no creerme esas cosas hasta no tener pruebas. Llámame escéptica. – No era una de esas chicas que se sonrojaban con los comentarios mal intencionados, se ponían nerviosas y cedían el control a la primera de cambios, eso no cambiaba por muy seca que hubiera estado su vida personal los últimos años. Sonrió un poco más porque había acertado, estaba segura que era golpeador, una podía darse cuenta de esas cosas por la clase de cuerpo que se tenía. Pero lo que le hizo reír con aún más ganas fue el que insistiera con eso de que le estaba leyendo la mente.
- ¡Pero por qué! Que tu oclumancia sea pésima no es mi culpa. Yo me divierto. Además sospecho que lo que quieres es que te lea la mente, para empezar, te tiente o no. – Se ahorró en no te apures, Joe es un pésimo padre porque no iba al caso así que el comentario malicioso se lo quedó ella y nada más. – Aunque puede que tú y yo tengamos conceptos distintos de lo que es ser un pésimo tío. A ver, dime, tus pensamientos se empiezan a enturbiar un poco. – Se llevó una mano a las sienes y con la otra lo señaló, dramatizando el asunto de leerle el pensamiento.
Se llevó el cigarrillo de nuevo a los labios y miró de reojo los pósters colgados en los muros, esos mismos que decían habían ido a chismear sobre Autumn y el islandés. Para Robin no había nada que reprochar ahí y claro que no consideraba a su amiga una fácil ni nada. Conocía a otras más putas que se las daban de señoritas bien portadas. El punto era, que lo de los pósters chismosos era algo con lo que le daba mucha flojera estar al pendiente.
- Da igual, yo quería jugar un rato. -Se puso en pie quedando frente a él, cerca pero sin subírsele encima. Dio la última calada a su cigarrillo y lo tiró al piso para pisarlo y apagarlo, luego con un movimiento de la varita mandó la colilla al bote de basura más cercano. Se inclinó un poco hacia él y se sonrió. – ¿Vienes? Y me muestras la maestría en tu posición. – Sin guiños sugerentes ni pestañeos coquetos. Casual, aunque ya fuera imposible cargar más el ambiente con dobles intenciones.
Robin Hartmann- Mensajes : 49
Fecha de inscripción : 08/11/2012
Re: ¿Un juego o qué?
-Todas en las que se me permita jugar, al menos. De todas maneras no pretendo que eso se quede en palabras…-
Me parecían bastante divertidas, y como no, muy atrayentes cada una de sus respuestas; porque con cada una resultaba más que evidente que Robin no era precisamente una chica a la que se le pudiera “abrumar” con insinuaciones de ese nivel, ni siquiera con el hándicap que podría significar el ser familiarmente cercanos. Ni hablar, en cuanto a ese rubro en particular se refería, Hartmann parecía bastante más adelantada de lo que en principio uno se pudiera imaginar, y eso por sí solo ya era lo suficientemente atractivo por si no se quería tomar en cuenta todos los demás factores.
Me reí ante su dramatización de la legeremancia y negué con la cabeza, soltando el humo del cigarrillo y haciendo un silencio antes de mi respuesta para responder primero con mis ojos yendo directamente al espacio entre sus piernas. Si debo ser sincero, la perspectiva de un encuentro de algunos escalones más allá de la simple convivencia social era por mucho alentadora, porque no era lo mismo llegar y encontrarte con ese panorama teniendo enfrente a cualquier chica de nombre x, apellido, apariencia y trascendencia igual de importantes; que tener la fortuna o atino de hacerlo con alguien como Robin que cumplía con ciertas características para ser la “presa” perfecta, aunque de presa nada, todo sea dicho.
-Si te digo mis pensamientos le voy a quitar el encanto a todo, mejor te hago una demostración un poco más gráfica y lo ponemos más interesante.
Enarqué las cejas, ciertamente sorprendido por la forma en la que Robin se ponía de pie y justo en frente de mí, expresando sus deseos de “jugar un rato” que con todo y el cargado ambiente, bien podrían significar el simple y básico gusto de hacer lo que se suponía que los dos pretendíamos hacer en un principio, y me refiero a jugar al quidditch. Como fuera, que se inclinara de ese modo bien al tanto de mis pretensiones me hizo pensar como en cincuenta cosas, de las cuales en ninguna se incluía montarse sobre una escoba; así que tiré el cigarrillo en el piso, lo pisé, me levanté de lugar y decidí mandar al diablo todas las insinuaciones baratas para convertirlas en un hecho.
Me quedé parado frente a ella a escasos centímetros, sin hacer nada durante algunos segundos más que sonreír y mirarla a los ojos, entonces no hice más que inclinarme para besar sus labios y llevar mi mano hacia su cintura, acariciando desde el costado hasta rodear, llevarla a su espalda y atraer su cuerpo lo suficiente, mientras mi lengua buscaba lentamente probar y adaptarse al movimiento de sus labios. Rodee su cuerpo con más fuerza y una de mis manos la sostuvo de una pierna para literalmente llevarla cargando hasta la superficie del escobero más cercano.
-Nadie me dijo que esto venía en el paquete de bienvenida-
Me parecían bastante divertidas, y como no, muy atrayentes cada una de sus respuestas; porque con cada una resultaba más que evidente que Robin no era precisamente una chica a la que se le pudiera “abrumar” con insinuaciones de ese nivel, ni siquiera con el hándicap que podría significar el ser familiarmente cercanos. Ni hablar, en cuanto a ese rubro en particular se refería, Hartmann parecía bastante más adelantada de lo que en principio uno se pudiera imaginar, y eso por sí solo ya era lo suficientemente atractivo por si no se quería tomar en cuenta todos los demás factores.
Me reí ante su dramatización de la legeremancia y negué con la cabeza, soltando el humo del cigarrillo y haciendo un silencio antes de mi respuesta para responder primero con mis ojos yendo directamente al espacio entre sus piernas. Si debo ser sincero, la perspectiva de un encuentro de algunos escalones más allá de la simple convivencia social era por mucho alentadora, porque no era lo mismo llegar y encontrarte con ese panorama teniendo enfrente a cualquier chica de nombre x, apellido, apariencia y trascendencia igual de importantes; que tener la fortuna o atino de hacerlo con alguien como Robin que cumplía con ciertas características para ser la “presa” perfecta, aunque de presa nada, todo sea dicho.
-Si te digo mis pensamientos le voy a quitar el encanto a todo, mejor te hago una demostración un poco más gráfica y lo ponemos más interesante.
Enarqué las cejas, ciertamente sorprendido por la forma en la que Robin se ponía de pie y justo en frente de mí, expresando sus deseos de “jugar un rato” que con todo y el cargado ambiente, bien podrían significar el simple y básico gusto de hacer lo que se suponía que los dos pretendíamos hacer en un principio, y me refiero a jugar al quidditch. Como fuera, que se inclinara de ese modo bien al tanto de mis pretensiones me hizo pensar como en cincuenta cosas, de las cuales en ninguna se incluía montarse sobre una escoba; así que tiré el cigarrillo en el piso, lo pisé, me levanté de lugar y decidí mandar al diablo todas las insinuaciones baratas para convertirlas en un hecho.
Me quedé parado frente a ella a escasos centímetros, sin hacer nada durante algunos segundos más que sonreír y mirarla a los ojos, entonces no hice más que inclinarme para besar sus labios y llevar mi mano hacia su cintura, acariciando desde el costado hasta rodear, llevarla a su espalda y atraer su cuerpo lo suficiente, mientras mi lengua buscaba lentamente probar y adaptarse al movimiento de sus labios. Rodee su cuerpo con más fuerza y una de mis manos la sostuvo de una pierna para literalmente llevarla cargando hasta la superficie del escobero más cercano.
-Nadie me dijo que esto venía en el paquete de bienvenida-
Frank Miller- Mensajes : 15
Fecha de inscripción : 24/10/2012
Re: ¿Un juego o qué?
No retrocedió ni un solo paso, ni siquiera medio centímetro, cuando Frank se puso de pie después de apagar su cigarrillo. ¿Qué si lo estaba provocando? Pues era obvio. ¿Qué si tenía idea donde se estaba metiendo? Pues también, ¿pero y qué? De todas maneras lo iba a hacer. No era como si le debiera alguna clase de lealtad a Joseph Clayton Crawford o le hubiera dado a firmar con sangre Thou shall not place thy sight in the brother I despise. Era un poco como divertirse como cualquier otro chico, salvo que no lo era. Y todo era también muy inofensivo, pero no tanto. Ya, mucha diferencia no hacía.
Por eso le sostuvo la mirada mientras le sonreía, ella misma haciendo lo propio. Ladeó la cabeza y le observó con los ojos entrecerrados y una ceja en algo, dibujando en sus labios un silencioso pero muy expresivo “¿y entonces?”. Entonces se inclinó a besarla y aunque por dentro todo en ella se encendió no lo mostró ni en su rostro ni en la manera en que su cuerpo reaccionaba. No iba a echarle los brazos al cuello y besarla como desquiciada, por toda la magia. Lo que sí, disimular el estremecimiento que hizo que la piel de su nuca y sus brazos se erizara cuando le acariciaba el costado fue casi imposible. Era especialmente sensible por aquella zona, una mordida por ahí o una lengua recorriéndole la espalda y ya, era masilla moldeable en las manos de quien fuera. Claro, esas eran cosas que se guardaba y no confesaba tal cual así de buenas a primeras.
Correspondió a su beso sin prisa pero sin pausa, dejándolo a veces dictar él el ritmo tan solo para buscar hacerse del control en cuanto veía la oportunidad. Lo que le concedió a él la ventaja fue la mano que sintió sujetarla por la pierna y la fuerza que uso para cargarla como si nada hasta quedarse apresada contra el escobero. Pues bien, vaya, punto para Miller. No solo los chicos que hacían despliegues de fuerza física le despertaban el interés, pero no iba a ponerse a mentir, tenía su punto y uno muy muy estimulante.
- No lo está, qué te crees. Si fuera parte del tour la carrera estaría sobresaturada. –
Torció su sonrisa, tratando de obviar el detalle de lo cerca que lo tenía, que coincidentemente era lo más cerca que había estado con nadie en mucho más tiempo del que debía ser bueno para la salud tanto del cuerpo como de la cabeza. Porque así, a ese nivel de proximidad, le parecía que podría ver hasta palpitar las venas en su cuello, como hacían cuando los chicos se esforzaban demasiado de manera física. Que por asociación de ideas esa imagen la llevaba a imaginarse otras cincuenta cosas a ella en las que sí que incluía montarse en algo aunque no fuera precisamente una escoba. Que hablando de su escoba encogida dentro del bolsillo de su chaqueta, no sabía si ya la había sentido presionando contra su abdomen.
- ¿No vas a salir a la cancha entonces? Yo te iba hasta proponer apuestas. Si me ganabas te iba a dejar que me comieras. –
¿Y si gano yo? Ahí la sonrisa infame que no dejaba en claro si mentía, si hablaba en serio, si sólo lo provocaba o más bien le daba por prometer. Y si, “dejarlo”, como si fuera un privilegio, porque lo era. Porque iba a costarle el que le diera la oportunidad de mostrarle qué tan bien se le daban las posiciones de las que hacía alarde, que con ella cuando las cosas eran demasiado fáciles le aburrían, y lo más fácil sería precisamente dejarlo hacer ya, sin más. Así que si estaba planteándose en serio el mandar todo lo políticamente correcto al carajo y ver que tan lejos llegaba con el hermano recién descubierto del padre de su hijo en los vestidores del campo (o donde fuera, ya puestos a ello), es que tenía toda la intención de probar los límites. Y quería ver ya qué respondía a su proposición. Se aguantó las ganas de reír, pero es que en serio, iba a hacer lo que le diera la gana. Ya le iba siendo hora de divertirse un rato.
Por eso le sostuvo la mirada mientras le sonreía, ella misma haciendo lo propio. Ladeó la cabeza y le observó con los ojos entrecerrados y una ceja en algo, dibujando en sus labios un silencioso pero muy expresivo “¿y entonces?”. Entonces se inclinó a besarla y aunque por dentro todo en ella se encendió no lo mostró ni en su rostro ni en la manera en que su cuerpo reaccionaba. No iba a echarle los brazos al cuello y besarla como desquiciada, por toda la magia. Lo que sí, disimular el estremecimiento que hizo que la piel de su nuca y sus brazos se erizara cuando le acariciaba el costado fue casi imposible. Era especialmente sensible por aquella zona, una mordida por ahí o una lengua recorriéndole la espalda y ya, era masilla moldeable en las manos de quien fuera. Claro, esas eran cosas que se guardaba y no confesaba tal cual así de buenas a primeras.
Correspondió a su beso sin prisa pero sin pausa, dejándolo a veces dictar él el ritmo tan solo para buscar hacerse del control en cuanto veía la oportunidad. Lo que le concedió a él la ventaja fue la mano que sintió sujetarla por la pierna y la fuerza que uso para cargarla como si nada hasta quedarse apresada contra el escobero. Pues bien, vaya, punto para Miller. No solo los chicos que hacían despliegues de fuerza física le despertaban el interés, pero no iba a ponerse a mentir, tenía su punto y uno muy muy estimulante.
- No lo está, qué te crees. Si fuera parte del tour la carrera estaría sobresaturada. –
Torció su sonrisa, tratando de obviar el detalle de lo cerca que lo tenía, que coincidentemente era lo más cerca que había estado con nadie en mucho más tiempo del que debía ser bueno para la salud tanto del cuerpo como de la cabeza. Porque así, a ese nivel de proximidad, le parecía que podría ver hasta palpitar las venas en su cuello, como hacían cuando los chicos se esforzaban demasiado de manera física. Que por asociación de ideas esa imagen la llevaba a imaginarse otras cincuenta cosas a ella en las que sí que incluía montarse en algo aunque no fuera precisamente una escoba. Que hablando de su escoba encogida dentro del bolsillo de su chaqueta, no sabía si ya la había sentido presionando contra su abdomen.
- ¿No vas a salir a la cancha entonces? Yo te iba hasta proponer apuestas. Si me ganabas te iba a dejar que me comieras. –
¿Y si gano yo? Ahí la sonrisa infame que no dejaba en claro si mentía, si hablaba en serio, si sólo lo provocaba o más bien le daba por prometer. Y si, “dejarlo”, como si fuera un privilegio, porque lo era. Porque iba a costarle el que le diera la oportunidad de mostrarle qué tan bien se le daban las posiciones de las que hacía alarde, que con ella cuando las cosas eran demasiado fáciles le aburrían, y lo más fácil sería precisamente dejarlo hacer ya, sin más. Así que si estaba planteándose en serio el mandar todo lo políticamente correcto al carajo y ver que tan lejos llegaba con el hermano recién descubierto del padre de su hijo en los vestidores del campo (o donde fuera, ya puestos a ello), es que tenía toda la intención de probar los límites. Y quería ver ya qué respondía a su proposición. Se aguantó las ganas de reír, pero es que en serio, iba a hacer lo que le diera la gana. Ya le iba siendo hora de divertirse un rato.
Robin Hartmann- Mensajes : 49
Fecha de inscripción : 08/11/2012
Re: ¿Un juego o qué?
-Oh!, entonces debo ser un caso muy especial para que me reciban de este modo. El buzón de sugerencias tendrá puros comentarios positivos…-
Desde que la había visto caminar hacia los vestidores, mi mente había calculado sacar de ahí algo más que un simple saludo, después de todo el atractivo de Robin era más que visible y tampoco era como si me pudiera preocupar alguna amistad en potencia. Pero que fuera la madre del hijo de Joe lo había potenciado todo en muchos sentidos, potenciado incluso en el sentido de soltárselo al propio Joe en el momento más adecuado, que conociéndolo seguro se volvía loco a pesar de ya no tener nada que ver con Hartmann. Lo dicho, todo se potenciaba con ese simple dato.
No pude evitar fruncir el ceño pero aun con la sonrisa dibujándose en mi rostro, luego de escuchar aquello de la apuesta de la que Robin hablaba. La verdad es que en principio no, no me había contemplado salir al campo, no después de haberme encontrado con ella ni mucho menos después de haberla besado como había sucedido hace unos momentos, pero me quedaba más que claro que la chica deseaba literalmente jugar un poco. Me separé de ella e incluso le ajusté un poco la ropa para luego pedirle educadamente permiso de abrir el escobero que había detrás suyo y sacar un par de escobas básicas que los miserables que no tenían escoba propia podían coger para entrenar.
-No sé por qué siento que gane o pierda igual me va a gustar el resultado, pero venga… veremos qué tan bien puede hacerlo una estudiante de pociones-
Luego Robin sacaría su propia escoba y entonces me enteraría de lo que diablos era aquello que me había estado lastimando la costilla hace unos momentos. Caminé hasta la salida esperando que ella me siguiera, y luego continué hasta donde estaba el campo de quidditch de la universidad. Me paré justo donde comenzaban los aros del lado sur, y esperé a que Robin llegara junto a mi para colocar la escoba entre mis piernas y pensar en la mejor forma de comenzar aquello.
-Vamos a ponerlo un poco más interesante. Si yo gano, vas a hacer absolutamente todo lo que yo te pida por… el día de hoy si quieres; y si tú ganas, pues lo mismo. Como soy estudiante de quidditch profesional tengo cierta ventaja, y no es muy justo, así que te voy a dar cinco segundos para que te adelantes todo lo que puedas. El primero en llegar a los aros del otro extremo y volver de regreso a este, gana-
Bastante simple la propuesta, pero no había razón para complicarse las cosas cuando no quería hacer otra cosa más que meter las manos dentro de sus leggins negros.
Desde que la había visto caminar hacia los vestidores, mi mente había calculado sacar de ahí algo más que un simple saludo, después de todo el atractivo de Robin era más que visible y tampoco era como si me pudiera preocupar alguna amistad en potencia. Pero que fuera la madre del hijo de Joe lo había potenciado todo en muchos sentidos, potenciado incluso en el sentido de soltárselo al propio Joe en el momento más adecuado, que conociéndolo seguro se volvía loco a pesar de ya no tener nada que ver con Hartmann. Lo dicho, todo se potenciaba con ese simple dato.
No pude evitar fruncir el ceño pero aun con la sonrisa dibujándose en mi rostro, luego de escuchar aquello de la apuesta de la que Robin hablaba. La verdad es que en principio no, no me había contemplado salir al campo, no después de haberme encontrado con ella ni mucho menos después de haberla besado como había sucedido hace unos momentos, pero me quedaba más que claro que la chica deseaba literalmente jugar un poco. Me separé de ella e incluso le ajusté un poco la ropa para luego pedirle educadamente permiso de abrir el escobero que había detrás suyo y sacar un par de escobas básicas que los miserables que no tenían escoba propia podían coger para entrenar.
-No sé por qué siento que gane o pierda igual me va a gustar el resultado, pero venga… veremos qué tan bien puede hacerlo una estudiante de pociones-
Luego Robin sacaría su propia escoba y entonces me enteraría de lo que diablos era aquello que me había estado lastimando la costilla hace unos momentos. Caminé hasta la salida esperando que ella me siguiera, y luego continué hasta donde estaba el campo de quidditch de la universidad. Me paré justo donde comenzaban los aros del lado sur, y esperé a que Robin llegara junto a mi para colocar la escoba entre mis piernas y pensar en la mejor forma de comenzar aquello.
-Vamos a ponerlo un poco más interesante. Si yo gano, vas a hacer absolutamente todo lo que yo te pida por… el día de hoy si quieres; y si tú ganas, pues lo mismo. Como soy estudiante de quidditch profesional tengo cierta ventaja, y no es muy justo, así que te voy a dar cinco segundos para que te adelantes todo lo que puedas. El primero en llegar a los aros del otro extremo y volver de regreso a este, gana-
Bastante simple la propuesta, pero no había razón para complicarse las cosas cuando no quería hacer otra cosa más que meter las manos dentro de sus leggins negros.
Frank Miller- Mensajes : 15
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