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Black cats
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Black cats
Había encontrado a Joe Crawford entre clases y clases unos días antes de la salida semanal, no parecía traer muy buena cara. Adair no era de meterse en vidas ajenas y desconocía por completo los líos sentimentales que se cocían en la pareja pero desde luego, había un sentimiento fraterno filial creado a raíz del Quidditch que obligaba a Adair a ejercer como buen amigo, tenía que hacer algo para subirle la moral y sabía exactamente como hacerlo.
El problema es que él también vivía en pareja y la relación con Sofie estaba algo tensa desde el problema del Samhain, aún así, citó a Crawford para el viernes después la cena y se encargó de hacer comprender a Sofie que era hombre fiel que solo iba a hacerle un favor a un amigo, miraría la mercancía pero no tocaría (aunque si ofrecería algunos billetes a los tangas alegres).
Envió su patronus en forma de tarántula a Joseph para darle la dirección del local y decirle que esperaría dentro. El club estaba lleno de jefes de empresas muggles, viejos verdes, jóvenes en época de ver mundo y Adair, sentado en una de las primeras mesas, cercanas a la barra de streptese. Delante, una señorita encuerada de cintura para arriba que pretendía emular a una enfermera aunque cachonda porque con las tetas al aire perdía toda la licencia.
Apartó la mirada para pedir a una camarera rubia en lencería fina roja una botella de whisky, el más mierda y que en cambio de uno, trajera dos vasos sin hielo solo para no joder más el alcohol. Justo cuando la camarera se fue, vislumbró a Joseph, caminando hacia su mesa, Adair sacó un montón de billetitos medio arrugados (los suyos estaban guardados y doblados en el bolsillo interno de su chaqueta) que dejó justo donde iba a sentarse – ¿Cenaste bien y vienes a por el postre? – hizo un movimiento hacia la chica pero antes de decir algo más, sacó la cajetilla de cigarros y llevó uno a sus labios para fumar – La enfermera las tiene bien puestas – tiró la cajetilla hacia él - ¿Y qué tanto te preocupa?
El problema es que él también vivía en pareja y la relación con Sofie estaba algo tensa desde el problema del Samhain, aún así, citó a Crawford para el viernes después la cena y se encargó de hacer comprender a Sofie que era hombre fiel que solo iba a hacerle un favor a un amigo, miraría la mercancía pero no tocaría (aunque si ofrecería algunos billetes a los tangas alegres).
Envió su patronus en forma de tarántula a Joseph para darle la dirección del local y decirle que esperaría dentro. El club estaba lleno de jefes de empresas muggles, viejos verdes, jóvenes en época de ver mundo y Adair, sentado en una de las primeras mesas, cercanas a la barra de streptese. Delante, una señorita encuerada de cintura para arriba que pretendía emular a una enfermera aunque cachonda porque con las tetas al aire perdía toda la licencia.
Apartó la mirada para pedir a una camarera rubia en lencería fina roja una botella de whisky, el más mierda y que en cambio de uno, trajera dos vasos sin hielo solo para no joder más el alcohol. Justo cuando la camarera se fue, vislumbró a Joseph, caminando hacia su mesa, Adair sacó un montón de billetitos medio arrugados (los suyos estaban guardados y doblados en el bolsillo interno de su chaqueta) que dejó justo donde iba a sentarse – ¿Cenaste bien y vienes a por el postre? – hizo un movimiento hacia la chica pero antes de decir algo más, sacó la cajetilla de cigarros y llevó uno a sus labios para fumar – La enfermera las tiene bien puestas – tiró la cajetilla hacia él - ¿Y qué tanto te preocupa?
Adair Brackminster- Mensajes : 402
Fecha de inscripción : 08/09/2012
Re: Black cats
Dicen (y dicen bien) que las mujeres al terminar una relación, lo primero que sucede es que los primeros días se tiran a llorar como Magdalenas en profunda depresión, después viene un breve lapso de ira y cólera… y al final terminaban superándolo y saltando de gusto por haberse desecho del pedazo de mierda al que estaban pegados. Caso contrario el de los hombres, que se sienten de puta madre de cómodos durante los primeros días, y luego de esa comodidad viene primero un tiempo de rabia e impotencia para terminar finalmente el ciclo con una depresión eterna de la cual es muy difícil salir. Pues bien, yo estaba como en la segunda etapa… la de la cólera valemadrista.
Esa noche tenía contemplado salir de putas con Brackminster, así tal cual. Me había encontrado con mi ex capitán de quidditch durante los días anteriores y habíamos quedado en ir a un lugar muy en particular, más por presión mía que por cualquier otra cosa. Digamos que Brack en la actualidad no era precisamente el mejor de mis amigos ni mucho menos, pero entre nosotros existía ese viejo colegueo de equipo que nunca se va, ese colegueo que solo se consigue a base de esfuerzo y épicas putas victorias deportivas.
Por mi parte pues qué puedo decir, estaba que vomitaba bilis nada más de acordarme de la forma en la que Felicia, sencillamente y sin dejar lugar a explicaciones, me botaba así sin más. Joder que estaba bien que no le había dicho algo jodidamente crucial en la vida, pero tampoco era como para matarse… apenas me acordaba del puto nombre del muppet!. Pero que se fuera a la mierda, que se fuera a la mierda ella y su puto melodrama y su jodida existencia de niña pija que de todas formas nada tenía que ver conmigo. Y sí, durante esos días me estaba reventando entre alcohol, cocaína, heroína y lo que mierda me encontrara mientras buscaba follarme a cuanta zorra se dejara. Ya me había pasado por las putas islandesas, y ahora tocaban las nacionales, como no.
Llegué al antrucho aquel con bastante pasta en los bolsillos, vestido para la ocasión pero muy seguramente con una puta cara digna de ser modelo para un maldito Halloween. Estaba bastante jodido, pero ni eso ni los recuerdos de Pearlie me harían pasar una mala noche. Eché un vistazo y no tardé mucho tiempo en ubicar a Brack, el muy cabrón mirando a una chica de bastante buen par de tetas contoneándose en frente suyo. Me acerqué a su mesa y me senté a su lado sin decir gran cosa, apenas un escueto saludo antes de enfocar la mirada hacia las tetas de la bailarina.
-Vengo a por todo Brack, esta noche no me detiene ni dios padre-
Le acepté el cigarrillo y saqué el mechero para encender ambos. Por alguna puta razón, mi vista no se apartaba de ese par de tetas que se movían en frente nuestro, pero aunque no lo crean aquella no era una contemplación cotidiana, de esas que te hacen pensar en lo bien que estaría correrse sobre un buen par de tetas. No, fijé mis ojos de una forma más autómata, como si no me sirvieran para otra cosa que no fuera para disimular y mantener mi vista sobre un punto en particular… y nada más.
-¿Qué?, no… no me preocupa una mierda. ¿No me ves?, estoy de puta madre colega, mejor que nunca. ¿Dónde está ese alcohol?-
Justamente llegó la chica con la botella de whiskey y el par de vasos. Tomé la botella y serví en los dos una buena cantidad para después dejarla en su lugar y llevarme el vaso a los labios… bebiendo todo el contenido del mismo, todo hasta no dejar una puta gota. Luego me serví otro, rebusqué en el bolsillo de mi chaqueta y saqué una pequeña bolsa con cocaína dentro, vertiéndola toda sobre la mesa de cristal y haciéndole una seña a Brackminster para que jalara un poco.
-No sé qué habrás escuchado colega, pero estoy de verdad bastante bien. Verás, la chica en realidad no tenía lo suficiente para tenerme agarrado de los huevos por mucho tiempo… un buen culo y nada más-
Buenísimo Crawford, buenísimo… tanto su culo como tu patético intento de ser un patán.
Esa noche tenía contemplado salir de putas con Brackminster, así tal cual. Me había encontrado con mi ex capitán de quidditch durante los días anteriores y habíamos quedado en ir a un lugar muy en particular, más por presión mía que por cualquier otra cosa. Digamos que Brack en la actualidad no era precisamente el mejor de mis amigos ni mucho menos, pero entre nosotros existía ese viejo colegueo de equipo que nunca se va, ese colegueo que solo se consigue a base de esfuerzo y épicas putas victorias deportivas.
Por mi parte pues qué puedo decir, estaba que vomitaba bilis nada más de acordarme de la forma en la que Felicia, sencillamente y sin dejar lugar a explicaciones, me botaba así sin más. Joder que estaba bien que no le había dicho algo jodidamente crucial en la vida, pero tampoco era como para matarse… apenas me acordaba del puto nombre del muppet!. Pero que se fuera a la mierda, que se fuera a la mierda ella y su puto melodrama y su jodida existencia de niña pija que de todas formas nada tenía que ver conmigo. Y sí, durante esos días me estaba reventando entre alcohol, cocaína, heroína y lo que mierda me encontrara mientras buscaba follarme a cuanta zorra se dejara. Ya me había pasado por las putas islandesas, y ahora tocaban las nacionales, como no.
Llegué al antrucho aquel con bastante pasta en los bolsillos, vestido para la ocasión pero muy seguramente con una puta cara digna de ser modelo para un maldito Halloween. Estaba bastante jodido, pero ni eso ni los recuerdos de Pearlie me harían pasar una mala noche. Eché un vistazo y no tardé mucho tiempo en ubicar a Brack, el muy cabrón mirando a una chica de bastante buen par de tetas contoneándose en frente suyo. Me acerqué a su mesa y me senté a su lado sin decir gran cosa, apenas un escueto saludo antes de enfocar la mirada hacia las tetas de la bailarina.
-Vengo a por todo Brack, esta noche no me detiene ni dios padre-
Le acepté el cigarrillo y saqué el mechero para encender ambos. Por alguna puta razón, mi vista no se apartaba de ese par de tetas que se movían en frente nuestro, pero aunque no lo crean aquella no era una contemplación cotidiana, de esas que te hacen pensar en lo bien que estaría correrse sobre un buen par de tetas. No, fijé mis ojos de una forma más autómata, como si no me sirvieran para otra cosa que no fuera para disimular y mantener mi vista sobre un punto en particular… y nada más.
-¿Qué?, no… no me preocupa una mierda. ¿No me ves?, estoy de puta madre colega, mejor que nunca. ¿Dónde está ese alcohol?-
Justamente llegó la chica con la botella de whiskey y el par de vasos. Tomé la botella y serví en los dos una buena cantidad para después dejarla en su lugar y llevarme el vaso a los labios… bebiendo todo el contenido del mismo, todo hasta no dejar una puta gota. Luego me serví otro, rebusqué en el bolsillo de mi chaqueta y saqué una pequeña bolsa con cocaína dentro, vertiéndola toda sobre la mesa de cristal y haciéndole una seña a Brackminster para que jalara un poco.
-No sé qué habrás escuchado colega, pero estoy de verdad bastante bien. Verás, la chica en realidad no tenía lo suficiente para tenerme agarrado de los huevos por mucho tiempo… un buen culo y nada más-
Buenísimo Crawford, buenísimo… tanto su culo como tu patético intento de ser un patán.
Joseph Crawford- Mensajes : 248
Fecha de inscripción : 08/09/2012
Re: Black cats
Saboreó la primera calada como si fuera la más exquisita, paladeó hasta dejar escapar el humo de nuevo por sus labios y volvió a apoyar la espalda en el cómodo asiento para admirar las vistas. La frase de Crawford, excusándose y dejando claro que estaba bien, hizo que Adair levantara una ceja antes de observarlo bien entretenido con el par de tetas de la bailarina por el rabillo del ojo. La suerte estuvo de lado por esta vez de Crawford, el comentario murió antes de cobrar forma pues la rubia de lencería fina llegó con el pedido. Esperó que Joseph sirviera las dos copas, tomó la suya y también dio un trago aunque mucho más moderado en comparación a su ex compañero de equipo que parecía ir ciego de todo hasta las cejas.
La teoría se confirmó cuando sacó una bolsa con cocaína. Adair negó con la cabeza a su ofrecimiento. Estaba en época de entrenamientos y Ayres era capaz de hacerles un control antidrogas en cualquier momento del año, el hombre era exigente con la forma física de los alumnos así que mejor prevenir que curar. La atención rapidamente volvió a ponerse en Crawford que empezó a confesar sin casi esfuerzo. Esta vez fueron las dos cejas las que se alzaron en medio de un trago de whisky. ¿Sabía de quien hablaba entre tanto cifrado, Adair? Por supuesto, Pearlie Burroughs, no podía haber otra que encajara en la escueta descripción – Yo no he escuchado nada – dijo con una sonrisa en los labios, ladeada y no porque estuviera burlándose de Joe ese no era el tema, más bien se trataba de un “aunque supiera algo, haría oídos sordos”, tras años juntos compartiendo equipo ya sabría el significado de dicha sonrisa.
Precisamente por esa antigua relación de Quidditch, Adair iba a pasarse por los santos cojones la promesa que hizo en su día a Pearlie sobre vigilar a Joe si veía que las manos del cerridwen andaban más sueltas de lo habitual. Era la lealtad entre chicos, ese código no escrito, si se había jodido la relación por el motivo que fuera, no había razón por la cual Joe no pudiera hacer cuanto quisiera y con quien quisiera. Libertad, esa era la definición. Hizo una pausa para beber más whisky, rellenando de nuevo su vaso, probando el líquido de nuevo en sus labios y dando una calada después – Díme una cosa Crawford, si no tenía nada especial, ¿para qué andas metiéndote mierda? – por él podía hacer cuanto quisiera, no encontraría un amigo que digiera “eh, frena un poco” pero sentía curiosidad por conocer la respuesta.
La chica paró delante de sus narices en un vaivén de caderas. Adair lanzó una mirada de arriba abajo e hizo una señal visual a la mujer para que fuera a deleitar con sus danzas a su amigo. Él por lo pronto se acomodó mejor en la silla, clavando uno de los codos en la mesa y el otro en el brazo de la silla, fumando y bebiendo relajadamente, no tenía porque faltar a su palabra de Sofie – Mejor disfruta de las vistas
La teoría se confirmó cuando sacó una bolsa con cocaína. Adair negó con la cabeza a su ofrecimiento. Estaba en época de entrenamientos y Ayres era capaz de hacerles un control antidrogas en cualquier momento del año, el hombre era exigente con la forma física de los alumnos así que mejor prevenir que curar. La atención rapidamente volvió a ponerse en Crawford que empezó a confesar sin casi esfuerzo. Esta vez fueron las dos cejas las que se alzaron en medio de un trago de whisky. ¿Sabía de quien hablaba entre tanto cifrado, Adair? Por supuesto, Pearlie Burroughs, no podía haber otra que encajara en la escueta descripción – Yo no he escuchado nada – dijo con una sonrisa en los labios, ladeada y no porque estuviera burlándose de Joe ese no era el tema, más bien se trataba de un “aunque supiera algo, haría oídos sordos”, tras años juntos compartiendo equipo ya sabría el significado de dicha sonrisa.
Precisamente por esa antigua relación de Quidditch, Adair iba a pasarse por los santos cojones la promesa que hizo en su día a Pearlie sobre vigilar a Joe si veía que las manos del cerridwen andaban más sueltas de lo habitual. Era la lealtad entre chicos, ese código no escrito, si se había jodido la relación por el motivo que fuera, no había razón por la cual Joe no pudiera hacer cuanto quisiera y con quien quisiera. Libertad, esa era la definición. Hizo una pausa para beber más whisky, rellenando de nuevo su vaso, probando el líquido de nuevo en sus labios y dando una calada después – Díme una cosa Crawford, si no tenía nada especial, ¿para qué andas metiéndote mierda? – por él podía hacer cuanto quisiera, no encontraría un amigo que digiera “eh, frena un poco” pero sentía curiosidad por conocer la respuesta.
La chica paró delante de sus narices en un vaivén de caderas. Adair lanzó una mirada de arriba abajo e hizo una señal visual a la mujer para que fuera a deleitar con sus danzas a su amigo. Él por lo pronto se acomodó mejor en la silla, clavando uno de los codos en la mesa y el otro en el brazo de la silla, fumando y bebiendo relajadamente, no tenía porque faltar a su palabra de Sofie – Mejor disfruta de las vistas
Adair Brackminster- Mensajes : 402
Fecha de inscripción : 08/09/2012
Re: Black cats
Me encogí de hombros ante el rechazo de Adair de meterse un poco de coca, y es que joder… a veces se me olvidaba que no toda la gente era como Hakan o como Luke; Brack por ejemplo tenía la carrera de Quidditch Profesional, y en su labor estaba cuidarse y no tomar demasiado ni mucho menos meterse coca, así que bueno mejor y más para mí. Me incliné para esnifar una línea, sintiendo de inmediato la molestia en la nariz que me hacía por ley tocarme un par de veces como si estuviera sucia, y luego me llevé a los labios mi segundo vaso de whiskey hasta poder ver el fondo del mismo. Me limpié con la manga el exceso de alcohol que me había quedado en la comisura de los labios y serví otro más… echando un chorro también al vaso de Adair que seguía medio lleno.
-¿De verdad nada?, joder parece que mi fama se va a pique. No importa colega, supongo que en cualquier momento Sofie te podrá contar, ya sabes como son las mujeres… abriendo el pico por aquí y por allWow… joder pero qué tetas-
Bebí de nuevo el contenido del whiskey, dejé el vaso en la mesa y esta vez fue Adair el que me serviría la cuarta ronda, de paso haciéndome una pregunta jodidamente difícil de responder. Por supuesto, ni de pedo le iba a decir algo como “venga sí, que si importa y mucho de cojones, tanto importa que si lo sigues mencionando probablemente no salgas de aquí con todas tus piezas dentales”, pero no, que Adair era un colega y no se merecía esos tratos.
-¿Qué?, naah… esto se me hizo costumbre hace algún tiempo. Aunque verás, a veces para sacar la mierda… tienes que meterte mierda, ¿sabes de qué hablo?, es simple colega.-
O no tan simple; pero en cierta forma no estaba mintiendo en cuanto a mis intenciones se referían. Para sacarme a Pearlie lo único que podía hacer era meterme toda la cantidad de porquerías que se me pusieran en frente, ya fueran chicas, cualquier droga o cualquier botella de licor por muy barata que esta fuera. Así las cosas, y bien si un día alguien me encontraba tirado en una acera en pleno coma etílico pues qué más daba, igual y de esa forma Felicia se dignaba a ir a visitarme al hospital o alguna mierda. ¿Pero en qué cojones estaba pensando yo?, así de mal el asunto.
En ese momento la chica de las tetas grandes se acercó a donde yo estaba para bailarme justo en frente de la nariz, y estiré la mano de forma automática para poder tocar algo pero de inmediato la chica me dio un manotazo para alejar mis intenciones, dedicándose simplemente a bailar y contonearse.
-Bien cariño no importa, solo haz lo tuyo y yo me quedo aquí. Dios… eres preciosa, ¿algun día saldrías con un tipo como yo?, mírame… no estoy tan mal ¿o sí?. Tengo un hijo… se llama Roman-
Y ahí estaba, hablando de mi crío con una bailarina que pasaba de mí olímpicamente, con Adar Brackminster a mi lado probablemente muerto de la risa y con mi sistema anti ebriedad tan atrofiado como mi conciencia. La coca eventualmente haría su efecto y entonces sí, que dios librara a las jovencitas del mundo.
-Adair ven, trata de tocarle una teta tú!!, probablemente contigo sí que se deje, ¿verdad encanto?-
-¿De verdad nada?, joder parece que mi fama se va a pique. No importa colega, supongo que en cualquier momento Sofie te podrá contar, ya sabes como son las mujeres… abriendo el pico por aquí y por allWow… joder pero qué tetas-
Bebí de nuevo el contenido del whiskey, dejé el vaso en la mesa y esta vez fue Adair el que me serviría la cuarta ronda, de paso haciéndome una pregunta jodidamente difícil de responder. Por supuesto, ni de pedo le iba a decir algo como “venga sí, que si importa y mucho de cojones, tanto importa que si lo sigues mencionando probablemente no salgas de aquí con todas tus piezas dentales”, pero no, que Adair era un colega y no se merecía esos tratos.
-¿Qué?, naah… esto se me hizo costumbre hace algún tiempo. Aunque verás, a veces para sacar la mierda… tienes que meterte mierda, ¿sabes de qué hablo?, es simple colega.-
O no tan simple; pero en cierta forma no estaba mintiendo en cuanto a mis intenciones se referían. Para sacarme a Pearlie lo único que podía hacer era meterme toda la cantidad de porquerías que se me pusieran en frente, ya fueran chicas, cualquier droga o cualquier botella de licor por muy barata que esta fuera. Así las cosas, y bien si un día alguien me encontraba tirado en una acera en pleno coma etílico pues qué más daba, igual y de esa forma Felicia se dignaba a ir a visitarme al hospital o alguna mierda. ¿Pero en qué cojones estaba pensando yo?, así de mal el asunto.
En ese momento la chica de las tetas grandes se acercó a donde yo estaba para bailarme justo en frente de la nariz, y estiré la mano de forma automática para poder tocar algo pero de inmediato la chica me dio un manotazo para alejar mis intenciones, dedicándose simplemente a bailar y contonearse.
-Bien cariño no importa, solo haz lo tuyo y yo me quedo aquí. Dios… eres preciosa, ¿algun día saldrías con un tipo como yo?, mírame… no estoy tan mal ¿o sí?. Tengo un hijo… se llama Roman-
Y ahí estaba, hablando de mi crío con una bailarina que pasaba de mí olímpicamente, con Adar Brackminster a mi lado probablemente muerto de la risa y con mi sistema anti ebriedad tan atrofiado como mi conciencia. La coca eventualmente haría su efecto y entonces sí, que dios librara a las jovencitas del mundo.
-Adair ven, trata de tocarle una teta tú!!, probablemente contigo sí que se deje, ¿verdad encanto?-
Joseph Crawford- Mensajes : 248
Fecha de inscripción : 08/09/2012
Re: Black cats
Tan simple que había captado el problema en un segundo. En una hipotética situación donde Adair supliera el lugar de Joe, el smertios hubiera actuado exactamente igual, la antigua teoría sobre que un clavo quita a otro clavo extrapolado a que todos los vicios borran de la cabeza a la mujer en cuestión.
Una mirada de soslayo hacia donde se encontraba Crawford intentando tocar las tetas de la bailarina bastó para que Adair habituado a su buen humor, empezara a descojonarse como si no hubiera mañana más cuando la osada mujer lanzó ese manotazo a Joe buscando irracionalmente la decencia que perdía cuando bailaba desnuda o simplemente ataviada con un tanga que poco dejaba a la imaginación. No ayudaba que Crawford usara como comodín a su hijo cuando tenía entendido que Robin era la única encargada de la educación de Roman, igual, eso solo aumentaba el volumen de las carcajadas de Adair aunque logró relajarse cuando Joe demandó su ayuda en la hazaña de tocarle la bendita teta a la bailarina.
- ¿Qué a mi seguro me deja? – miró a la chica dejando fluir su encanto pero la mujer volvió a su tarea de bailar, alejando las tetas del alcance de los dos jóvenes y Adair a cambio de la decepción, tomó la botella de whisky para llenar el vaso de nuevo - ¿No se supone que los padres solteros tienen más posibilidades de follar? – encogió sus hombros, así tenía entendido por el suyo propio, dos hijas en su pasado y jugador de Quidditch, no había dejado pasar ni a la madre de Sofie el condenado.
– ¿Sabes el problema Joe? No has incentivado su interés – volvió a dejarse caer contra el respaldo de la silla y bebió un largo sorbo hasta casi vaciarlo – Son mujeres de mundo y no se dejan comprar con nuestra palabrería barata. Estas, necesitan el amor a los verdes – señaló con la vista el montón de billetes arrugados que había dejado encima de la mesa – Es más practico –y en verdad si solo querías follar era lo más simple pero si ya necesitabas algo más, un incentivo mayor entonces los billetes verdes ya no funcionaban y carecían de magia - Hazlo por Roman, algún día deberás enseñarle como “conquistar” mujeres – él haría lo propio con su sobrino. Ya había empezado las lecciones, la primera como acercarse a las niñas bonitas del parque sin que tiraran las muñecas a su cabeza, eh a sus dos años casi tres, ya era todo un don Juan.
Igual se atrevió a probar si su teoría era verídica. Sacó el fino fajo de billetes que tenía en el bolsillo interno de la chaqueta y tomo un par, sutilmente los enseñó a la mujer que se acercó hasta él para bailar y reuniendo toda la galantería que tenía en su interior, colocó magistralmente los dos billetes en la fina tira de su tanga con una sonrisa y a cambio del detalle, se ganó una caricia a dos manos en su cara antes que se alejara hacia el otro lado de la pasarela de baile – Esta es de las caras Joe…. – silbó por dar más énfasis a sus palabras antes de pedir otra botella de whisky a la camarera con un gesto de mano- Tu puedes.
Una mirada de soslayo hacia donde se encontraba Crawford intentando tocar las tetas de la bailarina bastó para que Adair habituado a su buen humor, empezara a descojonarse como si no hubiera mañana más cuando la osada mujer lanzó ese manotazo a Joe buscando irracionalmente la decencia que perdía cuando bailaba desnuda o simplemente ataviada con un tanga que poco dejaba a la imaginación. No ayudaba que Crawford usara como comodín a su hijo cuando tenía entendido que Robin era la única encargada de la educación de Roman, igual, eso solo aumentaba el volumen de las carcajadas de Adair aunque logró relajarse cuando Joe demandó su ayuda en la hazaña de tocarle la bendita teta a la bailarina.
- ¿Qué a mi seguro me deja? – miró a la chica dejando fluir su encanto pero la mujer volvió a su tarea de bailar, alejando las tetas del alcance de los dos jóvenes y Adair a cambio de la decepción, tomó la botella de whisky para llenar el vaso de nuevo - ¿No se supone que los padres solteros tienen más posibilidades de follar? – encogió sus hombros, así tenía entendido por el suyo propio, dos hijas en su pasado y jugador de Quidditch, no había dejado pasar ni a la madre de Sofie el condenado.
– ¿Sabes el problema Joe? No has incentivado su interés – volvió a dejarse caer contra el respaldo de la silla y bebió un largo sorbo hasta casi vaciarlo – Son mujeres de mundo y no se dejan comprar con nuestra palabrería barata. Estas, necesitan el amor a los verdes – señaló con la vista el montón de billetes arrugados que había dejado encima de la mesa – Es más practico –y en verdad si solo querías follar era lo más simple pero si ya necesitabas algo más, un incentivo mayor entonces los billetes verdes ya no funcionaban y carecían de magia - Hazlo por Roman, algún día deberás enseñarle como “conquistar” mujeres – él haría lo propio con su sobrino. Ya había empezado las lecciones, la primera como acercarse a las niñas bonitas del parque sin que tiraran las muñecas a su cabeza, eh a sus dos años casi tres, ya era todo un don Juan.
Igual se atrevió a probar si su teoría era verídica. Sacó el fino fajo de billetes que tenía en el bolsillo interno de la chaqueta y tomo un par, sutilmente los enseñó a la mujer que se acercó hasta él para bailar y reuniendo toda la galantería que tenía en su interior, colocó magistralmente los dos billetes en la fina tira de su tanga con una sonrisa y a cambio del detalle, se ganó una caricia a dos manos en su cara antes que se alejara hacia el otro lado de la pasarela de baile – Esta es de las caras Joe…. – silbó por dar más énfasis a sus palabras antes de pedir otra botella de whisky a la camarera con un gesto de mano- Tu puedes.
Adair Brackminster- Mensajes : 402
Fecha de inscripción : 08/09/2012
Re: Black cats
Me eché hacia atrás, recargando mi espalda en el respaldo del sillón y echándome a la garganta lo que era probablemente el quinto o el sexto vaso de whiskey de forma consecutiva, apurando justamente esas sensaciones que en cierto punto siempre lograban hacerme olvidar las cosas y simplemente no pensar (aunque posteriormente no hicieran más que ponerlo todavía peor). Sonreía por acto reflejo a las carcajadas de Adair, aunque el muy cabrón no se mereciera ese gesto de mi parte por estarse burlando y además de todo recordándome de alguna manera el asunto del por qué Pearlie me había terminado por mandar al demonio.
-Si bueno, supongo que eso funciona en el parque cuando vas empujando un puto carrito-
Ni mencionar que aquello de ligarse a la chica de las tetas grandes no era más que coña, porque por supuesto bastaba con mostrar una buena cantidad de billetes verdes para que hasta te pidiera llevarla a otro lado. Me reí mientras me servía otro whiskey cuando Adair me explicaba acerca de las buenas artes, y enseguida solté una carcajada al apreciar la cantidad de billetes que mi excapitán sacaba de sus bolsillos, y por contraparte, la cara con signo de libra que la putilla esa acababa de poner.
-No creo que pueda enseñarle gran cosa, de todos modos el chico ya tiene la mala semilla de los Crawford. Qué pena por él…-
Mala semilla. Me arrepentí de decir esa estupidez (aunque no tuviera mayor importancia), porque era como si estuviera condenando a mi propio hijo a pasar por todas las mierdas por las que pasaba yo o… algunos otros Crawford de los que sabía. En cualquier caso, Roman ya era más bien un Miller, y de los Miller no podía decir absolutamente nada porque si bien mi padre era un auténtico hijo de puta, mi abuela era una señora en toda la extensión de la palabra y el tío Charles era un tipazo. Además su madre era Robin, que como fuera o hubiera sido me parecía, sin duda, la mejor persona que podía encargarse de ese crío… y entre todos esos pensamientos me sentí todavía más idiota por pretender que me importaba.
-Pues ya verás, capi, la clase de métodos que tengo yo-
Dinero si tenía, pero en lugar de eso saqué discretamente la varita del bolsillo interior de mi chaqueta, apenas levantándola sin dejar que ni siquiera la bailarina lo notara. Ya estaba bastante bien entrado en el whiskey, tanto que ni siquiera estaba seguro de si aquella estupidez que nacía en mi cabeza iba a funcionar o iba a tener algún tipo de repercusión. Pero me daba igual, tampoco era como si tuviéramos a los aurores vigilándonos las espaldas ni mucho menos, así que suponía que no iba a pasar absolutamente una mierda.
-Petrificus… totalus-
En seguida, la chica quedó completamente inmóvil, en medio de pleno baila y con las personas que se encontraban alrededor sin tener una idea de lo que estaba sucediendo. No pude evitar soltar una risotada al ver la forma en la que incluso las tetas parecían haberse quedado suspendidas en cierta posición, y su rostro de falso lívido en un gesto que con los segundos parecía menos atravtivo; todo en un marco completamente ajeno a la magia y sí, siendo yo un auténtico hijo de puta. No me limite a eso, me levanté como un resorte y me acerque a la chica para, por fin, rozar con el dorso de mi mano una de sus tetas y dándole un suave y muy dedicado beso en la comisura de los labios. Me volví a carcajear…
-A esto le llamo, colega, tomar el puto control-
Y dos gorilas enormes ya se acercaban enfurecidos (aun sin entender nada) a nuestra posición…
-Si bueno, supongo que eso funciona en el parque cuando vas empujando un puto carrito-
Ni mencionar que aquello de ligarse a la chica de las tetas grandes no era más que coña, porque por supuesto bastaba con mostrar una buena cantidad de billetes verdes para que hasta te pidiera llevarla a otro lado. Me reí mientras me servía otro whiskey cuando Adair me explicaba acerca de las buenas artes, y enseguida solté una carcajada al apreciar la cantidad de billetes que mi excapitán sacaba de sus bolsillos, y por contraparte, la cara con signo de libra que la putilla esa acababa de poner.
-No creo que pueda enseñarle gran cosa, de todos modos el chico ya tiene la mala semilla de los Crawford. Qué pena por él…-
Mala semilla. Me arrepentí de decir esa estupidez (aunque no tuviera mayor importancia), porque era como si estuviera condenando a mi propio hijo a pasar por todas las mierdas por las que pasaba yo o… algunos otros Crawford de los que sabía. En cualquier caso, Roman ya era más bien un Miller, y de los Miller no podía decir absolutamente nada porque si bien mi padre era un auténtico hijo de puta, mi abuela era una señora en toda la extensión de la palabra y el tío Charles era un tipazo. Además su madre era Robin, que como fuera o hubiera sido me parecía, sin duda, la mejor persona que podía encargarse de ese crío… y entre todos esos pensamientos me sentí todavía más idiota por pretender que me importaba.
-Pues ya verás, capi, la clase de métodos que tengo yo-
Dinero si tenía, pero en lugar de eso saqué discretamente la varita del bolsillo interior de mi chaqueta, apenas levantándola sin dejar que ni siquiera la bailarina lo notara. Ya estaba bastante bien entrado en el whiskey, tanto que ni siquiera estaba seguro de si aquella estupidez que nacía en mi cabeza iba a funcionar o iba a tener algún tipo de repercusión. Pero me daba igual, tampoco era como si tuviéramos a los aurores vigilándonos las espaldas ni mucho menos, así que suponía que no iba a pasar absolutamente una mierda.
-Petrificus… totalus-
En seguida, la chica quedó completamente inmóvil, en medio de pleno baila y con las personas que se encontraban alrededor sin tener una idea de lo que estaba sucediendo. No pude evitar soltar una risotada al ver la forma en la que incluso las tetas parecían haberse quedado suspendidas en cierta posición, y su rostro de falso lívido en un gesto que con los segundos parecía menos atravtivo; todo en un marco completamente ajeno a la magia y sí, siendo yo un auténtico hijo de puta. No me limite a eso, me levanté como un resorte y me acerque a la chica para, por fin, rozar con el dorso de mi mano una de sus tetas y dándole un suave y muy dedicado beso en la comisura de los labios. Me volví a carcajear…
-A esto le llamo, colega, tomar el puto control-
Y dos gorilas enormes ya se acercaban enfurecidos (aun sin entender nada) a nuestra posición…
Joseph Crawford- Mensajes : 248
Fecha de inscripción : 08/09/2012
Re: Black cats
Había que otorgar un punto de ingenio en Crawford si bien sus métodos no eran muy “legales” dentro de la comunidad mágica, era efectivo y si una cosa era efectiva además de lógica, Adair no abría la boca. Intrigado por la metodología de su ex compañero de equipo, quedó bebiendo el vaso de whisky ya también entrado en las consecuencias de la bebida, sonriendo por debajo del vaso y asintiendo cuando la muchacha quedó petrificada en aquella posición tan sugerente, permitiéndose un segundo para admirar sus formas, tan obscenas que perdían la delicadeza.
- Sin duda lo tienes – afirmó ladeando la sonrisa y echando una mirada hacia atrás justo para ver como los dos gorilas se acercaban a ellos con cara de furia. Adair rodó los ojo mientras dejaba el vaso encima la mesa apurando el contenido y abandonando aquella posición cómoda que había adoptado durante la noche, despegó el trasero de la silla para ponerse en pie delante de la seguridad del local, intercediendo en el camino de los hombres con pinta de todo menos de aceptar alguna de sus bromas – ¿No ven que la señorita parece estar encantada? – miró a Crawford con aquella puta satisfacción en el rostro y enarcó una ceja volviendo la vista hacia los gorilas – Ni se mueve, un par de billetes y solventa las posibles discrepancias.
- No puede estar ahí arriba.
- Ni yo puedo estar bebiendo y, ¿qué? – la verdad es que el comentario salió demasiado altanero para estar hablando con un tipo que doblaba dos veces su cuerpo de golpeador profesional pero ahí estaba, desafiando la ley sin bien sabía porque, tal vez por echar un cable a Crawford o porque no huía de los problemas – Deberían cederles una habitación para que entretenga a mi amigo.
- Baja de ahí
El hombre señaló a Crawford por encima del hombro derecho de Adair y el chico miró hacia la mano con una ceja enarcada, demasiado animado para pensar con coherencia, apartó bruscamente la mano del hombre con la mano y alzó la cabeza, su padre en las pocas lecciones dadas siempre decía que mejor “dar el primer puñetazo cuando no queda más remedio” y aunque no estaba en peligro de pelea direct, sentía la necesidad imperiosa de hacer algo más que obedecer a ese cabrón aunque eso significara perderse el animado show de tetas y culos en el entarimado. Tomó una bocanada de aire y tal como soltó el aire, asestó el primer puñetazo. Claro que pronto recibió uno en plena mandíbula y otro en el pómulo aunque él tampoco se estuvo quieto y creyó dar más de un revés a ese puto mamón antes de ser arrastrado hacia afuera por el gorila, es decir, expulsado de Black cats. ¿Podía haber usado la varita? Claro pero perdía los modales mágicos de vez en cuando para algo era mestizo.
No supo que pasó con Crawford así que quedó esperando en el callejón de la puerta de atrás mientras escupía algo de sangre y buscaba un nuevo cigarrillo que llevarse a los labios, ahora tendrían que buscarse otro local para pasar el rato.
- Sin duda lo tienes – afirmó ladeando la sonrisa y echando una mirada hacia atrás justo para ver como los dos gorilas se acercaban a ellos con cara de furia. Adair rodó los ojo mientras dejaba el vaso encima la mesa apurando el contenido y abandonando aquella posición cómoda que había adoptado durante la noche, despegó el trasero de la silla para ponerse en pie delante de la seguridad del local, intercediendo en el camino de los hombres con pinta de todo menos de aceptar alguna de sus bromas – ¿No ven que la señorita parece estar encantada? – miró a Crawford con aquella puta satisfacción en el rostro y enarcó una ceja volviendo la vista hacia los gorilas – Ni se mueve, un par de billetes y solventa las posibles discrepancias.
- No puede estar ahí arriba.
- Ni yo puedo estar bebiendo y, ¿qué? – la verdad es que el comentario salió demasiado altanero para estar hablando con un tipo que doblaba dos veces su cuerpo de golpeador profesional pero ahí estaba, desafiando la ley sin bien sabía porque, tal vez por echar un cable a Crawford o porque no huía de los problemas – Deberían cederles una habitación para que entretenga a mi amigo.
- Baja de ahí
El hombre señaló a Crawford por encima del hombro derecho de Adair y el chico miró hacia la mano con una ceja enarcada, demasiado animado para pensar con coherencia, apartó bruscamente la mano del hombre con la mano y alzó la cabeza, su padre en las pocas lecciones dadas siempre decía que mejor “dar el primer puñetazo cuando no queda más remedio” y aunque no estaba en peligro de pelea direct, sentía la necesidad imperiosa de hacer algo más que obedecer a ese cabrón aunque eso significara perderse el animado show de tetas y culos en el entarimado. Tomó una bocanada de aire y tal como soltó el aire, asestó el primer puñetazo. Claro que pronto recibió uno en plena mandíbula y otro en el pómulo aunque él tampoco se estuvo quieto y creyó dar más de un revés a ese puto mamón antes de ser arrastrado hacia afuera por el gorila, es decir, expulsado de Black cats. ¿Podía haber usado la varita? Claro pero perdía los modales mágicos de vez en cuando para algo era mestizo.
No supo que pasó con Crawford así que quedó esperando en el callejón de la puerta de atrás mientras escupía algo de sangre y buscaba un nuevo cigarrillo que llevarse a los labios, ahora tendrían que buscarse otro local para pasar el rato.
Adair Brackminster- Mensajes : 402
Fecha de inscripción : 08/09/2012
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