Agradecimientos mil

Tras tres intensas e interminables horas de entrenamiento físico después de comer, ya sentía un tirante dolor en el hombro, el cual se extendía a través del músculo hasta las dichosas cervicales y enviaba dolorosas punzadas a través de su columna vertebral hasta el cerebro. Era soportable el hombro pero insufrible la cabeza así que algo malhumorado, metió su cuerpo bajo la ducha, intercalando agua fría con caliente para eliminar la bendita contractura.

Estaba enjabonándose la cabeza cuando escuchó su nombre en un tono alto. Todos se giraron hacia él. Adair rebufó y soltó un largo suspiro antes de cerrar el grifo de la ducha. Pasó una mano por su pelo mojado para quitar algo de jabón y enredando una toalla blanca a su cintura, salió a ver que demonios venía tanta urgencia para andar usando sonorus a estas horas de la tarde cuando en cambio de gritos necesitaba un redbull o algo que resucitara los muertos.

- ¿QUÉ? – gritó pero no con el afán de ofender a Pearlie más bien era como devolverle el favor solo que su voz era mucho más grave y malhumorada. Bueno, ella no tenía la culpa del dolor así que pronto dibujó una sonrisa, olvidándose de la poca ropa que llevaba encima y que el agua aún caía por su torso desnudo - ¿Quieres un autógrafo? Subéte la camiseta y te firmo un pecho – ese ya era más él, dibujó una sonrisa ladeada se agachó para darle un beso en la mejilla que empapó el rostro de la chica y se separó - ¿Puedes esperar dos segundos a que me quite el jabón y me ponga calzoncillos? – esperó que ella afirmara y haciendo una señal de que volvía en un segundo, entró para acabar de enlistarse.

No tardó mucho, a penas diez minutos donde se quitó el jabón, calzó unos vaqueros desgastados, las botas militares negras y una camiseta del mismo color antes de salir, cargando el petate y llevando un grueso jersey en la mano.

- Ahora en serio, ¿te has perdido?

Se dio cuenta de que se había alocado con el llamado cuando Adair salió apenas en toalla y todavía medio enjabonado. Y cuando le gritó ese “qué” no se ofendió, sino que soltó una risa floja y se sonrojó por haberlo importunado así de mal. La risa se volvió carcajada acompañada de un golpe inofensivo en su hombro por lo de firmarle un pecho, ¿qué le pasaba al majadero?. Y se siguió riendo como niña chica con el beso empapado y para cuando se fue ya estaba a la mitad de un ataque de risa que se le curó precisamente porque se iba a vestir.

Se sentó por ahí en unas escalerillas que al parecer llevaban a ningún lado e ignoró algunos comentarios infames de tipos random y desconocidos que le dijeron quién sabía qué de los vestuarios. ¿Qué todos los jugadores de quidditch eran unos lanzados del infierno?. Como fuera, se hizo la loca hasta que Adair salió y se volvió a levantar alisándose el vestido y negando con la cabeza.

-No, para nada, ya sabía que ibas a estar aquí, pero no me quise meter a los vestuarios y al parecer hice bien porque casi todos estaban a la mitad de su baño de espuma, ¿Verdad?.

El caso era que no había medido perfectamente bien los tiempos y por eso había llegado a mala hora, pero mejor así que se perdiera de encontrarlo. Le volvió a dar risa su grito de loca, si su madre supiera que andaba por ahí rodeada de tipos con exceso de testosterona usando un sonorus para gritarle a alguien, seguro la desheredaba unos días, para que aprendiera.

-O Sofie me dio mal los horarios para jugarme una bromita pesada, a saber.

No, eso no lo creía, que su amiga fuera capaz de enviarla a ese lugar a deshoras para que se encontrara con un montón de tipos en malas condiciones. Suerte que había gritado entonces. Hizo un gesto con la mano como para restarle importancia.

-¿Cómo estás? ¿Todo bien? Es que no te había agradecido por el regalo de cumpleaños. Ya ves que todo fue locura, pero eso…gracias.Oye, ¿siempre te ofreces a firmar autógrafos en zonas erógenas? no está bien, no es decente.

Le sacó la lengua, seguro que había un montón de niñas que estarían encantadas con algo así, como las que iban al bar de Angus, igual las fans de Adair, existían, era un hecho.

Adair subió el asa de su petate a su hombro magullado y lanzó una breve mirada a Pearlie de arriba abajo más por descartar que el dolor no hubiera dañado su cerebro que por mirar el bonito de sus piernas. Tuvo que dejar un segundo de mirarla a los ojos cuando regresó a su carismático rostro para reprender sin palabras a uno de los cazadores que en la lejanía estaba mirando con cara de obseso sexual. Fue una mirada pero a veces las suyas hacían más daño que un “hijo de puta deja de comértela”. Devolvió los ojos miel a la mirada ojiazul de la cerridwen y asintió, todos estaban en las duchas, ya había terminado por ese día las clases de Quidditch – Creo que Sofie no daría mal los horarios – se los sabía de memoria y más o menos siempre calculaba cuando saldría él, la cosa mala es que era un impuntual sin decencia así que terminaba haciéndola esperar más de la cuenta.

- No, solo a las amigas de mi novia para que luego vayan corriendo a contarle el chisme – devolvió el gesto con su sonrisa ladeada e hizo una señal con la cabeza para que emprendieran el paso fuera de los vestuarios y lejos de las miradas obsecenas de sus compañeros de equipo que empezaron a gritar barbaridades a su espalda como que si ya había cambiado de novia. Ignoró por completo a cada uno de ellos, lanzó una despedida general alzando la mano y salieron hacia el campo de Quidditch – No hay de qué aunque en realidad pedí uno más para tu cumpleaños – y no tuvo oportunidad para dárselo desde entonces, primero porque quería compensar su falta de atino en el baile con Sofie y luego porque la bendita carrera no dejaba tiempo ni para respirar.

Dejó paso a Pearlie para que subiera las escaleras hacia la gradería, no muy alto a penas a las primeras tribunas y dejó el petate encima del asiento, colocándose el jersey y rebuscando en uno de los bolsillos laterales la caja envuelta en papel de colores un tanto ya arrugado de los trajines que había dado de arriba hacia abajo – ¿Has visto qué manos tengo? Eh, para todo. – soltó una risa entre dientes, entregando el paquete a la chica y poniendo las piernas encima de la barandilla para acomodarse bien – En realidad fue mi hermana pequeña, la mandé a Dervish & Banges – suponía que conocía la famosa tienda de Hogsmeade pese a que ella acudiera a Beauxbatons así que no dio más importancia. Sacó la cantimplora con bebida isotónica del petate y empezó a beber mientras esperaba que ella abriera el regalo, dentro, había un pequeño apagador, uno de esos cacharros en forma de encendedor que apagaban las luces de una manzana o las encendían según fuera menester del poseedor, era para seguir la broma del mechero – Feliz cumpleaños tardío.

De verdad le encantaba como decía “mi novia” refiriéndose a Sofie, y era que todo el drama previo le había puesto mucha emoción a ese asunto –al menos entre ellas, en el grupo de chicas, pues- y ahora le parecía de lo más lindo que Adair lo dijera así, con todo y sus bromas. Siguió con la mirada el lugar a donde él veía con esa cara de asesino serial solo para ver que estaba asustando a un cazador acosador. Sonrió a medias como agradeciéndole la fraternal protección y la sonrisa poco a poco se fue ensanchando más conforme caminaban alejándose del hervidero de testosterona y con la noticia de que le había pedido un regalo más. ¡Ah, las alegrías tan interminables!. Y claro que hizo caso omiso del griterío, hombres tontos, ¿qué no se enteraban que Sofie era su mejor amiga? O les importaba poco, que era lo mismo.

Subió a las gradas y se sentó cubriéndose mejor con el saco que llevaba porque ahí el aire pegaba más. Se volvió a reír con lo de las manos y luego tomó el paquete con la ilusión de quien espera la navidad. Y le dijo que le agradeciera a su hermana pequeña de su parte entonces. Y sí, conocía Dervish & Banges, aunque durante muchos años no la había frecuentado. Abrió el regalo con cuidado aunque el papel estuviera arrugado y luego sacó el apagador, que le hizo sonreír.

-¡Gracias!

Le dijo besándolo rápido en la mejilla, e inmediatamente jugó con él, para darse cuenta de que se robaba la luz de un faro cercano del campo de quidditch que estaba ahí mientras los de quinto semestre practicaban quién sabía qué maromas.

-¡Aww! Ahora sí me robaré todas las luces de los reflectores.

Una acción más y devolvió la luz. Era un regalo genial y además le gustó la referencia, por no hablar de la utilidad práctica del asunto de dejar algún lugar a oscuras totales solo por accionar un dispositivo. Ahora se tendría que esforzar para su cumpleaños, que era por marzo si mal no recordaba, igual luego lo confirmaría, no iba a preguntárselo en ese mismo instante.

-Es genial muchas gracias. Muchas muchas. Yo que venía a agradecerte por lo otro y me consientes con más. Ahora cuéntame del quidditch, ¿es cierto que apenas y tienes tiempo para vivir? ¿En qué quedaste con lo de la despedida de soltero?

Recibió el beso en la mejilla gustoso, asintió con la cabeza para devolverle la gratitud y quedó mirando el farolillo que Pearlie apagaba o encendía, accionando el mechero mágico. Terminó la bebida, dejó la cantimplora a un lado y a cambio sacó un cigarro, el primero de todo el día, después del ajetreo, merecía calmar el dolor con un poco de nicotina. Encogió sus hombros mientras dejaba escapar el humo, restando importancia a su detalle, eran amigos y dentro de la amistad, era amiga de Sofie así que habían terminado más unidos, ¿Quién hubiera dicho a Anne que volvieran a reencontrarse para forjar una amistad?

- No tengo tiempo – agregó mirando el reloj y viendo la hora que era, llevaba desde las seis en el campo de Quidditch por ende, despierto desde las cinco aproximadamente, siempre había que ir con los músculos calentados o terminaría con una lesión – pero tampoco me puedo quejar, es la opción de vida que elegí, sabía donde me metía cuando firmé la matrícula – alargó la cajetilla con cigarros hacia ella por si decidía acompañarlo, cruzó un pie por encima del otro, apoyado aún en la barandilla y tumbó un poco más su cuerpo, tirando la cabeza hacia atrás para ver si las punzadas cervicales desaparecían – También acudo de oyente a Zoología y Medimagia en mis horas libres. La primera para evitar discusiones con mi madre, la segunda solo porque necesito conocimientos básicos por si sufro una lesión – y cabía decir que la asignatura no lo desagradabla, quizás hubiera optado por la sanidad si las bludgers no se hubiera cruzado en su camino.

- Y aún en nada, no hay novedades sobre la despedida - hizo una pausa- Corre el rumor que el místico profesor de Leyes apareció cual mesías – era de conocimiento común, la mala suerte que tenían los alumnos de la carrera con los profesores que impartían derecho mágico probablemente Eloise con lo meticulosa que era en ese aspecto terminaría poniendo el grito en el cielo si supiera el tiempo malgastado por los alumnos, recordaba como su hermana por poco se queda calva del estrés – ¿Ya estás a punto del suicidio intelectual o sigues con la cabeza sobre los hombros?

Se le antojó el cigarro de inmediato así que lo imitó, sacando de la bolsa de su saco una cajita metálica donde tenía sus cigarrillos y también, en efecto, el mechero muggle que no usaba más que en ocasiones especiales temiendo que se le acabara la “magia”, bueno, esa era una de las ocasiones especiales, y de paso le enseñaba que ya lo sabía usar bien sin dejarse ampollas en el dedo o quemarse. Pero como Adair le ofrecía de sus propios cigarros, no se iba a negar a su oferta y terminó guardando la cajita metálica de vuelta a su lugar.

Arqueó las cejas. Lo había visto en zoología, sí, pero no sabía que también iba a medimagia. Eso era ponerse presión de más y no otra cosa, pero estaba bien que fuera ambicioso y que no se conformara solo con algo. Siempre estaba bien la gente que buscaba aumentar sus conocimientos.

-Sí, te he visto en zoología. ¡Pero no sabía que también tomabas medimagia, que masoquista! Es muchísimo trabajo. ¿Cómo que no te conformas con ir a la enfermería y ya?

Pero entendía, sonaba de muy hombres eso de cuidarse ellos mismos, como cuando Aldrich había intentado acomodarse el hueso él solo en la carrera de hipogrifos. No dijo nada más de la despedida porque no había novedades y mejor asintió con entusiasmo ante la mención del profesor de Leyes, papá de Milena, por cierto.

-Ajá, mandaron a paseo al otro, o más bien a San Mungo porque no se curaba con nada. ¿Conoces a Milena? Pues el profesor es su padre, y es genial. Pero todavía tengo la cabeza sobre los hombros, por ahora se me hace fácil, es muy lo mío. Pero espero que venga cada vez más fuerte el desgaste intelectual, supongo que en algún punto tendré que dejar algunas materias, me anoté como oyente en demasiadas por la emoción.

Se encogió de hombros y dio una profunda calada al cigarrillo.

-Deberíamos salir los cuatro alguna vez.

Con cuatro se refería a ella, Sofie, Adair y Joe, por supuesto. Claro, mejor proponerle eso a una pareja normal-neutral que a Milena y a Malik, que sería tortura ya. Ella qué iba a saber que Joe y Adair ya habían tenido su salida magnífica, pues nada.

No conocía a Milena directamente pero era difícil no verla con ese halo de semiveela llamando a la puerta de su libido. Silenciosamente asintió, sujetando el cigarro entre dos dedos para apoyar el brazo en el respaldo del asiento y tirando nuevamente la cabeza hacia atrás para observar las nubes mientras dejaba escapar el humo por los labios entreabiertos, degustando con su lengua el sabor amargo que dejaba en el paladar y escuchando de fondo las anécdotas académicas de Pearlie.

La propuesta de salida si hizo que Adair levantara la cabeza, arqueara la ceja en su clásico tic y formara en sus labios una especie de mueca que pretendía ser una sonrisa. Caviló mentalmente, ¿quién diablos eran los cuatro? Tenía tres personas en la ecuación pero faltaba la última incógnita porque hasta donde Adair sabía, la relación entre su ex compañero de equipo y la muchacha estaba truncada, si, aún recordaba la cara de muerto que Joseph llevó al club aquella noche, iba cegado en drogas y empeñado en decir que él había decidido cortar la relación con ella.

- ¿Cuatro? – igual, no perdía nada por preguntar, no era chico de ir metiéndose en vidas ajenas y en verdad todo aquello traía indiferente a Adair, si bien no ponía empeño en saber pero la cuestión era que los dos en mayor o menor medida eran amigos, además por camaradería siempre acabaría apostando por Joseph a menos que el otro hubiera hecho una gran putada a Pearlie, entonces, las cosas cambiarían – Sofie, tu y yo. ¿Quién es el cuarto en discordia? Hasta donde Joe me contó, habían cortado – a menos que la chica hubiera encontrado un substituto e inocente, Adair pensaba que no. Pearlie no era el tipo de mujer que iría a acostarse con otro a los pocos días de cortar con Crawford – ¿Ya tienes a otro? – tal cual pensaba, tal cual soltaba. Adair no entendía de filtros que midieran palabras para no decir algo poco apropiado, además, ya había una confianza y la pregunta fue formulada con una sonrisa de “cuéntame la verdad”, ni de lejos estaba pensando en todo el lío que había tras su amiga.

No se había dado cuenta de que él y varios más se habían quedado con la idea de que ella y Joe habían terminado, por eso alzó la ceja de vuelta cuando parecía confundido por no saber a qué cuatro se refería. Luego entendió, que Crawford le había contado que habían terminado. Claro, ni tardo ni perezoso para presumirle a la gente que era libre y tal. En esos momentos no tuvo, de nuevo, la mejor percepción de él, pero ella tampoco la tenía de ella misma, así que nada. Claro que el “ya tienes a otro” le encendió todos los focos rojos de su aparentemente eterna paranoia, con la que pensó que tan bien podía vivir –sí podía, pero existía como las fans de Adair y de Angus. Negó con la cabeza y le sonrió un poco, claro que le iba a contar la verdad.

-No, regresé con Joe. Creo que solo de primer momento me tomé muy mal lo del chiquillo pero digo, pasó hace mucho tiempo y si es un bruto congénito para las relaciones por no decirme el pequeñísimo detalle de que tenía un hijo pues…

Se encogió de hombros. Pues nada, que a ella le tocaba hacerse la comprensiva, aunque el asunto le hubiera jodido mucho más si hubiera estado limpia de consciencia y sinceramente, si otras hubieran sido las circunstancias, probablemente jamás lo hubiera vuelto a buscar, y él a ella tampoco. Y asunto acabado. Pero ella seguía equivocándose, una vez tras otra. Y claro, todos esos líos mentales no los iba a sacar a flote.

-Así que a eso me refiero con los cuatro. Pensé que alguien iba a terminar pidiendo mi mano eventualmente para perpetuar la sangre y esas cosas pero nada, deben saber que Joe ya me mancilló. Y estoy atada a él por siempre, pero así estoy bien, lo quiero de veras, aunque sea tan raro.

Se rió y le sacó al lengua. La verdad no creía que su papá fuera capaz de ponerla en tamaño compromiso y también le venía importando poco lo que cualquiera creyera de ella y Joe. Ya no, pues.

-Entonces sí o no

La verdad es que la pasividad de Adair se hacía latente en cuanto a las conversaciones románticas. Pearlie hablaba sobre el trascendental momento donde Joseph contó el ya secreto común sobre la paternidad de la criatura de Robin. El smertios no veía el problema en todo el asunto, el niño tenía madre y criado, ¿para qué debía preocuparse?
Tampoco si Joe no contaba, no era algo importante para una pareja, en sí, eran ellos dos mocosos a parte (el claro ejemplo eran Clarisse y Jonás, rehaciendo sus vidas). Apagó el cigarrillo contra el suelo, moviéndolo hasta eliminar cualquier ceniza y alzando la vista otra vez para buscar los ojos claros de Pearlie – ¿Mancillada? – eso sacó una autentica carcajada a Adair. No por el sexo que estaba muy bien. La gracia del asunto radicaba en la palabra que había usado para definir el momento. La risa pasó en unos segundos y terminó poniendo las dos manos en su nuca para admirar el campo de Quidditch.

- No – solo por llevar la contraria porque volvió a sonreír de lado – Si no nos vemos por mis horarios, habla con Sofie que ya me dirá en algún momento del día cuando quedamos. Eso si recuerda que tiene novio – era lo bueno de no ser alguien controlador. La dejaba vivir, disfrutar de la experiencia universitaria sin más contratiempos que atenderlo si deseaba a final del día o dormir con él en smertios justo en la pocilga que tenía como habitación, en sí, ambos, Joe y él, estaban atados de huevos – Llevo tiempo conociendo a Joe, no deberías preocuparte – si después de la noche del club había regresado con Pearlie, no había porque preocuparse, él mismo no hubiera dado una segunda oportunidad, Adair solía olvidar pero no perdonar.

- Eso sí, un poco de consideración e indulgencia por vuestra parte. No tengo inconvenientes con que ustedes dos organicen todo pero no nos lleven a un lugar demasiado… elegante – es decir, pijo, mágico y donde reinaba un mundo de magos sangre puras, algo así como la carrera de hipogrifos donde había estado fumando, bebiendo, apostando e ignorando a todos aquellos magos que se creían más que él por el hecho de no tener unos abuelos muggles – ¿Qué tal si luego nos vamos a ver putas? Conozco un local que seguro gusta de ir Joe, un tal Black Cats… - doble significado en su comentario pero igual seguía fiel a la camadería.

Le dio risa que se carcajeara de sus términos de abuela, que solía usar para ser dramática o para regañar, a ella también le daban risa así que no se ofendió de su risota de estruendo, solo le sacó la lengua y le dijo “sí, mancillada”. Arqueó la ceja cuando Adair soltó ese “no”, pero el caso parecía nada más para hacerla rabiar momentáneamente porque de todos modos iba a decir que sí y hasta le decía que hablara con Sofie para quedar. Eso estaba bien, si estaba en su papel de ser buena novia, eso involucraba también a al sociedad, al mundo entero. Le sonrió, porque no se preocupaba, no en un mal sentido ególatra, sino porque sentía que lo que tenían era importante para él. Y nada.

Se rió por la petición de indulgencia y consideración, y al final resultaba que él también usaba palabras viejunas o que sonaban así, ya fuera sin querer, o por hacerse el chistoso. Negó con la cabeza, porque no, no pensaba en algo elegante, sino en algo divertido, aunque no se le ocurrían cosas que no le hicieran referencias directas a Malik así que ya tendría que pensárselo muy bien junto con Sofie. Además no sabía, igual y todos eran como Angus y la mandaban al diablo con sus planes alternativos.

-No no, nada de lugares elegantes como Dubai, nos vamos a medir, que sí, que es para divertirse no para presumir a nuestros flamantes novios.

Presumirlos ante la sagrada sociedad Sangre Pura o algo. Que no, que no. Le dio un empujón chiquito, sin saber que le dolía toda el alma –aunque sus empujoncitos de debilucha no iban a hacer ninguna diferencia de todos modos- y se concentró en su cigarrillo casi tosiendo con su propuesta, que tenía sentido, después de todo ella le había dado la idea de que llevara a Sofie a uno para que no se hiciera ideas raras.

-Esta bien, si quieres podemos rematar con ese moderno plan tuyo. Pero ahora nos vamos a tener que poner EXTRA guapas para que no terminen cambiándonos por un par de bailarinas o lo que sea…

O sea que sí, que aceptaba, en parte también por que si Adair no había llevado a cabo el plan para lo de la despedida de soltero, podía ponerlo en práctica desde ya. O sea por ayudarlo y tal.

Tragó aire puro e intentó no soltar un comentario brusco pero el empujón de Pearlie aunque débil, mandó una punzada cervical que taladró su cabeza con la precisión de una bombarda. Cerró los ojos y tensó cada músculo de su cuerpo, incluso podían notarse las venas que palpitaban en su cuello con furia pero estaba cagandose en su fuero interno en todos los muertos existentes en su familia. En ese punto, recordó que debía respirar de nuevo, tomó otra larga bocanada de aire por la nariz y dejó escapar el aire por los labios entreabiertos, relajado y sin peligro que mandara a la mierda a una buena amiga.

Buscó la cajetilla de tabaco con urgencia, sacó un cigarro para ponerlo entre sus labios y encendió esta vez con la varita para no entretenerse con la precisión del zippo. Soltó la primera calada y entonces si estuvo preparado para contestar a Pearlie con su habitual estado jocoso de humor – ¿No se supone que si estamos con vosotras no habrá cambio ni por la reina de las bailarinas? No necesitáis eso – por lo menos por su parte no necesitaba ver a Sofie como la reina del burlesque en la cita. La quería tal como era y ni un par de tetas del tamaño de balones de baloncesto iba a cambiar su opinión, menos, si la tenía delante eso sí, la vista iba a irse que para algo tenía ojos en la cara.

– Tan dedicados con nuestra relación que os enseñaremos a poner billetes en tangas ajenos – carcajada entre dientes antes de dar una calada profunda y esta vez, quitar los pies de la barandilla para sentarse más o menos correcto en la butaca aunque tenía las piernas abierta y los codos apoyados cerca de sus rodillas. Tomando el cigarro entre dos dedos, frotó las manos por su cara para eliminar el cansancio de sus facciones.

– Dudo que Sofie acepte el plan – añadió ahora un poco más serio – desde mi desmadre en el Samhain no esta muy por la labor de dejarme delante de posibles blancos para mis manos – encogió los hombros y encorvado, apuró de nuevo el cigarro – Ni que me sintiera orgulloso de lo que hice, la madre, si metí mano hasta a mi hermana… - sí, Clarisse había dejado su indulgencia innata para contarle su hazaña con peros y señales, sin olvidarse ni un punto – Porque no se me cruzó la decana Orlowsky… – había empezado a entender que la situación no fue su culpa y ya bromeaba inclusive pero aún sentía que de algún modo, había fallado inconscientemente a Sofie.

Pearlie no tenía ni idea de que en algún punto Adair se había enojado/ofendido por a saber qué razón, así que se mantuvo como si nada porque de haber sido legeremaga (ja) y notar que Adair hacía un gran esfuerzo por no soltar una maldad, se habría puesto bastante incómoda. Pero para ella no pasó nada extraño y hasta le dijo “que no, es broma” por lo de la guapura extra, porque en realidad en ningún momento había puesto en duda que las quisieran por encima de cualquier otra, ni siquiera por la reina de las bailarinas.

Se mordió los labios por la mención del tema del Samhain. Ahora más que nunca, insistía en que lo de Adair no había sido su culpa, no había estado consciente de nada, de nada, había estado drogado, súper drogado. Ahora que sabía lo que era ser deshonesto sin siquiera alcohol de por medio parecía entender mucho más las diferencias. Pero MUCHO más. Así que le sonrió porque pudiera bromear con el tema y puso cara de susto con la mención de la decana Orlowsky.

-Bueno, si quieres yo se lo propongo como si fuera mi idea…

Sí claro, aunque le iba a costar total trabajo que Sofie creyera que de verdad había originado esa idea su cabecita.

-¡No! O mejor le digo que fue idea de Joe y que a mi me parece brillante o algo así.

Eso sonaba mucho más creíble. Y ya que estaba más curtida que nunca en el arte de mentir, pues qué más daba. Confiaba en Adair, en que de verdad todo ese asunto era como diversión tonta y no una necesidad malsana de ver tetas, porque en caso de ser así, se iría solo y a escondidas y ya.

-Eso o nos lo ahorramos y nos vamos solo a cualquier otra parte. Aunque ya empezaba a pensar que iba a ser divertido.

Siguió con su cigarrillo, mirando hacia el campo donde los jugadores poco a poco comenzaban a retirarse, porque había terminado su hora o a saber, no entendía los horarios de quidditch.

-Lo del Samhain fue una cosa espantosa, quien quiera que haya hecho eso pues…no sé. Pero tú solo fuiste víctima de las circunstancias, no fue tu culpa para nada.

Seguramente él ya lo sabía, pero ella necesitaba reafirmárselo de todos modos.

La ceja se alzó de manera solemne cuando ella empezó a dar planes alternativos para que Sofie aceptara el plan, en verdad, no tenía ningún interés especial para llevarlas a un puticlub pero ya que fue él quien propuso el plan, podía aceptar cualquier ayuda venida como mano de Dios por parte de la mejor amiga de Sofie o al menos, una de ellas. Encogió los hombros, aceptando el último plan, ir a cualquier lado pero tenía la mala sensación que terminarían cruzando un lago en barca o cantando él y Joe serenatas bajo un balcón, eso sí que traía una ligera turbación a su mente.

- Es pura diversión. Bailes exóticos de tetas operadas y mujeres cariñosas cuando ofreces billetes grandes – encogió sus hombros para dar otra calada, profunda y larga, soltando el humo justo cuando los últimos alumnos de Quidditch, los de último semestre, abandonaban el lugar, cargando sus cosas y todos con cara de reo de muerte.

Miró por el rabillo del ojo a Pearlie, negó divertido con la cabeza antes de ponerse en pie y dejando el cigarrillo entre sus labios, estiró su cuerpo todo lo largo que era – Quien fuera sabía escoger con atino la bebida donde colocar la poción – recargo su peso en la barandilla dando la espalda al campo y justo en frente de Burroughs - ¿Era la bicolor la que tenía más cantidad? Creo que eso me dijo Clarisse, no estoy seguro, solo sé que Sofie me dijo “la bicolor es la que tiene más alcohol” e inocente yo, hice caso a sus indicaciones.

Esta vez el humo del cigarro se fue por su nariz, apagó el cigarro contra la barandilla y tiró la colilla por la espalda, el viento se la llevaría a parajes más lejanos - ¿Tu no formabas parte del comité? – en su caso, dudaba que su padre pusiera queja alguna por el desvarío de su hijo, fuera con poción o sin ella, Darren culparía a Adair de todo pero en el caso de los otros alumnos afectados, seguramente estarían pidiendo responsabilidades - ¿Cómo fue el sermón de los decanos? – cruzó los brazos esperando la respuesta de la chica con interés pero algo de humor, nunca olvidaba su santo carácter liviano.

Se tuvo que reír por lo de la pura diversión, la verdad no entendía en todo el contexto qué se le podía ver de interesante a eso, pero ya sería cosa de averiguarlo, en caso de que Adair terminara por decidirse o no si se iban a ir por ese plan o si iban a terminar teniendo que buscar otra cosa que hacer. Sin serenatas.

-Sí era la bicolor. Juno Greenwood las hizo. Por un momento le echaron horrible la culpa porque es de ingeniería en pociones y obviamente todo eso fue culpa de una poción. Pero ella solo puso alcohol y ya, como mandaban las normas.

Se llevó el cigarrillo a la boca antes de hablar de los decanos y su sermón. El campo estaba vacío casi en su totalidad, excepto por un par de chicos que, masoquistas como ellos solos, se habían quedado a echar carreras por el campo. Pearlie no lograba identificar a ninguno de los dos, pero eran unos lucidos sin duda.

-Nos interrogaron, pero terminamos ilesas, Immëndorff es legeremago. Bah! Ni sé si sea algo del dominio popular o si no debía decirlo pero da igual. El caso es que se mete en tu mente y averigua la verdad. De todos modos nos regañaron, porque debimos haber sido más responsables con las bebidas etc etc etc, detalles. No sé cuál es la versión oficial, pero se escucha el rumor de que todo lo planeó el enfermero Brigantia, ya ves que se fugó de pronto, renunció o no sé qué, cuando empezó a sonar que estaban haciendo una investigación exhaustiva. Pero yo no me creo nada hasta que El Hijo del Escuchón suelte la versión oficial.

Se tuvo que reír. Ya sabía que esa gacetilla a veces era solo un montón de chismerío pero a veces decía cosas ciertas que nadie negaba, así que solo sería cosa de esperar a que saliera la edición.

-Los decanos casi nunca dan versión oficial de nada, como lo de Angus, se lo siguen guardando. Pero supongo que a los padres de familia que se quejen o algo, sí les tendrán que dar explicaciones, ¿no?. Oich, casi te propongo echar una carrera con esos dos pero debes estar muerto y lo último que has de querer es subirte a una escoba. Yo tiene como meses que no me subo a una, así que de todos modos quedaría en ridículo.

Adair desconocía por completo la legeramancia del decano y la noticia tomó al smertios desprevenido y sorprendido a pesar que solo mostrara la afectación, alzando la ceja derecha y acompañara el gesto, moviendo con suavidad su cabeza en un asentimiento. No estaba cómodo con los legeramagos, era un don magnifico para la bruja o el mago capaz de realizar tal difícil control mental pero desde su punto de vista no era algo bidireccional. Introvertido como era que no gustaba de explicar más de su vida que los mensajes crípticos que enviaba a través de su boca, sentir la violación intelectual hasta el punto de desvelar sin intención esos pensamientos privados que no dejaba a nadie descubrir, heriría su orgullo solo por una cuestión subjetiva de privacidad. Habilidad efectiva para el decano a la hora de detectar mentiras en las alegaciones de sus estudiantes pero fatal para el objeto de estudio así que tomaba nota mental: no acercarse demasiado a ese hombre y evitar sus clases para no terminar expulsado (exagerando hasta la undécima potencia).

- No he escuchado ninguna versión oficial – sobre Quidditch y la destreza de un jugador sí pero rumores sobre abuso de poder entre los empleados de la institución con el fin de corromper almas nobles (ja) como la suya, ya no. Adair mostraba déficit de atención hacia esa clase de asuntos así como tampoco metía las narices en las vidas sentimentales de los demás. Que Sofie preguntaba y él había estado o presenciaba algo, contestaba o si la chica hablaba sobre algún turbio asunto también escuchaba, menos porque desconectaba pero intentaba poner toda su atención, ahora, nunca los buscaba - ¿Ese folleto? No se que tanto tenga de razón…

Era puro chisme y ni idea tenía quien escribía aquellas cosas pero estaba convencido que en algún punto del siguiente ejemplar saldría a colación su número espectacular de malabares con tres mujeres que no eran su novia. Continuó serio más cuando mencionó el incidente de Angus, recordó inevitablemente a Dan – Ya tenemos cojones suficientes para enfrentarnos nosotros sin la necesidad de nuestros padres pero los niños de papá seguramente pedirán explicaciones – no dijo el comentario para ofender a Pearlie pese a que venía de sangre mágica y formaba parte de ese club “selecto” de magos cuya sangre era impoluta.

Giró la cabeza un segundo hacia el campo donde los dos compañeros volaban, saludó con la cabeza y volteó hacia a Pearlie que inesperadamente proponía una carrera en escoba contra ellos – Nunca se olvida – sonrío e hizo un gesto con la cabeza para que dejando las cosas ahí, fuera con él hacia el campo. Recién bajaron la gradería se desvió hacia una pequeña instancia donde estaban las escobas comunales, tomó dos iguales a las que usaban los chicos y regresó con Pearlie para ofrecerle una – ¡EH! – usó todos sus pulmones pero la voz grave hizo el mayor trabajo para captar la atención de los chicos - ¿Una carrera por equipos? – los chicos intercambiaron una mirada y asintieron, pagados de si mismos y seguros que hubiera una chica en el equipo rival. Se subió en la escoba y despegó un par de metros aunque esperó a Pearlie– Solo acóplate a la escoba, tu peso pluma hará el resto.

De parte de sus papás solamente habría recibido una carta en la que le preguntaban si a ella le había pasado algo, pero en cuanto Pearlie les respondió que todo bien, que un grupo pequeño se había ido a refugiar al bar para festejar su cumpleaños, pareció importarles un cacahuate lo que había pasado con los demás, excepto quizá Shadow. En lo que a sus padres respectaba, ahí había acabado la cosa.

Al ver el gesto de Adair apresuró una última calada al cigarrillo, lo apagó como él lo había hecho y desapareció rápido la colilla con la varita antes de caminar con él en dirección al campo. ¿De verdad se echarían una carrera con esos tipos? Tan solo de pensarlo dibujó una sonrisota de niña. Aunque no tenía su escoba ahí, sino en casa, porque no pensaba ponerse a jugar quidditch en brigantia y distraerse, sabía que había muchas escobas para uso comunal.

Aguardó a Adair sin meterse a esos terrenos que eran exclusivos de los jugadores- bueno no sabía, pero a ella le daban esa impresión- y tomó la escoba que le ofrecía inspeccionándola con ojo crítico sin ser realmente una experta. Se acercó corriendo tras él. Solo notó un pequeñísimo problema: llevaba falda, así que las posibilidades de convertirse en exhibicionista se multiplicaban por un 50% más. Bueno, igual y con eso se distraían los contrincantes y ya podrían tomar algo de delantera.

Sonrió a los desconocidos, sin presentarse con ellos porque Adair no la presentaba, tal vez él tampoco supiera ni quienes eran. Notó que parecían confiados no solo porque era una chica, sino porque seguramente era notorio a leguas que no tenía nada que ver con el quidditch, pero algo bueno podía salir.

-Perfecto, estoy confiada.

Le dijo mientras, con toda la elegancia y el cuidado posible para no enseñar la ropa interior, dejaba sus piernas una a cada extremo de la escoba, procurando sentarse bien sobre la falda, para que no hubiera demasiados riesgos. Tomó la varita y se amarró el cabello con uno de sus hechizos para que no le estorbara en la cara y dio un golpe con el pie derecho en el suelo para elevarse. Pues no, volar no se olvidaba, se sentía bien.

-¿Cuántas vueltas? ¿de dónde a dónde?

La verdad es que Adair no tenía ni idea del apellido o nombre de los otros dos jugadores aunque los había visto entrenar con los pre graduados así que por compañerismo se saludaban además que parecía haber aumentado su popularidad a raíz de su aparición en la revista. Giró la cabeza cuando Pearlie estuvo volando a su lado y encogió sus hombros pues no tenía ni la más minima idea de cómo organizar todo aquello pero improvisó como tan bien solía hacer (prueba de ello era la clase de medimagia). Antes de hablar tomó el mango de la escoba vecina para indicarle a su amiga que volaran hasta donde se encontraban los otros dos y soltando fue hasta ellos para frenar en seco delante de los dos muchachos que ya estaban casi disfrutando la victoria con Pearlie en falda.

- Seis vueltas a todo el campo, pasando por detrás de los aros – murmuró estrechando la mano de los dos jugadores a modo de saludo y para pactar el juego limpio, no tenía ganas de recoger los desperdicios de Burroughs después que uno de ellos empujara su frágil cuerpo contra la gradería – Tres cada miembro del equipo. El segundo integrante no saldrá hasta que el primero haya tocado su mano, nada de adelantarse – mirada de aviso a los otros dos y se giró para encontrarse a Pearlie, esta vez, dibujando una sonrisa para dejar su parte profesional y algo protectora – Tu primera por la mierda del protocolo gentil – nada así, era considerado así la responsabilidad quedaría directamente sobre sus hombros. Voló un poco más cerca de ella para susurrar un par de advertencias cuando los muchachos del equipo contrario decidieron los turnos.

Justo a Pearlie tocaba el más agresivo, era también golpeador y había tenido el disfrute de terminar en el suelo por una mala jugada del desgraciado aunque contaba que fuera algo flexible con una chica no dedicada como otras al noble oficio del deporte rey – Intenta no pegarte demasiado a su escoba – murmuró lanzando una mirada a los chicos que parecían estar tramando algo por el estilo con los gestos corporales – disfruta cogiendo el mango del contrario para desestabilizarlo. No mires atrás y por peso, volarás más rápido – dio dos palmadas a su hombro en plan camarada antes de separarse – Te estaré esperando.

Tan solo por orgullo no se iba a dejar de ver tan fácil. No hacía falta ser un genio para darse cuenta de que estaban demasiado seguros de sí mismos solamente porque ella era una niña en falda que además no era de la carrera. Y si bien aquello era solo un juego porque ni siquiera estaban apostando nada –ni siquiera la dignidad de Adair se vería afectada porque si perdían, naturalmente, iba a ser culpa de ella y no de la joven estrella que salía en las revistas como un futuro prometedor- a Pearlie no le gustaba perder así de fácil y a decir verdad, ¿a quién sí?.

Saludó a sus dos competidores con un gesto de la mano y una mini sonrisa, mientras Adair ponía las reglas del juego improvisando totalmente, cosa que agradecía. Y parecía bastante buen método de liberar tensiones con algo que se salía de sus esquemas. Sabía que el que ella fuera primero no era un protocolo masculino gentil, sino una estrategia, así que se rió de buena gana y le estrechó la mano con una ridiculez de frase: “no te fallaré, compañero”. Le sonrió, volando a su lado mientras le daba advertencias y consejos de profesional que ella agradecía y se tomaba a bien,

Miró al chico con el que le tocaría competir. Era bastante fornido casi como Adair mismo o como su primo Frank. Efectivamente, el peso le ayudaría, mientras el viento no fuera poderosamente en contra.

-Presiento que me va a chocar. O algo así. Tengo miedo.

Pero luego de decir eso soltó una carcajada, que aunque era puramente nerviosa, al menos le quitaba hierro al asunto. Sonrió ante sus palmadas de camaradería y se puso en posición. Ni siquiera volteó a ver a su contrincante mientras se ponía en posición y cuando arrancaron, intentó recordar las enseñanzas de Aldrich, de su padre, los consejos de Adair y de todo dios, pero lo cierto era que el viento hacía lo suyo, y el instinto también. Recogió bien las piernas aferrándolas al palo de la escoba, echó el cuerpo bien hacia delante, sentía todo el aire golpeándole la cara pero sin que eso supusiera nada desagradable.

Y claro que iba volando lo más lejos posible del tipo sin perder trayectoria, pero el maldito tenía un vuelo casi impecable y cuando se le acercó muchísimo para, precisamente, tomar su escoba por el mango, hubiera querido hacer una maniobra profesional pero solo alcanzó a bajar de altura intempestivamente, haciendo que incluso sintiera vértigo en el estómago, como si un elevador muggle hubiera bajado a velocidad triple.

Volvió a tomar altura, pero sin estar pegada a él. Iban casi a la misma velocidad y habían abarcado la misma distancia. De hecho, ella dio antes la primera vuelta,pero él lo logró en la segunda. Para la tercera y antes de alcanzar la mano de Adair, sintió un empujón tremendo que le llegó desde el costado izquierdo y le pegó justo en las costillas. Eso la desestabilizó y le desvió la trayectoria. Tocó la mano de Adair al menos 5 segundos después que el contrincante. O sea, maldito fuera el golpeador ese tan indolente. Cuando bajaran le iba a lanzar un mocomurciélago en toda la cara.

Esta vez no se unió a las carcajadas de Pearlie solo lanzó una mirada cargada de advertencias hacia el oponente que iba a duelar con la chica, más valía que guardara sus juegos sucios pues no estaban tratando con una compañera de carrera, no debían ser indulgentes pero tampoco unos cabrones que jugaran sucio. Una última mirada a Pearlie para asentir con la cabeza y darle su apoyo, en verdad, no necesitaba ganar por una cuestión de orgullo, solo quería complacer a la cerridwen. Encaró la escoba en dirección contraria y voló hasta donde estaba el otro chico para esperar el relevo.

La carrera dio inicio, Adair irguió su espalda, entrecerró los ojos para seguir en la lejanía el desarrollo y cruzó los brazos, manteniendo la estabilidad de la escoba con las piernas. La maniobra sucia del bateador del otro equipo provocó que Adair, apretara los labios y gruñera todo tipo de insultos hacia el otro miembro del equipo que no dudó en agregar que si no querían juego limpio, no hubieran jugado contra ellos. Pearlie con su llegada abrupta, tocando la mano de Adair casi de refilón, cortó la discusión que mantenían los dos chicos que estaban a punto de lanzarse a puños aunque estuvieran encima de la escoba.

Tuvo un solo segundo para ver si la chica estaba bien antes de inclinar su cuerpo hacia delante pues el otro gilipollas era uno de los mejores cazadores de su promoción así que tenía tan buen dominio de la escoba. Durante las dos vueltas siguientes Adair estuvo siempre el último, custodiando los pelos de la escoba pero cuando ya habían dado la última vuelta a los aros contrarios y disponían a encarar los últimos metros hasta la línea de meta, Adair decidió devolverles el favor cuando menos esperaban. Tiró su cuerpo hacia delante tanto como pudo, hasta tener al alcance de su mano la parte trasera del mango de la escoba, aproximó su vuelo hasta él y la tomó para sacudirla, haciendo que el otro chico perdiera el control para ir a estrellarse contra la gradería.

Paulatinamente fue frenando sin ganas de entrar como ganador de ese modo por una cuestión de honor, incluso bajo de altura para desplazarse hasta donde estaba el otro chico que parecía haber logrado frenar a tiempo. Justo cuando dedicó una mirada a Pearlie, vislumbró el golpeador sacando la varita para lanzar un depulso contra él que impacto directo y lo escupió fuera de la escoba. Cayó hasta darse el golpe de su vida en la espalda y hombro. Soltó el aire que retuvo durante la caída pues aunque no fue mucha la altura pues ya estaba volando bajo suficiente para dislocar el hombro que ya venía maltrecho desde los entrenamientos y quedó en el suelo inmóvil aún por el patacazo que se había llevado.

Adair volaba demasiado bien, pero el otro tipo debía ser cazador o buscador, porque volaba rapidísimo y con un control casi perfecto. De todos modos lo dicho, quería ganar pero no era como si se estuvieran jugando la vida en ello, y al parecer Adair tampoco pero le pareció justo que hubiera tomado una especie de revancha al tomar el mango de la escoba del otro tipo. Y ahora sí, iban a ganar. Ya estaba sonriendo, ya estaba a punto de girarse a su contrincante y decirle “bueno, gracias por la carrera, fue un placer blablabla” pero los tipejos parecían unos enfermitos mentales. O al menos ese que tenía al lado lo parecía. No tuvo tiempo de reacción cuando el desgraciado ya había tirado a Adair de la escoba con un hechizo.

-¡Tragababosas!

No se lo pensó ni medio segundo tampoco. Y ahora por idiota el tipo estaría escupiendo babosas al menos dos días seguidos. Y a ella le daba lo mismo. Lo del depulso había sido totalmente innecesario.

-¿Qué les pasa mediocres intensos? Seguramente así les va en su carrera, ¿no? Sintiéndose intimidados por una tontería como esta, ¿qué? ¿es porque ustedes no salieron en Quidditch Illustrated?

¿Qué iba a hacer el que no estaba escupiendo babosas? ¿lanzarle una imperdonable? Que ni se atreviera a sacar la varita porque lo iba a dejar sin hijos. Estaba enojadísima, probablemente no se había enojado así con nadie ni con nada en todo lo que llevaba de la carrera, sin contar los dramas amorosos existenciales estúpidos en los que se metía. Aterrizó suavemente al lado de Adair y se arrodilló a su lado. Claro, no tenía ni idea de cómo acomodar algo así, por lo que solo le quedaba aplicar un controlado glacius en la zona.

-No lo muevas nada…Tenemos que ir a la enfermería

Seguramente él ya sabía que no tenía que mover el brazo pero su preocupación la hizo ordenárselo de todos modos.

-¿Qué les pasa a tus compañeros de carrera? ¿cómo pueden ponerse así por algo como esto? Bueno, al menos el golpeador estará escupiendo babosas hasta mañana por la tarde.

El chico que no escupía tragababosas fue a ayudar al que sí tenía la boca llena de babas para ayudarlo además, no creía que el profesor de vuelo fuera a dar el visto bueno a lesionar a otro jugador, menos si era de cursos inferiores así que cobardes, se largaron por donde habían venido, dejando a los chicos a solas. Adair por su parte, estaba en el suelo demasiado magullado como para moverse y ponerse a bailar el hula hula así que quedó mirando a Pearlie llegar a su lado para gruñirle en respuesta, perdió el aliento del golpetazo contra la espalda.

- Cuando los pille voy a reventar sus cabezas con el bate, una a una y lentamente… no, mejor con las manos, más disfrute – masculló contra sus dientes con un tono amenazador que reafirmaba sus palabras. Tomó una larga bocanada de aire, si bien no tenía que moverse, debía hacerlo para poder ir hasta la enfermería aunque él mismo podía colocárselo bien si encontraba una pared cercana. Soltó el aire para sentarse, disminuyendo mínimamente el dolor pero agradeciendo mentalmente el glacius sobre la zona afectada – El Quidditch es visceral – no era extraño que un jugador que estaba a punto de licenciarse, sin mayor proyección profesional que aguardar la llegada de algún milagroso ojeador estuviera amenazado por tres criaturas recién ingresadas en la universidad y ya con un lugar en la revista más famosa sobre el deporte rey – hay mucha competencia.

Tenía la impresión que Pearlie no iba a dejar que fuera el mismo quien colocara el hombro bien así que no quedaría de otra que ir hasta la enfermería aunque odiara terminar allí y posiblemente estaría una semana con el brazo en cabestrillo, aún peor, era el brazo que usaba para golpear - ¿Esto no pasa en Leyes, verdad? – sonrisa dolorosa pese a que tenía cada músculo de su cuerpo entumecido y sabía que eso era mala señal pues a la que estuviera relajado, iba a dolerle hasta la bendita alma, no era la primera caída desde esa altura. Otra bocanda de aire para coger fuerza y se levantó del suelo – Las cosas y a la enfermería, solo los dos – guardó las palabras pero venía diciendo que ni tuviera por mente avisar a Sofie menos por una estupidez como aquella. Bastante entero para haber caído metros arriba caminó hacia la gradería para ir a buscar sus cosas.

Ojalá Ayres cocinara en aceite a ese par de dementes. Al final no había sido mala idea lo de la carrera, sino la elección de los contrincantes. Y si bien Adair podía sentirse completamente halagado porque lo envidiaban tanto como para quererlo matar, tampoco era precisamente una suerte que hubiera tenido ese final. No le pareció excesivo en ese momento que quisiera reventar sus cabezas con el bate, pero frunció los labios poniendo cara de circunstancias como si tampoco le pareciera la mejor de las ideas, aunque sí que lo merecían.

-Sí, esos de Quidditch Illustrated te pusieron en la mira de los asesinos seriales.

Era una broma ácida, pero broma al fin. Era una pena que su mediocridad los hiciera sentir tan amenazados por unos críos. Bueno, Adair y Hákan no eran críos precisamente pero se entendía. Habían puesto un listón alto a las expectativas de los estudiantes, qué se podía decir. Ningún fichador se fijaría en alguien mayor con menos probabilidades de éxito teniéndolos a ellos enfrente.

-No, no pasa en Leyes, pero podemos pensar en una manera de llevarlos ante el Wizengamot y luego a Azkaban por sus faltas, sin que tú te ensucies las manos de sangre.

Entendió ese “solo los dos” y asintió con un gesto casi solemne. Al verlo caminar a la gradería negó con la cabeza y le hizo un gesto para que esperara o que mejor caminara a la salida. Corrió hacia las gradas y con un movimiento de varita y un hechizo simple básico de primer curso de Hogwarts, hizo levitar con mucho cuidado las cosas de Adair hacia ellos para que flotaran a su lado siguiéndolos en el camino, porque no se iba a poner a cargar mochilas con el accidente.

-Ni modo que te la cuelgues, no es momento.

Dijo cuando las cosas se acercaron a ellos. Echó un vistazo para ver si el Señor Babosas y su acompañante no habían vuelto con un ejército de goblins para atacarlos pero no.

-Ustedes los de quidditch siempre están en la enfermería. Esto no afectará a tus entrenamientos, ¿no?, ¿o sí? ¿mucho?.

La amabilidad y condescendencia de Pearlie cuando tomó sus cosas levitando hizo que rodara los ojos, rebufó y sujetó el hombro con una mano. No echó ninguna mirada hacia atrás y mejor, si hubiera vislumbrado al señor Babosas posiblemente hubiera olvidado el dolor de hombro para ir a ensuciarse las manos dejando de un lado las leyes y pasando a la venganza tácita basada en el ojo por ojo.

Emprendió resignado el camino a la enfermería, mirando con nostalgia cada muro que pasaban, recordando como solía colocárselo si a veces salía de lugar y así dañaba mucho menos su ego que acudir como objeto a reparación a la enfermería – Existen pociones para acelerar el proceso de recuperación – meditó y un par de alumnos con quienes compartía carrera quedaron quietos cuando vieron el estado del hombro para salir corriendo a contar el chisme para dentro de media hora, hasta Ayres iría a lanzarle la reprimenda de su vida por lesionarse a deshoras – seguro que en dos días ya solo tengo molestias – o quizás tres pero no quería hacer sentir culpable a Pearlie por haber sido quien propusiera la carrera, él mismo había aceptado y ya andaba mayorcito para aceptar el peso de sus decisiones – solo necesito que alguien me lo ponga de una puta vez en el sitio – y dijo eso entredientes porque empezaba a sentirse el dolor por todo su cuerpo y el glacius pasaba a no servir de nada.

No dijo más nada en todo el camino aunque hubiera preferido ir solo para poder mentar con calumnias hasta el santo muerto primero del señor que osara tocarle el hombro pero debería portarse como todo un hombre y no abrir boca, esta vez si, solo por orgullo. No tardaron mucho en llegar, tocó la puerta y adentró, recibiendo la rápida mirada de cansancio de la enfermera porque probablemente no era el primero que venía así en esa semana. Indicó con un dedo la camilla donde debía sentarse y de paso que se quitara la camiseta para ir aligerando la tarea – Pronto me van a dar descuento por estar aquí, quizás pueda descambiarlo por droga barata – tomó asiento en la camilla y sin necesitar ayuda, quitó el jersey pero aún se dejó la camiseta que no quería ir de exibicionista por la vida delante de la muchacha – Pearlie, puedes irte ahora solo me van a dar el golpe de gracia – así podría insultar con propiedad y mucha acritud.

Ya viéndolo en perspectiva, no era nada lindo que sus intenciones de agradecimiento por un regalo genial hubieran terminado con Adair en la enfermería. No se sentía directamente culpable, es decir, ella qué iba a saber que los tipejos esos eran unos dementes, Adair tampoco lo había sabido, pero no dejaba de saberle mal de todos modos y de verdad estaba cruzando los dedos para que eso no afectara de mala manera su rendimiento académico, aunque él dijera lo de las pociones para acelerar la recuperación y que solo serían un par de días con molestias.

No se esforzó en hacerle conversación por el camino, no por nada pero creía que si Adair no hablaba era porque ese asunto le iba doliendo –físicamente- y ¿quién tenia ganas de ponerse a chacharear en ese estado? Pues nadie. Ahora bien, lo bueno había sido que le había gustado volver a montarse en escoba, lástima del final. Y eso no se lo dijo porque seguramente no era un pensamiento reconfortante siendo él quien tenía el hombro fuera de lugar.

Tampoco se puso como madre ardiente con un crío a intentar hacer todo por él o ayudarlo a quitarse el jersey o tal, que sabía que los chicos tenían su orgullo. Solo con un movimiento de varita dejó sus cosas gentilmente sobre el suelo a un lado de la camilla en donde Adair se había situado y lo miró con ojo crítico cuando le decía que ya podía irse porque solo le darían la estocada final. Se mordió los labios dubitativa. Tal vez el código de “me quedo contigo hasta el final porque somos amigos” no aplicaba en este caso y de verdad prefería sufrir en soledad.

-Bueno, me marcho pero por favor promete mandarme un patronus de que todo está bien en cuanto quedes en orden, ¿sí?.

Le pidió con toda seriedad y le dio un par de palmaditas en la rodilla antes de mirarlo con un mohín. Definitivamente con algo le tendría que compensar, pero ya vería con qué después. Salió de la enfermería lanzándole una última mirada de “avísame o te mato”, con esa idea en la cabeza de compensarlo si se daba la oportunidad, tal vez con un artículo para quidditch o una poción antilesiones o algo.