Los clavos y mamadas

Invitar a Lady Stoner a salir era algo así como el primer paso para sacarse el veneno, o más bien, para tratar de sacarlo. Estaba completamente podrido, mi cabeza de verdad no dejaba de pensar e imaginar cosas terribles y mientras más tiempo pasaba en sobriedad, más ganas me daban de buscar a Malik y literalmente mandarlo al otro mundo.

No está por demás decir que se lo merecía, y ya ni siquiera estaba pensando en mis sospechas del pasado, no, el cabrón no merecía más que la puta muerte porque parecía ser lo suficientemente listo como para aprovechar la situación y adueñarse, ahora si a tiempo completo, de la chica a la que más importancia le había dado desde mis amores infantiles hacia Peach. Hijo de puta…

Pero trataba de alejar esos sentimientos, de verdad estaba tratando de hacerlos, y salir con Lady me parecía más necesario que nunca en parte por mis males internos, y en parte también porque joder… la chica me había mostrado un interés que para como andaba mi autoestima, me significaba algo así como un puto elixir directo al ego. Durante su fiesta la habíamos pasado jodidamente bien, sin poder avanzar demasiado por la presencia de su puto hermano y toda la demás gente, pero la convivencia me había dejado ver una puerta abierta a cuando menos desquitar mis instintos carnales (si es que los conseguía), y venga… que hablando de un promedio brigante, Lady estaba muy por encima del común general.

Lo de Hakan era cosa aparte, ya sabía (o al menos sospechaba) que el cabrón sentía algo por Lady, vamos que había que ser muy puto ciego para no notarlo, pero el jodido hijo de puta no había hecho nada al respecto y todo lo contrario, parecía querer alejarla más que acercarla, así que a tomar por culo. No era lo mismo, ¿saben a lo que me refiero?, no era como si me estuviera ligando a la chica de un colega en primer lugar porque no eran nada, y en segundo porque para ser sinceros... el islandés no era tan mi colega, no como se suponía que Malik lo era.

La cité en un lugar llamado La rosa, uno que si bien no era el lugar más espectacular de Londres si que era al menos uno en donde los tragos estaban a bastante buen precio, y además tenían una mesa de billar que casi nadie pelaba y un tocadiscos de esos de los de antes. Ese viernes en particular no había mucha gente, o no al menos a esas horas que podían considerarse bastante tempranas, apenas un par de mesas con alguna gente, algún teporocho al otro extremo de la barra y una parejita morreándose en los sillones del fondo. Pedí una cerveza y decidí esperar mientras mis nervios, crean o no, parecían ser los de un puto adolescente en su primera cita. Lo dicho, el Joseph Crawford de siempre no andaba muy presente que digamos.

Sí, su cumpleaños había estado bien. De hecho, para ella, había sido como la primera vez que convivía realmente con Crawford, las locuras de la fiesta-desastre no contaban por que ella había estado ciega de drogas, y era curioso pero aunque fuera el casi hermano de Regina nunca habían tenido trato, esos dos años de separación en Hogwarts y un montón de cosas más habían hecho que jamás se tuvieran mucho en cuenta. Por supuesto que ella sabía la historia (y quién no) de su ahora ex-chica, de esas que si buscabas la definición de niña pija en la enciclopedia de especímenes vendría su foto. No iba a mentir, le parecía extraño que la hubiera invitado a salir, por que aunque habían estado tonteando en su fiesta y tal, no se le pasaba por la cabeza que fuera de la clase de chicas que le gustaban.

A ella nunca se le pasaba por la cabeza ser de las chicas que gustaran a alguien, lo tenía muy claro. Cualquiera le hubiera dicho que, para empezar, era inconveniente ponerse una camiseta con el lema de "TE ODIO" estampado a lo grande, el elástico de sus bragas saliéndose por unos pantalones que le quedaban mal, y qué decir, un gorro que al quitárselo la dejaba medio despeinada. Sus costumbres de siempre, aunque se había tomado la molestia de maquillarse un poco y llevar el lujo de un brillo labial con sabor, las pulseras baratas de siempre y también la que Sky le había regalado en su fiesta.

Llegó hasta Crawford, ya sentado y con una cerveza, mientras se quitaba el primer disco de Gorillaz de los oídos y se sacaba el chicle de la boca, mirando alrededor para que ninguno del bar la viera pegarlo bajo la mesa. Se sonrió pensando que no se había podido buscar un opuesto más opuesto para lo que se había acostumbrado en los últimos ¿Meses, semanas? Tampoco sabía tanto de su vida.

-Hey Joe, where you goin with that gun in your hand? Lo saludó con el inicio de una canción de Jimi Hendrix, y sólo levantó las cejas y de sentó a su lado, antes de ir a medio colgarse de la barra para llamar la atención del tipo y pedirse una stella. Pagó su propia pinta y regresó hasta donde estaba él, levantándole las cejas de nuevo como si esperara en cualquier momento escuchar el inicio de una plática de amigos o algo así, un "ayúdame a ligarme a tu amiga" aunque su única amiga en Brigantia era Regina y no creía que ese fuera el caso, más bien quería saber dónde estaba el truco. O eso, o le interesaba una dósis de mindless sex. O ninguna de las anteriores, le daba el beneficio de la duda.

-¿Tú qué? Entretenme, Crawford ¿Sabes jugar billar? Enséñame

No recordaba cuándo había sido la última vez que una chica me provocaba una risa irremediable con tan solo hacer acto de presencia, pero era justo lo causaba Lady, principalmente por la forma en la que entraba al lugar, con esa jodida pinta de niño rapero y esos modos de machorra que aunque no me lo crean, tenían un atractivo similar a un par de lesbianas besándose… o algo parecido joder, no me juzguen. Yo también miré al rededor por pura inercia y luego me encontré con que la idiota solo lo hacía para cerciorarse de que nadie la viera pegar su chicle bajo la mesa.

Levanté mi cerveza como respuesta a su saludo a lo Hendrix y cómo no, aproveche para asomar la vista hacia su culo cuando la chica se colgaba de la barra para pedir y pagar acertadamente su propia bebida. Nada mal, es decir la chica era bastante delgada y muchos podrían hasta decir que tenía cuerpo de adolescente, pero a mí me pasaban bastante los culos proporcionalmente adecuados a la complexión. ¿Saben de lo que putas estoy hablando?, si eres hombre por supuesto que sí…

Encendí un cigarrillo justo cuando ella volvía con su pinta en mano, dejando la cajetilla en la mesa por si quería hacerse de uno. Levanté la vista para mirarla un instante mientras la chica arqueaba las cejas, esperando seguramente a que yo tratara de iniciar algún intento de conversación; aunque fuera ella la que terminara por hacer algo más que tener simple contacto visual. Le di un trago a mi cerveza y negué con la cabeza, pareciéndome increíble que alguien de su talla no supiera jugar de verdad. Seguro sí que sabía hacerlo, ya saben, a veces las chicas fingen ser encantadoramente ignorantes para hacerse las interesantes.

-Es un pecado mortal que no sepas. Ven…-

Me levanté y la tomé del brazo para llevarla hasta la única mesa en la que por supuesto no había nadie jugando. Tomé dos de los tacos que estaban dispuestos en la pared y me acerqué a la barra para pedirle las putas bolas al encargado (venga, no empiecen). Mientras eso sucedía la seguí mirando de pies a cabeza, evaluando su evidente atractivo y encontrándome con que, efectivamente, los tirantes de sus bragas se asomaban por encima de su poco entallado pantalón. Me daba completamente igual parecer descarado, tampoco era como si planeara aparentar algo que ni de lejos era y mucho menos con alguien que al menos en apariencia, parecía saberse ya todos los trucos.

Regresé con la caja y acomodé las bolas en el centro de la mesa, colocando la número uno en la punta del triángulo y la número ocho justo en el centro. Tomé la blanca y fui directo a donde se encontraba Lady para poner la esfera en la superficie verde, justo delante de nosotros. Si ella fingía no saber jugar billar, yo fingiría creerle y enseñarle; porque aunque el objetivo principal era ir y follármela sin mierdas de por medio como si no hubiera mañana, tampoco había que ser unos brutos.

-El único chiste de esto es pegarle a la bola blanca y de esa forma golpear a las demás… de tal forma que puedas meter una por una según su numeración, en cualquiera de los cuatro hoyos que ves en las esquinas.-

Me incliné sobre la mesa y di el primer golpe que resonó en todo el abandonado lugar, provocando que todas las bolas salieran disparadas por todos lados pero sin haber metido ninguna de ellas en ninguno de los orificios. -Si metes la cuatro, lo nueve o la que sea da igual, mientras hayas golpeado primero la número uno (o la que toque), los puntos son tuyos. Anda, ven…-

Cliché de ligoteo. Atraje a Lady para colocarme detrás de ella mientras se inclinaba sobre la mesa para entonces darle instrucciones al oído y “enseñarle” como tomar el jodido pedazo de madera para golpear la bola blanca y tal.

Resultaba que no estaba mintiendo, no sabía jugar billar aunque tuviera pinta de vaga, y lo era, pero por alguna razón nunca le había parecido un "deporte" que tuviera la suficiente dósis de peligro y de acción física como para que se interesara por eso. Lo siguió a la mesa mirando toda la parafernalia de preparar una mesa, y bueno, tampoco es que fuera de otro planeta y no tuviera la menor idea de lo que se tenía qué hacer; le hizo malas caras cuando la repasaba con la vista (por supuesto que se daba cuenta) pero después le sonreía con esa forma extraña de coquetear que era la única que tenía.

Era curioso, pero no haber empezado como los amigotes de siempre, marca de toda su relación con cualquier hombre, y eso hacía que todo desde el principio tuviera un tono muy distinto a tontear con sus amigos, como cuando el Islandés le agarraba el culo y esas cosas. Escuchó la clase magistral haciendo gestos, cruzada de brazos. Joe se iba a dar cuenta, no se esforzaba por ser encantadora en ningún momento o situación de su vida.

-No soy retrasada, ya sé que las bolas entran ahí, lo de la blanca bla bla, quiero saber cómo meterlas, dame la técnica

Lo miró hacerlo, siempre le había gustado ver a los tipos que jugaban billar en los pubs, les encontraba ese encanto de tipo malviviente que siempre la seducía hasta cierto punto, al menos cuando era una niña de doce años y acompañaba a sus papás a tomar una pinta mientras ella tomaba Orangina y ellos su respectiva guinness cada domingo después del parque, familia de rituales de siempre. No tuvo que esperar mucho para que Joe le enseñara en serio cómo se jugaba, y por supuesto que estaba esperando que se le acercara por detrás. Medio lo volteó a ver, pero no, no estaba fingiendo, quería aprender a hacer al menos un buen tiro.

-Ok, quiero dar al menos un buen juego, después tocas el culo. ¿Cómo va esta mano?

Le preguntó mientras intentaba agarrar el taco y buscaba acomodárselo en la mano izquierda, o en la mano que tuviera qué ir. La verdad ella no estaba preocupada por el hecho de que fuera amigo o medio amigo de Hákan, por que después de todo ella era también su amigs y nada más, él se dedicaba a tontear con todas sus amigas y a tener novias pijas (como media Brigantia, por cierto) y punto. Ella también podía divertirse ¿Qué no?

Aunque hubiera sido amiga de Regina desde hace bastante tiempo, la verdad es que el contacto que había tenido con Lady desde entonces había sido poco más que superficial, a tal grado de que la primera vez que habíamos convivido de una manea relativamente más cercana, había sido en la misma fiesta de Angus y Zapata hace no mucho tiempo. Desde entonces, la perspectiva que siempre había tenido respecto a su persona había cambiado de “la amiguita machorra de Regina” a “la amiguita machorra y follable de Regina que se llama Lady”, y aunque no lo parezca, si era bastante la diferencia.

Me causaban mucha gracia sus reacciones y gestos faciales cada que se daba cuenta que mis ojos no se estaban paseando precisamente por la mesa en donde jugábamos. Por supuesto que no estaba siendo nada discreto, no me pesaba en lo más mínimo ir con la bandera de “te quiero repasar el culo toda la noche” y entre más se diera cuenta de ello, más se facilitaban las cosas; así únicamente quedaban dos opciones: la bienvenida a una buena follada o un rotundo rechazo digno de enmarcar en la pared. En realidad la segunda no me era una opción aceptable, pero hey… que todo era posible.

Lo que si me sorprendió fue la manera en la que ella también hacía gala de sus maneras sin mucho tacto para expresarse, lo que ocasionó que de verdad me entraran ganas de dejarme de idioteces y llevármela a otro puto lado. Rodee su espalda con mi brazo y dirigí el suyo para que tomara de forma correcta el taco mientras mi cuerpo se pegaba al suyo de forma algo invasiva, por así decirlo. –Listo, ahora… impulsa el brazo hacia atrás… y golpea fuerte, justo así-. Lady logró golpear la bola blanca, esta fue directo hasta la número uno que inmediatamente fue a dar al orificio de la esquina superior izquierda.

-Venga, pensé que no sabías jugar. Debe ser el maestro que tienes… eso merece un gran trago-

Me gire a donde se encontraban nuestras bebidas para darle la suya y llevarme la mía a los labios, bebiendo de ella hasta el último trago mientras mi mirada no dejaba de enfocarla, pero esta vez directamente a los ojos, decidiendo que ya estaba bien de tonterías innecesarias. Cuando la última gota se deslizó por mi garganta, dejé el tarro en la mesa y me acerqué a Lady para simplemente rodearla por la cintura y besarla, con olor a cerveza y a cigarrillo y a lo que fuera. No se trataba de subestimar a Lady ni de tomarla como presa fácil, era tan simple como conocer mis propios deseos y detectar de su parte que no eran necesarias parafernalias idiotas para llegar a un mutuo acuerdo en donde los dos saliéramos beneficiados. De acuerdo a como se encontraba mi estado anímico, eso era justo lo que se dibujaba en mi puta cabeza; que ella saliera bastante bien retribuida.

-¿Qué te parece si mejor salimos de aquí?, la verdad es que el billar no es lo mío-

Se concentró en lo que tenía qué hacer por que como bien se conocía, los juegos siempre eran cosa de tomarse en serio y aunque su cercanía la distraía un poco y más por sentirlo pegándose aún más a su cuerpo, hizo caso como buena alumna y sonrió al golpear la bola blanca y lograr que alguna otra entrara. Se quedó mirando las bolas pensando en su siguiente tiro pero tuvo que voltear a ver a Crawford cuando decía que el tiro merecía un buen trago y vaciaba su vaso en segundos. Arqueó las cejas al verlo, poniéndose una mano en la cintura y antes de poder decir cualquier cosa, lo vió acercarse para besarla con el mismo descaro que ella hubiera usado antes al besarlo en su cumpleaños, o peor, en la fiesta de la casa abandonada.

Los besos de cerveza y tabaco le parecían algo común. Era curioso, pero nunca se había metido con nadie que no tuviera ese sabor en la boca, lo que quizás explicara algo de sus decepciones, cosa en la que definitivamente no quería pensar. Por supuesto que le correspondió al beso por que se había dado ya cuenta que le gustaba besarlo y puso una mano en su espalda para acercarlo un poco a ella, aunque le entornó los ojos como si le molestara lo que hacía una vez se separara de ella.

-Tú no te andas con juegos ¿No? Pensé que eras de los que se esforzaban

Y claro que eso tenía algo de malicia implícita, todo el mundo lo había visto desvivirse por una niña bien, llegar de traje a los lugares y esas cosas que los tipos sólo hacían cuando querían quedar bien, se sintió con la libertad suficiente como para decirlo y le dio otro empujón brusco antes de acercársele de nuevo, de una manera agresiva, sabiendo que era suficientemente fuerte y más alto que ella como para poder con su peso cuando se le lanzara encima como un mono, colgándosele de la cintura y besándolo. Y si se caían, la verdad le daba igual, ella era de hacer esas tonterías por impulso, por eso había terminado muchas veces en San Mungo con esguinces o huesos rotos.

Se le bajó de encima dándose cuenta que su impulso los había desplazado algunos pasos y fue hasta la mesa donde media pinta de Stella seguía ahí. Por supuesto que no iba a desperdiciar cerveza, y fue a hacer lo mismo que Crawford, o sea ponerse el vaso en los labios y vaciarlo de un trago. Bueno, de varios tragos haciéndolo parecer uno. Si hubiera estado con Regina eructaría sin vergüenza, pero no, tenía que contenerse y actuar decentemente, o tan decentemente como ella fuera capaz de ser. Se limpió la boca con el dorso de la mano y después, con el taco de billar, empezó a levantar la camiseta de Crawford. No le había dicho que se fueran de ahí, y no iba a ser la que tuviera la iniciativa, pero seguía provocándolo, y ya se había terminado la cerveza.

-¿Qué es lo tuyo?