¿Porque siempre me meto en lios?

Había ido al callejón Knockturn por un par de objetos, nada macabro que tuviese que ver con planes de mortífago, más bien cosas de colección que sólo en lugares como ese podían encontrarse. Hasta para los objetos de Quidditch había un mercado negro y allí se vendían los bates malditos de ciertos jugadores, la famosa snitch espinosa y demás cosas. Aldrich iba por unas bludgers que perseguían a quien las batease hasta matarlo –usadas en el mundial del 1974- y unos guantes verdes que enloquecían más y más al usuario, según los usos que le diese, a cambio daban una habilidad envidiable a los cazadores.

No usaría ninguna de esas cosas porque no era tonto, las pondría en la habitación en la que él y su padre guardaban ese tipo de objetos con cierta veneración, eran coleccionistas aunque no de forma pública, apenas hablaban de eso con extraños y cada cierto tiempo acrecentaban la cantidad de objetos cuando les ofrecían un buen precio por un objeto raro.

Estaba acabando el trato cuando escuchó a alguien entrar a la tienda y el dependiente guardó inmediatamente las cosas para que esa persona no las viese, no era como el montón de aparatos que tenía en exposición, esas cosas que le iba enseñando al smertios no eran aptas para cualquiera, no porque hubiese algún tipo de elitismo, era más bien porque esas cosas debían haberse destruido hacía años.

Aldrich prestó atención a la mujer que había entrado a la tienda, no la reconoció porque llevaba una capa encima pero tenía tanta curiosidad como el dueño del lugar por saber quién era ella, jamás se podía confiar en alguien cuando se estaba en ese lugar. Tras una mirada rápida a Langham se dirigió hasta la que ahora miraba algunos de los objetos, en momentos como ese y en medio de una transacción así de importante se creaba un tipo de solidaridad entre el vendedor y el comprador.

-Buenas tardes. ¿Te conozco?-no fue hasta que se acercó lo suficiente que notó que era una de sus compañeras de carrera la que estaba frente a él, aunque sólo recordaba su apellido.-

Sí la conocía, apenas pero la conocía. En Hogwarts nunca fueron amigos porque sus grupos eran distintos pese a que compartían algunos rasgos de la misma ideología y eran el par de chiquillos enamorados de las artes oscuras que desesperaban a su hermana. En la universidad se habían visto en clase pero no trabajaron juntos porque tenía a otras personas más cercanas dentro de su misma carrera y, bueno, otras circunstancias que no los había reunido de ese modo. El lugar no podía ser menos propicio, al menos no era demasiado peligroso.

-Sí, efectivamente. Aldrich Burroughs. Creo que también nos conocimos en el colegio, Slytherin. ¿Skylight Parker?-se aventuró con el nombre porque estaba casi seguro de que así era, además quizá así le diría qué hacía allí. Era poco probable porque la gente con asuntos no los iba ventilando por las calles sin más, pero finalmente no perdía nada.-

El encargado se quedó escuchando porque, como era obvio, tenía que saber si en ella podía confiar y el tener un conocido común ayudaba para esas transacciones, la confianza en esos lugares se basaba en las recomendaciones que diese la gente ya conocida. Aldrich no era de los que recomendaban ni nada de eso porque era apenas un muchacho, no sabía si alguna vez lo sería que no estaba seguro de tener buen tino para la gente, podía pensar por ejemplo que ella era de confiar pero no se atrevería a sugerirlo.

No sabía nada de los pensamientos que recorrían la cabeza de la rubia y de haberlo sabido tal vez se hubiese alejado, no era bueno tener cerca a quienes se dejaban llevar demasiado por ese tipo de magia, no importaba si se era liberal, mortífago o de política neutral. Los objetos eran peligrosos y cualquiera que se viese encantado por ellos podía llegar a ser sólo una herramienta de esos objetos.-¿Qué haces aquí? No parece lugar para una muchacha que viene sola.

Mi papá quería que lo visitara para enseñarme los nuevos guantes para guardián en la tienda del Callejón Diagon, todavía eran prototipo y no estaban a la venta pero creo que son uno de los mejores artículos de quidditch que se han fabricado hasta la fecha. También estaban algunos socios de Quidditch Illustrated y terminé entreteniéndome más de lo que yo misma había pensado.

Aldrich me había acompañado y había prometido llevarme a comer al Londres muggle, por eso llevaba mi ropa debajo de la túnica (ya sabía que los muggles nos veían como bichos raros cuando nos aparecíamos por sus calles como si usar ropa de magos fuese lo más normal de la vida), pero habíamos terminado separándonos por que había dicho que tenía que comprar algo en Knockturn y quedamos de vernos en la entrada.

Por supuesto que había entrado a ese lugar en antaño, no lo conocía como la palma de mi mano o un centro comercial pero al menos no me perdía y medio sabía con quienes no debía ni cruzar la mirada, pero no me gustaba meterme y él tampoco había querido que lo hiciera. Quién sabe, cosas de hombre sobreprotector o algo.

Compré unas chucherías por ahí por que mi papá me ignoró por completo un par de minutos después de que Aldrich se fue y me mandé a hacer túnicas nuevas por que las mías ya estaban prácticamente obsoletas (bueno no, pero eran muy del 2012). Cuando llegué al callejón ya no estaba.

Aldrich Burroughs –le medio grité hacia el callejón haciendo casita con las manos después de esperarlo lo que a mi me pareció una eternidad, aunque fueron menos de siete minutos. Me crucé de brazos y di golpesitos con el pie, ¡cómo odiaba que me hicieran esperar!

Pasados un par de minutos después miré a ambos lados como lo haría un muggle para cruzar la calle, solo que yo lo hice por si, de casualidad, pasaba algún conocido de mis padres o de la revista o de mi otro trabajo y me metí. ¡Cómo lo odiaba!

Le aventé un par de knuts a una bruja vieja casi sin cabello y dientes que mendigaba por ahí, apresurando el paso y acomodandome la túnica por que parecía que ahí hacia más frío de lo normal. Pero lo encontré cuando vi de reojo su cabello detrás del vidrio de una tienda y metí. Dentro vendían muchísimas de las cosas más espantosas que había visto en mi vida, así que procuré no tocar nada ni con mi bolsa. Mis papás, además de decirme que no me dejara apuntar por ningún extraño, también me hacían prometerle que no tocaría ningún objeto que supiera que tiene sentimientos propios, mente o lo que sea, y caminé rapidísimo hasta él.

Por fin te encontré, hubieras visto a la viejita que me encontré fuera, casi me causa un infarto. ¿Te falta mucho? Ya me quiero ir –entonces me di cuenta de que no estaba solo con el vendedor sino también con una Smertios con la que además compartía dormitorio-… oh, hola, ¿qué haces aquí? ¿Vienes sola?

Aldrich Burroughs, no podemos irnos y dejarla sola aquí. –le dije como si él hubiera insinuado que ya nos fuéramos, aunque Aldrich ni siquiera me había dicho nada. Ni siquiera sabía qué hacia ahí, si le gustaban esas cosas, si le hacía a la Magia Negra, pero no era correcto que una niña estuviera sola en un lugar tan feo como ese. ¿Y si le pasaba algo?

Casi había olvidado que lo esperaba Marianne, o más bien el tiempo en el que debía haber regresado al inicio del callejón. Se habían demorado en atenderlo porque esas cosas no se podían tratar con clientes desconocidos y ahora con el asunto de Sky la curiosidad había podido con él. Al escuchar la voz de Marianne volteó a verla con una sonrisa, tuvo ganas de acercarla para darle un largo beso pero sólo dejó que se acercase simplemente y escuchó lo que decía.

Asintió como para decirle que ya había terminado, pudo confirmar que era así al ver al dependiente sin algún paquete frente a él, bastó que cruzasen miradas como para saber que la transacción quedaba pospuesta para un mejor momento. Iba a decirle que efectivamente era mejor que se fuesen y hasta que las invitaba a comer o una cosa de esas, no en ese lugar que todo estaba hecho con productos de dudosa procedencia, pero en el callejón Diagon había muy buenos lugares.

Con naturalidad había ya pasado un brazo por detrás de los hombros de Marianne, es que ya unos hombres habían entrado, un pequeño grupo de encapuchados a los que apenas se les veía el rostro y que se les quedaron viendo por algunos segundos. Iba a comentarles eso cuando Sky volvió a hablar, ni lo de ir a comer ni lo de los encapuchados salió de los labios de Burroughs, se le quedó mirando a la rubia que parecía incluso enojada por lo que le habían dicho. Él creyó ser amable, incluso pensó que Marianne había hecho un agradable intento por incluirla.

-Ella es Marianne Heard, no sé si la conoces, Sky.-le dijo ya sin el brazo sobre los hombros de Heard, no supo en qué momento lo había quitado, probablemente durante las palabras de Parker.-Y lo que te dijo fue por amabilidad. Es peligroso, tengas dieciocho años o cincuenta, nadie se hace tan poderoso como Mott sabiendo hechizos, sino ya tendrían una aldea de Ravenclaws dedicados a eso.-la recordaba como una muchacha agradable, por eso usó un tono tranquilo, no como un favor, pero sí con cierto esfuerzo que no le gustaba que le hablasen así a Marianne.-¿Tienes asuntos pendientes por aquí? Si no podemos ir a comer o algo, Langham me dijo que se irá a tomar un refrigerio en breve.

Eso último era una verdad a medias, sí le había dicho que iba a cerrar la tienda durante una media hora, pero era porque le iba a llegar una carga de nuevos objetos que no eran de los que se ofrecen al público.

Pero si había sido encantadora. Lo había sido, ¿no? Indudablemente la miré con cara de santa ofendida por que no me había esperado en lo absoluto que tratar de cuidarla fuera considerado un insulto. Tal vez si lo hubiera hecho con toda la intención de molestarla ni siquiera me hubiera afectado ni poquito que pensara que solo la quería hacer menos o algo, incluso la habría mirado enternecida y le habría soltado algún comentario cínico por su mayoría de edad.

Le lancé una mirada de advertencia a Aldrich para que no se burlara por que si lo hacía seguramente le dejaría de hablar hasta que me contentara dándole mantenimiento a mi escoba o algo similar, mientras lo abrazaba por el hombro con ambas manos, incapaz de ver lo que le pasaba a Sky cuando se enojaba, también miré al dependiente que no pudo ni disimular una media sonrisilla. Eso me gano por ser tan buena persona.

Sin embargo, se me escapó una sonrisita ligeramente burlona cuando la muy insolente dijo que conocía casi todos los hechizos de artes oscuras. ¿Y eso qué? También nosotros (bueno, quizás Aldrich mucho más que yo) estábamos familiarizados con estos desde niños. Yo había aprendido unas cuantas cositas más en Smertios fuera de los entrenamientos, además.

Además, ¿qué pretendía? ¿Qué me hiciese a un lado y lo dejara sola con él? Por supuesto que no.

Gracias, pero ya nos conocemos, ¿verdad? –y la miré alzando una ceja, mientras me separaba de él. No necesitábamos que nos presentaran por que al menos ya estábamos familiarizadas la una con la otra desde Hogwarts. Me crucé de brazos mientras él se iba con ella-. No te estamos tratando como niña, de todas formas nos vamos a quedar contigo. No pienso moverme de aquí hasta que… pero dijiste que… –no lo pude evitar y lo fulminé con la mirada por que yo no quería comer con ella. Sky podría no ser una niña que necesitaba que la cuidasen pero ninguno de los dos podía dejarla, solo que una cosa era estar con ella y otra muy diferente que se quedara con nosotros durante el resto del día. Rodée los ojos por que, al parecer, ya no quedaba de otra.

Si, ven con nosotros, Sky Parker. ¿Qué le vamos a decir al decano Suberland si desapareces para siempre y fuimos los últimos conocidos en verte? No podríamos con el cargo de conciencia. Además, estaba a nada de convencer a Aldrich para ir al Londres muggle; dudo que pueda negarnos eso a las dos.

Y lo miré de manera encantadora, pestañeando repetidamente para que lo hiciera. Solo era una broma ridícula, pero sí tenía ganas de ir.

No se imaginaba que su forma de actuar ofreciese una plataforma para la ofensa, para que creyese que menospreciaba su talento para la magia o ese tipo de cosas, pero es que le parecía estúpido que creyese que era capaz de ir contra cualquier mago simplemente por ser buena en Artes Oscuras, quizá había bebido Felix Felicis y a eso se debía la excesiva confianza que desbordaba de sus palabras y hasta de sus gestos. No recordaba haber tenido algún pleito con Sky debido a ese tipo de ideas, pero no habían sido tan cercanos.

Si no le contestó como se merecía por prepotente era porque era una chica, incluso se veía delicada físicamente aunque fuese tan poderosa y hábil como sugerían sus palabras. No insistiría con la invitación porque se trataba de una amabilidad y un intento de socializar más que de una acción con alguna búsqueda de provecho. Si no quería ir que no fuese, ese tipo de comentarios no iban a hacer más que cansarlo.

-Vámonos.-le dijo a Marianne mirándola con determinación, no iba a soportar mucho tiempo más a Sky porque no entendía qué era tan grave, el preocuparse por ella no era una afrente. Tomó de la mano a Heard y se dirigió a la puerta también, comenzaba a pensar en un buen lugar para comer algo y olvidarse de lo sucedido pero no hubo forma.-

Se toparon contra Sky al voltear y Aldrich vio a los encapuchados, no los reconoció pero se imaginó de qué se trataba, buscó a Langham con la mirada y no lo encontró en ningún lado. Debía ser que había llegado el cargamento. Por un lado le preocupaba el estar en medio de la transacción, por el otro la curiosidad lo carcomía y ya quería saber qué cosas nuevas habrían en la tienda, tal vez finalmente encontrasen la snitch plateada que era capaz de noquear con más fuerza que dos bludgers juntas.

-Esto va a demorar un rato.-se limitó a decir eso aunque ganas no le faltaba de decirle que mejor se fuese a una esquina para que no se sintiese la tercera rueda o lo que sea que hubiese dicho, ya ni lo recordaba fielmente que hasta le había generado una leve jaqueca. Tras dedicarle una sonrisa breve a Marianne fue a donde los encapuchados para intercambiar algunas palabras con ellos y regresó donde ellas luego de un par de minutos.-Podemos ir al almacén, hay sillas. Si nadie tiene problemas con eso.-se refería a Sky por supuesto, pero tampoco lo iba a decir de ese modo tan grosero.-

No sentía celos de Sky por que aún no conocía a todos sus amigos y no podía tener ni idea de qué relación podía tener con él, solo que sí me había molestado cómo había pretendido hacerme aun lado para quedarse platicando solos los dos. Ni loca. Además, ni modo que me quedara ahí sola merodeando por la tienda sin nada que hacer más que esperar a que arreglaran sus asuntos.

Sentí que nos había dejado con la palabra en la boca y eso no me gustó nada. Por un lado me sentía aliviada de que nos hubiera rechazado la invitación por que así podíamos estar solos como había prometido, pero por el otro sentí algo raro en mi pecho como si esa niña insolente me preocupara.

Seguramente era por el maldito heroísmo que todos los Gryffindor llevaban dentro, por que no me parecía lo correcto y de verdad no podría con el cargo de conciencia si algo malo le pasaba. No lo había dicho solo por decir, pero tampoco le iba a estar rogando. Tomé la mano de Aldrich y miré a Sky largamente como si con la mirada pudiera evitar que algo malo le pasara.

¿Es qué dijimos algo malo? Qué grosera –pues si, me dolía en el alma pero todavía no me daba cuenta por que no me gustaba que me hablasen así. Le sonreí y le di un beso rápido en los labios mientras caminábamos hacia la salida.

Aldrich se distrajo con los encapuchados o no se con qué, pero yo… yo morí de terror cuando vi que Sky no podía abrir la puerta. Lo solté y caminé hacia la puerta para abrirla por mi cuenta.

A ver, déjame. Quitate –le dije a Sky para que me dejara intentar, pero no importó que jalara hacia mi un par de veces ni que empujara, esta no cesó.

No me gustaba quedarme encerrada ni ahí ni en ningún lado, los lugares oscuros me sofocaban. A mi me gustaba el aire libre, poder ver el sol y sentir el viento en mi cara, sino me agobiaba y sentía tal angustia que me ponía al borde de la histeria. Además, ese lugar no me gustaba en lo absoluto.

Ahorita sería un bueno momento para sacar tu hechizos del libro –y no se lo dije insinuándole nada, aunque la angustia me hacía hablar con un tono de voz más severo, mientras Aldrich nos dejaba solas, por que cuando me ponía así ni siquiera me acordaba que podía hacer magia. ¿Qué si exageraba? Si, tal vez, pero todo era muy diferente y lindo cuando tenía una salida. Siempre-. ¿Qué esperas? Abre la puerta, yo no me quiero quedar aquí dentro.

Miré a mi novio… bueno a Aldrich como si acabara de sugerir que nos quedáramos en el almacén para jugar a las sillitas mágicas. Yo si tenía problemas con eso. Teníamos que salir de ahí, ¿y si nos quedamos para siempre? ¿Y si veíamos algo que no debíamos y nos mataban? ¿Si nos obligaban a trabajar?

Miré a Sky casi como pidiéndole auxilio por que al parecer a él no le molestaba la idea de quedarse; no me di cuenta de que ella estaba enfrentando sus propios problemas que yo ni entendía por que no la conocía y tampoco tenía idea si ella se había esperado tener que soportar a una histérica cuando piso el callejón knocturn.

¿Por qué? ¿Qué no piensan dejarnos salir? -le pregunté tratando de aparentar que estaba tranquila a ver si funcionaba y esa sensación agobiante se pasaba.

Para él quedarse no era gran problema, no iban a secuestrarlos o a matarlos porque sin ánimos de ser un muchacho presumido tenían apellidos de peso, era una cosa matar a un desconocido que a alguien cuyo padre es cliente regular del lugar y a dos señoritas a las que echarían de menos en sus casas. Le iba a decir a Marianne que la bodega no era un mal lugar y hasta le prometería que no iba a pasarles nada malo porque estaba seguro de que las cosas saldrían bien, que un poco de aburrimiento sería el máximo mal que podría aquejarlos. Así lo pensó hasta que Sky hizo esa tontería.

Aldrich no notó los ojos rojos de Sky ni ninguna de esas cosas que le iban sucediendo, lo inevitable fue la bombarda y sólo atinó a jalar a Marianne para acercarla a él y buscar que los residuos que ahora volaban hacia todos lados no la lastimasen. Apenas unos pedazos de puerta llegaron a golpear su cuerpo pero no fue nada demasiado fuerte, más bien a quienes custodiaban el lugar sí los había afectado la explosión. No lo notó pero su brazo sangraba un poco, debía ser que la sorpresa no lo dejaba ni percibir bien lo que sucedía alrededor.

Negó con la cabeza creyéndola una estúpida, se lo hubiese gritado de no haberse fijado en Marianne y si finalmente el acercarla no había servido de nada para resguardar su integridad. No notó nada en primera instancia, pero le dio un breve beso en los labios que apenas duró porque tuvo que ir contra uno de los muros cuando uno de los hombres de la puerta los empujaba para llevarlos hacia adentro, no concretamente a una habitación, más bien para alejarlos de la puerta. Estaban furiosos, no sólo se podía decir por el trato hosco que tenían con ellos, sacaron las varitas y les apuntaron, tuvo que mirar a Sky deseando que no fuese tan tonta como para intentar ir contra ellos. Ya los cinco hombres en pleno los enfrentaban.

-Está nerviosa. Lo lamentamos, es todo. Iremos a la bodega, que Langham nos avise cuando acaben sus asuntos.-les habló con calma pero siendo firme, no se les podía demostrar mucha disposición pero tampoco ser un grupo de ególatras chiquillos que por hacer su propia voluntad se exponían. Tomó a Marianne de la mano y miró a Sky.-Vamos Parker, les mostraré el camino.-no era una petición, lo daba por hecho y que pensase lo que quisiera.-

Ya con Marianne de la mano avanzó hacia la puerta que daba al lugar en donde podrían estar tranquilos, no confiaba en el raciocinio de Sky y le importaba mantener a Heard a buen recaudo más que llegar a un consenso con quien los ponía en peligro innecesariamente. Tenía que entender dentro de su deseo insano de salir que las cosas no funcionaban siempre como ella quería, que a veces había que ceder un poco.