¿No le pierdes?

Las medicinas que curen las putas decepciones amorosas todavía no existen, o al menos no en el mundo muggle (porque en el mágico quien sabe si algún puto demente ya había descubierto algo que funcionara, es difícil de saber), y cuando no existe una medicina para algo en particular, ¿qué haces?... bueno, pues optas por auto-recetarte remedios caseros que pueden hacerte sentir bien y pasar el rato mientras tanto. En ese caso, cuando lo que quieres es olvidarte de una chica en particular, no te queda más que las drogas, el alcohol, y sí… un buen coño con el que puedas mojar sin compromisos, que aunque no lo crean, conseguirlo es más difícil de lo que creen, principalmente porque tampoco estoy como para agarrar cualquier puta cosa y tal. En aquella temporada el coño elegido tenía como dueño a Jet Greenwood, mi ex de Hogwarts que además de tener un cuerpo de puta madre, follaba como diosa, estaba sexualmente disponible y por qué no decirlo, era bastante simpática.

Abrí la puerta de la habitación de golpe y prácticamente ya la tenía colgada al cuello mientras nos besábamos. Hice apenas una pequeña pausa para cerrar la puerta y dar un varitazo para asegurarme de que no hubiera forma alguna de ser abierta desde el exterior a menos de que echaran abajo la puta pared, entonces continué besándola hasta arrinconarla en la pared más cercana. Nos encontrábamos en el Holly Red, un hotel del Londres mágico con tan buen servicio como elevado su puto precio, aunque a mi favor debo decir que para lo que estaba a punto de obtener, los condenados galeones eran lo de menos.

Esa era la tercera vez en el transcurso de la semana que follaba con Jet Greenwood, la primera de ellas en mi casa después de despegarnos de los demás tras el partido del Chelsea y la segunda en su dormitorio dentro de Brigantia. Ambas ameritaban justamente pagar lo que fuera que me pidieran en la puta recepción de este lugar, y en un par de ocasiones (después de correrme, claro) hasta me había preguntado cómo coño es que había permitido dejar de follar con este encanto.

-¿Cuándo fue la última vez que te traje?, ¿hace dos años?, creo que fue aquí donde me cortaste por segunda vez y saliste huyendo para que no te matara… o algo así-

Estrechaba su cuerpo entre el mío y la pared y buscaba besar su cuello mientras mis manos ansiosas buscaban tocarla por donde me fuera posible. ¿Qué cojones les puedo decir?, ¿Qué me había sentido culpable desde la primera vez y no paraba de pensar en Pearlie Burroughs durante horas después de haberme follado a Jet?, pues sí… todo eso es condenadamente cierto, pero también es igual de cierto que Joseph Clayton Crawford no era burla de nadie, y que además de todo tampoco era como si estuviera engañando a nadie porque la propia Jet estaba bien al tanto de todas las circunstancias, así que a la mierda todo lo demás.

Me había dado cuenta de que Joseph estaba raro desde la vez del partido de fútbol, pero me había tardado en preguntarle qué era tal cual lo que le pasaba. No se había mostrado reacio a contarme y por un momento me provocó sentimientos encontrados que me hubiera follado técnicamente enamorado o lo que fuera de otra chica, pero luego de pensarlo unas cuantas horas decidí que era una estupidez ponerme como una reina por eso. Era mi amigo, después de todo, así que lo que me correspondía era ayudarlo en lo que pudiera y en el camino, a mi también me iba bien así que más me valía no hacerme ideas raras, después de todo, era solamente follar sin compromiso. Y mejor, porque había sido un pésimo novio.

Para aquella tercera vez, no tomaba en cuenta si estaba mejorando el humor de Joe o empeorando, pero yo no era la que se iba a quebrar la cabeza con eso. Él me gustaba físicamente, no iba a caer en un triángulo amoroso deprimente del que no fuera a sacar nada más que buenos ratos.

Me sacó una sonrisa con la referencia al pasado y negué con la cabeza aunque apenas y podía dejar de besarlo. -Sí, pero no salí huyendo por eso. Salí huyendo para que no corrieras atrás de mi a rogarme, me iba a dar pena ajena.-Antes de recibir cualquier réplica de su parte por mi argumento, que en realidad iba dirigido a que ya ni me acordaba por qué había salido corriendo de la habitación, le mordí el labio inferior antes de abrirle espacio para que me besara el cuello.

Se podía decir que estaba teniendo una temporada productiva en Brigantia; había medio desatado una pelea, me estaba yendo bien en la clase de quidditch, mi escoba nueva seguía pareciendo nueva y había conseguido con quien follar una temporada. Había que celebrar esa buena suerte.

Me tenía arrinconada contra la pared y eso no me molestaba. Lo dejé un rato, incluso pasando la mano por encima de su pantalón con insistencia, hasta que lo empujé con fuerza hacia la cama, tomándolo por la cintura y medio tirándome yo primero con una risa. Quería tenerlo encima, esperando que nadie la hubiera dejado con algún maleficio raro, porque en los hoteles mágicos nunca se sabía.

Seguía completamente vestida pero eso no me impedía rodearlo con las piernas, besarlo más, y luego exigirle que se quitara la camiseta, tirando yo misma de ella con impaciencia. El pecho lleno de tatuajes era uno de sus mejores atributos y había descubierto que su cuerpo de hacía unos años había cambiado un poco, y eso me gustaba. Mi respiración se empezó a agitar en el acto, no me importaba esconderlo ni disimularlo, era obvio que me ponía bastante.

-Si claro… mira por esta vez, di todo lo que quieras-

Sonreí al escuchar su estúpida respuesta y seguí besándola, que en todo caso era bastante lo de menos el cómo había sido aquella ruptura de nuestra breve relación. La verdad ni siquiera lo recordaba del todo bien, pero el punto era que no habíamos podido durar más de unas cuantas semanas hasta que en algún momento todo se había ido a la mierda, destacando por mi parte aquellas escapadas en las que habíamos podido follar como putos conejos. Y había que decirlos, desde los diecisiete hacia acá, los atributos físicos de Jet se habían puesto todavía más atractivos en tan solo un par de años.

Jet aplicó la suficiente fuerza para separarnos a los dos de la pared y llevarnos a ambos hasta la cama, tirándose poco después sobre ella y dándome la libertad de ser yo quien la abordara por encima. No tardé ni medio segundo en colocarme encima de ella y comenzar a recorrer su cuello y sus hombros con los labios mientras aprovechaba para colocar mi cuerpo entre sus piernas y moverme un poco aun cuando todavía teníamos toda la ropa encima.

No estaba bien, y con ello me refiero enteramente a mi estado anímico en situación normal, es decir cuando me ponía pensativo y tal, ya saben. Pearlie Burroughs seguía siendo un puto paradigma y lo que sentía por ella seguía ahí, taladrando mi jodida cabeza cada vez que no tenía ninguna otra cosa en qué pensar, y eso era como mucho tiempo. Claro, tampoco dejaba que ese tipo de cosas me afectaran por completo, principalmente porque joder… que Jet tampoco tenía la culpa de nada y además estaba siendo bastante considerada en no tocarme los huevos con esas cosas, así que lo mínimo que podía hacer era darle folladas de máxima calidad. Calidad Crawford, pues.

Sonreí cuando pidió que me quitara la camisa y me enderecé justamente para hacerlo, dejando mis putos tatuajes a la vista y luego volviendo a ella para besarla y pasar mi lengua apenas un poco por ciertas zonas de su cuello. Luego bajé por su cuerpo, tocando sus tetas aun por encima de la ropa hasta pasar hasta sus piernas, que gracias a la falda que llevaba eran completamente accesibles a mis manos y a mis labios. Toqué y besé sus muslos por algunos instantes mientras me encargaba de deshacerme tanto de sus zapatillas como de mis tennis y luego volví a escalar, disfrutando de nuevo de esas increíbles piernas que me estaba devorando en cuestión de minutos.

-¿Te gustan?, puedes quitarme uno y llevártelo si quieres-

Me refería a los tatuajes, y volví a sonreír. No paso demasiado tiempo para que fuera yo quien le ayudara a deshacerse de la camisa, besando cada uno de los espacios que descubría al desabotonarla. El sostén no, ese se lo dejé por puro puto morbo (cosas mías, no pregunten) y solo me encargaba de moverlo un poco para tocar o lamer sus tetas cada que se me antojaba hacerlo. Después de un buen rato de entretenerme en ello, me deshice de mis putos pantalones que significaban la única puta cosa que podía interrumpir el buen ritmo, cosa de un momento.

-A mí me gusta mucho este. ¿Me lo das o qué?-

Mi mano se pasó por debajo de la falda para deslizar un par de dedos por su coño, primero por encima de las bragas hasta poder sentir la humedad a través de ellas, y después moviéndolas un poco para sentir esa humedad directamente sobre mi tacto. Ciertamente disfrutaba mucho de todo eso y sabía que ella también lo hacía, pero estaba a nada de perder la paciencia y arrancarle lo que restaba de ropa para follármela de una puta vez. No literalmente, pero eso hice; le quité por fin las bragas, tomé la posición adecuada y hundí mi sexo dentro del suyo lentamente hasta los límites. Por mucho que uno anduviera en malos días, ¿cómo cojones no sentirse de puta madre follándose a Jet Greenwood?.

Qué podía decir, podía ser yo la follada del despecho o lo que quisieran, pero definitivamente a Joseph no le iba a negar nada a menos que me empezara a pedir cumplirle fetiches raros asquerosos como en las películas que veía a escondidas con mi hermana y que nos daban mucha risa, a veces asco. Fuera de eso me seguía convenciendo de que no tenía nada de malo lo que estaba haciendo, que ya podrían parar en cualquier momento y no pasaba nada.

Me estremecí apenas sentir su lengua sobre mi cuello, cada que tocaba apenas alguna zona clave me arrancaba un suspiro y me provocaba más ganas de que me follara de una vez pero él parecía querer tomarse las cosas con más calma y darme tiempo, así que lo dejé hacer. Le pasé las manos por la piel, en ninguna zona en particular, solo aprovechando lo que tenía a la vista.

Casi llegué al límite de mi paciencia cuando sentí sus labios sobre mis muslos, recorrer mis piernas. No sabía si era yo o si sus labios me quemaban, pero sentía un calor tremendo en esa zona de mi cuerpo. Solo le sonreí a su pregunta, una sonrisa elocuente que quería decir que me gustaría quitarle todos a mordidas de ser posible. Él también sonrió, por un momento quise creer que estaba haciendo bien mi trabajo de amiga, que se había olvidado de sus tribulaciones.

La calma con la que desabotonaba mi blusa y se daba el tiempo de besarme me parecía genial, aunque también torturante. Seguía acariciando su piel y su cabello, seguía suspirando ante su paso por mi cuerpo, que parecía estar reconociendo otra vez. El tiempo que pasó besándome los pechos me pareció perfecto, aunque cada que su lengua pasaba por ellos me mojaba más y lo ansiaba más dentro de mi.

Cuando sentí sus dedos ahogué un gemido y tuve que curvear la espalda, casi ofreciéndome a él. Recordaba que cuando habíamos sido novios, había pasado media hora explicándole cómo me gustaba que me tocara, al final había hecho caso a todas mis instrucciones y exigencias y había terminado corriéndome en sus dedos, algo que ningún chico había vuelto a lograr hasta el momento, aunque a nadie me había tomado la molestia de explicarle como hacerlo. Parecía no haber olvidado sus lecciones y me hubiera encantado que hubiera seguido con ellas, pero que terminara por entrar en mi, no estaba nada nada mal tampoco.

-Óyeme idiota, ponte un preservativo primero.-Fue una reacción en cadena al primer gemido audible que me arrancó al sentirlo dentro. No pude evitar mover mis caderas hacia él, trazar pequeños semicírculos, pero inmediatamente después de esa pequeña prueba y provocación, lo intenté separar de mi con ambas manos firmes sobre su pecho. Cuidarse, cuidarse, cuidarse, era una lección primordial en la vida.

Follar con una chica a la que ya te habías tirado varias veces años atrás tenía ciertas ventajas en pro del desempeño, como saber a la perfección la forma en que le gustaba que la tocaran o las zonas en donde sabías, se desmoronaría en pedazos con tan solo pasar tu lengua por encima. Jet Greenwood era un caso muy curioso, y es que a pesar de ser hija (adoptada o lo que sea) de un condenado Immëndorff, su mente siempre se había mostrado lo suficientemente abierta como para no callarse una mierda de lo que le gustaba y lo que no. De esa forma, las cosas se habían facilitado bastante para un Joseph de 17 años y ahora era cosa de mostrarle (una vez más) lo mucho que uno puede mejorar en un lapso de dos años.

Cuando por fin sentí su dulce, cálido, suave y muy húmedo coño rodear y estrechar cada milímetro de mi sexo, no pude evitar mantener los ojos cerrados y dibujar una sonrisa de suficiencia al escuchar ese primer gemido que siempre lo potenciaba todo. Era la puta gloria colegas, seguro piensan que saben a lo que me refiero pero lo cierto es que no, la verdad es que no creo que tengan una puta idea de lo bien que se sentía el coño de Greenwood, tan bien que a pesar de ser la tercera sesión en la semana, había olvidado por completo el importantísimo detalle del puto preservativo.

-¿Tranquilízate quieres?, joder cuanta prisa…-

Sonreí de nuevo al sentir el movimiento de sus caderas que pedían exactamente lo contrario a lo que su voz acababa de ordenar, y aunque me encantaría hacer caso omiso a aquella petición y simplemente follármela hasta correrme dentro, lo cierto era que yo también estaba muy de acuerdo con esa infame necesidad. Así pues, mientras mis caderas seguían en movimiento para buscar provocarla y encontrar ese punto en el que la chica bien podía deshacerse en cuestión de minutos, mis manos alcanzaron la camisa que me había quitado hace unos momentos. De los bolsillos saqué varios preservativos, mi cajetilla de cigarros y el puto mechero; los últimos dos los dejé caer sobre el pecho desnudo de Jet mientras yo me encargaba del mentado pedazo de latex.

-Enciende uno, ¿quieres?, así te entretienes mientras yo me pongo esta mierda-

Y me la coloqué, cuidando que no hubiera fallas técnicas y tal. Le arrebaté el cigarrillo ya encendido y lancé a un lado tanto la cajetilla como el mechero y el resto de preservativos. Me coloqué el cigarrillo entre los labios y nuevamente hundí mi sexo dentro de su coño, sintiendo esta vez cierta incomodidad por la mierda plástica que me rodeaba, pero confiando en que con el paso de los minutos aquella semi-insensibilidad quedaría en el puto olvido. Me mantuve erguido con mi sexo dentro de ella, fumé del cigarrillo un par de veces y luego me incliné para continuar con un movimiento suave pero contundente, besándola y recargando mis manos por el borde de la cama, cuidando que el puto cigarro no tuviera contacto con nada que se pudiera incendiar y tal.

-Joder… recuérdame por qué cojones deje de hacerte esto... o más bien recuérdame por qué mierda quisiste dejar de recibir esto. ¿Sabes qué?, mejor no me recuerdes nada...-

¡Claro que tenía prisa! ¿Qué se pensaba?. Intenté hasta poner todo mi empeño en que no pareciera que me gustaba la manera en que me provocaba, quedarme seria a pesar de sus movimientos aunque me recorriera ese cosquilleo inclemente por todas las piernas y el abdomen consecuencia de sus movimientos. Tomé la cajetilla y el mechero para hacer lo que me pedía, dejando la caja en el mismo lugar donde él lo había puesto. Lo encendí con cuidado, apenas incorporándome un poco. Di una calada profunda y dejé escapar el humo hacia un lado, para no darle en toda la cara a Joseph mientras se ocupaba de ponerse el horrible preservativo.

Le tuve que poner mala cara cuando me arrebataba el cigarro, pero no le dije nada solamente porque se veía muy bien fumando y casi me da un ataque de amor al verlo erguido sobre mi con eso entre los labios. O un ataque de inspiración sexual, porque amor es un término equivocado entre los dos, en especial por las circunstancias.

Mientras él fumaba, movía mis caderas para él, sabiéndome en total libertad ahora que estábamos siendo cuidadosos, puse atención en mi interior, en comérmelo primero lento, apretando, disfrutando de cómo se sentía como si quisiera estudiar cada milímetro.

Era raro pero me gustaba cuando lo hacía todo suave, siempre y cuando tuviera esa decisión en sus movimientos. No confundir con que me gustaba delicado, solo que me gustaba mucho el roce lento, al menos como preámbulo. Él al parecer lo sabía bastante bien, porque así empezaba. Me daba gusto ver que al menos en eso sí había puesto atención en nuestra relación, le había dado perspectiva para el futuro, al parecer.

No le pensaba responder en serio porque habíamos dejado de follar, porque era obvio. Como pareja no habíamos terminado nada bien, y siempre había sentido que necesitaba un novio mayor que yo, pero eso ahora no importaba, menos cuando estábamos en algo eventual. Solo le sonreí y correspondí a sus besos tomándolo por la cara, aprovechando para acentuar los movimientos de mi cuerpo.

Mis suspiros comenzaron a hacerse más pronunciados, el cosquilleo más fuerte. Si seguía por ese mismo camino, con constancia, seguramente lograría hacer que me corriera más rápido que él, aunque la ventaja es que yo seguiría rindiendo. Se lo pedí en voz alta, que siguiera así, justo como lo estaba haciendo. Quería que me besara más, que me tocara más, que fumara más, o lo que fuera. Tenerlo encima de mi y verlo dominar desde esa perspectiva, era una de esas cosas que me hacían pensármelo dos veces, eso de en algún momento dejarlo ir.

Seguí moviéndome de la misma forma en como había comenzado a hacerlo desde que había entrado en ella por segunda vez, logrando con ello que mi sexo se acostumbrara al plástico de mierda y entonces sí comenzar a identificar de nuevo los detalles en el interior de Jet.

Me gustaba mucho verla desde esa perspectiva, es decir verla debajo de mí en completa sumisión a mis movimientos, gimiendo y pidiendo que siguiera de la misma forma mientras yo alternaba caricias en su cuello y sus labios, aferrándome de vez en cuando a sus tetas de una forma un tanto agresiva pero sin intenciones de lastimarla.

Ya sé lo que pensaran algunas chicas al respecto, que no sé agarrar tetas y que aquellos preciosos montes que tienen las mujeres debían tratarse con suavidad y no agarrarlas como si uno estuviera tratando masa para puto pan. Con esto en particular debo argumentar en mi defensa que, como es obvio, ninguna mujer es igual, y tampoco a todas les gusta exactamente lo mismo.

A Jet Greenwood le gustaba que mi lengua pasara suavemente por encima de sus pezones, le gustaba que besara sus tetas y que también mordisqueara apenas un poco, pero ya les digo yo que también le encantaba que me hiciera de sus tetas como hombre y no como un jodido niñato, que las tomara con ese mismo deseo que me quemaba por dentro y no como si estuviera acariciando a un puto gato. Así pues, si eres chica y no estás de acuerdo… que te den.

Así que ahí estaba, poniéndole atención al cigarrillo de vez en cuando y echando el humo a un lado mientras miraba la pequeña cara de Jet hacerse a un lado, cerrar los ojos, entreabrir los labios, gemir, abrir los ojos, mirarme, otra vez cerrarlos y soltar un gemido más sonoro justo cuando mi sexo tocaba cierto punto en particular, todo gracias a la constancia de un movimiento que a cada minuto se volvía más ansioso y menos lento.

-Córrete Jet, hazlo como me gusta-

Me incliné para besarla de nuevo, volví a erguirme y entonces mis caderas comenzaron a moverse más rápido mientras el cigarrillo terminaba por consumirse y paraba completamente muerto a la duela de la habitación. Eso mismo me permitió usar ambas manos y tomar su cabello con fuerza mientras la otra se aferraba a la preciosa carne de sus caderas, entonces mis labios tomaron posesión de su cuello e intencionalmente de su oído para que escuchara muy de cerca los gemidos que también se me escapaban de mi boca, esos mismos que eran generados por la sensación de tener mi sexo jodidamente atrapado en su suave y mojado interior.

Por un momento se me ocurrió la absurda idea de que todo lo que Joseph estaba haciendo, incluso fumar, era para mi propio beneficio y no para el de él, ¿por qué? Porque a cada movimiento sentía que me acercaba más a llegar, porque verlo fumar mientras me follaba era de alguna forma estimulante.

Poco a poco todo el ritmo ascendía y también las sensaciones, se me iba cortando la respiración y todo iba siendo cada vez más intenso. Mi piel quemaba tanto como mi interior y escucharlo gemir en mi oído no ayudaba nada a mantener la cordura, aunque en realidad no quería retenerla, quería dejarme ir, correrme como me lo pedía.

Finalmente me corrí, apretando fuerte sus brazos, cerrando los ojos y desconectándome de todo. Movía las caderas para sentirlo hasta lo más profundo de mi, hasta el último momento, todavía estimulándome. Mis gemidos se hicieron cada vez más pausados mientras me recuperaba y cuando volví a abrir los ojos me abalancé a incorporarme un poco para besarlo. Me gustaba correrme antes que él, porque me daba posibilidades de hacerlo de nuevo en lo que él llegaba también, cambiar de posición, buscar otras cosas.

-Déjame ponerme encima.-Le susurré mientras mordía sus hombros y luchaba contra él para que me dejara hacerlo. Desde esa posición podía sentirme yo también con cierto poder, podía indicarle donde pusiera las manos, moverme a mi ritmo también. Ahora lo que quería era hacerlo terminar, no porque eso acabara rápido, sino porque me gustaba la sensación de complacerlo y quería que, al menos por ese momento, pensara solo en mi y en ninguna otra cosa, aunque no sabía si eso era posible.

Después de la manera en que me había hecho terminar me sentía arrebatada, eufórica y muy egoísta de quererlo solamente para mi, por algún lado se habían largado mi cordura y mi comprensión respecto a sus asuntos sentimentales. Hasta me había planteado en algún momento darle un consejo después pero en ese mismo instante no quería más que besarlo, morderlo, que gimiera por mi causa, devorarlo todo y que fuera mío, nada más mío, al menos durante lo que quedara de ese día.

Suspiré, satisfecha pero también ansiosa. Llevé sus manos a mis pechos, a mis muslos, queriendo que me tocara toda, luego a mis caderas, para que él me dijera como quería que lo hiciera. Descargaba sobre él toda mi desesperación, concentrándola en mi cintura, mi cadera y mi interior.

Escucharla gemir y gemir y luego correrse tal y como lo estaba haciendo, joder, era de verdad otra puta cosa. Traté de que mis caderas se movieran con la misma contundencia a cada momento, llenándome de todos esos sonidos y de ese cosquilleo que iba incrementando en gran medida por los dulces sonidos que expedían sus labios. Todo aquello estaba en el marco perfecto, excepto porque seguramente al terminar de follármela mi mente se toparía con la imagen de esa otra persona. Pero joder no pasaba nada, no era como si me fuera a morir por un poco de culpa en mi interior…

Mientras Jet se corría debajo de mí, casi por pura reflejo mi sexo sintió ese subidón brutal que estuvo a nada de hacerme llegar también, y logré contenerme nada más de puto jodido milagro, solo porque el orgullo varonil así me lo exigía. Traté de visualizar su rostro, esa armonía entre el tamaño de sus ojos y la extensión de sus labios mientras sus gemidos se volvían más relajados pero continuando con ese puto movimiento que estaba a punto de matarme. Luego abrió los ojos y me besó, momento que aproveché para tranquilizarme un poco y pensar que para lo que estaba a punto de venir, ya tenía todo el derecho de correrme lo que se me diera la puta gana.

Sonreí al escuchar su orden y dejé que ella se colocara encima de mí. Más a mi favor, eso en particular me podía y me ponía, porque aunque regularmente me gustaba… por así decirlo, llevar el puto control en todo momento, disfrutaba como no tienen una puta idea el ver a una chica como Jet moverse y morirse justo encima de mí, ver su torso desnudo moverse mientras sus caderas se contoneaban buscando ese punto exacto por su propia cuenta. Y eso fue justo lo que ocurrió, dejé que ella hiciera lo que se le viniera en gana y obedecí a cada una de las cosas que ella pedía de forma no verbal, moviéndome o quedándome quiero, tocando sus tetas, su vientre, sus caderas y sus piernas tal cual ella lo deseaba, llevando un par de veces mis dedos a sus labios para tocarlos y besarlos cuando ella decidiera inclinarse para hacerlo.

Jey y yo éramos amigos, así tal cual. Follábamos porque alguna vez habíamos comenzado a hacerlo y después de eso, era muy difícil dejar de hacerlo solo porque ya no existiera alguna relación sentimental entre nosotros. Siempre habíamos sido muy claros en todo, y ahora mismo quedaba muy en claro lo que queríamos y lo que no, aun cuando por momentos no me sonara tan descabellada la idea de, tal vez… intentarlo de nuevo con ella. No me culpen, era obvio sentir y pensar aquello cuando mi sexo estaba a punto de deshacerse dentro de su coño, cuando esa conexión estaba a nada de colapsar mi sistema nervioso hasta que toda esa ansiedad fluyera dentro de la propia Jet… no literalmente.

Terminé por correrme en una serie de espasmos coincidiendo en un momento bastante atractivo de Jet, justo cuando la chica había comenzado a moverse de atrás hacia delante de forma un tanto agresiva, y yo había decidido hacer lo mismo mientras me aferraba a sus tetas y todo se desvanecía. Después de esos segundos, me abracé a ella y dejé que su cuerpo cayera encima del mío para sentir la humedad de su cuerpo fluir junto al mío. Mi respiración provocaba que mi pecho subiera y bajara rápidamente y lo deje estar de ese modo, en silencio por algunos segundos hasta que joder… esa culpa y el nombre de Pearlie Burroughs se asomara de nuevo por el horizonte.

-Jet… crees que… ¿crees que lo nuestro hubiera funcionado si yo no fuera un hijo de puta?-

Joseph gana 17 puntos de experiencia
Jet gana 12 puntos de experiencia