¿Te hace una carrera?

El día anterior había sido un pequeño desastre. Necesitaba –de verdad – poder salir de aquel lugar, el castigo iba a terminar por volverlo loco… el problema era que se había quedado sin tabaco. Si, se fumó el último cigarrillo en la mañana anterior a ese día. Por la tarde logró robarle uno a Draken, o más bien se lo pidió de la manera más despreocupada posible, pero claro, no iba a andar quitándole o pidiéndole todo el rato… si no él también se quedaría sin, y aguantar a Stall sin fumar era peor que aguantarse a sí mismo (aunque ni idea tenía de que el otro tenía a alguien que le vendía o le pasaba ahí dentro).

La cosa es que, aunque no fuera un fumador realmente compulsivo notaba a la perfección que ya le iba faltando nicotina en el cuerpo, ya lo había sentido la noche anterior cuando, en un ataque de gordura insana había ido a la cafetería y se había comprado un dulce como postre para la cena, o mejor dicho, segundo postre, pues el primero fue su usual pieza de fruta.
Y había cargado con eso toda la santa noche, su conciencia le gritaba y odiaba por haberse puesto a comer dulces a esas horas y hasta había dormido mal, y es que aún cargaba con el peso –literal – de su infancia, y pensaba que si comía a deshora o algo que no era lo que debía terminaría gordo y feo de nuevo, algo que no quería ni imaginar así que mucho menos vivir.

Para dejar de pensar en eso y de paso intentar dejar de pensar en fumar, el italiano se había puesto la ropa deportiva y salido a correr por la escuela. No era realmente temprano pero al ser fin de semana tampoco había tanta gente por los terrenos como solía pasar a esas horas los días que si había clase, aunque no le importaba que le vieran correr en realidad, el aire fresco le vendría bien para sus necesidades de ese día.

Comenzó a correr nada más salir por la puerta, pero su objetivo estaba claro, la zona del campo de quidditch sería la ideal para hacer ejercicio a gusto, estaba despejada y era bastante llana, además correr en zigzag alrededor de las gradas le daba para hacer buen ejercicio… aunque, para ser sincero, también se dirigía allí porque parecía que comenzaría a llover de un momento a otro y era la única zona donde podía correr sin chocarse con nadie y a la vez tenía los vestuarios lo suficientemente cerca para refugiarse de la posible lluvia.

Seguía corriendo tranquilamente, tanto pensar en mil cosas le había distraído un poco de su objetivo principal, que era acercarse a la zona de los vestidores para evitar terminar totalmente mojado si empezaba a llover. Y es que su cabeza había volado repentinamente a mil lugares lejanos y ahora corría por la parte más cercana a las gradas que al sitio ya mencionado de modo que cuando comenzó la lluvia suave se paró de pronto y miró donde resguardarse, pensando que las gradas eran un lugar muy poco adecuado para ello y que a fin de cuentas esa lluvia apenas si molestaba.

Pero claro, de pronto comenzó a apretar la tormenta y las gotas ya no eran tales si no que se volvieron molestas e incómodas y casi costaba ver al lejos, de modo que en cuanto notó como alguien le hacía señas frunció un poquito el ceño y sin saber realmente de a quien estaba siguiendo fue tras él. Sobre todo porque se dirigía al único lugar techado que había cerca.
Aceleró todo lo posible el paso, entrecerrando en cierto modo los ojos al notar como algunas gotas gruesas le golpeaban el rostro.

Por supuesto cuando el islandés abrió los ojos se encontró con Elazar allí en pie, respirando de manera un poco entrecortada y con expresión no muy agradable, pero solo porque le había molestado que una tormenta interrumpiera su rato de relajación, e intentando, por todos los medios, echarse atrás el pelo que le había quedado pegado en la cara por estar corriendo con el cabello suelto y ahora, empapado.

-Menuda tormenta… – apenas si murmuró aquello, no estaba seguro de que decir o si los gestos que había hecho habían sido realmente para él, al fin y al cabo ahora que estaban cerca podía asegurar no reconocer al chico (o igual si lo había visto, pero su memoria no daba más de si en ese momento), sonrió un poco, intentando al menos hacer que la expresión de amargado se le desapareciera y sin intuir que él pensó que era una chica ni nada le tendió la mano, ahora sí, mostrando una bonita sonrisa agradecido o algo – pensaba meterme bajo unas gradas pero creo que me habría mojado, soy Elazar, por cierto, supongo que debería agradecerte que me llamaras hacía aquí o algo.

Volvió un poco la cabeza mirando al cielo y suspiró un poco.

-Y yo que pensaba pasarme media mañana corriendo o algo así.

Sonrió a su afirmación. Si bueno, no es que le debiera la vida ni nada, solo se mostraba agradecido por las convenciones sociales típicas de la sociedad en las que si alguien hace algo por ti o muestra interés hacía ti tienes que agradecer con cuerpo y alma, pero ya habían pasado esa fase cuando él agradeció y el otro chico aceptó sus palabras sin más.
Eso sí, para evitar andar dándole vueltas a la cabeza el próximo día que lo viera intentó memorizar su nombre, repitiéndole varias veces para sí mismo, Hakán, era raro para él al menos, de modo que no lo olvidaría con mucha facilidad, o al menos eso pensaba.

-¿Hechizos para no mojarte? – se quedó pensativo por un momento y se rió de si mismo al cabo de un instante a penas, encogiéndose después de hombros –supongo que me pasa como a ti, ahora que lo pienso sí que conozco al menos uno para eso, pero en el momento ni lo pensé.

Había aceptado la toalla que el chico le dio antes de hablar sobre el hechizo para no mojarse y demás, además había aprovechado el momento en el que el otro había entrado para escurrir un poco la camiseta que llevaba, se le había empapado.

-Estudio Leyes, en Cerridwen – en ese instante tenía la toalla sobre la cabeza, se había secado un poco la cara y el cuello y esperaba poder secarse al menos un poco el pelo pero lo que más se le apetecía, al igual esa mañana, era un buen cigarrillo (o malo, qué más daba), es más, en un momento olvidó totalmente que no tenía ni un solo cigarrillo así que comenzó a buscar entre sus bolsillos – odio no llevar capa, creo que olvidé… mierda – suspiró, no es que hubiera olvidado nada, es que no tenía, idiota de él. Sonrió de nuevo y negó un poco con la cabeza para girarse hacia el otro chico –nada… por cierto ¿tú que estudias? Hasta se me olvida preguntar, el encierro me tiene demasiado despistado – sonrió un poco de nuevo y dejó de rebuscar, claro. Comenzó a secarse el pelo mientras esperaba alguna respuesta. No iba a ponerse a quejarse por no tener tabaco, sería un tanto raro ya que no lo conocía.

Ahora si le quedaba claro que era lo que él hacía, pocas personas tenían acceso a esos vestuarios, entre ellos los estudiantes de Quidditch profesional eran lo más usuales y puestos que el chico no solo había entrado allí tranquilamente a coger toallas si no que ahora parecía que iba a entrar con total confianza a buscar ropa para cambiarse, pues ya pocas dudas le quedaban sobre si era un tío con mucha cara como para robar así a las claras o si era realmente jugador. Prefería quedarse con la segunda opción, parecía buena gente.
Ya con lo siguiente que le dijo le aclaró del todo la duda, si, desde luego que tenía pinta de ser jugador, quizás no era tan grandote como Adair de espaldas, pero sí que su físico era adecuado para esa carrera, no como el propio.

-Me olvidé completamente que estoy sin cigarros – lo dijo riendo un poco, como si no tuviera importancia real, para él la tenía, pero no iba a andar presumiendo de vicios delante de alguien que podía suponer que sería una persona sana.

Siguió al chico hasta que paró frente a una de las taquillas del lugar, no estaba seguro de si debía mirar hacía otra parte o cómo funcionaba eso de tener contraseña, porque si era hablada como en Hogwarts mal iban con tantos alrededor. Para cuando miró de reojo al chico ya tenía un par de cosas en la mano.

-Muchas gracias, la verdad es que tengo tendencia a resfriarme con facilidad, seguro que esto me ahorra un viaje a la enfermería – una sonrisa sincera y agradecida surgió en sus labios, daba igual cuantas ganas pudiera tener que fumar o qué otra cosa, lo importante en ese momento era que estaba congelado (aunque no lo fuera a admitir porque un poquito de orgullo si le quedaba y ya el chico había hecho muchísimo por él). Cogió la camiseta al vuelo según él se la ofrecía e intentando olvidar sus complejos de niño gordo del pasado se quitó la que llevaba y tras pasarse un poco la toalla que aún conservaba en la mano por el torso se puso la de él, sacando el pelo y frunciendo un poco el ceño, le quedaba un poquito amplia, pero eso no era lo que le molestaba – tu camiseta terminará totalmente empapada, los siento -ladeó un poco el gesto a la vez que cogía la chocolatina ofrecida y la miraba casi desconfiado, había salido a correr por comer más de la cuenta al no tener nada que fumar y ahora le ofrecían chocolate, después de todo aquello pensaba que quedaría un poco feo no aceptarla, pero no se sentía con ánimos de comer dado que su pequeña carrera había quedado chafada – oye y… ¿esto qué es exactamente? – miró la chocolatina, no había visto nunca una parecida – no tengo mucho apetito, supongo, pero igual la pruebo ¿es de chocolate? – era como un examen rápido para saber cuantas calorías podría llegar a tener, le iba de genética ser barrigón y ya había pasado una época fea en la que (con motes horribles) consiguió bajar de peso, pero suponía que una barrita no le haría volver ahí.

Cuando oyó que el chico tenía cigarrillos casi notó como su mirada se había iluminado y una sonrisa apareció en su rostro. Si se fumaba uno aunque sea sabía que se sentiría en la gloria. Se le hacía muy difícil no caer en las ansias de comer cualquier porquería mientras no tenía nada que fumar y desde luego que en ese momento no tenía, nada, desde hacía ya… pues a él le pareció una eternidad, pero en realidad supuso que no habrían sido más que dos días o tres a lo sumo.
Lo vio volver a abrir la taquilla, y cuando se volvió le tiró (de nuevo, con todo lo torpe que era él ahora le tocaba ir cazando cosas al vuelo) la cajetilla, y se oyó como caí al suelo, pero no tardó más de un segundo en recogerla y abrirla para, con todo el pudor del mundo coger un cigarro y cerrarla devolviéndosela.

-Ni sé cómo darte las gracias ahora mismo – lo dijo en un tono totalmente animado mientras le devolvía la caja. Se colocó el cigarro tras la oreja por un momento, primero porque quería asegurarse de que no era para cuando salieran de allí, y seguro porque necesitó ambas manos para localizar en que parte del bolsillo encantado estaba la varita con la que lo encendería en cuanto tuviera la respuesta –¿importa mucho si fumo aquí dentro? Como dices que no puedes hacerlo, no quiero que te culpen del olor encima de que me das uno.

Lo decía totalmente en serio, se sentiría peor que mal si después de ese enorme favor (que igual para el islandés no era tanto, pero para él, en ese momento, si) al chico le caía algún tipo de bronca o problema por el olor a tabaco del lugar.
Supuso que el nombre de la chica debía sonarle, el apellido lo hacía, y seguro que si la veía a ella la reconocería porque sabía que lo había oído alguna vez, pero con toda su mala memoria sabía que no era posible que en ese momento supiera quién era, pero tampoco importaba mucho.

-Supongo que él cuando joven también era así, digo… comería lo que quisiera y tal, para captar esas cosas hay que haberlas vivido – dijo aquello riendo un poco porque era una broma, él no conocía al entrenador de quidditch y ni tan siquiera había pasado cerca durante los entrenamientos. Sufría un vértigo demasiado grave como para siquiera disfrutar viendo a otros volar… o sea, si que había visto el juego mil veces, pero nunca desde grada, ni desde tribuna, ni desde ninguna otra estructura que era fácilmente derribable con el golpe de una quaffle o un viento muy fuerte o algo así. prefería la tierra firme – aunque supongo que eso me viene bien, a veces correr solo llega a aburrir, aunque lo hago desde crío, ya más o menos me acostumbré.

En cuanto al tema tormentas, pues no lo había pensado nunca, cuando duraban y demás, a él le solían ser bastante indiferentes sobre todo porque con el conjuro que te hacía impermeable no molestaba tanto la lluvia como al resto de mortales pero es que ese día, como ya había visto al intentar sacar la varita para el cigarro, la magia estaba lejos de ser fácil de alcanzar.

-Pues supongo que a lo sumo quince o veinte minutos, estamos en épocas de lluvias largas pero poco intensas, así que esto terminara pronto. Aunque no soy de aquí, de modo que mis palabas no son de experto… si quieres salimos de nuevo y fumo allí y de paso vemos si escampó o no - se apartó un poco el pelo de la cara, aquello sería lo único de él que quedase realmente mojado, pero no necesitaba más toalla, no le molestaba – y pues ahora mismo no me hace falta, gracias… por cierto, no importará que deje aquí la camiseta ¿verdad? Ya más tarde vengo a por ella… para no llevarla empapada en el bolsillo.

Iba a ofrecerle correr aunque lluviera con el conjuro, pero al pensar en la toalla y la camiseta se le olvidó.

Oír que podía fumar tranquilamente allí seguramente hizo que le cambiara el semblante, sacó la varita y encendió aquel milagroso canuto que le daría paz a todo su cuerpo estresado por mil cosas físicamente causadas por la falta de nicotina.
Cuando oyó su afirmación simplemente asintió, lo mejor de echar alguna que otra carrera a solas era poder pensar en todo fríamente, sin distracciones, en cualquier parte donde parases podrías encontrarte mil cosas que te abstrajeran y te hicieran perder el hilo, mientras corrías no había nada, tu, tu mente y a lo demás que le dieran, estaba claro.
Todos esos pensamientos se desaparecieron con la primera calada que exhaló gustoso mientras oía como él decía que solo corría por obligación. Para Elazar también era obligación el correr, pero más auto impuesta que real.

-Yo, de volar, de quidditch y todo eso sé más bien poco. Aunque siempre he supuesto que vuestros entrenamientos deben de ser muy duros, vamos, yo no me imagino a veinte metros sobre el suelo con un bate que pese como medio yo y haciéndole frente a una bola que tiene por misión en su existencia tirar a gente de la escoba… – hablaba en serio y con un toque de admiración hacía el valor de los que hacían eso. A él no es que no le gustara el quidditch, si no lo veía era porque hasta los espectadores tenían que estar en alto, sobre aquellas gradas poco seguras. No, no no y no, a él nunca lo verías en ellas.

Soltó la camiseta donde bien le vino, simplemente colgada de un perchero sin más y le siguió al exterior con intención de explicarle sus raíces italianas y que la falta de acento era por demasiados años ya conviviendo con ingleses en la escuela. Miró junto a él como la lluvia casi había amainado y se mordió un poco el labio, apenas si mojaba aquello, no le merecía la pena ponerse algo para que el agua los esquivase cuando en realidad se iban a mojar simplemente por tener que correr sobre el terreno mojado así que negó con la cabeza.

-Por mi está bien si corremos así, de todas formas la antigripal creo que ya es necesaria, así que mejor dejar de atrasar la carrera. Por cierto, no te dije antes, soy de Italia, pero como llevo estudiando en Hogwart ya siete años y uno aquí pues el acento ya casi no se me nota, a ti si te siento hablar un poco distinto que a los ingleses ¿tampoco eres de aquí?

Le hizo un gesto con la cabeza y comenzó a correr, despacio al principio dando un par de saltos solo para calentar las piernas que tenía medio entumecidas, si querían seguir hablando podrían hacerlo mientras corría, por muy deportista que fuera su acompañante él llevaba años saliendo a correr casi a diario, no pensaba que fuera a tomarle una gran ventaja.