planeando navidades

Nunca nadie dijo que el camino para una boda fuera construido con nubes de algodón, el choque de frentes, suave y cariñoso, hizo que sonriera un poco y encogiera sus hombros sin saber qué decir, las cosas estaban complicadas pero no había más solución, ella encontraría la manera para compaginar estudios y una vida en matrimonio así tuviera que cursar leyes por correspondencia, no pensaba dejar una relación a las eventualidades de la vida, Othilia no era así, si iba a casarse cumpliría con sus obligaciones.

- No me importa que sea Aldrich pero que aprenda a cerrar ese día la boca – no iba a objetar más nada respecto a ese punto. Si Charles deseaba que Burroughs ocupara ese lugar en el enlace, Othilia complacería sin terciar ni una sola palabra más porque ella decidiría otras cosas mucho más importantes solo que el chico aprendiera a no llevarle la contraria ese día en el enlace, respecto a sus ideales, sabía que Charles iba a vigilar que no terminara descarriado y yéndose por mal camino, igual, sentía cierta confianza a raíz de la reunión y sus palabras más o menos acertadas.

Miró hacia abajo donde estaban los codos de Charles, resiguió con sus manos la forma palpando encima de su camisa y terminó llevando las manos bajo sus brazos para abrazarlo suavemente por la cintura. Apoyándose volvió a alargar el cuello para darle otro beso en los labios y en ese momento, cuando la brisa fría de la nevada sacudía sus cabellos platinados hacia Charles, sintió la necesidad de preguntar algo después de todo, importante y vital para que aquello terminara bien dejando de lado los percances entre familias.

- ¿Yo te gusto? – una vez él pregunto si era buen partido y ella respondió que sí pero nunca había escuchado por parte de su prometido nada. Bien podía ser un afán excesivo por cumplir los deseos de la familia o los bajos deseos carnales que empujaban a estar a su lado hasta conseguir aquello que buscaba desde hacia unos días – Hablas siempre de las obligaciones con la familia pero nunca has hecho referencia alguna a eso – un temblor cruzó sus brazos producto del frío, la espalda estaba casi empapada por los constantes copos que se adherían lentamente – me prometes ser feliz pero no sé si yo te puedo hacer feliz. ¿Lo hago? Soy rara pero me estoy esforzando

¿Quién podía saber si las intenciones de Charles para hacer factible aquel matrimonio venían a raíz de un golpe cuando motaba a hipogrifo? Othilia no necesitaba del mucho verbalizar el gusto por su físico, la holandesa solo quería una prueba válida para sentir que los pequeños gestos pero grandes pasos que estaba realizando en los últimos meses eran significativos para el inglés, saber que el gusto era mutuo y no una cosa dirigida en una dirección. Necesitaba aquello para relajarse y sentirse más cómoda en su relación así como segura con la fecha propuesta.

A ojos cerrados, respondió a cada beso suavemente, más atenta a las palabras que a los labios del muchacho. Sonrió a medio lado, divertida por la mención de la primera cachetada porque en realidad el único que estalló en carcajadas aquella interesante noche fue su padre cuando vislumbró el genio contenido de su pequeña puesto que su madre y abuela pusieron el grito en el cielo por tan atrevido gesto. No sabía como era posible pero parecía que las van Lieshout estaban espiando aquel día cada uno de sus movimientos, temiendo que el mal trato fuera a truncar sus planes futuros sobre negocios y dinero pero parecía que a la larga, los planes habían resultado tener un final no esperado para las mujeres.

Descubrió sus orbes azules bajo los párpados cuando escuchó la definición de “mala” y seria, acotó la distancia un paso cuando la mano de Charles instó a ese gesto, afianzando los dedos en la cintura de su prometido y entrecerrando los ojos cuando tragiversó como un patán sus palabras, solo por el puro placer de restregárselas por el rostro. Othilia abandonó el lateral derecho para alzar la mano y paciente, colocó un dedo bajo el mentón de Charles, acercándolo a sus labios para susurrar a escasos milímetros de su boca – hueles muy bien, nunca dije tal cosa.

Rozó con sus labios los del chico, acariciando su superficie muy muy suavemente, tanto que más que beso podía considerarse un afortunado encuentro imprevisto. Lentamente una sonrisa atrevida surgió en sus labios sonrosados y dejando vagar la amenaza indirecta en el tono de las palabras que vinieron a continuación, susurró contra su cálida boca en un lenguaje apto y fácil comprensión para ambos – Si tanto molesta el improvisto cambio de la situación, instauro de nuevo las fronteras de mi espacio personal, te exilio y decreto como pena por infracción de la ley una cachetada, omitiendo el tratado de paz firmado anteriormente entre las dos partes – besó suavemente y terminó estirando su labio inferior entre sus dientes como bien había aprendido hacer unas noches atrás en la casa Luttrell – Esta bien - pausa y agregó entre dientes - Me retracto de la confesión sobre el hipotético asco que sentía para… tu gozo personal. ¿Satisfecho? – odiaba darle la razón y por eso apartó el rostro, mirando hacia un lateral y posando las palmas de sus manos sobre su torso para obtener algo de distancia entre los cuerpos - Pon una misiva en el Profeta- miró el reloj de pulsera y recordó que había quedado con una compañera de clase para repartirse el trabajo para Navidad. Besó sus labios de manera corta y agregó - Llego tarde, nos vemos el lunes - besó de nuevo sus labios y salió rauda a su siguiente reunión