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MANSION HARKET / AYRS
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MANSION HARKET / AYRS
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PRIVADO / Isaac Ayrs
11 PM - VIERNES - 4 grados.
Aparecí justo en frente del portón de hierro forjado de la residencia. Lo atravesé como si de un ser inmaterial me tratase, dirigiendo mis pasos hacia la entrada principal. La gran puerta de roble se abrió ante mí y el eco de mis pasos en el corredor, prácticamente anunciaron mi llegada. Mi fiel ama de llaves se aprestó a darme el acostumbrado saludo de buenas noches, estirando sus manos para sostener mi túnica.
Pregunté por Isaac, de manera tenue. La mujer contestó de la misma forma, indicándome que se encontraba en el salón de lectura. Asentí más que por costumbre. Ya era una especie de ritual que él me esperase en aquel sitio. Sabía de antemano que mi compañero estaría sentado en aquel sillón de respaldo alto, calentándose el cuerpo con las llamas de la chimenea, leyendo aquel viejo libro de pociones. Aquel libro – que podría presumir – habría leído infinitas veces, pero que siempre encontraba algo nuevo en él.
Subí la gran escalera de caracol, y doble hacia mi derecha para dirigirme hacia el saloncito. La puerta estaba abierta, como de costumbre. El silencio reinaba, salvo el crepitar de la madera quemándose. Sonreí un poco, mientras encaminada mis pasos hacia la mesita donde generalmente reposan nuestras bebidas predilectas. Dejé mi saco en el perchero de la esquina, me arremangué y me serví un trago. Rodeé el sillón donde Isaac reposaba y me senté justo en frente. No dije una sola palabra, pues no quería interrumpir su lectura. Me limité a refrescarme la garganta, con aquella poción que me calmaba los nervios, invención –por obvias razones – de mi acompañante.
Regresar de ajustar cuentas con deudores me dejaba sumamente cansado y con los nervios alterados. Era la parte “difícil” de mi profesión, pero que salvo algunas circunstancias, disfrutaba. Esta noche por ejemplo, le hice rendir cuentas a un anciano adinerado, que quiso verme la cara de imbécil, alegando banca rota. Yo sabía de buena fuente que el vejestorio tenía infinidad de recursos de donde hacerse para saldar la deuda, puesto que una de las peculiaridades de saber llevar el negocio de prestamista, es hacer una investigación previa. Así pues, tenía que protegerme de alguna manera. Yo no suelto los galeones como si de alpiste se tratase.
El anciano puso férrea resistencia, sin embargo, de nada valieron sus vanos intentos por hacerme frente. Terminó reducido a cenizas, y yo… Me cobré con lo que más pudiera dolerle a la familia: Ahora soy el dueño legítimo de una propiedad a las afueras de Bristol, y no tengo ni un ápice de remordimiento, por el contrario, apenas pueda, la pondré en venta.
-Se te ve más ojeroso - Hablé por fin en un leve susurró - Me gusta. La luz de la hoguera te da un toque mortecino-. Bromée.
Pregunté por Isaac, de manera tenue. La mujer contestó de la misma forma, indicándome que se encontraba en el salón de lectura. Asentí más que por costumbre. Ya era una especie de ritual que él me esperase en aquel sitio. Sabía de antemano que mi compañero estaría sentado en aquel sillón de respaldo alto, calentándose el cuerpo con las llamas de la chimenea, leyendo aquel viejo libro de pociones. Aquel libro – que podría presumir – habría leído infinitas veces, pero que siempre encontraba algo nuevo en él.
Subí la gran escalera de caracol, y doble hacia mi derecha para dirigirme hacia el saloncito. La puerta estaba abierta, como de costumbre. El silencio reinaba, salvo el crepitar de la madera quemándose. Sonreí un poco, mientras encaminada mis pasos hacia la mesita donde generalmente reposan nuestras bebidas predilectas. Dejé mi saco en el perchero de la esquina, me arremangué y me serví un trago. Rodeé el sillón donde Isaac reposaba y me senté justo en frente. No dije una sola palabra, pues no quería interrumpir su lectura. Me limité a refrescarme la garganta, con aquella poción que me calmaba los nervios, invención –por obvias razones – de mi acompañante.
Regresar de ajustar cuentas con deudores me dejaba sumamente cansado y con los nervios alterados. Era la parte “difícil” de mi profesión, pero que salvo algunas circunstancias, disfrutaba. Esta noche por ejemplo, le hice rendir cuentas a un anciano adinerado, que quiso verme la cara de imbécil, alegando banca rota. Yo sabía de buena fuente que el vejestorio tenía infinidad de recursos de donde hacerse para saldar la deuda, puesto que una de las peculiaridades de saber llevar el negocio de prestamista, es hacer una investigación previa. Así pues, tenía que protegerme de alguna manera. Yo no suelto los galeones como si de alpiste se tratase.
El anciano puso férrea resistencia, sin embargo, de nada valieron sus vanos intentos por hacerme frente. Terminó reducido a cenizas, y yo… Me cobré con lo que más pudiera dolerle a la familia: Ahora soy el dueño legítimo de una propiedad a las afueras de Bristol, y no tengo ni un ápice de remordimiento, por el contrario, apenas pueda, la pondré en venta.
-Se te ve más ojeroso - Hablé por fin en un leve susurró - Me gusta. La luz de la hoguera te da un toque mortecino-. Bromée.
Morten J. Harket- Mensajes : 34
Fecha de inscripción : 08/01/2013
Localización : Callejón knockturn
Re: MANSION HARKET / AYRS
Una figura masculina se acercaba: Alta, rondaba el metro ochenta de estatura, cabello negro, apuesto. Estaba cubierto por un abrigo que le llegaba casi a los talones y su semblante se notaba un tanto agotado. Cruzaba el umbral de la mansión como si fuese alguna especie de espíritu y luego, todo se desvaneció.
Parpadeé varias veces para salir del trance y, como un acto reflejo, acaricié mi sien. Por lo visto Morten estaba por llegar y eso quería decir que debía tener la poción lista y, además, debía aumentar la dosis de diente de león para tener un mejor efecto calmante. Dejé el libro de pociones que estaba leyendo sobre una mesita frente a mí, justo al lado de un vaso de whiskey a medio terminar, y me puse de pie.
Crucé el salón de lectura con zancadas pausadas hasta plantarme frente a una especie de bar en donde reposaban un sin número de envases de vidrio rotulados con mi espantosa caligrafía. Pasé mi mirada por todos ellos y, cuando encontré el que buscaba, vacié su contenido en un pequeño vaso. Caminé de regreso y al paso fui arrancando un pétalo del diente de león que decoraba aquel bar. Dejé caer el pétalo dentro del vaso y observé con paciencia como ondulaba hasta el fondo al mismo tiempo que se disolvía hasta verse reducido a la nada. Dejé el vaso en la mesita, tomé asiento y volví a abrir mi libro. Aunque a decir verdad ya no leía, simplemente esperaba a que Morten llegara.
No pasaron más de quince segundos y escuché sus pesados pasos sobre el piso de madera. Lo miré por el rabillo de mis ojos rodear mi asiento predilecto y luego sentarse frente a mí. —Tardaste, estaba preocupado. — Me sinceré dejando, ahora sí definitivamente, mi libro mientras él tomaba hasta la última gota de su poción. —Te dije que me dejaras encargarme, lo hubiera envenenado sin tantas complicaciones.— Bajé mi mirada a sus manos sólo para cerciorarme de que no estuviera manchado de sangre, pero no lo estaba. Todavía recordaba la ocasión anterior que habíamos tenido que desmemorizar a casi una decena de personas.
Morten tomó la palabra y lo que dice me saca una buena sonrisa. —Creo que se te ha quedado la imagen de aquel viejo decrépito en el cerebro. — Me defiendo de inmediato mientras estiro la mano para recibir la botella de whiskey a la cual he llamado con un encantamiento Accio silencioso.
—¿Y con qué nos pagó? — Lleno su vaso con whiskey y mientras tomo el mío con una mano, estiro la otra para recibir lo que sea que haya conseguido. —Espero no hayamos perdido mucho dinero, tenemos que pagarle a Poul, recuerda, que nos consiguió los benzoar y por cierto… está subiendo los precios en demasía.— Lo miré a los ojos, eso era un asunto que teníamos que arreglar luego. Primero lo primero.
Parpadeé varias veces para salir del trance y, como un acto reflejo, acaricié mi sien. Por lo visto Morten estaba por llegar y eso quería decir que debía tener la poción lista y, además, debía aumentar la dosis de diente de león para tener un mejor efecto calmante. Dejé el libro de pociones que estaba leyendo sobre una mesita frente a mí, justo al lado de un vaso de whiskey a medio terminar, y me puse de pie.
Crucé el salón de lectura con zancadas pausadas hasta plantarme frente a una especie de bar en donde reposaban un sin número de envases de vidrio rotulados con mi espantosa caligrafía. Pasé mi mirada por todos ellos y, cuando encontré el que buscaba, vacié su contenido en un pequeño vaso. Caminé de regreso y al paso fui arrancando un pétalo del diente de león que decoraba aquel bar. Dejé caer el pétalo dentro del vaso y observé con paciencia como ondulaba hasta el fondo al mismo tiempo que se disolvía hasta verse reducido a la nada. Dejé el vaso en la mesita, tomé asiento y volví a abrir mi libro. Aunque a decir verdad ya no leía, simplemente esperaba a que Morten llegara.
No pasaron más de quince segundos y escuché sus pesados pasos sobre el piso de madera. Lo miré por el rabillo de mis ojos rodear mi asiento predilecto y luego sentarse frente a mí. —Tardaste, estaba preocupado. — Me sinceré dejando, ahora sí definitivamente, mi libro mientras él tomaba hasta la última gota de su poción. —Te dije que me dejaras encargarme, lo hubiera envenenado sin tantas complicaciones.— Bajé mi mirada a sus manos sólo para cerciorarme de que no estuviera manchado de sangre, pero no lo estaba. Todavía recordaba la ocasión anterior que habíamos tenido que desmemorizar a casi una decena de personas.
Morten tomó la palabra y lo que dice me saca una buena sonrisa. —Creo que se te ha quedado la imagen de aquel viejo decrépito en el cerebro. — Me defiendo de inmediato mientras estiro la mano para recibir la botella de whiskey a la cual he llamado con un encantamiento Accio silencioso.
—¿Y con qué nos pagó? — Lleno su vaso con whiskey y mientras tomo el mío con una mano, estiro la otra para recibir lo que sea que haya conseguido. —Espero no hayamos perdido mucho dinero, tenemos que pagarle a Poul, recuerda, que nos consiguió los benzoar y por cierto… está subiendo los precios en demasía.— Lo miré a los ojos, eso era un asunto que teníamos que arreglar luego. Primero lo primero.
Isaac Ayrs- Mensajes : 20
Fecha de inscripción : 08/01/2013
Localización : Londres, Inglsterra | Callejon Knockturn
Re: MANSION HARKET / AYRS
Sonreí al escucharle hablar de envenenamientos y de inmediato llevé mi mano hacia un pequeño bolsillo delantero de mi chalequillo de seda. Saqué un documento empequeñecido, que al momento de salir, volvió a su estado natural. Extendí mi mano para que pudiera ver con sus propios ojos, que el pago había sido más que suficiente y nos proporcionaría buenos dividendos.
– Son las escrituras de una hermosa mansión a las afueras de Bristol, que – como podrás observar – tiene ahora impreso nuestros nombres – bebí un par de tragos más, pero no demasiado. Quería seguir degustando el delicioso sabor de aquella bebida exótica -. Así que no te preocupes, tendremos el capital suficiente para seguir comprando esos Bezoar al precio que sea, por el momento. Poul, es servicial, si… Pero demasiado avaricioso. Tengo la sospecha de que intentará subir al doble en breve tiempo y no lo culpo. Sabe el negocio y que el mercado es sumamente demandante. Tiene el poder de subirlos a precios estratosféricos, pero también corre el riesgo de quedarse con su mercadería si no llega a un buen acuerdo. Hoy en día todo es “volátil”, si me entiendes Isaac – Le miré de aquella manera cómplice, jugando un poco con mi pequeña copa que pedía a gritos ser rellenada.
Me levanté y lo miré desde mi posición. Sonreí un poco, terminando de beber, dejando mi copa en la misma mesa, de la cual me había servido momentos antes. Metí las manos en los bolsillos de mi pantalón, reflexionando todo lo ocurrido un par de horas atrás: El anciano – Mr Vincent Brice para los conocidos – No había llegado solo. Sabiendo lo que podría ocurrirle por no haber liquidado su deuda, se valió de ardides poco caballerosos, tratando de tenderme una emboscada. De no ser por mi astucia, ahora mismo, estaría mi nombre en primera plana del profeta. Ya podría imaginarme el encabezado amarillista: “Muere usurero en una trifulca callejera. La maldición imperdonable fue su verdugo”.
Chasqueé la lengua. Isaac casi nunca me pedía explicaciones de mis procedimientos poco ortodoxos, sin embargo, ésta noche, tuve que realizar actos imperdonables. Incluso para mí eran repudiables. Claro está que mi vida iba de por medio y que hice todo lo posible por salir ileso, o casi ileso. Me dolía un poco la muñeca, pero nada que pareciese demasiado importante. Lo que realmente me preocupaba, era el hecho de no haber podido regresar a casa y que mi pareja, jamás hubiera podido recuperar mi cuerpo, dándole de ésta manera, una tristeza infinita… Morten Harket sólo salía de la mansión sin decir palabra. Nunca daba explicaciones, y nunca daba pormenores de sus visitas nocturnas para ajustar cuentas. Ésta noche se daba cuenta que tenía que ser más abierto en ése aspecto:
–Creo que tenemos que hablar Isaac – Regresé hasta el asiento alto donde Isaac bebía whisky, y coloqué una mano sobre su hombro -. Es importante.
– Son las escrituras de una hermosa mansión a las afueras de Bristol, que – como podrás observar – tiene ahora impreso nuestros nombres – bebí un par de tragos más, pero no demasiado. Quería seguir degustando el delicioso sabor de aquella bebida exótica -. Así que no te preocupes, tendremos el capital suficiente para seguir comprando esos Bezoar al precio que sea, por el momento. Poul, es servicial, si… Pero demasiado avaricioso. Tengo la sospecha de que intentará subir al doble en breve tiempo y no lo culpo. Sabe el negocio y que el mercado es sumamente demandante. Tiene el poder de subirlos a precios estratosféricos, pero también corre el riesgo de quedarse con su mercadería si no llega a un buen acuerdo. Hoy en día todo es “volátil”, si me entiendes Isaac – Le miré de aquella manera cómplice, jugando un poco con mi pequeña copa que pedía a gritos ser rellenada.
Me levanté y lo miré desde mi posición. Sonreí un poco, terminando de beber, dejando mi copa en la misma mesa, de la cual me había servido momentos antes. Metí las manos en los bolsillos de mi pantalón, reflexionando todo lo ocurrido un par de horas atrás: El anciano – Mr Vincent Brice para los conocidos – No había llegado solo. Sabiendo lo que podría ocurrirle por no haber liquidado su deuda, se valió de ardides poco caballerosos, tratando de tenderme una emboscada. De no ser por mi astucia, ahora mismo, estaría mi nombre en primera plana del profeta. Ya podría imaginarme el encabezado amarillista: “Muere usurero en una trifulca callejera. La maldición imperdonable fue su verdugo”.
Chasqueé la lengua. Isaac casi nunca me pedía explicaciones de mis procedimientos poco ortodoxos, sin embargo, ésta noche, tuve que realizar actos imperdonables. Incluso para mí eran repudiables. Claro está que mi vida iba de por medio y que hice todo lo posible por salir ileso, o casi ileso. Me dolía un poco la muñeca, pero nada que pareciese demasiado importante. Lo que realmente me preocupaba, era el hecho de no haber podido regresar a casa y que mi pareja, jamás hubiera podido recuperar mi cuerpo, dándole de ésta manera, una tristeza infinita… Morten Harket sólo salía de la mansión sin decir palabra. Nunca daba explicaciones, y nunca daba pormenores de sus visitas nocturnas para ajustar cuentas. Ésta noche se daba cuenta que tenía que ser más abierto en ése aspecto:
–Creo que tenemos que hablar Isaac – Regresé hasta el asiento alto donde Isaac bebía whisky, y coloqué una mano sobre su hombro -. Es importante.
Morten J. Harket- Mensajes : 34
Fecha de inscripción : 08/01/2013
Localización : Callejón knockturn
Re: MANSION HARKET / AYRS
Un pequeño cuadrado de pergamino hizo su aparición en la escena el cual no tardó en expandirse y mostrar su tamaño original. ¿Así que era una escritura? Todavía incrédulo tomé el papel entre mis manos mientras escuchaba con atención sus palabras. Lo primero que hice fue dirigirme al apartado de propietarios y sonreí para mis adentros al leer la oración: “Propiedad de Morten Harket e Isaac Ayrs”. Me gustaba cómo sonaban nuestros nombres juntos y únicamente por eso ya para mí era un pago suficiente. Aunque a decir verdad sí se rodaron mis ojos rápidamente hacia el valor de la propiedad y me quedé tranquilo al ver algunos ceros a la derecha. Cerré el papel.
—Sí, con esto es suficiente.— Le di la razón y, impulsado por la confianza de los años juntos, yo mismo introduje la escritura en el bolsillo de Morten. Ahora, con respecto a Poul no compartía del todo su opinión. Sí, era consciente de que la escasez de benzoar se había pronunciado estos últimos meses pero no era justificativo para esa monstruosa alza. —Ya subió casi el doble Morten y lo sigue haciendo. ¿Vamos a esperar a que doble los precios de nuevo? — Recibí su mirada cómplice y de una u otra manera sentí que me daba carta abierta para actuar.
—Desmantelaremos su negocio. — Comenté de inmediato. No era una consulta sino más bien algo que yo había decidido. —El de benzoar no, obvio, hablo del puesto de hierbas que tiene en el callejón Diagon. — Seguro había pasado por allí. —Haré que pierda toda la mercancía y la desesperación por conseguir dinero lo hará aceptar los precios que yo estime convenientes. — Le di varias vueltas al vaso entre mis dedos antes de acabarme su contenido de un solo trago. —¿Sabías que tiene dos hijas? — Y por eso no le convendría estar sin liquidez mucho tiempo. Sonreí complacido por mi plan pero noté cierta inquietud en Morten: aquella puesta de pie, el que haya dejado la copa a un lado y su repentino silencio. Algo pasaba por su cabeza.
Me quedé en silencio al igual que él y no pregunté qué le pasaba. No sabía cómo explicarlo pero estaba seguro que hablaría y me contaría todo, así que me limité a servirme más whisky con suma tranquilidad mientras le daba tiempo al tiempo. Escuchaba los ruidos de sus zapatos a mis espaldas, recorrer el piso de madera de un lado a otro. Yo me concentraba únicamente en mi vaso hasta que lo escuché acercarse: era el momento. Sucedería tal y cómo mi visión pero, a pesar de haber visto esta escena antes, estaba seguro que sería imposible no enmudecerme.
Se plantó frente a mí y, colocando una de sus manos sobre mi hombro derecho me dijo que teníamos que hablar, que era importante. —Lo sé. — Dije sin pensarlo dos veces. No tenía muy claro de qué íbamos a hablar porque mis visiones nunca eran del todo exactas, pero sí tenía ese presentimiento de que sea lo que fuera, fortalecería los lazos entre Morten y yo.
—Ya me has dicho esto antes, en mis visiones. — Agregué sin miedo a que se atemorizase ya que para él no era nada nuevo mi habilidad de adivino. Además, años atrás le había confesado que esto de ser pareja me había puesto en cierta sintonía con él por lo que tenía visiones suyas muy a menudo. —¿Es sobre lo que pasó en la casa de Vincent Brice? — Preparé el terreno y por la forma en que sus ojos me miraron supe que no estaba del todo equivocado. —Cuéntame. —
—Sí, con esto es suficiente.— Le di la razón y, impulsado por la confianza de los años juntos, yo mismo introduje la escritura en el bolsillo de Morten. Ahora, con respecto a Poul no compartía del todo su opinión. Sí, era consciente de que la escasez de benzoar se había pronunciado estos últimos meses pero no era justificativo para esa monstruosa alza. —Ya subió casi el doble Morten y lo sigue haciendo. ¿Vamos a esperar a que doble los precios de nuevo? — Recibí su mirada cómplice y de una u otra manera sentí que me daba carta abierta para actuar.
—Desmantelaremos su negocio. — Comenté de inmediato. No era una consulta sino más bien algo que yo había decidido. —El de benzoar no, obvio, hablo del puesto de hierbas que tiene en el callejón Diagon. — Seguro había pasado por allí. —Haré que pierda toda la mercancía y la desesperación por conseguir dinero lo hará aceptar los precios que yo estime convenientes. — Le di varias vueltas al vaso entre mis dedos antes de acabarme su contenido de un solo trago. —¿Sabías que tiene dos hijas? — Y por eso no le convendría estar sin liquidez mucho tiempo. Sonreí complacido por mi plan pero noté cierta inquietud en Morten: aquella puesta de pie, el que haya dejado la copa a un lado y su repentino silencio. Algo pasaba por su cabeza.
Me quedé en silencio al igual que él y no pregunté qué le pasaba. No sabía cómo explicarlo pero estaba seguro que hablaría y me contaría todo, así que me limité a servirme más whisky con suma tranquilidad mientras le daba tiempo al tiempo. Escuchaba los ruidos de sus zapatos a mis espaldas, recorrer el piso de madera de un lado a otro. Yo me concentraba únicamente en mi vaso hasta que lo escuché acercarse: era el momento. Sucedería tal y cómo mi visión pero, a pesar de haber visto esta escena antes, estaba seguro que sería imposible no enmudecerme.
Se plantó frente a mí y, colocando una de sus manos sobre mi hombro derecho me dijo que teníamos que hablar, que era importante. —Lo sé. — Dije sin pensarlo dos veces. No tenía muy claro de qué íbamos a hablar porque mis visiones nunca eran del todo exactas, pero sí tenía ese presentimiento de que sea lo que fuera, fortalecería los lazos entre Morten y yo.
—Ya me has dicho esto antes, en mis visiones. — Agregué sin miedo a que se atemorizase ya que para él no era nada nuevo mi habilidad de adivino. Además, años atrás le había confesado que esto de ser pareja me había puesto en cierta sintonía con él por lo que tenía visiones suyas muy a menudo. —¿Es sobre lo que pasó en la casa de Vincent Brice? — Preparé el terreno y por la forma en que sus ojos me miraron supe que no estaba del todo equivocado. —Cuéntame. —
Isaac Ayrs- Mensajes : 20
Fecha de inscripción : 08/01/2013
Localización : Londres, Inglsterra | Callejon Knockturn
Re: MANSION HARKET / AYRS
–Me gustaría que en tus visiones, supieras exactamente qué es lo que te quiero decir, y me ahorraras el bochorno. –Dije entre serio y bromista – apreté su hombro un par de veces más y dejé salir un largo y pronunciado suspiro.
Regresé mis pasos hacia el sillón, mientras que con magia sin varita, hacía mover un par de maderos más para avivar el fuego de la chimenea.
– Brice me tenía tenida una trampa, que de haber resultado satisfactoria, no estaría platicándote en éste momento – Lo miré con seriedad y preocupación mezcladas -. Ése viejo decrépito lo tenía todo fríamente calculado.
Cerré los ojos, recargando mi espalda en la silla, y continué mi relato.
–No llegó sólo. Con él venían dos gorilas más y una mujer más loca que una cabra. ¡Mujer más horrible había visto en mi vida! Parecía poseída por alguna clase se espíritu… Hablaba incoherencias y escupía espuma verde por la boca, totalmente asqueroso-. Seguí con los ojos cerrados, recordando cada escena de mi incursión nocturna -. No era muy hábil con la varita, pero parecía que su único propósito era morderme, o algo por el estilo. Mientras ella se colgaba de mí, los otros dos comenzaron a lanzar hechizos a diestra y siniestra… Cabe señalar que la utilicé como escudo humano para proteger mi integridad. – Negué con la cabeza. Me gustaba eliminar a mis adversarios de propia mano y no recurrir a cosas como ésa como último recurso.
– Ante la sorpresa – continué – Trataron de escabullirse y fue ahí que me percaté que no eran más que unos idiotas bien pagados y poco astutos. Le lancé un par de maldiciones imperdonables antes de matarlos como los perros que eran – sonreí maligno – No representaron mayor dificultad, aunque si mucha astucia – volví a llevar mi otra mano hacia la muñeca para sobarme un poco – El último y el más importante de todos – Brice – trató de huir desapareciéndose en el acto, pero pude darle alcance y tomarlo de la ropa. Nos aparecimos justo en el sótano de su residencia. De “nuestra” residencia -aclaré abriendo los ojos y guiñándole un ojo. –Este hecho solo hizo constatar que el viejo era más estúpido que aquellos a quienes contrató. ¿Creyó que estaría a salvo en su hogar? Cuán equivocado estaba…
Me incorporé sobre la silla y me froté las manos antes de proseguir.
–Le obligué a endosarme las escrituras antes de asesinarlo y echar sus restos al fuego. Y… verás. Su familia descansaba en las habitaciones de arriba. Tú sabes que no podemos dejar ninguna clase de “evidencia” o nos descubrirían. – Con esto le dí a entender todo sin decir nada más -. Tengo la certeza de que hubieses hecho lo mismo ¿o me equivoco? – alcé una ceja y lo reté con la mirada.
Regresé mis pasos hacia el sillón, mientras que con magia sin varita, hacía mover un par de maderos más para avivar el fuego de la chimenea.
– Brice me tenía tenida una trampa, que de haber resultado satisfactoria, no estaría platicándote en éste momento – Lo miré con seriedad y preocupación mezcladas -. Ése viejo decrépito lo tenía todo fríamente calculado.
Cerré los ojos, recargando mi espalda en la silla, y continué mi relato.
–No llegó sólo. Con él venían dos gorilas más y una mujer más loca que una cabra. ¡Mujer más horrible había visto en mi vida! Parecía poseída por alguna clase se espíritu… Hablaba incoherencias y escupía espuma verde por la boca, totalmente asqueroso-. Seguí con los ojos cerrados, recordando cada escena de mi incursión nocturna -. No era muy hábil con la varita, pero parecía que su único propósito era morderme, o algo por el estilo. Mientras ella se colgaba de mí, los otros dos comenzaron a lanzar hechizos a diestra y siniestra… Cabe señalar que la utilicé como escudo humano para proteger mi integridad. – Negué con la cabeza. Me gustaba eliminar a mis adversarios de propia mano y no recurrir a cosas como ésa como último recurso.
– Ante la sorpresa – continué – Trataron de escabullirse y fue ahí que me percaté que no eran más que unos idiotas bien pagados y poco astutos. Le lancé un par de maldiciones imperdonables antes de matarlos como los perros que eran – sonreí maligno – No representaron mayor dificultad, aunque si mucha astucia – volví a llevar mi otra mano hacia la muñeca para sobarme un poco – El último y el más importante de todos – Brice – trató de huir desapareciéndose en el acto, pero pude darle alcance y tomarlo de la ropa. Nos aparecimos justo en el sótano de su residencia. De “nuestra” residencia -aclaré abriendo los ojos y guiñándole un ojo. –Este hecho solo hizo constatar que el viejo era más estúpido que aquellos a quienes contrató. ¿Creyó que estaría a salvo en su hogar? Cuán equivocado estaba…
Me incorporé sobre la silla y me froté las manos antes de proseguir.
–Le obligué a endosarme las escrituras antes de asesinarlo y echar sus restos al fuego. Y… verás. Su familia descansaba en las habitaciones de arriba. Tú sabes que no podemos dejar ninguna clase de “evidencia” o nos descubrirían. – Con esto le dí a entender todo sin decir nada más -. Tengo la certeza de que hubieses hecho lo mismo ¿o me equivoco? – alcé una ceja y lo reté con la mirada.
Morten J. Harket- Mensajes : 34
Fecha de inscripción : 08/01/2013
Localización : Callejón knockturn
Re: MANSION HARKET / AYRS
La realidad llegó a mis oídos de manera rauda y violenta. Morten nunca había sido una persona que daba rodeos, pero en esta ocasión hubiera preferido un poco de preparación y no enterarme de buenas a primeras que esta noche pudo haber muerto. Me removí nervioso en mi cómodo asiento y dirigí mi mirada a la chimenea: un madero estaba luchando contra las abrazadoras llamas pero poco a poco estas las iban consumiendo.
“Ese viejo decrépito lo tenía todo fríamente calculado”
Sacudí mi cabeza y chasqueé decepcionado porque mi intento de despistar a mi mente no había resultado del todo. No podía dejar de pensar en lo inconscientes que habíamos sido, en la falta de preparación de nuestras cobranzas y en la manera en la que arriesgábamos nuestras vidas. ¿Cómo había permitido que Morten saliera así sin más sin ningún plan establecido? Y peor aún, ¿cómo lo había dejado ir solo? Si algo le hubiera pasado aquella noche, no me lo hubiera perdonado.
Inhalé profundamente y sentí el cúmulo de sentimientos encontrados presionando contra mi pecho. Tenía una lucha en mi cabeza a medida que iba escuchando el desarrollo de su relato. Por un lado quería abrazarlo tan fuerte y agradecer que estuviera de regreso, y por otro quería molerlo a golpes por ser un maldito cabezotas incapaz de aceptar que necesitaba ayuda para estas tareas. Pero yo también tenía la culpa, por ser un cómodo y no insistir, y por no haber tomado la iniciativa e ir con él aún sin su consentimiento.
La historia prosiguió y lo que decía no hacía más que aumentar mi ansiedad. Hacía un esfuerzo sobrehumano por quedarme sentado y en silencio, pero aquello era lo mínimo que podía hacer y debía controlarme. Cuando se refirió a la casa de aquel vejestorio como “nuestra” y me guiñó un ojo de forma cómplice, no hice nada más que torcer mis labios en un gesto de desaprobación. ¿Acaso creía que una mansión en Bristol iba a reemplazarlo? Teníamos mansiones en París y New York, una en Bristol no me servía para nada si él no estaba conmigo.
Pero la cereza del pastel no llegó hasta el final cuando me confesó que había acabo con toda la familia Brice. —¿Qué hiciste, qué?— Respondí a su mirada con igual intensidad. —Morten, ¿en qué demonios estabas pensando? ¡Y no!, claro que no hubiera hecho eso. — No soporté más, me puse de pie en un santiamén y me ubiqué justo detrás de mi asiento. Acaricié mi frente en repetidas ocasiones y silencié mi boca: antes de reprenderlo por semejante imprudencia debía hablar sobre la manera en la que se estaba exponiendo, eso ya no podía seguir así.
—Ya no vas a ir solo a cobrar. — Sentencié. —Te acompañaré, te guste o no. — Noté que iba a abrir la boca para objetar mi decisión pero ya sabía precisamente lo que me diría. —Sí, ya sé que no soy tan bueno en el combate como tú, pero sé defenderme aunque no lo creas. Además un hechizo no es la única forma de neutralizar, también están las pociones. — En las cuales era más que bueno.
—Y…— Ahora venía el esfuerzo por no perder el control. —¿Cómo se te ocurrió matar a toda la familia Brice? Pudiste haberlos desmemorizado, pero no matado. — Volví a tomar asiento frente a él y le tomé las manos para que me prestara total atención. —Habíamos hablado que íbamos a ser más discretos, ¿crees que eso es discreto? Aquel viejo decrépito tenía amigos en el Ministerio, ¿qué vamos a hacer ahora, ah?, ¿vamos a comprar a todo el departamento de crímenes? — Apreté sus manos como un mecanismo para disipar mi ansiedad. —Necesitamos un chivo expiatorio.— Solté sus manos y, al igual que había hecho antes me puse de pie abruptamente.
—¿Tienes cómo comunicarte con Freddy? Seguro conoce a algún jovencito animago al cual culpar y que luego podramos sacar de Azkaban.— La idea no era la mejor del mundo pero era lo único que se venía en mi cabeza por el momento. —¿O tienes una idea mejor? —
“Ese viejo decrépito lo tenía todo fríamente calculado”
Sacudí mi cabeza y chasqueé decepcionado porque mi intento de despistar a mi mente no había resultado del todo. No podía dejar de pensar en lo inconscientes que habíamos sido, en la falta de preparación de nuestras cobranzas y en la manera en la que arriesgábamos nuestras vidas. ¿Cómo había permitido que Morten saliera así sin más sin ningún plan establecido? Y peor aún, ¿cómo lo había dejado ir solo? Si algo le hubiera pasado aquella noche, no me lo hubiera perdonado.
Inhalé profundamente y sentí el cúmulo de sentimientos encontrados presionando contra mi pecho. Tenía una lucha en mi cabeza a medida que iba escuchando el desarrollo de su relato. Por un lado quería abrazarlo tan fuerte y agradecer que estuviera de regreso, y por otro quería molerlo a golpes por ser un maldito cabezotas incapaz de aceptar que necesitaba ayuda para estas tareas. Pero yo también tenía la culpa, por ser un cómodo y no insistir, y por no haber tomado la iniciativa e ir con él aún sin su consentimiento.
La historia prosiguió y lo que decía no hacía más que aumentar mi ansiedad. Hacía un esfuerzo sobrehumano por quedarme sentado y en silencio, pero aquello era lo mínimo que podía hacer y debía controlarme. Cuando se refirió a la casa de aquel vejestorio como “nuestra” y me guiñó un ojo de forma cómplice, no hice nada más que torcer mis labios en un gesto de desaprobación. ¿Acaso creía que una mansión en Bristol iba a reemplazarlo? Teníamos mansiones en París y New York, una en Bristol no me servía para nada si él no estaba conmigo.
Pero la cereza del pastel no llegó hasta el final cuando me confesó que había acabo con toda la familia Brice. —¿Qué hiciste, qué?— Respondí a su mirada con igual intensidad. —Morten, ¿en qué demonios estabas pensando? ¡Y no!, claro que no hubiera hecho eso. — No soporté más, me puse de pie en un santiamén y me ubiqué justo detrás de mi asiento. Acaricié mi frente en repetidas ocasiones y silencié mi boca: antes de reprenderlo por semejante imprudencia debía hablar sobre la manera en la que se estaba exponiendo, eso ya no podía seguir así.
—Ya no vas a ir solo a cobrar. — Sentencié. —Te acompañaré, te guste o no. — Noté que iba a abrir la boca para objetar mi decisión pero ya sabía precisamente lo que me diría. —Sí, ya sé que no soy tan bueno en el combate como tú, pero sé defenderme aunque no lo creas. Además un hechizo no es la única forma de neutralizar, también están las pociones. — En las cuales era más que bueno.
—Y…— Ahora venía el esfuerzo por no perder el control. —¿Cómo se te ocurrió matar a toda la familia Brice? Pudiste haberlos desmemorizado, pero no matado. — Volví a tomar asiento frente a él y le tomé las manos para que me prestara total atención. —Habíamos hablado que íbamos a ser más discretos, ¿crees que eso es discreto? Aquel viejo decrépito tenía amigos en el Ministerio, ¿qué vamos a hacer ahora, ah?, ¿vamos a comprar a todo el departamento de crímenes? — Apreté sus manos como un mecanismo para disipar mi ansiedad. —Necesitamos un chivo expiatorio.— Solté sus manos y, al igual que había hecho antes me puse de pie abruptamente.
—¿Tienes cómo comunicarte con Freddy? Seguro conoce a algún jovencito animago al cual culpar y que luego podramos sacar de Azkaban.— La idea no era la mejor del mundo pero era lo único que se venía en mi cabeza por el momento. —¿O tienes una idea mejor? —
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