Dos cervezas

Llevaba toda la tarde estudiando para la prueba que tendríamos el día siguiente en Leyes, mi espalda ya sonaba cuando volteaba el torso hacia atrás y mis ojos estaban tan cansados que comenzaban a cerrarse como si fuese medianoche. Amarré mi cabello para que no me tapase la vista mientras apuntaba los últimos detalles en mi libreta y di la lectura por terminada, eso debería bastar para que pasase de buen modo el control, sin contratiempos. Mi promedio no puede bajar de “Excede las expectativas” si quiero estar tranquila respecto a mi beca.

Me merecía un descanso porque había estudiado a conciencia. Podía ir a pasear por los terrenos pero me apetecía un buen trago, tuve que ir a revisar mis pertenencias para contar mi dinero que tampoco podía ir despilfarrando como riquilla. Me alcanzaba buenamente para dos cervezas, eso no afectaría mi economía semanal que hacía semanas no iba ni a la cafetería, estaba ahorrando para comprarme algo más de ropa, el frío estaba llegando especialmente cruel este año y era buena excusa para hacerme con un cubretodo precioso de esa coqueta tienda del centro, era de segunda pero cambiándole los botones quedaría muy bien.

Fui entonces con el dinero exacto al bar, eran apenas las nueve de la noche y podría pasar un par de horas allí con los viejísimos cigarrillos Camel que tenía en el bolsillo de mi pantalón, esos de filtro ancho que me había regalado un compañero de carrera porque le ayudé con un trabajo de investigación. La puerta estaba abierta y entré, había poca gente y fui directamente a la barra para pedir una cerveza, bebería un poco allí mismo y cuando se me calentase el cuerpo saldría para fumar en esa suerte de colina que había fuera del bar, no quería ser quien causase problemas por fumar en un ambiente cerrado.

Pagué por mi primera cerveza y le di un largo trago, mirando con curiosidad a los que estaban en las mesas. Habían algunas parejas y un ruidoso grupo de amigos que parecía ya tener algunos tragos encima, no entendía lo que decían pese a que estaban a pocos metros de mí, arrastraban las palabras sin darse cuenta y uno de ellos debía ser extranjero porque en medio del alcohol había olvidado el inglés y hablaba en un idioma extraño, a lo que dijese sus compañeros de mesa respondían con una carcajada. Me quedé apoyada en la barra, esperando que me diesen el cambio.