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Agua y esas cosas
3 participantes
Universidad Brigantia de Estudios Mágicos :: Facultades :: Facultad Arianrhod :: Salón de convivencia
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Agua y esas cosas
Me había hecho una pequeña rutina a seguir durante los meses previos a Navidad que consistía en dos horas de lectura, otra de ejercicio físico y el resto de estudio porque sabía que durante las semanas previas y posteriores a las vacaciones la excesiva pereza me afectaba más de lo normal.
Por eso en ese tiempo tenía que aprovechar, aunque necesitara cincuenta dosis de ejercicio físico más para escapar de esa figura de palo que lo acompañaría el resto de su vida y tuviera la extraña sensación de que el trabajo en su carrera terminaría por desbordarme. Apenas llevábamos unos días de curso lectivo pero sentía que aquello era, por el momento, demasiado teórico; definitivamente echaba de menos el ambiente de Durmstrang y también su sistema educativo.
Fiel a mis planes, me levanté aquella mañana y llevé a cabo todos los procesos que había inscrito en mi cabeza, incluido la marcha nocturna poco antes de que iniciara el toque de queda. Calculaba el tiempo con un reloj de manecillas que llevaba en un bolsillo y sonaba ligeramente cuando llegaba a la hora marcada por mi varita al estilo de un despertador muggle, cuyo mecanismo conocía porque una vez lo había visto en un puesto de baratijas del mercado mágico de Sofía por excelencia.
Justo cuando dieron las nueve de la noche, mi momento de volver a la facultad, darme un baño y enfrascarme en mi afición de lectura ligera de antes de irme a dormir me di cuenta de lo aburrida que era mi vida. No es que quisiera una existencia cargada de rock and roll y drogas duras, para nada, ese no era mi estilo y se veía venir de lejos, pero echar una cana al aire no le venía nunca mal a nadie.
Por desgracia, pensaba mientras seguía el camino que había memorizado diez veces hacia mi facultad para no perderme, lo máximo que había hecho en mis años de escolarización había sido emborracharme de mastika en la habitación de una compañera con la que después me terminé por acostar pero más por obligación que porque de verdad me gustara. Me di un baño rápido, me vestí de forma sencilla y bajé a la sala común justo después de llevarme mi tomo de Éxodos de Ásia Oriental, un librillo que había visto en la biblioteca y que me encandiló rápidamente. Abrí el libro por la página que me había señalado con anterioridad y leí hasta que dieron, más o menos, las diez y pocos minutos, momento en el que decidí que o bien tenía sueño o bien lo aburrido que estaba me lo había provocado.
En vista de que ya no me iba a surgir ningún plan mejor me puse el libro color miel sobre las rodillas, estiré un poco las piernas y empecé a juguetear con mi varita hasta que dieran las diez y media y me marchara a dormir. ¿Aquello era Brigantia? Pues no prometía tanto como yo pensaba, o quizás es que yo siempre había pensado mucho y por eso me encontraba siempre en ese tipo de tesituras. Conjuré un chorro de agua y antes de que cayera lo hice flotar en el aire, dibujando formas con él.
Por eso en ese tiempo tenía que aprovechar, aunque necesitara cincuenta dosis de ejercicio físico más para escapar de esa figura de palo que lo acompañaría el resto de su vida y tuviera la extraña sensación de que el trabajo en su carrera terminaría por desbordarme. Apenas llevábamos unos días de curso lectivo pero sentía que aquello era, por el momento, demasiado teórico; definitivamente echaba de menos el ambiente de Durmstrang y también su sistema educativo.
Fiel a mis planes, me levanté aquella mañana y llevé a cabo todos los procesos que había inscrito en mi cabeza, incluido la marcha nocturna poco antes de que iniciara el toque de queda. Calculaba el tiempo con un reloj de manecillas que llevaba en un bolsillo y sonaba ligeramente cuando llegaba a la hora marcada por mi varita al estilo de un despertador muggle, cuyo mecanismo conocía porque una vez lo había visto en un puesto de baratijas del mercado mágico de Sofía por excelencia.
Justo cuando dieron las nueve de la noche, mi momento de volver a la facultad, darme un baño y enfrascarme en mi afición de lectura ligera de antes de irme a dormir me di cuenta de lo aburrida que era mi vida. No es que quisiera una existencia cargada de rock and roll y drogas duras, para nada, ese no era mi estilo y se veía venir de lejos, pero echar una cana al aire no le venía nunca mal a nadie.
Por desgracia, pensaba mientras seguía el camino que había memorizado diez veces hacia mi facultad para no perderme, lo máximo que había hecho en mis años de escolarización había sido emborracharme de mastika en la habitación de una compañera con la que después me terminé por acostar pero más por obligación que porque de verdad me gustara. Me di un baño rápido, me vestí de forma sencilla y bajé a la sala común justo después de llevarme mi tomo de Éxodos de Ásia Oriental, un librillo que había visto en la biblioteca y que me encandiló rápidamente. Abrí el libro por la página que me había señalado con anterioridad y leí hasta que dieron, más o menos, las diez y pocos minutos, momento en el que decidí que o bien tenía sueño o bien lo aburrido que estaba me lo había provocado.
En vista de que ya no me iba a surgir ningún plan mejor me puse el libro color miel sobre las rodillas, estiré un poco las piernas y empecé a juguetear con mi varita hasta que dieran las diez y media y me marchara a dormir. ¿Aquello era Brigantia? Pues no prometía tanto como yo pensaba, o quizás es que yo siempre había pensado mucho y por eso me encontraba siempre en ese tipo de tesituras. Conjuré un chorro de agua y antes de que cayera lo hice flotar en el aire, dibujando formas con él.
Última edición por Grigor Sevar el Miér Sep 12, 2012 5:28 pm, editado 1 vez
Grigor Sevar- Mensajes : 37
Fecha de inscripción : 08/09/2012
Re: Agua y esas cosas
Hacía pocas semanas que mantenía correspondencia con los abuelos Earthart: tres cartas en las últimas dos semanas, y esas eran más que las que habría recibido en cualquier curso normal por parte de sus abuelos maternos. Todas ellas con el mismo tono de urgencia, una reprimenda por adelantado por algo que Sao apenas intuía que podía llegar a ocurrir.
Lo único que había podido adivinar la joven ex-gryffindor era que su hermano estaba metido en todo el asunto, ¿qué podía haber hecho Don Perfecto que alterase de semejante manera a unos viejecitos por lo habitual tranquilos y reservados? Preguntárselo a él mismo estaba, por supuesto, descartado.
La lechuza que cargaba con su respuesta en dirección a la calidez de Cornualles ni siquiera había desaparecido entre las nubes cuando Saorise sacó un cigarrillo y reemprendió el camino al salón de convivencia de su facultad con el ceño fruncido por la preocupación. No era necesario ir tan lejos para dejar marchar la lechuza, Sao lo sabía perfectamente, pero hacía apenas dos semanas que sus vacaciones por el sur de Europa habían terminado, y encerrarse entre las paredes de la universidad durante tantas horas seguidas la dejaba sin energía.
El aire húmedo del anochecer amenazaba con apagar la débil llama de su cigarrillo. Saorise echaba de menos el la luz, el calor y, sobre todo, la libertad de sus vacaciones. La universidad nunca había estado entre sus planes, y aunque tenía que reconocer que no era tan terrible como la había imaginado en un prime momento, sus planes de futuro apuntaban mucho más alto y mucho más lejos.
Antes de entrar a la facultad lanzó la colilla al suelo y la aplastó fuertemente con la punta del pie, figurándose que lo que aplastaba contra el suelo era también su mal humor. El salón no estaba vació, y la imagen de un chico haciendo figuritas de agua llamo su atención. Lo había visto un par de veces en alguna clase, aunque hasta ahora no había tenido la ocasión de hablar con él.
-Bonito hobby-dijo sentandose en una butaca cercana y sacando su varita- me llamo Saorise, creo que estamos juntos en clase. Mira, esto me lo enseñaron hace poco- igual que el chico, conjuró un chorro de agua y despues de unos segundos de maniobra con la varita consiguio que el agua se dividiese en varias esferas, y se ordenasen en fila de mayor a menor tamaño. Era un juego estúpido, pero ella se había quedado con la boca abierta la primera vez que lo vio.
Lo único que había podido adivinar la joven ex-gryffindor era que su hermano estaba metido en todo el asunto, ¿qué podía haber hecho Don Perfecto que alterase de semejante manera a unos viejecitos por lo habitual tranquilos y reservados? Preguntárselo a él mismo estaba, por supuesto, descartado.
La lechuza que cargaba con su respuesta en dirección a la calidez de Cornualles ni siquiera había desaparecido entre las nubes cuando Saorise sacó un cigarrillo y reemprendió el camino al salón de convivencia de su facultad con el ceño fruncido por la preocupación. No era necesario ir tan lejos para dejar marchar la lechuza, Sao lo sabía perfectamente, pero hacía apenas dos semanas que sus vacaciones por el sur de Europa habían terminado, y encerrarse entre las paredes de la universidad durante tantas horas seguidas la dejaba sin energía.
El aire húmedo del anochecer amenazaba con apagar la débil llama de su cigarrillo. Saorise echaba de menos el la luz, el calor y, sobre todo, la libertad de sus vacaciones. La universidad nunca había estado entre sus planes, y aunque tenía que reconocer que no era tan terrible como la había imaginado en un prime momento, sus planes de futuro apuntaban mucho más alto y mucho más lejos.
Antes de entrar a la facultad lanzó la colilla al suelo y la aplastó fuertemente con la punta del pie, figurándose que lo que aplastaba contra el suelo era también su mal humor. El salón no estaba vació, y la imagen de un chico haciendo figuritas de agua llamo su atención. Lo había visto un par de veces en alguna clase, aunque hasta ahora no había tenido la ocasión de hablar con él.
-Bonito hobby-dijo sentandose en una butaca cercana y sacando su varita- me llamo Saorise, creo que estamos juntos en clase. Mira, esto me lo enseñaron hace poco- igual que el chico, conjuró un chorro de agua y despues de unos segundos de maniobra con la varita consiguio que el agua se dividiese en varias esferas, y se ordenasen en fila de mayor a menor tamaño. Era un juego estúpido, pero ella se había quedado con la boca abierta la primera vez que lo vio.
Saorise J. Earthart- Mensajes : 17
Fecha de inscripción : 10/09/2012
Re: Agua y esas cosas
Estaba absolutamente absorto, sin saber cuánto rato habían pasado y si nada más llegar ya no estaba en mi cama a la hora a la que debía, como siempre había hecho desde que tenía memoria.
Era estúpido y absurdo pero ver el agua volar cerca mío me relajaba mucho, hasta puntos en que notaba como los párpados empezaban a pesar más de la cuenta. Solté un bostezo involuntario y disolví mis hechizos de crío en el aire sirviéndome de un Finite Incantem antes de escuchar una voz lejana que parecía dirigirse a mi.
Había visto hasta qué punto llegaba mi aburrimiento y eso me daba un poco de vergüenza, sobre todo porque no quería que una chica pensara que lo único que se me ocurría hacer a esas horas de la noche era jugar con mi magia como si tuviera doce años. Una vez giré la cabeza para encontrarme con su mirada me di cuenta que la reconocía de alguna clase, cosa en lo absoluto extraña porque en Arianrhod habían pocas carreras y como mi facultad no gozaba de gran popularidad entre la población brigante todos nos conocíamos por lo menos de vista.
Era guapísima, no sabía su nombre y mucho menos como empezar una conversación con ella sin que pensara que era un patán o un tipo en exceso retraído como todo el mundo elucubraba nada más conocerme. En ese momento me di cuenta de que en Brigantia las cosas no eran como en Durmstrang, donde todo el mundo era generalmente centrado y la socialización usualmente se dejaba en un segundo plano. Salvo contadas excepciones, todo el mundo se parecía a mi y por eso lo había tenido relativamente fácil durante los últimos años de escolarización.
Pero ya no estaba en Bulgaria y de inmediato supe que tendría que esforzarme si quería hacer más ameno mi tiempo en la universidad, sobre todo después de ver como la gente empezaba a formar su grupo de conocidos y las fiestas y salidas menudeaban incluso más que la comida. Observé como sacaba la varita y aunque me puse un poco nervioso ella la utilizó para enseñarme otro truco mágico parecido al mío pero mucho más espectacular.
Escruté las burbujas de líquido flotar en el aire y giré el rostro hacia ella, calibrando muy bien mis palabras dentro de mi cabeza para darle una inicial buena impresión. Se llamaba Saoirse, un nombre complicadísimo de pronunciar para mi, que aún tenía problemas al dirigirme a gente llamada Sarah o John, lo típico.
Me levanté de inmediato para presentarme como era debido, vigilando no toparme con ninguna esfera y alzando la mano para estrechársela en lo que parecía un gesto casi militar. Pero estaba acostumbrado a eso y además jamás había sido especialmente conocido por mi efusividad. - Sevar. - le dije escuetamente, con mi cerradísimo acento eslavo impregnando mi apellido. - No eres inglesa, ¿me equivoco? - le dije con cierta curiosidad dibujada en mis ojos verdes y saltones. Me asaltaba la curiosidad, no podía evitarlo.
Era estúpido y absurdo pero ver el agua volar cerca mío me relajaba mucho, hasta puntos en que notaba como los párpados empezaban a pesar más de la cuenta. Solté un bostezo involuntario y disolví mis hechizos de crío en el aire sirviéndome de un Finite Incantem antes de escuchar una voz lejana que parecía dirigirse a mi.
Había visto hasta qué punto llegaba mi aburrimiento y eso me daba un poco de vergüenza, sobre todo porque no quería que una chica pensara que lo único que se me ocurría hacer a esas horas de la noche era jugar con mi magia como si tuviera doce años. Una vez giré la cabeza para encontrarme con su mirada me di cuenta que la reconocía de alguna clase, cosa en lo absoluto extraña porque en Arianrhod habían pocas carreras y como mi facultad no gozaba de gran popularidad entre la población brigante todos nos conocíamos por lo menos de vista.
Era guapísima, no sabía su nombre y mucho menos como empezar una conversación con ella sin que pensara que era un patán o un tipo en exceso retraído como todo el mundo elucubraba nada más conocerme. En ese momento me di cuenta de que en Brigantia las cosas no eran como en Durmstrang, donde todo el mundo era generalmente centrado y la socialización usualmente se dejaba en un segundo plano. Salvo contadas excepciones, todo el mundo se parecía a mi y por eso lo había tenido relativamente fácil durante los últimos años de escolarización.
Pero ya no estaba en Bulgaria y de inmediato supe que tendría que esforzarme si quería hacer más ameno mi tiempo en la universidad, sobre todo después de ver como la gente empezaba a formar su grupo de conocidos y las fiestas y salidas menudeaban incluso más que la comida. Observé como sacaba la varita y aunque me puse un poco nervioso ella la utilizó para enseñarme otro truco mágico parecido al mío pero mucho más espectacular.
Escruté las burbujas de líquido flotar en el aire y giré el rostro hacia ella, calibrando muy bien mis palabras dentro de mi cabeza para darle una inicial buena impresión. Se llamaba Saoirse, un nombre complicadísimo de pronunciar para mi, que aún tenía problemas al dirigirme a gente llamada Sarah o John, lo típico.
Me levanté de inmediato para presentarme como era debido, vigilando no toparme con ninguna esfera y alzando la mano para estrechársela en lo que parecía un gesto casi militar. Pero estaba acostumbrado a eso y además jamás había sido especialmente conocido por mi efusividad. - Sevar. - le dije escuetamente, con mi cerradísimo acento eslavo impregnando mi apellido. - No eres inglesa, ¿me equivoco? - le dije con cierta curiosidad dibujada en mis ojos verdes y saltones. Me asaltaba la curiosidad, no podía evitarlo.
Grigor Sevar- Mensajes : 37
Fecha de inscripción : 08/09/2012
Re: Agua y esas cosas
Aún sentada en el sillón y con las esferas de agua flotando frente a ella, Sao alzó la vista para seguir con la mirada los movimientos de su compañero de clase. Se le escapó una risita al ver la seriedad del gesto del chico, que la miraba de pies y con la mano extendida. Con una sacudida rápida de la varita las esferas flotantes se desvanecieron, y la chica pudo levantarse del sillón sin miedo a terminar mojada.
Guardó la varita y pasó las manos por el vestido que llevaba, alisando las pocas arrugas que podían haberse formado en el minuto que había estado sentada, antes de extenderle la mano. Estaba claro que eso de saludar a una compañera de clase como si acabasen de presentarle a su jefe era una especie de broma privada del chico, o eso pensaba Saorise, así que sin dudarlo más le estrecho la mano con todas sus fuerzas.
Fue una sorpresa descubrir que el chico tenía acento, y mucho. De haber sabido que había un extranjero en clase, no hubiese dudado en acercarse antes a preguntar por las costumbres y la vida en su país. Ese pequeño descubrimiento le hizo desechar las primeras ideas que se había hecho del chico, al contrario de lo que se solía decir, la primera impresión rara vez contaba para Saorise.
-Te equivocas, Sevar -sonrió para evitar que la frase sonase demasiado brusca-, completamente inglesa y de Cornualles.
El orgullo con el que nombraba su condado de origen podía parecer curioso en alguien que había deseado desde que tenía memoria abandonar su país, pero para Saorise había una diferencia terrible entre las playas casi calidas de su pueblo natal y los lagos helados del resto de Reino Unido. Como si Cornualles perteneciese a Inglaterra y desease estar en otro lugar al mismo tiempo; exactamente como ella se describiría a si misma.
-¿Así que este es tu primer año en Inglaterra? Por que estoy segura de que ese acento si que no es ingles- Saorise volvió a sentarse mientras hablaba, esta vez con las piernas cruzadas sobre el sillón: después de dos años en Brigantia podía comportarse ahí como si estuviera en casa. Claro que, para ser justos, ella había actuado así desde su primer día en la universidad-, y creo que es el primer año que te veo por la facultad.
Guardó la varita y pasó las manos por el vestido que llevaba, alisando las pocas arrugas que podían haberse formado en el minuto que había estado sentada, antes de extenderle la mano. Estaba claro que eso de saludar a una compañera de clase como si acabasen de presentarle a su jefe era una especie de broma privada del chico, o eso pensaba Saorise, así que sin dudarlo más le estrecho la mano con todas sus fuerzas.
Fue una sorpresa descubrir que el chico tenía acento, y mucho. De haber sabido que había un extranjero en clase, no hubiese dudado en acercarse antes a preguntar por las costumbres y la vida en su país. Ese pequeño descubrimiento le hizo desechar las primeras ideas que se había hecho del chico, al contrario de lo que se solía decir, la primera impresión rara vez contaba para Saorise.
-Te equivocas, Sevar -sonrió para evitar que la frase sonase demasiado brusca-, completamente inglesa y de Cornualles.
El orgullo con el que nombraba su condado de origen podía parecer curioso en alguien que había deseado desde que tenía memoria abandonar su país, pero para Saorise había una diferencia terrible entre las playas casi calidas de su pueblo natal y los lagos helados del resto de Reino Unido. Como si Cornualles perteneciese a Inglaterra y desease estar en otro lugar al mismo tiempo; exactamente como ella se describiría a si misma.
-¿Así que este es tu primer año en Inglaterra? Por que estoy segura de que ese acento si que no es ingles- Saorise volvió a sentarse mientras hablaba, esta vez con las piernas cruzadas sobre el sillón: después de dos años en Brigantia podía comportarse ahí como si estuviera en casa. Claro que, para ser justos, ella había actuado así desde su primer día en la universidad-, y creo que es el primer año que te veo por la facultad.
Saorise J. Earthart- Mensajes : 17
Fecha de inscripción : 10/09/2012
Re: Agua y esas cosas
((Me perdonas la tardanza, ah, sí, me he tomado unas cuantas licencias para agilizarlo todo))
Me gustó que la chica fuera, o aparentara ser, que nunca se sabía, tan educada y correspondiera a mi presentación de la misma forma y hasta arreglándose un poco el vestido que llevaba.
Eso hasta me hizo esbozar un remedo de sonrisa que se correspondía a mi exagerada capacidad para elucubrar cosas que no eran y que tenía que dominar de un modo u otro. Enarqué una ceja, sin embargo, cuando ella me dijo que había errado en mi predicción sobre su nacionalidad. Era extraño porque Saorise era un nombre que no había oído en mi vida, ni mucho menos en un contexto tan inglés como en el que me encontraba. Cabía la posibilidad que su familia fuera muy mágica y le hubieran puesto uno de esos nombres pomposos tremendamente difíciles de pronunciar.
Tampoco no tenía ni idea donde estaba Cornualles, aunque me sonaba, pero tampoco quise pensar que me estaba tomando el pelo o algo parecido. Después de todo era simpática. Asentí con la cabeza en uno de mis gestos bruscos y secos, como si le estuviera pidiendo perdón de forma tácita, y me quedé mirando sus ojos azules un poco hasta el momento en que se dirigió a mi para preguntarme de dónde era. - Eres más internacional que yo. ¿Lo he dicho bien? - asentí de nuevo, le sonreí y aguardé a que tomara asiento de nuevo para hacer lo propio.
Estar hablando de pie con tanto sitio para apoltronarse era absurdo, por lo menos para mi, que me sentía más juez que nunca en un ambiente tan diverso así como plural. - Sí. - mi acento se fortificó aún más en ese monosílabo así que intenté repararlo añadiendo más contenido a mis escuetos mensajes. - Acabo de empezar Magia del Mundo. Soy búlgaro, de Sofía, la capital. - quise aclarar, intuyendo que pronto pensaría que había estudiado en Durmstrang como había hecho.
Enseguida se hizo un silencio algo patente entre nosotros, seguramente porque quizás ella pensaba que me habría vuelto más hablador de repente. Quise romper un poco el hielo más preguntándole algo que era demasiado evidente pero que me pareció útil de momento. - ¿Y tú también haces la misma carrera o eres... o-oyente? - enseguida mi cabeza empezó a hilvanar un plan para salir de ese sopor otoñal, invitarla a una copa o algo así utilizando mi magia aprovechándome de que era domingo y aún me quedaban unas horas de margen para no salirme de mi límite. Esa proposición se la haría después, no quería que me rechazara por aburrido o porque le caía mal.
Me gustó que la chica fuera, o aparentara ser, que nunca se sabía, tan educada y correspondiera a mi presentación de la misma forma y hasta arreglándose un poco el vestido que llevaba.
Eso hasta me hizo esbozar un remedo de sonrisa que se correspondía a mi exagerada capacidad para elucubrar cosas que no eran y que tenía que dominar de un modo u otro. Enarqué una ceja, sin embargo, cuando ella me dijo que había errado en mi predicción sobre su nacionalidad. Era extraño porque Saorise era un nombre que no había oído en mi vida, ni mucho menos en un contexto tan inglés como en el que me encontraba. Cabía la posibilidad que su familia fuera muy mágica y le hubieran puesto uno de esos nombres pomposos tremendamente difíciles de pronunciar.
Tampoco no tenía ni idea donde estaba Cornualles, aunque me sonaba, pero tampoco quise pensar que me estaba tomando el pelo o algo parecido. Después de todo era simpática. Asentí con la cabeza en uno de mis gestos bruscos y secos, como si le estuviera pidiendo perdón de forma tácita, y me quedé mirando sus ojos azules un poco hasta el momento en que se dirigió a mi para preguntarme de dónde era. - Eres más internacional que yo. ¿Lo he dicho bien? - asentí de nuevo, le sonreí y aguardé a que tomara asiento de nuevo para hacer lo propio.
Estar hablando de pie con tanto sitio para apoltronarse era absurdo, por lo menos para mi, que me sentía más juez que nunca en un ambiente tan diverso así como plural. - Sí. - mi acento se fortificó aún más en ese monosílabo así que intenté repararlo añadiendo más contenido a mis escuetos mensajes. - Acabo de empezar Magia del Mundo. Soy búlgaro, de Sofía, la capital. - quise aclarar, intuyendo que pronto pensaría que había estudiado en Durmstrang como había hecho.
Enseguida se hizo un silencio algo patente entre nosotros, seguramente porque quizás ella pensaba que me habría vuelto más hablador de repente. Quise romper un poco el hielo más preguntándole algo que era demasiado evidente pero que me pareció útil de momento. - ¿Y tú también haces la misma carrera o eres... o-oyente? - enseguida mi cabeza empezó a hilvanar un plan para salir de ese sopor otoñal, invitarla a una copa o algo así utilizando mi magia aprovechándome de que era domingo y aún me quedaban unas horas de margen para no salirme de mi límite. Esa proposición se la haría después, no quería que me rechazara por aburrido o porque le caía mal.
Grigor Sevar- Mensajes : 37
Fecha de inscripción : 08/09/2012
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