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Ni el agua helada.
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Ni el agua helada.
Beatrice salió del salón con una sonrisa impresa en los labios. Le había dado su merecido a Vercelli por entrometida. Caramba, entendía que aquello seguro se había visto bastante mal y todo lo demás, pero no tenía derecho a jalarle el cabello, tan simple como eso. Igual, al final solo se le había salido una teta y Bea no creyó que la cámara de Bird captara la imagen… a menos que lo hubiera hecho, lo cual sería jodidamente gracioso.
Se dejó guiar como vulgar ganado, totalmente integrada al grupo de empapados y calenturientos infelices que el sanador de la universidad llevaba a la enfermería, donde se suponía que les daría una poción para cortar con los efectos de fuera lo que fuera que tomaron. Beatrice solo se encontraba agradecida de que aquella sensación de que su corazón iba a reventar ya había desaparecido. Además, la chaqueta de Dom abrigaba bastante y resultaba muy cómoda. Tuvo que pasar un buen rato secándola con la varita, claro, y cuando llegaron a la enfermería todavía podía sentir algo húmedo y frío alrededor de las muñecas.
La gente hizo tanto alboroto como resultaba posible, con una que otra parejita cayendo de nuevo bajo los efectos de aquello que los había puesto tan mal. Como pudo, se logró sentar en una banca, pero al poco tiempo sintió unos codazos y se dio cuenta de que una pareja estaba a punto de hacer sus cosas ahí mismo frente a todos. Se levantó, luchando con un oscuro deseo de unírseles. Se apretujó entre la gran masa de personas que la enfermería no estaba acostumbrada a albergar y terminó por buscar refugio en uno de los cubículos.
- ¡Ah! Eres tu.-Dijo con alivio, al ver quien estaba en la cama.- ¿Qué tal, ya te dieron antídoto o solo te retuvieron acá? Déjame quitarte esas cuerdas, que tampoco eres un jodido animal.
Se acercó a la cama de Adair y lo desató sin demasiada dificultad. En uno de sus viajes un marinero alcohólico le había enseñado de nudos. El chico parecía algo atontado, así que se imaginó que ya no estaría en tan mal estado… aunque tal vez estaría peor.
- ¿Te importa si me echo aquí contigo? –Preguntó por mero protocolo, porque igual se metió en la reducida cama junto con el chico. Después de aquella extraña experiencia Bea se sentía en la confianza. Tuvo que apretujarse bastante para entrar en el limitado espacio, claro. Descansó la cabeza sobre el pecho de Adair (y aun pudo notar que su camisa seguía desabotonada a medias por lo que había hecho antes) y lo abrazó, envolviéndolo con brazos y piernas. Aquello sin duda no era una buena idea, pero se sentía demasiado cansada y agitada, solo quería descansar un rato, además…
- Hueles rico. –Dijo, así de la nada.- No… no me había dado cuenta antes…
Restregó la cabeza en el pecho del muchacho, sintiéndolo caliente debajo de la delgada y aun húmeda tela de la camisa. Bea sentía como todos sus sentidos estuvieran más afinados de lo usual, porque realmente podía sentir el aroma natural de Adair escapar por entre su camisa abierta. No era sudor, era algo diferente. Si la hubieran obligado a describirlo de algún modo, lo habría llamado un “olor cálido”. Casi sin darse cuenta desabrochó otro de los botones, buscando más de aquel olor y sentir directamente aquella piel caliente. Ahora tenía frío, mucho frío, y Adair se sentía como un horno.
- Tengo mucho frío…
Se dejó guiar como vulgar ganado, totalmente integrada al grupo de empapados y calenturientos infelices que el sanador de la universidad llevaba a la enfermería, donde se suponía que les daría una poción para cortar con los efectos de fuera lo que fuera que tomaron. Beatrice solo se encontraba agradecida de que aquella sensación de que su corazón iba a reventar ya había desaparecido. Además, la chaqueta de Dom abrigaba bastante y resultaba muy cómoda. Tuvo que pasar un buen rato secándola con la varita, claro, y cuando llegaron a la enfermería todavía podía sentir algo húmedo y frío alrededor de las muñecas.
La gente hizo tanto alboroto como resultaba posible, con una que otra parejita cayendo de nuevo bajo los efectos de aquello que los había puesto tan mal. Como pudo, se logró sentar en una banca, pero al poco tiempo sintió unos codazos y se dio cuenta de que una pareja estaba a punto de hacer sus cosas ahí mismo frente a todos. Se levantó, luchando con un oscuro deseo de unírseles. Se apretujó entre la gran masa de personas que la enfermería no estaba acostumbrada a albergar y terminó por buscar refugio en uno de los cubículos.
- ¡Ah! Eres tu.-Dijo con alivio, al ver quien estaba en la cama.- ¿Qué tal, ya te dieron antídoto o solo te retuvieron acá? Déjame quitarte esas cuerdas, que tampoco eres un jodido animal.
Se acercó a la cama de Adair y lo desató sin demasiada dificultad. En uno de sus viajes un marinero alcohólico le había enseñado de nudos. El chico parecía algo atontado, así que se imaginó que ya no estaría en tan mal estado… aunque tal vez estaría peor.
- ¿Te importa si me echo aquí contigo? –Preguntó por mero protocolo, porque igual se metió en la reducida cama junto con el chico. Después de aquella extraña experiencia Bea se sentía en la confianza. Tuvo que apretujarse bastante para entrar en el limitado espacio, claro. Descansó la cabeza sobre el pecho de Adair (y aun pudo notar que su camisa seguía desabotonada a medias por lo que había hecho antes) y lo abrazó, envolviéndolo con brazos y piernas. Aquello sin duda no era una buena idea, pero se sentía demasiado cansada y agitada, solo quería descansar un rato, además…
- Hueles rico. –Dijo, así de la nada.- No… no me había dado cuenta antes…
Restregó la cabeza en el pecho del muchacho, sintiéndolo caliente debajo de la delgada y aun húmeda tela de la camisa. Bea sentía como todos sus sentidos estuvieran más afinados de lo usual, porque realmente podía sentir el aroma natural de Adair escapar por entre su camisa abierta. No era sudor, era algo diferente. Si la hubieran obligado a describirlo de algún modo, lo habría llamado un “olor cálido”. Casi sin darse cuenta desabrochó otro de los botones, buscando más de aquel olor y sentir directamente aquella piel caliente. Ahora tenía frío, mucho frío, y Adair se sentía como un horno.
- Tengo mucho frío…
Beatrice Witchcombe- Mensajes : 56
Fecha de inscripción : 25/09/2012
Re: Ni el agua helada.
Maldita puta borrachera de los cojones. Fue abrir un ojo, despegar el párpado, empezó a mascullar una retahíla de incoherencias verbales incluyendo impropios que hubieran escandalizado hasta el barrio rojo pero que su santa madre perdonara pero el maldito dolor de cabeza era insufrible, tal como si un grupo de golpeadores batearan su cabeza con los mejores materiales de la tienda de Quidditch. Tomó una gran bocanada de aire e intentó sin resultado levantar la mano para hacer algo contra la resaca pero resultó que estaba maniatado a… abrió los ojos aunque esa pequeña proeza conllevó un esguince mental donde la luz entró a través de sus ojos con la fuerza de mil alfileres y un puto dolor infernal. Sacudió la cabeza, inclinó el cuello hacia delante y logró enfocar con algo de esfuerzo los ojos en sus manos, maniatadas contra una maldita camilla de hospital. Rebufó y dejó caer su cabeza contra la almohada de enfermería para justo cuando Bea, tiraba de la cortina para usar un tono más alto de lo permitido para su desgraciada cabeza.
- Si, soy yo, soy yo– gruñó contra sus dientes– Baja el volumen de tu voz – miró a la rubia acercarse a él y entre nebulosas tuvo un infame recuerdo de sus labios sobre los de Bea - ¿Antídoto de qué? – no tenía la más remota idea de cómo terminó en la enfermería ya que sus recuerdos anteriores estaban presos de un delirio personal como si solo hubiera sido un sueño demasiado subido de tono e irreal. Agradeció con la mirada la ayuda de Beatrice y rápido llevó una mano libre hasta su rostro para apresar entre dos dedos su tabique nasal. Una nueva bocanada de aire para relajar el puto estallido de cabeza, abrió otra vez los ojos, mirando de reojo a Bea y negando ante su propuesta, ahora mismo como si pasaba una estampida de erumperts sobre él. Más sereno, notando como la chica tomaba lugar justo a su costado izquierdo, Adair ladeó la cabeza para buscar con los ojos miel a alguien conocido. ¿Una hermana? ¿Un amigo? Bea, estaba bien pero no la conocía. Había estado con Ebba, Marianne, Gianna… hasta ahí recordaba, luego mucho calor y… enarcó una ceja, ¿dónde coño estaba Sofie? La buscó con la mirada por todo el cubículo y nada, tal vez luego llegara para explicarle el motivo de estar en aquel lugar (y minutos antes maniatado).
- ¿Sabes dónde esta Sof….? – la pregunta murió en sus labios cuando notó la cabeza de Bea sobre su torso, frunció el entrecejo un poco y luego llevo las dos manos contra su cabello para frotar repetidas veces mientras Bea paseaba sus manos por su cuerpo, haciendo o deshaciendo a su antojo, y no la detuvo, no, primero porque aún sentía necesidad de calmar las brasas del fuego que tuvo en el comedor y segundo porque estaba confundido, no sabía qué coño había pasado con exactitud, si la cosa estaba soñada o había sido realidad y dónde estaba Sofie. ¿No se suponía con él? ¿Gianna? Si estaba a su lado, ¿dónde terminó? ¿no que estaban el uno para el otro como hermanos? Necesitaba la explicación. Quizás Autumn o Clarisse, quien fuera o la misma Bea pero alguien que pusiera los puntos sobre las ies de manera clara para la perturbada mete del muchacho en ese momento - ¿Frío? – volvió en si, perdiendo la parte de que olía rico y bajó los brazos para abrazarla, solo por darle calor, un gesto instintivo - ¿Qué pasó? Tengo un lío mental de mil cojones.
- Si, soy yo, soy yo– gruñó contra sus dientes– Baja el volumen de tu voz – miró a la rubia acercarse a él y entre nebulosas tuvo un infame recuerdo de sus labios sobre los de Bea - ¿Antídoto de qué? – no tenía la más remota idea de cómo terminó en la enfermería ya que sus recuerdos anteriores estaban presos de un delirio personal como si solo hubiera sido un sueño demasiado subido de tono e irreal. Agradeció con la mirada la ayuda de Beatrice y rápido llevó una mano libre hasta su rostro para apresar entre dos dedos su tabique nasal. Una nueva bocanada de aire para relajar el puto estallido de cabeza, abrió otra vez los ojos, mirando de reojo a Bea y negando ante su propuesta, ahora mismo como si pasaba una estampida de erumperts sobre él. Más sereno, notando como la chica tomaba lugar justo a su costado izquierdo, Adair ladeó la cabeza para buscar con los ojos miel a alguien conocido. ¿Una hermana? ¿Un amigo? Bea, estaba bien pero no la conocía. Había estado con Ebba, Marianne, Gianna… hasta ahí recordaba, luego mucho calor y… enarcó una ceja, ¿dónde coño estaba Sofie? La buscó con la mirada por todo el cubículo y nada, tal vez luego llegara para explicarle el motivo de estar en aquel lugar (y minutos antes maniatado).
- ¿Sabes dónde esta Sof….? – la pregunta murió en sus labios cuando notó la cabeza de Bea sobre su torso, frunció el entrecejo un poco y luego llevo las dos manos contra su cabello para frotar repetidas veces mientras Bea paseaba sus manos por su cuerpo, haciendo o deshaciendo a su antojo, y no la detuvo, no, primero porque aún sentía necesidad de calmar las brasas del fuego que tuvo en el comedor y segundo porque estaba confundido, no sabía qué coño había pasado con exactitud, si la cosa estaba soñada o había sido realidad y dónde estaba Sofie. ¿No se suponía con él? ¿Gianna? Si estaba a su lado, ¿dónde terminó? ¿no que estaban el uno para el otro como hermanos? Necesitaba la explicación. Quizás Autumn o Clarisse, quien fuera o la misma Bea pero alguien que pusiera los puntos sobre las ies de manera clara para la perturbada mete del muchacho en ese momento - ¿Frío? – volvió en si, perdiendo la parte de que olía rico y bajó los brazos para abrazarla, solo por darle calor, un gesto instintivo - ¿Qué pasó? Tengo un lío mental de mil cojones.
Adair Brackminster- Mensajes : 402
Fecha de inscripción : 08/09/2012
Re: Ni el agua helada.
Beatrice casi suelta un leve ronroneo al sentir los brazos de Adair cubriéndola. Por contradictorio que se viera, puesto que acababa de decir que tenía frío, se removió la chaqueta del profesor Harris y la dejó caer junto a la cama. Se apretujó aun más junto a Adair, experimentando un inmenso alivio al notar su tacto cálido sobre los hombros desnudos. No sabía por qué estaba ahí, recostada contra el chico a quien una de las mejores personas a las que había conocido en Brigantia le había entregado su corazón. No le importaba mucho, la verdad, las ansias de la carne eran más grandes que la culpa.
- Nadie está muy seguro.-Comenzó a relatar, desviando su atención momentáneamente de esa cosa terrible que tanto quería hacer y que esperaba fuese solo por el efecto de lo que fuera que les hubieran puesto en las bebidas.- Alguien adulteró las bebidas. La gente se empezó a poner como loca; ahí afuera escuché que hubo un intento de violación o algo así.
Hizo una pausa momentánea, como para decidir si sería inteligente proseguir. En aquel momento dos ideas parecía luchar por la mayor atención en su consciencia. Por un lado, podría expresar todo el arrepentimiento del mundo por lo que había pasado en el salón y aclarar que solo había sido por efecto de aquella droga extraña y nada más. Por el otro lado, podría tan siquiera sugerir que lo había disfrutado más allá de las drogas que no se molestaría si el chico le proponía repetir la experiencia.
- Nosotros también bebimos de esos tragos, nos besamos… -Dudó un poco, antes de corregirse.- Bueno, YO te bese a TI. Luego me correspondiste el beso y comenzaste a agarrarme el culo.
Soltó una leve risita que la dejó más en evidencia que cualquier palabra. Maldición, no estaba segura de si cada vez sentía más frío o si se trataba de que el calor de Adair se le hacía insuficiente de aquella manera, si no necesitaba más bien sentirlo de forma más directa.
- Entonces yo comencé a abrirte la camisa…-Tomó uno de los bordes de la camisa de Adair, como para señalar su punto. Sin poder evitarlo y con el gesto más casual del mundo, metió la mano debajo de la camisa y la posó sobre la piel caliente. Se sentía jodidamente bien.- Luego se nos unió Ebba. Y sí, estuviste malabareando con mujeres por un rato, picarón. Incluso atrajiste al grupo a una tercera, pero ni creo recordar cómo se llamaba.
Suspiró; se comenzaba a sentir cansada, había sido una noche bastante intensa y lo peor es que aun era bastante temprano. Se dio cuenta entonces de que había dejado la historia a medias, por lo que prosiguió.
- Ah sí, que eso seguro lo recuerdas perfectamente. Bueno, al menos deberías recordarlo, por decencia humana. Como sea, luego el decano Immendorff nos baño a todos con agua helada, una auror te ató no recuerdo haber visto más de ti. La cosa se puso bastante loca y solo podía pensar en dos cosas: en el que la perra de Gianna Vercelli me jalara por el cabello para separarme de ti o en lo bien que besa Ebba.
Se acomodó un poco mejor, apoyando una rodilla en la cama y dejando caer el peso de su esbelto cuerpecito sobre el torso de Adair. Sin darse cuenta se había montado sobre él, y aunque su sentido común le decía que no estaba haciendo algo ni inteligente ni bueno sus instintos le indicaban lo contrario, que se siguiera dejando llevar sin usar el cerebro, solo enfocándose en las sensaciones.
Adair se sentía TAN cálido. Bea sentía que se estaba helando hasta los huesos y que si no hacía algo pronto le iba a dar alguna cosa, no estaba segura de qué, pero si sabia que algo nada bonito terminaría pasando.
- Aunque bueno, supongo que lo más loco que paso antes de que nos mandaran a todos aquí fue que le cortara el vestido a Gianna con un diffindo y dejara al descubierto uno de sus limoncitos. –Sonrió con la misma expresión de una niña que cuenta alguna pequeña travesura y espera ganar admiración o afecto solo por relatarla.- La mujer es una histérica, no puedo imaginar que pasará cuando se entere de que fui yo… Puedo confiar en que tu no le digas nada, ¿no?
Se había terminado de acomodar sobre el cuerpo de Adair mientras pronunciaba aquello último. Ahora su cuerpo descansaba con comodidad sobre el de él, y podía sentir perfectamente el calor que de él emanaba, como si se hubiera acostado cerca de un calentador. Su barbilla reposaba ahora justo en el centro del pecho de Adair, en ese espacio donde la camisa ya no le cubría. De nuevo, pudo captar el agradable y masculino aroma de su piel.
- Sería una pena, ¿sabes? –Frío, cuanto maldito frío. Se preguntó si el aliento de Adair sería tan cálido como su piel, si liberaría ese calor interno a través de la boca.- Que Gianna se enterara de mi pequeña venganza personal, digo. A veces hay cosas que es mejor… no… contar…
Ni siquiera fue consciente de que lo hacía, fue como si su cuerpo se moviera por cuenta propia. Para cuando se dio cuenta, sus labios entreabiertos se fundían con los de Adair, buscando ese calor que manaba de él.
- Nadie está muy seguro.-Comenzó a relatar, desviando su atención momentáneamente de esa cosa terrible que tanto quería hacer y que esperaba fuese solo por el efecto de lo que fuera que les hubieran puesto en las bebidas.- Alguien adulteró las bebidas. La gente se empezó a poner como loca; ahí afuera escuché que hubo un intento de violación o algo así.
Hizo una pausa momentánea, como para decidir si sería inteligente proseguir. En aquel momento dos ideas parecía luchar por la mayor atención en su consciencia. Por un lado, podría expresar todo el arrepentimiento del mundo por lo que había pasado en el salón y aclarar que solo había sido por efecto de aquella droga extraña y nada más. Por el otro lado, podría tan siquiera sugerir que lo había disfrutado más allá de las drogas que no se molestaría si el chico le proponía repetir la experiencia.
- Nosotros también bebimos de esos tragos, nos besamos… -Dudó un poco, antes de corregirse.- Bueno, YO te bese a TI. Luego me correspondiste el beso y comenzaste a agarrarme el culo.
Soltó una leve risita que la dejó más en evidencia que cualquier palabra. Maldición, no estaba segura de si cada vez sentía más frío o si se trataba de que el calor de Adair se le hacía insuficiente de aquella manera, si no necesitaba más bien sentirlo de forma más directa.
- Entonces yo comencé a abrirte la camisa…-Tomó uno de los bordes de la camisa de Adair, como para señalar su punto. Sin poder evitarlo y con el gesto más casual del mundo, metió la mano debajo de la camisa y la posó sobre la piel caliente. Se sentía jodidamente bien.- Luego se nos unió Ebba. Y sí, estuviste malabareando con mujeres por un rato, picarón. Incluso atrajiste al grupo a una tercera, pero ni creo recordar cómo se llamaba.
Suspiró; se comenzaba a sentir cansada, había sido una noche bastante intensa y lo peor es que aun era bastante temprano. Se dio cuenta entonces de que había dejado la historia a medias, por lo que prosiguió.
- Ah sí, que eso seguro lo recuerdas perfectamente. Bueno, al menos deberías recordarlo, por decencia humana. Como sea, luego el decano Immendorff nos baño a todos con agua helada, una auror te ató no recuerdo haber visto más de ti. La cosa se puso bastante loca y solo podía pensar en dos cosas: en el que la perra de Gianna Vercelli me jalara por el cabello para separarme de ti o en lo bien que besa Ebba.
Se acomodó un poco mejor, apoyando una rodilla en la cama y dejando caer el peso de su esbelto cuerpecito sobre el torso de Adair. Sin darse cuenta se había montado sobre él, y aunque su sentido común le decía que no estaba haciendo algo ni inteligente ni bueno sus instintos le indicaban lo contrario, que se siguiera dejando llevar sin usar el cerebro, solo enfocándose en las sensaciones.
Adair se sentía TAN cálido. Bea sentía que se estaba helando hasta los huesos y que si no hacía algo pronto le iba a dar alguna cosa, no estaba segura de qué, pero si sabia que algo nada bonito terminaría pasando.
- Aunque bueno, supongo que lo más loco que paso antes de que nos mandaran a todos aquí fue que le cortara el vestido a Gianna con un diffindo y dejara al descubierto uno de sus limoncitos. –Sonrió con la misma expresión de una niña que cuenta alguna pequeña travesura y espera ganar admiración o afecto solo por relatarla.- La mujer es una histérica, no puedo imaginar que pasará cuando se entere de que fui yo… Puedo confiar en que tu no le digas nada, ¿no?
Se había terminado de acomodar sobre el cuerpo de Adair mientras pronunciaba aquello último. Ahora su cuerpo descansaba con comodidad sobre el de él, y podía sentir perfectamente el calor que de él emanaba, como si se hubiera acostado cerca de un calentador. Su barbilla reposaba ahora justo en el centro del pecho de Adair, en ese espacio donde la camisa ya no le cubría. De nuevo, pudo captar el agradable y masculino aroma de su piel.
- Sería una pena, ¿sabes? –Frío, cuanto maldito frío. Se preguntó si el aliento de Adair sería tan cálido como su piel, si liberaría ese calor interno a través de la boca.- Que Gianna se enterara de mi pequeña venganza personal, digo. A veces hay cosas que es mejor… no… contar…
Ni siquiera fue consciente de que lo hacía, fue como si su cuerpo se moviera por cuenta propia. Para cuando se dio cuenta, sus labios entreabiertos se fundían con los de Adair, buscando ese calor que manaba de él.
Beatrice Witchcombe- Mensajes : 56
Fecha de inscripción : 25/09/2012
Re: Ni el agua helada.
Pasaba la mano repetidamente por su cara, disipando el sopor inducido por la resaca. Escuchó atentamente a Bea explicar la historia de la noche sobre el adulterio de las copas, y él había tomado bastantes, sobretodo de la bicolor que Sofie recomendó para pasar por alto su indiscriminado abandono. El muchacho volvió a abrir los ojos y revisó el cubículo, intentando ver a través de las cortinas a ver si encontraba a la rubia más allá, seguía sin entender por que no estaba allí… hasta que Bea recordó su escarceo con su persona y Ebba. Levantó una ceja ante el relato exhaustivo de la rubia Witchcombe sobre quien fue el que lanzó la primera piedra y quien recogió el pedrusco, Adair solo negó con la cabeza, preocupado. ¿Y si todo aquello fue presenciado por Sofie? Tendría motivos para dejarlo tirado en la enfemería… por una vez que estaba resultando decente con una relación, iba un capullo y le jodía con una bebida, se cagaba en sus santos muertos.
-¿Tercera? – eso preocupó más. En el grupito donde estaba recordaba a Gianna y Marianne… ¿no habría sido la rubia? Tomó aire, tiró la cabeza hacia atrás y aunque hubiera deseado en un pasado realizar aquella locura como un demente poseído por hormonas, ahora había dado un paso hacia delante, incluso estaba algo reformado o eso creyó porque desde luego esa noche había tirado por los suelos su brillante avance social - ¿Auror? – ahora hablaba de aurores y solo recordaba a su hermana. Cubrió su rostro con su grande mano para suspirar contra ella, no haciendo ningún movimiento por cortar los acalorados roces de Beatrice pues para él estaban bien, incluso eran necesarios.
Notó el peso de la chica sobre él, cerca de su entrepierna y Adair quitó la mano para mirarla a los ojos. Frunció algo el ceño pero acomodó sus manos sobre su cintura para que no cayera de la cama con el vaivén y quedó mirando su corto pelo, algo ondulado y entendió en parte el motivo por el cual había aceptado su beso en el comedor aunque sacudió la idea de la mente en cuanto la imagen de Sofie volvió a su enferma cabeza - ¿Uno de sus limoncitos? – entendió que aquello solo significaba una teta y Adair, dio gracias a los magos por no estar presente en aquel momento – Tranquila, tu secreto esta a salvo…
La miró a los ojos y volvió a sentir la presión de su entrepierna, el odioso calor (aunque más reducido) y la imperiosa necesidad de cubrir sus labios con los suyos como si aún estuviera embargado por los sentimientos erróneos de la fiesta. Esperó a Beatrice con los labios entreabiertos, dejó que lo besara e incluso llevó una mano a su nuca para apretarla hacia él, enredando sus dedos abiertos entre sus hebras doradas y usando la otra mano para desviarla desde su cintura hasta su muslo para afianzarla. No supo como pero ladeó su cuerpo para dejarla encima de la estrecha camilla, respiró profundo y miró hacia las cortinas de la sala - ¿Y Sofie? – diablos, quería tocar a Bea hasta la saciedad, su cuerpo iba por libre pero su mente era otra cosa - ¿Nos vio? – añadió pero sus manos se movían solas, una apoyada en el hombro de la chica y la otra en su rodilla para ir subiendo lentamente a través de su pierna pasando por su muslo y adentrarse por debajo la falda, alcanzando su trasero para atraerla hacia él, empezando a besarla de nuevo, ansioso y profundo pero tras unos segundos de lasciva labial, apartó la boca, maldiciendo. Necesitaba saber que había pasado con Sofie, era peor la culpabilidad que la calentura.
((Perdón las incoherencias, estoy a punto de caer sobre el teclado D:))
-¿Tercera? – eso preocupó más. En el grupito donde estaba recordaba a Gianna y Marianne… ¿no habría sido la rubia? Tomó aire, tiró la cabeza hacia atrás y aunque hubiera deseado en un pasado realizar aquella locura como un demente poseído por hormonas, ahora había dado un paso hacia delante, incluso estaba algo reformado o eso creyó porque desde luego esa noche había tirado por los suelos su brillante avance social - ¿Auror? – ahora hablaba de aurores y solo recordaba a su hermana. Cubrió su rostro con su grande mano para suspirar contra ella, no haciendo ningún movimiento por cortar los acalorados roces de Beatrice pues para él estaban bien, incluso eran necesarios.
Notó el peso de la chica sobre él, cerca de su entrepierna y Adair quitó la mano para mirarla a los ojos. Frunció algo el ceño pero acomodó sus manos sobre su cintura para que no cayera de la cama con el vaivén y quedó mirando su corto pelo, algo ondulado y entendió en parte el motivo por el cual había aceptado su beso en el comedor aunque sacudió la idea de la mente en cuanto la imagen de Sofie volvió a su enferma cabeza - ¿Uno de sus limoncitos? – entendió que aquello solo significaba una teta y Adair, dio gracias a los magos por no estar presente en aquel momento – Tranquila, tu secreto esta a salvo…
La miró a los ojos y volvió a sentir la presión de su entrepierna, el odioso calor (aunque más reducido) y la imperiosa necesidad de cubrir sus labios con los suyos como si aún estuviera embargado por los sentimientos erróneos de la fiesta. Esperó a Beatrice con los labios entreabiertos, dejó que lo besara e incluso llevó una mano a su nuca para apretarla hacia él, enredando sus dedos abiertos entre sus hebras doradas y usando la otra mano para desviarla desde su cintura hasta su muslo para afianzarla. No supo como pero ladeó su cuerpo para dejarla encima de la estrecha camilla, respiró profundo y miró hacia las cortinas de la sala - ¿Y Sofie? – diablos, quería tocar a Bea hasta la saciedad, su cuerpo iba por libre pero su mente era otra cosa - ¿Nos vio? – añadió pero sus manos se movían solas, una apoyada en el hombro de la chica y la otra en su rodilla para ir subiendo lentamente a través de su pierna pasando por su muslo y adentrarse por debajo la falda, alcanzando su trasero para atraerla hacia él, empezando a besarla de nuevo, ansioso y profundo pero tras unos segundos de lasciva labial, apartó la boca, maldiciendo. Necesitaba saber que había pasado con Sofie, era peor la culpabilidad que la calentura.
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Adair Brackminster- Mensajes : 402
Fecha de inscripción : 08/09/2012
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