¿Quidditch?

Andaba decidida a tener que aprender a jugar este tipo de juegos, dado que me daba pena decir que me daba miedo las alturas o mejor dicho que no sabía jugar este juego.
Mire rápidamente mi escoba era una de las mejores pero... nunca la había usado dado a que no sabía usarla mucho, deje la escoba a un lado de mi y me senté mirándola con la mano en la cabeza.

-Necesito a alguien con paciencia para enseñarme...-Murmure mas para mi misma.

Comencé a mirar mi escoba y me levante decidida, tome mi escoba y me coloque sobre esta y recordé mi primer año en Hogwarts y la clase de vuelo.
Al recordar las instrucciones comencé a ascender sobre el suelo pero el miedo me gano y decidí mejor dejar de hacerlo dejándome caer al suelo sin lastimarme.

-Por merlín que pésima soy.- Susurre.

A diferencia de anteriores y usuales despertares madrugadores, aquella mañana no había sido el ‘despertador interno’ lo que me había despertado, sino el hecho de que la estúpida de mi compañera de cuarto había dejado la ventana abierta. Aquello dio como resultado que la fría brisa mañanera de aquel nublado día se deslizara dentro de la habitación, recorriendo mi cuerpo lentamente. Un leve escalofrío fue todo lo que necesité para que mis azulados ojos se abrieran. “Maldita idiota” Pensé con simpleza, desviando mi mirada hacia el otro Slytherin que compartía aquel dormitorio. Desde mi ubicación podía observar como se estaba moviendo inquieto a causa del frío, más parecía ser que sus reflejos se encontraban tan dormidos como ella, impidiéndole despertar y poder así cubrirse con una manta o cerrar la ventana. Mi ceja derecha se alzó con arrogancia, mientras me levantaba de la cama. No pensaba darle fin a su ‘sufrimiento’; que se muera del frío. Luego de tomar el uniforme que utilizaría durante el resto de aquel día, me dirigí hacia el baño. No estaba seguro del horario exacto en el que se había levantado, pero no podían ser más de las 7:30am. Tras una ducha rápida que logró despertarme por completo, comencé a vestirme a una velocidad normal, para luego hacer nuevamente presencia en la habitación. Mis labios se fruncieron al escuchar los sonoros ronquidos de mis compañeros, más decidí largarme de allí.

Es más, quería incluso salir de los límites del Castillo. Eran esas extrañas e impulsivas necesidades que uno podía llegar a tener en horarios como este. Obviamente, di un portazo al salir de aquel lugar, y mis labios se curvaron hacia arriba maliciosos tras escuchar diversas maldiciones de aquel soñoliento ser. Mis lentos y decididos pasos se escuchaban con suma claridad, dando como resultado la formación de una especie de eco que rebotaba contra las paredes y techo de las mazmorras. ¿Dónde podría ir? Mi ceño se frunció levemente, mientras que imágenes de los distintos lugares y terrenos fuera de Hogwarts se deslizaban por mi mente. Mis azulados ojos se desviaban de vez en cuando hacia mis lados, confirmando que no había nadie. Los pasillos se encontraban desiertos, y el lugar en general parecía haber sido tragado por un silencio profundo e intenso. Recordé que de hecho, hacia unos días atrás, había querido ir hacia el Campo de Quidditch, –una de las mejores invenciones, si podía decir- más me había visto incapaz de realizar dicha ‘visita’ dado que un imprevisto examen había limitado mi tiempo libre. Sentía como mis pies se hundían levemente sobre el húmedo césped, bañado de pequeñas gotas de rocío. No me habían tomado más de 5, 10 minutos hasta llegar a mi destino, intimidando con su estructura. Sin embargo, mis ojos divisaron una figura en el aire, aparentemente volando o practicando, a una velocidad increíblemente lenta. Mi ceja derecha se alzó sobre mi azulada mirada, mientras intentaba con dificultad descifrar la identidad de aquella persona. Con ambas manos en mis bolsillos, emprendí un invisible trayecto, comenzando un camino a lo largo del césped que cubría y limitaba la el Campo, acercándome hacia lo que parecía ser una muchacha. Mis labios se curvaron divertidos. Una chica de gryffindor, que aparentemente estaba teniendo dificultades con su escoba. – woow pero que manera de volar la de estos gryffindors, me impresionan en verdad – Mis palabras escaparon con un matiz sarcástico, más la diversión tras las mismas era imposible de ocultar. Una leve y aterciopelada carcajada siguió aquellas palabras, mientras negaba lentamente mi rostro. – En serio, ¿Acaso a los leones no les da el presupuesto para comprar una escoba como la gente? – Bromeé mientras observaba su escoba con lastima

La pelirroja observo a la leona en el suelo tras haberse caído, por su sangre no corría la amabilidad, así que si esperaba ayudarla estaba bastante equivocada.