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Ten cuidado... No te cortes [Libre]
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Ten cuidado... No te cortes [Libre]
Desde que tenía uso de razón, iniciar un curso y las clases era como un equivalente a asistir a una fiesta para mí. Bueno, pensándolo bien, ese sentimiento ya no se hacía tan patente desde que me había independizado, estar en mi apartamento sin tener que aguantar a mi tutor era todo un lujazo. Aunque tampoco acababa de disfrutar de las vacaciones con tanto trabajo de camarero de aquí para allá, pero pensar en mi paga mensual hacía que me tomara las jornadas con bastante tranquilidad. Pero lo importante es que ahí estaba yo, pisando suelo un año más en la Universidad de Brigantia con sus... Peculiares seres que lo habitaban. Y cuando decía “seres”, me refería a cada uno de los estudiantes. Con unos me llevaba mejor, con otros peor... Otros parecían elfos, pero bueno, se aguantaba como se podía. Desde luego la serenidad de ser mayor de edad me hacía disfrutar más de las cosas que en mi etapa de Hogwarts, cuando me veía más sometido por normas y con ojos clavados en mi nuca.
Aquel era uno de esos días en los que decidía coger un libro y simplemente caminar mientras leía, dejando que mis pasos me llevaran a donde inconscientemente quería, llegando aquella vez a, ni más ni menos, que las grutas. La única vez que levanté el rostro de las páginas fue cuando la luz ya no daba para más, demasiado tenue para poder leer sin dejarme los ojos en cada una de las letras impresas. Miré a mi alrededor, notando la humedad del lugar, pero para nada se me antojaba desagradable. De hecho, si pudiera, me quedaría toda la jornada ahí, pero las clases ya habían empezado y no quería ni malgastar el primer día de universidad, así que después de aquél descanso, empezaría a ojear libros de las asignaturas. Daba gracias que menos la de Leyes Mágicas, el resto eran opcionales.
Se oía algún que otro ruido por las grutas, pero dudaba que fuera algo más que meros alumnos que también se habían adentrado en ellas. Esperaba no encontrarme con alguno, ya solían decir que era mejor estar solo que mal acompañado, y yo siempre me aplicaba al cuento. Lo único que podía molestar a veces de las grutas es que nunca sabías a dónde te llevarían, y te podías perder por ahí hasta horas intempestivas. Pero como yo ni tenía prisa, y pocas veces me perdía, no me preocupaba ese hecho.
- Que ganas tengo de pisar el Ministerio siendo ya empleado – me dije en voz alta, ¿por qué no? Aspirando alto y dejar de ganarme la vida siendo alguien que servía café a otras personas, de las cuales muchas ni lo merecían. No sería la primera vez que alguien que me caía mal venía a la cafetería donde trabajaba sólo por el simple hecho de reírse y pasar un buen rato viéndome trabajar y sirviéndole ¡Al diablo con esa gente!
Desde que elegí la carrera, día tras día, estaba convencido de que había sido la elección correcta. Siempre había soñado con trabajar en el Ministerio, ser alguien de renombre allí dentro, estando cerca de la línea judicial, donde se acumulaba la mayoría del poder en el Mundo Mágico, y por mucho que quisieran decir lo contrario, yo estaba convencido de que allí había más corrupción que en la política muggle, que ya era decir. Y sí, había estudiado de ese mundo, y más viviendo en él.
Pero otro ruido perturbó mis pensamientos. Sonaron como unos pasos a mis espaldas; quizás me lo había imaginado, pero me di la vuelta con precaución, sin lograr ver nada. Observé unos segundos, por si captaba algo, pero la luz de las antorchas no llegaba para tanto. Decidí seguir hacia delante, recolocándome las gafas con el ceño fruncido y sin dejar de estar con las orejas bien puestas, por si las moscas. Saqué la varita del bolsillo con sutileza, mientras “seguía leyendo”, y coloqué mi mano por encima de mi hombro contrario, apuntando hacia el oscuro fondo a mis espaldas y con disimulo susurré las palabras para conjurar uno de mis hechizos. De la punta de la varita salieron unas cuantas cartas como locas, prácticamente una baraja, en forma de torbellino y a toda velocidad, las cuales si no se esquivaban, podían llegar a arañar o cortar. No era mi intención tampoco matar a nadie... Bueno, eso no sé, pero dañar tampoco. Sólo odiaba a las personas que, de una manera u otra, siempre acababan interrumpiendo mi tranquilidad. A ver si era verdad que alguien había tenido la “bendita” suerte de toparse conmigo... Y con mis “inofensivas” cartas de póker, también.
Aquel era uno de esos días en los que decidía coger un libro y simplemente caminar mientras leía, dejando que mis pasos me llevaran a donde inconscientemente quería, llegando aquella vez a, ni más ni menos, que las grutas. La única vez que levanté el rostro de las páginas fue cuando la luz ya no daba para más, demasiado tenue para poder leer sin dejarme los ojos en cada una de las letras impresas. Miré a mi alrededor, notando la humedad del lugar, pero para nada se me antojaba desagradable. De hecho, si pudiera, me quedaría toda la jornada ahí, pero las clases ya habían empezado y no quería ni malgastar el primer día de universidad, así que después de aquél descanso, empezaría a ojear libros de las asignaturas. Daba gracias que menos la de Leyes Mágicas, el resto eran opcionales.
Se oía algún que otro ruido por las grutas, pero dudaba que fuera algo más que meros alumnos que también se habían adentrado en ellas. Esperaba no encontrarme con alguno, ya solían decir que era mejor estar solo que mal acompañado, y yo siempre me aplicaba al cuento. Lo único que podía molestar a veces de las grutas es que nunca sabías a dónde te llevarían, y te podías perder por ahí hasta horas intempestivas. Pero como yo ni tenía prisa, y pocas veces me perdía, no me preocupaba ese hecho.
- Que ganas tengo de pisar el Ministerio siendo ya empleado – me dije en voz alta, ¿por qué no? Aspirando alto y dejar de ganarme la vida siendo alguien que servía café a otras personas, de las cuales muchas ni lo merecían. No sería la primera vez que alguien que me caía mal venía a la cafetería donde trabajaba sólo por el simple hecho de reírse y pasar un buen rato viéndome trabajar y sirviéndole ¡Al diablo con esa gente!
Desde que elegí la carrera, día tras día, estaba convencido de que había sido la elección correcta. Siempre había soñado con trabajar en el Ministerio, ser alguien de renombre allí dentro, estando cerca de la línea judicial, donde se acumulaba la mayoría del poder en el Mundo Mágico, y por mucho que quisieran decir lo contrario, yo estaba convencido de que allí había más corrupción que en la política muggle, que ya era decir. Y sí, había estudiado de ese mundo, y más viviendo en él.
Pero otro ruido perturbó mis pensamientos. Sonaron como unos pasos a mis espaldas; quizás me lo había imaginado, pero me di la vuelta con precaución, sin lograr ver nada. Observé unos segundos, por si captaba algo, pero la luz de las antorchas no llegaba para tanto. Decidí seguir hacia delante, recolocándome las gafas con el ceño fruncido y sin dejar de estar con las orejas bien puestas, por si las moscas. Saqué la varita del bolsillo con sutileza, mientras “seguía leyendo”, y coloqué mi mano por encima de mi hombro contrario, apuntando hacia el oscuro fondo a mis espaldas y con disimulo susurré las palabras para conjurar uno de mis hechizos. De la punta de la varita salieron unas cuantas cartas como locas, prácticamente una baraja, en forma de torbellino y a toda velocidad, las cuales si no se esquivaban, podían llegar a arañar o cortar. No era mi intención tampoco matar a nadie... Bueno, eso no sé, pero dañar tampoco. Sólo odiaba a las personas que, de una manera u otra, siempre acababan interrumpiendo mi tranquilidad. A ver si era verdad que alguien había tenido la “bendita” suerte de toparse conmigo... Y con mis “inofensivas” cartas de póker, también.
Arsenium Bluster- Mensajes : 14
Fecha de inscripción : 20/09/2012
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