Evadiendo la intimidad

Sonrió abiertamente a sus palabras, relamiéndose, y clavando los ojos en los de él, suspirando un poco estúpidamente. Le gustaba escuchar aquello, joder, por muy putamente mariquita que pudiese sonar... aunque no entendía aquello que dijo de que trataba de evitarlo. - ¿Evitarlo por qué? - Gruñó un poco con el ceño fruncido y se quedó con la vista fija en él, curioso.

Pero entonces la respuesta que le dio solo le hizo sonreír de forma mas abierta, mostrando aquella sonrisa tan suya, algo cabrona, triunfal incluso podría decirse. - Si nos quedamos alguna vez a solas aprovechemosla... no seas imbécil... besémono, fumemos, bebamos, hablemos, follemos... lo que sea; tenemos toda al puta vida por delante, y si no hacemos algo, puede que después nos den gana de darnos de hostias por no hacerlo. - Susurró contra su boca. Aquello había dejado demasiado evidente, claro, todo a lo que hacía referencia; ¿no?

Sintió un poco de cosquillas en el cuello en el momento en el que Selvaggi se ocultó en su cuello y le estrechó entre sus brazos, sintiéndose un tanto gilipollas por estar así. Seguro que la mezcla que había hecho el italiano tenía cualquier mierda que no debía y por eso estaba así de gilipollas.

Le pilló por sorpresa, ahora él, lo que su mejor amigo acababa de decirle, haciéndole fruncir el ceño en un principio, después relajarlo. - ¿Todo... En que sentido, Selvaggi...? - Aquello era algo muy necesario de aclarar.

Sintió como el cálido aliento y la suave respiración del italiano se marcaban en su cuello, haciendo que se estremeciera un poco, sintiendo incluso como, descaradamente, Elazar aspiraba el aroma del metamorfomago; pero realmente estaba ya bastante acostumbrado a que hiciese aquello.

Puso una mueca de disgusto cuando vio el jodido cambio de actitud tan brusco que Selvaggi acababa de dar. Suspiró pesadamente y negó con la cabeza, chasqueando la lengua, escuchando como decía todas esas gilipolleces.

- No se tú, pero a mi no me apetece follar. - Anunció tras ver el traspiés que dio el italiano y sonreír, reír incluso un poco, irónicamente, por lo estúpido que se había puesto en apenas un momento y además, ver que casi se cayó.
Torció el morro y al ver como parecía que Selvaggi se enfadaba, se incorporó sin hacer caso a su gesto, poniéndose en pie sin ayudarse de su mano, viendo la cara de idiota que se le quedó.

- Eres un jodido bastardo, Bollete, que lo sepas. - Chasqueó la lengua y le dio un empujón repentino, y oportuno, que hizo que Elazar cayera a la cama, quedando tumbado en la cama bocarriba. - Vete a dormir la mona y dejate de subnormalidades, ya mañana hablaremos lo que se supone que querías hablar. Estás jodidamente raro, imbécil... y tratas de emborracharte. - Puso una mueca de disgusto y negó un momento con la cabeza, acercándose a la puerta del baño. Se daría una ducha, o un baño, según se le antojase, para calmarse y no ponerse a darle de hostias a su mejor amigo.

Desde que se separaron en Hogwarts, la relación estaba claramente jodiéndose; quizás por las compañías, o simplemente por lo que había sido la distancia; pero ya no tenían aquella amistad como la de antes, ni aquella confidencialidad, ni nada parecido.

Tras lanzarle una última mirada a Selvaggi, que simplemente estaba sentado en la cama, mirándole, quizás incrédulo, quizás molesto, volvió a negar mientras se desabrochaba la camisa y entraba al baño. - Imbécil... - Susurró en un gruñido. Había conseguido que en apenas un segundo, por la tontería mas grande del mundo, se jodiese aquella mierda que habían “empezado”.

- La preocupación es una de las peores enfermedades. Quita el apetito, el sueño; te debilita... y te hace sentirte como una jodida mierda. - Había corrido la puerta de la ducha, y desnudo, sin ningún tipo de vergüenza ni pudor, se agachó frente al italiano, quedándose mirándole fijamente a los ojos o mas bien intentándolo pues se estaba cubriendo, con el ceño algo fruncido.

Suspiró al verle así y negó con la cabeza, simplemente estirando los brazos hacia él para, con un suave impulso, hacer que el italiano entrase, totalmente vestido, a la ducha con él, dejándole justo situado en un punto en el que el agua cayese justamente sobre él. Suspiró pesadamente y chasqueó la lengua, mirando a su mejor amigo con los ojos entrecerrados al notar como el agua le caía prácticamente sobre la cara.

Empezó de forma tranquila a deshacerse de las prendas del rubio, con cuidado mientras sentía como el otro se aferraba a él. Tras sacarle los zapatos no tardó en quitarle la camisa, tirando ambas cosas fuera de la ducha antes de cerrar de nuevo la mampara.

Suspiró y lo estrechó entre sus brazos, mordiéndose la lengua. Quizás había sido un poco hijo de puta. Estaba claro que Elazar tenía algún problema interior que en algún momento tenía pensado solventar con él, pero no se decidía, y por la impaciencia del propio metamorfomago, los cambios de humor tan bruscos del italiano, y la poca confianza que había habido entre ambos en aquél último año, habían hecho mella en todo; consiguiendo que ambos se sacasen mutuamente un poco de sus casillas, que estallasen; cada uno de una forma, y ahí se había demostrado. Draken se había enfadado, puesto borde, y Selvaggi se hundió.

Se quedó acariciándole, tratando de ser reconfortante, la espalda, suspirando y cerrando los ojos, con el ceño fruncido, haciendo un suave gesto con su propio cuerpo que intercalaba al del contrario, una suave mecida, esperando que su mejor amigo se calmase.

- Deja de llorar... - Consiguió articular con la voz algo cortada, floja. Tragó saliva, tratando de solventar aquello sin demasiado éxito y se mordió el labio inferior, llevando una de las manos al mentón del chico para hacerle alzar el rostro, obligándole a ello pues el rubio solo trataba de esconder el rostro de Draken.

Suspiró y apoyó un poco la espalda en los azulejos de la pared, haciendo que Elazar se acomodase un poco mejor contra él, y en cuanto tuvo oportunidad, apoyó la frente contra la de él, y en un suave gesto hizo que alzase el rostro; rozó, mas bien acarició su nariz contra la de él, y terminó por besarle, queriendo que de una vez dejase de llorar, se calmase. - Lo siento. - Susurró aquellas palabras que Stall nunca decía, que tanto le costaba articular, y justo después, volvió a repetir el mismo gesto anterior, besándole suave en los labios, acariciando con una mano la espalda desnuda y con la otra, los largos cabellos platinos de su compañero.

Era un cabrón, lo sabía. Pero no lo era siempre. No con él. No con la persona que... no.

Negó ante sus disculpas y suspiró pesadamente, cerrando un momento los ojos, echando la cabeza hacia atrás para apoyarla en la fría baldosa, ahora mas bien templada por el agua y la temperatura del propio baño; dejando así algo mas de hueco para la comodidad de Selvaggi, sintiendo sus besos y escuchando atentamente sus palabras.
Entreabrió los ojos para mirarle a los ojos y suspiró de nuevo antes de obligarle a que se separase un poco para mirarle bien y no tener que andar adivinando a mirar sus ojos claros. - Deja ya de decir esas gilipolleces Selvaggi. Y deja de llorar. - Frunció el ceño; sabia, notaba que ya estaba tratando dejar de llorar, pero era, por decirlo de alguna forma, un modo de llamar su atención y hacer que dejase aquello cuando antes.

Le acarició bajo los ojos con la lleva del dedo pulgar, para limpiar las lagrimas que, a pesar del agua, se diferenciaban a la perfección en su rostro, aprovechando también el mismo gesto para acariciar su mejilla; primero una, después la contraria.

De nuevo se formó un nuevo abrazo en el que pudo sentir más el cuerpo del contrario, suspirando y mordiéndose el labio inferior, sonriéndole un poco en el momento en el que se volvió a separar ya sin llorar; parecía mejor, reconfortado o algo. Al menos había dejado de llorar.

Se quedó mirándole fijamente a los ojos en el momento en el que italiano volvió a ponerse a hablar, y en un absoluto silencio que no fue mas que roto por el ruido del agua en la ducha al caer, escuchó todo lo que este tenía que decir, o mas bien, decirle.
Asintió un poco con la cabeza en un principio, pero a medida que las palabras fueron avanzando desvió un poco la mirada, mordiéndose la boca por dentro, el interior de la mejilla. Sabía de sobra aquello; en mas de una ocasión había sido un tema que habían tratado de tratar, tanto el uno como el otro, pero nunca se había dejado nada en claro nunca, joder.

Abrió los ojos acompañándolo de un suspiro, para quedarse con las orbes clavadas en las del contrario. - Para mi, tú eres una persona especial. - Desvió la mirada con un suspiró disimulado en lo que abría la boca de nuevo; el nunca decía ese tipo de cosas, joder. - Solo después de la separación me di cuenta que... no quiero volver a perderte otra vez. - Susurró y bajó la cabeza, ahora él era quien trataba de ocultarse, pudiendo adivinarse en sus cabellos morados algún que otro mechón blanquecino; vergüenza.

Estrechó un poco más el abrazo; era demasiado extraña aquella situación. Nunca se habría imaginado a si mismo diciendo todas esas... moñeces, él no era así joder, eso que acababa de decir... suspiró y negó con la cabeza, escuchando ahora como el italiano correspondía a sus palabras, mas concretamente, quizás, a sus sentimientos.
Le abrazó con un poco mas de fuerza contra si mismo y simplemente se quedó tal cual, aprovechando que Selvaggi estaba escondido, para ocultar él también su poca vergüenza, en esos momentos.

Cuando se consiguió calmar, dejar de estar avergonzado; ergo consiguiendo que el tono de sus cabellos volviese al normal de siempre, sin ningún mechón blanco en el pelo, alzó el rostro para mirarle a los ojos de forma fija.

Con lo siguiente sonrió; sabía que era un cabrón, un maldito cabrón. Se lo habían dicho tantas veces que le extrañaba que no se le hubiese tatuado en la frente para que, cualquiera que se le acercase, lo viese sin necesidad de tener que comprobarlo. Sonrió aún de forma algo mas amplia al escucharle decir a Elazar que aquello le gustaba. Perfecto. Lo sabía de hacía tiempo, pero aquello era mejor; así ni tendría que intentar cambiar... aunque realmente ni siquiera habría podido intentarlo aunque quisiera.

Al sentirse algo rodeado, con una ligera presión en la que se tuvo que inclinar hacia el chico, besó sus labios, en un principio en un beso suave que se intensificó en apenas unos segundos, alargándose un poco antes de separarse para que Selvaggi hablara.

Tras eso, de nuevo se quedaron un rato abrazados, bajo el agua caliente que caía sobre los cuerpos de ambos, totalmente quietos, sin ninguna necesidad real de moverse. Simplemente estando pegados el cuerpo del uno con el del otro, sintiendo el uno y el otro la respiración del contrario.

Aunque extraña (demasiado), la situación resultaba agradable.