TRAMA: LUNA LLENA

Noche de luna llena
Al terminar la hora de la cena
Grutas cercanas al comedor de Brigantia

Las figuras que se movían entre las sombras cargaban un bulto grande que luego dejaron caer a la entrada de una de las grutas más cercanas al comedor. Los estudiantes estaban terminando la cena y las nubes cubrían la luna que poco a poco comenzaba a hacerse espacio en el cielo. Finnerty despertó encontrándose completamente solo ahí, en la universidad. Por un momento tuvo una fuerte sensación de alivio, pero después al alzar la vista se dio cuenta de lo que estaba pasando.

Seguramente ya se había corrido el rumor por la universidad, Angus Finnerty había sido secuestrado la noche anterior. Ese día el bar no había abierto sus puertas.
Las nubes comenzaron a abrirse como si se burlaran de él. Quiso correr, desaparecerse, hacer cualquier cosa, pero estaba atado de pies y manos. Cuando comenzó la transformación, soltó un grito que desgarró la noche, así como sentía que se desgarraban su piel, sus músculos y su cordura. Sentía el peor miedo de su vida, nunca había estado en una situación tan vulnerable, ni siquiera se había transformado fuera del ojo supervisor de quienes lo habían cuidado siempre y tampoco había sido tan doloroso.

En poco tiempo, de Angus Finnerty no quedó nada, solo un lobo de piel y pelaje oscuro, muy grande, con ojos relampagueantes y colmillos afilados. Se había desecho de las ataduras durante la transformación y ahora estaba hambriento y enojado. Toda la furia que había guardado y acumulado durante su cautiverio, ahora estaba a flor de piel. No había nada que le impidiera a la bestia sacar todo eso. Olía a vegetación, a humedad, a carne. Solamente había comido lo que le habían dejado la noche anterior, cuando todavía era humano, pero llevaba todo el día hambriento.

El licántropo, hambriento, se introdujo al inicio de las grutas, sentía movimiento, pero era un inexperto cazador, así que su estrategia sería la sorpresa. Olfateó el aire, la luna brillaba y no pudo evitar aullar hacia ella, muy fuerte, cerca de tres veces. Anunciaba su presencia a la luna, pero también al resto de la universidad. Era un grito de alarma, él solamente estaba llamando a los suyos.


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Las instrucciones del decanato son: hay turnos, un post por personaje.
Un hechizo y una acción por post o bien, dos acciones, nunca dos hechizos
La trama tiene riesgo de muerte o de daños permanentes
Tienen que leer todos los posts y actuar consecuentemente. Con cada turno, el decano Suberland hará un mapa de ubicaciones para que no se pierdan.
Las grutas son estrechas, resbalosas y poco iluminadas, los hechizos pueden rebotar.
No hay cupo límite
Los mortífagos que participaron en el secuestro fueron avisados de lo que pasaría.
Cualquier duda, mp a los decanos.

Loreen fue a contarle lo del secuestro a quien quiera que estaba segura le hubiera creído con todo y puñetazo y aliento alcohólico así que si alguien quiere darse por enterado del desmadre así, be my guest

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Ni qué decir que Loreen estaba al borde de la histeria. No del tipo que le tendría temblorosa y asustadiza, renuente a aceptar lo que había pasado y resignada a que no había nada más que pudiera hacer. La suya era una impotencia que aún y con la adrenalina a flor de piel, la ceja abierta y el hedor a whisky en el aliento la había hecho doblarse frente al sanitario más cercano cuando llegó a Cerridwen a buscar a Joseph entrada la madrugada de la noche anterior. Si alguien le hubiera dicho que algún día el hábito de beber hasta perder la conciencia en las fiestas durante su adolescencia iba a otorgarle una resistencia que en algún momento le sería de utilidad, nunca lo habría creído. Porque quizá alguien que no la conociera dudaría en verdad si se acercaba a narrar una historia sobre el secuestro de un licántropo en los terrenos de la universidad, perpetrado por nada menos que mortifagos. Era inverosímil, era absurdo, eran desvaríos de borracha. Pero alguien que le conociera bien sabría que sin importar cuanto alcohol pareciera haber bebido, nunca iba a bromear ni inventar algo parecido.

No había dormido, claro que no, ¿cómo hacerlo? La ansiedad no la dejaba, mucho menos aquella terrible opresión que sentía en el pecho. Había corrido a buscar a Peach, pero sin poder dar detalles sobre a dónde se lo habían llevado no había mucho que nadie pudiera hacer. O mejor dicho, no había nada qué hacer. Podría estar en cualquier lado, en cualquier país. Intuía que estaba vivo, porque la manera en que lo habían acorralado era para sacarlo de ahí en una sola pieza, pero saberlo no lo volvía menos demoledor. Mucho menos estando tan consciente de que día era ese, de que por la noche la luna llena se iba a alzar y es que seamos sinceros, ningún mortifago iba a recibirlo con una cama tibia y un vaso de matalobos con pajilla para tomarla con calma.

Lo había contado a quienes sabían eran cercanos a él. A la decana McCreary también. Y no sabía cuantos le habrían creído o no, pero su ausencia en el bar aquella mañana lo sentía como un presagio tenebroso. Se estaba volviendo loca por la frustración. No estaba bien. Seguro por eso Gianna no había querido apartarse de ella en todo el día. Vercelli le había ayudado a curar la herida que el puñetazo le había dejado pero aún llevaba el ojo negro. No era el primer golpe que le daban, pero si el primero por puño de un hombre y con tanta saña.

Había pasado el día entero sintiéndose como león enjaulado, con las manos atadas y a punto de morder a cualquiera que se acercara. Gianna debía tener paciencia de santa para quedarse con ella así como estaba, pero le constaba que ella también estaba demasiado preocupada. Y si había bajado a cenar fue únicamente por la insistencia de Vercelli, que no había probado nada en todo el día. No con aquel malestar que le dejaba el estómago hecho de plomo. Tres bocados y ya, no más, lo mínimo como para poder tomarse un filtro de paz que le ayudara a tranquilizarse. Insistencia de la Cerridwen, claro, pero dudaba mucho que fuera a hacerle ninguna clase de efecto así como se encontraba.

Por eso salían del comedor con miras de dirigirse hacia la enfermería. Tomaron la gruta como cualquier otro día, como si nada hubiera pasado y Loreen no tuviera ya las palmas de las manos enrojecidas y lastimadas por las marcas que sus uñas habían dejado al apretar los puños. Un par de metros adentradas, y entonces escuchó los aullidos.

Un escalofrío recorrió su columna y sintió que un frío espantoso barría con ella. No obstante no titubeó. Frunció el ceño con severidad y sacó su varita del bolsillo donde la llevaba guardada. Miró a Gianna, tan sólo para confirmar que sí había escuchado aquello y no era producto de sus nervios destrozados.

Siempre podía ser que se tratara de un hijo de puta burlándose de la situación, porque el rumor se había extendido ya y en una sola noche se había hecho de una reputación de alcohólica perdida. No le importaba. Si resultaba que ese era el caso ella misma se iba a encargar de que los simpáticos en cuestión averiguaran la manera de sacarse quirúrgicamente una bota empalada en el culo. Pero tenía un muy mal presentimiento de todo aquello...

- Demasiada casualidad. - Dijo entre dientes a Gianna. Y ella nunca había sido de creer en coincidencias. - Protego - Conjuró sobre ambas antes de dar la media vuelta en dirección hacia donde había escuchado provenían los aullidos. No iba a esconderse, y ni siquiera estaba segura de que Gianna iría con ella, pero no iba a retroceder. Eso estaba fuera de discusión.

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Acción: Llegar y caminar despacito a donde salieron los aullidos
Hechizo: Protego sobre si misma y Gianna

Encontrarme a Loreen en el estado en que estaba no había sido lo más bonito del mundo: un ojo morado, la ceja abierta, apestando a whisky y dando gritos como loca histérica. Tuve que escuchar toda su perorata pero entre los gritos y el aliento al cantina que llevaba encima no podía concentrarme así que la había abofeteado para que reaccionara y ahora si que me contara todo lo que quería contarme.

No podía creer lo que estaba saliendo de labios de Loreen porque sonaba a una historia de terror. ¿Angus secuestrado? ¿Mortífagos en Brigantia? No, no, eso no podía ser posible. Ni siquera me había atrevido a enviarle una lechuza a mi madre para corroborar que Loreen estuviera diciendo esos disparates por culpa del alcohol pero al final del día, ya no estaba tan segura de que fueran meramente disparates. Nadie se ponía así por alguna alucinación que hubiera tenido en su estado de ebriedad.

Me sentí impotente. Lo único que podía hacer era acompañar a Loreen hasta que las cosas se calmaran ya que se sentía de cierta forma culpable por no haber podido impedir el secuestro del licántropo. Y eso hice. Incluso le pedí que fuéramos a la Enfermería para pedir un filtro de paz y que así pudiera estar un poco más tranquila.

Yo tampoco había podido concentrarme en nada más ese día. Como Loreen, tampoco había ingerido casi nada a la hora de cenar y sinceramente me sentía bastante preocupada porque precisamente estábamos en luna llena y el que hubieran secuestrado a Finnerty un día antes de que la luna llena llegara a su cenit era lo suficientemente sospechoso como para pensar que podría pasar algo lamentable.

Tomé a Loreen de la mano para que intentara calmarse y no fuera a lastimarse las palmas. Susurré un “Tranquila” y luego escuché los aullidos. Me detuve en seco después de soltar un gritito de espanto y abrir los ojos como platos, volteando hacia todas direcciones en busca de algún indicio de algo.

Saqué la varita con velocidad del bolsillo del pantalón y la mantuve en ristre apuntando hacia el frente. Asentí con su comentario. Eso no estaba bien, había algo que no me dejaba mantenerme en calma. Si, demasiadas coincidencias. O quizás no era así. Quizás estaba planeado de esa forma para que, como le dijeron a Loreen, supiéramos que los mortífagos no se habían ido. Eso no estaba nada bien.

Deseé haberle enviado la lechuza a mamá o haber ido directamente a casa en cuanto Loreen me contó todo pero tenía miedo de que alguien interceptara la lechuza y nunca llegara o quisieran inculparme a mi de algo. Todo era una mierda y nosotras estábamos, aparentemente, metidas en medio de todo.

-Loreen, ¿Escuchaste eso?-le dije con el tono más bajo y lo suficientemente audible. No quería hacer ruido y tampoco quería alarmarla más de lo que ya estaba, pero ese sonido de piedritas rodando por ahí me tenía bastante inquieta, sumándolo al sonido de las gotas pegando en el suelo dejando ruidos sordos con el impacto.

Tomé a Loreen de la mano sin dejar de apretar el mango de la varita y di unos cuantos pasos hacia donde provenían los ruidos, siempre a su lado, sin apartarme ni un segundo de ella. Debía estar completamente loca para hacerlo pues no tenía idea que unos metros más allá, Angus Finnerty estaría esperando su presa.

-Espera, no, esto no es buena idea. Cave inicum-No sabía qué era lo que pretendía hacer y aún así no volví de donde veníamos, sino que seguí avanzando. No podía arriesgar a Loreen a que algo le pasara y tampoco podía arriesgarme a mi -más de lo que ya nos estábamos arriesgando en ir en dirección a donde provenían los aullidos-. Primero, tenía que asegurarnos de que estuviéramos protegidas por cualquier cosa. Si de verdad estuviera un licántropo suelto por ahí, suponía que nuestros hechizos de protección –en caso de funcionar- no nos ayudarían en mucho si nos saltaba encima. Sostuve más fuerte la mano de Loreen y escuchaba mis propios latidos como si estuvieran retumbando en las paredes de las grutas. Alguien o algo se acercaba, estaba segura de ello.

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Acción: caminar hacia los ruidos
Hechizo: Cave Inicum sobre ambas

Uno de sus mayores placeres era la carne cruda, en carpaccio, con vinagreta o un término azul para disimular, al igual que cualquier familiar de un licántropo de nacimiento. En su caso un bisabuelo, varios tíos y su hermana la mediana; por eso los día previos a la luna llena más que un antojo se volvía una necesidad. Mataría por un trozo de carne y podría comerse una vaca.

Caminemos rápido, me estoy muriendo de hambre.

Le dijo a Pearlie mientras se dirigían al comedor después de haber ido a su dormitorio en Ogmios. Se les había hecho tarde en el bosque y habían tenido que ir a dejar a Beauvis, el puffskein bebé que Pearlie le había regalado apenas esa tarde, por que se había quedado dormido; pero se puso muy inquieto y lloró tanto cuando se quedó solito en el cajón improvisado que mejor obtaron por llevarlo con ellas y ahí fue cuando su humor empeoró. Cuando tenía hambre era siempre un energúmeno y su humor se ponía peor con la luna llena.

Como todo el mundo, tenía días buenos y días malos, pero ese día precisamente había estado melancólica y casi triste por que Romée iba a festejar su cumpleaños sola y transformada hasta que se encontró a su amiga. Ahora ni ella misma se aguantaba (y la perspectiva de cenar lechuga la ponía peor) pero se contenía por que Pearlie no tenía por que aguantarla.

La tomó de la mano cuando escuchó los aullidos y se detuvo, aguzando el oído para saber de donde venían. La llamaban y él estaba perdido, tal vez solo y sin saber que hacer. O tal vez ella tenía mucha hambre y ya estaba alucinando cosas, pero no los aullidos por que tenía claro que sí los había escuchado.

Parece que alguien va a pasar muy mala noche -dijo con sorna-. O buena, seguro salió a echar una garrita al aire. Deberían encerrarlo como la bestia que es. No es que tenga algo en su contra pero... es un licántropo. Al menos debería tener la decencia de encerrarse por el bien de todos.

Obviamente Milou sabía del secuestro lo que la borracha había dicho (o sea nada) por que nadie le contaba nunca nada y a Aquila ni la había visto. Acarició a Beauvis y la soltó por que sino no podía hacerlo.

¿Vienes? ¿O ya te dio miedo?

No se refería a ir a cazar hombres lobo sino a cenar.

¿Por qué? Beatrice a veces se preguntaba por que hacía esas cosas, por que no podía ser normal y salir a beber con amigos. Pero no. La idea de Bea de sentar cabeza, portarse bien y dedicarse a los estudios era embriagarse como una loca a solas en su habitación, con un lienzo en blanco en el caballete, un estuche repleto de frasquitos de pintura, varios pinceles y la radio en una emisora de “viejitas” para magos. Después de unas cuantas clásicas de Celestina Warbeck y más tragos de una extraña bebida púrpura que compró en el Callejón Diagon de los que una mujer de su edad y tamaño podría soportar, se dio cuenta de que no había pintado nada y que había pasado la noche cantando con un peine como micrófono y recordando a sus exes.

La resaca, la cruda, el ratón, fue terrible.

Pasó la mayor parte de aquel día con gafas oscuras y gritando a cualquiera que se atreviese a hacer ruido en su presencia. Odiaba al mundo, odiaba el alcohol, odiaba a la jodida Celestina Warbeck con sus canciones sobre despecho y metáforas sexuales disfrazadas de calderos y varitas. No se lo merecía. Carajos, nadie se merecía una resaca así.

Cenó un enorme tazón de sopa y varios vasos de jugo de calabaza, para restituir todo el líquido perdido. Al finalizar pensó en dirigirse directo a los dormitorios, pero luego recapacitó. ¿Por qué no darse una pasadita por la enfermería? Debían tener algo para aliviar un tonto dolor de cabeza, eso seguro.

Se levantó de la mesa y se dirigió directo a las grutas, un atajo. Mientras más pronto alguien le quitara de encima aquel horrible malestar, mejor. Entonces notó un par de voces femeninas que no venían de muy lejos. Creía reconocer vagamente una de ellas. Loreen Luttrell, ¿quizás? Aquella mañana había escuchado una historia de lo más disparatada sobre ella yendo por ahí, borracha como una cuba, diciendo que un grupo de mortífagos entro en la universidad y secuestró al chico del bar. No sabía si pensar que el mundo se estaba yendo más a la mierda que de costumbre y creerle o si ser optimista y pensar que la chica seguro había pasado una noche difícil.

Entonces escuchó los aullidos. Mierda, mierda, mierda. Venían del interior de las mismas grutas. ¿No solo mortífagos, sino también hombres lobo? ¿Brigantia se estaba yendo al diablo como varios años atrás? Sacó su varita con una mano temblorosa y siguió el ruido de voces femeninas. Fuera lo que fuera, no la cogería sola.

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Acciones: Caminar apresuradamente hacia el lugar del cual proceden los aullidos; va unos metros detrás de Gianna y Loreen.

Si pudiera decir que todas mis preocupaciones existenciales durante esos días eran únicamente los deberes de la carrera y lo mal que habían salido las cosas con Pearlie la última vez, bueno estaríamos hablando de situaciones… sí, desagradables, pero completamente normales hablando de la vida común de cualquier puto estudiante universitario. No estoy diciendo que me agrade mucho el saber que mis oportunidades con Pearlie Burroughs ahora estaban reducidas a casi nada, pero debo decir que hubiera preferido mil veces pensar en esa situación durante toda la noche en lugar de… bueno, en lugar del otro asunto que sí era como años luz más grave.

Para ser más específico al respecto, estoy hablando de Angus, ese cabrón cuya presencia recordaba prácticamente desde que tenía memoria. En la madrugada de ese mismo día, Loreen había llegado a buscarme a la facultad en pésimas condiciones tanto físicas como etílicas, completamente desencajada pero lo suficientemente consciente como para, entre berreos y lenguaje confuso, hablarme acerca de lo que había visto con sus propios ojos como, que en resumen se trataba del secuestro de angus por parte de mortífagos.

Por supuesto, al principio mi mente no quiso aceptar tal cuento que parecía pertenecer solamente a las viejas historias de las pasadas guerras en contra de los magos oscuros, sin embargo los ojos de Loreen me habían dejado ver una certeza tan contundente que, al menos, tenía que cerciorarme de que el maldito licántropo estuviera bien.

Lo primero que hice fue conjurar un patronus al que se supone que tendría que recibir una respuesta por parte de Finnerty, y nada. Después salí yo mismo a las afueras del campus hasta el bar que atendía Angus para ver si simplemente se había quedado demasiado dormido como para no poder responder un jodido patronus… y entonces ahí sería en donde mis preocupaciones se multiplicarían por diez mil. Busqué a Gerhard Immëndorff, pero el decano no se encontraba por alguna razón… después busqué a Damien Hollan, y tampoco. Temiendo que el tiempo estuviera corriendo de forma inútil, me abstuve de buscar al resto de decanos o profesores y trate, durante horas, de encontrarlo por mis propios medios en los lugares donde creía, era posible que Finnerty pudiera estar. El sol salió por el horizonte y no pude hacer ni una mierda para encontrar a mi hermano…

Durante todo el día la noticia correría cual pólvora por todo el campus, y por supuesto las reacciones y comentarios no se harían esperar al respecto. Sin una respuesta por parte de las autoridades escolares, no me había quedado más remedio que seguir buscando fuera de la Universidad hasta que dada la noche, volví a Brigantia sin tener una puta idea del paradero de Angus y con la desesperación llenando de nubarrones mi cabeza. Era momento de pedir ayuda de quien fuera, de Rayder, de Hakan, de los aurores, de la propia puta KAU… de quien fuera. Pasé por el comedor con un aspecto un tanto desagradable para quien no le gustara ver a personas con la misma ropa puesta desde el día anterior, y busqué con la mirada a alguien de confianza a quien le pudiera contar todo lo sucedido. También era necesario encontrar a Loreen, quien seguramente y ya en sobriedad, lograría dar más detalles al respecto. Entonces tres putos aullidos se hicieron escuchar por todo el lugar y mis huesos se cimbraron por la simple idea de pensar que tal vez… se trataba del propio Angus.

Casi salí despedido hacia el camino que desde el comedor, daba a las grutas; y fue cuando me encontré con la presencia de Pearlie Burroughs en compañía de otra chica con la que ya la había visto caminar o comer anteriormente. No conocía su puto nombre, pero no hacía falta saber eso ni ninguna otra cosa para decidir que la puta no merecía más que una jodida piedra dentro la boca para que se callara de una puta vez.

-Deberían mejor encerrarte a ti, jodida perra. Estás hablando de mi hermano…-

Le clavé la mirada a la chica y luego a Pearlie, con el semblante completamente molesto pero sintiendo de pronto una presión en el pecho por tener aún muy presente en la cabeza lo que había sucedido con ella en la fiesta de los Claverley, y posteriormente en Hogsmeade.

-Mejor quédense por aquí o hagan algo útil como avisar a Immëndorff o Suberland-

Y tras una última mirada a Pearlie, fui directo a la entrada de las grutas sacando de mi chaqueta la varita que temía fuera necesario usar. Como se imaginarán, mi temor no era precisamente el tener que lastimar a Finnerty con algún ataque, sino más bien tener que utilizar mi varita para tratar de que el cabrón no terminara por matarme.

Luke no había crecido con escalofriantes historias de guerra que salían de la boca de sus padres. Sabía que lo habían vivido y que en parte era aquella una de las razones principales, por mucho que Nueva York siempre hubiera figurado en las ambiciones de Dave, para dejar el Reino Unido y aventurarse a probar suerte en otro continente con básicamente lo que tenían en los bolsillos y nada más.

Tampoco era cercano a Angus Finnerty. No había crecido con él y en Hogwarts, cuando él recién había llegado, apenas y lo recordaba como un gigante - desde su perspectiva de niño de 11 años - del que Joseph alardeaba era su hermano mayor. Sabía era atendía el bar. Por supuesto, sabía que era licántropo, como todo el mundo lo hacía. Pero aunque iba a beber allá muy seguido y lo saludaba, Luke no iba a enloquecer por un día que no apareciera en el trabajo. Un día de Luna Llena. Tal vez se había sentido mal, o estaba últimando los detalles para pasar la noche.

No creía mucho en los rumores que ponían la cordura de Loreen en tela de juicio, lo admitía. No creía que estaba loca ni quería tampoco ser desleal, eran amigos, pero vamos, ¿quién no había dicho estupideces de aquella especie cuando los niveles de alcohol en la sangre sobrepasaban lo decente? Es que además de todo le sonaba inverosímil. Por qué un Mortifago, encapuchado y peligroso mago oscuro asesino casi certificado, iba a querer a un licántropo pacífico y muy muy hufflepuff que trabajaba como bartender en una universidad.

Había seguido su día como cualquier otro. Yendo a clases, fumando entre descansos, tocando cuando tenía horas libres y tratando de serenar a Loulou si la veía muy loca. Así que estaba en el comedor muy al pendiente de sus propios asuntos, o sea el plato de comida que tenía en frente, cuando un Joseph que no se veía nada bien hizo su entrada. Y lo decía por la expresión que llevaba en el rostro, no por la ridiculez de fijarse si llevaba o no la misma ropa de ayer o una semana atrás.

Se acercó a él (me voy a colgar un poco de ti, si no te parece edito) a contarle de manera atropellada en dónde había estado todo el día y ahora le tocaba admitir que escuchándolo a él comenzaba a sentir ya temor que se manifestaba como un nudo en la boca del estómago. Una cosa eran delirios alcohólicos, otra cuando alguien más trataba de comprobarlos como eso, delirios, y se encontraba con que no era tan sencillo.

Al final no había podido contarle la gran cosa porque era interrumpido por aullidos. Aullidos, en el puto campus. Aullidos que hicieron que Joseph saliera como despedido a propulsión fuera del comedor y si, por muy mala espina que le diera aquello, lo iba a seguir. Ni siquiera se molestó en recoger su mochila o su guitarra, las dejó ahí en la mesa a la que había estado sentado junto con su cena a medio comer.

Lo vió intercambiando palabras con Pearlie y otra chica que había visto en su facultad y luego avanzando hacia las grutas. Aceleró el paso y sacó la varita del bolsillo de su chaqueta. - ¡Espera Crawford, joder! - Lo alcanzó fácilmente. Ese no era el problema. Lo que le preocupaba es que si, en efecto había un licántropo transformado suelto por ahí como los aullidos daban a entender - porque esa puta cosa tan escalofriante que habían escuchado no eran aullidos de lobo común - irse solo era misión suicida.

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Acciones: Llegar con Crawford varita en mano

…Y también me dijo que sino le mandas tu ropa mañana ella ya no te la va a lavar y que a ver como le haces, que vayas a una de esas lavadoras muggles o que le pagues a Bleeker, a ver si quiere. Pero dudo mucho que el quiera por que va a irse a una misión o algo.

Estaba cenando con Dan como los ñoños que eran y no le importaba, era su ritual de la semana y el momento especial que le dedicaba solo a ella. Si no le daba su besito de las buenas noches no podía dormir y terminaba o con insomnio o escabulléndose a su dormitorio para dormirse con él un ratito. Pero solo ese día, los demás volvían a ser normal y si se veían en los pasillos ni se conocían.

Yo puedo llevármela el sábado por que voy a ir a casa otra vez. Pero te va a costar 10 galeones y que me pases la tarea de Pociones.

Le dijo con la boca llena por que sino comía y hablaba a la vez perdía tiempo. Tiempo muy valioso para dormirse por que en la mañana tenía entrenamiento y no podía faltar a los entrenamientos por que la tierra temblaba y el gato se escondía debajo de la almohada. Todavía sentía ese rechazo por los de quidditch a los oyentes, aunque ya lo disimulaban mejor desde que habían comenzado las clases prácticas.

¿Me estás oyendo? Ya no voy a decirte nada, solo me estás dando el avión –le dijo ahora si como una persona decente, sin comida ni nada.

Lo cierto es que ella también estaba medio preocupada por Angus pero estaba segura de que era por que se había contagiado de la preocupación de los demás, de seguro estaba en la comodidad de su casa, encerrado y bebiéndose tranquilamente su última dosis de matalobos como si en lugar de jarabito fuera vino o lo que sea. Al menos ella sí quería creer que era eso y no pensar en cosas malas por que la asustaban demasiado.

La verdad era la primera luna llena que le tocaba en Brigantia y hasta entonces nunca se le había ocurrido preguntar quién atendía el bar cuando el estaba “en sus noches”, por lo que le pareció de lo más normal que permaneciera cerrado. Por eso sufrió un ataque de risa cuando, borracha, Loreen les había dicho que lo habían secuestrado y solo le dieron el avión para que no malacopeara más. De todas maneras le prometió mandarle una lechuza, un patronus, señales de humo o lo que sea a Bleeker por si las cosas no salían bien, ya que él sabría que hacer. Dan también.

Escuchó los aullidos y sintió un miedo espantoso. Esa sensación fea como si le aplastaran y apachurraran el corazón. Angus no estaba con David encerrado en un sótano, estaba ahí en Brigantia. Tal vez era absurdo, pero era el único licántropo que conocía y no conocía a otro en la universidad. Sabía perfectamente que él jamás, nunca, andaría suelto transformado por que para esas cosas era muy responsable.

Vio como se hacia el caos. Algunos se reían por que sí, parecía una broma de muy mal gusto. Otros se fueron y otros permanecieron ahí estoicos. ¿Y si de verdad solo era una broma para burlarse de Loreen? Vio correr a Joseph y sin pensarlo dos veces se echó a correr hacia él. ¿Estaba idota o qué? Aquello era peligrosísimo, podía incluso matarlo. Por que Angus no era el Angus que conocían y amaban cuando era lobo.

¿Dónde está? –les preguntó cuando llegó a la entrada de las grutas, después de Luke, a penas miró a Pearlie y a su amiga por que solo le importaba detener a Crawford-. Creen que los aullidos fueron de Angus –le explicó a Martin-. Por favor, no vayan.

Ya sabía que no iban a hacerle caso. Tal vez era el estúpido orgullo, la lealtad hacia Angus o tal vez todos eran estúpidos por quedarse ahí. Sacó su varita también, temblando como loca.

Markus aun recordaba con bochorno todo lo que vomitó en la taza del baño y la horrible resaca que apenas le permitía moverse. Al carajo con lo que la gente dijera, aquello sin duda NO valía la pena.

Durante los días posteriores el muchacho se dedicó a cuidar del creciente moretón detrás de su cabeza y a fingir que nada había sucedido, aunque todavía se sentía sumamente incómodo si se encontraba por los pasillos o la sala de su facultad a algunos de los que estuvieron allí presentes. Era el precio a pagar por traicionar todo lo que siempre había tratado de representar, quizás.

No pensaba discutir el asunto con Aquila o Pearlie, porque sabía que ellas también querían pretender que no había pasado nada, pero todavía le quedaba el asunto de Finnerty. Sí, finalmente había descubierto como se llamaba el tipo, lo cual hizo el asunto aun más vergonzoso para él. Sabía que Finnerty le tenía el ojo puesto a Aquila, cualquiera con dos dedos de frente lo notaría, pero eso no era lo importante. Ella, a pesar de cómo actuara en algunas ocasiones, era una mujer adulta y era capaz de tomar sus propias decisiones; él no pensaba inmiscuirse en ningún lío de faldas, porque sabía que no tenía nada que hacer allí. Igual, una vez recobró la sobriedad recordó que la chica podía ser un poco clasista, y que por eso habían terminado en primer lugar.

Entonces los rumores comenzaron a correr por la universidad. Escuchó muchas versiones sobre lo que podría haber pasado con Angus Finnerty y por qué este había abandonado su trabajo de aquella forma tan repentina. Incluso llegó a escuchar que este había sido secuestrado por magos tenebrosos. Aquello era ridículo, por supuesto; según decían la persona que inició aquel rumor apestaba a licor y se encontraba histérica cuando contó la historia.

No tenía mayor interés en el destino de algún desconocido con quien, todo sea dicho, jamás habría podido llevarse bien sin importar las circunstancias, pero aquella historia del secuestro resultaba… inquietante, de cierto modo.


Había estado aprovechando el tiempo aquella noche, transcribiendo del libro a un pergamino que tenía extendido sobre una de las mesas del comedor notas sobre un caso de los 1800, en el que un mago inescrupuloso fue descubierto infestando viviendas de otros magos con doxys para luego venderles un supuesto doxycida milagroso de su propia confección. Estaba por saborear otro bocado de pastel de carne cuando los aullidos parecieron retumbar hasta por el último rincón del edificio. Muchos comenzaron a hablar entre ellos, visiblemente incómodos. Markus notó como alguien salía disparado del comedor como si supiera exactamente que estaba pasando.

Si Markus creía que su racha de imprudencias y falta de sentido común había terminado, no podía estar más lejos de la realidad. Sus notas, su cena y su mochila quedaron en el olvido, mientras que salía corriendo hacia la puerta. No tenía idea de por qué hacia aquello, la verdad. Quizás parte de él comenzaba a disfrutar el apagar aquella parte de su cerebro que le decía que no hiciera nada estúpido.

Vio a Pearlie, y por un momento pensó en lo curioso que resultaba encontrarla por ahí. Tal vez no era el único en aquella situación. También reparó en la presencia de Martin, que al igual que él se internó en las grutas detrás del resto. Entonces una chica que no estaba seguro de reconocer mencionó algo clave.

- ¿Angus? –Repitió, dirigiéndose a la pelirroja.- ¿El tipo de bar?

Sin pensarlo, sacó su varita.

Sofie tenía la cabeza en cualquier sitio, esto de andar en enamoramiento no era positivo si se pretendía estar atenta a la vida de los demás y las noticias circundantes, siquiera para llevar la única clase a la que asistía al día, pues tenía que hacer un esfuerzo sobre natural para poner el culo en la silla y leer los libros correspondientes y no terminar a los diez segundos divagando sobre posibles citas o como hacer para cruzarlo “por casualidad” a la salida a un entrenamiento o que tal si suspendía la salida de compras con las chicas para pasar más rato en la uni y así aumentar las posibilidades de cruzarlo.

Fue por eso, por estar con la cabecita en las nubes, que Sofie no solo no se enteró de los rumores de secuestro y luna llena, sino que terminando de cenar en el comedor tampoco dudó entre, prestar atención a lo que las gentes hablaban y quedarse un poquito más a enterarse bien, o aceptar la propuesta de Adair de acompañarla hasta su facultad, tomando camino por las misteriosas y laberínticas grutas. Entre Adair o cualquiera, Adair… entre besarse en el oscurito o ser decentes, pues besarse en el oscurito.

- …no estuve aquí, pues aprovechando que era fin de semana, fui a pasarlo con mi mamá… Mira, me ha regalado esto, es como un cinturón mágico porta varita o algo así… A ver si me ayuda a no olvidarla día por medio… O es su forma de decirme que ya no está enojada porque yo elegí estudiar aquí…

Le contaba a Adair, sobre su ausencia el fin de semana anterior en ocasión de su cumpleaños, y le mostraba, quitando las manos indiscretas de ambos del medio, aquel fino lazo dorado que atado a la cintura parecía poder retener la varita sin mayores artilugios ni sistemas, por pura magia exactamente…. Le besaba sin discreción tomando un camino trasversal al principal, solo por seguir perdiendo el tiempo y no llegar tan rápido hasta su edificio cuando un aullido viajó directo a sus oídos interrumpiendo cualquier posibilidad de una noche liviana y feliz….

- que… que fue eso?... – No podía ni ocurrírsele a Sofie que había hombres lobo en Brigantia, ni que la luna llena tocaba ese día del mes, ni que un Angus irreconocible podría estar asechando hambriento los mismos pasillos que ellos. Anque un escalofrío la recorrió entera, el no saber nada de nada le permitía no sentir un miedo absoluto que la hubiera hecho correr sin descanso, sino solo un temor lógico a lo desconocido, que la motivaba a prestar más atención, a parar la oreja...

Vio pasar unas sombras, luego otras, las voces ya eran varias, y pasito a pasito, disimulado pero rapidito, Sofie guió volver al camino principal para lamentablemente darse la cara de lleno con Luke. Fuck! Ella lo había estado esquivando, y aquello de encontrárselo en noche de luna llena con aullidos de fondo, y ella misma de la mano de Adair saliendo del oscurito, no era la mejor situación… Aunque quizá con tanto lío él ni la notase y siguiera persiguiendo a Crawford...

Mejor disimular mirando para cualquier otro sitio, o seguir huyendo hasta la salida, pero Martín también entraba y tras él Regina... - Angus está trasformado? Y aquí?... o sea… un hombre lobo?... Y nosotros aquí?... – Le decía a Regina, alterando miradas con Martin, con Adair también a quien no pensaba soltarle la mano, menos que menos ahora… - Que miércoles están pensando ellos?... – miró al grupo más adelantado aunque fuera solo por dos pasos de Luke y Crawford, pero preguntándole a Regina…

Sofie no sabía nada de hombres lobos, pero como la ogmios pensaba que eso era una locura. También pensaba que huir era una putada, pero que quedarse era muy peligroso. Negó con el rostro a sabiendas de que haría la estupidez de quedarse allí. – esto está mal! Cave Inicum - sobre ella, Adair y Regina. Si se pensaban tan guapos y capaces, por inconcientes, de poder hacer algo ante esa situación, más vale empezar ganando tiempo.

- - -
Accion: ir con Adair hasta Regina.
Hechizo: Cave Inicum a los tres.

De verdad que no se esperaba que Beauvis se pusiera a llorar apenas lo dejaran en su nueva casita improvisada. Ella también tenía hambre aunque no estaba como energúmeno como Milou, lo suyo era hambre normal de cena., por eso terminó aceptando que se llevaran a Beauvis con ellas. Notaba que Milou estaba rara, como de muy mal humor –aunque se esforzaba por no mostrarse demasiado cascarrabias- o muy melancólica, pero a Pearlie se le hacía un lindo gesto de su parte que intentara contenerse.

En el camino había ido jugando con Beauvis, que era una ternura y parecía muy agradecido porque no lo hubieran abandonado. Además había descubierto pronto que aunque era chiquito, ya le gustaba que lo lanzaran por el cielo como pelota, así que eso iba haciendo conforme se encaminaban al comedor. No se esperaba que de pronto un aullido resonara en Brigantia, no había hombres lobo ahí hasta donde sabía. Se detuvo en seco, no lo pudo evitar. Ella tampoco había escuchado bien los rumores, ni sabía de qué iba todo lo de Angus, como no estaba ya saliendo con Crawford, poco o nada quería tener que ver con sus amigos y lo que tuviera que ver con él.

Se mordió los labios ansiosa con las palabras de Milou, porque sí, estaba de acuerdo en que había que encerrar a los licántropos en luna llena, pero no estaba muy segura de la parte en la que el tipo hubiera decidido quedarse en los terrenos de Brigantia por libre elección a esperar su baño de luna.

-Ya me dio…

Iba a decir con toda seguridad que ya le había dado miedo, pero que seguro el comedor era más seguro cuando alcanzó a distinguir la figura de Joseph Crawford acercándose a ellas y diciéndole a Milou unas palabras de lo más groseras.Lo fulminó con la mirada. Era un grosero corriente. Pero ni tiempo hubo para pensar en lo desagradable que era porque de repente llegaba una bandada de gente mencionando el nombre de Angus y corriendo al lugar de donde provenía el aullido.

-¿Angus? Milou, esto no está bien.

Se le había olvidado la cena, el hambre había dado paso a la preocupación. Sintió ganas de ir a detener a Crawford, pero parecía un panorama estúpido. Tal vez el tipo con todo y sus malos modos, tenía razón.

-Hay que alejarnos de aquí, avisar a alguien.

A alguien con autoridad, pues. Tomó fuerte el brazo de Milou, la verdad ella no iba a correr en dirección al peligro porque no quería morir descuartizada o contagiada de licantropía. Y Beauvis estaba muy nervioso.

-Cave inimicum.

Que la tachara Milou de paranoica, pero nunca estaba de más asegurarse, así que lo conjuró sobre ella y sobre su amiga. Sentía el estómago hecho picadillo, eran los nervios, ver a Crawford y a los demás correr hacia el aullido no le había gustado nada.

Cuando llegaba correspondencia de la abuela generalmente le llegaba a cada uno, pero cuando enviaba cosas para cada uno de los nietos como en ese caso enviaba las galletas carísimas que una conocida suya preparaba en Suiza se las enviaba a él para ahorrarse la tragedia personal de saber que sus nietas pensarían que ella no las quería por igual. No es que no fuese cierto, simplemente la mujer tan decente y diplomática como era prefería que fuese él quien pusiese orden en esos asuntos para no cargar responsabilidades cuando sus nietas se sentasen a su mesa en las fiestas.

Era un gran paquete, cerca de cincuenta galletas. Las instrucciones decían que quince o veinte eran para Pearlie y que para él cogiese la misma cantidad, el resto podía repartirlas entre Shadow y Paprika, aunque a la última la mencionó en el agregado al final de la carta, seguramente ni la había recordado. Aldrich decidió darle veinte a Pear, veinte a Shadow y diez a Paprika sin que se enterase de que a las otras les había dado más, sólo le enviaría un paquete con un compañero diciendo que era de la abuela y ya, para qué explicar más. Le podría robar una galleta a Shadow y otra a Pear, con eso estaba más que feiz.

A su hermana la encontró pronto en un pasadizo mientras iba hacia el comedor a buscarlas para darle a cada cual lo suyo, la rubia lo acompañó a buscar a su prima cuando escucharon el aullido, uno que no podía augurar nada bueno, jamás había escuchado a un hombre lobo transformarse pero si estudiaba Artes Oscuras no era difícil poder recordar los textos de la escuela para asociar el aullido con lo ya conocido en teoría. Estaban todavía algo lejos del comedor pero la vieron del otro lado del lugar, a varios metros.

Estaba acompañada pero no importaba, no sabía mucho de la historia de Loreen pero un rumor escuchó, nada importante, pero comenzaba a relacionar eso y quiso ir con Pearlie ya mismo, no sabía bien de dónde venía el sonido pero como cada vez le parecía más cercano era evidente que su prima se iba acercando. Le ordenó a Shadow quedarse allí, no podía dejar que se metiese en eso, fue una orden y más le valía hacer caso, tras un grito severo de su parte pareció entender y fue a buscar a alguien, a algún decano a su oficina mientras él iba tras Pearlie.

Corrió un poco esquivando gente hasta que llegó a donde estaba ella con una desconocida y Crawford, no le importaba mucho lo que hacían allí pero tomó a su prima del brazo como ella acababa de hacer con la rubia que la acompañaba.

-Le dije a Shadow que vaya a buscar ayuda, mejor quédense aquí. No quiero que nada te pase, ¿entiendes?-trataba de mantenerse más calmado con ella y no como un dictador tal como hizo con su hermana, el temperamento de ambas era muy distinto. Era obvio que se trataba de Angus, a esas alturas hasta con el apuro pudo deducirlo. Entró a las grutas tras Crawford y Rayder, le dedicó una última mirada a su prima como para convencerla de que se quede allí, a salvo.-

Varita en mano como todos entró al lugar, conjuró sobre los tres un hechizo protector que acababa de escucharle a su prima apenas entraron aprovechando la cercanía y con un golpe suave en el brazo de ambos les hizo saber que estaba allí, justo al lado.

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Hechizo: Cave Inicum sobre él, Crawford y Rayder.
Acción: Entrar, varita en mano al lado de Crawford y Rayder.

Parte de la mañana la pasó con Luke enojada, pero no con él, sino por el tema de Ann que si bien sabía que nada de culpa tenía por las cosas que sucedían o porque su padre fuese a meter la verga en huevos que no debía. Estaba de acuerdo con eso, pero no se sentía capaz de ir a abrazarla cuando ella ni siquiera tenía la decencia de decirle a Dave que mejor apoyase a su propio hijo en la carrera musical, al de siempre, no a ella que era nueva en todo aquel asunto.

Estaba celosa, sí, eso tenía mucho que ver y como sólo con su hermano hablaba de ello el pobre debía estar harto de ella, por eso mismo no se quedaba mucho tiempo a su lado porque lo que rondaba su cabeza era primordialmente eso, eso y una recolección de firmas que debió iniciar ese día. Además estaba el asunto de que ni veía al putísimo de Sebastian ni de casualidad, apenas se lo había encontrado un par de veces y de paso, no le había podido contar lo de la fiesta ni nada. Maldito.

Había estado cerca de las grutas pero no llegó a ir porque vio a Sofie escabullirse con Adair, le daban ganas de vomitar cada que los veía porque pensaba en Luke, el pobre Luke que era tan bueno y que no conseguía que alguien lo quisiese como se merecía, todo por ser demasiado amable con la gente, por intentar no ser el gran hijo de puta, por no buscar hacerle la vida a alguien miserable. Maldita Sofie, esa zorra maldita que iba a llorar alguna vez por ver a Luke con otra. Estaba enojada por todos esos pensamientos y fue por eso que al ver a Parker se le acercó, colérica como loca.

No eran grandes amigos pero al final se conocían y se agradaban mucho, de hecho hasta confiaban un poco en el otro o más que eso, lo conoció inicialmente por Loreen y Sofie, pero el caso es que siempre fingieron llevarse mal y se hablaban de forma borde, como si nada fuese menos agradable que estar juntos, cada que les preguntaban decían barbaridades a medias del otro pero no sucedía lo mismo cuando se sabían solos, hasta habían acabado hablando alguna vez por horas, insultándose mutuamente y haciendo un cuadro con las conquistas de él, a Loulou siempre le entretuvo reírse de las pobres ilusas que lo buscaban para encontrar amor eterno e inolvidable.

Al llegar hasta donde estaba le dio un golpe medio fuerte en el pecho, era un chico grande, podía soportarlo.

-Acabo de ver a la zorra de tu prima yéndose a revolcar con Brackminster, ese puto tiene herpes de seguro, le va a llenar el culo de enfermedades.-no lo sabía y hasta medio le agradaba aquel, pero estaba enojada y cualquier cosa por joder a Sofie ahora era buena, después de todo Parker no la delataría diciendo que ella le dijo lo de las ladillas de Adair.-

El aullido no demoró en llegar a oídos de ambos, levantó la cabeza instintivamente como para buscar saber de dónde llegaba pero sólo pudo asumir que cerca de donde estaban, de donde acababa de salir quizá. Cuando la gente comenzó a ir corriendo a la gruta fue la confirmación, jaló la mano de Parker con violencia mientras le decía que ojalá no la cogiese Angus con las bragas abajo, que saldría horrible en la historia del periódico ese detallito.

Bromeaba para calmarse, Angus, Angus estaba allí, no era su hermano del alma ni su ex novio ni nada, pero era un gran zóologo y lo respetaba mucho, lo consideraba mucho porque lo había visto ayudar mucho en causas a favor de los animales y si se trataba de él, haría de todo para ayudarlo, que la gente parecía más que nada ávida de ir a atacarlo. Jaló a Parker hasta el lugar, pasando al lado de Luke sin notarlo y colocándose un poco delante, varita en mano como todos.

-¿Qué hacemos, qué hacemos?-preguntó mientras que ni un hechizo protector atinaba a poner sobre ellos como todo el mundo iba haciendo. Buscaba a Angus, pero no lo veía.-

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Acción: Ir a las grutas con Parker Luttrell

Había decidido no creer ni un solo rumor del último día, de esos que llamaban loca borracha a su hermana, no porque le ofendiera escuchar esas palabras sobre ella, sino porque si fueran reales no le cabía en la mente que la muy tarada hubiera ido en busca de cualquier otra gente, en vez pedirle ayuda a él. Una cosa era la explosión de carácter que entre ellos estallaba últimamente, otra que Loreen hubiera dejado de confiarle las cosas importantes.

Por otro lado, él ya estaba cenado y tomándose un vino que había comprado a Angus días antes, porque ya sabía, de tres putos años de andar por el campus, que era luna llena y que Angus no abriría el bar. Nada le sorprendía, todo era aburrido como debía ser en ese día del mes…. Hasta que aparece alguna a romper las pelotas, al menos esta vez no fue una fulana quejándose por la desaparición de sus bragas, sino una tremenda amiga provocándole escupir el vino de un golpe.

- que carácter nena! – y le pasó la botella – quién… Sofie?... – rodó los ojos, no le interesaba en absoluto el tema, pero iba a darle el gusto a Loulou de seguirle el jueguito – qué tal si ella le contagia a él?… por las dudas no te acerques al tipo ese, yo estoy limpito. –

Le guiñó un ojo y estaba por estirar una mano a ella para joderla y tocarle algo, pero los aullidos arruinaron todo chiste. – what the fuck…? – y fue Loulou quien lo tomó para adentrarse – Estás de coña! Yo no me meto ahí! – Pero allí se tragó las últimas palabras, porque estaba demasiado lleno de gente como para ponerse en ridículo por pendejo cagón…. Dio un vistazo rápido a las figuras de todos, creyendo ver mucho más adentro de la gruta el cabello gigante de su hermana, pero no podía asegurarlo.

- a ver mierda… - Dio un profundo trago al vino – Tu?... pues te vuelves, que seguro eres un inútil estorbo… - y hasta le dio un empujó incitándola a que se largara con las demás niñitas. Pero de inmediato recapacitó y la jaló del brazo con excesiva fuerza por si ya estaba huyendo – quedate aquí… que no debe estar solo y no sabremos por donde llegarán los demás…- sus conjeturas podía ser exageradas y estaba cagado hasta las patas, pero los hombre lobo no se anunciaban ante la presa, sino ante los iguales. Podían terminar rodeados de pelo en cualquier puto momento cuando alguien hiciera un paso en falso o oliera demasiado bien a carne cruda.

- Protego Totalum- Se copió con estilo de su prima que por suerte parecía con las bragas en su sitio y el mono de Adair cuidandole la espalda. Y sigió avanzando con Loulou jalada, a ver si aquella sombra era su hermana... Dónde mierda estaba Loreen?

- - -
Acción: avanzar con Loulou, un poquín más allá que el grupo luke, joe, aldrich, en busca de Loreen.
Hechizo: Protego Totalum: (Hechizo de protección. Hermione lo emplea para proteger al trío de los mortífagos. http://www.eldiccionario.org/hechizos/hechizos-j-q.htm) Sobre él y Loulou.

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Acción: Ir hasta Regina arrastrado por Sofie.
Hechizo: Cave Inicum sobre Regina, Sofie y él mismo.

Los aullidos de Finnerty parecen no amedrentar a nadie. Tal vez es por la amistad que lo une a algunas personas ahí que se arma una cadena de protecciones. A pesar de los nervios y de la terrible sensación de desasosiego, Todos los que lo intentan, logran conjurar sus hechizos de protección (durante un turno), sin embargo, ninguno conjura un hechizo lo suficientemente fuerte como para detener un ataque físico de gran calibre en el caso de que Finnerty decida atacar.

El hombre lobo sale de la gruta, húmedo y hambriento. Se encuentra con un nutrido grupo de gente que huele a carne y a sangre. Puede tener amigos ahí que considere sus hermanos, pero eso no importa para la bestia en la que se ha convertido. La gran cantidad de gente lo confunde. Es la primera vez que el licántropo se enfrenta a personas, nunca había visto una en realidad. El miedo se mezcla con la ira y el hambre. Para él, todas esas personas no son más que amenazas y su instinto le ordena acabar con las amenazas. Las siente y las olfatea por todas partes. Las rodea, no sabe qué elegir.

Un último gruñido amenazador y la figura del pesado lobo elige a su presa: Regina Cleverley o en su defecto, el grupo de personas cercanas a ella (Martin, Dan, Sofie y Adair son los más cercanos). No parece haber tiempo para nada. El lobo es certero, joven y ágil, y al ser la primera vez fuera de su encierro, el entusiasmo por la novedad parece darle nuevos bríos.

ESTADÍSTICAS:

Adair: 20 pvs
Parker: 19 pvs
Loulou 15 pvs
Aldrich 19 pvs
Pearle: 16 pvs
Sofie: 16 pvs segunda en fila de la amenaza de Finnerty.
Markus: 19 pvs
Regina: 12 pvs amenaza directa de Finnerty
Martin : 16 pvs
Luke: 16 pvs
Joseph: 15 pvs
Beatrice: 15 pvs
Milou: 19 pvs
Gianna: 15 pvs
Loreen: 15 pvs
Dan: 15 pvs
Angus: 27 pvs (por conversión)


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PRÓXIMO MASTEO: Miércoles 10 por la tarde.

-Mándale la ropa tú, de todos modos te pones todas mis camisas

Había sido lo último que le dijo a Regina, después de escuchar su ofrecimiento por llevarse su ropa sucial, algo sobre la tarea de pociones y lo último que decía, su regaño por no estarla escuchando con toda atención. Pensaba en muchas cosas, en todo y en nada básicamente, también en pociones, en lo acertadas que habrían o no estado sus teorías sobre los últimos ingredientes experimentales que habrían tenido que desarrollar en dos rollos de pergamino y sobre todo en la extraña preocupación de Bleeker por no haber sabido de Angus, aunque nunca había pasado nada y no siempre le notificaban que todo estaba bien.

Era sólo su instinto, quizás. Tanto su padre como su hermano mayor decían que un auror sin instinto no podría lograr nada; después de todo, no quiso pensar en cosas malas y no le temía a la luna llena, mantenía su pensamiento en positivo, tranquilo, caminando a un lado de Regina, sinceramente, sin hacerle mucho caso.

Para Bleeker la conjunción de lo que Loreen había dicho (Regina era muy comunicativa) y el hecho de no haber sabido si Angus había llegado a casa por que ni siquiera por la manera muggle de contactarlo respondió eran ya señales de alarma, acostumbrado como estaba a no creer en ninguna coincidencia. Pero ellos eran otra historia, y de todos modos, la Universidad era un lugar muy seguro. O eso pensaba todo mundo.

No caminó cerca de Regina como el sobreprotector hermano en que podía convertirse por que ahí había mucha gente, pero en cuanto el alboroto comenzó lo primero que pensó fue en ubicarla con la vista, incluso empujó un poco a un par de personas para llegar hasta ella, mucho antes de darse cuenta que la amenaza de un licántropo temible y medio oculto por la parcial oscuridad de las grutas estaba directamente sobre ella. Tuvo la sensación más horrible que había sentido en la vida.

-¡REGINA, REGINA! ¡MUÉVANSE, MI HERMANA ESTÁ EN PELIGRO!

Todo el mundo lo sabía, y no era la única que estaba en peligro, pero era lo único que le importaba, y su voz era sólo la de la desesperación y el impulso. Corrió hasta ella sin importarle nada y buscó interponerse entre el enorme licántropo y ella, sin importarle que quizás la brusquedad de su movimiento pudiera ponerlo aún más agresivo. No iba a permitir que nada le ocurriera a su hermana, de ninguna manera. Ya llevaba la varita fuera.

-¡Incárcero!

La velocidad con la que habían ocurrido las cosas también le impidió pensar un momento en el daño que pudiera hacerle a quien seguramente era su amigo. Eran demasiadas coincidencias, pero no podía dejar de pensar en Regina, en lo que podría pasarle, en la horrible sensación que había tenido al verla en peligro. Le ocurriera lo que le ocurriera, de ser así, jamás se lo perdonaría.

Cogió el vino y le dio un trago antes de que le dijese lo de que Sofie quizá era la que contagiaría a Adair y sólo ladeó la cabeza, quién sabía, ella no, pero afortunadamente Luke debía estar limpiecito. Dejó la botella en la mesa para responderle que no le interesaba Adair, que sabíq bien que tenía una afición por los menores, los extranjeros o los barbudos como Merlín, pero como ya iba a meter su mierda esa de que él era mejor amante y candidato para todo que cualquiera le iba a soltar una grosería que sólo a él le sonaría amable, nunca se esforzaban por ser evidentemente agradables entre sí.

No notó si la idea de adentrarse en el inminente peligro no le parecía atractiva, a ella sí pero no por las ganas de morir, sino porque no hacer algo respecto le parecía peor que terminar hecha cena de Finnerty, aunque tampoco es que la idea se le hiciese atractiva, no le parecía que fuese a servir bien como carnada de licántropo. ¿Pero qué carajo hacía allí Angus? No recordaba haberlo visto antes por la universidad deambulando por sangre, quizá había confundido el día en su calendario o tuvo una emergencia, ni se imaginaba del asunto que en realidad los tenía allí, literalmente frente a ellos.

Parker le decía una idiotez de que iba a estorbar, ella no estorbaba, siempre era un aporte, era aguerrida y el pendejo lo sabía, para qué se ponía ahora como macho protector, que mejor sacase de allí a su prima que siempre fue más adicta a los perfumes que a la adrenalina. Creyó las palabras de Luttrell porque las dijo con toda convicción que hasta pensó que había visto a otros, a unos licántropos que de alguna forma estaban allí, ella no se imaginaba a un grupo de mortífagos detrás de ello, no tenía idea.

Agradeció la protección pero como algo interno, nada de decirlo en voz alta, miraba a Angus sabiendo que no quedaba conciencia en él como para entender que eran sus amigos, que estaban allí por él, para él, que no lo querían lastimar y que algunos como ella temían porque se veía aterrador. Lo vio pasar cerca, muy cerca de ella, cerró los ojos por un segundo apenas y los abrió con la varita levantada pero no fue necesaria, había pasado a su lado y se dirigía a Regina, escuchó los gritos de Dan y apenas escuchó su hechizo se adelantó hacia donde estaba el licántropo.

-¡Incarcero!-ella no pensó lo mismo que él, no pensaba que pudiesen dañarlo, alguien sabría una forma de tranquilizarlo, un modo de hacer que se calme, ella sólo quería evitar que vaya encima de Regina o de los que estaban cerca, luego podría disculparse con Angus si es que quedaba algún remedo físico de su hechizo.-

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Acción: Un paso hacia atrás para mirar a Angus y apuntarle
Hechizo: Incarcero a Angus

No estoy muy segura de que sea él. Ojalá que sólo sea un loco queriendo asustarnos.

Les contestó y se sentía mal. Tenía la fea costumbre de hablar de más cuando estaba nerviosa y eso era precisamente lo que acababa de hacer. Fulminó con la mirada a Sofie por que de le hacía más fácil descargar todo su miedo y la desesperación que le dio por que Joseph y Luke estuvieran tan cerca sobre ella.

Pueded caminar hacia allá y no te va a pasar nada, o, mejor, puedes irte a tu dormitorio donde nada pueda atacarte.

Pero Sofie sólo quería ayudar, igual que todos, incluso conjuró un hechizo de protección sobre su novio y, de paso, sobre la misma Regina. Apretó su varita y la miró realmente arrepentida de haberle hablado feo. Parecía que ya de le estaba haciendo costumbre.

Sofie, perdóname. Eso fue muy grosero. ¿Creen que debamos buscar al decano? Tal vez pueda cerrar la gruta y...

Ayuda fue un grito lo que le hicieron voltear, o quizá un gruñido o fue simplemente su prescencia. Nunca había visto un licántropo en plena transformación y deseo nunca haberlo hecho por que sintió muchísimo miedo. Era difícil creer que era Angus; en realidad no podía ser él, era imposible . Su garras eran gigantescas y su hocico era feroz, peligrosisimo. Su gruñido aterrador la dejo paralizada, cual venadito encandilado por las luces de la carretera.

Siempre de había reído de las películas muggles y sus efectos especiales, pero ella vio todo como sí hubiera estado en cámara lenta. Sus movimientos le parecieron eternos, tan claros, tan peligrosos y, de repente, ya se estaba abalanzando sobre ella. A pesar de verlo todo perfectamente, no fue capaz de hacer nada.

No escuchó los gritos de Dan, no escuchó nada en realidad por que sus sentidos parecieron haber dejado de funcionar y todo se volvió difuso. Regina sólo atinó a levantar el brazo del que sostenía la varita para cubriese el rostro.

No grito, no lloró, no se desmayó (aunque sentía que iba a desvanecerse en cualquier momento).

--

Acción: Proteger a Sofie con su propio cuerpo
Hechizo: Incarcero hacia Angus.

- Pues todos parecen bastante seguros de que sí es él.

Fue todo lo que pudo decir, antes de que otro potente aullido ahogara los demás sonidos por unos segundos. Algún instinto primitivo, herencia de épocas donde no había varitas y elfos domésticos, les indicaba a todos que aquel ruido debía aterrarlos. Markus sabía que al menos él lo estaba, pero no conseguiría nada perdiendo la compostura.

- Abadeer, no creo que tu hermana se ponga muy contenta si pierdes un miembro o dos aquí. -Dijo bastante serio. Sabía que el mismo argumento podía aplicársele a él mismo, pero de igual forma se sentiría culpable si no lo dijera.- Alguien tiene que avisar a todos los… mierda.

Ahí estaba, ahí estaba el enorme bastardo.

Hocico alargado, distorsionado en un rictus que revelaba unos dientes amarillentos y alargados. Garras de aspecto mortífero, patas ágiles, poderosos músculos tensados bajo una mata de pelo negra. Si bien aquel era el primer, y esperaba que último, hombre lobo que veía, poseía la extraña e inexplicable certeza de que este era, encima de todo, un ejemplar especialmente mortal. Genial, absolutamente maravilloso. Una parte egoísta e irracional de su ser se preguntó si trataría de matarlo a él primero, por todo lo de la fiesta.

Pero no, el lobo no iría tras él –aunque bastante cerca- sino por la chica pelirroja que un momento atrás había revelado quién se encontraba bajo la imagen de la bestia.

Markus vio al lobo agitarse, como un perro joven que se suelta de sus ataduras por primera vez, un gigantesco y mortal perro que no dudaría en descuartizarlos a todos, o peor: morderlos e infectarlos con su propia aflicción. Markus no iba a permitir que aquel monstruo le hiciera daño a una pobre chica, en aquel momento no importaba que tan humano fuera este bajo las garras y colmillos.

- Desmaius.

Michael no era un hombre de acción, lo suyo era la sanación; había dedicado su vida a la medimagia por alguna razón. Sin embargo, había ocasiones en las que uno, sin importar su oficio, debía ensuciarse las manos, así fuera por una causa tan noble como la suya. Así que se puso la máscara, que nunca había necesitado utilizar en aquel contexto, y se cubrió con una túnica negra. Aquella noche sería un soldado más, defensor de su causa.

No conocía con mayor detalle la situación de aquella noche, solo lo esencial. El licántropo era Finnerty, el chico que trabajaba en el bar. Michael ni siquiera entendía cómo era posible que lo contrataran en primer lugar. Como fuera, ya era hora.


La movilización del cuerpo inerte del chico fue una tarea tan molesta como había supuesto, a pesar de contar con ayuda. Lo que pasaría aquella noche debía valer la pena, por Merlín. Estaba consciente de que era probable que se derramara sangre valiosa, quizás incluso la de magos puros. Aquello era una pena, de verdad lo era, pero todo requería sacrificios. Por eso se quedaría cerca, para estar seguro de que de ser posible se derramara solo la sangre de los hijos de muggles y de los traidores. Era en ocasiones como aquella que realmente comprendía lo útil que resultaba su posición dentro de la institución.

Se aplicó un hechizo desilusionador y se alejó de la zona, pero sin retirarse demasiado. Era peligroso, claro. El chico podría despertar, convertirse y atacarlo a él. Pero Michael sabía que aquello era muy poco probable: los brigantes amaban arriesgar sus cuellos sin razón alguna. No por nada la universidad tenía ya un record de incidentes y escaramuzas nunca antes visto.

Cuando comenzaron los aullidos y los pasillos de roca se llenaron del ruido de voces y pasos, Michael lo tomó como su señal. Se dio la vuelta y regresó sobre sus pasos, convencido de que encontraría al licántropo acabando con alguien. Curiosamente, lo que vio fue casi tan bueno, a pesar de no ser lo que esperaba.

Tres chicas avanzaban con cautela. Michael solo reconoció a dos de ellas. Una, Witchcombe, había pasado en un par de ocasiones en las últimas semanas, buscando siempre alivio para sus resacas y constantes dolores de cabeza. Una pobre mesticilla. La otra, era Gianna Vercelli. Su padre trabajaba en San Mungo, un hombre brillante. Era una pena que tuviese aquella ideología torcida. Michael estaba enterado de que el tipo estaba casado con una auror que le había causado problemas a los mortífagos desde la época de Lord Volvemort. Ningún mortífago que se respetase podría desaprovechar tal oportunidad.

El efecto del encantamiento desilusionador ya había pasado y ya resultaba perfectamente visible, pero aquello no le preocupó. Ni siquiera disimuló el ruido de sus pasos. Estaba totalmente confiado.

Levantó la varita y, sin vacilación la dirigió a la espalda de la chica.

- ¡Ziodyne!

-
Ziodyne: La víctima siente como una poderosa descarga eléctrica le recorre el cuerpo, provocándole un intenso dolor que le incapacitará para actuar durante 2 turnos y recibirá un daño de 1d4.

Beatrice tragó saliva. ¿Pero qué mierda estaba haciendo allí metida? No estaba estudiando para ser auror o zoóloga, carajo, ni siquiera le interesaban las artes oscuras. Que estuviese rondando por ahí buscando a un hombre lobo tenía tan poco sentido como pensar en encontrarla en la biblioteca hasta esas horas.

La verdad, quizás el hombre lobo no estaría tan mal.

Escuchó gritos, gruñidos, exclamaciones que reconoció como hechizos. Una lucha estaba dando inicio a solo unos metros, uno de aquellos famosos enfrentamientos de Brigantia, que según le habían dicho alguna vez, se había convertido en todo un campo de batalla. Siempre pensó que involucrarse en algo así sería jodidamente emocionante, pero ahora se daba cuenta de que simplemente daba miedo. Mucho. Maldito. Miedo.

- ¿Alguna sabe como matar a un licántropo? –Preguntó de repente, alzando la voz lo suficiente como para que las chicas que tenía enfrente la escucharan con claridad. Bea no tenía forma de saber que aquel hombre lobo significaba tanto para algunas de las personas que estaban por ahí; ni ella misma lo conocía.- Pensaría en un confringo y ya, pero no creo que sea buena idea lanzar uno aquí…

Pensó en decir otra cosa, pero entonces escuchó un ruido tras de sí y, por mero reflejo, levantó la varita y musitó:

- ¡Protego!

Había una figura vestida de negro, con el rostro cubierto por una fea máscara y con la varita levantada, pero esta no la apuntaba a ella. Había reaccionado como una ratoncilla cobarde, que vergüenza, y el ataque de aquel… ¿Mortífago? ¿Aún existian? Ni siquiera iba dirigido hacia ella. Se reprendería mucho a si misma si salía viva de aquello.

Le habían informado de los planes que habían sido hechos para empezar a sembrar un poco el caos; todo lo iban a empezar, poco a poco, por el foco que podría considerarse mas disimulado.

El cabecilla de todo aquello le había pedido que fuese a vigilar, aunque no exactamente a vigilar... sino mas bien a “colaborar” a que el hombre lobo fuese directo a por alguna presa, alguna presa que fuese algún liberal o alguien poco digno de saber la magia, como algún que otro sangre sucia de esos que rondaban por Brigantia... aunque él probablemente también fuese a meter a los mestizos en el saco... a fin de cuentas, todo lo que tenía una mínima relación con lo muggle era eliminable, fuese objeto, o persona.

Lo mejor... era que no iba a contenerse en el momento de colaborar con aquellas muertes, no tenía ninguna razón para ello.
Se hubo puesto cualquier tipo de ropa, oscura, y ni siquiera se había molestado en ocultar su rostro; nunca en ninguna de sus tareas lo había hecho, y esa vez no iba a ser diferente.

Desde que se soltó al lobo en las grutas, él había ido con cuidado vigilando; viendo quienes entraban en la misma, asegurándose que ninguno de los suyos entraba al lugar. Tendría que empezar a hacer algo si aquello no se animaba..
Yesenes había estado desde hacía cerca de un par de horas en la zona, investigando d eforma aproximada cual salida de una gruta llevaba a aquella otra y demás, para poder jugar con aquello a su favor.

Llegó el momento en el que Finnerty estaba bastante cerca de todos aquellos imbéciles que habían acudido al aullido. ¿Que jodido suicida iba directo al aullido de un hombre lobo?
Sonrió un poco sádicamente, aprovechándose de aquellas grutas ya anteriormente exploradas, para aparecer cerca de la zona, viendo desde una distancia razonable la situación de todas y cada una de las personas presentes.

Él mismo apareció a espaldas del hombre lobo, prácticamente al lado de una chavala y detrás de otro par que parecía que fueran a intervenir; pero aquello se les acababa de joder.

Uno de sus camaradas, demasiado evidente su atuendo, sobre todo la mascara; que parecía haber aparecido poco antes que el mismo Ayyûb, ya había empezado con aquello, atacando a una de aquellas chavalas que estaban a espaldas de ellos; por lo que simplemente, él mismo también decidió ayudar un poco a que corriera la sangre, al menos, solo a colaborar un poco...

Antes de nada para quitar obstáculos, no tardó en apuntar hacia Beatrice, la que tenía mas cercana, y aprovechó eso mismo para utilizarla.

- ¡Depulso! – Sosteniendo la varita con firmeza, apuntando fijamente a la chavala, lanzándola directamente hacia Gianna y Loreen que estaban practicamente pegadas la una a la otra, con una sonrisa sádica; ahora empezaba el juego.

Los gritos de aquellas probablemente llamarían la atención del lobo...

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Acción: Llegar hasta donde está.
Hechizo: Depulso a Beatrice como arma arrojadiza (X_D) contra Loreen y Gianna.
Situación: Donde estaba Beatrice.