Un par de copas

Dejó caer su cuerpo en el mullido sofá de casa de sus padres y tomó una gran bocanada de aire. ¡Al fin! Un poco de paz. Cerró los ojos feliz, tranquila y relajada por suerte sus padres (o más bien su padre y su madrastra) habían decidido llevarse a Thaddeus por unas horas a la reserva de dragones en Rumania y aunque adoraba a su hijo con todo su ser necesitaba ser una mujer de veinticuatro años de vez en cuando. El trabajo como auror traía agotada a la teñida Brackminster, trabajar para un ministerio tan activo como el inglés agotaba toda su energía y solo faltaba después de ocho horas llegar a casa donde su hijo de dos años la esperaba para jugar hasta saciarse, la mayoría de días quedaban dormidos en el sofá de la enorme y solitaria casa de su marido.

Caso aparte era su marido. Había decidido casarse con él para tener una mano que la ayudara con Thaddeus y aunque el niño no era de Flirckmann, Clarisse llegó a creer que por el amor que el hombre sentía por ella desarrollaría algún gen paternal que ayudara a llevar las horas con su hijo. Gran error. Todos los votos y todas las promesas realizadas en el momento de la ceremonia se esfumaron en cuanto volvieron de luna de miel y Clarisse estaba cada día más convencida que estaba equivocada en cuanto a ese matrimonio, nunca había estado enamorada y buscó la opción más sencilla para suplir esa falta en su vida pese a que el autentico padre de su criatura, Jonathan, estaba volcado en su educación, la distancia era un obstáculo.

El timbre sonó y Clarisse refunfuñó – ¿En esta casa siempre tocan el timbre? – soltó un largo suspiro de resignación porque esas prometidas horas de paz acababan de esfumarse con el leve tintineo de la puerta. Cansada, arrastró sus pies hasta la puerta y la abrió con gesto desganado, apoyando casi de inmediato la cabeza en el filo de la puerta sin inmutarse en descubrir quien había osado perturbar su paz hasta un par de segundos después cuando abrió de nuevo los ojos para clavarlos en un hombre. Iba empapado y Clarisse no pudo evitar echarle una ojeada de arriba abajo - ¿Qué dese…? – detuvo la pregunta a medio realizar. Un momento, ¿ese no era el amigo madurito de Adair? Frunció el ceño, incorporó su cabeza y apoyó la mano libre en la cintura – ¿Shaun, no? – intentó esbozar una sonrisa amable pero estaba demasiado cansada así que quedó en una mueca – Siento decirte que mi hermano no esta – igual, había sido educada adecuadamente así que se hizo a un lado – Pasa que estas empapado. Iré a por una toalla – dejó la puerta abierta para ir más o menos rauda hasta el pequeño baño que había bajo la escalera y regresó con algo seco para arropar al invitado – ¿No te dijo nada? Tuvo que quedarse en la Universidad por un problema con un entrenamiento – le tendió la toalla – Deberías secarte. ¿Quieres algo para beber?

Ah, sí, la magia. ¿Por qué se había olvidado de ella? Estaba harta. Llevaba todo el día usando la varita y quería un poco de paz que solo las cosas muggles podían conferirle. Igual no quitó la sonrisa afable que traía en los labios a pesar que Shaun había casi rechazado su noble gesto, limitó a asentir cuando el pidió algo caliente y con la mano indicó el salón aunque ya seguramente conocía su ubicación – Ahora vengo.

Lo dejó un rato a solas mientras iba hasta la cocina a preparar un café caliente para el chico y otro para ella en vistas de que su siesta extra larga había desaparecido de sus planes en un abrir y cerrar de ojos. Rellenó dos tazas con el café de una jarra y las metió en el microondas muggle que Amy tenía, rotó la palanquita y esperó paciente a que pitara mientras miraba de reojo su invitado.

Ella si conocía a Shaun quizás no en su apariencia humana pero si en su conversión las noches de luna llena. Había ocurrido un año atrás. Adair aún estaba perdido por el mundo muggle, sin dar señales de vida pero una tarde-noche casi ya a punto de desaparecerse hacia su casa, llegó un patronus con la forma de tarántula a su despacho en el ministerio. Era urgente y Adair solo decía que tenía que ir a una casa perdida en la campiña Alemana menos mal que el descerebrado recordó completar el mensaje con las coordenadas. Resultó ser que cuando llegó, ella con todo un arsenal de discursos que darle sobre abandonar a su familia, encontró que no estaba solo en aquel lugar e intentaba controlar a un hombre lobo. Costó horrores y alguna que otra contusión pero lograron contenerlo de vuelta a donde no debería haber salido, por supuesto, Clarisse exigió a Adair contarle todo el asunto. El chico pese a su reticencia explicó el extraño caso de Shaun y bueno, quisiera o no, algo así quedó grabado en la memoria de la auror.

- Seguro que ni recuerdas quien soy – anunció su regreso con esa pregunta indirecta. Llevaba las dos tazas humeantes en las manos, dejó una delante de Shaun y se sentó en el sofá delante de él – La verdad es que la última y única vez que te vi, no conservabas esta apariencia tan… elegante – para decirlo de alguna manera. Usó la varita para levitar la leche y el azúcar hasta ellos, agregó un par de terrones a su bebida y dio un sorbo - Soy Clarisse, su segunda hermana por parte de padre y ayudé a controlarte el día en que casi lo matas en aquella casa en Alemania. - no estaba reprochando ese hecho, Clarisse entendía por su trabajo que aquella situación fue fuera del alcance racional de Shaun pero prefería ubicar bien de donde se conocían.

Quitó importancia a sus gracias con un movimiento de mano antes de dejar la taza encima de la mesa y reír también ante la pequeña broma realizada por el hombre. Paso las dos manos por su pelo rubio, recogiéndolo en una improvisada coleta y negó con la cabeza – Es normal que sea tan desastre. Siempre fue el niño mimado de su madre y además el único varón en toda la extirpe extendida por mi padre – Pese a todas los encontronazos con Adair, quería a su hermano de una forma especial tal vez por es no había dudado en acudir a esa llamada de auxilio y mucho menos había resultado un pesar para ella – No debes agradecer nada, soy auror y es mi deber – omitió la parte donde explicaba las obligaciones que tenía por ser una hermana mayor responsable, era más educado dejarlo en ese punto.

Disimuló una pequeña risa nerviosa cuando notó los ojos tan fijamente en ella y negando otra vez con la cabeza, algo divertida por lo absurdo de la situación, tomó otra vez la taza entre sus dos manos. ¿Qué hacía ella dando conversación a un amigo de su hermano? En cambio, debería obrar como una profesional, preguntarle sobre el lugar donde se encierra durante las noches de luna llena y si estaba registrado en el ministerio para que hicieran un control de su situación. Tomó aire, bufó sobre la superfície del café e intento deshacerse del trabajo, acabaría como una de esas locas obsesionadas con realizar todas sus labores a la perfección.

- ¿Sabes? – bebió un poco del líquido marrón y tragó con tranquilidad antes de pasar la punta de la lengua sobre ellos para eliminar los rastros que quedaron adheridos – No entendí aquel día una cosa. ¿Cómo puede alguien… maduro ser amigo del cabeza loca de mi hermano? Porque en ocasiones parece tener dos dedos de frente pero después de un minuto, manda todo a tomar paseo y termina haciendo cualquier burrada que arruina el futuro prometedor que tiene por delante – como por ejemplo, tras graduarse con notas bastante mediocres pero un excelente currículum como jugador de Quidditch, largarse de casa. O el día que estuvo Sofie en casa, tenerla encerrada en su habitación a saber que haciendo las cosas para un segundo después de bajar perder el control y volverse a pelear con su padre, no entendía esa actitud en su hermano y quizás un amigo tan cercano (tanto como para arriesgar su vida por él) podría explicar ese punto – ¿O acaso me engaña tu apariencia y eres tan desastre como él?

Estaba bien que Adair buscara la figura de un hermano mayor en alguien, tanto daba si resultaba ser un amigo, un primo o un profesor. Ella misma cuando tuvo el problema con el embarazo, acudió a su hermana Eloise, dos años mayor que ella y con la cabeza mejor amueblada que la suya. Una figura a quien quererse parecer era mejor que una charla de dos horas sobre las ventajas de madurar y su padre, había perdido en ese punto, tal vez con algo más de comprensión hubiera obtenido mejores resultados porque estaba claro que dentro del asunto, Adair seguía sus pasos: jugadores de Quidditch, capitanes de Gryffindor, bateadores…

- Exactamente la de un hombre formal, hecho y derecho. Eres punto muy distante a la apariencia que da mi hermano, siempre desarreglado y hablando en un tono tan insolente.

Miró la taza de café y recordó algo importante. Enarboló la varita de vuelta a la cocina y levitó un plato lleno de pequeñas galletas que había hecho Amy aquella tarde para merendar y que nadie de los presentes fueron capaces de terminarse. Tomó una de forma redonda entre sus dedos con una pequeña cereza confitada en el centro y la llevó hasta sus dientes para masticar, alargando la otra mano para empujar el plato, ofreciendo sin palabras a Shaun.

- Oh. Entonces, si lo salvaste, ¿ahora tengo yo que darte las gracias? – bromeó tras tragar el poquito de galleta y no pudo contener la pequeña carcajada. La verdad es que aquella historia había llegado hasta sus oídos por boca de su madrastra que estaba escandaliza con el celo desmedido de la dragona – Esta bien saber que los años que pasó fuera de casa alguien cuidó de él – rodó los ojos y tiró su cuerpo hacia atrás, jugueteando algo con la galleta entre sus manos antes de clavar sus orbes claras en las del muchacho – Bueno, ya esta bien de hablar de Adair o luego sube su ego hasta por las nubes. Cuéntame algo de ti, ¿De qué trabajas? – ya que estaban ahí sin conocerse de más nada que una alocada noche entre hombres lobo y hechizos, hablando de temas superficiales, mejor, conocerse un poco más.

La verdad es que de todas las posibles hipótesis que barajaba Clarisse en ninguna estaba la posibilidad de que Shaun fuese profesor y mucho menos de zoología mágica, parecía como si el moreno hiciera un chiste personal con todo el tema de la licantropía. Sin embargo la siguiente frase hizo que la rubia enarcara una ceja en ese gesto tan Brackminster mientras examinaba las facciones del hombre y calculaba mentalmente cuando fue la última luna llena.

- No pasa nada – quizás la aceptación de las disculpas fue demasiado seca pero no solía tratar con licantropos y aunque sabía que su humor iba de mal en peor a medida que la luna se acercaba a su máximo, no acababa de acostumbrarse a esos abruptos cambios de humor como si en cambio de tratar con una persona sensata. Decidió ignorar el tema, ya suficiente incómodo debía sufrir esa clase de cambios una vez cada mes - ¿Y yo qué? – admitió forzando a que sus labios formaran una sonrisa - ¿Tengo edad para ser madre? No, ¿Verdad? Y en cambio lo soy – negó con la cabeza y río apagadamente, desviando los ojos del chico tras confesar. ¿Qué debía ocultar? Tenía veinticuatro años, estaba casada en un matrimonio poco feliz y sí, tenía un niño de dos años con un hombre que iba a casarse con su hermana. ¡Toda una vida! Probablemente ya habría llegado la historia a oídos de Shaun, no era precisamente un tema que Adair soliera evadir.

- No es importante como seas si no como ejerzas tu trabajo – y en eso no daba pie a discusión. Ella misma había tenido problemas para compaginar su vida personal con la profesional pero adoraba su trabajo y buscó la manera para poder ser esa auror que siempre quiso ser y es más, estaba bajo la tutela de una gran profesional así que no podía quejarse, tenía un buen currículum para no haber llegado a los veinticinco años – No dejes que la opinión de los demás influya sobre la calidad de tu docencia, si yo tuviera que hacer caso a todos los comentarios, en estos momentos, ya debería haber dado a mi hijo en adopción.

Clarisse intentaba ocultar la sonrisa que sola se formaba en los labios a medida que escuchaba hablar a Shaun sobre su trabajo como profesor pues parecía que ya no era la única desquiciada que se desvivía por ser auror, otros, más o menos de su edad, también estaban obcecados con dar sus mejores cualidades durante su jornada laboral. Parpadeó y apartó la mirada del hombre para observar su alrededor, una preciosa gata persa en tono gris se acercó hasta ella, frotó su cuerpo contra su pierna y tras lanzar un lastimero “miau” subió de un ágil salto encima la falda de la rubia, la muchacha acarició su lomo con cariño.

- Espero que mis hermanos acudan a tu clase por su bien – negó divertida con la cabeza, ahora rascando bajo la boca del animal que ronroneaba feliz – o la ira de su madre recaerá sobre ellos – tomó el animal por los costados y dejó su cuerpo encima del sofá antes de tirar su cuerpo hacia delante para dar el último sorbo a su café. Relamió sus labios quitando los restos antes de ponerse en pie para sacudirse los pelos adheridos a los tejanos que llevaba puestos esos días - ¿Quieres ver algo interesante? – con el dedo índice hizo un gesto de “acompáñame” para que la siguiera hacia fuera.

No tenía ni idea si Shaun ya conocía la locura que reinaba en esa casa pero iba a enseñarle el principal “entretenimiento” de los Brackminster y aunque sonara raro no era el Quidditch. Condujo el joven hasta la cocina, abrió la puerta y silbó esperando la llegada del oso de la familia, Teddy. Era algo interesante para un zoólogo – Qué extraño… - arrugó el entrecejo y la nariz casi en el mismo acto, dando un paso hacia fuera - ¡Teddy! – gritó y se aventuró unos pasos fuera pese a que estaba cayendo el diluvio universal - ¡Teddy! ¡Ven! – el animal no dio señales de vida y Clarisse empezó a preocuparse. Amy iba a matarla tal y como estaba en pleno proceso materno-oso si el animal no apareciera antes que ella regresara con su padre y el niño - ¿Dónde estará el oso? – se giró y volvió hacia dentro frotándose los brazos desnudos pues solo iba con una camiseta blanca – Quería enseñarte el oso que esta criando Amy pero no viene y es raro, ese pequeño le encanta sobetear humanos… - miró los ojos claros del chico buscando ayuda - ¿Tu no tendrás un radar o algo así, no? Si se ha perdido voy a morir por mala niñera.

¿Quién pensaba en hechizos cuando estaba la joya de la familia perdida? La mente de Clarisse empezó a divagar en mil hipótesis descabelladas.¿Y si había sido robado en el descuido? Pondría una alarma, llamaría a todos los aurores, quizás incluso al departamento de criaturas mágicas aunque no fuera nada mágico, a donde fuera pero el oso volvería a su casa antes que Amy digiera hola. Siguió los pasos de Shaun casi de manera automática, perdida en sus cavilaciones y preocupada por el animal que tampoco tenía tanto tiempo de vida como para andar cual loco aventurero por el mundo. Tan obcecada estaba con la pérdida que ni cuenta se dio de las confianzas o más bien, conocimientos que el muchacho tenía de la casa hasta el punto de conocer el rincón donde se escondía Teddy.

Tras subir las estrechas escaleras de madera que conducían al que fue el nido de juegos para sus hermanos más pequeños, Clarisse vislumbró con sus ojos claros la figura agazapada que Shaun estaba señalando - ¡Por Merlín y Morgana! ¡Estás aquí criatura! – avanzó con paso raudo hacia donde estaba el animal, quitó la manta que traía el animalito encima la cabeza y tiró de él con toda la fuerza para hacerle notar la presencia – Menudo susto me has pegado – suspiró aliviada y abrazó esa masa achuchable con mimo. El animal tembló preso del miedo, Clarisse miró a Shaun y torció los labios - ¿Lo dormimos o perjudicaría su salud el hechizo? Esta muy nervioso - ¿Hombres lobos? Vale. ¿Asesinos? También… pero ¿un oso? No, no, no. Clarisse amaba a los animales e intentaba inculcar ese valor a su hijo (aunque él prefiriera torturarlos como una muestra de extremo afecto) pero sus conocimientos no alcanzaban para saber que hechizos eran buenos o malos para ellos, gracias a los Magos, tenía la suerte de contar con un profesional a su lado.

- Quizás podriam… – la frase quedó a mitad, un ruidoso trueno retumbó en el cielo y Teddy, más asustado aún, araño a Clarisse para deshacerse de ella e ir a esconderse nuevamente bajo la manta. En un primer momento el arañazo del oso no dolía pero diablos, pasados unos segundos, la pierna ardía. Los ojos claros de la auror se posaron sobre su muslo derecho, el pantalón estaba roto a tirones dejando la huella de la zarpa y empezaba a sangrar – Decidido, a dormir Teddy – susurró dejándose caer en el suelo, apoyando la espalda en una de las paredes de la casa y mirando la herida con expresión de dolor pero sin llegar a quejarse por ella. Negó con la cabeza, sacó la varita y apuntó el animal para lanzar un hechizo que lo noqueó en cuestión de un segundo.

Había sido imprudente pero el pobre animal tenía miedo y el instinto maternal estaba si o si en sus venas. Miró a Shaun con una ceja levantada antes de negar con la cabeza. No lo hizo como castigo hacia Teddy más bien para evitar que en un trueno el desquiciado fuera de razón se tirara por una de las ventanas de la casa del árbol. Igual, masculló un “gracias” cuando él lanzó el hechizo y desvió las orbes claras hasta allí para presenciar como la herida iba cerrándose con lentitud por obra y gracia de la magia. Un fuerte aroma a colonia de hombre captó la atención de la rubia quien lentamente alzó un poco la cara para mirar por el rabillo del ojo como el chico empezaba a quitar las manchas de sangre de su muslo ya curado.

- ¿Zona acondicionada? – tiró la cabeza hacia atrás hasta que chocó contra la pared y pensó donde Amy podría instalar una cosa semejante. Quizás en la buhardilla o en el pequeño sótano donde había la bodega de su padre – Cuando no sea la leonera que tiene Adair por habitación… - dejó como broma y rió entredientes – [color=LightSeaGreen]Podríamos dejarlo en el comedor hasta que venga su dueña – agregó buscando alguna solución razonable que gustara a Shaun - Encender la chimenea y llamar a una de las perras para que le haga compañía – encogió sus hombros – No sé, soy auror no zoóloga – suspiró con pesadez y apartó con un golpe de cabeza su flequillo de delante de los ojos – Te dejo a ti el mando de la situación visto que los métodos directos no son muy efectivos.

Ella que había prometido descansar a su padre antes de que se fuera y ahí estaba, tirada en medio la casa del árbol con un amigo de su hermano y un oso dormido y perturbado por la enorme tormenta que caía aquel día sobre la zona residencial. La casa del árbol se iluminó otra vez por un rayo y diez segundos después, volvió a resonar un enorme trueno – Deberíamos esperar un poco – gateó hasta la ventana para ver qué tal estaba el tiempo y dejó su peso apoyado sobre sus piernas, sentada como los japoneses y viendo como caía la lluvia. Cerró los ojos, aspiró el fresco aroma de la lluvia y soltó un largo suspiro – Esto es lo más loco que me ha pasado en tiempo, salir en medio de la tormenta perfecta a la búsqueda de un oso… - negó con la cabeza y volvió hasta donde estaba él, tomando el paquete de pañuelos que aún tenía el muchacho en la mano - ¿Me permites? – mostró la mercancía robada, sacudió el papel y empezó a pasarlo por su cuello que aún estaba mojado por la lluvia - ¿Qué propones hacer en lo que esperamos que pase?

La rubia tenía la cabeza apoyada en la pared de madera, miraba el tejado de la casa del árbol, viejo, destartalado y donde se abrían algunas brechas que dejaban pasar gotas de agua. Una de las gotas fue a caer a su frente justo en el centro. Clarisse secó con el reverso de su mano y bajó la cabeza para mirar a Shaun, el cual empezaba en ese momento a relatar una historia ocurrida en clase. Confusa arqueó una ceja cuando el moreno dejó entrever que su hermano había hecho algo productivo en una clase y sobretodo, una clase que no era sobre Quidditch, iba a creer que Sofie estaba haciendo demasiado bien sobre él.

- Yo también trato con animales – captó la broma y río negando con la cabeza mientras sus manos jugaban con el pañuelo de papel, haciéndole pequeñas bolitas que caían en el suelo de la cabaña – El trabajo es diferente – fue a abrir la boca para decir algo para la cerró de forma mecánica. Meditó un poco sus palabras antes de dejarlas viajar en el aire. Clarisse era mucho mas comedida que su hermano, ella sopesaba el peso de las palabras y el efecto en las personas, tal vez porque era un punto importante en su trabajo – ¿Animales o personas con dudosa moral? – Colocó los brazos como si fueran una balanza y los desequilibró dando un significado semejo a “¿dónde esta la diferencia?” antes de encogerse de hombros – Las emociones son diferentes pero no pongo en duda que debe ser emocionante estar delante de un dragón fuera de control además de peligroso. Me aventuro a decir que casi más que estar en una redada- y ella podía hablar sobre situaciones peligrosas.

Otro rayó iluminó la cabaña, Clarisse llevó los ojos hasta el pelaje marrón del animal que dormitaba en paz y suspiró, bueno, tal vez no había resultado muy ético el hechizo pero por lo menos Teddy no estaba sufriendo con la tormenta – Va, explícame la situación más peligrosa que has vivido hasta el momento en tu trabajo – palmeó con su mano sobre el muslo de Shaun para animarlo a relatar historias - ¿Acromántulas? ¿Basíliscos? Oh, ¿no habrás visto un Grim? Dicen que es un augurio de muerte – sonrío para animarlo.

Quizás había estado fuera de lugar su pregunta teniendo en cuenta la doble “personalidad” del profesor. Clarisse había querido sacar un tema cómodo para el ambiente extraño que se respiraba en aquella casita del árbol pero parecía que había ido a meter el dedo en plena herida. Los ojos de la auror se apartaron por cortesía cuando Shaun subió la camiseta para mostrar su cicatriz y algo cohibida por el bizarro momento, tardó unos segundos en volver la mirada hacia allí y para cuando lo hizo, comprobó con horror las marcas del pasado aún latente del moreno. No dijo nada porque hubiera sonado grotesco o incluso banal solo alzó la cabeza para asentir en simpatía. ¡A los doce años! Eso debió ser horroroso para él y para su familia, no imaginaba qué hubiera hecho ella en su situación pero seguramente no estaría llevando el problema con tanta madurez hasta el punto de poder explicar sin remilgos cuan de complicado era el asunto.

- No creo que a ellos les importe – apuntó tras la anécdota del grifo griego y soltó otra vez el pelo recogido que cayó sobre sus hombros en forma de cascada – Ni a mi me importó ayudarte en tu momento. Si, aquella noche ayudé principalmente porque la vida de mi hermano estaba en juego pero también cabe decir que vuestra situación no es sencilla. ¿No ser dueños de vuestros actos? Vaya, debe ser complicado – ella misma aún estaba pagando las consecuencia de una única noche de borrachera donde se dejó llevar por los impulsos hasta quedarse embarazada de un chico con problemas de drogadicción. Thaddeus había sido un bonito regalo inesperado y una responsabilidad forzada así que entendía en parte como se debía sentir Shaun tras despertarse a la mañana siguiente. ¿Y si aquella noche hubiera llegado tarde y Adair hubiese sido asesinado? Quizás su familia estaría afectada, ella misma estaría destruida pero Shaun debería vivir con el peso de la muerte de una persona y con la maldición de saber que no había podido hacer nada por controlar sus instintos- ¿Y cómo fue que un licántropo te atacó a los doce años? – agregó aún sorprendida por ese hecho no obstante fue formular la pregunta y arrepentirse. Apretó los labios y negó con la cabeza – Disculpa, fue una pregunta fuera de lugar, olvídala.

Había llegado a escuchar cosas realmente desagradables en su trabajo, confesiones que escandalizarían a más de uno que juraba no asquearse ante nada pero aquel relato de boca de Shaun fue escalofriante y cada pelo de su cuerpo reaccionó ante las palabras. No obstante quiso mantenerse firme para no empeorar el terrible desaliento que significaría rememorar esos tiempo aunque Clarisse dejaba claro con el ligero brillo de sus ojos claros que aquella historia la había afectado, tal vez porque tenía un niño pequeño bastante travieso que cualquier día decidía tomar una decisión como la de Shaun y terminar aún peor.

- ¿Y quien no hizo algo así en su vida? – puso las manos hacia arriba, exagerando. Ella misma había cometido todo tipo de locuras cuando tenía doce años con su hermana Eloise, incluso con sus amigas de Slytherin – No puedes decir eso, es ilógico. ¿Culparte por desafiar a tu madre y salir de noche a hacer algo imprudente? Mira Adair. Vive en problemas solo por llevar la contra a nuestro padre – negó con la cabeza bastante decidida a no dejarle pensar eso.

Formaba parte de crecer cometer errores pero había edades donde esos errores eran mucho más perdonables que otros, Shaun solo pecó de imprudente pero nunca tuvo la culpa de que un licántropo se acercara hasta él para casi acabar con su vida, o bueno, esa era la opinión de Clarisse – Tuviste mala suerte, eso es todo – mordió su labio inferior y negó con la cabeza, desestimando la loca idea que había pasado por su mente pero a fin de cuentas, Shaun estaba ayudándola con un problema familiar (Si bien solo era un oso) quizás estaba en su mano devolverle algo - ¿Quieres que revise tu caso? – añadió clavando con decisión sus ojos en los de él – Puedo mirar si tu caso aún esta entre los archiveros y si los investigadores obtuvieron resultados concluyentes. Si el ministerio tomó cartas debe estar en algún lugar y como víctima estás en pleno derecho de saber qué paso con el licántropo que te atacó o quien era…

Clarisse no compartía la opinión de Shaun, la auror creía en la necesidad de conocer cierta información para poder cerrar ciclos en la vida y era positivo para avanzar, debías o más bien necesitabas enterrar el pasado en lo más hondo de tu subconsciente pero con la certeza de qué habías hecho todo lo posible para solventar los conflictos que se presentaron en su debido momento. Igual, por educación, no indagó más en el asunto, no quería incomodar al profesor y menos cuando ya sabía cosas tan privadas como su conversión en licántropo

- Existen pociones qué hacen milagros – susurró como broma y usando una excusa más o menos similar a la dada por él cuando entró en la casa empapado, la magia solventaba las cosas más complicadas. La habitación se iluminó por un segundo y la rubia pudo comprobar con más buen ojo que el chico era demasiado atractivo y para su desgracia, muy distinto a la cabeza loca de su hermano. Río cuando él ofreció la empapada chaqueta, negó con la cabeza y soltó un suspiro entre labios, ¿Cuánto hacía que alguien no tenía un gesto como aquel con ella? Nunca, no recordaba ningún novio tan encantador, ni tan siquiera su marido había nunca tenido un detalle como aquel y eso la preocupó, ¿qué hacía con él si estaba casi convencida que no sentía más que cariño por él? Pues solo buscaba la estabilidad para Thaddeus que ya suficientes problemas tenía para comprender el lío en qué estaba inmersa la familia.

La lluvia seguía cayendo al otro lado de la casa del árbol. El fuerte estruendo hizo que Clarisse frotara las manos contra sus muslos para entrar algo en calor e intentó buscar algún tema de conversación para no caer nuevamente en esos extensos silencios incómodos y abogó a las preguntas más típicas, comunes y habituales de conversaciones entre adultos – Y… ¿estás prometido o casado? – bueno, tal vez no era un tema habitual pero ya qué estaban ahí y no quería volver a inquirir en la licantropía del muchacho mejor decantarse por algo tan superficial como aquellas preguntas, además, sentía un poco de curiosidad por la respuesta pero solo un poco.