Un par de copas

Típica excusa de soltero de oro; “estoy demasiado ocupado con mi profesión”. Clarisse retuvo la carcajada y se encogió de hombros cuando Shaun descubrió su pequeño secreto en referencia a la temática fácil, si, era el más sencillo pero desde luego de los dos, ella intentaba dar temas de conversación y sobrellevar el tiempo que pasaban en aquella casa del árbol para no resultar tan obvio que estaban incómodos. No respondió porque captó la indirecta. Los ojos claros del muchacho encima de su rostro no mejoraron la situación y decidió cortar el escarceo a la casa del árbol en aquel punto.

Tras un largo suspiro, se puso en pie, sacudió los pantalones por la zona del trasero con las dos manos y acomodó el pelo antes de caminar hasta donde estaba Teddy – Ya es hora de ir a casa – mencionó, tomando el animal por debajo de sus bracitos y aupándolo pese a que su peso se había incrementado por estar inerte. Miró a Shaun como buscando la aprobación de que tomaba bien el animal pero retiró los ojos antes de hacer contacto con los del hombre y arrastró el cuerpo del oso hasta la boca que daba a las escaleras y a su vez, al jardín.

La lluvia seguía cayendo pero ya estaban empapados y desde luego, pasar más rato con Shaun en aquel lugar no iba a hacer otra cosa que incomodarla por diversos motivos y que fuera atractivo no mejoraba el asunto. Dejó a Teddy con cuidado en el suelo, acarició su cabeza y se sentó en los límites del agujero para dejar caer sus piernas – ¿Yo bajo primero y tu me lo pasas? Puedo correr hasta la casa con él, no hay problema – para algo había entrenado para auror y podía resistir con un oso en brazos, con su hijo en brazos o con las compras para una semana - ¿O tienes una mejor idea? Me adapto a cualquier plan – susurró pero sin mirar a Shaun pues tenía sus ojos claros en el enorme charco fangoso que había a los pies del árbol justo donde debía aterrizar.

Menos mal que aún llevaba las botas que solía usar para el trabajo, hasta un poco más arriba del talón y bien anudadas. En cuanto pisó el fango, notó como la suela se pegaba inevitable en el suelo por el fango pero alzó la mirada, mojando su cara con las gotas de agua y alargó los brazos por si Shaun quería dejar ir a Teddy a mitad de las escaleras, era licántropo pero el oso ya empezaba a pesar como un troll.

Abrazó a Teddy cuando él se lo devolvió como si fuera un bebé, algo más ligeramente, apoyó la cabeza del animal en su hombro y caminó tras Shaun, empapándose por el enorme tormentón que caía aquel día. Entró tras él en la casa y suspiró con alivio una vez todos estuvieron reunidos al fin en la cálida casa.

Clarisse posó solo un segundo los ojos claros en él e hizo una señal para decirle que iba a llevar el animal hasta la chimenea donde la madera crujía, una vez allí dejó a Teddy encima de una cómoda alfombra que había para los animales y silbó para llamar a la perra más vieja de la casa, una golden – Ocúpate de él, anda – acarició la cabeza del cánido e hizo un movimiento de la mano para ordenarle que se tumbara junto el oso para darle calor y cariño, no tardó en obedecer a su semidueña, la golden se tumbó junto el osezno y lamió la cara del animal para decirle que estaba ahí.

- Misión completa – río cuando avanzó hacia Shaun. Quitó las pesadas botas de sus pies pues ya había embarrado media casa y conjuro un fregotego para adecentar el suelo antes de la llegada de su padres- oy a cambiarme, esto ya no lo soluciona ni un hechizo. Traeré algo de Adair para que te cambies – era una manera de decirle que no se moviera de donde estaba para que no ensuciara la casa. Subió rauda las escaleras que conducían a las habitaciones, entró en el baño común donde Amy había dejado una pila de ropa lavada, seca y planchada. Rebuscó entre la columna de textiles, sacó una camiseta de Quidditch de su hermano, unos shorts negros de Autumn y una camisa enorme de su padre que utilizaba para dar algo de protocolo cuando tenía reuniones en el trabajo.

Quitó su propia ropa, quedando solo en ropa interior y se vistió calzando los shorts de su hermana y poniendo la camisa que quedaba hasta solo un poco más arriba de la rodilla. Tomó la camiseta de su hermano y secándose el pelo con una toalla, bajó otra vez para encontrarse con Shaun. Dejó la camiseta encima de la encimera de la cocina y sin decir nada fue a preparar otros dos cafés ardiendo que sirvió en la barra americana que había en la cocina. Encaramó su trasero encima de un taburete y agarró la taza con una mano para dar pequeños sorbos – No creo que le importe a mi hermano, total, sois como carne y uña, ¿no? El baño esta por ahí – indicó con el dedo y continuó bebiendo su café.

Clarisse tuvo que volver a desviar la mirada porque inevitablemente los ojos se iban hacía el torso desnudo del profesor atraídos como si fuera un semiveelo y ya, no podía resultar tan vulgar. Decidió distraer su atención con la taza de café, bufó, bufó y bufó, mirando un punto cualquiera de la cocina hasta que una suave brisa, provocada por Shaun a colocarse la camiseta, avisó a la rubia que el mayor peligro ya había pasado y que podía volver a mirarlo sin resultar toda una descarada y hambrienta (¿qué podía hacer ella? Tenía necesidades y su marido no la complacía).

- Las vueltas que da la vida – apoyó el codo de la mano libre sobre su muslo y rodó el dedo para dar más énfasis a su frase. Tomó una gran bocanada de aire, intentando dispersar de su mente los pensamientos poco apropiados, volvió a pegar los carnosos labios en el filo de la taza y disimuladamente, o eso creía ella, empezó a escanear el cuerpo del muchacho que con esa camiseta, pese al origen de la misma, le hacía parecer mucho más joven y atrayente. El silencio volvió a rodearlos, hasta ya resultaba familiar después de un par de horas juntos, no sabía qué tema sacar, no quería volver a inquirir en fórmulas fáciles y mucho menos, volver a tocar temas personales como delicados o terminaría pensando que era una metiche de las peores y no era así, solo quería resultar agradable a la visita.

Dejó la taza con cuidado encima de la encimera, tamborileó con los dedos encima de la encimera mientras pasaba una mano por su muslo para hacerlo entrar en calor y levantaba la camisa sin pretenderlo hasta la altura de los shorts negros – Igual creo que tienes razón, podría aprovechar su vida de una manera mucho más útil que dedicándola al Quidditch pero viene de familia, y si a mi padre le fue bien, confío que a él también – se encogió de hombros. Adair, Adair y Adair, empezaba a odiar a su querido hermano más de lo habitual pero resultaba un tema cómodo para los dos como si bajonear al pobre diablo fuera un punto en común, si, dos hermanos buscando la protección (o mejor vida) para él - ¿Cenaste algo? – argumentó, mirando la nevera y apartando los ojos claros ya del rostro mojado y atractivo del profesor. Ya estaba bueno que iba a darse cuenta – Yo no, puedo preparar algo… - pasó una mano por su cuello y la bajó con lentitud para secar las gotas de agua adheridas a su blanca piel hasta terminar cerca de los botones que tapaban su pecho, ahí, la retiró.

¿Por qué? No no no no.

No era bueno que se acercara a ella para solo alcanzar una taza de café menos cuando sus pensamientos eran tan poco apropiados para estar tratando con el mejor amigo de su hermano, además estaba casada, no felizmente pero había prometido unos votos a una persona que ni se esmeraba por cumplirlos. ¡Y era madre! Ya debería haberse largado de allí como todos tras escuchar la confesión de la rubia, nadie quería estar cerca de una madre eran como una peste bucólica.

La cena serviría para alejar esas tonterías de la cabeza. Asintió ante su afirmación sobre la exquisitez de su comida, ni creía que estaría buena pero decidida a preparar algo que se dejara comer, levantó el trasero del taburete, puso su cuerpo en pie pero la figura de Shaun estaba cerca, demasiado, y sin querer, tal vez por los nervios, acabó tirando su propia taza de café con la mano y con tal mal atino que fue a caer en los pantalones del profesor, cerca de sus santos atributos pero lejos de dañarlos.

- Maldición. Soy una torpe – espetó entre dientes abriendo los ojos ante su desmesurada ineptitud y buscó rápida un paño doblado de cocina que estaba encima de la encimera. Lo desdobló con un golpe seco de muñeca y se apuró a limpiar la mancha marrón de la superficie de los pantalones del profesor. Frotó con cuidado y casi sin pensar en que estaba haciendo porque en algún punto de la velada había perdido la sensatez, desde luego, pero él la había puesto nerviosa, pensaba que estaba mucho más lejos. ¿Qué estaba haciendo? Su mente racional actuó y fue consciente que estaba tratando zonas delicadas – Por Morgana, será mejor que lo deje – dijo titubeando y apartando el trapo de donde estaba, mirando a Shaun algo ruborizada y apartando la mano – La cena, si, la cena. Mejor eso. ¿Puedes apartarte un poco, por favor?

- ¡No! – repuso casi sin pensárselo en un tono casi histérico. No, no necesitaba ayuda necesitaba quitar de su cabeza el recuerdo de su abdomen y torso desnudos como de la mancha de café en lugares propio apropiados, eso necesitaba pero si Shaun estaba a su lado, no iba a tener esa pequeña tregua mental y ansiaba poner su estructurada cabeza otra vez en su lugar para evitar cometer una atrocidad de la que se arrepentiría – Ya puedo sola, gracias – añadió con una sonrisa algo forzada en los labios.

Mientras caminaba hacia la nevera, bajó la mirada hacia su mano derecha en el dedo anular donde llevaba la alianza en color oro, fina y tras la cual estaba la inscripción de su fecha de boda. Mordió su labio inferior, y tras abrir la puerta de la nevera, aprovechó un descuido para quitársela pues de pronto empezaba a pesar más en su mano, demasiada carga para soportar en una noche.

- ¿Pasta? ¿Pescado? ¿Carne? – oh no, carne no, dobles sentidos – Mejor pasta – si, alejado de palabras con posible malas interpretaciones. Cogió los ingredientes de la nevera que al tratarse en su mayoría de verduras estaban en el último estante y luego fue a los armarios a coger la pasta y la salsa de tomate. No miró a Shaun por miedo a que el ligero rubor de sus pálidas mejillas fuera a alarmarlo y guardó el anillo en el cajón de los cuchillos cuando fue a sacar uno para cortar los ingredientes.

Puso una olla a hervir con un hechizo y añadió los espaguetis, terminó por trozear los ingredientes y con otro hechizo, los puso a freír - ¿Qué quieres para beber? – añadió levantando al fin la vista, algo más recuperada y señalando con el cuchillo la puerta que llevaba al sótano – Si quieres vino, mi padre tiene algo así como una “bodega”. Elige el que quieres, no se va a ni a enterar – si necesitaba beber algo medio fuerte para bajar el nudo que traía en la garganta - Ten cuidado, hay dos puertas, la primera va bien pero la de abajo, la que da a la bodega, se cierra con una mera brisa y no se pude abrir por dentro – y continuó a lo suyo, eso sí, mandaba a Shaun lejos, lejos de su lado para evitar terminar en una situación bien incómoda como la anterior.

La magia era muy útil, más para la cocina así que la pasta estuvo lista un minuto antes que él la llamara. Estaba emplatando cuando escuchó la voz de Shaun, algo apagada pues estaba en el piso inferior, la mujer frunció el ceño mirando la puerta por donde se había ido, dudando por un momento si acudir en su ayuda – ¡Ya voy! – tomó la decisión y la gritó para hacerse escuchar, tenía un tono de voz muy bajo y quizás no llegaba su timbre agudo hasta el sótano. Dejó todo preparado con un golpe de varita qué dejó sobre la encimera y limpiándose las manos con un paño blanco, bajó hacia la bodega casi pisando de puntillas pues aún iba descalza por la casa.

- ¿Hay mucha variedad? – agregó cuando entró a la bodega, dejando la puerta en aquel ángulo que no solía cerrarse mientras ellos estaban dentro. Frotó sus brazos pues hacía algo más de fresco que arriba, caliente por la calefacción y llegó hasta el lado de Shaun. Entornó los ojos mientras leía las etiquetas que adornaban las botellas, tiritó y negó con la cabeza – No entiendo mucho de estas cosas. ¿Un rosado? Es más suave hasta ahí llegan mis conocimientos – se encogió de hombros, se puso de puntillas pues con su altura no llegaba a la estantería más alta y sacó una botella polvorienta que ponía el año 1998 – Bueno, parece vieja y buena cosecha – hizo un comentario si fuera entendida pero tras bufar la superficie y toser por el polvo que levantó mostró la etiqueta – Es por el año que murió Voldemort.

Rió, el comentario era chistoso para alguien con ideales liberales y suponía que Shaun si era amigo de Adair entendería de qué hablaba. Como si hubiera invocado el diablo, una brisa directa desde la puerta de arriba, hizo cerrar la de abajo y que los dejaba directamente encerrados, haciendo un enorme estruendo – Oh, perfecto, francamente perfecto – solo faltaba eso, quedarse encerrada con la tentación. ¿Qué más podía pasar esa noche? Caminó hacia la puerta y movió el pomo, usó toda la fuerza y maña de un auror pero no cedió ni un milímetro. Tomó aire e intentó relajarse, la bodega era demasiado pequeña para los dos, giró, pegada a la puerta y miró a Shaun – Vamos a tener que tomar el vino aquí a menos que lleves varita – y sin querer, o queriendo, la mirada se desvió hacia la mancha de café y luego un poco más arriba, tragó saliva y apartó la mirada. ¡Por los dioses! Ya quería salir de ahí.

Menudos profesionales. Un zoólogo mágico y una auror olvidando la varita por cualquier punto de la casa… para que hubiera un ataque, seguro ellos morían los primeros por enterados. Bufó disimuladamente y apartó un poco la mirada cuando los ojos claros de él se clavaron en los suyos explicando la situación,. Shaun empezaba a ponerla nerviosa, demasiado, y aquello no era correcto. Tardó unos segundos en procesar las palabras del hombre y cuando logró comprenderlas, asintió corroborando lo dicho porque aunque llegaran sus padres, no iban a escucharlos pero sabía que su padre tenía la costumbre de beber un poco de vino antes de ir a dormir así que no tendrían que entregar sus pulmones en sacrificio, tarde o temprano, Darren abriría esa puerta.

La botella de vino aún estaba en su mano. Clarisse la levantó, volvió a leer la fecha algo dificultosamente (la pequeña habitación solo tenía una pequeña bombilla) y torció los labios. Los silencios aún eran más incómodos que en la casa del árbol pero ahora por motivos muy diferentes, ¿cómo mirar a un hombre cuando había estado a punto de frotarle la entrepierna en su descuido? Ah no, no, no, mejor alejarse del camino de la tentación. Caminó por la bodega, buscando alguna milagrosa salida de emergencia pero su búsqueda no obtuvo resultado solo encontró un sacacorchos apoyado sobre una de las cajas de vino. La mujer se inclinó para cogerlo y abrió la botella a la que dio un largo trago para pasar el malestar, caminó hacia donde estaba Shaun y paró delante de él.

- ¿Quieres? – subió la mano para dejar la botella del noventa y ocho a la altura de sus ojos y relamió sus labios para quitar los restos de vino rosado que quedaron pegados – No esta mal y ya que vamos a pasar un rato aquí, mejor nos entretenemosr – si, tenía mejores maneras de pasar el tiempo en su mente pero no iba a compartirlas. Quedó muy seria, mirando sus ojos claros y esperó alguna reacción por su parte.

Clarisse observó desde su posición como Shaun tomaba asiento en el polvoriento suelo del sótano, no dijo nada, solo se encogió dentro de la camisa de su padre, tomó otro sorbo del vino rosado y una vez el chico tuvo su sitio definido, ella caminó hasta su lado y se dejó caer hasta el suelo – No hablaremos – susurró en un tono bajo para dar un largo suspiro que emanó a través de sus labios carnosos. El hombre parecía abatido o con un dolor de cabeza, tal vez fuera consecuencia del frío que habían cogido en la casa del árbol esperando que amainara la tormenta o ya venía pero empezaba a tener algo de mala cara y ellos estaban ahí encerrados.

- ¿Te encuentras bien? – dejó la botella entre los dos antes de cambiar de posición dejando el peso de su cuerpo hacia un lado para alargar la mano y tocar su frente, apartando en el camino su mano con suavidad. Comprobó de un modo poco exacto la temperatura de su frente y estaba fría, demasiado, negó con la cabeza, quitó la mano y la puso sobre sus piernas. ¿Si él decía que no quería hablar, era prudente empezar una conversación o comentar el resultado de su examen preliminar sobre su estado de salud? No, mejor callar. Emitió un nuevo suspiro, pegó la cabeza en la puerta y quedó en silencio, incluso cerró los ojos, deseando que su padre, su madrastra o alguno de sus hermanos (aunque fuera Lucy) apareciera en ese momento para sacarlos de allí. No quería pensar que ella era la fuente que incomodaba a Shaun, si bien el chico la ponía nerviosa pero no en el mal sentido más bien nerviosa porque no podía tener pensamientos de ese calibre cuando estaba casada.

Empezó a mover el pie en un tic nervioso, el silencio era una de las malas cualidades de Clarisse, si, era buena para callar y obedecer ordenes, no era muy dicharachera en el trabajo o con la familia, prefería escuchar, analizar y puntualizar en el momento perfecto pero en ese momento, cuando estaba delante de un desconocido parecía que la única manera de perder la incomodidad era rellenar el silencio con palabras como hizo aquel día la novia de Adair cuando se produjo un momento tenso en la familia. Posó los ojos en Shaun y se lo quedó mirando en silencio, solo por hacer algo.

Estaba aburrida, muy aburrida y si había avanzado algún paso en los minutos previos a entrar a esa bodega en cuanto a la relación amistosa con Shaun todo parecía haberse ido en un instante a la mierda. La rubia pegó la cabeza a la puerta, cerró los ojos y tras un larguísimo suspiro de resignación, aguardó paciente la llegada de su padre. Pasaron los minutos y Clarisse cada vez iba quedándose más dormida, incluso llegó a dar una cabezadita pues el trabajo la traía agotada y Thaddeus era ya el colofón final para consumir sus energías.

Solo abrió un poquito sus pequeños ojos cuando escuchó su nombre de labios de Shaun. Dejó caer su cabeza hacia la posición del hombre, esperando cualquier plan de huída cuando todo cambió y el profesor mencionó todas aquellas cosas. Clarisse abrió los ojos del todo y quedó patidifusa por la confesión, separando la cabeza de la puerta y anonada, intentaba buscar algo que responder. ¿Pero qué? – Es… es… -¿Por qué estaba casada? Muchas veces ella misma replanteaba la misma cuestión en su cabeza y la respuesta era tan sencilla como altruista y carente de sentido. Ignoró por completo la última frase sobre sus cualidades físicas para no inquirir en el tema más… delicado, Clarisse negó con la cabeza y río como él, igual de nerviosa– ¿Verdad qué es una estupidez? – la verdad es que de todos los errores de su vida fue incluso peor que meterse en la cama de Jonathan Vercelli – Era madre soltera, nadie quería ni darme una cita como si fuera fiebre bucólica y necesitaba ayuda con Thaddeus – añadió como si se excusara pero no podía contener la risa como si algo de todo aquello, su propia desdicha fuera un tema jocoso que tratar – Mi marido me ofreció esa ayuda, me prometió que cuidaría del niño conmigo, acepté pues había sido un amigo de la familia desde que tengo uso de razón. ¿Sabes qué fue lo más divertido de toda la historia? No estoy enamorada de él y él tampoco de mi o no me dejaría tirada por meses…

Alargó la mano para tomar la botella de vino rosado, la empinó y dio un gran trago para ahogar sus penas – Aish, esta noche me arrepentí como diez veces de estar casada, hubiera estado bien coquetear contigo con libertad – esta vez fue ella la que habló más de la cuenta pero en cambio de callar y hacer del silencio un momento más vergonzoso incluso que sus propias palabras, Clarisse bebió más vino y se deshizo en carcajadas. ¿Coqueteaba descaradamente con el amigo de su hermano? No ya, es era ya el colmo de su vida.

Si toda esa charla ya la había escuchado de boca de su padre justo cuando estaba calzándose el vestido de boda para ir hacia el altar. “No necesitas un hombre”, “Thaddeus tiene un padre”, “yo te ayudaré”, “Clarisse, no hagas algo que no quieras” pero, ¿podía pedirle algo más a Darren? Su madre los abandonó, más tarde la perdió antes de conocerla y él se había hecho cargo de dos criaturas con el sueldo de un humilde profesor. ¿Ahora debía pedirle además que la ayudara con su hijo? ¿Su responsabilidad? Era impensable y una falta de consideración por los años de dedicación.

Negó con la cabeza pero estuvo de acuerdo con la parte de perder la cordura. Tomó el relevo de la botella cuando él la dejó para darle otro trago a la botella del vino rosado y desde luego, ya empezaba a encontrarse de mejor humor, su padre sabía escoger la bebida como era debido. Levantó una ceja cuando cambió de tema con tanta maestría y no pudo evitar contener la risotada aún más alta. Ahí estaba, intentaba coquetear con un hombre y voilà, tenía la respuesta: una huída, elegante y caballerosa pero una fuga con todas las letras de la palabra.

- ¿Suerte? La verdad es que dabas miedo – dijo aún atacada por la risa, bebiendo otro trago de vino antes de dejar la botella entre los dos cuerpos para no resultar descortés y privarle de la bebida – Creo que tomaste la poción matalobos y muchas gracias por tu consideración, se notó, fue mucho más fácil contener tus zarpas con un hechizo – negó con la cabeza – Volvimos a encerrarte y una vez seguro, esperemos pacientes hasta la mañana siguiente.

Intentó relajarse, tragó aire un par de veces y ya sin carcajadas de por medio pero con una sonrisa en los labios, miró de reojo a Shaun. Los entrecerró algo influida por la bebida, acercó su rostro a él y lo dejó a unos pocos centímetros – Eres audaz, mucho más que los otros, solían salir despavoridos cuando les decía que tenía un hijo. ¿Tanto terror da una mujer como yo? – miró sus labios un segundo pero sonrío, parpadeando con lentitud – Se sincero.