Cuidados Intensivos

(Libre para todo el que haya venido a San Mungo después de la trama, por heridas menores o por que quisieron)

Lo sabía. Lo sabía. Detestaba no haber confiado en su instinto, sobre todo por que quienes le habían entrenado como auror le habían dicho, hacía tiempo, que alguna vez tendría que cometer un error precisamente por no confiar en lo que su intuición dictaba. Ahí estaba, todas esas coincidencias sobre el paradero de Finnerty habían devenido en una tragedia, que ya hubiera sido una catástrofe de ser cualquier universitario el herido. Pero esta vez el herido era Dan, su hermano del medio.

Había sido el primero en verlo llegar a San Mungo, y posteriormente Felix Cleverley había llegado. Ya lo sabía, su madre de ninguna manera iba a poner un pie ahí, tratándose de la vida de su hijo. Le preocupaba todo, sentía que tenía que estar a cargo de la atención que recibiera Dan, de Regina, de absolutamente todo lo que tuviera que ver con su familia.

Daba gritos mudos a enfermeras que ni la debían ni la temían, se impacientaba con el tiempo de espera para entrar a ver a Dan y esperaba que Regina estuviera ahí pronto para preguntarle qué mierda había ocurrido. Parecía que lo estaba viendo, que Finnerty convertido había aterrorizado a estudiantes incautos y nada de eso le parecía un accidente. Muy por el contrario, le parecía un cruel plan que había dado resultado. La población mágica estaba aterrada, quizás incluso quienes no tenían familiares en Brigantia.

Le habían dicho un par de cosas las sanadoras, de las que recordaba con claridad: que la vida de su hermano pendía de un hilo, que estaban esforzándose por contener las hemorragias, que había perdido mucha sangre. Nadie se atrevía a dar un diagnóstico y eso lo estaba volviendo loco. Por su mente pasaban un montón de imágenes horribles, y aún no había podido ver a Dan, no al menos en las dos primeras horas después de su ingreso.

Habría llegado muchísimo antes pero la habían llevado en autobús noctambulo por que era imposible que intentara siquiera la aparición conjunta y no consiguieron traslador; si por ella hubiera sido, se habría ido con Dan a San Mungo, pero no la habían dejado.

Se había puesto como loca cuando la decana McCreary le pidió que se alejara y término manoteando, golpeando y empujando a James. Pudo haberle pedido que fuese a comprobar la seguridad del hechizo del decano Suberland metiendo se con Angus y le habría resultado mucho las fácil. Sólo se medio tranquilizo hasta que Joseph la abrazo con fuerza y la convenció de que fuese a cambiarse.

James no se había separado de ella en ningún momento, inclusive ya en su facultad le había ayudado a lavarse toda la sangre con agumenti y una esponja y después le había ayudado a vestirse. En ese punto Regina ya de dejaba llevar y a penas le contestaba con monosílabos, ni siquiera se rió poquito cuando se cayeron ridículamente sobre un viejito en su intento por recostarse en una de las camas. Ya le daba igual si iba acostada o parada, de todas formas no podría dormir. Lo que si, es que había logrado que dejase de llorar y sólo daba pequeños saltaría de vez en cuando.

Siento mucho lo de tu mejilla.

Le dijo mientras se dirigían al piso donde tenían a su hermano. Ahora que ya habían llegado a San Mungo, su miedo se había incrementado por que no dejaba de pensar en las cosas horribles que pudieron haberle pasado a su hermano desde que lo dejó. Tampoco dejaba de preguntarle a James si creía que ya se había muerto.

Regina todavía no lo sabía, pero desde que lo había mirado a los ojos en la entrada de la gruta, se había aferrado a el y no lo había soltado. No de una menera literal, pero en ese momento dependía completamente de el.

Al llegar se encontró con su papá y su hermano, se abalanzó sobre Bleeker, lo abrazó por la cintura y hundió el rostro en su pecho.

Dan me salvo -le explico aunque no se lo hubieran pedido, sin levantar la mirada por que apenas lo vio unas gruesas lágrimas comenzaron a rodar por sus mejillas-. Angus iba a comerme y él se puso en medio.

Y entonces si levantó la mirada y vio a su papa.

¿Cómo está Dan? ¿Sigue vivo? ¡Díganme!

Todo el mundo supo de la tragedia. Yo me había demorado en cualquier cosa y para cuando hubo nuevas era demasiado tarde para hacer algo. Supe que se habían quedado emboscados, de cierta forma, en las grutas, con un licántropo suelto. Angus nunca se quedaba suelto, su familia nunca había sido descuidada al respecto.

El hecho de saberlo me había puesto todavía más tenso, pues eso significaría que entonces había sido un acto deliberado. Aún así, sentía que estaba siendo paranoico, que no era posible. Había un montón de conjeturas y habladurías en la universidad sobre lo ocurrido y yo no quise decir nada. Fui muy temprano por la mañana a San Mungo, cuando supe que Dan Cleverley estaba siendo atendido por muchos medimagos en situación delicada. No podía dejar de pensar en Regina, en Bleek, y también en Angus. No era el único licántropo del mundo mágico, pero todo el asunto sabía mal. Demasiado mal.

Si Regina sabía poco, yo sabía aún menos. Llegué hasta una anodina sala de espera llena de tapices viejos, cuadros todavía dormitando y refunfuñando por estar ahí tan temprano. Vi de lejos a Bleeker furioso con algunas sanadoras y después la familia llegaba. La imagen que más grabada me quedaba era la de Reg abrazando a su hermano mayor y lejos de darme esperanzas, eso me ponía aún más tenso. No encontraba manera de comunicarme con los Finnerty y hasta cierto punto tenía algo de reserva, pues su padre David también habría pasado una noche difícil como para importunarlos con el asunto.

Me acerqué pero no pude decirles nada y miré a Bleeker cuando Reg le preguntaba si Dan seguía vivo. No sabía si quería saber la respuesta y me dieron ganas de encender un cigarrillo pero sólo pude medio rascarme la cabeza y mirar a todos lados, sin saber si mi presencia ahí ayudaba o estaba de más. Lo único que se me ocurría era que necesitaba contactar a Angus a como diera lugar, pero no sabía nada de él, ni siquiera sabía si ahbía estado en el apartamento la noche anterior al menos un momento por que yo pasaba esa noche en Arianrhod. Pocas veces antes me había sentido tan inútil.

Me dolía el cuerpo. Incluso sentía como seguía temblando gracias a la descarga eléctrica que aquél hombre enmascarado había conjurado sobre mi. Su máscara, sus manos, su voz. Todo me parecía borroso: desde Beatrice, haciendo absolutamente nada por ayudarnos. Loreen siendo disparada por los aires. El rostro difuso del mortífago más joven. El decano Immëndorff llegando en el momento más oportuno. Y después, solo escuché las palabras de Loreen y todo se volvió aún más difuso hasta volverse completamente negro.

Todo era completa oscuridad. Incluso los gritos que había escuchado en las grutas seguía escuchándolos en mi mente, como si estuvieran más cerca de mi. El blanco mortal de las paredes del hospital me lastimó los ojos al abrirlos. Me tallé los párpados intentando recuperar la visión y encontrarme con el rostro de mi padre al lado mío. Giré el rostro intentando ubicarme porque aún no sabía que el mismo Decano me había llevado al hospital y se había encontrado con Jonathan y que después de haber avisado a mi padre, había entrado a la cirugía que la misma Decana McCreary estaba realizándole a Dan.

Busqué a Loreen con la mirada pero no la encontré. ¿Dónde estaba? ¿Estaría bien? ¿A salvo? Me había entrado un odio irracional hacia Beatrice por haber sido tan egoísta, por no haber movido un solo dedo por nosotras al ver que ella estaba en una sola pieza y que Loreen y yo estábamos imposibilitadas. ¿Qué clase de Gryffindor era? Me daban ganas de estrangularla con mis propias manos pero entonces caí en cuenta que quizás yo no había sido la única que había salido mal parada de todo eso.

Bombardeé a mi padre de preguntas. ¿Qué había pasado? ¿Estaban todos bien? ¿El licántropo? Papá no había dicho nada. Se había tomado el tiempo para pensar bien sus palabras porque sabía que aquello me dolería. Y entonces sus respuestas me taladraron los oídos. Las palabras de mi padre, aunque suaves, me quemaron por dentro. Papá me dijo también que todos estaban esperando noticias de los sanadores que estaban llevando la cirugía a cabo.

No supo decirme si había sido Angus o no. Me mordí el labio deseando con todas mis fuerzas que no hubiera sido él. Que hubiera estado recluido en otro lado y, aunque pareciera cruel, que lo hubieran mantenido encerrado durante su secuestro. Lamentablemente esas eran plegarias que jamás se cumplirían pues, aunque yo no lo supiera, Angus había sido quien casi había matado a Dan, a pesar de no saber que lo estuviera haciendo.

Me sentí impotente por no haber hecho nada, por haber terminado sedada en una cama de hospital en vez de haber ayudado a Dan. Quizás no fuera la mejor amiga de Regina pero a Dan lo quería mucho. Había ya pasado mucho tiempo pero aún así le tenía ese cariño especial que se le tiene al primer novio, aunque sonara terriblemente ridículo. Además de eso, era un buen amigo. MI amigo, eso era suficiente para sentirme mal por todo lo que había pasado, por saber qué podría estar muriendo en una cama de operaciones y que yo simplemente estaba convaleciente en otra sin heridas aparentemente visibles.

Y sin saber qué hacer, me eché a llorar. De impotencia, de enfado, de miedo. Sentí los brazos de papá a mi alrededor pero no lograba sentirme mejor. Deseé más que nunca que Adrian estuviera conmigo pero no lo estaba, y tampoco sabía si estaba bien o no, y eso también me tenía con el alma pendida de un hilo.

Una ansia terrible se apoderó de mi. Necesitaba levantarme de la cama, necesitaba ir y ver que todos estuvieran bien. No tenía idea que los Cleverley ya habían llegado y que Regina ya hubiera sido trasladada. O que Malik hubiera llegado muy, muy temprano. Necesitaba buscar a Jonathan y que me dijera que Dan iba a salvarse.

Después de debatir con mi padre por unos minutos que me parecieron eternos, terminé bajándome de la cama yo sola, para tambalearme y sostenerme fuertemente del barandal de la misma. Aparentemente la gran descarga eléctrica que había sufrido había afectado mis capacidades psicomotrices y eso no estaba bien. Respiré hondo y me tranquilicé para poder ponerme en pie. Papá ayudó a ponerme la bata de hospital que me parecía horriblemente desagradable pero no sabía dónde había quedado mi ropa. Seguramente estaba completamente sucia y mojada y la tenían guardada o la habían mandado a la lavandería o algo así.

Cuando finalmente pude mantenerme bien en pie, papá me trajo un café y un par de galletas. Pero al primer sorbo sentí náuseas y rechacé lo demás de la bebida y el refrigerio a pesar de los sermones de papá para comer algo. En ese momento no podía pensar en nada, mucho menos en comer.

Finalmente, después de unos minutos de recorrer pasillos, llegué hasta donde estaban los cuidados intensivos. Al primero que vi fue a Karim y luego mis ojos viajaron hacia Regina y luego a sus demás familiares. Me quedé callada. ¿Qué se podía decir en momentos como esos? No podía llegar y simplemente decirle a Regina “No te preocupes, todo saldrá bien” porque sabía que quizás no era cierto y que en ese momento lo único que podía sentir era preocupación por el estado de su hermano. Era mejor quedarse callada y solamente brindarles mi apoyo estando ahí, aunque en realidad no pudiera hacer absolutamente nada.

-¿Hay alguna noticia?

Me acerqué a Karim y le pregunté casi en un susurro. Miré a mi padre ir a saludar al señor Felix Cleverley -pues lo consideraba un buen amigo- y luego regresé la mirada al Arianrhod sabiendo que quizás sabría exactamente lo mismo que yo, y lo mismo que todos. Absolutamente nada.

Me había tocado aceptar estoicamente todos los golpes, manotazos y empujones de Regina. No era cosa de ofenderme por nada porque ella estaba en un muy comprensible pésimo estado, así que casi aceptaba sus maltratos como un paso natural en todo lo que le estaba pasando y aunque por momentos había tratado de contenerla, en general había dejado que se desahogara, aunque fuera sobre mi.

Por azares del destino había terminado haciéndome cargo de ella, desde los terrenos fuera del comedor hasta su facultad, que también era la mía. La había ayudado a quitarse la sangre y hasta a vestirse, todo con cuidado, sin dobles intenciones cuando se ponía la ropa, ni nada más que estar a su lado. Habría sido el peor acto de hijoputismo pensar en cualquier otra cosa mientras ella estaba así como estaba.

La abracé en el autobús noctámbulo, sintiéndome a cada minuto más responsable de su bienestar. A mi tampoco me dio risa caer sobre el pobre viejito, pero era algo que me hubiera sacado carcajadas en otro momento, seguro a ella también. Ante cualquier palabra, disculpa o lo que fuera, yo solo la estrechaba contra mi, le besaba la cabeza como si fuéramos amigos de años o como si comprendiera cabalmente lo que estaba pasando.

-No creo que esté muerto.

Era mi respuesta cada vez que me preguntaba lo que creía sobre Dan y quería creerme mi propia afirmación, para no verla así de triste y así de mal. Por momentos pensaba en lo terrible que sería perder a mi propia hermana o tenerla así de grave en un hospital, presenciar que le pasara algo. Me podía mucho todo eso.

Cuando llegamos con su familia, tuve que soltarla para que fuera a abrazar al que creía que era su hermano mayor, también estaba ahí su padre. Durante dos segundos me sentí inadecuado y fuera de lugar, pero sentía que debía seguirla cuidando aunque ya hubiera gente ahí más apta para hacerlo, como su propia familia. Me mantuve de pie a una distancia prudente para no invadir la intimidad familiar.

Otro chico llegaba, a él no lo había visto en las grutas y no se lo había topado todavía en la universidad, pero parecía tener un acercamiento similar al mío al núcleo familiar de los Cleverley, es decir uno no muy exagerado. Luego llegó otra chica que al parecer era al mismo tiempo paciente del hospital y amiga de alguien ahí. No me iba a ir, al menos hasta que Regina me lo pidiera.

Angus difícilmente podría describir cómo se sentía. Cuando había recuperado su forma humana, estaba en un lugar que nunca había conocido de la Universidad, todavía bajo los efectos de custodia de Angellous Suberland. Fue el decano quien le proporcionó ropa y luego, tras las explicaciones y exigencias atolondradas de Angus, le explicó qué era lo que había pasado. Era muy temprano. Los músculos le dolían como nunca y sobretodo, sentía algo inexplicable en el pecho y cuando se enteró de lo que había hecho, mientras unía todas las piezas, sintió ganas de vomitar hasta el cansancio.

Insistió en ir a San Mungo, Suberland no se lo quería permitir y solo cedió cuando aceptó que el decano fuera con él en custodia. En la Universidad, aparentemente, se quedaba a cargo Orlowsky y el resto de los profesores. McCreary atendía la cirugía de Dan Cleverley, Immëndorff atendía la burocracia y el caos que se había desatado tras aquella noche. El licántropo tenía la boca seca, todo le temblaba pero trataba de no tambalearse, ni desmayarse. No se ofendió de que Suberland fuera tras él como si ya fuera un futuro reo, no estaba en condiciones de pensar esas cosas, entendía que lo pensaran un potencial peligro porque nada estaba claro.

Odiaba los hospitales, desde niño. Había visto a David al menos dos veces en el hospital en su infancia, ya no recordaba las razones, pero nunca le había gustado estar ahí. Caminó por los pasillos hasta toparse con los Cleverley, con Malik, con Gianna, con James. Se quedó petrificado unos segundos.

El licántropo ni siquiera se había dado cuenta que seguía oliendo a sudor y sangre a pesar de la ropa limpia. No supo qué decir y por primera vez desde que tenía seis años, se echó a llorar mientras se acercaba a Regina sin pensarlo, un asalto casi parecido al que había llevado a cabo la noche anterior, con el mismo ímpetu aunque con intenciones muy distintas.

-Perdóname, perdóname, por favor perdóname. -No se le ocurría otro diálogo más que ese, ni una intervención más elocuente. Estaba siendo completamente honesto. Quería saber cómo estaba Dan, quería que le dijeran que todo estaba bien aunque eso no aminoraría en nada su culpa.

No se había soltado del abrazo de su hermano y no lo haría en mucho tiempo por que no lo necesitaba. Necesitaba de su protección y calidez. ¿Por qué no le decían nada? ¿Es que ya era muy tarde? Tenía ganas de gritar nuevamente por que la impotencia la estaba desesperando y mucho, también por que sentía que tanto su papá como Bleeker preferían mantenerse en silencio, quizá para protegerla, como siempre. Lo mismo había pasado cuando el señor Cleverley perdió el brazo.

Karim estaba ahí con Gianna, quien siempre había querido mucho a Dan, y James. Se detuvo un momento, mirándola como si nunca la hubiera visto antes. Traía puesta una bata del hospital y no se veía como siempre y eso la confundió.

Parecía como si hubiera pasado muchísimo tiempo desde la cena y no unas horas y los recursos que tenía eran borrosos, como si ya los hubiera bloqueado. Veía al licántropo abalanzándose sobre ella, a Adair y a Sifie gritando y después todo era oscuro. Pero luego la horrible imagen del cuerpo de Dan hecho trizas permanecía en su mente. No recordaba haber visto a Gianna, ¿el hombre lobo la habría atacado también?

Iba a preguntar por que le preocupó mucho, pero Angus, el verdadero, se acercó muy rápido hacia ella.

Tal vez su reacción fue estúpida e irracional, pero sólo alcanzo a musitar algo que sonó como a "no me comas" antes de hundir el rostro nuevamente en el pecho de Bleeker para que la salvara. Estaba temblando.

Era extraño por que estaba muy consiente de que Angus no tenía la culpa de absolutamente nada, por que, como le había dicho su mamá cuando Dan y ella se habían caído horrible de una escalera por andarse peleando, en un accidente nadie tiene la culpa. Angus, si acaso, era el que menos culpa tenía aunque hubiera sido él el responsable de que Dan fuera a morirse. Pero Regina no podía dejar de pensar en el como esa bestia horrorosa y no como Angus.

Y ahora que admitía ser el hombre lobo, con el decano Suberland ahí para corroborar lo, no sintió más que mucho coraje y miedo. Mucho miedo. Casi olvido que si habían estado en esa gruta era por que se habían preocupado y que sabían que algo así podía pasarles.

No quería sus disculpas ni las quería escuchar por que no, no iba a poder perdonarlo y por que sus palabras no iban a regresarle a su hermano; pero cuando lo miró, encontrándose con su rostro intranquilo, débil, lloroso y preocupado se sintió más intranquila. Como sí tuviera sentimientos encontrados.

No tienes por que estar aquí, Finnerty -y su voz sono más seca de lo que hubiera querido y por eso añadió-: de seguro estas cansado, mejor vete a casa. Tu papa debe estar muy preocupado

¿Lo estaba corriendo? Tal vez si

De inmediato abrazó a su hermana mirando hacia la puerta de la habitación de su hermano, donde entraban un par de sanadores más. No iba a decirle a Regina que tenía no sólo el peor presentimiento respecto a todo sino la certeza de que su hermano estaba pasando por complicaciones que quizás ni el mejor grupo de medimagos de Inglaterra pudiera remediar. La magia no lo curaba todo.

-Están haciendo todo lo que pueden, Ginny. Tenemos que tener un poco de paciencia.

Parecía que hasta hablaba con él mismo al decirlo, por que él era el primero en perderla y empezar a tachar de inútiles a quienes le daban pocas esperanzas a su hermano en el Hospital. Pasó una mano por el cabello de Regina antes de establecer contacto visual con Malik y después con Vercelli, a manera de saludo. No se iba a apartar de su hermana a menos que ella lo quisiera, y aún así lo veía difícil. Cerró los ojos un instante y se talló los ojos con cansancio, deshaciéndose de las gafas un momento. No supo por qué Regina se alteraba hasta que escuchaba los pasos torbos de Angus llegando hasta donde estaban, y enseguida notó cómo el cuerpo de su hermana se crispaba de miedo. No podía ser posible.

Las primeras palabras de Regina no le gustaban, por que se estaba dirigiendo a su amigo de toda la vida. Aún así, él quiso decir cosas peores y también tenía sentimientos encontrados. No le gustaba que hubiera llegado hasta ahí disculpándose como si hubiera sido un acto deliberado, o un accidente. Intercambió miradas con su padre que le exigía calma como cuando tenían la mala suerte de trabajar juntos, por que curiosamente no se les daba bien. Verlo llorar también lo hacía sentirse completamente débil, y no le gustaba sentir que de antemano estaba llorando a Dan. Estaban haciendo hasta lo imposible por él. Iba a salir de esa, tenía que salir de esa.

-Oh no, no... no vengas aquí a portarte como si esto hubiera sido un accidente. Esto fue un crimen, esto fue un plan y pudo ser peor ¿Entiendes? Peor. No fue tu culpa, pero deberías responsabilizarte por lo que eres y no confiar en todo el mundo.

Sentía lo mismo que Regina, aunque hasta cierto punto pensaba que Angus sí que tenía algo de culpa. Él sabía qué era, él sabía el peligro en qu ese podía convertir y aún así no era cauteloso con sus compañías ni con sus acciones en el día cercano a la luna. Al menos no lo había sido esa vez y empezaba a crecer dentro de él un enojo que sintió, sería difícil de controlar.

Angus sintió el miedo de Reina como si todavía tuviera ese sentido muy desarrollado, el de oler el miedo, aunque esta vez no lo saboreaba, le calaba hondo. Bleeker era su amigo desde siempre y Dan y Regina habían sido una extensión de eso. Incluso había prometido a Bleeker en muchas ocasiones, sobrio y borracho, que cuidaría de ella y le había fallado de manera rotunda, intentando atacarla a ella y luego destrozando a Dan.

En cuanto Regina le pidió que se fuera decidió hacerle caso, por ella más que por nadie más ahí, porque se sentía incapaz de refutarle nada, de ponerse necio con ella y decirle que se quedaría ahí hasta saber, que Dan le importaba, que por favor se lo permitiera, pero no se sentía capaz de decirle nada más que disculpas.

Al escuchar a Bleeker se quedó también callado, pero poco a poco sus palabras desataron su indignación. Podía estar muy conflictuado, confundido y dolido por lo que había pasado, pero las cosas que le decía Bleeker estaban lejos de provocar el efecto que había provocado Regina con lo dicho anteriormente.

-¿Responsabilizarme por lo que soy? Tú no entiendes nada de esto, como el resto de la gente. No sabes lo que es, no tienes…no tienes ni puta idea.-No quería descontrolarse, no quería salir de sus casillas en un momento crítico como ese pero el corazón le palpitaba demasiado fuerte, la cabeza y los huesos le dolían, sentía que seguía desorientado, que cada palabra era como un cuchillo punzante. Comprendía a Bleeker y a la vez no era capaz de procesarlo en ese momento crítico con la tranquilidad requerida.

-Nada de esto hubiera pasado si el departamento de aurores hiciera mejor su trabajo en todo caso. Si los decanos hicieran mejor su trabajo, pero YO soy el único que tiene que responsabilizarse por lo que soy porque me convierto en una bestia, ¿no es así?. Mientras ustedes, magos impolutos, no tienen que preocuparse por nada hasta que no lo tienen en las narices. No soy ese ciudadano promedio, tengo que cuidar todo, tengo que responsabilizarme por no encontrar trabajo, por no encontrar la misma retribución de confianza, por que no haya cura, por toda la mierda que pasa, de la que solo yo tengo que preocuparme. Lo entiendo perfectamente.-Habló atropelladamente, sin cuidado. Miró a Bleeker y respiró profundo antes de agregar nada más. Se limpió la cara con la mano sucia de tierra, de sangre que no era suya y que no había tenido tiempo de limpiar.

-Espero que esté bien, de verdad.Es todo, es todo, te lo juro.-Agregó mirando a Regina. La impotencia, la furia, el dolor y el asco que sentía eran todo por él. No por ellos, ni siquiera por Bleeker. No era ese ciudadano promedio, lo había sabido desde siempre, pero nunca le había dado tanto miedo no serlo.

Desde el ataque, todo lo que escuchaba eran ecos de conversaciones lejanas, como si de antemano supieran que él no podría responder. En sus momentos de lucidez sólo el dolor tenía cabida, así que rápidamente su cuerpo sucumbía al sopor, al no poder soportar lo que sentía. Todo se le había transformado en un mal sueño y a ratos parecía ver todo desde lejos, como un espectador en las películas muggles, donde podía dominar a vista de ave todo a su alrededor, sin participar.

Durante un rato pudo escuchar la voz de Bleeker gritando a todo el mundo, también la de su padre, más lejana. No podía soportar que no dejaran que se le acercaran, de todos modos sentía que apenas si se podía aferrar a la vida y con los ojos entreabiertos era desesperante sólo mirar túnicas blancas de medimago, gente discutiendo sobre su estado, como experimento en una mesa de herbología. Pero ni siquiera tenía fuerzas suficientes para mostrar su necesidad de tener cerca a Regina, a Bleek, a su padre. Seguramente su madre se reprocharía después no estar ahí, pero no la culpaba. Odiaba los hospitales, si su hijo estaba en uno, mucho más.

En un momento de silencio, cuando aparentemene lo habían dejado solo, pudo despertar, quizás no en el sentido más estricto de la palabra. Sólo veía vendajes en su cuerpo y con la puerta entreabierta, a su hermano abrazando a Regina. Estiró un poco la mano hacia ellos y una joven sanadora se le acercó. Parecía verla en una visión, o era demasiado rubia. Intentó sonreírle.

-¿Puedes oírme? Llámales, quiero verlos. Reg debe estar muriendo de miedo, y seguramente Bleeker te trató mal, perdónalo, pierde la paciencia fácilmente. Es auror, creo que es muy bueno, pero tiene que dejar de beber y conseguir una novia, tiene una edad mental de sexagenario...

Eso hubiera querido decir, pero no pudo. Lo único que la sanadora rubia que se le acercaba pudo ver fue un movimiento hacia sus hermanos a quienes veía apenas en la puerta y unos quedos murmullos que no pudo entender. Daniel no se dio cuenta de nada, aunque al ver su cara de confusión supo que quizás su mente estaba delantándose a las energías de su cuerpo. Volvió a mirar a Regina, y a Finnerty de reojo, antes de que la sanadora rubia saliera por la puerta.

Miró al techo y sintió una horrenda punzada de miedo al notar que no le habían entendido, que algo se disociaba en él, su mente iba más rápido de lo que su cuerpo podía aguantar. Todo empezó a verse más claro, a bajar, como si se estuviera hundiendo en el sueño sin poderlo remediar. Bajando, bajando, bajando.
Y subiendo de nuevo, como en un sonido de succión. De nuevo estaba ese dolor en todos lados, dolor egoísta que no lo dejaba pensar en nada más. En absolutamente nada más, hasta que en vez de esa habitación de piedra en San Mungo, con la cálida y apacible luz de la mañana dejaba de ser una habitación, y era una playa. Una bien conocida.

No había estado en otras playas, pero estaba seguro de que podría reconocer el sonido de las olas de Brighton junto a cualquier otro. No veía nada de la habitación, pero podía escuchar voces. Todavía la discusión entre Finnerty y su hermano, las intervenciones mínimas de Regina. Sonrió, o eso quiso hacer. Él no estaba precisamente ahí, aunque pudiera aún escucharlos. A lo lejos, su hermana parecía estar recogiendo conchas, Bleek sentado en la arena. Sonrió de nuevo, sabiendo que se había ido. La imagen que quedó en su mente fue la de su hermana sonriendo con ese sol de verano que no llegaba a calentar demasiado, haciendo preguntas, reclamándole que nunca le ponía atención.

La Sanadora rubia había salido intempestivamente de la habitación, diciéndoles que Dan había reaccionado. Para cuando entraran en la habitación, se habría ido.

Noticias, tenía las mismas que Regina. Sólo había escuchado que había que tener paciencia, que habían lo que podían. Detestaba esa indeterminación de sanadores y también de médicos muggles, pero no se podía hacer gran cosa al respecto. Esperar, y los minutos se hacían eternos. Medio sonreí a Gianna por que seguro no esperaba de mi la historia médica detallada sobre Dan, y daba igual, por que de todos modos sabiéndola su futuro era incierto. Miré llegar a otro tipo en compañía de Regina a quien sólo saludé con un movimiento de cabeza, pues si estaba ahí seguramente era alguien importante para ella.

Lo que de verdad me hacía querer intervenir era la presencia de Angus. Estuve a nada de detenerlo pero verlo llorar también me dejaba paralizado y hasta desvié la mirada por que, ridículamente, sentí que su llanto era peligrosamente contagioso y pasé una mano por mi cabello. Jamás pensé llegar a verlo en ese estado, de hecho, verlo en el mismo momento en que tenía horas de recuperado después de su transformación era ya bastante duro. No supe a quién iba a dar la razón, por que sentí que entendía a todos, y a la vez no me atrevía a tomar partido por nadie.

Estaba de acuerdo en que eso no había sido un accidente, por que los Finnerty sabían bien cómo cuidar sus lunas llenas, y no sabía si Bleeker tenía razón o no; el nivel defensivo de Angus, pensé, no iba a ser lo mejor para el estado de ánimo del auror ni de la familia Cleverley y no me iba a sorprender que terminaran peleando peor aún que en la fiesta. Eso no había sido nada. Y también pensé que Angus tenía algo de razón pero de todos modos no había manera de decir aquello sin que fastidiara a Bleek. Todo estaba muy jodido.

-Angus, hombre... no es momento para decir eso

Por que tenía que intervenir, pero lo veía tan descompuesto que ni siquiera me atreví a ponerle la mano en el hombro hasta un rato después, de verdad temiendo que Bleeker le respondiera con un puñetazo. Lo esperé, de no ser por que una chica salía de la habitación avisando que Dan estaba consciente.

-¿Qué pasó? Tienes qué decirme. Bleek tiene razón, alguien planeó esto, no se puede quedar así...

Me daba igual tener que plantearlo así, y dejé mi frase inconclusa asomando un poco la cabeza hacia la habitación. No quería imaginar que Dan no se recuperara, no quería imaginar qué iba a pasar con todo lo que me resultaba querido y familiar después de eso, pero no pude evitar quedarme en silencio, esperando todavía.

En cuanto los elfos domésticos la ayudaron en el transporte del maltrecho cuerpo de Dan Cleverly, Julia iba mentalizándose a que aquella sería una cirugía muy complicada con una muy grande posibilidad de que el muchacho no sobreviviera debido a la gran lesión a la cantidad de sangre que había perdido ya. Pero en sus manos estaba hacer todo lo posible por que el muchacho sobreviviera.

Al llegar a San Mungo, las órdenes de McCreary no se hicieron esperar. Las enfermeras y los demás sanadores llevaron una camilla donde depositaron el cuerpo que los elfos habían cargado y Julia pidió a dos cirujanos más, entre ellos el mayor de los Vercelli. Necesitaba tantas manos fueran posibles para hacer lo imposible.

Se preparó para la cirugía con ayuda de las enfermeras y una vez dentro verificó que el muchacho aún tuviera signos vitales. Y si, los tenía, pero eran demasiado débiles. Aplicaron un hechizo sedante en el cuerpo de Cleverley y comenzó a abrir de nuevo las heridas para comenzar a suturar desde el interior del cuerpo del muchacho.

Las heridas eran mucho peores de lo que había imaginado. Conforme avanzaba, se daba cuenta de que el daño en sus órganos internos era desmesurado. Respiró hondo. Comenzó a limpiar y suturar desde dentro mientras otros de los sanadores se dedicaban a inspeccionar la herida del cuello y a realizarle transfusiones sanguíneas junto con un suero para hidratarlo y que recuperara parte de la sangre que había perdido.

Su corazón palpitaba fuertemente con toda la adrenalina que tenía encima. No podía evitar pensar, mientras seguía suturando parte del estómago de Dan, que quizás todo eso había sido culpa suya, por no haberle insistido a Immëndorff el investigar más a fondo eso. Quizás ahora su idea de tener una mazmorra especial para los licántropos habitantes del Campus no era una idea tan descabellada después de todo. Tal vez teniendo el control de tenerlos a todos custodiados aquello podría haberse evitado.

Las palabras de Loreen seguían retumbándole en la cabeza. ¿Qué habrá hecho a Angus no ir a casa donde normalmente pasaba las noches de luna llena? ¿Qué lo habría hecho cambiar de parecer? Otra pregunta que le rondaba la cabeza era si algo había sido algo o precisamente alguien que lo hubiera retenido en el bar y de esa forma haber dado el silbatazo para que lo secuestraran.

Como bien pensaban muchos, eso no había sido un accidente. Angus había sido secuestrado y soltado precisamente en el campus la noche de luna llena por algo. Querían conseguir algo. Julia sentía que habían logrado ese propósito. Al menos el de esa noche. El caos y el pánico se había desatado en Brigantia y sabía que después de eso, nada sería igual.

Taquicardia. El corazón de Dan comenzaba a descontrolarse y luego no hubo más latidos. Por poco no lograban estabilizarlo. Julia le repetía como un mantra que iba a salir vivo de la cama de operaciones. Se lo estaba jurando, e iba a cumplirlo. Por eso en el momento en que le aplicaron un encantamiento desfibrilador y su corazón comenzó a latir nuevamente después de mandarle un par de descargas directamente a su pecho y de administrarle epinefrina, con un latido medianamente fuerte y un poco estable, respiró hondo y continuó con la cirugía.

No sabía cuánto tiempo llevaba ya y en realidad no importaba. Al menos ella, se tomaría el tiempo que fuera necesario para asegurarse de que Dan saliera vivo de ahí. Quienes sufrían, seguramente serían los familiares del paciente, quienes no habían tenido noticias. Julia mandó a una de las enfermeras que estaba apoyándola a que hablara con los pacientes.

Cuando volvió supo entonces que los hermanos y padre de su alumno ya habían llegado. Respiró hondo y levantó la mirada a los otros dos cirujanos. Todos estaban pensando exactamente lo mismo. Minutos después, que parecerían horas para todos, lograron suturar todos los órganos internos de Dan que habían resultado dañados. Habían tenido que extirpar parte del intestino pero lograron estabilizarlo casi por completo. Miró la sangre dirigida a su cuerpo. Habían sido muchas unidades las que habían utilizado y eso no le gustaba nada.

Finalmente terminó por cerrarle el abdomen, parte por parte que le había desgarrado Finnerty e intentó dejarlo lo más limpio posible. Quedarían cicatrices grandes y visibles, pero eso se podía ir tratando una vez estuviera fuera de peligro, no era cuestión de vida o muerte.

Una vez terminó de cerrarlo, verificó que no hubiera ningún cabo suelto en la cirugía. Su latido era débil y debía respirar asistido por una burbuja de oxígeno. Pero estaba vivo. Asintió cuando la enfermera se acercó a ella con los vendajes. Julia se apartó. Los otros dos cirujanos se concentraron en convertir el quirófano en un cuarto de Cuidados Intensivos, y se limpiaron la sangre de las batas.

La enfermera le quitó los guantes y le puso nuevos. Le quitó el cubre bocas y después de eso desapareció del cuarto, junto con los cirujanos una vez verificando que estuviera todo bien –al menos en ese momento- y Julia se quedó a terminar con los vendajes de Dan. Le apenaba verlo convertido en eso. Que hubiera sido precisamente él quien sufriera el ataque del licántropo. Las personas buenas jamás se merecían eso.

Y de pronto, despertó. Julia sonrió. Se levantó y se puso el estetoscopio para escuchar su corazón. Aún débil, pero consciente. La enfermera salió a avisar a los familiares que estaba consciente. Ese era el momento que ella había estado esperando y gracias a los dioses estaba reaccionando medianamente bien.

-Dan, ¿puedes oírme? ¿Puedes verme?

Dirigió una pequeña luz de su varita a los ojos del muchacho verificando los reflejos, pero en ese momento, cerró los ojos y su corazón dejó de latir. Julia negó con la cabeza y se puso en pie. Comenzó a hacer CPR manual en el pecho mientras la burbuja se encargaba de administrarle el oxígeno necesario. Lo hizo una, dos, tres veces. Funcionó, pero el latido de Dan comenzó a apagarse lentamente. Intentó nuevamente con la epinefrina y el encantamiento desfibrilador. Tampoco funcionó. Lo intentó manual nuevamente una vez más. Otra más. Ya no surtiría efecto y ella lo sabía. Sin embargo, ella le había jurado mentalmente a Dan que saldría con vida de ahí.

Si, había salido con vida de la cama de operaciones, había sobrevivido. Pero, ¿y ahora? ¡¿Ahora qué?! Se le apagaba la vida de su alumno en las manos y por esta vez, no podía hacer nada para traerlo de vuelta porque ya se había ido para siempre.

Levantó la mirada y se encontró con la de Bleeker Cleverley. Lo miró por unos segundos sin decir nada y luego dirigió los ojos al reloj de la pared. Se dirigió a la enfermera, que ya tenía la pluma y el expediente listos. Respiró hondo y sintió como si las palabras se le quedaran atoradas en la garganta.

-Hora de muerte: 07:33 de la mañana.-Anunció a la enfermera, quien anotó rápidamente la hora y la causa de muerte como “Paro cardíaco” y dejó el expediente en la canasta a los pies de la cama de Dan. Julia se quitó los guantes y bajó la cama para acostarlo completamente y, con cuidado, retirarle el encantamiento burbuja y luego cubrirlo con la sábana. Guardó su estetoscopio en el bolsillo de la bata y se retiró el gorro de operaciones. Caminó hasta donde estaba la familia de Dan.-Hicimos todo lo que estaba en nuestras manos… lo siento tanto.

No podía decirles más. Cualquier cosa que saliera de sus labios creía que sería peor para todos ellos. Su fuerte nunca fue dar malas noticias. ¿De quién si lo era? ¿A quién le gustaba decirle a los familiares de su paciente que éste había muerto?

-Los dejo solos.

Dicho esto, Julia salió de la habitación, sintiéndose terrible, sabiendo que ella no podía controlar la vida y la muerte. No podía controlar quien moría o no en su mesa de operaciones. Como le había dicho a los Cleverley, se había hecho todo lo que estaba en sus manos, pero Julia sentía que pudo haber hecho más. Creía que podía haberlo sacado vivo de ahí y que en unos cuantos días podría regresar a ser el mismo buen muchacho que era y todo volvería a la normalidad. Quería creer que Angus no había sido el culpable de que Dan hubiera muerto. Quería pensar que todo eso era una horrible pesadilla pero esos pinchazos de realidad que comenzaba a sentir en la moral eran los que le decía que jamás despertaría porque esa misma era la realidad que asolaría el mundo mágico.

Era el inicio de lo que más temían.

-¡Deja de hacerte el incomprendido! ¡No sé lo que es, pero tú sí, es tú responsabilidad!

Felix Cleverley sólo entornó los ojos al escuchar lo que Finnerty decía y si se puso de pie no fue para rebatirlo o por que le hubiera molestado personalmente, sino por que sabía que su hijo mayor lo iba a tomar como una afrenta. Incluso soltó a Regina para encararlo, poniéndose de frente, por que no creía que hubiera absolutamente nada de comprensible en lo que decía el licántropo. Nunca antes lo había mirado de esa forma, con odio. Ni siquiera en sus peores peleas.

-¿Quieres que haga bien mi trabajo, eh? ¡¿Eso quieres?! Pues entonces tendrás que vivir con un censo general para licántropos, como si fueras un animal. Si no estamos todo el tiempo encima de la gente como tú es por que pensamos que son conscientes del peligro en que se pueden convertir, PERO APARENTEMENTE NO LO SON. ¿ESO QUIERES? ESO TENDRÁS, Y HARÉ TAN BIEN MI TRABAJO QUE SI EL MINISTRO QUIERE VIVIRÁS EN UNA JAULA, ASÍ SERÁ, BESTIA DE MIERDA

No había manera de resolver eso, de regresar esas palabras. Lo que se decía dolido y enojado estaba escrito con tinta y estaba seguro de que Angus jamás lo olvidaría. Él tampoco lo haría. Y se hubiera sentido capaz de cruzarle la cara de un puñetazo de no ser por que una sanadora salía de la habitación donde Dan estaba. Volteó de inmediato y caminó dentro sin atender lo que alguien respondía o no. Se acercó rápidamente a su cama y se arrodilló para quedar al nivel de su mano, levemente estirada.

-Oye, vas a estar bien ¿Me escuchas? Vas a estar bien... Daniel, no me jodas, vas a estar bien. Daniel ¡Daniel! No estoy bromeando, vas a despertar o... o... Sintió que la respiración se le iba y tuvo que voltear a otro lado, quitarse las gafas, dejarlas sobre la mesa de hospital y volver a mirarlo, casi con enojo -Te necesito aquí ¿Entiendes? ¡DANIEL, TE NECESITO AQUÍ! no me dejes sólo, joder, sin ti no puedo... no.

No era algo que le dijera a todo el mundo, pero siempre había sentido que su hermano del medio era el único que lo incentivaba a mantenerse sobrio, cuerdo, determinado. Dan solía decirle todo el tiempo que tenía que ser responsable, dejar los vicios, pensar en los demás ¿Quién lo haría ahora? ¿Qué haría ahora? Tuvo una sensación de vacío tan poderosa en el pecho que sintió que algo iba mal con él, que se estaba poniendo enfermo, que no iba a poder soportarlo.

Detestó escuchar esa hora. Siete treinta y tres. Nunca iba a olvidarlo. Apenas si pudo sostenerle la mirada a McReary pues empezaba a sentirse débil y al final se quedó sentado al pie de la cama, pensando, gravemente en que no encontraría una manera de seguir sin su familia, pues siempre había pensado que era la única cosa en la que podría confiar plenamente. Se había terminado esa certeza.

A veces pensaba que Bleeker era un exagerado y muchas veces se reía de él con Angus cuando se volteaba, ahora no podía creer que estuviera de acuerdo con las cosas horribles que estaba diciendo. Eso la hizo sentirse peor, aunque pensó que ya no se podía.

Quiso intervenir y decir algo antes de que se pelearan pero solo abrió la boca y de ella no salió nada. Nada. No sintió ni pena ni lástima por Angus, jamás podría sentir eso por él por que era su amigo, tampoco lo compadecía por que, desde que era una mocosa de cinco o seis años cuando invitaron a Angus por primera vez a casa, los recordaba, a él y a sus hermanos, bromeando sobre sus problemitas nocturnos por que nunca les había importado. Jamás lo habían visto como una bestia que perecía estar encerrada, pero ahora ya sabía lo que era realmente. No era como si se le hubiera caído una venda de los ojos, pero ahora ya sabía que podía hacer mucho mucho daño y que era peligroso. Bleeker tenía razón, había sido muy irresponsable.

Lo siguió con la mirada sin decir nada; lo quería mucho pero, de verdad, en ese momento no era su persona favorita. Asintió con la cabeza, claro que sabía que estaba preocupado por Dan y ella misma le iba a avisar cualquier cosa nueva que supieran. Tomó la mano de su papá cuando salió la sanadora, preparándose para lo peor y, al mismo tiempo, se sintió como cuando era chiquita y él tenía pláticas de adultos que no entendía y que solo le parecían palabras dichas sin ningún significado.

Supo que su hermano había muerto en cuanto vio salir a la decana McCreary, pero escucharlo fue más de lo que Regina pudo soportar. Se abrazo a su papá por que él la tenía agarrada del hombro desde que Bleeker la soltara por que sintió que ya sus piernas no podían sostenerla.

No, no papá, no. Daniel no. Daniel no –y comenzó a gritar nuevamente que no podía ser cierto a todo lo que sus pulmones le permitían. Por que le dolía y mucho, era como si alguien hubiera puesto una mano dentro de su pecho y le estuviese aplastando el corazón con mucha fuerza.

Con un brazo su padre la estrechó hacia así fuertemente hasta que ya no dijo nada y su respiración se normalizó un poquito para poder llevarla a ver a su hermano y despedirse.

A Daniel ya no le dolía nada. Ya estaba en la playa de su casa, recogiendo conchitas y escapando de las olas y por eso su semblante lucía tranquilo. Parecía como si en cualquier momento fuera a despertarse y a atacarse de risa, pero no. Aquello no era una broma, era real.

Se acercó a él, le acarició el cabello y lo besó en la frente como cuando eran niños. Cuando Bleeker fue a Hogwarts por primera vez y ellos dos se quedaron en casa, Regina tuvo que mudarse a su cuarto por que Dan no estaba acostumbrado a dormir solito y a veces él solía acostarse con ella hasta que el sueño la vencía y los monstruos de debajo de la cama se marchaban; entonces él le acariciaba el cabello para arrullarla, le daba su besito de las buenas noches en la frente y se cambiaba de cama.

LA media sonrisa de Malik en vez de tranquilizarme un poco simplemente me hizo angustiarme aún más. No era culpa suya, claro que no. La falta de noticias seguramente tendría a todos igual o peor que yo, empezando por los hermanos de Dan. Miré a hacia todos lados.

Regina decía que Angus casi se la había comido y que Dan se había interpuesto entre ella y el licántropo. Enarqué una ceja. Regina no sabía si de verdad había sido Angus. Nadie –según lo que yo tenía entendido- había visto al licántropo transformado. Si, eran muchas coincidencias, pero cabía la posibilidad de que no hubiera sido Angus y que él estuviera libre de culpas.

Pero estas palabras se atropellaron en mi garganta en el momento en que vi llegar a Angus con el peor semblante posible. Su gesto duro y dolido me hizo sentir un nudo en el estómago. Pero no fue sino hasta que escuché sus palabras que entonces todas las sospechas de todos se habían cumplido. Regina tenía razón. Había sido Angus. No me quedó más duda al escucharle pedir perdón por algo de lo que él no tenía consciencia.

Debía ser terrible sentir todo ese sentimiento de culpa dentro de ti y que nadie pudiera comprender el cómo te sentías. Saber que quizás podías haber lastimado a alguien a quien querías debía ser tremendamente doloroso. Escuché las palabras de Regina, y quizás tenía razón. Angus tendría que estar en casa, descansando. Las palabras de Bleeker retumbaron en mis oídos. También tenía razón, eso no había sido culpa de Angus, había sido deliberadamente planeado para que las cosas resultaran de esa forma.

Entorné la mirada al joven auror y alterné la vista a Finnerty, quien me partía el alma al verlo así. Creía que Bleeker tenía razón en parte de que Finnerty tenía que responsabilizarse de lo que era, sin embargo nadie sabía cómo había sido la situación. Quizás lo habían secuestrado cuando se dirigía a casa y no le habían dado oportunidad de nada. Quizás todo había sido un malentendido. Al menos quería creer eso y suponía que la mayoría que estaba ahí también quería creer que Angus tenía las cosas completamente calculadas y que nada, más que el secuestro, lo habían hecho cambiar de planes para la noche de luna llena.

Tomé asiento en una de las sillas de la sala de espera y recargué la cabeza unos segundos en la pared sin apartar la mirada de Angus y luego la dirigí a la nada. Giré el rostro en cuanto escuché movimiento y vi salir a la enfermera de la habitación de Dan. Vi a Bleeker entrar y por unos segundos todo fue silencio.

Comencé a morderme las uñas presa del nerviosismo, temiendo lo peor en cuanto los gritos del joven auror inundaron los pasillos. Y luego, la Decana McCreary dejaba la habitación con un semblante bastante decaído. Supe en ese momento en que Dan se había ido y ya no regresaría.

Quise asomarme, como Karim, hacia la habitación, pero sentía que ese no era mi lugar, así que simplemente me quedé sentada, con la cabeza junto a la pared escuchando las palabras de Regina al entrar a la habitación. Me sentí enferma. La muerte de Dan no simplemente representaba para mi la muerte de un amigo. Me sentía en ese momento más identificada con Regina que nunca. Yo sabía lo que era perder un hermano al que admiras, al que adoras, al que aspiras ser cuando seas mayor.

Paula era eso para mi y no dudaba que Dan para Regina fuera algo así como su ídolo. Cuando ella murió me sentí desubicada. No sabía cómo ser la única mujer en casa. Me quedé sin confidente, sin la mejor amiga que mis padres me dieron. No sabía cómo comportarme ni como lidiar con el dolor que sentí en el momento en que me avisaron que ya no tenía hermana mayor. Todo había sido más rápido, claro. Pero no por eso más sencillo.

Me sequé las lágrimas con violencia y miré a Angus. No con una mirada de reproche, sino con una indescifrable porque no podía ni imaginar como se sentiría en ese momento al saberse verdugo del hermano de su mejor amigo. Me sentí una extraña en ese momento. Todos ahí tenían más relación con los Cleverley de lo que yo jamás tendría a pesar de haber sido amiga de Dan. Miré a mi padre, quien se encontraba al otro extremo del pasillo, con el semblante serio, seguramente también lamentándose por la muerte del hijo de su amigo, pues él había pasado ya por lo mismo.

¿Qué pasaría ahora con Angus? ¿En la Universidad? ¿Qué sería de los mortífagos que nos habían atacado a Loreen, Beatrice y a mi? ¿Qué pasaría con el mundo mágico ahora?