Messy Situations

Para Milena, todo lo ocurrido la noche de luna llena había sido ajeno. Desde los rumores que habían estado corriendo desde temprano sobre una chica de medimagia que iba borracha hasta la coronilla pregonando historias sobre secuestros, al ataque que había tenido a las grutas como escenario y por supuesto, la mañana siguiente en San Mungo.

Sobre los chismes, ni siquiera había prestado atención al centrarse en alguien a quien ni siquiera conocía. Sobre la gruta, no había estado esa tarde en el campus. Comprando libros, haciendo tiempo por Diagon porque esa ocasión fue pereza de estar encerrada, tan sencilla como eso; que un instante estaba perfectamente cómoda en la sala de convivencia y al segundo decidía que ya no quería estar ahí, volátil en eso también.

Por tanto que al volver a la facultad y escuchar las historias que parecían sacadas de un cuento de terror había quedado helada. Licántropos en las grutas, muchachos desangrándose y hasta mortifagos involucrados según decían algunos. No sabía que creer y ya puestos en ello, qué tanto, pero se sentía intranquila. No sólo por el ataque del hombre lobo, sino por la supuesta presencia de los magos oscuros. Era cierto que los Nikonov eran conservadores, inclinados a lo que en el Reino Unido llamaban purismo, pero no lo practicaban a tal extremo, no que ella lo supiera.

Un poco de investigación con Pearlie sobre lo sucedido y todo se volvía más escalofriante. Que el licántropo había resultado ser Angus Finnerty, y el muchacho herido, que no había sobrevivido, nada menos que un hermano de Regina. Lo recordaba de su fiesta, aunque con quien más hubiera conversado - o intentado hacerlo - hubiera sido el mayor de los tres.

Quería darle el pésame a Regina, no importaba que no fueran íntimas, lo que había pasado era horrible. Y pensó también Karim, que era cercano no solo a Angus sino a los Cleverly también. No lo había visto en un par de días, comprensible con lo delicada situación, pero por eso cuando esa tarde al bajar de su habitación hacia la sala de convinvencia y le vio de espaldas se apresuró a alcanzarlo, sujetándolo del brazo. - Karim, espera... - Se mordió los labios. Tampoco tenía muy en claro exactamente qué decirle o que hacer.

Todo había sido una locura. Al final, Dan había muerto y había sido suficientemente cobarde, o consciente, como para irme de ahí antes de que ocurriera algo peor. Después de saberlo, regresé de San Mungo con varias horas de desvelo y con un montón de cosas en la cabeza. Nadie había querido hablar con nadie, ni siquiera Angus, que naturalmente había regresado a casa. Yo me había dedicado a estar en clases de cuerpo presente y más nada. Un día después, cuando la universidad se sumía en un chismorreo espantoso lleno de murmullos y suposiciones, yo me dedicaba a lo mío y nada más.

No había tenido tiempo de pensar en nada, sólo llevaba algunos libros en la mochila y pretendía tomar un café antes de entrar a alguna clase hasta que escuché una voz con un acento demasiado particular como para ser ignorado. Voltée por que al instante sentía su mano sobre mi brazo, y decía mi nombre. Mi gesto se suavizó al instante, sabiendo que estaba en el mismo humor que toda la universidad.

La abracé ¿Qué iba a hacer si no? No le iba a decir que su mirada me pareció demasiado reconfortante, y también su olor, y el hecho de que me detuviera aunque no dijera por qué. La abracé y cerré los ojos un momento, seguramente ella sabría que había sido eso una necesidad más que un deseo y antes de separarme de ella exhalé pesadamente como si me hubiera quitado un peso de encima al haber al menos estado cerca de alguien, dejando todo eso que traía en la cabeza de lado, por unos segundos. No me separé completamente de ella, incluso le di un beso en la comisura de los labios.

-Vaya, siempre apareces cuando lo necesito.

Se lo dije con una sonrisa un poco melancólica. Aún tenía tiempo para ese café y la verdad tomarlo con ella se me hacía una opción un millón de veces mejor que hacerlo solo.

-¿Me acompañas? Necesito cafeína.

Su primer impulso había sido el de estrecharlo con fuerza entre sus brazos en cuanto él la abrazó. Lo notaba mal y eso la angustiaba, pero no se le ocurría como podría ser de otra manera y actuar como si nada cuando todo lo que había pasado involucraba a personas tan cercanas para él. Abrazarlo le parecía mejor que tratar de decirle que lo sentía mucho y querer salir con algún discursillo de ánimo que no le quedaría bien, no tanto porque le iban a faltar palabras en inglés, si no porque no sabía bien qué decir. Nunca había estado en una situación ni remotamente parecida, podía considerarse afortunada de haber tenido una vida bastante fácil y hasta protegida. Así que a falta de palabras, lo que tocaba era asegurarle que estaba ahí para él. Un abrazo, le parecía, era buena manera de comenzar.

Acarició su cabello cuando lo notó soltando el aliento y después de que la besara llevó la mano hacia su mejilla. – Tengo buen sentido de la oportunidad. Además me tomo muy en serio mi papel. – Le respondió en voz baja sin apartar la mano de su mejilla, en una suerte de broma que no era muy buena, pero que esperaba lo animara cuando menos un segundo.

Lo de tomarse su papel en serio en otro contexto habría quedado bien como coqueteo, pero lo que tenía que Karim hubiera hecho esa progresión gradual de ser alguien que le provocaba curiosidad, a alguien que le gustaba, a alguien con quien estaba saliendo, a esa persona que comenzaba a volverse ese “alguien” que le importaba demasiado era eso, que le preocupaba lo que le pasara. No había hecho declaraciones de amor enloquecido que seguía creyendo era mejor que las cosas siguieran su cauce natural y desembocaran en donde tuvieran que hacer porque así habían fluido, pero no, no podía nada más darle palmaditas en la espalda, un ya ya, pobrecito y seguir por su camino tan tranquila.

- Si, vamos. – No iba a decir que el café de la cafetería le parecía detestable y desabrido, sin ser mucho mejor que agua pintada, que si él quería esa imitación de café pues iría. – También tienes cara de que necesitas comer algo. – Y dormir. Pero un paso a la vez, que con tantas cosas en la cabeza no era tan sencillo.

Entrelazó sus dedos con los de él. La verdad ella sí tenía clases, pero por saltársela una vez el mundo no se iba a acabar (y si en dado caso Harris se lo hacía muy difícil siempre podía intentar el truco de los ojitos tristes. Asquerosamente manipulador, pero qué decir, funcionaba). Se echó el enorme bolso que usaba de mochila al hombro y apretó un poco más su mano, antes de morderse los labios. – ¿Cómo estás? Y… ¿qué pasó con él, Angus? Si quieres hablarlo, quiero decir, no tiene que ser ahora…

Qué iba a pensar, yo tampoco había estado jamás en una situación parecida. El drama más grande que teníamos que soportar era la licantropía de los Finnerty que solían llevar bien, mis peleas aisladas con mamá y las dos veces en la vida que había visto a mi padre. La última, hacía un año, casi me hacía dejar la hierba pensando que era la entrada al vicio para terminar como él, un pobre adicto que encontraba trabajos esporádicos para perderlos a la primera paga. ¿No te molesta si me duermo un rato? no, no me molesta. Pensé, y seguí pensando, que tenía el gen de los pobres diablos en la sangre después de verlo. No quería recordarlo, ni siquiera sabía por qué lo hacía.

Mi mente volvió a Brigantia y a la facultad cuando decía que se tomaba en serio su papel ¿Qué papel? Me sonreí un poco al preguntármelo por que la verdad no había pensado que una chica como esa pudiera llegar a tomarme un poco en serio, pero si se acercaba a mi de esa manera, entonces algo debía haber. Y me sonreí más cuando me acompañaba por ese café sin el cual no podría sobrellevar media mañana, pero mejor era que tomara mi mano.

-¿Te estás saltando la clase de Harris? ¿Por venir a tomar un café de mierda conmigo? Ok, te debo una

No dejé que cargara ese bolso por mucho tiempo. Sin preguntarle, casi le quité las cosas para cargarlas yo aunque no hubiera soltado su mano. La mañana estaba gris y jodida como casi todas las mañanas en Inglaterra y mientras caminábamos por ese medio camino de piedra hacia la cafetería escuché lo que decía sin responderle de inmediato. ¿Qué había sido de Angus? Luego de enojarse conmigo, como se hubiera enojado con cualquier otro que le hubiera dirigido la palabra, seguro había ido a su casa a joderse más su propia mente. Todavía no encontraba manera de ayudarlo, por que no sabía cómo superaba uno esas cosas, y lo de Dan nos pesaba a todos. Pensaba en muchas cosas y en nada y no sabía cómo exponérselo a Mila, aunque quisiera.

-No sé qué hacer... esto está muy, muy jodido. Pero te lo contaré más lúcido si me tomo ese café, te lo prometo. ¿Y tú? ¿Estabas ahí?

- Soy rebelde, falto a clases y todo. - Claro, y eso a ver quién se lo creía, que Milena tenía tanto de chica ruda y despreocupada como de domadora de dragones o alguna cosa igual de extrema. - No pasa nada. - Se encogió un poco de hombros. No resultaba muy complicado el adivinar que no era muy partidiaria de decidir desentenderse de todo y mandar a volar las clases. Contaba las veces que lo había hecho con la palma de una mano, sin tomar a consideración un par de veces cuando era una niña recién llegada a Francia que emberrinchada por cualquier tontería había montado una escena y negado a salir de su habitación. No había sido la cría más fácil de soportar.

- Si tú también lo llamas café de mierda no creo que sea muy bueno. Haré como hacen los ingleses y subsistiré a base de té. - El verlo cargando con su bolso resultaba una imagen de lo más llamativa, pero no dijo nada. Estaba acostumbrada - y de echo esperaba como norma - a gestos como el que le abrieran las puertas o le acercaran las sillas, pero nunca había sido gran partidiaria a tener a alguien cargandole los libros. Lo encontraba ya exagerar. Ahora le parecía dulce.

El clima de la región no era algo que disfrutara demasiado, pero no había quedado mucha más alternativa que acostumbrarse a él. Encontraba los días nublados deprimentes, por mucho que le gustara la lluvia cayendo. Le parecía una mañana sombría, aunque con sinceridad, iba muy acorde al ánimo en general que podía sentirse en la universidad.

Negó suavemente cuando le preguntaba si había estado en las grutas. - Me fui a Diagon esa tarde y cuando regresé ya había pasado todo. - Encontraba demasiado surreal que mientras había dedicado la tarde a comprar material - y un par de zapatos nuevos también - cosas tan horribles hubieran estado pasando ahí en los terrenos. Mejor no haber estado. De haber sido parte de aquel grupo de alumnos que habían intentado contener a Angus, no hubiera hecho nada de verdadera utilidad. Gritar mucho, sentir miedo, pero fuera de eso no veía en que hubiera podido servir de algo.

- Me contaron que hasta una pelea hubo en la cafetería por todo eso. No sé, es... en teoría enterarme de todas estas cosas hasta después de que pasan debería ser bueno, pero... - Pero de la misma manera se sentía extraña y, sobre todo, asustada.

- Ya te digo, esa cosa que venden no es café. - Se animó a reír un poco. Había dicho que no insistiría en ello pero al terminaba haciéndolo igual. - Algún día te voy a enseñar lo que es café de verdad. -

-Sí lo pido de buena gana me hacen un buen expresso y no la basura que se sirve sola en las tazas. ¿Qué no sabías esa maña?

Era cierto, no hablaba por hablar. El café que se servía de manera normal no era el mismo que se pedía con algo de paciencia, pero eso daba igual. Aunque sirvieran el té más aguado del mundo, no iba a ser igual beberlo solo que en su compañía.

La verdad, el asunto del café se me olvidaba pronto pensando de nuevo en esa noche. ¿Qué había hecho yo? Había aprovechado mi poco tiempo libre para ver a Tahira, había adelantado algo de tarea y tomé un traslador a Londres, luego fui hasta Hounslow pensando que mi casa era odiosa por que nunca había un espacio que perteneciera a nadie, no había privacidad, ni nada que no fuera compartido todo el tiempo, con quien fuera. En ese momento pensé que sería agradable estar ahí. Lo aprecié, como el típico cliché de apreciar las cosas después de sentirlas amenazadas. Ni siquiera se me ocurría lo que Milena pudiera pensar de lo que era mi familia, tan poco "familia", tan distinto a un hogar .

-Yo tampoco he estado en ningún lugar. Ni siquiera en la fiesta de Reg, ya sabes...

Era muy jodido que una anotación inofensiva remitiera a las cosas terribles.
Desvié la vista por que me sentí demasido débil en el momento en que atravesábamos el umbral de la cafetería, justo donde decía Mila que había habido una pelea. Lo sabía. Por Peach, por Joe, hasta por las habladurías comunes, y no me gustaba sentirme tan aparte, hasta hubiera deseado ahcer perder unos pocos puntos a la facultad por haber puesto en su luar a alguien, pero tampoco se me daba bien. Elegí una mesa cercana a una ventana y en un punto ciego para quien entraba, había estudiado bien los lugares de esa cafetería.

-No dejo de sentir que estoy en medio de todo esto... es horrible

Se mordió la lengua, ya no queriendo insistir más en lo que ella seguía considerando café malísimo, porque si era muy franca aún y pidiendo las cosas de buena gana como él decía (que nunca lo hacía con prisa o de mal modo de todas formas, cosa de los buenos modales) y la atención extra que recibía cuando la atendía un mesero, lo que en la cafetería ofrecían no le gustaba. Ya puesta en ello la comida del comedor tampoco era su preferida, pero pensó que su selectividad, por decirlo de alguna manera, bien podía deberse a lo mimada que la tenían, acostumbrada a elfos domésticos a su servicio y cocinero en casa para cumplirle los caprichos. Prefirió sonreír. Se encontró sintiendo preocupación porque él pudiera pensar que al final no era más que otra niña rica y consentida presumiendo de cosas que en verdad eran irrelevantes. Incluso el confesar no haber estado ni siquiera cerca de las grutas por haber salido de compras le sonó frívolo cuando lo repitió en su cabeza. La verdad era que solo quería agradarle.

La verdad agradezco que no hayas estado ahí, pensó sin llegar a decirlo en voz alta. Entendía que tratándose de sus amigos hubiera querido estar ahí y hacer algo, pero escalofriante el escuchar lo que había pasado con el desafortunado Dan Cleverly. Hubiera podido pasar a cualquiera, a Regina, a Pearlie que había estado ahí cerca también, a alguno de los decanos cuando llegaron a intervenir. ¿Y si Suberland no hubiera conseguido controlar al lobo? No quería seguir pensando en ello y dejar que su imaginación resbalara hacia lugares muy retorcidos y oscuros planteando los peores escenarios posibles.

Se sentó donde él quería sin estar consciente de la particularidad de esa mesa en especial. Aquello de no quedar tan a la vista era útil cuando lo que se quería era descansar y distraerse aunque fuera por un instante. Acercó la silla a él para poder quedar a su lado, ya no solo por la proximidad física, sino para que cualquier cosa que se dijeran quedara solo entre ellos. - Eso es porque estás en medio. Son personas cercanas a ti. Lo preocupante sería que no te afectara en nada. – Colocó su mano sobre la de él por encima de la mesa cuando se acercaban a tomarles el pedido. Ella pidió una taza de té sin importarle mucho cual le trajeran.

- ¿Ya saben cómo fue que terminó en las grutas? No tiene ningún sentido. No me parece una persona irresponsable. ¿Y si su poción venía defectuosa? – Porque los otros rumores, los que hablaban sobre magos oscuros secuestrándolo… se estremeció de pensarlo. No sabía aún el papel que habían jugado los Lillyvick en todo lo ocurrido, ni tampoco lo que había ocurrido concretamente con Aquila. Era cierto, no la había visto desde hacía días, pero aún no relacionaba una cosa con otra a pesar de saber que entre ellos dos ocurría algo o mejor dicho apenas comenzaba a darse.

- No sé cómo se maneje aquí. En Rusia la licantropía es rarísima… – Antes de la matalobos, cuando menos, cuando el invierno llegaba y la luna llena desaparecía del cielo, el hielo no tenía misericordia con quien despertaba cubierto de sangre y escarcha, desnudo en el bosque sin conseguir orientarse. – Creo que ya hablo por hablar, detenme cuando quieras. – Le sonrió un poco cohibida y se pasó un mechón de cabello rubio por detrás de la oreja. No quería agobiarlo, y ya puestos en ello, tampoco soltar su mano.

Yo también pensé que después de todo me daba gusto que estuviera haciendo cualquier otra cosa y no en las grutas. No quería imaginar lo que había sido ese horror, y de verdad muchos pensamientos se agolpaban en mi cabeza cuando intentaba ponerme en e lugar de Regina, o de Dan. Dan, al que nunca volvería a ver. No quería pensar cómo iban a ser las cosas en adelante, por que en definitiva serían distintas y eso al final era algo que me había hecho apreciar lo que tenía, a los amigos y las cosas de siempre. Era frágil, podía irse al carajo en un segundo. La observé sentarse a mi lado sintiendo que me tranquilizaba que estuviera ahí, su sola visión a mi lado parecía ser suficiente.

-Sí, bueno... no puedo tomar partido ¿Sabes?... estuve ahí, en el hospital. Bleek y Regina están destrozados, y Angus también. Los entiendo a ambos, pero no quiero decantarme por ninguno, no puedo. Son mis amigos, ambos.

Yo pedí uno de esos cafés que Mila detestaba, ni especial ni de buena gana. Moví la mano para entrelazarla con la suya, dándome cuenta que ella hacía eso en un lugar público y eso hasta cierto punto oficializaba algo. O eso o sólo estaba consolándome y yo malinterpretaba todo. Negué con la cabeza, por que yo no sabía nada, no hasta ese momento, y también negué por que Finnerty no era un tipo descuidado. Incluso uno o dos días antes regresaba con sus padres, era cuidadoso, se responsabilizaba. No lo justificaba, sólo era la verdad.

-No, no fue la poción. Ni David ni Birdie hubieran tenido jamás ese descuido, esto fue alevoso... no quiero ni pensarlo, por que de ser un plan, y seguro lo fue, entonces fue sólo el anuncio de cosas peores... ¿No lo crees? Y no dejes de hablar, o pensaré que te aburres.

Tuve que besarla después de que se peinara el cabello detrás de la oreja por que me encantaba ese gesto suyo, por que era demasiado guapa y ahora estaba ahí cuando yo sólo tenía cosas horribles por decir y por pensar, el peor estado de ánimo y demasiadas tribulaciones. Después besé su mejilla y me desvié un poco hacia su cabello, aprovechando para decir algo cerca de su oído. Por un instante pensé en preguntarle si entonces era algo como mi novia pero pensé que era bajo decirlo en ese momento, cuando me veía conflictuado, por que no quería que no se negara a algo sólo por no hacerme sentir mal o algo así.

-Gracias. De verdad, eso es más fácil contigo aquí. Tomando café de mierda.

Claro que todo el mundo iba a estar echo pedazos, ¿cómo iba a ser de manera distinta? No tenía hermanos y quizá nunca iba a comprender en su totalidad la clase de conexión que Regina había tenido con el suyo pero aún así comprendía que era terrible. Tampoco podía llegar ni siquiera a acercarse a una medición aproximada de alto tan abstracto como la culpa que Angus Finnerty debía estar sintiendo, pero tratar tan siquiera de ponerse en su lugar con algo de empatía le producía un tremendo pesar. Nada de eso tenía ni pies y cabeza.

- No deberías hacerlo, o eso creo. - Querer escoger un bando, tratar de decidir quién sufría más y quién llevaba más culpa, si al final del día ya nada podía cambiar lo ocurrido, y eso era algo que, desde su opinión no solicitada y completamente externa, le pertenecía únicamente a los que estaban sufriendo de manera directa la pérdida. Si los Cleverly lograrían perdonar al licántropo o si él mismo lograría hacerlo era algo que sólo ellos podían saber. Aún sí... - No dejo de escuchar todas estas cosas donde tratan de demonizarlo como si fuera una especie de asesino a sangre fría... no es justo. Todo es... - Tan retorcido y complejo que hasta las palabras se le atoraban. Tan solo atinó a apretar su mano.

- ¿Tú crees que... esos rumores sobre magos oscuros tengan algo de verdad? - Bajó la voz, sintiendo que repentinamente se encogía un poco. No podía recordar la palabra exacta que usaban para describirlos. En Rusia también los había pero no se llamaban igual, aunque sin importar el nombre, la manera en que procedían bastaba para hacerla sentir un escalofrío horrible que le recorría de punta a punta la espina.

- No me aburro, es sólo que... - Que no quería ser imprudente, o eso le hubiera dicho si no la hubiera besado en ese momento. Le correspondió con suavidad, acariciándole el cuello con cuidado.

Mantuvo una tenue sonrisa en el rostro cuando le besaba la mejilla y se acercaba a susurrarle al oído. En vez de decirle que no había nada que agradecer decidió volver a besarlo con calma y mucha delicadeza. No se separó demasiado, pero cuando lo hizo llevaba una sonrisa serena en los labios. - Si insistes en tomar esa cosa yo no te voy a detener. - Le respondió a manera de broma y luego besó su frente. Era una persona muy física cuando se trataba de mostrar afecto. No le importaba que estuvieran en un lugar público donde cualquiera los pudiera ver. No pensaba en si ese gesto volvía ya las cosas oficiales entre ellos, pero tampoco tenía nada que ocultar ni de lo que sentirse en conflicto. Sabía bien lo que estaba sintiendo por él, con eso le bastaba.

Al menos no pensaba lo mismo que muchos pensaban ya, que Angus era alguien peligroso que no debía estar en la Universidad. ¿Por qué nadie se tomaba la molestia de poner las cosas en perspectiva? No se trataba de que fuera mi amgio o no, podría jurarlo. Si hubiera sido un licántropo anónimo para mi, trabajando en cualquier otra cosa, no me precipitaría en juzgarlo de asesino, pero la gente solía ser muy radical cuando había sangre involucrada. Entonces pensé en Bleek, en que quizás había algo de razón en las cosas que le había soltado a Angus en el hospital pero de haberle dado la razón, seguramentem i amistad con Angus se hubiera hecho poco más que mierda en un segundo.

-No sé, tiendo a ser muy paranoico, crecí escuchando lo que decían los Finnerty, hasta mi tío Haider. Ah, tengo un tío mago, pero vive en Salem. El caso es que siempre pienso mal, siempre voy a lo peor... pero yo que sé, puedo estar horriblemente equivocado.

Y quería estarlo, de verdad. No quería que los rumores tuvieran algo de verdad, mucho menos que involucraran a la gente que me importaba. Pero no consideraba frívolo dejar de evaluar el futuro de la sociedad mágica por tener a Mila cerca, el olor de su cabello y esa suavidad imposible que tenía su piel, y la seguí besando después del último comentario del café. En poco nos estábamos convirtiendo en esas parejas que incomodaban a todos alrededor con su exceso de demostraciones físicas. Me daba igual.

Estuve a nada de soltarle una tontería sobre lo más llevadero que era todo con ella cerca; ya se lo había dicho, con palabras un poco más mustias, pero se lo quise decir de nuevo por que era muy cierto. En vez de eso, apreté un poco su mano y me acomodé con más calma en la silla, recargándome un poco, deseando estar en mi habitación de la facultado hasta en el salón de convivencia para poder acercarla más a mi cuerpo y tenerla abrazada cerca. Hasta me estaba dando sueño, no el sueño que provocaba el aburrimiento sino el sueño tranquilo que no había tenido desde esa noche espantosa. Me sentía en paz hablando, aunque fuera poco, por que bueno, yo podía ser muy sicable, pero había una gran diferencia entre eso y ser absolutamente abierto con lo que sentía. Costaba trabajo, más en ese momento.

-Pero ya habrá manera... me está dando sueño. Pero eso es bueno, no me había dado sueño desde que supe lo de Finn, pensé que no me volvería en unas dos semanas...

Estar considerando esa posibilidad, que lo que se estaba rumoreando sobre un resurgimiento del movimiento de magos oscuros fuera cierto, era escalofriante. Sintió el impulso de querer preguntarle algo a su padre sobre si habría escuchado cualquier cosa al respecto entre los círculos en los que se movía, pero no sería lo más prudente ni mucho menos. Supuso que si supiera algo le diría, sobretodo si Brigantia fungía como escenario para cosas tan terribles (que en efecto, después de que lo del ataque se hiciera público había tenido una extensa conversación con él por medio de un espejo comunicador). El asunto de los bezoares era ya demasiado aparatoso, y nada le daba buena espina.

- Bueno, alguien debería estar investigando al respecto, ¿no? Nadie puede tomar una decisión sobre lo que va a pasar con él sin tener muy en claro qué fue lo que pasó. - O eso sucedería en un ideal utópico cuando la presión de decenas de personas aterrorizadas no influyera en nada. No creía que el incidente fuera a manejarse únicamente en cuanto a si conservaba su trabajo en Brigantia o no, alguien había muerto. Sin intención, con un millón de circunstancias fuera de lo común, pero una víctima era ya demasiado.

Claro que no le molestó que volviera a besarla y le tenía sin cuidado quien pudiera sentirse incómodo por ello ni tampoco quien fuera a escandalizarse por verla besando a un chico que no encajaba para nada con aquel concepto de princesa en que la tenían. Se sentía bien, de hecho, poder estar así con él, en un lugar a la vista de todos, sin tener ninguna clase de reserva. Ahora sí que le parecía que eso que iba surgiendo entre ellos empezaba a volverse sólido. Por lo menos para ella, que nunca besaría en público a alguien con quien no pensara ir en serio.

- La verdad es que me identifico un poco con él. Cuando era niña mi madre me aterrorizaba un poco, ¿sabes? Enterarme que a las mamás de mis amiguitos no les salían pico y alas cuando se enojaban fue toda una revelación. - Y una grande, para ella eso era lo normal, tanto como estar convencida hasta los seis años o algo así que las lechuzas mensajeras eran tías lejanas. - Una vez prendió fuego a un sofá sin querer. Cuando se dio cuenta pasó una semana encerrada en su cuarto sin querer salir por pura vergüenza. Me tomó tiempo comprender que por muy complicado y por mucho que intentara contenerse ir contra ese instinto tan fuerte que tiene por ser quien es no es fácil y en realidad no podía juzgarla. Eso, y que mi padre tiene paciencia de santo. - Se rió un poco, porque estaba ya en un punto en el que podía acordarse y contar todas esas cosas con humor. - ...no hay punto de comparación entre un mueble incendiado y lo que pasó con Finnerty, y además ella está consciente de sí misma cuando todo eso pasa. Pero independientemente de cómo haya llegado ahí creo que puedo ver las cosas desde su perspectiva. Y es horrible. Y probablemente no sea la mejor manera de contarte cosas de mi familia pero te juro que el gen de los picotazos y las bolas de fuego no lo saqué yo, aunque si soy insoportable cuando me enojo. - Había comenzado muy seria, pero terminó muerta de vergüenza y aguantándose la risa diciéndole todas esas cosa, cubriéndose el rostro con una mano. No solía hablar mucho de su familia porque se sentía insegura y no le gustaba que nadie juzgara a su madre. Cuando la mayoría de las personas pensaba en una veela solo querían saber del lado místico y glamoroso. Y claro, él nunca la había visto molesta. Le asustaba pensar que ahora todo iba de maravilla entre ellos pero cuando descubriera su faceta no tan amable decidiera que no valía la pena complicarse así. Prefería no pensar en eso.

- Si te está dando sueño qué estás haciendo esperando un café, sé rebelde tu también y falta a tu próxima clase, mejor vámonos a la facultad. Le regalamos el café a Harris para que perdone la falta. - Le sacó la lengua y de su bolso sacó su monedero con toda la intención de para acercarse a la barra y pedir que les cambiaran la orden - no se atrevía a pedir que la cancelaran -. Ni ganas tenía ella de tomar nada, el punto de todo era estar con él y tratar de animarlo.

Sí, pensaba que alguien debería estar investigando, pero por alguna razón todo me sonaba a hacer algo para que deliberadamente nadie creyera en paranoias. Para mi eran demasiadas cosas extrañas en un sólo hecho, pero tampoco quería soltar mis sospechas a la ligera. Y esperaba que Angus no dejara de estar en Brigantia, no quería que se convirtiera en el chivo expiatorio de ninguna locura planeada con quién sabe qué motivo. Esa mañana tampoco estaba muy lúcido como para dar con alguna razón en serio, sólo me sentía cansado, más mental que físicamente.

Recargué la cabeza en mi mano apoyada en la mesa cuando empezaba a contarme la historia familiar de su madre, aunque claro, seguramente muy resumida. Era curioso pensar que uno viera a las semiveelas sólo como chicas demasiado guapas que dejaban embobados a algunos. Sabía qué eran las veelas pero no me había preguntado absolutamente nada de ellas y no se me ocurría pensar que tuvieran que enfrentarse a ninguna clase de sorpresa en sus vidas. Sonerí a medias agradeciendo en silencio que hablara de eso, por que no creí que fuera algo que le dijera a todo el mundo, y volví a acariciar su mano.

Entendía el punto, no se le podía culpar a nadie por lo hecho en medio de un episodio sin consciencia de ellos mismos, pero conocía bien a Angus y si sobrellevaba bien, hasta cierto punto, su licantropía era por que jamás había puesto en peligro a nadie. No se lo iba a perdonar jamás, aunque hubiera cualquier cosa detrás de el hecho, y eso me imposibilitaba para decirle nada. Me reí con lo de los picotazos y las bolas de fuego. No pensé que su herencia estuviera tan cerca como para que su madre fuera una veela pura, y ahora me daba un poco más de curiosidad ella, su vida familiar, lo que era fuera de la Universidad. Pero lo único que hice al respecto fue cerrar los ojos y poner la frente en la mesa con una especie de gruñido frustrado o algo así.

-Bueno, regresemos, y olvidemos el café. Si insisto por tercera vez vas a sacar ese enojo que tanto me presumes. Debes verte muy sexy.

Era una anotación frívola después de que hablara de su familia, pero la verdad no me preocupó que me malinterpretara por que sabía que no lo haría. No podía creer que fuera semiveela igual que Lillyvick, y que no fuera ni la décima parte de insoportable que era ella. Por cierto, tampoco sabía de la mujer y no me importaría de no saber que Finnerty tenía algún asunto con ella. Había demasiadas cosas que de pronto se ponían extrañas y no sabía ni a quién preguntarle. Pero esa mañana podría bien darme igual.
Desandamos el camino que habíamos recorrido y antes de pasar por el arco de piedra que daba marco a la entrada del salón, volví a besarla. Y no me había olvidado de llevarle las cosas, por que mi madre tan liberal y vanguardista me había acostumbrado a tener de vez en cuando esos detalles anticuados.

-Gracias por aparecerte hoy. Oye ¿Tú estás bien? ¿Estamos todos bien? ¿Ahora puedo decirte esto ya? Quiero que estemos juntos ¿Qué dices? Hice como un montón de preguntas, pero las primeras tres son retóricas, no tienes que responder. Bueno, sí quiero saber si estás bien.

- ¿Sexy enojada? Entre eso y lo del uniforme de colegiala estoy empezando a pensar que los tuyos son unos fetiches muy raros. - Le sacó la lengua y se echó a reír cuando le decía eso. Ella no lo consideraba así. De hecho odiaba enojarse de tal manera, perder el control sobre sí misma y ser solo impulso visceral de la peor manera que se le podía ocurrir, pero eso era ya otra historia. Igualmente seguía cubriéndose el rostro con las manos porque no quería soltar ya una carcajada de loca y que todo el mundo volteara a verlos. Besarlo en público no le suponía ningún conflicto, pero quedar como una escandalosa irritante sí, y bastante.

Sacó un par de knuts de su bolso para cubrir lo del café malísimo y el té desabrido que nunca se llegaron a tomar. Dejó el dinero sobre una servilleta que acababa de garabatear con uno de sus lápices labiales, dibujando una carita sonriente y escribiendo un "perdón" con caligrafía muy apurada, y es que quería irse de ahí antes de que la mesera regresara y decidiera echarles el café encima por mandarla a preprarlo y luego en un capricho decidir que siempre no querían nada. No se pudo reír con tranquilidad hasta que estuvieron fuera de la cafetería. - Ay no, bueno, por lo menos tomas aire fresco. Sol no. El cielo no quiere cooperar. - Alzó la vista hacia las cerradas nubes grises un instante. No se iba a quejar del clima, aunque prefería por mucho los cielos despejados.

Enlazó ambas manos tras su espalda cuando le quitaba el bolso para cargarlo él y sonrió, pero mejor que los gestos de caballerosidad mientras caminaba a su lado fue que la acercara para volver a besarla antes de entrar al edificio de la facultad.

- Te dije que tengo buen sentido de la oportunidad. - Incluso alzó el rostro en actitud orgullosa, por supuesto, sin borrar la sonrisa en sus labios. Ahora, la cadena de preguntas que vino a continuación la confundió un poco. Pues sí, estaba bien, ¿estaba él bien? Porque ella creía que estaban todos bien. Va, no todos todos, pero el punto tampoco era ese. No, el punto era ahora sí, de manera oficial, que si quería estar con él como pareja.

Con parsimonía y aquella expresión de princesa complacida que tan natural le era le hizo como que le acomodaba el cuello de la camisa, todo una excusa para rodearle el cuello con los brazos. - Yo estoy bien. Estamos todos bien. Creo que la cuestión no era tanto si podías decirlo ya sino si querías decirlo ya. Con eso cubro las primeras tres preguntas, pero sobre la cuarta creo que tengo que consultar antes con los otros chicos con los que salgo. - Le sacó la lengua antes de besarlo, valiéndose de la manera en que tenía los brazos enlazados en su cuello para atraerlo más hacia ella, buscando una cercanía que no se había atrevido a buscar hasta ahora que quedaba bien acordado que estaban juntos.

- Claro que estamos juntos. - No se separó demasiado de él. O mejor dicho, no lo hizo. Permaneció con los brazos en su cuello por un instante más, apoyando su frente contra la de él y mirándole a los ojos. La sonrisa de enamorada ya era de lo más obvia y no se iba a molestar por disimular. - Vamos a tu habitación. ¿O ya se te fue el sueño? - Sonriéndole cómplice se mordió los labios. Si, sueño, eso, ajam.

Sólo se me ocurrió pensar en lo mucho que me gustaba Mila, cosa de la que no me había olvidado desde que la había visto de tan cerca en el apartamento, algo cohibida al no conocer a nadie y todavía más cuando Abby se me había acercado, con esa confianza que tienen los ex-amantes. Me encantó ese detalle de acomodar el cuello de mi camisa como si quisiera disimular antes de que dejara ahí los brazos, y levanté las cejas como diciendo "¿Ah sí?" cuando hablaba de los otros tipos con los que salía. No me lo creí pero eso me hizo abrazarla con un poco de reclamo, territorial, a pesar de que lo hubiera dicho a manera de chiste.

-Bien, estamos todos bien. Y ahora eres mía, quiero que empieces a usar el velo, tu cabello es muy tentador.

Por supuesto que estaba bromeando, con algo de humor negro por mi herencia musulmana, religión que en definitiva yo no practicaba por que Tahira no era en absoluto religiosa aunque tuviera miles de coqueteos espirituales con cuanta filosofía New Age tuviera a la mano. Mis abuelos sí que eran tradicionalistas, pero no los conocía. Si había visto a mi abuela una vez por la calle al diez años era ya mucho recuerdo qué hacer notar. El caso era que no había dudas ya entre nosotros, y eso estaba bien. Yo quería estar con ella, me gustaba demasiado, creía que era inteligente, abierta, demasiado distinta a las chicas con las que había estado y esa curiosidad por conocerla hacía que todo fuera interesante. A pesar de toda la mierda que nos rodeaba, algo estaba saliendo bien.

La tomé de la mano sin responder y al fin entramos en el salón, casi vacío salvo por una chica que guardaba libros para irse a alguna clase seguramente. Tomé el camino de la izquierda, donde quedaba mi dormitorio, y una vez estuvimos ahí dejé las cosas sobre el baúl frente a la cama. No había nadie, a esa hora todo el mundo estaba en alguna clase y de verdad lo agradecía. Arriba de la cama tenía una ampliación de una de las instalaciones de Jenny Holzer y una fotografía tamaño postal de Erykah Badu al lado de un poster de Pam Grier en Foxy Brown. Sería curioso que Mila se diera cuenta de mis fijaciones, por que no tenían físicamente nada que ver con ella. En la mesa de noche sólo estaban un par de libros, uno de Astronomía y una novela. Una estatuilla de Ganesha que Tahira me había dado de su periodo hinduísta y más nada.

Fui hasta la cama con naturalidad y me acosté, de verdad sentía como si no hubiera disfrutado estar en una cama desde hacía dos noches y hasta me estiré, llamándola a mi lado.

-Ven a decirme cosas. ¿De verdad beben tanto vodka los rusos?

Le dio un golpecito en el hombro cuando le dijo lo del velo, apenas sacándole la lengua antes de reír. - Ah no, no creo que quede bien debajo de mi sombrero de piel. - Claro que había empacado sus abrigos y ushankas de piel porque había descubierto el invierno pasado, cuando era brigante Cerridwen, que los inviernos en Gran Bretaña tenían su mérito en cuanto a crudeza. Que para burlarse de los estereotipos ella también podía. Le dio un rápido beso en los labios antes de sujetarse de su mano y seguirlo hasta su habitación. Sabía en qué pasillo estaba y cual puerta era, pero vamos, que aquel conocimiento era solo superficial. Jamás había estado ahí dentro. De hecho esa era la primera vez que se metía a la habitación - escolar - de un chico. Nunca lo había hecho en Beauxbotons, mucho menos durante la temporada que pasó en leyes.

Era muy distinto a la manera en que tenía organizada su habitación, que por supuesto, compartía con un par de chicas más. Nada de privilegios por ser hija de quien era y así lo prefería, de alguna manera sentía que tener un dormitorio para ella sola o vivir aparte sería mucho más práctico, sí, pero restaría mucho de la experiencia de vida universitaria. Podía convivir tranquila con el resto de las chicas siempre y cuando hubiera respeto mínimo a las normas de civismo. Su pared en la habitación estaba llena de fotografías e imágenes de todos colores. Su mesa de noche llena de frascos, sus repisas repletas de libros, y el baúl donde guardaba su ropa a los pies de la cama. El beige tan insípido de los muros de los dormitorios era algo que le ponía de nervios, esa era la verdad.

- Eso es como preguntarle a un alemán si en realidad le gusta la cerveza. Es más, te apuesto lo que quieras a que puedo aguantar una botella de vodka mejor que tú. - Le respondió acompañando sus palabras entre ridículo y desafiante. Riendo se descalzó y dejó sus zapatos debajo de la cama. Pretendía acomodarse junto a él, pero las imágenes colgadas en el techo llamaban a otro plan.

Lo primero que notó fueron las fotografías de mujeres. Era curioso, porque hacer la conexión mental no era realmente difícil. Y de alguna manera ver que era tan distinta a ese tipo de rasgos físicos que más favorecía él le hicieron sentir bien. - Yo también podría esponjarme el cabello así. - Dijo bromeando cuando sentada ya en el colchón la tercera imagen captó su atención por completo.

Se quedó con la mirada fija en ella por un instante, completamente abstraída, quedándose sentada a la orilla del colchón, medio recargada pero sin llegar a acostarse. - ¿Es un edificio de verdad? - Preguntó al clavar los ojos sobre aquella figura. No alcanzaba a identificar si acaso se trataba de una pintura o una fotografía, pero hubo algo en ella que encontró tremendamente atrayente. - ¿Quién lo hizo? - Sintió muchos deseos de bajar la imagen para poder verla de cerca, pero al mismo tiempo sentía como si teniéndola frente a la nariz no iba a apreciarla de la misma manera. Y era extraño, porque nunca había imaginado que una imagen sin movimiento de ninguna clase, completamente estática, pudiera llegar a transmitirle algo. I need to lie back to front with someone who adores... - Le costó leer lo último, pero no se recostó hasta que logró descifrarlo. Iba a traer esa frase metida en la cabeza todo el día, eso lo tenía por seguro.

Se acomodó de costado mirando hacia él y pasó un brazo por debajo de la almohada, acomodándose para quedar bien pegada a él (que el colchón tampoco era muy grande) y colocarle en el pecho la otra mano que quedaba libre. - ¿Me vas a dejar que te rete entonces? Por que tienes tiempo de pensar qué es lo que quieres apostar. -

Otra vez levanté las cejas en plan "¿Ah sí?" con su reto del vodka por que físicamente sería imposible que esa muchachita delicada pudiera beber tanto. No se me ocurrió que fuera a poner mucha atención a lo que tenía encima de mi cama pero al parecer miraba algo, o se daba cuenta de mi particular preferencia ideal que, después de todo, no tenía nada que ver con las personas que me gustaban en la vida real. Ella, por ejemplo. Bueno, no era Foxy Brown pero podría pasar por un ángel de Charlie, si íbamos a las policiacas setenteras ligeras.

-No te subestimo, pero que sepas que yo me curtí en las duras calles de Hounslow, donde no conviene soltar retos alcohólicos a la ligera.

Pero además de Foxy Brown o el afro de Erykah Badu lo que llamaba su atención, curiosamente, era Jenny Holzer. Miré un poco la impresión como si no la hubiera visto ya miles de veces a diario y no le respondí todas sus preguntas de golpe, sólo esperé a que regresara a mi lado.

-Pues sí, es una proyección de luz sobre un edificio. Es de Jenny Holzer, hace instalaciones. En vez de trabajar en un espacio definido como en un lienzo, pues, utiliza la luz y la arquitectura de una ciudad, y coloca frases breves y significativas. Crípticas a veces.... el caso es que me empieza a dar curiosidad por qué me quieres embriagar. Ese reto sólo puede significar una cosa...

Puse la mano sobre la que ella tenía en mi pecho y la acaricié, alargando esa caricia hasta su brazo y después me estiré un poco para besarla de nuevo, con más calma de la que hubiéramos tenido nunca, deseando que ninguno de mis roomies se apareciera por que se le habían quedado las gafas de leer. Su cercanía y la visión de esa chica guapa en mi cama tenía que durar al menos un rato, sin interrupciones.

-¿Qué quieres hacer el fin de semana? podríamos ir por ahí... tengo que comer con Tahira el sábado o me acusará de ser un mal hijo, pero después de eso soy todo tuyo.

Y tuve que besarla otra vez, esta vez demorándome más tiempo, acariciando su lengua con la mía y sintiendo sus labios perfectos sobre los míos, me gustaban tanto que a milímetros de separación de ella tuve que pasar los dedos por encima de ellos, tomarla por la barbilla y volver a besarla, recorriendo sus mejillas y el nacimiento de su cabello hasta llegar al lóbulo de su oreja. Olía demasiado bien, y se veía demasiado bien en mi cama.

Luz sobre un edificio, ¿se daba cuenta de lo que le decía? Bueno, claro que sí, le estaba explicando lo que estaba viendo en esa fotografía, pero a ella le pareció en ese instante algo tan impresionante que lo miró a él y luego de nuevo a la proyección como si acaso acabara de revelarle la fórmula alquímica para volver las piedras de oro sólido. Ahora mismo estaba tratando de visualizar como era que lograba hacer eso con la luz, no con mucho éxito, porque de electricidad entendía poco, sólo sabía que era lo que los muggles usaban para encender sus aparatos e iluminar sus habitaciones. Sonrió fascinada, queriendo descifrar cómo era que lograban hacer cosas como esas sin magia. Y pensar que hacía apenas cosa de un año o dos, el solo imaginar el mundo muggle le producía una inseguridad que rayaba ya en lo incómodo y temeroso, negada por completo a cualquier cosa que tuviera que ver con ellos.

- Las duras calles de Hounslow no me intimidan. - Le respondió un poco distraída pero con bastante buen ánimo, tomándoselo todo a broma, pues en su imaginación ya trataba de visualizar lo que debería ser ver algo como lo que Jenny Holzer hacía por cuenta propia. No obstante su mirada viajó desde el techo hasta él una vez más al escuchar lo último que le decía.

- No estarás pensando que te quiero embriagar para aprovecharme de ti, ¿verdad? Porque no creo que necesite emborracharte para eso. – Se fingió sorprendida, casi indignada por semejante insinuación antes de acortar la distancia para besarlo. Le gustaba sentirse así, tan cerca de él, tomándose todo el tiempo posible para reconocer la forma de sus labios, el olor a él impregnado en las almohadas y la manera en que su corazón se aceleraba aún y con la delicadeza con que la trataba.

- Quiero ver eso, ¿se puede? – Señaló con los ojos al techo, refiriéndose a la impresión. Que sabía ella, tal vez Jenny Holzer ya no hacía cosas así o ni siquiera estaba viva, pero estaba convencida de que tenía que ser algo impresionante. – Pearlie dice que la llevaste a ver películas, también quiero hacer eso. Y volver a subirme a un autobús – Ya le hablaba en un susurro aunque no fuera realmente necesario pues estaban a solas. Cerró los ojos cuando la besó, pasándole los dedos por el cabello oscuro mientras acariciaba su lengua en aquel beso, moviéndose sobre la cama para quedar pegada a su pecho.

Colocó una pierna entre las de él, entrelazándolas, sin importarle que la falda se le subiera un poco por los muslos. Y la mano que había tenido sobre su pecho la deslizó con calma por su costado para meterla por debajo de la camisa. – Quiero hacerlo todo y ya no me puedes decir que no porque eres mío. Estarás contento, creaste una loca insaciable. – Le sonrió al separarse no demasiado, recorriendo con la punta de los dedos la piel que tenía a su alcance pero sin volverse demasiado osada aún, pero acercando los labios a su cuello y besarlo ahí, suave e insistente al mismo tiempo.

-Pero qué dices, tú eres aquí la princesa rusa entregando su amor a un plebeyo. En todo caso sería yo quien podría aprovecharme de ti.

Yo también lo decía a manera de broma y me quedé mirando a ningún lado mientras acariciaba distraídamente su cabello. Aparentemente ninguno de los dos se sentía incómodo con las pre concepciones que tenía la gente de las nacionalidades, estratos sociales o situaciones de sangre. Ella sabía que yo no era prejuicioso y yo ya me había enterado también que ella tampoco así que no había que andar cuidándose de la sensibilidad ni de uno u otro cuando hacíamos esa clase de chistes que a alguien más políticamente correcto no le hubieran caído nada en gracia. Le sonreí cuando hablaba de Pearl.

-¿Ah sí? Se me olvidaba que las niñas se lo cuentan todo con lujo de detalle. Sí, fuimos al cine. ¿Sabes qué es buenísimo también? El teatro. Un amigo es escenógrafo en un musical ridículo de travestidos, podríamos entrar gratis y verlo todo desde donde nadie lo ve, como el Fantasma de la Ópera.

Ah, las referencias muggles. Hice un movimiento de mano como para que no preguntara por eso, pero sí era buena idea lo de ir a ver Priscilla, Queen of the Dessert. Y qué bueno que no se lo había dicho a Pearl por que luego de haber ido al Madame Jojo's pensaría que tendría algo con los travestis. Y no. No me gustaban los hombres, tampoco los hombres vestidos de mujer. Qué fácil era olvidar esas estupideces cuando movía sus piernas para enlazarlas con las mías. La miré con media sonrisa sintiendo su mano sobre la piel.

-¿Quieres hacerlo todo? Yo tengo ganas desnudarte ¿O te referías al todo como ir al cine y tal? Por que si era así, yo tengo desnudarte.

Ella no estaba siendo osada, y pensé que tampoco era su papel. No iba a hacerme el tímido. Si antes había estado bastante cauteloso era por que estaba jugando mis cartas y no quería perder el buen ritmo de la conquista. Todavía no tenía asegurado que mi declaración de intenciones para ese rato fueran a llevarme a donde quería, pero al menos estaba más cerca de llegar. Volví a besarla, colocándome encima de ella y acariciando su abdomen, subiendo lentamente la mano por su abdomen y tocando al fin la suave curvatura de sus senos, tantas veces mirados, por que así era ¿Qué pensaba que hacía en clases de Harris, ponerle atención todo el santo tiempo?

No iba a preguntar sobre el Fantasma de la Ópera en ese momento. Tampoco sobre los travestidos. No le quedaba cabeza para eso si lo sentía tan cerca de ella. Por eso le causó gracia que le hiciera aquella seña anticipándose a esa curiosidad e interés que ya había mostrado. Quería saber exactamente qué era un musical, sí, pero si lo ponía todo en una escala de prioridades, en ese preciso momento, se decantaba por el estímulo sensorial y dejaba la experiencia artística para después. Así de sencillo, aunque de igual manera se rio. Risa que daba paso a una mirada de complicidad al momento en que se acomodaba encima de ella.

No era tímida ni inexperta, ni encontrarse en esa posición era algo que le pusiera nerviosa. El cosquilleo que sentía en la piel no era uno que surgiera de la inseguridad o la duda, sino uno que creaba la expectativa y los deseos que tenía de sentir las palmas de sus manos recorriéndola entera.

- Una cosa no tiene porque excluir a la otra. Se pueden hacer las dos. Consecutivas, no simultáneas. No creo que ir al cine desnudo sea la práctica común. – Le respondió casual, con ambas manos acariciándole ya el cuello, antes de recorrer con la punta de sus dedos el sendero hacia su clavícula y lo que el primer botón abierto de la camisa dejaba a la vista.

Deseaba aquel beso, tanto como deseaba que la tocara y descubrir cómo era que se daba la química entre ellos. Se olvidaba con facilidad que aquel era un dormitorio compartido y que en cualquier momento alguien podría entrar con todo el derecho, pero no había manera de dar un repaso mentar a los posibles inconvenientes si la besaba de esa manera y sus caricias se volvían más atrevidas. Arqueó la espalda un poco al momento que guiaba la mano hacia sus pechos y le besó con más intensidad, primero metiendo los dedos entre su cabello oscuro, después bajándolos por sus hombros hasta llegar a los botones y poder abrirlos de una vez por todas.

- ¿Convencerte de que necesitas dormir y luego quitarte la ropa cuenta como aprovecharme de ti? – Besó su cuello mientras terminaba de desabotonarlo, sin urgencia ni desesperación pero sin dar espacio a dudas sobre lo que quería. Cuando la abrió por completo y la deslizó por sus hombros, al ver por primera vez el tatuaje que tenía, se detuvo un segundo. Inmediatamente se le vino a la mente esa tarde en casa de Pearlie cuando había jugado a ser Crawford mal encarado y repleto de tatuajes.

Le sonrió y recorrió el contorno del tatuaje con los dedos, mirándolo a él con sus ojos brillando de esa forma que la mezcla de su sangre provocaba. Decidió que ya no quería hablar ni tampoco ser suave. Así que enredó las piernas alrededor de su cintura para atraerlo hacia ella lo besó mientras le bajaba el cierre de los pantalones, dejándose embriagar por su cercanía.

-No, ingénua. Yo te dije que tenía sueño para traerte aquí.

La verdad sí tenía sueño cuando se lo dije pero en cuanto escuché que todo tenía a estar solos en la habitación,el sueño se me había esfumado. Me reí un poco luego de que desabotonara mi camisa, sintiendo que la excitación subía rápido por mi cuerpo cuando me acariciaba los hombros y se encontraba nada más y nada menos que con mi old school. Lo tenía desde los dieciocho y a veces lo olvidaba, por que no era de andarme descamisetando muy seguido como Joe o como Finnerty. Con ese pretexto, me deshice de toda la camisa.

-Te presento a Brigitte.

Se la mostré sin mucho detalle por un rato y después volví a sus besos, abrazándola y pasando la mano por su cuerpo sin la menor timidez, aunque sí que me ponía algo tenso el hecho de estar en una habitación compartida. Tenso o excitado, no podía decidirlo. Bueno, excitado, más si sentía sus piernas enroscándose en mi torso, y más todavía si bajaba el cierre de mis pantalones. Le sonreí antes de empujar su blusa hacia arriba y de paso su sostén, encontrándome al fin con esa porción de piel que pocos privilegiados verían. Qué importaba cuántas tetas se vieran en la vida, siempre era un milagro volver a ver unas, más si ocurría por primera vez, más si eran las suyas.

Llevé mi mano sintiéndola como siempre inadecuadamente áspera para algo tan inmaculado en el sentido táctil y no dejé de besarla, antes de ejercer un poco de presión sobre su pezón, entre el dedo índice y el medio. En la vida había aprendido que había que ser delicado, pero no demasiado delicado. Mi respiración se estaba acelerando y todavía más mis ganas de subirle la falda y penetrarla, pero claro que las cosas no funcionaban de esa manera. Al menos tendría que darle un par de minutos, y tenía que quedar bien, por que era la primera vez que estábamos así. No iba a comportarme como un quinceañero.

Me incorporé para quitarle completamente la blusa y de paso el sostén, ya había sido suficiente juego entre la ropa. Y de paso, pensando que era mejor si nos encontraba alguien moviéndonos bajo una colcha que moviéndonos semidesnudos. Mejor usarla de posible camuflaje. Aunque, bueno, no era que hubiera echado toda la cobija encima de nosotros, sólo la había acomodado para cubrirnos de ser necesario. De los males el menor ¿No? La besé una vez más y después besé su pecho, yendo hacia sus senos, uno a uno, sin prisa, sin descuidar uno sólo aunque atender a dos al mismo tiempo fuera imposible. Después su propio cuerpo me marcaba un camino ascendente. También hubo qué atender su ombligo de rockstar y después el borde de su ropa. Suponía yo que ya sabría qué quería hacer.

-¿Puedo, o no puedo?

Brigitte era interesante. Muy descarada, eso sí, pero reparó en ella poco tiempo porque en ese momento creía que los únicos pechos desnudos que merecían atención eran los de ella. Seguro que Karim los encontraría más atractivos también. Le sonrió – a él, no a la marinera -, sintiendo su respiración se volvía más errática cuando la tela dejaba de ser impedimento entre sus pieles. Su mano era áspera, era cierto, pero encontraba el contraste aún más estimulante. Nada que ver con las personas que antes le hubieran tocado, Pearlie la última de ellas, pero incluso sus ex novios habían sido de manos delicadas y, ahora pensaba, muy poco masculinas.

Le acarició la espalda al besarlo, empujando sus caderas hacia arriba buscándolo a él y el tan ansiado roce de su cuerpo mientras que con los labios repartía besos demandantes y si ningún orden en particular por su rostro y su cuello, o eso hacía hasta que comenzó a descender. Su cuerpo se arqueó y ella exhaló de forma entrecortada, dejando escapar un gemido cuando llevaba la boca hacia sus pechos. Sonrió complacida por la manera en que se la hacía estremecerse bajo su cuerpo y se encontró enterrando los dedos de una mano en su cabello para sujetarse de él y empujarle el rostro un poco más contra sus pechos, como si no deseara que se apartara de ahí nunca.

En parte no quería porque se sentía demasiado bien, ¿pero a quién engañaba? Quería y necesitaba más. Se mordió los labios pues trataba de ser discreta. Con un poco más de cabeza habría conjurado un silencius y un fermaportus antes de que cualquier cosa pasara, pero ahora mismo no iba a existir fuerza natural mágica que le hiciera incorporarse, quitárselo de encima y ponerse a buscar su varita dentro del bolso que había dejado por ahí. Si se irguió tan solo un poco fue para que sacarle la blusa se hiciera más fácil.

Por lo menos la cobija medio solucionaba un inconveniente práctico. Al primer indicio de movimiento en esa puerta lo cubría a él y se tapaba ella hasta las orejas, pero por amor a toda la magia, que no se le fuera ni siquiera a cruzar por la cabeza el detenerse hasta sentirlo entre sus piernas y clavándole los dedos en las caderas al empujarse hacia ella. Eso, o el plan que ya entreveía al sentir que los besos en su vientre no se detenían.

Se aferró a las sábanas, ya imposible el contener su excitación y estando más consciente que nunca – o eso le parecía – del calor y la humedad que sentía entre sus muslos. Se preguntó si así como era de elocuente y hábil con la palabra lo sería también con la boca de esa manera. Tal vez por eso el que le preguntara tal cosa justo entonces le pareció la peor tortura de todas, todo por aumentar la expectativa y hacerla sentir que iba a enloquecer si no la tocaba ahora mismo.

- Cuando esté a un paso de llevarte a mi boca voy a preguntarte eso mismo y te reto a que digas que no. – Se rio un poco mientras miraba al techo, alternando la mirada entre la proyección y las fotografías, y luego hacia la mesilla de noche, los libros y la estatuilla, como tomando mayor consciencia de donde estaba y con quien, más aún, sabiendo que no quería estar en ningún otro lugar. Cerró los ojos y le acaricio la cabeza, guiándolo más hacia abajo. No tenía por qué pedirle permiso de nada si ya lo deseaba demasiado como para decir que no a cualquier cosa que le pidiera.

A mi también se me habían olvidado los hechizos y no sabía si más bien eso era deliberado y lo que me gustaba era la idea de ser sorprendidos, que subía toda la emoción al asunto. Me gustaba notar esos pequeños detalles en ella, cómo arrugaba las sábanas de mi cama, cómo cambiaba el ritmo de su respiración y mantenía los ojos abiertos, a veces cerrados, pasaba los dedos sobre mi cabello e irremediablemente dándome el permiso que le había pedido para seguir. Me reí un poco y dejé una media sonrisa, encontrando ese ángulo perfecto para mirarla un momento más antes de volver a besar su abdomen, repasando con los dedos los huesos de su cadera, un punto que siempre me había gustado en una chica.

No tuve prisa, primero pasé los labios por su abdomen, después la lengua, mientras acomodaba sus piernas.Primero hice a un lado la tela que me impedía llegar hasta su coño, acariciándola un poco con los dedos, sintiendo que ya la tenía dura sólo de saber que ella estaba así de excitada. Bajé sus bragas y tuve que incorporarme para quitárselas por completo, pensando que se las iba a robar. Hacía una nota mental, esas bragas iban a ser mías.

Al fin tuve que probarla, buscando el lugar adecuado para hacerlo, recorriéndola con la lengua, presionando con los labios, valiéndome de la técnica perfeccionada para comer el coño que había trabajado en la vida, no tantas veces como quisiera, por que era algo que quería hacer todo el tiempo. Todo el tiempo. Si ella quería ponerse a mirar revistas o a hacer la tarea, yo podría estar ahí, llenándome de su sabor, sintiendo su creciente humedad.

-Cuando estés aburrida, me llamas y vendré a comerte el coño. Cuando no estés aburrida también.

Se lo dije apenas separándome de ella, introduciendo poco a poco un dedo en su interior y con la misma media sonrisa, queriendo escuchar si era de las que gemían sin decoro o de las que preferían ser silenciosas. Quería descubrirlo sabiendo que cualquier cosa me gustaría. Mi lengua seguía trabajando en ella, convencido de que podría hacerlo todo el tiempo, otra vez. La verdad mis pensamientos no variaban mucho cuando me encontraba ante la felicidad completa que implicaba estar entre las piernas de una chica. De esa chica. Miré hacia arriba queriendo ver su expresión cuando la lamía y ponía toda mi dedicación en que se viniera.

-Estás hermosa así

Desde ese ángulo, así de desnuda, precisamente en mi cama.

Temblaba. Sabía que temblaba en anticipación, todo a causa de esa excitación que era incapaz de contener, que crecía cada vez más y más con cada roce y caricia y que la hacía suspirar al notar la humedad de su boca sobre la piel. Siguió acariciando su cabello, sonriendo complacida conforme descendía por su vientre y suspirando. Arqueó su cuerpo, tensa cada vez más pero de una manera deliciosa.

Gimió con suavidad, de manera apenas audible, cuando la tocaba sin siquiera haberle quitado la ropa interior, tan sólo haciendo a un lado la tela que la cubría. Se lamió los labios y alzó las caderas para que le fuera más sencillo el desnudarla y al saberse así se vio aquejada por la pasajera sensación de inseguridad al encontrarse en esa posición por primera vez con alguien. No importaba la confianza con la que se desenvolvía casi siempre o el estar consciente de manera racional, por más vanidoso que sonara, que era hermosa. Era que siempre se sentía vulnerable al quitarse la ropa para alguien cuando iniciaba una nueva relación. Estaba después de todo no solo entregándose a esa necesidad física tan poderosa, sino entregándose a él.

No obstante, si decía que aquel miedo era pasajero era porque todo desvanecía al momento en que ponía su boca ahí, donde estaba muriendo por tenerlo. No más gemidos silenciosos y delicados. Nunca había sido una banshee gritando a alaridos en la cama, lo encontraba demasiado forzado y hasta falso, pero permanecer callada y estoica cuando su lengua se sentía tan bien era algo imposible de hacer. Su respiración se agitó aún más y ella se movía sinuosa, a veces a acariciándole el cabello, a veces tocándose los pechos, sintiéndose envuelta por un calor abrazador que ya empezaba a perlar su frente de sudor.

No hubo respuesta ágil o comentarios ingeniosos de su parte. Tan solo la media sonrisa de satisfacción de escucharlo decir que iba a tener eso cada vez que lo quisiera. Si por ella fuera sería todo el tiempo. Todo. Eso, el torrente de adrenalina que provocaba el saber que aunque gemía solo para él cualquiera podría escucharla si se acercara a la puerta y la cúspide de todo cuando deslizaba ese dedo en su interior eran demasiado como para poder resistirlo por mucho tiempo.

Esta vez le jaló el cabello, urgiéndolo junto con sus gemidos a no detenerse porque estaba demasiado cerca de venirse. Por la mañana, cuando esta vez si se presentara a clases, no iba a poder pensar en otra cosa que no fuera a él por debajo del escritorio abriéndole las piernas y a ella enterrando los dedos en su cabello negro sin importarle quien más estuviera en el aula.

- Voy a correrme – Le gimió en su idioma sin ser muy consciente de ello, tirando de su cabello, con los labios entreabiertos y los ojos fijos en el techo y el mensaje de Jenny Holzer. En cuestión de nada se venía en su boca, sintiendo que el corazón iba a estallarle, que las piernas le temblaban y que lo deseaba más que nunca.

Le hizo un gesto con la mano para que se acercara y besarlo presa de aquella euforia, queriendo probarse a sí misma en sus labios y además, queriendo probarlo ella también. – ¿Me vas a dejar? – Le dijo con la voz entrecortada, sonriendo y con los ojos brillantes. Moría por tenerlo dentro, pero si resultaba que él también sería incapaz de concentrarse en clases por fantasear con ella entre sus piernas con su miembro en la boca, no le iba a negar ese placer ni a él ni a ella misma.

Era complicado mantener la concentración si ella se movía de esa manera, se tocaba esa piel hasta visualmente suave y su cabello dorado se enredaba en la almohada donde yo siempre ponía la cabeza para dormir. Pero lo logré, sentí esa descarga de energía que culminaba en algo como un prolongado escalofrío y terminaba, lo supe por más que hablara en ruso (eso tenía que ser ruso, o una maldición india) y sentí que ponía algo más de presión a mi cabello. Por supuesto que volví a su rostro y a sus labios perfectos a besarla sin reparos, sintiéndome demasiado excitado como para no follármela en ese instante. Le sonreí y negué con la cabeza como si estuviéramos en medio de un juego. Bueno, siempre había pensado que llegar a ese momento era como un juego, algo complicado y en definitiva emocionante.

-No, no, no, te tengo que follar ahora mismo.

Estaba siendo un poco dominante al tener su cuerpo bajo el mío, y era cierto, no iba a poder hacer absolutamente nada más que eso. Torpemente saqué un preservativo del cajón tomando un minuto en la fastidiosa pero necesaria tarea de protegerse, antes de acercarme a ella y besarla de nuevo, extender un poco sus piernas y al fin estar ahí, en ese preciso instante en que no existiría nada más que la perfección de su coño, de su expresión cuando me sintiera penetrarla, mirar sus ojos en ese instante preciso.

No hice nada más que eso, sentir al fin sus interiores rodeándome, esa humedad misteriosa y oscura que fácilmente podía noquear la mente, como un golpe. Todo alrededor dejó de existir en el momento en que se la puse hasta el fondo, soltando algo similar a un gruñido ahogado, que tuve que contener ocultándome un momento en su cabello, dejándome embriagar por ese olor. Esta vez fui yo quien tiró un poco de sus mechones rubios y la miré con una intensidad casi violenta.

Sólo quería escuchar que me dijera que le gustaba, que no pensaba en ninguna otra polla del mundo, que era la única que quería tener dentro en ese momento. Era la clase de cosas que me gustaba pensar, si es que se podía decir que realmente estaba pensando algo, concentrado como estaba en la poderosa sensación que a medida que nos moviéramos iba a ir cobrando fuerza. Se sentía tan bien que hasta empecé a temer por mi resistencia, así que más valía empezar a enumerar los ingredientes de alguna poción.

6 palabras que conseguían hacerla perder el control por completo y encendían en ella un deseo demasiado intenso, que quemaba y le hacía sentir hambrienta de él. Un hambre que la única manera de saciar iba a ser el tenerlo adentrándose en ella y sentirlo llenarla centímetro a centímetro, el hacerle creer que todo era demasiado y que no podía más con ello, que quería morir entre sus brazos de placer una y otra vez. Le sonrió entre el delirio y el placer tras que le asegurara que no podía esperar más, que la necesitaba en ese preciso instante, y aquella urgencia le hacía sentirse la mujer más deseada en el planeta entero. Su cuerpo lo reclamaba y ella misma también. Quería sentirlo hundirse hasta lo más profundo en su interior, enterrarle las uñas en la espalda y reclamarlo como suyo. Porque no solo estaba entregándose a él y a sus impulsos más carnales; era saberse suya de una manera demasiado poderosa, que siempre que quisiera tenerla entre sus sábanas así la tendría, y al mismo tiempo comprender que si tenía él la capacidad de hacerla perderse tanto en sí misma de esa manera, no iba a dejarlo ir. Era suyo, suyo.

Aquel arrebato de euforia y claridad la hicieron tomarle del rostro y besarlo de una manera casi violenta mientras abría más las piernas, sintiéndose más húmeda y excitada que nunca. No entendía bien qué era lo que hacía separándose de ella y buscando a tientas lo que fuera que hubiera sacado de su cajón y le pareció que ese minuto que había transcurrido fue demasiado largo. – No no, ven, fóllame ya. – Lo sujetó del brazo, y aunque había en su voz un tono de súplica y desesperación demasiado incitante, la forma en que tiraba de su brazo para regresara a ella de una vez y la llenara hasta el fondo era una exigencia, insistiendo con sus caricias y su voz que lo necesitaba demasiado. Le recorrió el pecho con los dedos de un pie mientras se ponía la cubierta aquella y apenas así pudo hacerse una idea de lo que era y para qué. No iba a ponerse a hacer preguntas en ese momento.

Lo besó casi con violencia cuando se acomodaba entre sus piernas, conteniendo la respiración al sentirlo entrar, su mirada perdida en la de él. Un gemido agudo y potente escapó de sus labios y lo abrazó en ese instante en el que se refugiaba en su cabello. Si él tiraba de su cabello ella lo besaba con esa misma intensidad casi agresiva que le entregaba, que lejos de cohibirla parecía hacer florecer en ella esa magia que por su raza llevaba en la sangre.

No le dijo ninguna de esas cosas que quería escuchar, no con palabras, sino con sus gemidos y la forma en que su cuerpo se movía buscándolo a él para satisfacer esa hambre que la consumía entera. Mordió su cuello y después lo recorrió con su lengua, buscando ese punto que lo hiciera volver a gruñirle, hundirse en ella con más fuerza mientras sus manos lo recorrían entero y se perdía en la imagen de él tomándola de mil maneras distintas en esa misma cama, o en la suya, o a escondidas de todos los demás, arrinconándola contra el muro y follándola por detrás. Toda esa sucesión de fantasías, que planeaba hacerlas realidad todas, la excitaron aún más de ser posible.

Lo empujó con sus manos por el pecho, no demasiado, apenas lo justo para que le permitiera acomodar las piernas sobre sus hombros y sentirlo así moverse más adentro de ella, más ceñido todo. – Me tienes siempre que quieras, ¿lo oyes? Siempre. – Le confesó con la voz entrecortada, el rostro perlado de sudor y la piel sonrosada, sus ojos brillando tanto que bien se podría reflejar en ellos. Buscó sus labios con desesperación, no iba a resistir mucho más, y deseaba como nunca antes sentirlo como se rendía y dejaba caer sobre su pecho. Lo volvía a sostener, era suyo. De la manera menos esperada, en el lugar menos imaginado, y no cambiaría absolutamente nada.