Me debes un día

El rato que pasaron en el lago con los amigos de Elazar fue entretenido, el rubio se lo pasó bien, disfrutó del rato de natación y de paso de jugar un rato con Regina, que hacía tiempo que no pasaba un rato con ella.
Después del juego se había ido con Draken, habían cogido las cosas que él parecía necesitar y de nuevo, otra vez, como siempre, se separaron para ir a clases. Y si, así, repetitivamente. Era horrible el pensar que siempre terminaban separándose por culpa de las clases, trabajos, exámenes, lo que fuera.

Y es por eso que el rubio se había desplazado hasta la facultad de Ogmios, era jueves por la noche, ya habían cenado y se habían visto en el comedor, pero Draken dijo que tenía que hacer un trabajo y que al día siguiente iría a buscarlo, pues no, ese día no le apetecía esperar al día siguiente. Después de haberse duchado, vestido bien y peinado, fue a buscarlo, entrar en la facultad no era difícil, al fin y al cabo existía la posibilidad de ser oyente de muchas materias, lo complicado era pasar a la zona de dormitorios de las otras universidad, pero claro, él ya sabía entrar al de Draken, no tenía problemas por llegar ni nada… pero no, no entró hasta el dormitorio.

Vio a mucha gente al llegar a la zona común, el llamado salón de convivencia. No tenía intención de quedarse con él a solas por el momento, tan solo quería sentarse a su lado y pasar el rato con él, si estaba haciendo trabajos y demás, pues bien, él solo miraría.
Localizó a su pareja, no muy lejos de donde él estaba, parecía anotar cosas en un pergamino mientras consultaba un libro gigante, seguro que era sobre pociones o cosas así, para el resto de materias no se esforzaba tanto.

-Ey Draken… – se acercó a él y se sentó enfrente, nadie más estaba ahí sentado, posiblemente porque el chico lo habría echado o algo, o simplemente porque sabían que era mejor no molestarle –Creo que aún me debes un día…

Sintió como que había sacado el tema demasiado rápido, de pronto la mirada de Stall taladró su mirada y llegó directamente a su mente, haciéndole pensar las mil y una cosas. Lo había molestado mientras estudiaba y en lugar de estar molesto, que sería lo usual, parecía casi divertido. Igual y con suerte lo había salvado de un aburrimiento total y absoluto y se lo agradecería de alguna forma más o menos curiosa.

-No sé – dijo encogiéndose de hombros, mientras se acercaba un poco más y miraba alrededor, Stall, tan asocial como siempre, se había sentado ahí donde nadie pudiera colocarse cerca de él, y ahora no tenía ni idea de donde podría ponerse sin tener que hablar más fuerte de la cuenta. En realidad sí que había pensado algunas cosas, algunas opciones, pero sobre todo había planeado ya que le pagaría en ese mismo momento y hasta la noche del día siguiente. No quería esperar ni un minuto más.

Había decidido ser osado, y lo sería, ahí estaba el chico, en un sillón individual y ahí estaba Elazar, sentándose en ese mismo instante en el brazo del sillón. Ni le importaba quienes había alrededor, eso daba totalmente igual, estaba acostumbrado a que le dijeran que tenía cierto amaneramiento, no era como si simplemente el sentarse de un modo u otro fuera a cambiar ese hecho.

-Estaba aburrido… pensé que podría comenzar a pagarlo desde ya. Eso si es que el trabajo que estás haciendo es lo bastante aburrido como para que no te importe…

Dicho aquello esbozó en sus labios una sonrisa encantadora, dejando ver su dentadura superior, impoluta. Se apartó un poco el pelo de la cara, había querido recogérselo, lo pensó por un momento antes de salir, pero aún no tenía del todo claro si Draken prefería el pelo suelto o en una coleta, era del tipo de cosas que nunca se atrevía a preguntarle, intentando no sonar tan… coqueto, o algo así, pero ese día iba con la resolución de dar rienda suelta a todo lo que se le cruzara por la cabeza a hace con él.

-¿Qué me dices? Podría si quieres esperar a que termines, aquí sentado se está muy bien… si no, pues tendría que pensarme que hacer primero… quizás algo como que me des un beso, que desde antes parece que haya pasado una eternidad.

Era una idiotez, pero solo bromeaba, obviamente.

El desastre que tenía montado Draken en la mesa era digno de ver, Elazar pasó la mirada entretenido. Realmente sí que era buen estudiante por mucho que se empeñara en ocultarlo o hacer que el resto del universo no lo pensara así. Por supuesto asintió a aquello de esperar a que terminara, realmente su idea no había sido interrumpirle, y además mientras él terminaba al menos podría estar sentado a su lado, eso ya era algo, teniendo en cuenta lo poco que se lograban ver entre clase y clase.

Rió un poquito al escuchar su queja, sabiendo aquello se le ocurrió el próximo regalo para Draken, una bonita y carísima vuelapluma, escribiría por si misma todo lo que él quisiera dejar impreso, cosa que seguro le sería útil, y bueno, de vez en cuando le gustaba comprarle cosas así, caprichos y tal. Más aún si sabía que realmente lo necesitaba… aunque si no se la había comprado ya quizás era porque no le gustara…

-¿Has pensado alguna vez comprarte una vuelapluma? Para este tipo de cosas es muy útil, yo no vivo sin la mía, que mis trabajos no son poca cosa – dijo aquello medio en broma, intentando así sacarle información útil para la idea que había cogido.

Las quejas sobre donde había terminado sentado le hicieron fruncir el ceño, pero aún así se dejó guiar hasta su regazo y entrecerró los ojos al recibir aquellos susurros, sobre todo porque el muy capullo se había acercado mucho a su piel para las quejas.

-Pues no, ni me había fijado, realmente soy poco observador – le sacó un poco la lengua, picado, intentando dar a entender que no se fijaba en Stall, cuando, a todas luces, sí que lo hacía – la próxima vez tendré más cuidado, pero creo que si hoy me pagas la deuda y tal no deberías de anda quejándote mucho ni nada.

Notó como el muchacho cerraba los ojos después, relajándose, casi se podría decir que aquello le resultó encantador. Igual tenía sueño, no había modo real de saberlo, el sueño de Draken era poco fiable, al fin y al cabo conocía al chico de media vida, podría parecer que estaba medio dormido y a los cinco minutos parecer más fresco que una rosa.
En eso pensaba mientras le observaba, había ignorado bastante su queja sobre el rescoger y demás, y todo porque se había embobado mirándole. Y fue sorprendido así, haciendo que se sonrojara, de manera jodidamente notoria, sobre todo porque aquel rosa pálido de sus mejillas contrastaba demasiado con su piel clara y cabellos rubios.

-¿Qué? Nada – preguntó y respondió rápidamente, mirando a todas partes por un segundo y después se inclinó un poquito más sobre él – pensaba que ibas a darme el beso que marcaría el principio de las veinticuatro horas, pero no has hecho nada, así que aún hay que atrasarlo más… y bueno, mi petición cambia, lo primero que tienes que hacer es recoger todo eso, para que podamos largarnos de aquí o algo, que siento como si toda tu facultad estuviera mirándome por estar sentado sobre ti.

Ya se había apuntado el dato de la pluma, el cumpleaños de Draken había pasado hacía poco tiempo, pero las navidades estaban a la vuelta de la esquina y no quería que el regalo de su amigo-pareja fuera algo inútil, pero si ya pensaba que quería comprársela igual debía darse prisa antes de que la adquiera por su cuenta. Bueno, como fuera, lo importante estaba hecho, que era coger el dato, ahora debía seguir con resto del plan, que venía siendo quedarse solo con él por toda la noche, ya fuera en algún dormitorio, o un aula robada… el puto castigo de los decanos resultaba odioso, ahora resultaba que no podían salir de la facultad, como si fueran críos… en fin.

En un principio, con sus palabras, se molestó un poco, pero no le dio tiempo a decir nada o hacer nada porque el vaho que el chico hecho sobre su cuello le hizo estremecerse, dejándolo un tanto encogido, con la piel de gallina por todo el cuerpo y además, sin querer, suspiró. Estaba sensible o algo, y Draken sabía qué hacer. Para cuando pudo haber contestado el otro ya lo había arreglado todo con una frase estúpida que hacía que Elazar no pudiera ni quejarse, demonios, ya podría darle al menos la oportunidad de responder, pero no, tenía que ser jodidamente perfecto, siempre.

-Eres un completo idiota - susurró muy bajito, mirando alrededor rápidamente, aún medio sonrojado sobre todo por aquello último que dijo – a veces me das demasiadas ganas de besarte cuando no se debe.

Suspiró por decir aquello, lo de que no se debía no era porque no quisiera que los vieran besándose, si no porque no era el lugar más adecuado y sabía que a Draken le gustaba mantener una cierta apariencia, de modo que tampoco podía ponerse a hacerle carantoñas en ese sitio. Por supuesto el comentario que le otro hizo a ese respecto, lo de que pensarían que era una tía y demás, le hizo darle un golpe, no era ninguna tía y aunque gustaba de ir bien arreglado no le agradaba del todo ser confundido, y el muy cabrón lo sabía… aunque bueno, estaba bien saber que era “una tía buena” y no una tía cualquiera.

-Eres un poco idiota – dijo quejándose mientras se ponía en pie, viendo como recogía todo – no soy una tía, nadie me confunde ya… cuando era más pequeño quizás, pero ahora ya no tanto – mentía, lo confundían ahora más que antes sobre todo porque el pelo seguía creciéndole y a él seguía gustándole más estando largo que corto.
Subió con él a su cuarto, había entendido perfectamente lo que le decía, era bastante obvio, además él mismo se moría de ganas de devorarle la boca, carajos.

Una vez solos arriba – si, solos por suerte – se le lanzó al cuello, era más bajito que su mejor amigo de modo que cuando se le tiró y se colgó de él casi tuvo que ponerse de puntillas, pero logró besarle con todas las ganas acumuladas.

-Tenía ganas de estar un rato solo contigo… ¿tus compañeros donde están? -en esa habitación, como en el resto, vivían hasta cuatro personas, y ahora estaban solos, después de cenar, en mitad de la semana, se le hacía raro.

Ya había oído todo sobre la expulsión de Yesenes, los rumores corrían como pólvora en la escuela, más aún teniendo en cuenta que el castigo de que nadie podía salir de la facultad derivaba justamente de ese mal encuentro que habían tenido en la cafetería unos pocos. Nada que ver con él, así que le jodía, pero no iba a andar quejándose tampoco demasiado, podría haber sido peor el castigo impuesto, como siempre.

Las quejas de Draken sobre la expulsión del chico le sonaron un poco rara, él apenas tenía trato con el egipcio pero sabía lo suficiente de él como para saber, más que de sobra, que el muchacho debía chocar con su pareja, pero al parecer este prefería a ese antes que al resto de compañeros que había tenido… misterios de la vida, jamás intentaría comprender el todo a Stall. Vio, sin decir mucho más el muchacho cerraba la puerta con aquel conjuro más que conocido por el rubio, aún no le había dicho como deshacerlo, pero al menos sabía que hacía, ya era más de lo que muchos podrían decir en toda su vida.

Se dejó abrazar y él mismo correspondió a aquellos gestos, poniendo sus manos en la espalda del metamorfomago, notando todos sus gestos, sus roces. Él no iba buscando sexo, ni de lejos, iba buscando tener a Draken a su disposición, poder preguntar, decirle de hacer cosas que él normalmente no haría y todo lo demás, el sexo entre ellos dos era algo que más o menos se sobre entendía ¿no?

-No… supongo que siempre viene bien estar un rato a solas – contestó aquello en voz bastante baja, no por timidez, si no porque no estaba seguro de que fuera exactamente una buena noticia. Todas sus pequeñas fantasías de ir a hacer algo entretenido con él a cualquier rincón de la facultad, buscando un rincón donde quedarse a solas y charlando toda la noche, seguramente quedarían truncados, porque carajos, eran incapaz de resistirse a los encantos de Stall, y estando completamente solos salían todos a relucir.

Por supuesto, sus pensamiento no enturbiaron el momento ni por un segundo, le correspondió al beso, intentó morderle el labio cuando él se dedicó a lamerle y le sobó el trasero a gusto según el otro chico se dedicaba a besuquearle.

-Lo mejor de tu hechizo es que ni tus propios compañeros pueden interrumpirnos aquí – se descubrió diciendo mientras apoyaba un poco la frente en la del otro chico – ¿Empezamos a contar ya para gastar la apuesta o aún ahora no vas a obedecer todos mis deseos? – preguntó aquello de manera juguetona, apartándose de él un poco, lo justo como para poder apoyar una mano en el pecho del chico y juguetear ahí con sus dedos, tenía cierta curiosidad. Quizás Draken pensaba que iba a saldar la deuda haciendo guarrerías sin más, pero en la cama siempre “mandaba” él, así que veía un poco complicado poder tomar las riendas, por eso es que había pensado en otras cosas más bien – te veo muy poco dado a hacer lo que otros te piden… – se mordió el labio, coquetamente, intentando resultar tentador o algo similar – no sé si aceptaste la apuesta pensando que ganarías, o si lo hiciste porque querías saber que haría yo con ese poder.

Intentaba por todos los medios no ponerse de nuevo a meterle mano, a besarle. Era muy difícil no caer en la tentación, igual por eso la pregunta hecha resultaba un poco rara.

Se esperaba esa respuesta, más o menos, no tanto eso de que lo hacía para que no lo llamara amargado. Él nunca lo llamaba así, como mucho decía que era un poco amarguetas y que nunca quería hacer nada con nadie que no fuera su círculo cerrado de amigos. Pero siempre que lo decía era más en broma que en serio, no esperaba que él intentara cambiar aquello, si siempre le gustaría, así, social, o como siempre decía “me gustarías aunque fueras un puto cabrón de mierda”. Mientras fuera él estaba bien.

-Jo – exclamó quejándose un poco – no sabía que contaba ya, pues aprovechemos el tiempo, que es mío.

Sabía que había sonado como un niño, un crio pidiendo su juguete a otro que intentaba quitárselo, o algo así. Vio como se movía por la habitación, oyó todo lo que tenía que decirle, eso de que no quería estar ahí sin hacer nada no le agradaba, él si quería, estaban solos y eso, podría al menos tener ganas de sex… se le volvía a ir la cabeza. Hace un momento estaba pensando que no quería solo follar y ya de nuevo iba a mostrarse molesto porque el otro no quisiera exactamente lo mismo, era la hostia.

-Pues a ver, había pensado varias cosas, pero igual podemos quedarnos aquí un ratito hasta que lleguen tus compañeros y después irnos, así estaremos cómodos un poco, por si después no vemos donde quedarnos o algo… – volvió a morderse el labio y suspiró, sentándose en el borde de la cama de Draken, había empezado con toda la energía del mundo y ya se le estaba acabando o algo, era una persona con poca resistencia a las tentaciones – y no, no quiero que me des la mano para ir a ninguna parte, no soy una niña… aunque si que me vendría bastante bien una de esas pociones alisadoras para el cabello, una semana más sin poder salir de la escuela y tendré que pasar a métodos manuales.

Se dio cuenta de lo que acababa de decir y le dio la risa, terminando con los codos apoyados en la rodilla y la cara cubierta por sus manos y el pelo que le caía por ambas partes del rostro, era una incongruencia decir que no era una niñita y después andar pidiendo cremas para el pelo.

-Eso no era en serio, no tienes que hacerme esas cosas si no quieres, ya lo sabes.

Negó un poco con la cabeza mientras miraba de reojo al chico, entre sus rubios mechones de pelo, y finalmente se lo apartó del todo, dejándolo caer todo por un solo lado de la cabeza para poder mirar bien a Stall.

-Pensaba usar mi poder para dejarte toda la noche sin dormir, ocupar algún aula vacía y ahí ya hacer lo que fuera, no sé, me apetecía simplemente pasar el rato contigo, poder charlar y todas esas cosas… que por cierto… – se mordió un poco el labio, si quería coger la confianza como para mandarle hacer “cosas” debería tener la confianza para preguntar sus inquietudes, suponía – ¿te gusta cómo me queda el pelo recogido en coleta?

La posición que había cogido él le hacía ver como que estaba bastante aburrido. Interesado en lo que podría pasar, si, pero aburrido hasta la saciedad. El motivo por el que pensaba aquello era porque sus gestos lo delataban, la actitud y la posición desgarbada, además del gesto de apoyar la cabeza en la mano, como si le pesara, como si realmente le costase trabajo estar recto sin sostenerse.
Se sintió bastante agobiado, comenzaba a odiar la apuesta, le había dado el valor de decir “hoy hago lo que quiero y no hay más que hablar”. Pero a la vez aquello hacía que toda la responsabilidad del entretenimiento de ambos quedaran bajo su poder, si se aburrían era cosa suya y si metía la pata y terminaban peleándose también sería cosa de él.

Pero por lo menos la cosa comenzó bien, al parecer lo de la poción no le resultó ridículo, ni se burló de él como cabía esperar realmente. La verdad es que si que necesitaba esa poción, la del pelo, su piel era suave por si misma, no podía decir lo mismo del pelo rubio horrible que había heredado de los Selvaggi, estaba claro que su apellido en algún momento de la historia familiar tuvo bastante sentido.

-Pues si lo de las pociones te parece bien, mañana te puedes entretener con eso, porque realmente necesito algo para el pelo.

Intentó dejar de lado el tema de su cabello, que ya en unos minutos lo sacaría de nuevo, y se puso a pensar en la idea e Draken, estar ahí sin más, incluso él parecía haber captado que era mejor no follar a secas, no porque no quisieran, es que parecía que siempre que pasaban un rato juntos eran para eso, para terminar haciéndolo (que si terminaban esa noche así, él no se quejaría, la verdad).

-Si, este parece un buen lugar, pero ¿y tus compañeros? ¿No volverán tarde o temprano? Como me digas que tienes aquí el mismo conjuro que tenía yo en Hogwarts te reclamaré por plagio, eso de insonorizar trozos de la habitación y tal es algo que no se le ocurre a cualquiera.

Lo decía en broma, pero realmente esperaba que si, estuviera insonorizada o lo que fuera y que pudieran simplemente cerrar las cortinas y estar tranquilos y prácticamente a solas todo el rato. Hablando, follando, o como si querían ponerse a jugar a hundir la flota, qué más daba, lo importante era que estarían juntos y ya.

Cuando oyó la respuesta que le dio a aquella pregunta no evitó ponerse… bastante rojo, por decirlo de algún modo. Él siempre estaba preocupándose por el que pensaría Draken, si le gustaría a él. Si peinarse de un modo u otro. Si ponerse una ropa u otra… nunca le pedía opinión porque solía no querer saber que iba a responderle, con qué cosa le saldría de pronto, pero en ese momento había sido tan jodidamente oportuno que fue él quien se quedó sin nada que decir en realidad, saltándose a los brazos y comenzando a besarle, comiéndole la boca con un apetito voraz.

-Eres un idiota, no me puedes decir esas cosas, me… me pones jodidamente estúpido – dijo aquello con todo el trabajo del mundo, mientras le daba un beso y otro y otro más.
Habían quedado casi tumbados en la cama, Selvaggi un poco encima de Stall – a ver… – intentó recomponerse pero se quedó tumbado en la cama, dejando a su amigo que se levantara si quería, o se quedara ahí a su lado – me distraes con tu palabrería – se mordió la boca y le miró bastante ansioso – ¿si te pidiera… que me enseñaras tu color de pelo natural…?

Era algo que moría por saber, pero era imposible pillarle con la guardia baja y había visto tantos tonos que no sabría decir cuál era el real, y naturalmente por física y biología, el morado no podía ser.

Una vez el tema de la poción quedó arreglado, o algo así (que Elazar se lo había tomado muy en serio eso de que se la suministrase ahora que no podía salir, pedir por encargo era caro y su padre solía poner quejas a ese tipo de gastos), pasaron al siguiente tema, el de la habitación, como quedarse ahí sin que ello significara ser objeto de las miradas indiscretas de un par de idiotas. Pero la bueno, si él decía que podían dejarlos fuera sin problemas se lo creería, al fin y al cabo era su habitación y sus compañeros, si después se enfadaban con alguien sería con él, no es que fuera a tener muchos más problemas por hacer eso, a no ser que le vieran salir y después intentaran seguir, pero bah, no podía pasar nada así en realidad; sobre todo porque si no estaban ahí a esa hora sería porque habían encontrado algo lo suficientemente entretenido como para no tener que pisar su dormitorio después del toque de queda.

-En el tema habitación mandas tu, por ahora así estamos bien, así que sin problemas.

Los besos que siguieron a aquello fueron totalmente apasionados, dejando de lado la gran mentira basada en que Elazar quería simplemente hablar, ahí lo estaba demostrando en realidad, pero bueno, un par de besitos y eso no hacían mal a nadie, aquello era totalmente cierto. En cierto modo se debían a lo que había dicho antes sobre su cabello y que él era quien le gustaba y todo eso y por parte el gesto se había debido a lo más obvio, a que ansiaba hacerlo sin más, y de paso recordarle que estaban juntos de un modo muy personal.

Vio después como accedía a su petición, realmente sí que parecía que estuviera dispuesto a hacer todo lo que le pidiera, al fin y al cabo nunca le había visto cambiar su tono de pelo al real y menos aún se lo esperaba que lo hiciera sin quejarse.

-Que color más bonito – dijo medio maravillado, no tenía nada que ver con su rubio claro, el del chico era un color mucho más elegante, más apagado. Le gustaba, aunque claro, estando puesto en Draken vete a saber si realmente le gustaba el pelo o el modelo completo – así está perfecto y… gracias, no hace falta que te quedes así si te incomoda.

Le sonrió cálidamente, acercándose un poco más a él y se apoyó en su pecho, dejando la cabeza descansar sobre el mismo y suspiró.

-Lo de la apuesta es una tontería… supongo que harías estas cosas por mi de cualquier modo, con o sin obligación ¿verdad? - a él le había dado seguridad, pero no le hizo mucha gracia en realidad lo de tener que escogerlo todo él – si ahora… yo te pidiera… no sé. Que me enseñaras a abrir esa puerta – señaló la puerta en la que el metamorfomago había antes aplicado el conjuro – tengo mucha curiosidad, desde hace tiempo, pero no estaba seguro de si debía preguntarte… es como algo muy tuyo.

No podía apartar los ojos de él, de sus gestos y su mirada. Se perdió en su cabello cuando mágicamente cambio de color al de siempre, fue un cambio rápido, progresivo, desde la raíz hasta las puntas, era algo admirable, por decirlo de algún modo, era un poder realmente curioso.

En el momento en el que dijo que se dormiría si seguían así se irguió con presteza. No quería perder el tiempo durmiendo, no aún… o sea, si por la mañana tenían tanto sueño que debían saltarse una clase para dormir un poco más, lo harían, él se encargaría de ello, pero no en ese instante, no quería simplemente dormir la mitad del tiempo que iban a estar haciendo lo que él quería. Se sintió un poco tonto cuando el otro se burló de él por lo del conjuro. Claro que no lo sabía, era algo de su mejor amigo y no estaba dispuesto a violar su confianza espiando como abría y como cerraba, evitaba de cualquier modo el enterarse sin su permiso, sabía cuan receloso era el chico con sus cosas.

Oyó todo, eso sí que lo sabía, y sabía que los conjuros normales no servían de nada, lo había vivido en alguna ocasión, pero no sabía conjurarlo y quería tener ese poder, vamos… ya que compartían casi todo podría compartir con él ese conjuro que además de útil, en fin, si alguna vez le pasaba algo a él dentro de una habitación donde había formulado eso, él no tenía forma de entrar y sacarlo ni nada. Sería la escusa típica usada por un padre, pero si, lo había pensado alguna vez.

-Si… el nombre y el movimiento de varita – seguía sentado en la cama, mirándolo fijamente –no me fijo porque no quería violar tu intimidad o algo así, y este hechizo es muy tuyo… no quería aprenderlo sin permiso.

Se mordió el labio, llevaba muchísimo tiempo queriendo aprender a conjurarlo, pero no había modo de que en una conversación normal saliera el tema y a él le daba un tanto de pudor pedirle ese favor, sonaba posesivo, como medio loco. No iba a entrar sin llamar ni nada, pero podría parecerle que era eso justo lo que quería hacer.

-Pero que sepas que es solo por saberlo, no es que desde ahora te vaya a acosar ni nada parecido. Ya somos… novios ¿no? No tengo esa necesidad de loco o algo así.

Se mordisqueó el labio, nervioso. Estaba atreviéndose más de lo usual en él, pero aún así seguía con todas sus inseguridades normales, no era como si de pronto se hubiera olvidado de todo lo que le daba vergüenza o algo así.

-Si me enseñas esto… podría olvidarme de la apuesta estúpida, y si quieres incluso te dejo dormir tranquilo, que decías que tenías sueño… ¿no?

Asintió solemnemente a sus palabras, decía que no era difícil pero estaría tan atento a aquello que aunque lo fuera pensaba aprenderlo a la primera para no ser una molestia ni nada por el estilo.
Casi sentía curiosidad por cuan mal podía terminar si lo acosaba, se le iba la cabeza a ese tema de vez en cuando, mientras intenta prestar atención ¿Qué le haría Draken si de pronto comenzaba a visitarlo a diario? Como poco, amargarse y aburrirse de él, mandarlo a la mierda. Ya con eso el “muy” estaba cubierto, de modo que estaba claro que no lo haría.

Después de aclarar todo ese tema y que tenía que quedar allí con o sin apuestas y mierdas varias, vio como el otro estaba dispuesto a enseñarle. Se sentía en ese momento bastante valorado. Draken no le mostraría ese conjuro a cualquiera. Y eso hacía que le pusiera aún más empeño, apuntando a la puerta y haciendo todo tal y como dijo, primero las iníciales de su nombre, después el conjuro y una vez todo eso hecho sonrió al oír el “clink” que indicaba que estaba abierta, sonriendo ampliamente.

-¡Lo he hecho! – le dijo con toda la ilusión del mundo, como si realmente acabara de dominar el conjuro más difícil del mundo – casi no me lo creo, pero lo he logrado… después de casi ocho años conozco tu secreto, Stall.

Bromeó un poco y se lanzó de nuevo al cuello del chico, queriendo darle mil besos. No por el simple hecho de haber sido capaz de completar el conjuro, si no porque además, eso significaba una gran muestra de cariño por parte de su mejor amigo.
Y bueno, en realidad lo hizo, se lanzó a comerle la boca como si llevara sin hacerlo mil años, ansioso, necesitado de algo más.

-Parece una tontería – susurró tras la ráfaga de besos – pero saber que soy el único además de ti que conoce este conjuro me hace sentirme un poco más cercano a ti… soy… un poco idiota, supongo.

Sonrió ampliamente antes de achucharse con él. Haciendo que las varitas de ambos cayeran a la cama, o al suelo, o vete a saber dónde. No les iban a hacer falta ¿no? Aprovechó ese momento para simplemente suspirar y olisquear su cuello de la manera más disimulada posible, antes de darle un nuevo beso.

-Con esto te libero de tu deuda conmigo – comentó sonando lo más ceremonioso posible –desde ahora eres libre, sobre todo porque no se me da nada bien mandarte hacer cosas.

Le sacó la lengua, medio bromeando, y antes de que pudiera decir más… con un pequeño estallido se apagó todo de pronto, las luces murieron y se oyeron mil gritos de la zona del salón de convivencia, alguien había hecho algo para eliminar la luz mágica, o por decirlo de otro modo, hizo que todo se quedara total y completamente a oscuras.

Con toda la tontería del hechizo y demás Elazar se había relajado muchísimo, estaba tranquilo y feliz por estar con su pareja de esa forma, tan compenetrados, tan bien. Se sentía totalmente especial y el otro, para rematar, se lo aseguraba, eliminando cualquier inseguridad posible que el rubio pudiera llegar a albergar, era una sensación total y completa de alivio y tranquilidad.

Tanto así que ni siquiera recordó el problema que tenía su mejor amigo con la luz, o mejor dicho, con la total ausencia de ella. Lo primero que pensó cuando se fue la misma era que alguien estaba haciendo alguna broma allí abajo y que con un poquito de paciencia todo volvería a la normalidad. Lo segundo… fue que Draken le había abrazado demasiado fuerte, incluso para ser él. no tardó más de unos pocos segundos en recordar que el inglés le tenía un pánico totalmente irracional a la ausencia de luz.

Habían dormido juntos tantas veces que resultaba imposible que no supiera ese pequeño dato del metamorfomago, que tenía pánico absoluto a la oscuridad… se dejó abrazar con fuerza, esperando que en unos segundos volviera la luz, pero al notar como comenzaba a temblar que la maldita luz no parecía con ganas de volver, el italiano intentó romper el abrazo, sin éxito.

-Tendría que coger la varita… no se donde ha caído – musitó aquello con apenas un poco de voz, intentando sonar tranquilizador, pero sabía que no serviría para absolutamente nada. Suspiró y alargó la mano, intentando coger cualquier cosa que pudiera iluminar un poco, sin éxito – seguro que pasa en un momentito.

Le dio un beso en la mejilla, ahí donde alcanzaba, podía notar como el nerviosismo de su mejor amigo aumentaba y lo único que alcanzó a hacer fue abrazarle un poco más fuerte, pidiendo mentalmente que volviera todo a la normalidad y maldiciendo el hecho de haber tirado las varitas por ahí sin miramiento alguno.

-¿Nos movemos un poco y las cogemos…? – sonó inseguro, sabía que Draken tenía un conjuro en su cama para que se iluminaran ciertas zonas de manera tenue, solo necesitaba una varita y quedaría todo arreglado.

Al notar el asentimiento del chico se movió lo más rápido que pudo sin dejarle totalmente a merced de la oscuridad. Quería alcanzarlas pero ni sabía donde habían caído, él solo se había lanzado sobre Draken y las varitas cayeron en la cama, si estaban ahora en el suelo, o sobre el colchón o cualquier otro lugar era casi imposible saberlo. Tendría que probar suerte.

-No las tiré, se cayeron, es distinto – aquello era la réplica a sus palabras. le resultaba increíble que el chico aún estuviera con ganas de andar quejándose y diciendo chorradas. Ni que no estuviera intentando arreglarlo. Pero claro, no iba a enfadarse con él, no cuando estaba tan jodidamente indefenso. Además, notaba como aún temblaba y sabía el enorme esfuerzo que estaría haciendo para no aferrarse a él y estar completamente quieto, presa del pánico.

Alargó la mano que no sostenía la de Draken y alcanzó a buscar a tientas una de las varitas, cualquiera que fuera, tras pasarla primero por la cama, por la zona que estaba a su alcance, cambió de idea (pues no encontró nada) y se inclinó un poco sobre el borde, encontrando entonces algo que suponía era una varita, e hizo que se iluminara con un lumos.

Notó, para empezar, que Draken estaba brillante, sudoroso por el mal rato, con el pelo verdoso, y antes de seguir mirando, para evitarle morir de la vergüenza, lo abrazó, con la varita en la mano, en la espalda del chico, pero generando una luz suficiente como para que empezara a relajarse.

-Ya está… ahora, cuando pase un rato, salimos ahí fuera e intentamos matar al gilipollas que haya causado esto ¿si?

Suspiró un poco, aún teniendo a su pareja entre los brazos, deseando que volviera a la normalidad, prefería a Draken fuerte y agresivo antes que a un Draken asustadizo, era mucho más sexy… no había posibilidad de comparación.

Pero no iba a decirle nada más, se quedó en silencio y esperaría a que él se recompusiera y estuviera bien de nuevo antes de decir o hacer nada más, no es que hubiera vivido esto muchas veces antes, no sabía cómo reaccionar en realidad.

Le hizo gracia que las palabras de él fueran tras ese gesto tan suave. Un dulce beso, cálido y amable y después esas toscas palabras con ese tono tan jodidamente sexy. Draken era como que… lo peor del mundo y a la vez lo mejor, al menos para él.

No rompió del todo abrazo, no quería, ya irían a romper piernas más tarde o cuando fuera, él estaba jodidamente feliz y tranquila con todo aquello. Dejó que su mejor amigo se recompusiera y cuando notó como le soltaba el abrazo entonces sonrió un poquito, teniendo la mirada en sus claros y perfectos ojos.

-No tienes que sentirlo.

Le pasó una mano por la cabeza, por el pelo, en un gesto que buscaba ser cariñoso y amigable. Le sonrió intentando transmitirle la tranquilidad que él tenía, no le había incomodado ni importado. Y por último le dio un rápido beso en los labios.

-Además, mejor yo que todos los gilipollas de ahí abajo ¿no? La luz aún no vuelve… llegas a estar con todo el mundo y creo que ya habría muerto medio salón de convivencia.

Lo decía medio en broma, pero la verdad es que se alegraba de estar con él, de que el chico no se hubiera visto en el apuro de tener a toda la gente a su alrededor cuando el susto tremendo de que la luz se fuera de pronto.

-Te pones muy guapo cuando muestras… vergüenza, supongo. Pero sabes que te prefiero un poco más cabrito ¿no? - suspiró un poquito y le tendió la varita -El encantamiento de tu cama es más útil que el simple lumos, lo pones si quieres… y estamos tranquilamente aquí… aunque podríamos darnos una ducha o algo, sabes que me encanta hacer esas cosas contigo.

Le sonrió cálidamente y fue a darle un beso rápido, quería colmarlo a besos pero no era el momento. Lo sabía.