¡Robin Van Persie!

Le daba un poco de miedo volver al mundo mágico, pero tenía qué hacerlo en algún momento. Por supuesto, sus padres no iban a armar un alboroto, pero Florence le había dicho mediante una lechuza que los Sowerberry estaban más disgustados que nunca y que "las cosas no se iban a quedar así". Para ese entonces su madre ya sabía dónde estaba, y Octavian también. Claro, un saber en teoría, no que supieran su paradero por que de ser así en verdad tendría miedo. Y de todos modos, su madre no iba a ir ahí por ella, suficiente vergüenza sería ya que estuviera por voluntad propia viviendo con Angus Finnerty. No tenía qué decírselo.

Para quitarse un poco esas ideas de la cabeza, había ido a comprar dos perros. Junto con Pearlie había elegido cuales se llevaría y hasta habían acordado que serían dos, por que les habían gustado demasiado los condenados perritos, básicamente por que no pudo quedarse con la sugerencia de Pearlie del chihuahua malencarado ni con la de Milena del pomeranio peludo. Así que eran dos. Dos, dos, dos. Esa era la sorpresa. Si no los había comprado ese día era por que no había ido a Gringotts y quería saber, de hecho, si sus padres no se habían encargado de cancelarle su cuenta. Tenía buena suerte, por que no era así, o más bien había sido inteligente decidiendo abrir una cuenta por sí misma a los dieciocho, que no tuviera nada que ver con la cuenta familiar de los Lillyvick. No es que sus ahorros personales fueran demasiados, pero sí que era algo, y nadie podía meterse con eso.

Le había dejado una nota a Angus para que la encontrara en Diagon por que le tenía una sorpresa. Además, quería leerle sus artículos y hablar con él. Claro, hablar con él como si no lo viera todo el tiempo. Pensó que eso era como un prometido debía sentirse y no como el prometido que tenía antes, aunque no hubiera anillos ni familias de por medio. Era mejor.

Salió de la tienda de animales con los dos perros a los que ya les estaba hablando. Pensó primero que los llevaría en la correa pero no sería una sorpresa, así que mejor los puso dentro de la caja destinada a la sorpresa, pues de todos modos él no iba a tardar mucho y el chiste era que salieran por su propia desesperación de la caja. La mantuvo destapada hasta que lo vio acercarse en la lejanía a ese punto más o menos solitario, cerca del Caldero Chorreante, donde lo tenía que ver. Había elegido ese lugar por que así podrían irse a cualquier lugar del mundo muggle pronto si no encontraban un buen lugar dónde estar. No podía contener la sonrisa cuando lo vio.

-¿Ya estás listo para tu sorpresa?

Angus poco a poco iba acostumbrándose a todo eso de ser pareja oficial de Aquila Lillyvick, aunque ya había bromeado con ella respecto a hacerla su mujer con todo y boda para que se apellidara Finnerty. Al licántropo le seguía incomodando todo eso. También le incomodaba ver su cara en periódicos que seguían rescatando la noticia de la luna llena de hacía un mes y el incidente Brigante, pero ya estaba menos aturdido.

Estaba esperando poder regresar a la universidad a trabajar para ponerse más en orden, dejar ese desasosiego que lo carcomía y poder hablar con Reina. Luego de que ella lo perdonara, podría empezar a plantearse como hablar con Bleeker. No quería que las cosas quedaran mal con los Finnerty, por más que le fuera a costar darles argumentos de peso para perdonarlos.

La nota de Aquila le hizo sonreír y mientras atendía el correcto rompimiento del cascarón de un hipogrifo, para verificar las condiciones del polluelo, había estado pensando todo el tiempo en ya poder llegar a verla. La paga por esa consulta iría para invitarla a cenar a un buen lugar, ahora que sabía que volvería a tener el trabajo en Radegast, podía darse ese pequeño lujo, aunque no pudiera comprarle ese vestido de Chanel.

Al verla de lejos, pensó otra vez que era muy afortunado de poder tener una chica como esa solo para él. Apresuró el paso nada más porque ya la quería besar, siendo eso lo primero que hizo sin reparos, en público, en pleno mundo mágico. -Sí, ¿qué es?-No podía imaginarse que había decidido comprar unos perritos ridículos. A él le gustaban mucho los animales (obviamente) pero no había sido de tener mascotas porque siempre pensaba que eran mucha responsabilidad los animales propios, lo veía todos los días.

-¿Qué tienes en la caja?-Preguntó sospechando cuando escuchaba unos ruiditos tontos salir de ella. Ese movimiento no auguraba nada bueno.

Ya sabía que Angus iba a estar trabajando y por un instante le habían dado ganas de arruinar la sorpresa para verlo tratar con huevos de hipogrifo y esas cosas. A veces se le olvidaba que era un zoologo mágico con título y sabía muchas cosas, no sólo poner tragos. Sentía que lo amaba más de imaginarlo, pero en ese momento sólo se preocupó por que la caja no hiciera demasiado ruido. Y claro, cuando llegaba a besarla ahí en pleno callejón Diagon sintió como si una corriente de energía se apoderara de ella. Como una quinceañera se sonrojó luego de besarlo, mirando a todos lados, aunque sintiéndose también emocionada por el hecho de que lo hiciera, ante todos.

-Estás loco. Le dijo luego de sentir su beso, y volvió a besarlo aunque fugazmente por que ya preguntaba que era y la caja se estaba moviendo. Le gustaban los animales ¿No? Y en cuanto los viera iba a morir de ternura justo como Pearlie y ella habían muerto al ver a los ojos a esos perrillos infames. No le vio el mejor de los humores cuando preguntaba qué tenía en la caja, pero le sonrió y levantó las cejas como para que adivinara antes de destaparla y emocionarse hasta lo indecible.

-¡Mira, mira! ¿No son adorables?. Toma a este, se llama Robin Van Persie

Le dejó al chihuahua en los brazos mientras ella cargaba al pomeranio blanco en sus brazos, dejando la caja caer al empedrado del callejón, mimando al dichoso perro como había hecho la primera vez que había entrado en la tienda decidiendo que tenían que ser suyos, aunque su idea era sólo comprar uno y por culpa de Pearlie había terminado con los dos.

-Esta no tiene nombre, yo pensé que podría llamarse Ginger Fitzgerald, como la protagonista de esa película de licántropos que te gusta. Esas sí son buenas películas, no como la basura que nos puso a ver Malik el otro día. ¡¿No los amas?! ¡Ámalos, son tus bebés!

Angus no murió precisamente de ternura sino de preocupación. Los tontos perretes sí eran adorables pero inmediatamente se le vinieron a la mente miles de razones para no tenerlos. El departamento era muy chiquito, los perritos necesitaban muchos cuidados, harían mucho ruido y molestarían a los vecinos, tendrían que comprar comida, vacunas, juguetes, camitas, correas (y conociendo a Aquila seguro también ropa).

No supo qué responder durante muchos segundos mientras cargaba a Robin Van Persie.-¿De dónde sacaste ese nombre?-Sentía que se asustaba como si de verdad se hubiera convertido en padre de la noche a la mañana de unos bebés que nada tenían que ver con él. ¿Eso estaba pasando de verdad?

-Aquila pero no…-No podemos tener estas cosas, era lo que iba a decir, que necesitaban un hogar digno, que él trabajaba todo el día y que ella volvería a la universidad. Ni tuvo tiempo de reírse por lo de Ginger Snaps que seguro haría que su abuela pusiera el grito en el cielo. -¡Yo ni le voy al Manchester!-Fue lo que dijo ya en cierto grado de desesperación mientras Robin Van Persie Perro le lamía las manos y luchaba por darle lengüetazos en la cara escalando por su pecho. Estaba loco el perro, y era ridículo.

-Necesitan muchos cuidados, ¡no son muñecos! Ni se mantienen solos. ¿Has tenido mascotas antes? ¿Mascotas que hayas cuidado tú?-Sentía que la estaba regañando como niña, pero todavía estaba a tiempo de pensarlo, porque no era tan fácil tener perros. Además esos perros eran ridículos, chiquitos y con caras tontas, si salía a la calle con eso jamás impondría respeto. -Va a ser mucho trabajo, van a estar mucho tiempo solos, ¿quieres eso?

Ya sabía cómo terminaría eso; con él cediendo. Era una realidad que poco a poco iba aceptando, que ella hacía de él lo que le daba la gana aunque primero tuvieran una ronda de estirar y aflojar.

Pues de una de sus revistas, como había sugerido Pearl. Que sacara un buen nombre de ahí. Había barajado la posibilidad de llamarlo Wayne Rooney, Steven Gerrard o Frankie Lampard, pero había tenido sus razones para no hacer eso. Rooney por que el tipo de las fotos se veía muy mal, como esos niños de Hogwarts que quedaban en Gryffindor, llevaban la camisa sucia y hablaban como si no tuvieran modales. Gerrard no por que Steven era el segundo nombre de su padre y le resultaba ofensivo, y Lampard no por que el nombre de Frank nunca le había gustado. Robin Van Persie era ideal, y extranjero.

-¿Qué, cuál Manchester?... Bueno, Robin Van Persie según tus revistas es el que más goles anotó en los aros en la liga, pensé que eso te gustaba

No, no pensó eso, sólo le gustó el nombre. Seguía mimando a Ginger Fitzgerald diciéndole palabrejas ininteligibles y dejando que lamiera su barbilla antes de que Angus empezara a hablar como su abuelo cuando le había pedido, a los cinco años, que la dejara tener un perro ahí. Lo miró sonriente como si supiera que iba a ganar esa discusión, aunque un poco ofendida con eso de "mascotas que hayas cuidado tú". Aplastando a los perros entre ellos, se acercó para tomar su cara y darle un beso en la boca. Ahí, en medio de todo el mundo mágico.

-¡Hablas como un muggle! Los magos tenemos mascotas, y las tenemos con nosotros todo el tiempo ¿Qué no te acuerdas de tu carta de Hogwarts? Pues así será, yo llevo a Ginger Fitzgerald a mis clases, seguro pasará todo el tiempo dormidita en mi regazo por que es buena niña... eso lo decía jalando un poquito las orejas de la pomerania -Y tú llevarás a Robin Van Persie a conocer el pasto cuando estés en el bar.

Era la mejor idea del mundo ¿Qué no? Angus nno sabía eso, pero ella tenía muchos animales en casa. En Hogwarts había tenido tres gatos malignos que arañaban a las personas que le caían mal a ella, y siempre estaban en su dormitorio. Octavian tenía crups, y varios de esos híbridos de lobo para cazar bichos mágicos. Era cierto, ella no se encargaba de vacunas ni de nada más, pero Angus a todas luces estaba exagerando. Además erran perros chicos y transportables, no como si le hubiera regalado un gran danés para llevarlo a todos lados.

-Es más, hasta los muggles llevan a sus perros a todos lados. En esa revista de "Vogue" vi a una tal Paris Hilton con un perrete en un restaurante. No seas dramático ¡Míralo, te ama muchísimo!

-No son aros.-Le replicó el licántropo como si ese dato importara en ese momento de la discusión. También se le pasó por la cabeza que ya no iba a poder llevarla a cenar con esos perretes por más que ella insistiera en ser Paris Hilton.-Aquila, estás en periodismo, no en zoología, no estoy seguro de que te dejen entrar con Ginger al aula como tú crees. Esto no es Hogwarts. -Ya ni quería decir que ella no se iba a terminar encargando de nada de los perros, pero lo creía.

Podía no conocer el pasado de Aquila con los animales pero no creía que fuera a ser la más responsable. Era fácil empezar a pensar que los perritos no tenían problemas. También había fruncido el ceño cuando el reclamo de que hablaba como un muggle, pero el licántropo decidió pensar que no lo estaba diciendo como algo ofensivo, o como sinónimo de corto de miras.

-Sí me ama muchísimo, pero no voy a tener tiempo de atenderlo.-Ya se imaginaba el drama que Aquila iba a armar si decía la frase concreta de que todavía podían regresarlos. No sabía de dónde se sacaba esas ideas, pero era una mujer muy peligrosa con todo eso de las revistas, las malas películas y demás.

Tomó todo el aire que pudo. Cargó al perro manteniéndolo a la distancia, mirándolo mientras se retorcía, le chillaba un poco y movía sus patitas, amándolo como Aquila decía. No se le derretía el corazón, pero seguro a ella sí.-Esto nos va a costar recetarnos más David Lynch con Pearl y Karim, como mínimo. Porque él vive con nosotros y estamos haciendo esto sin consultarle. -Ya había aceptado y es lo confirmaba, solo cabía la posibilidad de que a Aquila le aterrara tanto el cine de Karim que decidiera mejor regresar a las criaturitas.

-Quiero llevarte a cenar, pero el lugar que había elegido no dejan entrar perros. Solo salamandras de fuego, no sé por qué. Ahora tendrás que elegir tú. Atendí el nacimiento de un hipogrifo, estamos cubiertos. Yo no sé dónde dejen entrar perros.-Le daba igual a donde podían ir, pero quería que Aquila lo resolviera, él ya había hecho bastante aceptando ese capricho.

Le puso malas caras, por que había visto a Gianna Vercelli con su perro oruga para todos lados y a un montón de gente con perros. Sí, sabía que eran demandantes pero estaba dispuesta a hacerse cargo y selo hubiera jurado en ese momento. Ya sabía que esa mención de los muggles tampoco le iba a caer en gracia y puso cara de preocupación cuando Angus lo cargaba lejos de él cuando Robin Van Persie lo estaba adorando hasta la muerte. Sí, a ella sí se le derretía el corazón.

-¡Él vive en la Universidad, y tú pagas la renta! Cariñito, luz de mis días, esto sólo nos hará más felices

Se le acercó jalando al los dos perretes entre su abrazo y volvió a besarlo a riesgo de que se quitara por que había comprado a los perros sn consultarlo y ahora ya le decía que se iban a quedar en casa. Por dioses, había muchas soluciones posibles, y había visto en Brigantia a mucha gente con mascotas. Le sonrió todavía más exagerada cuando escuchaba eso de que quería llevarla a cenar y pasó una mano por su cabello. Sacó de su bolsa las dos correas que había comprado para Robin Van Persie y para Ginger Fitzgerald, poniéndoselas con un movimiento y dejándolos en el suelo, jalándole la muñeca por que aún no eran perros educados.

-¡Ay eres un dramático! Podemos comprar comida rica e ir al parque... o dejarlos en casa para que se vayan adaptando e ir a donde querías. ¡Son unos perretes del amor! Mira cuánto te quieren, tienes que corresponderles... oye, empecé a ver el Exorcismo de Emily Rose cuando te fuiste a lo de los Abraxans, pero estaba sola y me dio miedo. Tenemos qué terminar de verla.

Empezó a caminar en dirección al Caldero aunque todavía no tenían decidido qué hacer. Así como él había llegado como loco a besarla entre todos los magos que algo sabrían de su apellido, ella lo tomó de la mano entrelazando los dedos con los suyos y acercándose a su costado en una especie de abrazo.

Angus ya sabía que él pagaba la renta pero con el tiempo, Karim se había convertido en su hermano como los Ayres, como Crawford y como Alechinsky, así que no importaba quien pagara la renta, de todos modos estaba acostumbrado a acuerdos comunales. Sabía que su vida iba a cambiar con Aquila, lo supo desde que empezó a ver sus cosas en su baño, pero no se imaginaba que fuera a ser tan pronto o que hubiera cambios demasiado graves a excepción de esos. Aquila podía no notarlo en ese momento (o sí, pero no le importaba) pero dos perritos en un departamento chiquito iban a hacer una gran diferencia.

Ya no le quiso decir nada porque sabía que no tenía sentido, que ella iba a terminar haciendo lo que quería o peor, un gran berrinche para hacer lo que quería y esa era la parte más difícil de todo, que hasta el momento, Angus no había sabido decir que no. Saberlo y no hacer nada al respecto, estaba bastante jodido. Se quedó viendo como sacaba las correas. Él no pensaba hacerse responsable de sacar a pasear a los perros, de imaginarse jalándole la correa a esas cosas tan chiquitas hasta le daba risa del ridículo.

-Bueno ya te dije que tú te encargas, yo solo voy a pagar.-Era una especie de castigo, aunque de castigo no tenía nada porque de todos modos seguía cumpliéndole el capricho y de todos modos irían a donde ella quería o harían lo que ella quería, pero Angus era bueno autoengañándose. Volvió a ver a Robin Van Persie. ¿Qué iba a decir Peach? ¿Qué iba a decir Joseph? ¿Qué iba a decir David? ¿Y qué les iba a decir él? Miren mis perritos, son del amor, como decía Aquila. No, qué estupidez. Se volvió a reír. Ella se veía adorable con ellos, como una chica de revista, pero él se vería simplemente idiota. Ir a su lado con los perritos no estaba mal, pero él ir solo con los perritos, eso nunca.

Notó que sí había gente que los miraba, o que miraban a Aquila y a él con asco, un par de magos en particular a los que Angus les lanzó una mirada fulminante y asesina. Si alguien se atrevía a decir algo, los iba a atravesar. Y consciente, para que de verdad dijeran cosas. Iba a defender lo que tenía con Aquila no solo de perros minúsculos, sino de cualquiera. -Londres muggle, ¿entonces? Ni porque te miran enjuiciándote te vuelves más cautelosa, ahora quieres recorrer mundo prohibido y todo. Y con perretes.

Ya sabía que consideraba demasiado a Malik, y la verdad era que le gustaba ver la cercanía que tenía con sus amigos, igual que con el salvaje de Joseph Crawford o con la niña Ayres que también le parecía como criada por los lobos. Ella no pretendía separarlo de la vida que conocía aunque tampoco se hacía pasar por la señorita simpatía ahora que estaba con él, por que se esforzaba por al menos no ser hipócrita. De todos modos, seguía pensando que lo de los perritos era un detalle que los pondría contentos en vez de que considerara las responsabilidades de los animales bla bla. Había hechizos para todo, con un fregotego limpiarían sus gracias y de verdad pensaba llevarlos a la universidad.

Se detuvo cuando le decía que ella se iba a encargar y él sólo a pagar. Con los perrillos olisqueando un canasto de calabazas de afuera de una tienda, se le puso enfrente para que la mirara a los ojos, otra vez importándole muy poco lo que el mundo mágico tuviera qué decir al respecto.

-Yo les daré de comer, y los educaré, y limpiaré sus gracias y seremos muy felices. Pero no lo hagas de mala gana o no vamos a ningún lado. A ver, sonrisa. ¡Sonrisa, sonrisa!

Le hacía mucha gracia que fuera un hombresote de barba y cabello largo, que cuidara hipogrifos y ella se encargara de hacer todas esas ridiculeces con él, no sin intención. La verdad no estaba esperando que él saliera de paseo con Robin Van Persie, o tal vez sí, pero eso sería hasta que se le ablandara el duro corazón de licántropo o la tontería que le había dicho a Milena y a Pearlie. Y aunque no tuviera reparos en tomarlo de la mano, sí que se puso algo insegura al recibir esas miradas de desprecio, hasta bajaba la mirada y empezaba a sentir todo el peso de la vergüenza, la parte que irremediablemente tendría qué soportar por sus decisiones.

También notó la mirada que Angus les regresaba y sólo lo tomó de la mano con más fuerza, como si le qusiera decir que no le diera importancia. Había sido particularmente incómodo, pero tendría que hacerse a la idea de que no sería la primera vez. Le sacó la lengua cuando le decía lo de las miradas.

-Te miraban a ti, por que eres feísimo. Cruzaron el Caldero Chorreante con apenas un par de personas ahí, y sin que nadie dijera una sola cosa por los perros. Claro, otra historia sería en el mundo muggle. Se detuvo en la puerta por que nunca había ido ahí, a Charing Cross, ni siquiera acompañada por alguien. -Bésame otra vez, vamos a ser felices los cuatro, ya verás.

Angus casi sentía ternura por las promesas de Aquila que eran parecidas a las que haría una niña. Terminó provocando que se riera de ella porque de verdad parecía tener muchas ganas de tener esos perritos y conservarlos. Sonrió un poquito, solo para fingir que la seguía complaciendo pero de mala gana y la tomó de la cintura para besar la punta de su nariz.

-Pero me los prestas el 29, mi papá y yo estaremos más dispuestos a jugar con ellos esa noche.-No podía creer que el tiempo fuera tan rápido y que ya pronto se fuera a cumplir un mes de la noche más horrible de su vida. No quería pensar en eso, antes solía hacer muchas bromas sobre su licantropía, pero ahora esas bromas ya no parecían tan graciosas o le traían malos recuerdos en cuanto las hacía, pero trató de que no se notara poniéndose serio o sombrío. Por lo menos no había pasado lo mismo con las películas, porque eso habría sido una verdadera desgracia.

Robin Van Persie le estaba arañando el zapato, buscando atención. Angus lo miró desde arriba y estuvo a punto de cargar al tonto perro para seguir complaciendo a Aquila y al jugador perruno del Manchester, pero ya no lo hizo porque entraban al Caldero Chorreante, donde nunca nadie le ponía atención a nada, ni a dos magos con un par de perros tontos. Pasaban más cosas raras por esos lares que ese despliegue de infantilidad ridícula.

La besó como se lo pedía, haciendo caso omiso de que iban a ser felices los cuatro porque no se lo terminaba de creer. -Seguro los voy a pisar como cuarenta veces, no sabes cómo es esto.-No los iba a pisar, era muy cuidadoso con los animales, y si esos iban a vivir en su casa, lo iba a ser el doble, pero le gustaba decirle eso a Aquila para preocuparla y enfadarla un poco.

Empujó la puerta del caldero para salir al espacio muggle.-Ya lo tienes, señorita, ahora encuentra un lugar donde entren tus méndigos perros.-La besó afuera, donde nadie los conocía ni los miraría raro, también para que no le pudiera contestar a su grosería de decirles méndigos a sus hijitos.

-¡Eres un desalmado!

Se lo dijo primero por lo del veintinueve, después por que los iba a pisar y después por referirse a sus hijitos como sus méndigos perros. Le dio un empujón como si no se quisiera dejar besar cuando ya habían franqueado la puerta del Caldero Chorreante, poniendo los puños sobre su pecho, pero después lo besó igual y pasó una mano por su cabello, recargándose en su pecho con fuerza en un medio abrazo, como si le hubiera dado gusto salir de Diagon aunque de todos modos lo hubiera besado y tomado de la mano.

Ya sabía que le ponía mal pensar en la próxima luna llena, y ella no se lo iba a confesar, pero también tenía miedo. Desde el principio sabía que era licántropo, que llevaba toda una vida conociendo esa maldición, pero sería distinto estar con él cuando ocurriera, más después del trágico secuestro. Tampoco dejaba de sentirse culpable al respecto y a veces se lo decía aún, sobre todo antes de dormir, casi entre sueños, volvía a pedirle que la perdonara y que lo amaba muchísimo.

-¿Me estás pidiendo a mi que busque un lugar en el mundo muggle? Sólo se ir al Marks and Spencer de por casa, podemos ir ahí si quieres... vamos a un parque, compremos comida rica. Tú debes de saber de esas cosas, no me atormentes

Por que hacía un día lindo y eso no se podía desaprovechar en Londres, con sol y todo. Había visto por los rumbos a los que se atrevía a ir en el mundo muggle, alrededor del apartamento, que había lugares de buffet take out para llenar tu plato y después comerlo donde te diera la gana. Siempre había pensado que esa idea era horrible, como de comedor de vagabundos, pero ahora le sonaba hasta atractiva, aunque de verdad no tenía la menor idea de dónde estaba y a dónde podrían ir.

-Tienes que ir con tus padres un día antes, y tener mucho cuidado. No quiero que te pase nada. Estaremos bien Se lo decía tomándolo por el rostro y mirándolo muy seria, justo cuando un par de niñas muggles en compañía de sus padres se paraban a mirar a los perritos haciendo voces y sin parar de decir que eran hermosos y que si podían acariciarlos. Sonaría estúpido, pero nunca había hablado con muggles que no fueran las cajeras de Marks and Spencer o los que atendían el teléfono para llevar comida. Les sonrió y les dijo que sí, riéndose de que le dijeran "gracias, señora". Volteó a ver a Angus levantando las cejas como para que se diera cuenta que todo el mundo adoraba a sus perros.

¿Él era el que la estaba atormentando? ¿Por pedirle que eligiera al azar un lugar muggle para comer con suerte para que dejaran entrar perros o tuvieran mesas afuera donde los pudieran amarrar? Ella era la que lo torturaba con esos perritos ridículos. Le dieron ganas de decírselo, pero se aguantó. Era inútil de todas maneras. Ya cerca de la luna llena se le quitaría la actitud esa y comenzaría a refutarle todo, pero mientras tanto el licántropo se aguantaba, porque podía.

-Bueno, conozco donde podemos comprar comida italiana para llevar, ¿se te antoja?. Pero que sepas que estoy muy decepcionado porque no hayas hecho ni el intento.

La tomó de la mano esperando que manejara a los perros solo con una,y que ni pretendiera que él iba a tomar la correa en algún momento, aunque sí cargó a Robin Van Persie en algún momento para cruzar la calle porque sentía que estaba enloqueciendo de miedo por todo el ruido que no había en el mundo mágico y sí en el muggle. -Malditos perretes sangre limpia, son totalmente nuevos en esto, como su mamá, pero tú no eres maldita, tú eres una visión. -El chihuahua le lamió la cara con amor y él solo intentaba retirarla aunque se estaba haciendo el duro, fingiendo. Sí se le derretía un poco su corazón de licántropo cuando los animales mostraban afecto desinteresado e inmediato de esa manera.

Lo dejó de nuevo en el piso y ya iba a responder sobre las precauciones que tomaría en luna llena, cuando llegaron las niñas a amar a los cachorros. Nada más le puso cara a Aquila de “sí, ya veo, no me importa” por el gesto que ella le hacía, pero sí se sonrió por debajo de la barba porque las niñitas estaban muy entusiasmadas. Cuando pudieron seguir su camino, Angus le pasó a la semiveela un brazo por los hombros.-En cualquier momento se me empiezan a acercar los adolescentes hormonales preguntándome qué raza eres y cómo me consigo una como tú.

Le besó la cabeza y señaló que el lugar estaba a tres cuadras de ahí y que no faltaba mucho.-¿Estarás esa noche, no? Con mi madre y con Peach. ¿O las vas a dejar solas? -Era importante para él saber eso, tanto como para ella era importante que aceptara a sus bebés.

Le dio risa que llamara "sangre limpia" a sus perros, sólo por que habían salido de una tienda de animales mágicos. Eran perritos lindos que necesitaban amor todo el tiempo y el ruido de eos autobuses rojos enormes asustaría a cualquiera, hasta a ella la primera vez que había visto uno. No sabía cómo Angus podía estar acostumbrado a esas cosas. Podía manejar a ambos perros con una correa y no dejó de sonreírles a las niñas hasta que su madre se las llevó de una vez. Lo había mirado de reojo cuando Robin Van Persie lo amaba y tenía esa mirada de estarse conmoviendo pero no ceder.

Tuvo que empujarlo con su comentario sobre qué raza era. Su madre no estaba realmente cerca de ser una veela pura pero había algunas cosas que le hacían recordar que tenían una mezcla inusual en su sangre, por más que a su familia le encantara alardear de la tradición y el apellido. Nunca había pensado en eso, o lo había hecho muy pocas veces, la costumbre de no cuestionar los santísimos preceptos de los Lillyvick. Si la vieran en ese momento, paseando por el mundo muggle en compañía de Finnerty... y con perretes.

Le gustó sentir su brazo sobre sus hombros y caminaba con el orgullo de una recién casada aunque no estuviera realmente en esa situación. Siguió el lugar con la vista, pero lo interesante fue encontrarse otro restaurante antes, con ese lindo anuncio de "buffet takeout", pero era un restaurante que decía ser tailandés. Lo que había de reojo se veía demasiado raro, y demasiado rico. Se detuvo frente al restaurante cuando Angus le hacía esa pregunta. Bajó la mirada con cierto gesto resignado, guardándose las ganas de responderle que su madre y su hermana la odiaba. Era cierto, no tenía qué ocultarlo.

-Voy a estar ahí. Hizo un gran esfuerzo para no soltar el montón de razones que tenía para no hacerlo, y tampoco es que fuera una cuestión de sólo ceder por que él cedía a la tontería de los perros. Era importante para él, lo sabía. Aguantar las malas miradas de Peach Finnerty o de su madre, después, además, de ese día de pesadilla que había pasado con ellos, sería una de las cosas que tendría qué hacer por él en adelante. Estar a su lado no significaba sólo pedir pizzas por teléfono y olvidarse del mundo.

-Pero quiero comida tailandesa, y luego vamos por la tuya. ¿Me esperas? Quiérelos mucho mientras voy por mi comida. Dame dinero muggle

Su respuesta a su importante pregunta lo hizo abrazarla muy fuerte y casi cargarla enfrente de todo mundo, pero ahí en el mundo muggle no eran más que una pareja enamorada, una pareja cualquiera sin ninguna historia fea detrás de ellos. Sabía que Peach no quería saber nada del asunto, su madre tampoco aunque era más discreta, pero en algún momento tendrían que aprender a sobrellevarse las unas a las otras. Angus quería a Aquila, también quería a su familia. No iba a hacer ninguna separación y Aquila tendría que lidiar con ello en la misma medida que su hermana y su madre. Sabía que con el tiempo, o eso creía, iban a terminar forjando algún tipo de lazo, aunque fuera mediante una situación terrible.-Te amo-Le dijo con seguridad tomándole la cara entre las manos y dándole un largo beso olvidando su hambre.

-Te espero.-Le dijo mientras se sacaba libras del bolsillo, le había explicado a Aquila algunas cosas sobre dinero muggle pero no sabía si lo había entendido. De todos modos seguro que con pestañearle un par de veces al de la caja podía o pagarle menos o llevárselo gratis.

Se quedó afuera dejando que hiciera las cosas sola, porque no podía estar encima de ella todo el tiempo y tendría que ir aprendiendo, porque Angus era muy apegado al mundo muggle como para olvidarlo por estar con Aquila y al contrario, le gustaba que ella fuera viendo todo lo que el mundo mágico no tenía para ofrecer.

Se quedó afuera con los perretes. Cuando pasó una chica con pinta de punk y se le quedó mirando raro por esas cosas, Angus rápidamente se excuso.-No son míos, son de mi novia-Pero la chica punk únicamente se había reído y él se sintió muy avergonzado. Alguien más se detuvo a hacerles cariñitos, una niña de cómo quince años. El licántropo solo sonreía pero se estaba muriendo de la pena por todo eso.Le pareció que Aquila se tardaba años y le dieron ganas de cargar a los perros e ir hacia adentro para asegurarse de que todo estuviera bien, pero Aquila ya salía con su comida.

-Me arrepentí después, me hubieras traído algo a mi también. Tengo que conseguirte un celular, ¿sabes lo que es eso? ¿salió todo bien con el dinero muggle?-Rápido se ofreció a cargarle la comida y que ella se encargara de las correas de Ginger y Robin.

Todavía se quedó resonando ese te amo al que sólo había respondido con un beso rápido, y le hacía sonreír como una tonta cuando tomaba una buena selección de esa comida thai que aseguraba ser mayormente vegetariana. Acercaba un poco la naríz para oler algunas cosas que se veían muy extrañas y al final llenó su plato lo más que pudo antes de que le pusieran una cobertura metálica para que no se le cayera nada. Llevaba además en la mano un trozo de algo extraño que parecía ser como una calabaza con algo cremoso en el centro. El oriental le cobró sin decirle nada cuando llevaba algo en la mano y ni se fijó si había pagado completo.

Salió todavía masticando y con todo en las manos, acercándose hasta Angus para darle a probar de la cosita esa extraña en la boca. Pensó que se veía adorable con los perros y todo había qué decirlo, muy ridículo, por eso se empezó a reír, cubriéndose un poco la boca para no verse desagradable.

-Ah no, ahora vas por tu comida italiana. Así podemos compartir, la verdad elegí las cosas que se veían bien pero no tengo idea a qué saben. Si algo está incomible, me das toda tu pasta y ya

Se lo dijo y le sacó la lengua. No sabía exactamente qué era un celular pero había visto a muchos muggles usándolos. La verdad no quería uno, ni quebrarse la cabeza aprendiendo a usarlo o sobresaltándose cuando sonara como había ocurrido con el teléfono fijo la primera vez que lo había escuchado sonando. Le pasó la comida sólo para no torturarlo con Robin Van Persie y Ginger Fitzgerald. Al final, la pomerania blanca se llamaba así, era oficial desde que no había puesto esfuerzo por cambiarle el nombre.

Caminaba como si supiera a donde se dirigía, con buena cara aunque sólo estaba pensando en el tiempo que tendría qué pasar en casa de los Finnerty. Había demasiadas cosas en las que no habían pensado, para empezar, que salvo Malik por pura tolerancia, que todo su círculo de amigos la iba a odiar, apenas poco menos que su hermana. Ella también tenía que cargar con toda la culpa de haberlo puesto en la línea de fuego aunque había querido convencerse de que con ella o no, lo hubieran utilizado para sus atrocidades. No sabía si darle vueltas al asunto realmente la tranquilizaba.

-¿Me habrán dado de baja? Tengo semanas sin ir a Brigantia...

A la comida rara de Aquila que parecía un pastel de Hogwarts le dio una mordida tan grande que casi le come los dedos a la semiveela. Él casi no le hacía ascos a nada de comer, pero sí prefería más que ninguna otra cosa los cortes de carne que al pincharlos sacaran un poco de rojo. Le hizo un gesto con los ojos de “sí como no” porque si no le gustaba algo de su comida tailandesa él no iba a darle nada de su pasta, él necesitaba alimentarse más que ella y que lo fuera sabiendo.

-Si no te gusta lo que elegiste, yo me como mi pasta y luego te llevo por una de esas hamburguesas de la primera vez, pero ahora sí te la tienes que acabar. Y te presentaré como mi novia, para que los de ahí no lo puedan creer.-Con todo y la comida, los perros y lo demás se las apañó para darle un beso apresurado en la boca, antes de que le sacara la lengua.

Llegaron al restaurante italiano y ahora fue él quien le pidió a ella que esperara afuera, nada más por imitarla, pero al estar dentro del restaurante sintió todo el tiempo muchas ansias y trauma por que cualquier gañán se le fuera a acercar a su mujer con sus bebés. Tan mal se puso de sus nervios que apuró a los que lo atendían, que seguro pensaron que era un despreciable déspota. Salió con sus bolsas y todo estaba bien, se permitió respirar.

-Venía pensando que ya tenías que ir acostumbrándote al mundo muggle pero ahorita que te dejé tuve miedo todo el tiempo. Jamás te voy a dejar sola.-Estaba exagerando y la verdad nunca había sido nada celoso, pero el pensar que cualquiera la mirara de más, a ella, le enloquecía, se había comprobado en su casa, con el tal Markus al que Pearl había dado un batazo en su honor.

-Y tal vez sí te dieron de baja pero no creo que sea nada que no puedas solucionar hablando con tu decana, McCreary es muy accesible y muy amable.-Al menos con él lo era, no sabía con los demás-Y ya sabrán de tu situación, además. Viene el Samhain, ¿quieres ser mi pareja en la fiesta esa que harán?-Sería su primera aparición oficial “en sociedad” como una pareja, casi un mes después de lo ocurrido, ya era tiempo, no se podían esconder por siempre. Esa respuesta era tan importante como la de si pasaría la luna llena con sus otras mujeres. -¿Parque o nuestra casa?

Le hubiera replicado un montón de cosas sobre que se iba a tener que comer lo que había elegido pero sí, se las ingeniaba para besarla antes de que pudiera replicar o desviar el rostro. Sólo lo había mirado de espaldas entrando en su restaurante, con una sonrisa tonta en los labios por que Angus dijera que la iba a presentar como su novia. Estaban viviendo juntos, de pronto en medio de un montón de intimidad que no se hubiera imaginado tener hasta que se matrimoniara, y aún así, sentía cosquillas cuando decía cosas así. Miró hacia la calle un rato sintiendo que estaba actuando, que fingía ser una muggle normal y que nadie se daría cuenta que era una bruja que se asustaba con los autobuses rojos.

Sonrió a un par de personas que miraron a los perros antes de que Angus saliera con su comida, riéndose con eso de que tenía miedo todo el tiempo. Ella también era extremadamente celosa pero todavía no lo había mostrado, quizás por que habían estado prácticamente solos y no tenía tiempo de verlo en la perspectiva de nadie más, aunque había pensado que de verlo ahí en el bar le haría una escenita a cada momento con las tipas que fueran ahí a enseñarle las tetas en la barra.

Pensó lo de McCreary, no se veía una de esas brujas rígidas que no aceptaran nada de lo que se les decía, así que se encogió de hombros pensando que tendría que ir con ella cuando se terminara toda esa locura de la "luna de miel", curiosamente un periodo demasiado difícil después de esa luna llena fatídica. Robin Van Persie le ladraba a un tipo en bicicleta que pasaba por la calle cuando le escuchaba su formalísima invitación al Samhain. Se rió, aunque con un poco de nerviosimo. Sabía lo que significaría ir juntos, por eso no le respondía de inmediato.

-Claro que voy a ser tu pareja. ¿O qué, ibas a invitar a alguien más?

Lo miró con los ojos entornados antes de morderse un poco el labio inferior escuchando su última pregunta. Su plan inicial era ir a llevar a los perros a que conocieran el pasto pero pensándolo mejor, preferiría llegar a casa, quitarse esa falda y los tacones y echarse en el sofá a comer, a perder el tiempo y quizás a follárselo. Sentía que se estaba poniendo insaciable, pero hasta el momento, a él no le había molestado.

-Vamos a casa, me quiero quitar los tacones. Qué bien sonaba referirse a ese apartamento como ir a casa. En verdad, cada que volvía ahí, sentía que estaba donde debía estar, a pesar de todo.

-¿Si nos aparecemos crees que los perros terminen desintegrados?-Preguntó riéndose. No lo sabía a ciencia cierta y no quería averiguarlo con sus bebés así que, como llevaba mucho dinero de sobra (el que pensaba usar para llevarla a un restaurante muy caro) decidió tomar un taxi que los llevara de vuelta a casa, aunque cobrara el tesoro nacional de todos los tiempos. Él nunca tomaba taxis, pero iba a hacer una excepción por los perritos.

-Como no nos podemos aparecer sin estar seguros de que Ginger no va a perder una pata, vamos a tomar un taxi, ¿te has subido a un carro aunque sea modificado con magia? Mete a los bebés en su caja.-No se había dado cuenta de que él mismo ya estaba hablando ridiculeces diciéndoles “bebés” en vez de méndigos perretes como al principio, se le olvidaba por momentos que tenía que hacer como que no se le había ablandado el corazón.

-Sí, pensaba invitar a otras cuatrocientas chicas si tú me decías que no, a ver cuál caía.-Era una estupidez, ni siquiera era el mejor momento para pensar en eso. Todo se había malogrado con Loreen, que era la chica con la que más cerca había estado de tener algo. Y pensar que se había malogrado por Karim, Pearlie y Aldrich irrumpiendo en su bar, parecía ahora una especie de ironía. Y también una mariconada, porque se había malogrado también por haberse comportado como un idiota, pero él no lo quería pensar así. Aquila nunca sabría al verdad de esa historia a menos que le diera veritaserum. No iba a ponerse a pensar en cuan diferentes habrían sido las cosas con Loreen, incluso en la víspera de la luna llena.

-¿Sabes qué me va a poner mal? Que nos vean follando, prométeme que nunca los vas a dejar que nos vean follando.-De verdad le preocupaba tener la vista de esos perros tan ridículos encima todo el tiempo si se le ocurría desnudarla o querer follársela toda la noche. Ni hablar, afuera de la habitación apenas le entraran ganas, iba a ser una regla de oro.

-Voy a conseguir otro trabajito como el de hoy para comprarte un vestido para el Samhain, aunque creo que fácil podrías ponerte uno de los ochenta que te llevaron tus amigas. No será de Chanel, no te emociones.-Era la única marca que sabía y la única que sabría toda su vida, porque Aquila la había mencionado y se le había quedado grabado, como todo lo que hablaba. Y si su papá lo viera gastando en taxis, en cenas y en vestidos, le rompería la boca al menos una vez.

-¡Un taxi, qué miedo!

Por supuesto que hizo que sus bebés entraran en la caja de donde los había sacado cuando veía que Angus paraba uno de esos autos negros. Ella lo veía como si hubiera llamado a un dragón con un silbido y miró con una sonrisa exagerada al tipo que les preguntaba que a dónde iban, aunque ella no sería la que diera la dirección. Se puso el cinturón de seguridad y miraba la calle con emoción como si estuviera dentro de la experiencia más alocada de su vida, con los perrillos queriendo quitar la tapa de la caja con la naríz por que aparentemente odiaban estar tapados.

-Claro que no nos van a ver, les provocarás traumas de infancia

Lo besó como loca ahí en el taxi notando que el conductor ni se inmutaba cuando lo soltaba, y acomodó su camiseta cuando le empezaba a decir que le iba a comprar un vestido. Negó con la cabeza, aunque la verdad tendría ganas de estrenar algo para la fiesta como hacía en cada equinoccio o evento importante. De todos modos, sentía que podría fácilmente vivir sin esas costumbres consumistas ahora que estaba con él. Le tapó la boca con una mano.

-No me compres nada, deja de malcriarme. Mañana empieza mi curso de cocina y housekeeping, así yo te voy a malcriar haciéndote esos estofados de carne rojísima que te gustan. Yo también puedo malcriarte.

Seguramente su madre también le rompería la boca de verla subida en un auto muggle con un licántropo mestizo que era el ejemplo de todo lo que creían malo para su nombre. No se le había olvidado, lo curioso era que estar con él en el presente era más sencillo que llevar un compromiso, planear una boda y todo lo que había hecho desde hacía un año. El taxi se detuvo cuando llegaban a casa y al escuchar el monto, Aquila sacó el dinero que aún le quedaba de su comida, agarrando a Angus por la muñeca para que la dejara pagar. Se tardaba el doble que una muggle adaptada al mundo normal, pero le daba el monto exacto. Al fin, estaban en la puerta del apartamento donde llevaba casi un mes. Su casa.

Le sacó las llaves del bolsillo de su pantalón aprovechando para tocarlo con bastante intención antes de abrir la puerta y dejar entrar a los perretes con correa al que sería su nuevo hogar. Ni siquiera se había preocupado por averigüar si en ese apartamento admitían animales.

El licántropo se sorprendió mucho de que le pidiera que no le comprara nada pero era una excelente señal. Claro que quería consentirla, ni estaba seguro de si era una necesidad provocada por su brillo de semiveela o si solo eran los deseos naturales de un hombre enamorado de consentir a su mujer. Enamorado, quién lo diría, y de una chica como esa. Siempre se había fijado en chicas menos delicadas, por decirlo de algún modo, su prototipo de mujer ideal hasta ese momento había sido otro, pero ahora que la tenía era ella, nadie más, quien le resultaba perfecta.

El licántropo la besó con descaro de nuevo por lo de los estofados de carne rojísima. Hasta ese momento no había puesto a Aquila en ese papel, de que le hiciera de comer y lo tratara con ciertos modos como su mamá hacía con su papá, pero en ese momento se enterneció más que con los mismísimos perretes. Él tampoco se detuvo a investigar si ahí se admitían animales aunque había un reglamento cerca de la puerta donde seguro especificaban. Le daba igual, ya estaba hecho y era bueno entrenando perros y sino, que le preguntaran a Gianna, y sino, había hechizos para callar animales sin dolor, sin regaños y sin que lo notaran.

Los vio recorrer como locos su nuevo departamentito pequeño, luego de haber visto mundo, ese lugar debía parecerles feo y encerrado. Dejó la comida en la mesa de centro. Se estaba muriendo de hambre pero primero lo primero, besar a Aquila y meterle mano. Nunca estaba de más. La arrinconó contra la puerta que recién habían cerrado y volvió a buscar su trasero mientras se acercaba a ella lo más que podía. Luego de besarla y de acordarse de la existencia de los nuevos inquilinos, se fue a sentar al sillón para preparar la comida.

-Ya saca tus cosas, quiero probar de lo tuyo. ¿Oye y no tenías algo para leerme? Lo has estado posponiendo demasiado.-Se refería a las cosas que ella le había dicho que había escrito, tenía ganas de escucharla y dar una valoración, aunque ya imaginaba su poca objetividad, tenía un abuelo que había escrito bastante y una abuela que también lo había hecho bien, algunas nociones tenía aunque no estudiara periodismo.

Sólo esperaba que no dejara ladrar a Robin Van Persie todo el día con uno de esos hechizos insonorizadores que él ni siquiera notaría. Dejó su bolsa y su capa en cualquier lugar, soltó las correas de los perros y corrían libres cuando Angus la besaba contra la puerta. Le encantaba que hiciera eso, como si no pudiera contenerse; se pegó a su cuerpo y enredó los dedos en su cabello, que también le gustaba demasiado, sobre todo sentirlo cuando la besaba de esa manera.

Llevó su pequeña bolsa de comida a la cocina y la sacó en orden, no como él que iba directo al sofá. Lo suyo eran dos pequeños platos de lo que ella había elegido de ese buffet exótico. Se comió algo con la mano antes de ponerlo sobre el baúl-mesa y sonrió cuando preguntaba por sus escritoss.

-Sí, tengo cosas qué leerte, pero primero come, tienes cara de hambre.

Se lo dijo apretando su mejilla como si fuera una tía abuela y casi se carcajea al ver cómo Ginger Fitzgerald le brincaba al regazo y se le acurrucaba ahí. Siempre ocurría con las hembras, se volvían locas con los dueños masculinos aunque fuera otro quien las procurara. Negó con la cabeza y probó una mezcla de verduras con un gusto agridulce que sabía bastante bien. Después se aventuró con otra cosa que le gustó más, con unos trozos de carne en una especie de cobertura crujiente.

-Oye, pues esto sabe bien. En adelante sólo comeré comida tailandesa... pero esto pica un poco. De hecho más que un poco. El calor se empezó a extender por su boca y movió la mano como si se estuviera enfriando con ella -¡Pica demasiado!

Antes de que se riera, lo empujó como si ya se hubiera burlado de ella y sus ojos lagrimeantes, levantándose intempestivamente para servirse un vaso de agua. ¿Por qué tenían que poner tanto picante en algo que sabía bien por sí solo? Todavía soltó unos gritos desde la cocina, y se dio cuenta que el agua no le aliviaba mucho. Encima de todo, Robin Van Persie que mostraba que no le gustaba nada la gente gritona, empezó a ladrarle.

Su hermana Peach le había dicho una vez que siempre tenía cara de hambre, pero solo porque aprovechaba cualquier cosa para comer y siempre estaba asaltando el refrigerador en busca de los pastelillos de mamá aunque esos nunca lo habían llenado. Le gustaba que Aquila tenía costumbres que la hacían parecer educada y ordenada, como ir a la cocina primero en lugar de hacer directamente un reguero en la mesa-baúl de centro tal y como había hecho él.

Sacó la pasta con carne, la pizza y otros platillos que tenían mucho hojaldre y mucho pan, abarcando casi todo el espacio que tenían para comer. Conjuró de la cocina unos cubiertos porque no le gustaban los de plástico y soltó una maldición cuando Ginger Fitzgerald se subió a su regazo.

-Oye bájate, ni creas que te voy a dar nada.-Le dijo al animal, pero la cachorra parecía no estar buscando comida tanto como amor. Así que luego de dos o tres segundos de regañarla la dejó estar. Ya se imaginaba que iba a ser una consentida de lo peor, y él iba a ser directamente culpable.

Alargó la mano para probar algo de la carne de Aquila, y comenzó a reírse muy escandaloso cuando a ella comenzó a picarle la comida, cada vez más. El escándalo siguió después del empujón, que solo lo incentivó a burlarse más. Si alguien le hubiera dicho que se iba a burlar así de Aquila Lillyvick lo hubiera creído a pies juntillas, pero no la parte en la que lo hacía en su departamento y con altas probabilidades de verla desnuda un rato después, ni amándola como lo hacía.

-Ponte sal en la lengua, en verdad funciona.-Dijo con la risa, aunque se levantó para cargar en volandas a Robin Van Persie asustándolo totalmente y poniéndolo muy nervioso.-¿Te vas a callar o qué? No ladres aquí.-Le hizo sonido para callarlo y lo zarandeó un poco. Ya sabía que eso no iba a funcionar para siempre pero no quería usar hechizo para callarlo a la primera oportunidad. Ginger no parecía muy contenta de haber sido relevada de su puesto.

-¿Ya ves? No puedes hacer escándalo porque Robin Van Persie hace escándalo. ¿No querrás que la vieja del primer piso empiece a recolectar firmas para sacarnos con todo y nuestros bebés, no? A ver si eso te enseña a bajarle al drama.-Para que no empezara con otro berrinche, bajó a Robin y se acercó a ella para abrazarla por la cintura y besar su cuello.-¿Ya estás bien?

Como cada vez que alguien se burlaba de ella, eso sólo la hacía hacer más berrinche y soltar grititos de ya deja de burlarte, te odio, además de estar buscando algo con qué quitarse lo enchilado de la boca. Miró a Angus con desconfianza con eso de la sal pero al final prefería creerle, más ahora que ya tenía lágrimas rodando por sus mejillas como si la hubieran hecho llorar por otra razón distinta a un maldito chile rojo tailandés. Robin Van Persie, por su parte, se asustaba con los regaños de Finnerty pero después ladraba una vez más antes de irse a esconder bajo el sillón, y seguramente iba a salir de ahí lleno de telarañas.

-Ya no lo regañes, le quedó claro quién es el alfa de la casa.

Le dijo todavía con la respiración agitada por el picante, pero al fin cediendo un poco. No sabía si era la sal o el trago de agua o qué, pero poco a poco se empezaba a disipar, aunque le ardían un poco los labios. Puso cada de enojada cuando le decía eso de bajarle al drama.

-Si yo "le bajo al drama" tú le bajas a tus neurósis, enojarte tanto te hace daño ¿Sabes? envejecimiento prematuro

Había escuchado a su tía Salvatrice, la hermana menor de su madre, decirle un montón de cosas como esa. Que debería de hacer menos corajes por que le iba a salir pico, que debería enojarse menos por el envejecimiento prematuro y además juraba que había empezado a pintar canas después de que Octavian "pidiera prestado" el auto mágico de su cuñado, por muchas razones. Primero por haberlo casi destruído en la primera juerga de su vida, y la otra, por que le horrorizaba que conduciera un cacharro muggle por más adaptado a la magia que estuviera. No sabía si alguna vez le contaría esas cosas a Angus, y eso también la ponía un poco insegura. Esa vida de magos conservadores era lo único que había conocido, y también le tenía cariño a sus recuerdos y a todo lo que implicaban.

Se hizo la enojada cuando la abrazaba por la cintura pero no pudo hacerlo más cuando besó su cuello e inmediatamente sonrió, volviendo a limpiarse el párpado inferior de las lágrimas provocadas por la comida thai. Le dio un poco de risa todo el asunto y después buscó sus labios para besarlo.

-¿Crees que te vaya a enchilar?

Le preguntó dándole un largo beso y repartiendo algunos más por su rostro, o prácticamente sólo por su barba y por su naríz. Antes de seguir besándolo suspiró de manera bastante exagerada y lo abrazó con fuerza. No dejaba de pensar en que estaría en la casa de sus padres durante la luna llena, y que iría de su mano al Samhain de Brigantia. Estaba ocurriendo, y aunque no cabía ya ni un poco de arrepentimiento, estaba muy nerviosa respecto a todo, quizás por que nunca había querido a alguien tan distinto a ella, aunque él podría pensar exactamente lo mismo.

Verdad que no le habían pasado la aspiradora ni la escoba en mucho tiempo a ese sillón, así que Robin Van Persie sí que saldría lleno de telarañas. La verdad la limpieza de ese lugar dejaba mucho que desear pero ni Angus ni Karim solían pasar ahí tanto tiempo como últimamente. Aquila lo notaría cuando sus vidas volvieran a la normalidad, o que volvieran a estar lo más cerca de eso porque jamás vivirían de nuevo como antes, ni ella ni él. Aunque ella de pronto decidiera que quería volver a su familia y a su prometido, lo que había vivido con él jamás se borraría, a menos que se conjurara un potente obliviate.

-Ya no puedo esperar a ser un viejo, por eso soy un neurótico.-Le dijo bromeando, no era la primera que le decía eso, Elisa también le decía que se enojaba demasiado pero ella no podía decir nada porque era una loca clínica.

-Claro que no me voy a enchilar de tus besos inocentes, mujer. Soy un licántropo.-Otra vez volvió a sentir esa punzada de que ya no estaba cómodo haciendo bromas con su licantropía como las había hecho toda su vida, al menos no con que él las dijera como si no se tomara en serio a sí mismo como lo había hecho todo ese tiempo.

La besó, acarició su espalda, sus manos parecían desesperadas por aferrarse a ella y la junto más al mueble de la cocina. Siempre quería acorralarla e imponerse. La encontraba tan delicada en apariencia que era imposible no querer imponerse, para que supiera quien era el alfa de la casa como Robin Van Persie lo sabía ahora.

-Los hipogrifos me odian cuando se acerca la luna llena, es difícil que dejen que los toque. ¿Crees que pase lo mismo con los perretes?- Se sintió como un marica preocupándose por eso y para contrarrestarlo, volvió a besar a Aquila, ni quería que le respondiera mejor, o que se diera cuenta de que su pregunta era una ridiculez. -Mejor léeme ya.

Le hizo caritas de burla cuando le decía que era un licántropo resistente a todo, hasta a los besos con especias tailandesas. Le dio cierta calma que aún pudiera decir esas cosas sobre su licantropía, por eso había acariciado su rostro con inusitada ternura, mirándolo con una sonrisa antes de que se volvieran a besar. Le gustaba la manera en que la acariciaba y trataba de imponer la diferencia de complexión que tenían, por sólo mencionar una. Por supuesto que le gustaba caminar por las calles muggles de su mano sabiendo que era un hombre fuerte, demasiado masculino, de esos que podrían imponer. Dejó su peso sobre sus brazos como si tuviera que levantarla de un desmayo, algo que le encantaba hacer, a veces acompañado de un "me desmayo, cárgame".

-Todos te odian cuando se acerca la luna llena, te pones como viejo cascarrabias Se permitió la broma sólo por que él había hecho una antes.-Claro que no, son el amor, mira a Ginger, ya se enamoró del sillón de Malik. Si puede amar eso, seguro que te aguanta Lo dijo por que Ginger Fitzgerald estaba en el sofá, lamiéndolo como si la vida le fuera en ello, y antes de que se levantara, había hecho lo mismo con el pantalón de Angus.

Le había respondido a pesar de todo, de su beso y de darse cuenta que se había sentido tonto haciendo esas preguntas sobre los perros, queriendo mantener su postura sobre lo poco felíz que estaba con la decisión de llevarlos a casa. Le dio un poco de risa, queriendo salirse un poco por la tangente por el asunto de leerle sus artículos editoriales. Estaba segura que se los mostraría y que quería hacerlo pero ya estando cerca se acobardaba un poco, pues ya no sería sorpresa para él que nunca se había sentido realmente muy inteligente.

-Ni siquiera hemos comido...

Repartió más besos por su rostro, despeinándolo por que casi siempre llevaba el cabello atado y ese día no era la excepción. Le dio unos besos más en el cuello, olisqueando su cuello y su cabello como ya era costumbre en ella hacer, metiendo las manos a los bolsillos traseros de su pantalón.

-Robin Van Persie no ha salido de abajo del sillón ¿Y si se perdió en otra dimensión ahí?