¡Robin Van Persie!

No era el primer perro que Angus había visto enamorado de un sillón y teniendo una candente relación con el mismo. Seguía sin entender por qué algunos perros se empeñaban en lamer y lamer ciertas superficies. -¿Qué le pasa, por qué está haciendo eso? Ginger Fitzgerlad tonta.-Al recibir sus besos se los contestó besándole y raspándole toda la cara. Ni se acordaba del hambre y de comer por estar ahí acurrucado con ella, besándola y haciéndose el idiota. Miró hacia el sillón donde Robin Van Persie se había metido. -No importa, se fue a la casa de los conejos de la película de Malik, pero volverá. Traumadito y todo, pero volverá.-Le tomó la cara con las dos manos y la besó por onceava vez en el mismo minuto, haciendo nada de caso al rugido de panza que le salió de las profundidades.

-Vamos a comer, para que ya no digas y sigas dándole vueltas a eso.-La tomó de la mano, aunque solamente se iban a mover de la cocina a la sala y no era mucho espacio. Se volvió a sentar en su lugar y le puso algo de pasta a Aquila en su plato por si ya no quería volver a enchilarse con la comida tailandesa, al final sí le estaba compartiendo aunque le hubiera dicho que no.

-¿Quieres ver algo en la televisión? Creo que me perdí el juego entre el Manchester y el Chelsea. Ahora Joe y yo no apostamos con nadie. Siempre buscamos gente con quien apostar, no aprendemos aunque nos ha ido muy mal en la vida. ¿Crees que te puedas hacer fanática del futbol? Si te hicieras fanática del rugby mi papá te amaría.-Claro que sabía que un paso a la vez, que Aquila ya estaba haciendo mucho con toda la información que se le daba a diario respecto al mundo muggle, pero si él le decía todas esas cosas era porque le daba emoción.

-O sea que Robin Van Persie es del equipo rival, van a pensar todos que soy un traidor y todo por tu culpa. -Le dijo con la boca medio llena, aunque se arrepintió de verse tan poco principesco y se disculpó con gestos, su mamá jamás le hubiera perdonado eso. Y hablando de mamás…-¿Quieres conocer a mi mamá biológica? Es hermosa como semiveela.- Antes de que Aquila pensaba que la iba a llevar a conocer a un fantasma, sacó del bolsillo de su pantalón la cartera donde llevaba una foto de Eugenie y su padre, y se la enseñó. Era una foto muggle, sin movimiento.

Se asomó abajo del sillón llamando al perro para que saliera de una vez antes de sentarse y seguir comiendo. En efecto, salía todo opaco por el polvo que había abajo y empezó a pensar que tendría que darle un baño, un baño en tina y lleno de burbujas o alguna tontería así. Le dijo un montón de cosas bobas a Robin Van Persie con las orejas llenas de telarañas, que iban desde cariñito mío luz de mis días hasta belleza hecha perro. Una de dos, o Finnerty se carcajeaba o le ponía los ojos en blanco, o una mezcla de ambas.

-Sí, quiero ver televisión. Espera, no la prendas, sé como hacerlo...

Y sí, sabía cómo hacerlo. Tomó el control y presionó el botón de encendido sonriendo al haberlo logrado y además haciendo un gesto para que esperara, sabía cómo poner el canal que quería ver. Sonrió ampliamente cuando vio que estaban esas animaciones absurdas, una donde salía un extraterrestre gris y vivía con una familia. No entendía de dónde sacaban tantas tonterías los muggles, aunque realmente la televisión sirvió casi de sonido de fondo, sobre todo cuando le seguía cambiando a los canales y encontraba un partido de fútbol, todo era verde, lo reconocía por las revistas.

-Ahí hay un partido, dice... QPR contra... ASN, no tengo idea qué sea eso, no son tus equipos ¿No? ¿Y qué tiene de malo Robin Van Persie? Era campeón anotador, eso es genialísimo. A ver, con este partido me tienes qué hacer fanática. Luego buscamos uno de rugby

No creía que David Finnerty le fuera a tener aprecio por algo así, pero tampoco se lo dijo. Respecto a su familia se iba a empezar a callar muchas cosas, por que si algo había aprendido en las relaciones era que la sangre era intocable y no había manera de cambiar la familia que tenían, sólo cambiar la manera en que iban a relacionarse con ellos. Con la suya la única opción había sido dejarlos, y era una pena. No quería que Angus hiciera lo mismo, además tenían una relación aparentemente distinta a la suya con sus padres, o con su hermano.

Y hablando de familia, Aquila se quedó con gesto de no entender de qué hablaba cuando vio esa fotografía. Siempre había pensado que su madre era su madre y ya, pero ahora resultaba que tenía una madre biológica y al verla, de hecho, pensaba que se parecía a ella.

-¿Tu madre biológica...? Angus, yo no sabía eso. Eso es algo importante de saber... te pareces a ella

Angus la miró embobado mientras Aquila prendía la televisión ella misma, le gustaba que ya supiera manejar varios aparatos muggles y que lo hiciera entusiasta, pronto dejarían de parecerle cosas extrañas y pasaría a hacerlo con naturalidad. Ya le iba a pedir que le dejara puesto mejor a las caricaturas, pero Aquila siguió cambiándole y ella lo dejó hacer. No era Chelsea vs Manchester, eso que estaba ahí estaba en repetición.

-No, para ese partido habría que llamar a Leslie Ayres, pero es de ayer, no de hoy. Y no tiene nada de malo, es un buen nombre, pero no es de ningún jugador del Chelsea, el Chelsea es mi equipo. Van de azul, pero no a rayas como esos. ¿Sabes lo básico? Es como en el quidditch, tienen que anotar, para anotar deben meter el balón en esa portería…esos palos con la red grandota. Y como en el quidditch, cada uno tiene su lado, pero aquí solo pueden usar los pies, nada de meter las manos, eso está mal, mal, mal. Y el árbitro te saca tarjeta roja.

Todo eso lo explicó rápido mientras Aquila se recuperaba del shock por lo de la madre biológica, no era algo que saliera en la conversación muy seguido, ya lo sabía, pero por alguna razón no había querido tratar el tema de Eugenie como algo solemne con Aquila. Que le dijera que se parecía a ella lo hizo sonreír, no era la primera que se lo decía, de niño su papá se lo había dicho a menudo, también su abuela, la tía Frances. Le hubiera gustado saber más de ella, como había sido. De niño muchas veces imaginó cómo hubiera sido estar con ella, siempre era diferente, la verdad su madre se le hacía misteriosa hasta en la foto.

-Perdón, sí es importante de saber. Se llamaba Eugenie, me tuvo joven y yo tenía pocos meses cuando la mataron, ¿sabes que ver thestrals es un “don” en mi profesión? Pues tengo ese don porque aunque era muy bebé, vi cuando la mataron, lo hicieron enfrente de mi. Pagan más que bien por la gente que atiende thestrals, más que los que atienen hipogrifos o abraxans. Al final se salió con la suya y me dio algo, tiene cara de ser de las que se salen con la suya, ¿verdad que sí?-Volvió a mirar la foto para terminar guardándola de nuevo donde pertenecía. Le gustaba esa historia de los thestrals, aunque muchos la encontraban deprimente.-¿Tú? ¿Tienes alguna historia así qué contar? ¿Saliste de una cáscara de chícharos?

Sí, tenía toda la intención de entender el fútbol como había ocurrido con el quidditch. Le había empezado a gustar cuando su padre había comprado a los Appleby Arrows y a fuerza de interesarse por los negocios familiares había pasado muchas tardes con él desde el palco principal del estadio mirando entrenamientos y un montón de cosas. Aún ese año lo había hecho, y eso la hizo ponerse un poco nostálgica por que en verdad quería a su padre. De hecho, había pensado que si se le ocurría la descabellada idea de que aceptaran su decisión, sería él con quien hablaría primero.

Pero aunque entendió lo de las porterías y las reglas de no tocar el balón con las manos, rápidamente se le iba la atención en el detallito de contarle que su madre no era realmente su madre. Hasta dejó su comida a un lado y se acercó más a él, para mirar la foto de nuevo y escuchar su historia.

No le quitó la vista de encima cuando le contaba y como ya lo había visto antes, pero por situaciones muy estúpidas, era de lágrima bastante fácil y cuando le contaba lo de los thestrals y por qué podía verlos se le escaparon un par de gotas saladas de los ojos que se limpió sin vergüenza, por que la verdad nunca le había dado cuando lloraba en público, por que no fingía. No quiso preguntar por qué la habían matado, esos habían sido tiempos de guerra y sabía exactamente de qué lado había estado su familia. Sonrió a medias con su pregunta final, cuando él ya guardaba la foto. Le iba a decir algo pero sólo se le ocurrió besarlo, con mucha más solemnidad que los besos juguetones que se hubieran dado antes, pasando una mano por su cabello y mirándolo con intensidad.

-Te amo muchísimo

Y sobre todo amaba estar sabiendo cosas de él, aunque fuera difícil y ambos se sacaran de quicio al menos un rato al día. Ginger Fitzgerald se le había vuelto a acomodar cerca a Angus, mientras Robin Van Persie olisquieaba unos libros que estaban en el piso, de esos que Angus prometía siempre poner en un librero. Le hizo gestos y le sacó la lengua cuando le preguntaba si había salido de una vaina de chícharos.

-Pues no, no tengo ninguna historia como la tuya. Y mi madre no es veela pura, ni siquiera mi bisabuela, la herencia ya es lejana. Pero no... nada. Mamá casi termina en Azkabán por... bueno, ya sabes por qué. Lleva la Marca Tenebrosa, y Octavian. Negó con la cabeza, quizás para él eso no era un secreto, aunque técnicamente nadie sabía esas cosas. Se recargó en el respaldo del sillón de nuevo llenándose la cabeza de ideas, sintiendo que si seguía pensando por mucho tiempo le iba a dar migraña.

El licántropo notó que el beso de Aquila llevaba mucha solemnidad y era muy sentido, se lo contestó de la misma manera. Ya sabía que su vida no había sido muy común, pero su padre se había metido en demasiadas cosas en su juventud, podría decir fácil que el desarrollo de ambos no había sido precisamente el más feliz, pero Birdie siempre había estado ahí para los dos, lo mismo Joachim. Y Tobias, y Frances, y Willow, y todas las demás personas que habían ayudado a que tanto David como él vieran la vida como algo más que una pena, con o sin maldiciones, con o sin muertes. Le hubiera gustado conocer a su mamá, como era natural, pero Birdie era su madre con todas las letras y con ella nunca le había faltado nada.

-Yo también te amo muchísmo.-Le repasó con los pulgares los lugares donde habían pasado sus lágrimas y le pareció un tierno detalle que se hubiera tomado tan a pecho su historia. Aquila era mucho más sensible de lo que parecía a simple vista. En Hogwarts siempre le había parecido una chiquilla desagradable y desgraciada, de esas que nunca lloraban, pero se había equivocado, todo ese tiempo se había equivocado. Ojalá Peach pudiera verlo pronto también, tal vez en la luna llena lo entendería.

Escuchó su historia, que según ella no era una historia, pero a Angus ese asunto de las veelas le parecía bueno. No alcanzaba a imaginar como una criatura mágica como esa escogía al hombre con el que terminaba teniendo descendencia. La abrazó más por la mención de Azkaban y también por lo de la Marca Tenebrosa. No recordaba haber visto a Octavian aquella noche, porque le habían borrado la memoria, pero no le quedaban dudas de la clase de personas que eran los Lillyvick.

Sin pensarlo tomó su muñeca y le pasó suavemente los dedos por la misma, no había rastro de nada, no había marcas. -¿Quisiste tenerla, alguna vez?-La pregunta era honesta, luego de acariciarla besó la misma zona. Ahora era suya, eso no importaba pero de todos modos quería saber. Se recargó en el respaldo del sillón, quedando a su altura. Ginger Fitzgerald caminó por encima de ellos hasta sentarse en el lado opuesto.

Le había gustado que notara la diferencia entre ese beso y los de antes, y más le gustó que le respondiera lo mismo, pareciéndole todavía increíble que no supieran un montón de cosas el uno del otro y aún así se dijeran que se amaban sin dudar. Dudaba de otras cosas, del futuro, de los demás, de la capacidad que tendrían para tolerar sus mutuas manías, pero no dudaba que lo amaba. Eso jamás. Y en efecto, era mucho más sensible de lo que parecía, aunque en Hogwarts siempre se había enfocado en usar su enojo y sus lágrimas para las cosas que la fastidiaban momentáneamente como no tener el mejor lugar en los partidos de Quidditch o no ser el centro de atención en algún baile. Habían pasado muchos años desde eso.

Se recargó un poco en él cuando la abrazaba luego de que mencionara lo de la Marca. Para los liberales más suspicaces los Lillyvick podrían parecer todo un señuelo de potenciales magos oscuros pero la gente era muy disfreta en esos tiempos, si es que querían hacer algo importante. Había estado en medio de todos esos secretos pero nadie jamás había pensado que peligraban con ella, por que nadie la consideraba particularmente brillante en ningún aspecto. Ella seguía creyendo que, hasta cierto punto, no lo era.

Tenía la cabeza en su hombro cuando tomaba su muñeca y la repasaba con los dedos, el lugar donde habría estado una marca tenebrosa de así decidirlo. Frunció el ceño con su pregunta. La Marca nunca le había parecido algo que ella pudiera tener por que aparentemente estaba reservado para personas con más seso y principios más firmes que el de ser una princesa mimada. Había aprendido modos familiares de considerar sólo a las personas que ellos consideraban y como era un éxito en esos círculos nunca pensó en nadie más. Era así de simple. Negó con la cabeza.

-No, creo que no. Para las cosas serias estaba Octavian, yo sólo hacía lo que me decían

Y seguramente nadie pensaba que una abeja reina en Slytherin tenía tan poca voz en su entorno familiar, pero era cierto. Decírselo a Angus de esa manera también era una demostración de confianza, por que si algo le era caro era su orgullo, y a pesar de ese drástico cambio en su vida no estaba dispuesta a que todo el mundo dejara de verla como la perra inmisericorde de la que alguna vez habían tenido cuenta. Le gustaba su reputación superficial, pero al estar con él no tenía que esforzarse por no bajar la guardia. Lo volvió a besar mientras su otra mano se quedaba acariciando a Ginger Fitzgerald que les había pasado por encima para ir a recargar su cabeza en su pierna.

-Tú nunca me dices qué tengo qué hacer, todo es sencillo... Una vez Octavian le partió la cara a un pobre chico de segundo curso, él iba en quinto. Me dijo que le atara los pies o le iba a contar a mamá que había defendido a un sangresucia. Sentí horrible, pero nunca dije nada... no sé, quiero a mi hermano ¿Sabes? Pero cuando estaba en Hogwarts era otra persona. Yo conozco a un Octavian distinto al que tú conoces, pero a final de cuentas eso no es lo que importa. Importa quién es para el mundo

Y para el mundo, aunque enmascarado, era un mortífago. Se había quedado mirando a un punto incierto, muy pegadada a él, acariciando suavemente su pecho, con el ruido quedo de la televisión de fondo.

Angus tuvo la impresión de que en la frase de Aquila iba implícito que no hacía nada más porque su familia no consideraba que ella pudiera tener un papel relevante porque Octavian ya lo hacía. Por eso volvió a besar su muñeca, donde no había ninguna Marca. No la contradijo con lo que decía de Octavian, no tenía el corazón ni era lo suficientemente sensible para decirle que no, que importaba lo que él conociera, porque para Angus, Octavian era solo un hijo de puta, él mismo había tenido encuentros violentos con él en Hogwarts, pero no sacaría esos recuerdos a colación.

Por unos segundos perdió la vista en la televisión pero no ponía atención al partido, ni a los jugadores que iban y venían. Se había quedado pensando y acariciando en automático esa misma zona de Aquila, el brazo. Se aclaró la garganta cuando le quedó claro qué era lo que quería decir. Era muy difícil contenerse y no hablar mal de los Lillyvick, pero lo hacía porque la quería y sabía que para ella todo eso era complicado todavía, y doloroso.

Angus hubiera querido que todo eso fuera de jalón, que de un momento a otro Aquila ya estuviera acostumbrada a sus amigos, a su familia, a sus costumbres y que todo fuera muy feliz y tan fácil como acostumbrarse a un par de perretes por los que ya sentía automático cariño, pero las cosas con la gente no eran así, y él no pensaba presionarla. Había tratado hasta de ponerse en su lugar y por eso evitaba ser molesto con todo, excepto con lo de la luna llena, por eso no le pedía que mirara bien a Joseph y que amara con todo su corazón a Karim, ni le pedía que considerara amigarse eternamente con Peaches. Un paso a la vez, no quería terminar siendo egoísta luego de todo eso.

-Yo nunca te voy a decir qué hacer, sé que eres perfectamente capaz de tomar tus propias decisiones. Las tomaste conmigo, aceptándome, las tomaste empezando a escribir eso que todavía no tienes la bondad de leerme, las tomaste decidiendo que iba a ir a esas clases para hacerme de comer, pero también que volverías a la universidad. Y vas a ir al Samhain conmigo. Y para el mundo vas a ser algo más que mi mujer, vas a ser editora, o vas a ser lo que quieras. Estoy seguro de eso.

Se inclinó sobre ella lo suficiente para besarla. Estaba enamorado de ella, no había vuelta atrás para ninguno de los dos, su capacidad para decir un montón de ridiculeces y cursiladas le dejaba saber que estaba metido en esa relación hasta el fondo y que no iba a dejar que nada la hiciera dudar de lo que había entre ellos.

No estaba esperando que Angus pudiera así, de buenas a primeras, ver algo bueno en Octavian. Recordaba que hasta se habían peleado en tiempos de Hogwarts, y que su hermano había sido un verdadero desgraciado en sus tiempos colegiales, de los que no se tocaban el corazón ni un segundo. Y si hubiera sabido que estaba pensando que no se atrevía a nada sólo por que su familia la creía poco capaz, estaba un tanto equivocado. Se había escudado en que la creyeran frívola y poco inteligente para no tener qué hacer nada más, ni siquiera atarle los pies a alguien para joderlo por ser hijo de quien era. Le gustaba la auto complacencia de su círculo social, pero nunca había sido tan cruel como su hermano. Frunció un poco el ceño.

-No creas que fue solo por que no me creían capaz. Era más fácil no intentarlo ¿Sabes? Prefería callarme la boca y ser linda a involucrarme y tener que aprender imperdonables y... matar gente...

No le gustaba hablar de eso, pero a la vez era la primera vez que lo hacía, y se sentía conforme diciendo lo que pensaba. Lo miró con la misma intensidad cuando le decía que nunca le diría qué hacer. No era sólo ella quien lo aceptaba, sino él también. Su montón de ropa, sus costumbres, sus modos demasiado exigentes, todo el montón de defectos que tenía. Se rió un poco con lo de sus artículos, que le leería después de todo, y con lo de sus clases de buena esposa. Lo besó con intensidad cuando le decía eso de que iba a ser algo más que su mujer. Nunca había pensado que estar con él fuera, además, la oportunidad de ser cualquier otra cosa.

-Tú mujer, y editora. Suena demasiado bien. Y tú también tomaste una decisión conmigo... mira, ya sé que puedo ser insoportable. Pero estamos haciendo un esfuerzo ¿No? Tú con mis perros y yo con tus ronquidos

Le dio risa, no le había dicho que roncaba por la noche, pero no le molestaba. La primera noche había tardado en dormirse pero para todo había hechizos y, ronquidos o no, no había nada más tranquilizador que cerrar los ojos con su cuerpo al lado, escuchando su respiración calmada y sintiendo de vez en cuando el roce de su piel, su calor, a pesar de estar dormido le resultaba increíblemente protector. Por esas noches hubiera dado a cambio todo lo bueno que su compromiso hubiera podido tener, sólo por mencionar algo.

-Ya tengo mi vestido para el Samhain, tiene un buen escote.

Aquila no era la primera que le decía que roncaba. Amigos y familia lo habían mandado a callar muchas veces, siempre terminaba con hechizos encima y una ocasión Peach lo había dejado despertar con el hechizo silenciador y lo había hecho creer que había perdido la voz. Tan solo él mismo se había despertado con su propio ronquido en la noche de películas cuando se había dormido viendo la película de David Lynch, sabía que era molesto como un oso pero siempre había maneras de remediar eso.

Angus no le dijo que ella no era insoportable, porque lo era, por eso peleaban al menos una vez al día pero lo reconfortante era que siempre terminaban arreglándolo todo y que nunca nada era demasiado malo como para arruinar lo que tenían. Sus arrebatos de caprichosa eran controlables como sus ronquidos, aunque costaran más trabajo, se amaban y por eso podían arreglarlo todo y esforzarse.

También entendió cómo iba la cosa de no funcionar activamente, y eso sonaba muy inteligente a diferencia de lo que él había pensado antes. Todo eso reafirmaba que Aquila no era ninguna tonta como Peach tanto se empeñaba en meterle en la cabeza. En su círculo social tal vez matar gente y aprender imperdonables era un paso a seguir, pero ella había preferido salirse por la tangente de una forma más lista, sin tener que hacer lo que no quería hacer, pero sin parecer que renegaba de lo que era. Niña lista, por eso había sido slytherin.

-A mi no me molestan tus perros, soy zoólogo. Solo soy quisquilloso en el cuidado, no creas que me gusta ver a Robin Van Persie con toda esa suciedad encima. Mañana limpiaremos aquí y empezamos a entrenarlos. -Se rió, ya quería verle el vestido para el Samhain, y ya quería aparecer con ella y que todos los vieran.-Ya será un gran paso que salgamos en público, ¿quieres que te manosee en público?-Se volvió a inclinar sobre ella para besarla, sabía a comida tailandesa pero no le importaba. Para que le quedaran claras sus palabras, acarició uno de sus pechos por encima de la ropa, pero Ginger Fitzgerald lo puso incómodo cuando alzó la cabeza de la pierna de Aquila y se le quedaba mirando fijamente.-Me está juzgando, te dije.-Dijo apartándose para seguir con sus platos de italiana.

-Ahora nos acostumbraremos a que MIS perros también son TUS perros, y los empezarás a entrenar por que yo sólo me dedicaré a amarlos y a darles su comidita.

Lo besó y acarició su rostro cuando empezaba a tocarla, pero se tuvo que aguantar una carcajada cuando Ginger Fitzgerald, en efecto, se le quedaba mirando como intentando explicarse qué demonios estaba haciendo. Más risa le dio cuando decía que los estaba juzgando y dejó de pensar por un momento en todas esas cosas complicadas de las que habían estado hablando hace nada. Se peino un poco y volvió a pasar el brazo por su hombro, recargándose en su espalda.

-¡No me manosearás en público! ¿Qué dirá el Decano Immëndorff?

Se lo decía en tono de broma, pero también por que había sido desde siempre una de esas chicas que mantenían todas las muestras públicas de cariño en escrupulosa decencia, y con Angus no iba a ser distinto, por más ganas que tuviera de darle caricias indecentes a media universidad. Sintió que se le había quitado el hambre, pero le robó una albóndiga chiquita de su plato y se la comió rápido, antes de que el licántropo le gruñera y le mostrara los dientes por quitarle la comida o algo así.

-Después de que comas tienes veinte minutos para reposar por que pienso quitarte toda la ropa. Y ese partido sigue cero a cero, es aburridísimo... no todos los partidos son así ¿No? Imagino que el Chelsea juega mejor que ese tal QPR ¿Qué es QPR?

Se recargó mejor en el sillón, subió los pies en el regazo de Angus sin importarle que sus tacones fueran a quedar algo cerca de su comida, y Ginger Fitzgerald se acomodó en su regazo, a lo que de inmediatamente Robin Van Persie de mostraba celoso y saltaba también a donde estaba ella. Todos estaban en el mismo sillón.

-Tienes una familia encantadora, míranos

Muy importante para Angus aclararle algunos puntos a Aquila respecto al cuidado de los perros como si fuera una niña pequeña.-Y a limpiar lo que hagan mientras los entreno, aunque sea con la varita.- porque él no pensaba encargarse de eso. Parecía que seguía regañándola como niña aunque la estuviera tocando, justo antes del juicio de Ginger Fitzgerald. -No va a decir nada el Decano Immëndorff, ya Ginger Fitzgerald le puso un alto a mis demostraciones públicas de afecto, lo haré por nuestros bebés.

A él también se le había ido el hambre momentáneamente pero ya le regresaba, así que siguió comiendo, riéndose con la boca llena pero sin abrirla por los veinte minutos que le daba de repaso. Asintió todavía con comida en la boca por que el Chelsea jugaba mejor -Queens Park Rangers, no valen nada.-Dijo poniendo mala cara, ya hasta le estaban dando ganas de apagar la tele o pedirle que le volviera a poner a American Dad.-Con esto nunca te podrás hacer fanática del futbol, mejor vamos a ver las carcaturas.

Al final terminó haciéndolo, tomó el control y le puso al canal justo cuando Klaus daba su discurso de venganza-Míralo, es mi tío Tobias.-Dijo sin aguantarse la carcajada que asustó a Robin Van Persie, al que luego tuvo que acariciar en la cabeza mientras le decía -Ya, ya, ya, no seas marica..

Se terminó la comida, sin darle nada a ninguno de los dos perros aunque tenían cara de querer un poco. No los iba a malacostumbrar aunque ya se imaginaba a Aquila haciendo justo lo contrario. -¿Y les compraste comida? Mira, me miran como muertos de hambre.-Ya que lo pensaba, era la primera mascota que él tenía, con todo y que era zoólogo. Peaches sí había tenido mascotas, cosas tontas como iguanas y peces, pero nunca habían tenido un perro.

Le dio risa que dijera "nuestros bebés" y se estiró para darle un beso en la mejilla que medio aplastó a los perretes pero no se quejaron. Ella volvió a su comida thai un poco fría, comiéndose las cosas que eran fáciles de agarrar con las manos. Su madre siempre había odiado que hiciera eso aún cuando no había nadie frente a quien comportarse, pero cuando estaba sola lo hacía, y lo había vuelto a hacer, alcanzando a robarle a Angus otra albóndiga antes de que se las devorara por completo. No le dijo que le gustaba cómo sonaba "Queen's Park Rangers" y que las franjas azules y blancas también le parecían bonitas. Con las pasiones no había qué meterse, eso se lo había dicho su padre. Parecía estar recordando a su familia con insistencia ese día.

Volvía a poner las caricaturas esas del extraterrestre gris que siempre se ponía pelucas. En ese momento el pez que era la mascota de la familia, luego de que lo lanzaran por una resbaladilla, decía un discurso solemne sobre la venganza que la hizo casi ahogarse de risa por el absurdo de que un pez dijera cosas tan tremendas y las dijera por una bromita. Aunque la puso algo tensa que Angus mencionara a su "tío Tobias" por que sabía que se refería a un Alechinsky y eso no dejaba de darle miedo, desde el día en que había visto a media KAU ahí en su apartamento como si nada. No supo si le daba más risa el discurso o el susto de Robin Van Persie con las carcajadas de dios Thor que soltaba Angus.

-"Así que vayan, vayan, empiecen su vida aterrorizados" eso tienes qué decir la próxima vez que alguien te haga algo

Seguía riéndose hasta que poco a poco recuperó el aliento y siguió acariciando a ambos perros, todavía sobre su regazo. Se le quedó mirando a Angus apretando los labios por que se le había olvidado por completo comprarles comida. Seguramente en las tienditas que había cerca de casa los muggles tenían algo para los perros, por que esos muggles tenían de todo. Una vez hasta había ido a comprar un shampoo que olía bastante bien. Se le quedó mirando como niña regañada por enésima vez en esa tarde.

-¡Se me olvidó! Pero más tarde puedo ir al Tesco, los muggles tienen comida para perros ¿No? Ya se ir al Tesco además, y te hice caso, no me le quedo mirando al de la caja para que no piense que soy racista, pero sigo sin entender por qué. Oye, ya pasaron diez minutos, te quedan otros diez.

Angus frunció el ceño por la confesión de Aquila de que no les había comprado comida. Por otro lado ya se había acostumbrado a que siempre preguntara si los muggles tenían cosas que parecían muy básicas cómo si tenían comida para perros.

Si hubiera sido otra la que hubiera preguntado eso, Angus hubiera contestado con un sarcasmo como “no, no tienen comida para perros, los perros muggles tienen que esperar a que mueran otros perros para comerse su carne”, pero algo así habría enojado mucho a Aquila y solo contestó que sí, con paciencia, que los muggles tenían comida para perros y que no se preocupara, que ya irían al Tesco más tarde, los dos, para que él eligiera cuál comprar y ella lo supiera para la próxima vez. No todas las marcas de croqueta eran buenas, como no toda la carne que se le daba a un hipogrifo era la adecuada aunque muchos creyeran que cualquier cosa bastaba.

-No necesito otros diez, no voy a nadar.-Le dijo besándola otra vez, olvidando lo del Tesco, las croquetas y las lecciones sobre como tener una mascota que podían esperar una hora más, los perretes no se iban a morir de hambre. Pero como maniático recogió con un movimiento de varita los platos de la mesa, la besó otra vez aplastando a Robin Van Persie.

No iba a follársela en el sillón de Karim, no porque fuera el sillón de Karim, sino porque estaban ahí los perros y ya había dicho que no haría ningún movimiento enfrente de ellos, ya suficiente tenía con la primera mirada de Ginger Fitzgerald.

-No debería follarte, no me has leído nada y no es la primera vez que te lo pido. Si te sigues haciendo del rogar voy a dejar de pedírtelo y eso te va a gustar menos.-Se levantó, si iba a hacerlo no sería a la vista de los bebés, en verdad le provocaba repelús.

A la recámara, como debía de ser, se lo dijo con esas palabras textuales.-A la habitación, mujer. Y deja a estos afuera, espero que no chillen o me veré obligado a silenciarlos con la varita como prometí.-Eran muy chiquitos seguro en cuanto se sintieran solos comenzarían a llorar, aunque como eran dos, las probabilidades de un escándalo bajaban.

El beso que le daba ahogó su risa con eso de los diez minutos que se podía tomar de receso. No importaba ni la comida tailandesa ni la italiana que al final se habían comido casi por completo. Ella se había deshecho de los tacones y ya estaba casi dormitando pensando que en vez de irse a follar terminarían echando una siesta en el sillón, perretes incluídos.

-¡Te leeré todo lo que quieras! Lo juro, mis artículos siguen en el bolso... si quieres te los leo antes de ir a la habitación

Le sacó la lengua, sabía que esa orden de patriarca medieval respondía a las ganas de ir a la cama de inmediato y si se resistía no le iba a poner nada de atención a lo que había escrito. Ni ella misma estaba ya de humor para hacerlo por que quería seguir besándolo y tal como le había dicho, quitarle toda la ropa. Eso era lo mejor de estar con él, que podían hacer juntos cualquier cosa, comer, mirar la televisión con todas las preguntas que siempre tenía por hacer al respecto, hablar de cosas serias, de cosas triviales, follar tres horas seguidas o en cambio sólo estar ahí, pasando el rato. Nunca pensó que fuera capaz de pasar tanto tiempo con alguien sin aburrirse ni un poco.

-¡Cálmate! Pareces uno de esos reyes nórdicos de las leyendas. De esos que se emborrachan luego de la guerra y regresan lujuriosos al lecho

Tiró de su muñeca por que ya se había levantado, y siguió la instrucción de dejar fuera a sus bebés por más que les brincotearan en los tobillos. Cerró la puerta de la habitación y se desabotonó la falda que traía puesta, dejándola caer al piso. Fue hasta la cama y se acostó como si fuera a tomar una siesta, dándole la espalda incluso, sólo cerrando los ojos por la comodidad repentina que le provocaban las sábanas y sobre todo el saberse en el lugar donde más le gustaba estar, esos días le habían bastado para saberlo, hiciera lo que estuviera haciendo con él.

-Me voy a quedar dormida... Le dijo cerrando los ojos y abrazando una almohada como hacía siempre que, de verdad, sólo planeaba dormir, aunque por supuesto que esperaba que fuera a su lado al menos a abrazarla. No se le ocurría ninguna razón de peso para dejar lo que tenía con él, en la misma habitación donde había pensado que ese mundo no era para ella.

Angus le dijo que sí era un rey nórdico que exigía satisfacción en ese momento. No tuvo ni un poquito de remordimiento de cerrarle la puerta en las narices a Ginger Fitzgerald y a Robin Van Persie porque más les valía acostumbrarse a eso. La miró como si no tuviera cosa mejor que hacer mientras ella se quitaba la falda y se iba a acostar a la cama como si no pretendiera más que dormir.

Cuando recién había llegado a vivir a ese departamento, la dinámica había sido parecida a esa y él no la había tocado por muchas razones que incluían no sentirse bien de la cabeza ni del ánimo por completo y ninguno de los dos había querido tocarse cargando con eso, pero ahora era diferente, no podía pretender la semiveela que la viera en ropa interior y no hacer nada al respecto, no creía que ni siquiera la convivencia diaria lo hiciera desistir de lo que sentía por ella, de la parte física tampoco, que ella dejara de gustarle como le gustaba en esos mismos segundos.

Se quitó los pantalones, también la camisa que llevaba puesta. Se detuvo un momento para mirarle la espalda y luego se acercó para comenzar a besarla lentamente desde los tobillos, acariciando cada espacio de sus piernas que le quedaba al alcance para luego cubrir el mismo con su boca. Le gustaba el sabor de su piel. Terminó con el cuerpo en paralelo a ella y se quedó besándole la espalda como si la estuviera mimando, más que alentándola a follar. Le gustaba todo de ella y que oliera tan bien, siempre olía bien y siempre a algo diferente, no sabía cómo hacía.

Era suya, se lo repetía a él mismo una vez tras otra, sobretodo cuando estaban tan cerca. Era suya y nadie se la iba a quitar, ni su familia, ni Holland, ni nadie. No dejaría que eso pasara, la amaba. -No te vas a quedar dormida. –Hizo a un lado su cabello para besarle el cuello y el nacimiento de la nuca. Luego repartió más besos por su espalda. Se detuvo solo para bajarle las bragas lo suficiente, volviendo a besar su baja espalda para después ayudarse para entrar en ella desde esa posición, aunque siguiera boca abajo. -Porque voy a follarte, ya te lo había dicho.

Sonrió con los ojos entrecerrados al escuchar que se quitaba la ropa y sonrió cuando sentía sus besos, repartidos por todo su cuerpo, provocándole un placentero escalofrío que erizaba toda la piel de sus piernas. Estiró un poco la mano hacia atrás, acariciando su cabello. Ella también se repetía constantemente que era suyo, no tenía qué pensar en todas esas tipas que se le acercaran o no, no le importaba, lo tenía para ella y en momentos como ese no había nada que la hiciera dudar.

Ahogó un gemido en la almohada al sentirlo y tuvo que incorporarse un poco, sintiendo de súbito el calor visitando sus mejillas y una tensión que le hacía arquear un poco la espalda, aunque le gustaba esa posición. Hizo la mano hacia atrás para deshacerse del sostén y buscó una de sus manos para que la llevara a sus pechos. Escuchó claramente que alguno de los perros rascaba la puerta cerrada, así que se rió un poco pero no dijo más nada, sólo lo miró un poco de reojo.

Volvió a jalar la misma mano que le había puesto por petición en sus pechos y se la llevo a la boca, besando poco a poco sus dedos, pasando la lengua por ellos en un ritmo inconstante, interrumpido por sus gemidos quedos y su respiración, que empezaba a descontrolarse.

-Quiero que me folles, no te detengas...

Parecía que se lo pedía pero tenía más el tono de una orden. Volvió a besar sus dedos antes de dejar caer un poco el rostro y después apoyar la cabeza en la almohada, incremendando el ángulo de sus caderas. Sus gemidos eran más contenidos, no por que no lo sintiera, sino por que quería provocarlo un poco, cambiar sus maneras. Tenían demasiadas cosas que descubrir el uno del otro, también sobre su cuerpo, sobre las cosas que lo hacían tener determinadas reacciones. Quería ver cómo seguía, si era lento y quería provocarla a ella, o si por el contrario aumentaba el ritmo y afloraba su deseo más llano, sin delicadezas.

Angus hacía caso a todas sus exigencias, pero por esa ocasión también estaba tratando de llevar un ritmo más lento al que estaba acostumbrado a llevar con ella y con cualquiera. Con Aquila tenía ganas de experimentar cosas, posiciones, ritmos. Por eso era más suave en ese momento aunque de todos modos dejaba que ella llevara las órdenes, que le mostrara como quería que la tocara.

No creía ser capaz de dejar de aprender de ella o de cansarse. Apretaba sus pechos, luego los acariciaba con la misma gentileza falsa con la que se movía dentro de ella. Sentía un cosquilleo distinto a los anteriores, especialmente cuando acariciaba la redondez de su trasero, que golpeaba con sus muslos cada que empujaba más fuerte dentro de ella, aunque siquiera con ese ritmo lento.

También escuchó los rasguños en la puerta, pero no dejó que su mente se entretuviera mucho en eso. Cuando la tenía desnuda le era imposible pensar en nada más. Pensaba que era perfecta desde todos los ángulos, que no quería hacer otra cosa más que tocarla toda la vida sin cansarse, hasta que se acabara su propia piel. Angus sentía que esa lenta provocación también servía para llevarlo a él a sus propios límites de aguante. La lentitud no lo hacía menos placentero, aunque el placer fuera diferente a los arrebatos pasionales que lo hacían ascender rápido al punto sin retorno.

Estaba acostumbrándose a cómo se sentía su interior de ese modo, a cómo se movía dentro de ella y alcanzaba otros puntos que antes no había conocido. Su respiración se convertía en un leve jadeo conforme más se aceleraba y por cada movimiento soltaba un gemido, aunque a veces trataba de contenerlos, algo que no podía hacer cuando ella se arqueaba de ciertas maneras.

Había movimientos que no sabía si eran naturales o si los había aprendido en otra parte pero no le importaba porque volvía a pensar que ahora era suya, que cada centímetro de piel y que toda esa humedad le pertenecía. Volvió a acariciarla y después de un rato considerable, sus movimientos dejaron la lentitud, para hacerlo más rápido, más fuerte, con esa hambre tan característica que ella ya le conocía.

La lentitud con la que se movía resultaba casi una tortura para ella pero a la vez crecía la expectativa de lo que empezaba a sentir, era un camino más esforzado pero se adivinaba mucho más intenso apenas lo sentía de nuevo, presionando su piel, teniéndolo para ella sola y cuanto tiempo quisiera. Todo tenía su encanto, su emoción. Follárselo en el pasillo del recibidor con el miedo de que los sorprendieran y los echaran del apartamento, o estar ahí a puerta aboslutamente cerrada, con el tiempo anulado y sus caricias llenado todas sus sensaciones. Lo amaba, no se iba a cansar de pensarlo, mucho menos de sentir su cuerpo entendiéndose con el suyo de esa manera tan íntima, donde sólo existían ellos dos y nadie más.

No se detuvo, pero se incorporó para pegar la espalda contra su pecho y besarlo volteando hacia atrás, reclamando su abrazo, presionando aún más sus interiores contra su sexo de manera mucho más contundente, aunque moverse en esa posición resultara un poco menos cadencioso. Ella también se ponía a pesar, un poco, en la manera en que antes se hubiera follado a otras mujeres, con quién había aprendido a hacer tal o cuál cosa, quién le había enseñado qué.

No era que quisiera datos duros al respecto, sólo le gustaba imaginarlo en otro tiempo y con otras mujeres sabiendo que había tenido que pasar por muchas cosas para llegar hasta ella, que ninguno de los dos lo esperaba y ahora estaban ahí, sin que nada más importara. Sus movimientos también habían dejado la lentitud y se acompasaba con hambre, por que ella también la sentía.

-Cariño, dame la vuelta, ponte sobre mi, quiero verte

Esta vez no eran órdenes, no quería ser dominante sino todo lo contrario, incluso su voz había sido apenas audible. Estiró la mano para acariciar su cabello y volver a besarlo, esperando que la cambiara de posición por que quería sentir la fuerza con la que lo hacía en vez que moverse ella por completo, le gustaba que fuera así de fuerte, tan distinto a su propio cuerpo, con ese olor que aún después de la primera vez que se habían encontrado tan de cerca, cuando no esperaba que nada en su vida cambiara, no había podido olvidar.

La respiración de Angus estaba cada vez más agitada. Había comenzado a aferrarse a la piel de las caderas de Aquila y golpear más fuerte sus muslos contra ella. Bajó la vista para ver la unión de sus sexos, sin decirle nada pero sintiendo que todo se multiplicaba solo por la visión de eso. Incluso estuvo a punto de no hacerle caso en lo que le pedía, porque en un arrebato de egoísmo quería seguirla teniendo así, quería que agachara la cabeza contra la almohada, quería que se sintiera sometida por él y por nadie más, quería seguirla tocando a ciegas desde esa posición.

Decirle que no era algo que hacía a menudo pero siempre terminaba cediendo y esta vez, no sería la excepción, aunque prolongó aun más todo eso, no la volteó inmediatamente sino que apretó más su piel, parecía como si quisiera amedrentarla, darle alguna lección, aleccionarla, tratarla un poco más. Arremetió más fuerte, sus movimientos eran un poco violentos, llenos de hambre. Hasta que ella ganó, como siempre y salió de ella lentamente para luego hacerla girarse sin una pizca de delicadeza.

La tomó por las muñecas y la hizo recargar la espalda completamente contra el colchón de su cama. Se ayudó de una mano para volver a entrar en ella sin perder ni un segundo de tiempo, yendo tan profundo como le fue posible. Y volvió al mismo ritmo frenético y en control que había tenido antes, como si nada hubiera cambiado, aunque estuvieran en otra posición. Seguía sintiendo que la dominaba, y que todo iba más rápido, que no existía nada más que ella y él, y el movimiento que ejercía con su interior, y el movimiento que él ejercía con las caderas sobre ella.

Se inclinó para besarla, pero su beso tampoco fue suave, sino exigente. Siguió apretando sus muñecas, agitándose tanto que pareció estar más cerca de su parte animal que nunca antes. -¿Así te gusta que te folle?-No esperaba una respuesta. Tan no la esperaba que volvió a besarla. Todo su cuerpo estaba en tensión, ejerciendo fuerza para imponerse, para dominarla. Era suya y nadie iba a poder decir nunca lo contrario.

Le gustaba estar en esa posición, supo que él era el dominante en ese momento, que haría como él quisiera. Estaba bajo su completa voluntad y eso la excitó aún más, sobre todo cuando tardaba en hacerle caso a pesar de haberle hablado de manera cariñosa y necesitada. Lo miró con los ojos brillantes, deseándolo como siempre lo deseaba, dejándose hacer aunque intentando resistirse falsamene como si quisiera que pusiera aún más fuerza en su dominio, que no fuera ni un poco delicado.

Jadeó como queriendo controlar sus gemidos cuando volvía a entrar con ella sin tomarse consideraciones y quiso apretar la piel de sus hombros pero él ya tenía sus manos aprisionadas, por eso pareció que se resistía. Le gustaba jugar a que se resistía, a que movía su cara cuando la quería besar, aunque lo deseara de manera más intensa que nunca. Como respuesta sólo tuvo una mirada. Le gustaba que la follara así, que se olvidaran de todo, que las cuatro paredes de esa habitación, la cama, o el lugar donde les diera la gana hacerlo fueran capaces de hacerlos sólo cuerpo y más nada, piel, carne. Se volvió a agitar un poco bajo él como si quisiera liberarse pero presionó más sus interiores contra él, gimiendo al fin de manera más abierta al sentir que estaba cerca.

Cerró los ojos y se perdió en lo que sentía, en su piel rozando la suya de manera insistente y ese creciente calor generándose en el centro de su cuerpo hacia todo lo que sentía, expansivo e inevitable. Volvió a abrir los ojos para mirarlo con intensidad a medida que empezaba a sentirse cerca de ese final, ahora todo convertido en una sensación ansiosa que la hacía perseguirlo con el movimiento de sus caderas, exigirle que no se detuviera.

-Sigue, por favor, por favor...

Le gustó que sonara casi a un ruego, así como él parecía estar inmerso en esa intensidad animal de dominarla, de ser quien mandaba y decidía. Le dejó hacer, tomó su papel, le gustaba la sensación. Sus gemidos eran también una petición, como si le dijeran por sí solos que él era lo único que deseaba en ese momento. Y era cierto.

Escuchar todo lo que salía de su boca era aliciente suficiente para seguir. Se sentía muy en control, pero no había olvidado tampoco que eso era de dos. La instaba a que forcejeara más, a que pretendiera resistirse más, porque con eso lo llevaba al límite. Saber que lo quería dentro de ella, sentir cómo sus movimientos se lo exigían aunque hiciera gestos y tratara de salir de su prisión, era aliciente suficiente para ir más rápido, para tratar de entrar hasta lo más profundo. Se inclinó para lamer sus pechos, aunque no duró mucho en esa posición y fue más un acto de ansiedad que algo que planeara hacer durante mucho tiempo.

Sentía que estaba muy muy cerca de llegar, más cuando ella apoyaba sus movimientos encontrando su propio ritmo de caderas y le pedía que siguiera así. Solo por eso intentó aguantar más y concentrarse. Frunció el ceño mientras respiraba, porque quería seguirla escuchando hasta que no pudiera más.

Gimió más fuerte, porque sintió que había llegado inevitablemente al punto irreversible. Se corrió dentro de ella, temblando por completo, entregándolo todo. No creía haberse corrido así antes. Cerró fuerte los ojos y casi se dejó caer sobre Aquila pero logró apoyarse con las palmas sobre la cama. Recargó su frente sobre el pecho de la semiveela, aspirando el olor de la piel de sus pechos que volvió a lamer con calma solo porque tenía que hacerlo teniéndolos tan cerca de su boca.

Le costó recuperarse, por eso no se movió inmediatamente ni salió de ella en el acto, acostumbrado al calor de su interior que no quería abandonar. Conforme su respiración se fue acompasando, él la volvió a besar con tranquilidad, recorriendo primero su cuello y luego su boca. Con la misma lentitud se le quitó de encima para ponérsele a un lado. Su pecho seguía subiendo y bajando a un ritmo no natural, pero cada vez más calmado.

-Te amo, no me voy a cansar de repetírtelo.-Mucho menos luego de ese acto que los hacía tan afines, que se dejara follar así y que ella hubiera correspondido como lo había hecho a todas sus exigencias.

Sintió que él estaba cerca, así que se dejó ir sin contenerse más cuando lo veía acelerar el ritmo y esa poderosa sensación la embargaba. Todo lo que quiso fue sentirlo por que ella ya estaba siendo recorrida por ese delicioso estremecimiento que se apoderaba de su cuerpo. Sintió cómo se venía sin contenerse en absoluto, intenso, sus gemidos más fuertes y graves, casi roncos. Sonrió al ver que cerraba los ojos y después se recargaba en su pecho, tiempo que aprovechó para acariciar un poco su cabello y suspirar un poco cuando volvía a poner la lengua en la piel de sus pechos. No tenía prisa por que le dijera nada, Quería que se quedara ahí y nada más, que no saliera de ella, que durmiera tres días así.

Dormitó por algunos segundos hasta que se besaban y ella hundió los dedos en su cabello otra vez, mirando sus facciones, recorriendo con la mirada su naríz recta, la oscuridad de su barba por la cual pasó el dorso de la mano antes de besarlo de nuevo y sonreírle con calma, con todo el amor que le tenía. Apenas se puso en paralelo a ella fue a acurrucársele en el pecho como hacía siempre que estaba acostada a un lado suyo. No se cansaba de hacerlo, era demasiado cariñosa, parecía que cada vez más.

-Yo no me voy a cansar de escucharlo. Y te amo también

Le dio un beso en el pecho, después en el cuello y al final subió a sus labios, tomándose la unión de sus labios con calma aunque sentía la boca un poco seca después de tanto desenfrene. Era casi una rutina, pero no le parecía aburrida. Solía huír a la cocina un rato después de follar, y eso fue justo lo que hizo, poniéndose las bragas y la camisa que él se había quitado. Al abrir la puerta los perros entraron felices y como locos.

-¡Ponte algo de ropa, lobo, o vas a traumar a mis bebés!

Le gritó a lo lejos. Del refrigerador sacó agua y se comió algo que quedaba en todas las cosas que había elegido para comer ese día. Regresó a la habitación con su cuaderno de notas había comprado uno para esos efectos, los pergaminos le parecían incómodos, y por puro consumismo muggle, también. Regresó a la cama dejando el cuaderno en el piso y se volvió a acurrucar a su lado, besándolo en la mejilla y después ofreciéndole el agua que había llevado.

Se había olvidado por completo de los perros hasta que los volvió a escuchar rascando la puerta. Como siempre, le dio una repasada visual a Aquila cuando se levantaba y a él tampoco le parecía aburrido eso de verle el culo mientras se alejaba. Robin Van Persie hizo todo lo posible por subirse a la cama pero Angus solo le soltó un repetido “no” mientras el loco saltaba.

Ginger Fitzgerald le daba ternura, seguro porque era hembra. Por eso se levantó, buscó sus bóxers para ponérselos y no traumar a los bebés y luego la cargó un poco bajo las protestas de Van Persie que mejor se fue a buscar a su madre. Pegó la cara al pelo de Ginger para aspirar su olorcillo de animal, pero le pareció que estaba perfumada o algo.

La volvió a poner en el suelo y se echó de nuevo en la cama mientras Aquila regresaba. Le tomó al agua porque se sentía como deshidratado y luego la abrazó, recorriendo su hombro y aspirando el aroma de su cabello, que claro que era mucho más agradable que el de Ginger Fitzgerald. Notó que tenía con ella un cuaderno y que no era de los que él había estado guardando en su estudio, sino uno nuevo, con un diseño que él jamás adquiriría.

-Muchas compras muggles en mi ausencia. -Le dijo besándola en la mejilla. No dejaba de mirarla, cada vez que lo hacía le parecía más hermosa. La mejor parte era haber follado de ese modo y luego sentirse tan cómodo a su lado demostrándole que la amaba aunque fuera de forma ridícula. Jamás lo había imaginado, estar con ella, o con alguien como ella, pero ahora que estaban ahí, era perfecto, porque ella se lo permitía.

-¿Ahí es dónde escribes? Es más cómodo que un pergamino, ¿no?.-A él le habían gustado mucho los pergaminos recién entrando a Hogwarts, pero sus apuntes siempre habían sido un asco, con toda la tinta manchada y volcada, su letra ilegible y notas de los profesores para que fuera más aseados en sus trabajos, y por eso terminó odiándolos.

Le hubiera encantado ver esa muestra chiquita de afecto para Ginger Fitzgerald pero todavía no regresaba cuando ocurría, así que se quedó pensando que los perretes todavía no ablandaban el corazón endurecido de Angus mientras se le acurrucaba a un lado y dejaba botado todo lo demás. Le sonrió con lo de las compras muggles, pues si de por sí a veces era algo consumista aunque no compraba baratijas, cuando iba al Marks and Spencer sí terminaba llevando muchas cositas que no necesitaba sólo por no saber qué eran. Una vez hasta había comprado unas pastillas eferverscentes para controlar síntomas de resfriado.

-Sí, pero juro que ahora sí fueron cosas útiles, y me gustó la portada. Ya no volveré a comprar tabletas para la gripe, ni pastillas para el excusado. ¡Es que tenían forma de pato! pensé que eran jabones o algo lindo.

Esa era la otra cosa inservible que había comprado y había dejado las pastillas con forma de pato hiper-olorosas e hiper-azules destapadas en la cocina sin saber qué hacer con ellas hasta que Angus regresara y le dijera para qué servían. Ella también creía que compartieran esas naderías y también pudieran follar hasta cansarse, y que detrás de todo eso de verdad lo amara. No había nada mejor, aunque seguía temiendo que eso fuera sólo una especie de luna de miel que perdería el encanto en algún momento. Se iba a esforzar por que no ocurriera.

-Ahí tengo mis ensayos de editorial, pero deja que recupere el aliento y te bese un rato...

Ella mantenía sus notas lindas y ordenadas, pero en ese cuaderno era todavía más fácil de hacer que en los pergaminos, que requerían el doble de cuidado. Qué ingeniosos eran los muggles. Era la primera vez que lo pensaba sin prejuicio alguno. Le dio un beso en el hombro y medio se le puso encima, recorriendo su barba con el dedo, algo que hacía casi todo el tiempo que estaba en la cama con él y no dormía, o no follaban. Intentó meter su dedo índice a su boca en plan infantil como si temiera que fuera a morderla o algo así. Se le ocurrió que lo amaba muchísimo, qué pensamiento más original.

-Oye ¿Crees que los decanos levanten la prohibición pronto? Ya no quiero ver esa champaña en el refrigerador, deberías hacer otra fiesta.

Angus se carcajeó fuerte de recordar cuando había encontrado a los patos para el baño en la cocina. Ese día hasta le había preguntado con temor si no se le había ocurrido morderlos o algo. Ahora estaban guardados en la repisa del baño, como correspondía. Los primeros días había enloquecido cuando ella compraba cualquier estupidez solo porque le parecía bonita, pero luego habría aprendido a vivir con eso y tal vez hasta extrañara que hiciera esas cosas que le sacaban buenas risas.

Él también se esforzaría porque al volver al mundo real, Aquila y él siguieran siendo lo que se habían convertido en ese mes. Sabía que no podían vivir así para siempre, él tenía muchas cosas con las que lidiar y ella también, y no podrían ser completamente felices si no lo enfrentaban, porque de no hacerlo solamente estarían viviendo una fantasía sin fondo. La quería de verdad, se lo demostraría enfrentando todo lo que eso quería decir.

-Está bien.-Ya tenía muchas ganas de escuchar sus ensayos de editorial, pero también las tenía de seguirla besando, mimarla un poco más y sentir su cuerpo contra el de él aunque no estuvieran necesariamente follando. Cuando jugaba con su dedo, Angus intentaba atraparlo con los dientes y eso hizo, aunque solo apretaba la yema de sus dedos de forma tan infantil como su juego.

-No creo que la levanten pronto, están realmente enojados. A veces siento que todo es mi culpa, todavía, no puedo evitarlo. Loreen es brillante, Peaches nunca había perdido los papeles, y sé que no es fácil para el decanato lidiar con los problemas que se les vienen por mantenerme.-No quería hablar de eso pero no lo pudo evitar.

La abrazó rápido para olvidarlo y volvió a estrecharla, besando las yemas de sus dados, uno de ellos tenía la leve marca de sus dientes.-Yo también quiero otra fiesta. No pensé que lo fueras a sugerir.-Con eso sintió que la amaba todavía más, porque se estaba mostrando receptiva en todo, tolerante en todo, curiosa con sus cosas. No podía pensar que todo lo hecho no valía la pena el esfuerzo. -Para que dejes otro beso en mi espejo.