OGMIOS: 275 PUNTOS
CERRIDWEN: 150 PUNTOS
ARIANRHOD: 35 PUNTOS
SMERTIOS: 175 PUNTOS
Últimos temas
¿Quién está en línea?
En total hay 50 usuarios en línea: 0 Registrados, 0 Ocultos y 50 Invitados :: 1 Motor de búsquedaNinguno
El record de usuarios en línea fue de 149 durante el Miér Oct 23, 2024 12:07 pm
Este foro está creado enteramente para esparcimiento y diversión sin fines de lucro. La temática, tramas y personajes son 100% originales creados por el equipo administrativo y los usuarios de este mismo foro. Todo lo demás, pertenece a J.K.Rowling.
"Universidad Brigantia de Estudios Mágicos" está protegida por una licencia creativa. Cualquier reproducción total o parcial del contenido del foro, así como el diseño, será considerado como plagio. Por favor, se original, no robes ni copies.
Leyendo
2 participantes
Universidad Brigantia de Estudios Mágicos :: Facultades :: Facultad Cerridwen :: Salón de convivencia
Página 1 de 2.
Página 1 de 2. • 1, 2
Leyendo
Charles con los pies arriba de la mesa enana que centraba los sillones a su alrededor, leía con concentración flotante una novedad editorial sobre derechos civiles en askaban. tenía su método para leer libros: primero los ojeaba completos, leyendo títulos y encabezados, luego iba al índice y se aprendía el orden de las cosas. Más adelante prestaba atención al prólogo y allí definía si el libro había conseguido comprar su interés o no. Si bien, a veces hacía excepciones, podía decirse que era metódico con las lecturas, gustaba de conocer cada ejemplar editado, fuera de su interés o no. Leerlo entero ya era otra cosa.
Había una nube densa y violácea del tamaño de una calabaza sobre él, era un hechizo muy práctico para fumar en interiores, como Charles hacía a gusto justo en aquel momento. Consistía en que el humo y las colillas eran atraídos por el encantamiento y quedaban suspendidos allí, privando de olores molestos a la habitación y demás inconvenientes hasta que con otro encantamiento se volvía una esfera sólida que a fuerza de evanesco desaparecía.
Con el cigarrillo en las manos pasaba las páginas y dando una calada profunda, comenzaba con el prólogo. Si bien hasta el momento nada había captado su atención, leería esos fragmentos para darle una última oportunidad al ejemplar antes de enterrarlo en un baúl del olvido. Phineas Nott tenía buenas referencias pero de sus tantos escritos si a Charles le habían satisfecho dos, era mucho decir.
Había una nube densa y violácea del tamaño de una calabaza sobre él, era un hechizo muy práctico para fumar en interiores, como Charles hacía a gusto justo en aquel momento. Consistía en que el humo y las colillas eran atraídos por el encantamiento y quedaban suspendidos allí, privando de olores molestos a la habitación y demás inconvenientes hasta que con otro encantamiento se volvía una esfera sólida que a fuerza de evanesco desaparecía.
Con el cigarrillo en las manos pasaba las páginas y dando una calada profunda, comenzaba con el prólogo. Si bien hasta el momento nada había captado su atención, leería esos fragmentos para darle una última oportunidad al ejemplar antes de enterrarlo en un baúl del olvido. Phineas Nott tenía buenas referencias pero de sus tantos escritos si a Charles le habían satisfecho dos, era mucho decir.
Charles Luttrell- Mensajes : 109
Fecha de inscripción : 28/10/2012
Re: Leyendo
Había pasado un minuto por la biblioteca para tomar en préstamo el último ejemplar editado de “derecho mágico romano” y ojeaba entretenida sus hojas cuando entró en la sala común, ataviada con una larga túnica malva que dejaba oculto el vestido negro que llevaba aquel día hasta la rodilla. Caminó absorta en la lectura qué tenía entre sus manos y ni consciente fue que cuando pasó justo por dónde estaba sentado su prometido, Charles, leyendo un libro que ella había querido por días pero que resultaba que el señor tenía secuestrado en un período demasiado extenso de la biblioteca, su cartera marrón hecha con la piel de un dragón Noruego, colisionó de manera “involuntaria” contra la cabeza del joven.
Othilia levantó distraída la cabeza, miró la nube de cigarro suspensa en el aire para luego clavar sus orbes turquesas en el muchacho – ¿Qué haces con eso en los labios? – añadió como toda fórmula de bienvenida y en su habitual tono frío, inquisitivo e inexpresivo. Ignorando deliberadamente cualquier comentario que Charles pudiera mencionar durante los minutos siguientes, Othilia se tomó un tiempo para cerrar delicadamente las tapas de su libro, abrir el cierre de su cartera, meter el libro a fin de salvarlo de cualquier imperfección y cerrar de nuevo la cartera. Entonces, sí, ya más dedicada, busco en la manga de su túnica la varita hecha en caoba y la enarboló hacia la nube suspensa en el aire citando un – evanesco – para eliminarla antes de darle urticaria y luego con toda la elegancia heredada de su madre Winter, apuntó hacia Charles Luttrell y no tuvo otra cosa que conjurar un – aguamenti- que cayó encima de su cabeza, aplastando su cabello y apagando el cigarro.
Tras realizar el hechizo, guardó la varita de nuevo en su bolsillo, acomodó su cabello platinado peinado en suaves ondas aquel día y torció de manera imperceptible sus labios, era hilarante ver en el estado en que se encontraba - ¿Nott? – añadió viendo el libro que por suerte había quedado a salvo del hechizo en las rodillas del joven – Tienes mal gusto hasta para elegir escritores - no iba a admitir que andaba tras él desde hacia días.
Othilia levantó distraída la cabeza, miró la nube de cigarro suspensa en el aire para luego clavar sus orbes turquesas en el muchacho – ¿Qué haces con eso en los labios? – añadió como toda fórmula de bienvenida y en su habitual tono frío, inquisitivo e inexpresivo. Ignorando deliberadamente cualquier comentario que Charles pudiera mencionar durante los minutos siguientes, Othilia se tomó un tiempo para cerrar delicadamente las tapas de su libro, abrir el cierre de su cartera, meter el libro a fin de salvarlo de cualquier imperfección y cerrar de nuevo la cartera. Entonces, sí, ya más dedicada, busco en la manga de su túnica la varita hecha en caoba y la enarboló hacia la nube suspensa en el aire citando un – evanesco – para eliminarla antes de darle urticaria y luego con toda la elegancia heredada de su madre Winter, apuntó hacia Charles Luttrell y no tuvo otra cosa que conjurar un – aguamenti- que cayó encima de su cabeza, aplastando su cabello y apagando el cigarro.
Tras realizar el hechizo, guardó la varita de nuevo en su bolsillo, acomodó su cabello platinado peinado en suaves ondas aquel día y torció de manera imperceptible sus labios, era hilarante ver en el estado en que se encontraba - ¿Nott? – añadió viendo el libro que por suerte había quedado a salvo del hechizo en las rodillas del joven – Tienes mal gusto hasta para elegir escritores - no iba a admitir que andaba tras él desde hacia días.
Othilia van Lieshout- Mensajes : 143
Fecha de inscripción : 08/09/2012
Re: Leyendo
- Buenos días mi amor, como has estado? – le ironizó a Othilia, señalándole lo que ella tendría que haber dicho, girando para verla luego de repasarse la cabeza por el golpe que no confiaba que hubiera sido involuntario, sino que podía suceder que fuera parte de las formas tan particulares de ella por reclamar atención.
Estaba cerrando el libro, a punto de dejarlo en la mesa cuando el aguamentí lo bañó de improviso. El evanesco no importaba, no había sido advertencia para él más de que ella se estaba pensando dedicarle unos minutos y por tal cosa preparaba su terreno, es decir: el cigarrillo estaba prohibido. Sosteniendo el libro a distancia con tensión en brazo, se quedó estático varios segundos ubicando el enojo en su sitio para no lanzar improperios. De un solo sacudón de brazos creyó quitarse lo grueso para luego llevar el ante brazo a la frente y traspasar toda el agua que pudiera a su suéter, que dejaran de caer las gotas molestas por sus cejas.
Calma, hombre, clama. Levantó el rostro y la miró a los ojos. Nott un carajo. – Sécame – Le dijo antes que nada. Si sabía usar la varita que se hiciera cargo de arreglar sus excesos también. Y dejó de reprobarla con la mirada para pasar a una sonrisa de lado, no solo porque le gustaban sus reacciones ilógicas, sino porque sabía que más pronto que tarde Othilia se daría cuenta de que eso había sido un exceso injustificado. El evanesco era lógico, el aguamenti en cambio la había puesto al descubierto. O así lo quería entender él.
Mientras esperaba paciente que ella cumpliera con el hechizo, miró su mano que a la distancia aun sostenía el libro. Nott. Si, definitivamente era un mal escritor. Se llevó el cigarrillo inútil a los labios, por automatismo, dándose cuenta de su estupidez pero sosteniéndolo igual con la boca para tener las manos libres e indicar a la chica que se sentara con él. – No te gusta Nott?. Que libro de él has leido?. -
Estaba cerrando el libro, a punto de dejarlo en la mesa cuando el aguamentí lo bañó de improviso. El evanesco no importaba, no había sido advertencia para él más de que ella se estaba pensando dedicarle unos minutos y por tal cosa preparaba su terreno, es decir: el cigarrillo estaba prohibido. Sosteniendo el libro a distancia con tensión en brazo, se quedó estático varios segundos ubicando el enojo en su sitio para no lanzar improperios. De un solo sacudón de brazos creyó quitarse lo grueso para luego llevar el ante brazo a la frente y traspasar toda el agua que pudiera a su suéter, que dejaran de caer las gotas molestas por sus cejas.
Calma, hombre, clama. Levantó el rostro y la miró a los ojos. Nott un carajo. – Sécame – Le dijo antes que nada. Si sabía usar la varita que se hiciera cargo de arreglar sus excesos también. Y dejó de reprobarla con la mirada para pasar a una sonrisa de lado, no solo porque le gustaban sus reacciones ilógicas, sino porque sabía que más pronto que tarde Othilia se daría cuenta de que eso había sido un exceso injustificado. El evanesco era lógico, el aguamenti en cambio la había puesto al descubierto. O así lo quería entender él.
Mientras esperaba paciente que ella cumpliera con el hechizo, miró su mano que a la distancia aun sostenía el libro. Nott. Si, definitivamente era un mal escritor. Se llevó el cigarrillo inútil a los labios, por automatismo, dándose cuenta de su estupidez pero sosteniéndolo igual con la boca para tener las manos libres e indicar a la chica que se sentara con él. – No te gusta Nott?. Que libro de él has leido?. -
Charles Luttrell- Mensajes : 109
Fecha de inscripción : 28/10/2012
Re: Leyendo
Othilia no obedecía a nadie que no fueran sus abuelos, sus papás o alguna autoridad digna de respeto. ¿Charles? No entraban en ninguno de los tres campos. Por ende, su “sécame” entró por una oreja de la rubia y salió por la siguiente, tal como si nunca hubiera existido, además, él ya andaba mayorcito para tener una mamá que conjurara algo tan simple como un hechizo para borrar toda huella húmeda de su cuerpo, ya estaba bien, que madurara e hiciera algo más que quejarse cual infante.
- Varios – respondió a su pregunta de manera corta y tajante. Entrecerró los ojos mientras sopesaba su invitación – Derecho penal en Wizengamot – pasó justo delante de Charles, dejó su cartera apoyada en el sillón de Charles pero con cuidado de no mojarla con la mugrienta agua ya bañada en el cuerpo del chico y a continuación tras sacar un pañuelo de seda blanco donde estaban bordadas sus iniciales, Othilia extendió la tela en la mesa ratonera y tras cerciorarse que cuando se sentara no arrugaría ni un poquito su impecable túnica malva, tomó asiento ante el muchacho – El verdadero caso de Ludo Bagman pero ninguno de los dos, me convenció – el escritor no era gran cosa, tenía muchos términos erróneos desde su punto de vista y su trabajo de investigación dejaba mucho que desear.
Durante su breve exposición mantuvo una mirada fija y soberbia en el muchacho pero en cuanto terminó de hablar, buscó el ejemplar que Charles había, desde su perspectiva, robado de la biblioteca para acunarlo entre sus delicadas manos envueltas en tela negra, oscura y de encaje – ¿Qué tal esta? – no estaba buscando conversación con su prometido, Othilia tenía claro que su relación era estrictamente política y fruto del acuerdo entre sus familias, pero ya que iba a pasar la mayor parte de su vida a su lado, quisiera ella o no, mejor compartir algo aunque fueran su pasión por las leyes – Deberían encerrarlo en Azkaban por sus malos escritos – y aunque sonara a una especie de burla no lo era para la muchacha mancillar las leyes con unos manuscritos tan malos debía ser revisado por Wizengamot y condenado con la pena capital.
- Varios – respondió a su pregunta de manera corta y tajante. Entrecerró los ojos mientras sopesaba su invitación – Derecho penal en Wizengamot – pasó justo delante de Charles, dejó su cartera apoyada en el sillón de Charles pero con cuidado de no mojarla con la mugrienta agua ya bañada en el cuerpo del chico y a continuación tras sacar un pañuelo de seda blanco donde estaban bordadas sus iniciales, Othilia extendió la tela en la mesa ratonera y tras cerciorarse que cuando se sentara no arrugaría ni un poquito su impecable túnica malva, tomó asiento ante el muchacho – El verdadero caso de Ludo Bagman pero ninguno de los dos, me convenció – el escritor no era gran cosa, tenía muchos términos erróneos desde su punto de vista y su trabajo de investigación dejaba mucho que desear.
Durante su breve exposición mantuvo una mirada fija y soberbia en el muchacho pero en cuanto terminó de hablar, buscó el ejemplar que Charles había, desde su perspectiva, robado de la biblioteca para acunarlo entre sus delicadas manos envueltas en tela negra, oscura y de encaje – ¿Qué tal esta? – no estaba buscando conversación con su prometido, Othilia tenía claro que su relación era estrictamente política y fruto del acuerdo entre sus familias, pero ya que iba a pasar la mayor parte de su vida a su lado, quisiera ella o no, mejor compartir algo aunque fueran su pasión por las leyes – Deberían encerrarlo en Azkaban por sus malos escritos – y aunque sonara a una especie de burla no lo era para la muchacha mancillar las leyes con unos manuscritos tan malos debía ser revisado por Wizengamot y condenado con la pena capital.
Othilia van Lieshout- Mensajes : 143
Fecha de inscripción : 08/09/2012
Re: Leyendo
No iba a secarlo? Peor para ella. Por eso no dijo ni a y la vio pasarse con aquella meticulosidad extrema hasta que se sentó con él. En diagonal frente a él pero lo bastante cerca como para saber que allí había una conversación. Charles dejó el libro al alcance de la chica, bajando los pies de la mesa, para luego pasarse una mano peinándose el cabello mojado hacia atrás. Apoyó los codos en sus rodillas inclinándose hacia adelante, prestándole atención a sus palabras y de todos modos teniendo tiempo para poner una mano en dirección a su cara y abrir el puño rociándole con pequeñas gotas el rostro.
Que berricheara. Que iba a hacer ahora? un crucios? Ni sabía conjurarlo. Hubiera sido astuta desde un principio y bien o no lo hubiera mojado, o lo hubiera secado como le fue requerido. - No hay leyes contra la mala escritura, deberías saberlo. - dijo quitándose el cigarrillo inútil de los labios por fin dejándolo en la mesa. - Imagina si cada uno que no sabe escribir termina en Askaban, necesitaríamos al menos 10 edificios como aquel. Y muy lindo los dementors, pero uno más y será imposible controlarlos. No hay que dejar a las bestias multiplicarse. También deberías saberlo.
Le gustaba hablar con ella, porque la chica, más allá de sus niñadas, tenía una mente clara, conocimientos exquisitos y sabía argumentar. Era placentero también verla desenvolverse como si nada le costase, como si nada, por más rudo que fuera le rosara la piel y le hiciera cambiar de opinión. Pero todo mundo tenía un límite y Charles sabía que el de Othilia, por demente era muy inferior al de él.
Que berricheara. Que iba a hacer ahora? un crucios? Ni sabía conjurarlo. Hubiera sido astuta desde un principio y bien o no lo hubiera mojado, o lo hubiera secado como le fue requerido. - No hay leyes contra la mala escritura, deberías saberlo. - dijo quitándose el cigarrillo inútil de los labios por fin dejándolo en la mesa. - Imagina si cada uno que no sabe escribir termina en Askaban, necesitaríamos al menos 10 edificios como aquel. Y muy lindo los dementors, pero uno más y será imposible controlarlos. No hay que dejar a las bestias multiplicarse. También deberías saberlo.
Le gustaba hablar con ella, porque la chica, más allá de sus niñadas, tenía una mente clara, conocimientos exquisitos y sabía argumentar. Era placentero también verla desenvolverse como si nada le costase, como si nada, por más rudo que fuera le rosara la piel y le hiciera cambiar de opinión. Pero todo mundo tenía un límite y Charles sabía que el de Othilia, por demente era muy inferior al de él.
Última edición por Charles Luttrell el Lun Oct 29, 2012 3:40 pm, editado 1 vez
Charles Luttrell- Mensajes : 109
Fecha de inscripción : 28/10/2012
Re: Leyendo
No había conjurado un crucio pero a Othilia jamás iba a temblarle el pulso a la hora de una batalla, tenía agallas y los ideales bien amueblados. Tampoco iba a lanzarlo por un pequeño mal movimiento de Charles como aquellas gotas cayendo sobre su rostro pálido casi níveo. La chica van Lieshout no perdía los nervios por la pequeña rebelión por muy consentida que hubiera sido su crianza, tenía mucha más clase y una gran paciencia aunque con límites muy estrictos (o no estaría en aquel lugar infestado por escoria).
Dejó caer el peso de sus ojos azules, lacerantes como mil espadas, sobre el rostro de Charles antes de levantar su mano derecha y secar con el guante las diminutas e insignificantes gotas, tomando toda la tranquilidad requerida por la conversación pero guardando la venganza para un poco más adelante, mejor servirla en frío – Por eso deberían usar algún hechizo de Zoología Mágica e impedir tu reproducción, lástima que te necesite – añadió, dejando el libro encima del espacio que quedaba a su lado sobre la mesa ratonera para acto seguido, alisar su túnica con cuidado tan pulcra como siempre – El otro día leí en el Profeta un artículo sobre pociones contra el insomnio – ladeó un poco la cabeza para mirarlo, parpadeando con cuidado y viéndose algo aniñada en la acción – parece ser que su efectividad es alta – con un gesto cuidadoso empezó a quitar paulatinamente el guante de su mano derecha, dedo a dedo – y me convenció. Usaré una dosis para cada vez que tengamos que consumir el matrimonio, espero, ahorrarme cinco minutos de sufrimiento y ensuciar el lecho con mi vómito – ya tenía a esa altura de la conversación, la varita en la mano.
Hubiera sido tan sencillo, levantarse e irse, mermar su dignidad y omitir la desfachatada acción anterior de Charles pero Othilia no perdonaba y mucho menos dejaba pasar un hecho. Alargó la mano descubierta hacia él, a penas rozó con la punta de las uñas su piel, la de su cuello, distrajo su atención y entonces como una vil traidora, usó la otra para apuntar a su muslo, la zona de la cara interna próxima a la entrepierna pero lejos para que el hechizo dañara sus atributos – Incendio – y dijo el hechizo, mirandole a los ojos, enfrentando y desafiando a su prometido. No fue conjurado con fuerza, solo para quemar su ropa y crear una mancha violácea sobre su piel pero suficiente para que recordara que no era bueno enojar a Othilia van Lieshout, y eso solo era un pequeño aviso.
Dejó caer el peso de sus ojos azules, lacerantes como mil espadas, sobre el rostro de Charles antes de levantar su mano derecha y secar con el guante las diminutas e insignificantes gotas, tomando toda la tranquilidad requerida por la conversación pero guardando la venganza para un poco más adelante, mejor servirla en frío – Por eso deberían usar algún hechizo de Zoología Mágica e impedir tu reproducción, lástima que te necesite – añadió, dejando el libro encima del espacio que quedaba a su lado sobre la mesa ratonera para acto seguido, alisar su túnica con cuidado tan pulcra como siempre – El otro día leí en el Profeta un artículo sobre pociones contra el insomnio – ladeó un poco la cabeza para mirarlo, parpadeando con cuidado y viéndose algo aniñada en la acción – parece ser que su efectividad es alta – con un gesto cuidadoso empezó a quitar paulatinamente el guante de su mano derecha, dedo a dedo – y me convenció. Usaré una dosis para cada vez que tengamos que consumir el matrimonio, espero, ahorrarme cinco minutos de sufrimiento y ensuciar el lecho con mi vómito – ya tenía a esa altura de la conversación, la varita en la mano.
Hubiera sido tan sencillo, levantarse e irse, mermar su dignidad y omitir la desfachatada acción anterior de Charles pero Othilia no perdonaba y mucho menos dejaba pasar un hecho. Alargó la mano descubierta hacia él, a penas rozó con la punta de las uñas su piel, la de su cuello, distrajo su atención y entonces como una vil traidora, usó la otra para apuntar a su muslo, la zona de la cara interna próxima a la entrepierna pero lejos para que el hechizo dañara sus atributos – Incendio – y dijo el hechizo, mirandole a los ojos, enfrentando y desafiando a su prometido. No fue conjurado con fuerza, solo para quemar su ropa y crear una mancha violácea sobre su piel pero suficiente para que recordara que no era bueno enojar a Othilia van Lieshout, y eso solo era un pequeño aviso.
Othilia van Lieshout- Mensajes : 143
Fecha de inscripción : 08/09/2012
Re: Leyendo
Sonrió de lado, imposible no hacerlo al escuchar aquel “lástima que te necesite” tan impersonal y cargado de significados a la vez. Llevó una mano al mentó, frunciéndose los labios con los dedos repensando todo lo que significaba su compromiso impuesto con la chica, lo político y social, no las tonterías personales. Y acompañó el gesto, juntando el ceño para volver a mirarla con duda cuando hablaba de las pociones, no sabía a que venía aquello. Othilia no tardó en aclarárselo de la manera más soez y figurativa que ni él mismo hubiera sido capaz de describir.
- estás loca… - le señaló sonriendo. Le gustaba que ella sacara el tema, porque quería decir que lo tenía en mente, para bien o para mal no podía dejar de preguntarse por su relación con él, y eso incluía las sábanas. Charles confiaba en que ella cambiaría de opinión, solo era cuestión de tiempo. No era ingenuo de su parte, sino que tenía fe en ella pues la sabía inteligente y astuta, y la veía demasiado agresiva y segura de si misma como para creerse ese cuentito de la boca para afuera de que no le gustaba el sexo, de que él le daba asco y demás ñiñadas.
La piel se le erizó involuntaria al sentir sus uñas sobre su cuello y Othilia logró distraerlo por completo. Pero el hechizo no se hizo esperar y la reacción violenta de él tampoco. – puta madre! – dijo levantándose de inmediato, golpeándose con las manos la zona para apagar la llama.- Othilia! - Terminó de decir en dos segundos, levantado de nuevo los ojos a verla con la mirada encendida, sin tardarse nada ponerse justo frente a ella y tomarle la mano de la varita con fuerza. Si no hubiera sido impensado, repentino y pura reacción a la locura que había acabado de sufrir, no la habría tomado de esa forma.
La miró, dos segundos y fue aflojando la fuerza sin soltarla claro. – desperdicias la magia en tonterías – ni que la magia se gastase, pero era un simple gesto. Ya se lo había dicho otras veces…- no vas a intimidarme por más truquitos de fuego que escondas bajo los guantes- llevó la mano de la chica a su propio regazo de túnica malva y la soltó con tranquilidad - Te preocupa el sexo?, lo entiendo… podemos hablarlo como magos civilizados que somos – le dijo sin poner ningún gesto especial.
- estás loca… - le señaló sonriendo. Le gustaba que ella sacara el tema, porque quería decir que lo tenía en mente, para bien o para mal no podía dejar de preguntarse por su relación con él, y eso incluía las sábanas. Charles confiaba en que ella cambiaría de opinión, solo era cuestión de tiempo. No era ingenuo de su parte, sino que tenía fe en ella pues la sabía inteligente y astuta, y la veía demasiado agresiva y segura de si misma como para creerse ese cuentito de la boca para afuera de que no le gustaba el sexo, de que él le daba asco y demás ñiñadas.
La piel se le erizó involuntaria al sentir sus uñas sobre su cuello y Othilia logró distraerlo por completo. Pero el hechizo no se hizo esperar y la reacción violenta de él tampoco. – puta madre! – dijo levantándose de inmediato, golpeándose con las manos la zona para apagar la llama.- Othilia! - Terminó de decir en dos segundos, levantado de nuevo los ojos a verla con la mirada encendida, sin tardarse nada ponerse justo frente a ella y tomarle la mano de la varita con fuerza. Si no hubiera sido impensado, repentino y pura reacción a la locura que había acabado de sufrir, no la habría tomado de esa forma.
La miró, dos segundos y fue aflojando la fuerza sin soltarla claro. – desperdicias la magia en tonterías – ni que la magia se gastase, pero era un simple gesto. Ya se lo había dicho otras veces…- no vas a intimidarme por más truquitos de fuego que escondas bajo los guantes- llevó la mano de la chica a su propio regazo de túnica malva y la soltó con tranquilidad - Te preocupa el sexo?, lo entiendo… podemos hablarlo como magos civilizados que somos – le dijo sin poner ningún gesto especial.
Charles Luttrell- Mensajes : 109
Fecha de inscripción : 28/10/2012
Re: Leyendo
La acción además de ganarse la satisfacción de Othilia y un fuerte enojo por parte de Charles, vio recompensada su efectividad con una sonrisa genuina en los labios de la muchacha, contenta por ver como las manos del muchacho apagaban el pantalón preso en pequeñas llamas. Fue fugaz como una estrella. La chica volvió a delinear esa fina línea en sus labios carmesíes antes de levantar la mirada para enfrentar los ojos encendidos en rabia de su prometido. Impasible, la muchacha colocó lentamente un mechón tras su oreja justo antes del movimiento inesperado y brusco por parte de Charles quien tomó su delicada muñeca con fuerza.
La reacción natural de Othilia fue sostener la mirada sin amilanarse, pese a que el gesto provocó un leve dolor punzante. Aguard desafiante a que el chico perdiera aún más los papeles, no tenía ningún tipo de reparo en usar algo más que “sus truquitos de fuego” pero era agradecida con su familia, a los que amaba desde su corazón frío y prefería llegar con el prometido en vida a su matrimonio. Los planes fueron truncados cuando el muchacho, usando su habitual galantería, dejó la mano de la rubia platinada sobre su propio regazo. Othilia desvió sus ojos azules hasta su pálida mano donde una franja rosácea destacaba por encima de su tono blanco habitual, no gesticulo su desagrado, volvió a levantar la cabeza y escuchó la propuesta de Charles, una discusión sobre el sexo.
- ¿No es solo un paso para hacer efectivo y válido a efectos legales el contrato de nuestro matrimonio? – hizo una pausa, volvió a colocar el guante sobre su mano desnuda para poderla apoyar en la mesa a fin de colocarse mejor sobre ella - ¿una necesidad para preservar nuestra sociedad de una infección global de magos impuros? – añadió y parpadeó, no sabía a que punto quería llegar, Othilia no entendía de placeres carnales. Por muy extraño que fuera, nunca nadie había removido sus hormonas (si es que tenía) hasta el punto de desear satisfacer sus bajos instintos, Charles no era una excepción, quedaba tan igual como si pasara un dementor sin capa por su lado, todo fuese que tampoco había compartido tantas cosas con él – No me preocupa tus necesidades sexuales, quedan lejanas.
La reacción natural de Othilia fue sostener la mirada sin amilanarse, pese a que el gesto provocó un leve dolor punzante. Aguard desafiante a que el chico perdiera aún más los papeles, no tenía ningún tipo de reparo en usar algo más que “sus truquitos de fuego” pero era agradecida con su familia, a los que amaba desde su corazón frío y prefería llegar con el prometido en vida a su matrimonio. Los planes fueron truncados cuando el muchacho, usando su habitual galantería, dejó la mano de la rubia platinada sobre su propio regazo. Othilia desvió sus ojos azules hasta su pálida mano donde una franja rosácea destacaba por encima de su tono blanco habitual, no gesticulo su desagrado, volvió a levantar la cabeza y escuchó la propuesta de Charles, una discusión sobre el sexo.
- ¿No es solo un paso para hacer efectivo y válido a efectos legales el contrato de nuestro matrimonio? – hizo una pausa, volvió a colocar el guante sobre su mano desnuda para poderla apoyar en la mesa a fin de colocarse mejor sobre ella - ¿una necesidad para preservar nuestra sociedad de una infección global de magos impuros? – añadió y parpadeó, no sabía a que punto quería llegar, Othilia no entendía de placeres carnales. Por muy extraño que fuera, nunca nadie había removido sus hormonas (si es que tenía) hasta el punto de desear satisfacer sus bajos instintos, Charles no era una excepción, quedaba tan igual como si pasara un dementor sin capa por su lado, todo fuese que tampoco había compartido tantas cosas con él – No me preocupa tus necesidades sexuales, quedan lejanas.
Othilia van Lieshout- Mensajes : 143
Fecha de inscripción : 08/09/2012
Re: Leyendo
Charles también desvió la mirada al regazo de Othilia, observando su piel algo rosada, viendo como se volvía a poner el guante, mientras la escuchaba respetuoso, y pensaba seriamente que él lo que le correspondía hacer, solo porque era el hombre, y ella iba a ser su esposa tarde o temprano si las cosas seguían el curso que era debido, sino porque las respuestas de las chica era tan acertadas como inútiles en semejante situación.
Se acuclilló frente a ella manteniendo las distancias, apoyando la mano en una de sus propias rodillas de pantalones gris oscuro y la otra repasándose la frente, dejando ver a medias sus cejas alzadas ante la última frase. No le preocupaba? Pues iba a tener que empezar a importarle. - Permiso - le dijo antes que nada y tomó las manos de la chica con las suyas, asegurando también agarrar la varita de ella, no así el pañuelo que quedaría esperándolos en la sala común. Y se apareció con ella en su propio dormitorio, con el tino perfecto de que Othilia estuviera sentada en su cama al abrir los ojos y él, en la misma posición de cuclillas frente. Le volvió a acomodar las manos en el regazo y girándose sacó la varita propia para acercarse un baúl donde sentarse él frente a ella. Sus rodillas no eran de acero.
Su cuarto tenía la decoración mínima, dos camas más pertenecientes a otros compañeros. Una ventana con las cortinas oscuras que Brigantia proveía. una basta biblioteca y una mesa redonda de madera pesada donde había libros desordenados sobre ella y sobre las sillas. Por suerte tenía buenos compañeros de dormitorio, o pasados dos años ahí, mejor dicho, Charles había logrado de dormir con la gente más adecuada, no solo idiológicamente sino de costumbres, que para vivir tranquilo había que poder convivir.
- todo lo que has dicho es cierto. Pero también lo último. Yo voy a hacerte feliz y tu vas a hacerme feliz... - la trataba con respeto, con distancia y tranquilidad porque se veía frágil y niña cuando no alzaba la varita como demente - No son necesarias las pociones para dormir, ni ninguna de esas cosas que te estás inventando. - puso una mano en la rodilla de ella sin pensarlo. - me dejas que te bese?
Se acuclilló frente a ella manteniendo las distancias, apoyando la mano en una de sus propias rodillas de pantalones gris oscuro y la otra repasándose la frente, dejando ver a medias sus cejas alzadas ante la última frase. No le preocupaba? Pues iba a tener que empezar a importarle. - Permiso - le dijo antes que nada y tomó las manos de la chica con las suyas, asegurando también agarrar la varita de ella, no así el pañuelo que quedaría esperándolos en la sala común. Y se apareció con ella en su propio dormitorio, con el tino perfecto de que Othilia estuviera sentada en su cama al abrir los ojos y él, en la misma posición de cuclillas frente. Le volvió a acomodar las manos en el regazo y girándose sacó la varita propia para acercarse un baúl donde sentarse él frente a ella. Sus rodillas no eran de acero.
Su cuarto tenía la decoración mínima, dos camas más pertenecientes a otros compañeros. Una ventana con las cortinas oscuras que Brigantia proveía. una basta biblioteca y una mesa redonda de madera pesada donde había libros desordenados sobre ella y sobre las sillas. Por suerte tenía buenos compañeros de dormitorio, o pasados dos años ahí, mejor dicho, Charles había logrado de dormir con la gente más adecuada, no solo idiológicamente sino de costumbres, que para vivir tranquilo había que poder convivir.
- todo lo que has dicho es cierto. Pero también lo último. Yo voy a hacerte feliz y tu vas a hacerme feliz... - la trataba con respeto, con distancia y tranquilidad porque se veía frágil y niña cuando no alzaba la varita como demente - No son necesarias las pociones para dormir, ni ninguna de esas cosas que te estás inventando. - puso una mano en la rodilla de ella sin pensarlo. - me dejas que te bese?
Charles Luttrell- Mensajes : 109
Fecha de inscripción : 28/10/2012
Re: Leyendo
Tuvo tiempo a alzar una ceja ante el roce de las manos de Charles sobre sus guantes negros antes de aparecerse en la habitación del muchacho, sentada en su confortable cama y aún preservando su amada varita, la cual guardó otra vez en la manga de su túnica malva para quedarse observando todo cuanto la rodeaba. Era la primera vez desde el pacto que hicieron sus abuelos con la familia del joven que Othilia entraba en aquel lugar y no reparó en contar mentalmente las camas, solo para hacerse una idea global de la situación, fijarse en el título de los libros. Como obsesiva del orden notó la ansiedad por lanzar un hechizo que los ordenara por título y autor como ella tenía todas las cosas en su habitación.
La voz grave del joven resonó en el silencio de la habitación. Othilia aún sin mover ni un poco su cuerpo, giró la cabeza hacia donde estaba el rostro de Charles. Escuchó sus palabras, parpadeó ante la mención de hacer feliz el uno al otro como un bonito matrimonio no concertado y quiso abogar en contra de la reticencia de Luttrell a privarle de su poción para dormir. ¿Qué no había entendido? Necesitaba quedar noqueada ante el futuro inminente, compartiría más que lecho con el joven, incluso la piel se le erizaba con la simple idea y no de excitación, era pavor.
- Si no hay poción dame otra solución – su voz fue descendiendo en volumen a medida que fue consciente que la mano del chico iba a posarse, osada, sobre su rodilla. Los ojos turquesas siguieron el movimiento de la mano desde su origen hasta que cayó sobre su rodilla y no dijo nada pero las clavó sobre la palma. Un parpadeo involuntario como el batir de las alas de una mariposa emanó ante el desconocido movimiento y fue tajado de raíz ante una inesperada propuesta que se coló en su bizarra conversación – No – la respuesta brotó sola y rotunda. ¿Besarla? ¿Qué tipo de derecho creía que tenía? Era su prometido, no su marido, no tenía derecho a nada aún, quizás dentro de dos años, una vez hubieran dicho el “si quiero” las cosas cambiarían y ella como dedicada esposa debería complacer sus deseos carnales pero ahora, no, no y no – No me vas a besar. ¿Para qué quieres hacerlo?
La voz grave del joven resonó en el silencio de la habitación. Othilia aún sin mover ni un poco su cuerpo, giró la cabeza hacia donde estaba el rostro de Charles. Escuchó sus palabras, parpadeó ante la mención de hacer feliz el uno al otro como un bonito matrimonio no concertado y quiso abogar en contra de la reticencia de Luttrell a privarle de su poción para dormir. ¿Qué no había entendido? Necesitaba quedar noqueada ante el futuro inminente, compartiría más que lecho con el joven, incluso la piel se le erizaba con la simple idea y no de excitación, era pavor.
- Si no hay poción dame otra solución – su voz fue descendiendo en volumen a medida que fue consciente que la mano del chico iba a posarse, osada, sobre su rodilla. Los ojos turquesas siguieron el movimiento de la mano desde su origen hasta que cayó sobre su rodilla y no dijo nada pero las clavó sobre la palma. Un parpadeo involuntario como el batir de las alas de una mariposa emanó ante el desconocido movimiento y fue tajado de raíz ante una inesperada propuesta que se coló en su bizarra conversación – No – la respuesta brotó sola y rotunda. ¿Besarla? ¿Qué tipo de derecho creía que tenía? Era su prometido, no su marido, no tenía derecho a nada aún, quizás dentro de dos años, una vez hubieran dicho el “si quiero” las cosas cambiarían y ella como dedicada esposa debería complacer sus deseos carnales pero ahora, no, no y no – No me vas a besar. ¿Para qué quieres hacerlo?
Othilia van Lieshout- Mensajes : 143
Fecha de inscripción : 08/09/2012
Re: Leyendo
Le gustó que ella observara la habitación, no tenía más explicación simplemente le gustó ver sus ojos claros tocar cada objeto de su dormitorio, entender que lo estaba evaluando aunque ella no expresara mayor cosa con el rostro. De haber sabido que Othilia gustaba de ordenar los libros, le hubiera dejado hacerlo, posponiendo la charla el tiempo que fuera necesario. Charles no tenía apuros, no era un chico de exabruptos ni de diligencias. También reparó fugazmente en que era la tercera vez que estaban en un sitio privado, si no encerrados bien resguardados de cualquier disturbio y solos ellos dos, sin posibilidad a interrupciones.
Sonrió imperceptible a aquella reiteración de la poción, pues Charles estaba seguro de que ella aun no entendía que no sería necesaria tal cosa, porque al fin y al cabo le gustaría follar y le gustaría hacerlo con él y no sería necesaria ninguna cosa que evitara conciencias o vómitos. Pero era en realidad él, quien no comprendía que Othilia estaba muy lejos de esos sentimientos carnales. Él pensaba que era pureza o castidad aniñada, quizá vergüenza. Cosas por cierto, que le parecían correctas.
Por seguir su mirada, diose cuenta de que su mano estaba posada sobre su túnica e iba a quitarla cuando escuchó el rotundo no, que le sacó otra sonrisa algo más marcada esta vez. La miró a los ojos haciendo el cuerpo hacia delante, pero muy lejos aun para poder robarle un beso. No se debatió entre hablarle a los ojos y buscar algún pliegue de la túnica para abrirla a los lado y ver que llevaba debajo, pues hizo las dos cosas al mismo tiempo. (lo de la túnica lo intentó mejor dicho, pues bien ella podría frenarlo cuando quisiera) - Quiero hacerlo porque siento de hacerlo. Me gustaría probar tus labios otra vez. Me gustan tus labios...- concluyó con énfasis, casi con tono de profesor que estaba adoctrinando sobre hechos fácticos.
Bajó a verlos y volvió a los ojos de Othilia, ya quitando la mano de su falda y haciéndose para atrás. - Te acuerdas de la fiesta? Cuando quedamos solos para "hablar nuestras cosas". No te pedí permiso, pues no pensé que fuera necesario. estúpido yo... Y me abofeteaste. - El mismo se alegró de que en esa época Othilia por la edad no tuviera permiso a usar varita fuera de su colegio -.. estabas en tu derecho, y lo reconozco, pero el tiempo pasa y ya estamos grandes para estos jueguitos, Othilia- no quería ofenderla solo buscaba llegar al punto lógico donde estaban hoy. y tenía una ganas de fumar que moría por dentro - Te respeto, pero puedes confiarme que quieres besarme y estará bien... tu no vas a ser mi esposa cuando nos casemos, eres mía desde ese día.-
Sonrió imperceptible a aquella reiteración de la poción, pues Charles estaba seguro de que ella aun no entendía que no sería necesaria tal cosa, porque al fin y al cabo le gustaría follar y le gustaría hacerlo con él y no sería necesaria ninguna cosa que evitara conciencias o vómitos. Pero era en realidad él, quien no comprendía que Othilia estaba muy lejos de esos sentimientos carnales. Él pensaba que era pureza o castidad aniñada, quizá vergüenza. Cosas por cierto, que le parecían correctas.
Por seguir su mirada, diose cuenta de que su mano estaba posada sobre su túnica e iba a quitarla cuando escuchó el rotundo no, que le sacó otra sonrisa algo más marcada esta vez. La miró a los ojos haciendo el cuerpo hacia delante, pero muy lejos aun para poder robarle un beso. No se debatió entre hablarle a los ojos y buscar algún pliegue de la túnica para abrirla a los lado y ver que llevaba debajo, pues hizo las dos cosas al mismo tiempo. (lo de la túnica lo intentó mejor dicho, pues bien ella podría frenarlo cuando quisiera) - Quiero hacerlo porque siento de hacerlo. Me gustaría probar tus labios otra vez. Me gustan tus labios...- concluyó con énfasis, casi con tono de profesor que estaba adoctrinando sobre hechos fácticos.
Bajó a verlos y volvió a los ojos de Othilia, ya quitando la mano de su falda y haciéndose para atrás. - Te acuerdas de la fiesta? Cuando quedamos solos para "hablar nuestras cosas". No te pedí permiso, pues no pensé que fuera necesario. estúpido yo... Y me abofeteaste. - El mismo se alegró de que en esa época Othilia por la edad no tuviera permiso a usar varita fuera de su colegio -.. estabas en tu derecho, y lo reconozco, pero el tiempo pasa y ya estamos grandes para estos jueguitos, Othilia- no quería ofenderla solo buscaba llegar al punto lógico donde estaban hoy. y tenía una ganas de fumar que moría por dentro - Te respeto, pero puedes confiarme que quieres besarme y estará bien... tu no vas a ser mi esposa cuando nos casemos, eres mía desde ese día.-
Charles Luttrell- Mensajes : 109
Fecha de inscripción : 28/10/2012
Re: Leyendo
Othilia acompasó el movimiento de Charles, él echó la cabeza hacia delante y ella de manera refleja tiró la suya hacia atrás, tumbándose solo un poco sobre la cama para clavar las manos a los dos lados de su cuerpo. Estaba obcecada en negarle el beso, no iba a regalárselo bajo ninguna circunstancia ni de forma voluntaria ni involuntaria, el fulgor de sus labios estaba privado para el muchacho. Fue consciente que las manos del joven destaparon su cuerpo para ver el ceñido vestido negro que llevaba hasta media cintura, la chica cerró instintivamente aún más las piernas y volvió a lacerar con sus ojos el rostro de su prometido, avisándole que iba por muy mal camino, esta vez si llevaba varita y estaba dispuesta a usarla.
- No es mi problema que te gusten – repuso de forma inmediata a sus palabras, cerrando una de sus manos para arrugar las blancas nucleares sábanas y tomar de paso su varita, fuerte. Inspeccionó las facciones de Charles, buscando algún indicio de que todo aquello era una broma de mal gusto porque de no ser así, estaba sobrepasando los límites e igual que había hecho con Daphne, debería darle una corrección para volviera a encauzarse en el camino adecuado, lejos de aquella barbarie del contacto carnal. El muchacho pareció responder a sus pensamientos pues raudo quitó la mano y echó la cabeza hacia atrás, ofreciendo a Othilia su tan ansiado espacio vital, el cual necesitaba para sentirse cómoda y no como un animalito salvaje enjaulado, listo para saltar sobre su oponente por pánico o miedo aunque no iba a manifestarse en su rostro, Othilia continuaba tan inmutable, ni tan siquiera sabía si de verdad era eso lo que sentía.
Disfrutaba de buena memoria y si, recordaba cada detalle de aquel día. Ella era joven y quiso darle una oportunidad a su recién prometido, el futuro marido, quizás hablar un poco para conocerse mejor, no era dado a ello pero hizo el esfuerzo por complacer en primer lugar a su padre quien observaba la operación desde su apartado rincón y después a sus abuelos, habían puesto todas sus cartas para unir a esas dos familias. Charles se encargó de arruinarlo todo con aquel beso y Othilia abofeteó con toda la fuerza de su cuerpo pese a que ella fuera reticente a ese contacto pues creía mejor la magia aunque estaba privada fuera de Beauxbatons.
- No es un juego – la verdad es que nada de aquello la divertía - ¿Qué clase de perturbado eres? Me da asco pensar en tus labios sobre los míos – se incorporó para colocar bien su túnica y arrugó la nariz – y no soy tuya, ni lo seré nunca – rotunda otra vez, Othilia no decía las cosas sin estar convencida de la vehemencia de sus palabras y el sentir de su significado. Quitó la mirada de él para poner otra vez en los libros, usó la varita y en un gesto limpio y elegante de muñeca, los ordenó tal como ella quería desde un buen principio, hacía daño verlos con su desorden – hay un abismo entre ser tu esposa a ser algo, como un objeto de tu propiedad – levitó uno de los libros, un pequeño diccionario mágico y lo dejó sobre las manos del joven – busca ambos significados y aprende.
- No es mi problema que te gusten – repuso de forma inmediata a sus palabras, cerrando una de sus manos para arrugar las blancas nucleares sábanas y tomar de paso su varita, fuerte. Inspeccionó las facciones de Charles, buscando algún indicio de que todo aquello era una broma de mal gusto porque de no ser así, estaba sobrepasando los límites e igual que había hecho con Daphne, debería darle una corrección para volviera a encauzarse en el camino adecuado, lejos de aquella barbarie del contacto carnal. El muchacho pareció responder a sus pensamientos pues raudo quitó la mano y echó la cabeza hacia atrás, ofreciendo a Othilia su tan ansiado espacio vital, el cual necesitaba para sentirse cómoda y no como un animalito salvaje enjaulado, listo para saltar sobre su oponente por pánico o miedo aunque no iba a manifestarse en su rostro, Othilia continuaba tan inmutable, ni tan siquiera sabía si de verdad era eso lo que sentía.
Disfrutaba de buena memoria y si, recordaba cada detalle de aquel día. Ella era joven y quiso darle una oportunidad a su recién prometido, el futuro marido, quizás hablar un poco para conocerse mejor, no era dado a ello pero hizo el esfuerzo por complacer en primer lugar a su padre quien observaba la operación desde su apartado rincón y después a sus abuelos, habían puesto todas sus cartas para unir a esas dos familias. Charles se encargó de arruinarlo todo con aquel beso y Othilia abofeteó con toda la fuerza de su cuerpo pese a que ella fuera reticente a ese contacto pues creía mejor la magia aunque estaba privada fuera de Beauxbatons.
- No es un juego – la verdad es que nada de aquello la divertía - ¿Qué clase de perturbado eres? Me da asco pensar en tus labios sobre los míos – se incorporó para colocar bien su túnica y arrugó la nariz – y no soy tuya, ni lo seré nunca – rotunda otra vez, Othilia no decía las cosas sin estar convencida de la vehemencia de sus palabras y el sentir de su significado. Quitó la mirada de él para poner otra vez en los libros, usó la varita y en un gesto limpio y elegante de muñeca, los ordenó tal como ella quería desde un buen principio, hacía daño verlos con su desorden – hay un abismo entre ser tu esposa a ser algo, como un objeto de tu propiedad – levitó uno de los libros, un pequeño diccionario mágico y lo dejó sobre las manos del joven – busca ambos significados y aprende.
Othilia van Lieshout- Mensajes : 143
Fecha de inscripción : 08/09/2012
Re: Leyendo
No, no. Si, era su problema. La chica iba a tener que entenderlo en algún momento, por las buenas o por las malas, aunque nada motivaba a Charles a pensar que aquello de "las malas" tendrías que ser finalmente. Él confiaba en el tiempo, y en que lo que conocía de Othilia, de su personalidad, era prometedor. Sin dejar de tener en cuenta que vivir indicios prometedores era una completa estupidez. La observaba con detenidamente porque quería descubrirla, hasta saber con certeza como era que ella funcionaba: era tan complicado saber si mentía o no, si sentía algo y qué, la chica aquella de rostro hermoso e imperturbable, que definitivamente era otro de sus mejores encantos.
- te da asco? - alzó ambas cejas sin terminar de creérselo, pero dejándola hacer. Que dijera, que se acomodara la túnica para cubrir aquellas rodillas que de blancas dolían a la vista, que tomara la varita. Charles no le tenía miedo, sino paciencia, como a todo el mundo en general, era su forma de ser. Le gustó que ordenara sus libros, y relajó de algún modo al encontrar que estaba buscando en sus bolsillos la cajita de lata donde guardaba sus cigarrillos armados por él mismo con hierbas que le eran de su gusto.
El diccionario interrumpió su faena. y alzó el rostro para verla a los ojos, mientras con la mano que sostenía entre los dedos el cigarrillo también tomaba el libro para ponerlo en la mesa de luz. - Entiendo que no te guste, pero la ley es así. Porque crees que cambiarás el apellido? Siempre ha sido así, es la forma en que nuestra sociedad lo cree. - dejó el pucho sobre el diccionario también - Si a ti - pausa - no te gustan nuestras tradiciones, deberías plantearlo tal cual es. No todas las brujas se desposan. - y lo más importante - no todos los brujos piensan como nosotros - y ahora se puso un poco más serio, aunque aceptaba las dudas de cualquier purista, mientras siguiera siendo un poco sensato de dialogar para que alguien más firme le aclarara los puntos. Othilia podía tener sus dudas, y él le explicaría punto por punto como eran las cosas, con paciencia infinita.
La tomó de la mano -... nuestros valores son todos una misma cosa, se acoplan todos y cada uno en un sistema perfecto. Si tu niegas una pieza, es como si negaras el sistema completo... - no pudo evitarlo y se alzó de su baúl hasta llegar a su oído - tu eres de mi propiedad, o mejor dicho, - que para algo él era el hombre de la relación- dejarás de serlo si yo lo decido.-
- te da asco? - alzó ambas cejas sin terminar de creérselo, pero dejándola hacer. Que dijera, que se acomodara la túnica para cubrir aquellas rodillas que de blancas dolían a la vista, que tomara la varita. Charles no le tenía miedo, sino paciencia, como a todo el mundo en general, era su forma de ser. Le gustó que ordenara sus libros, y relajó de algún modo al encontrar que estaba buscando en sus bolsillos la cajita de lata donde guardaba sus cigarrillos armados por él mismo con hierbas que le eran de su gusto.
El diccionario interrumpió su faena. y alzó el rostro para verla a los ojos, mientras con la mano que sostenía entre los dedos el cigarrillo también tomaba el libro para ponerlo en la mesa de luz. - Entiendo que no te guste, pero la ley es así. Porque crees que cambiarás el apellido? Siempre ha sido así, es la forma en que nuestra sociedad lo cree. - dejó el pucho sobre el diccionario también - Si a ti - pausa - no te gustan nuestras tradiciones, deberías plantearlo tal cual es. No todas las brujas se desposan. - y lo más importante - no todos los brujos piensan como nosotros - y ahora se puso un poco más serio, aunque aceptaba las dudas de cualquier purista, mientras siguiera siendo un poco sensato de dialogar para que alguien más firme le aclarara los puntos. Othilia podía tener sus dudas, y él le explicaría punto por punto como eran las cosas, con paciencia infinita.
La tomó de la mano -... nuestros valores son todos una misma cosa, se acoplan todos y cada uno en un sistema perfecto. Si tu niegas una pieza, es como si negaras el sistema completo... - no pudo evitarlo y se alzó de su baúl hasta llegar a su oído - tu eres de mi propiedad, o mejor dicho, - que para algo él era el hombre de la relación- dejarás de serlo si yo lo decido.-
Charles Luttrell- Mensajes : 109
Fecha de inscripción : 28/10/2012
Re: Leyendo
A muy poco estuvo de perder los papeles. Othilia no permitía que cuestionaran su fidelidad a las tradiciones e ideales que desde pequeña habían curtido su carácter hosco. Ella creía en las cosas que profesaban sus labios, no solo porque su padre fuera un mortifago o sus abuelos puristas consagrados, ella creía en todas aquellas cosas, tenía una fuerte opinión y una fuerte consciencia. Podía haberse negado a prometer su mano con Luttrell, dejar una fuerte decepción en sus abuelos por su actitud pero obtener su perdón a los pocos días solo porque era la princesa de sus ojos. No fue así y aún continuaba con él, era un contrato pero un contrato que implicaba todo aquello en lo que creía como la preservación de la sangre y Othilia sabía que era lo mejor que podía hacer para labrar un futuro a las generaciones futuras y además plasmar su huella por pequeña que fuera en la historia.
Quitó la mano en un gesto violento – No estoy negando nada a nuestra sociedad – vio interrumpida sus palabras porque él se alzó de su baúl. En cuanto notó la suave caricia de su aliento sobre su oreja, retiró la cara muy lejos aunque captando alto y claro sus palabras. Empujó el cuerpo del chico hacia la cama mullida cama, quitándoselos de encima para ponerse en pie y sacudir su túnica. Caminó hasta la ventana donde ondeaba la cortina opaca y Othilia se colocó contra la pared, apoyando un hombro para perder su cristalina mirada a través de la pequeña obertura que dejaba la tela cuando ondeaba por la suave brisa de la tarde.
- El sistema de nuestra sociedad es complicado y selecto. La connotación de posesión es un carácter obligado, una pieza fundamental pero solo en cuanto a la magia que nos hace especiales no a la soberanía dentro de un matrimonio – la cortina lanzó un crujido por la suave brisa justo cuando la chica clavó la mirada en él de nuevo, más segura que nunca con sus palabras – como esposa seré fiel, respetaré tu palabra y te seguiré allí dónde vayas pero yo no seré tuya Charles. Aprende; perteneceré a mi sociedad y a la comitiva de sanearla hasta las raíces, usando mi sangre como parte del remedio para la enfermedad – caminó, rodeó el escritorio y quedó tras la silla, dando la espalda a su prometido. Deshizo el cordón de su túnica para quitársela y dejarla, bien doblada, encima de la silla mostrando, quizás por primera vez, el vestido negro que llevaba debajo y que llegaba justo un poco más arriba de sus rodillas. Las manos de Othilia buscaron los libros, acarició la portada del superior con la yema de los dedos y tras un breve periodo de reflexión, miró por encima del hombro a su prometido, ocultando parte de su rostro por la cascada que formaban sus hebras platinadas al caer sobre la mitad de sus facciones – No vuelvas a decir que reniego de mis ideales o te mataré – y la amenaza era real, más que eso, cruzó afilada la distancia que los separaba cortando el aire.
Quitó la mano en un gesto violento – No estoy negando nada a nuestra sociedad – vio interrumpida sus palabras porque él se alzó de su baúl. En cuanto notó la suave caricia de su aliento sobre su oreja, retiró la cara muy lejos aunque captando alto y claro sus palabras. Empujó el cuerpo del chico hacia la cama mullida cama, quitándoselos de encima para ponerse en pie y sacudir su túnica. Caminó hasta la ventana donde ondeaba la cortina opaca y Othilia se colocó contra la pared, apoyando un hombro para perder su cristalina mirada a través de la pequeña obertura que dejaba la tela cuando ondeaba por la suave brisa de la tarde.
- El sistema de nuestra sociedad es complicado y selecto. La connotación de posesión es un carácter obligado, una pieza fundamental pero solo en cuanto a la magia que nos hace especiales no a la soberanía dentro de un matrimonio – la cortina lanzó un crujido por la suave brisa justo cuando la chica clavó la mirada en él de nuevo, más segura que nunca con sus palabras – como esposa seré fiel, respetaré tu palabra y te seguiré allí dónde vayas pero yo no seré tuya Charles. Aprende; perteneceré a mi sociedad y a la comitiva de sanearla hasta las raíces, usando mi sangre como parte del remedio para la enfermedad – caminó, rodeó el escritorio y quedó tras la silla, dando la espalda a su prometido. Deshizo el cordón de su túnica para quitársela y dejarla, bien doblada, encima de la silla mostrando, quizás por primera vez, el vestido negro que llevaba debajo y que llegaba justo un poco más arriba de sus rodillas. Las manos de Othilia buscaron los libros, acarició la portada del superior con la yema de los dedos y tras un breve periodo de reflexión, miró por encima del hombro a su prometido, ocultando parte de su rostro por la cascada que formaban sus hebras platinadas al caer sobre la mitad de sus facciones – No vuelvas a decir que reniego de mis ideales o te mataré – y la amenaza era real, más que eso, cruzó afilada la distancia que los separaba cortando el aire.
Othilia van Lieshout- Mensajes : 143
Fecha de inscripción : 08/09/2012
Re: Leyendo
Con calma, también con determinación, pero de a una pieza a la vez que sino no estaría exento de que a Othilia se le zafara una tuerca. Y no es que no le gustara cuando se ponía loca, cuando alzaba la varita y demostraba sus capacidades y determinación, pero también la pretendía cómoda, a gusto con él y convencida de lo que hacía. Que por muy contrato que fuera aquella pareja, Charles no le deseaba a ella ningún mal, todo lo contrario, la pretendía feliz y dichosa igual que él quería ser.
Para él, la decisión acertada y concertada por los adultos, de que ellos formaran un núcleo sólido y de bien, que parecía frío y sin sentido, no impedía que fueran felices y plenos, todo lo contrario, allanaba el camino hacia ese cometido. Todo lo que hacía el brujo en la vida era para estarse bien, nadie se procuraba para si mismo destinos tortuosos, no tenía eso ningún sentido. No la amaba, pero se creía capaz de hacerlo algún día, con la naturalidad obvia con que esas cosas sucedían: sabía con certeza que un día despertaría a su lado y la besaría en el cabello amándola y a ella le pasaría igual.
Eso pensaba mientras se acomodaba mejor en su propia cama donde ella lo había dejado y mientras la escuchaba y observaba con atención. Cruzó los brazos por debajo de su cabeza, recordando su pelo aun mojado sin importarle humedecer su almohada. Tampoco se sorprendía de quedársela mirando, era muy guapa como para no caer en eso, pero procuraba guarda suficiente mente en atender a sus palabras. A cada frase se daba cuenta que tenían mucho que charlar, había demasiado que no sabía de ella y no quería que se le escapara nada, y lo del sexo marital era un tonto detalle.
La vio ir y venir en silencio, la escuchó hasta el final sin perder detalle de nada, apenas si se movió para llevar una de sus manos a los labios en ese gesto mecánico de fruncirlos entre los dedos cuando pensaba. Le gustó tanto ver como se quitaba la capa, la forma en que lo hacía, y todo lo que estaba escondido pero insinuado por demás debajo de ese vestido ajustado y negro, que por un momento se sintió capaz de mandar todo el protocolo a la puta mierda y hacerla suya. Quizá así, a Othilia se le aclarara todo el asunto del sexo cuando sintiera sobre si todo el peso de él. Pero no.
- Perdón. No quise negar tus creencias. Solo daba el lugar, por si había dudas. - dijo con tino suficiente de quitar la mirada de su culo antes de que ella se girara. Por cortesía, que la realidad era, y no iba a negárselo, que ella le gustaba - Si todo sale bien estaremos muchos años juntos, decidiremos muchas cosas los dos; desde qué cenar, hasta dónde se educarán nuestros hijos. Yo pretendo que haya confianza entre nosotros. Así será más fácil todo, no crees?... Cada conversación no tiene porqué ser una discusión... Quiero saber de ti, porque estoy planeando una vida contigo. -
Había un trato, pero él había aceptado ser parte de él. La tradición y blabla, pero creía en eso tanto que hacía propio el saber que era lo mejor y así serían mucho más que útiles para la sociedad, también sería felices, porque era perfecto y correcto. - Me corregirás cada vez que me equivoque, hasta que no será necesario que lo hagas, pues habré sabido todo de ti y por tal no cometeré un error más. Pero para eso, debo conocerte y tu a mi. Creo que la confianza es una herramienta indispensable. Hablar hasta que no haya más dudas...Yo creo confiar en ti, tu en mi?
Para él, la decisión acertada y concertada por los adultos, de que ellos formaran un núcleo sólido y de bien, que parecía frío y sin sentido, no impedía que fueran felices y plenos, todo lo contrario, allanaba el camino hacia ese cometido. Todo lo que hacía el brujo en la vida era para estarse bien, nadie se procuraba para si mismo destinos tortuosos, no tenía eso ningún sentido. No la amaba, pero se creía capaz de hacerlo algún día, con la naturalidad obvia con que esas cosas sucedían: sabía con certeza que un día despertaría a su lado y la besaría en el cabello amándola y a ella le pasaría igual.
Eso pensaba mientras se acomodaba mejor en su propia cama donde ella lo había dejado y mientras la escuchaba y observaba con atención. Cruzó los brazos por debajo de su cabeza, recordando su pelo aun mojado sin importarle humedecer su almohada. Tampoco se sorprendía de quedársela mirando, era muy guapa como para no caer en eso, pero procuraba guarda suficiente mente en atender a sus palabras. A cada frase se daba cuenta que tenían mucho que charlar, había demasiado que no sabía de ella y no quería que se le escapara nada, y lo del sexo marital era un tonto detalle.
La vio ir y venir en silencio, la escuchó hasta el final sin perder detalle de nada, apenas si se movió para llevar una de sus manos a los labios en ese gesto mecánico de fruncirlos entre los dedos cuando pensaba. Le gustó tanto ver como se quitaba la capa, la forma en que lo hacía, y todo lo que estaba escondido pero insinuado por demás debajo de ese vestido ajustado y negro, que por un momento se sintió capaz de mandar todo el protocolo a la puta mierda y hacerla suya. Quizá así, a Othilia se le aclarara todo el asunto del sexo cuando sintiera sobre si todo el peso de él. Pero no.
- Perdón. No quise negar tus creencias. Solo daba el lugar, por si había dudas. - dijo con tino suficiente de quitar la mirada de su culo antes de que ella se girara. Por cortesía, que la realidad era, y no iba a negárselo, que ella le gustaba - Si todo sale bien estaremos muchos años juntos, decidiremos muchas cosas los dos; desde qué cenar, hasta dónde se educarán nuestros hijos. Yo pretendo que haya confianza entre nosotros. Así será más fácil todo, no crees?... Cada conversación no tiene porqué ser una discusión... Quiero saber de ti, porque estoy planeando una vida contigo. -
Había un trato, pero él había aceptado ser parte de él. La tradición y blabla, pero creía en eso tanto que hacía propio el saber que era lo mejor y así serían mucho más que útiles para la sociedad, también sería felices, porque era perfecto y correcto. - Me corregirás cada vez que me equivoque, hasta que no será necesario que lo hagas, pues habré sabido todo de ti y por tal no cometeré un error más. Pero para eso, debo conocerte y tu a mi. Creo que la confianza es una herramienta indispensable. Hablar hasta que no haya más dudas...Yo creo confiar en ti, tu en mi?
Charles Luttrell- Mensajes : 109
Fecha de inscripción : 28/10/2012
Re: Leyendo
La cabeza de la rubia volvió otra vez hacia el frente, Othilia fijó su mirada cristalina en la ondeante cortina y reservó sus palabras hasta el fin de la exposición de su prometido. Una descripción detallada del futuro que estaba aún por llegar. Charles relataba con tanta vehemencia como sería su matrimonio que tal vez ese don de palabra innato hubiera convencido a cualquier otra bruja de sangre pura (o incluso alguna impura con aires de grandeza) pero Othilia era distinta en todos los aspectos.
Ella creía que los sentimientos eran brotes de debilidad pues mostrar tu afecto hacia alguien en concreto, sobretodo en público, dejar que la gente supiera de ti, dotaba a tu enemigo de un innumerable conjunto de oportunidades para destruirte y en caso de batalla, una preocupación más que añadir. ¿Tenía una mentalidad bélica? No pero sabía que tarde o temprano deberían recurrir a la fuerza para limpiar la sociedad de suciedad a fin de oprimir a los débiles para cortar de raíz el problema. Si llegaba ese momento, no quería depender de Charles.
La pregunta del muchacho sacó a Othilia de su deriva mental. Giró todo su cuerpo embutido en aquel vestido negro con mangas y escote de barco que terminaba en una tela de encaje hasta el cuello. La chica volvió a descubrir sus pálidas manos, dejó los guantes encima del escritorio (solo los llevaba para evitar tocar mugre) y caminó hacia la cama con paso decidido e innato movimiento de caderas para nada sensual – ¿Puedo? – típica fórmula elegante de cortesía para demandar un hueco en la cama del muchacho.
No esperó respuesta, pasó la mano por encima de la superficie de una esquina, alisó la sábana blanca y tomó asiento, cruzando de forma inmediata las piernas para no dejar ver nada más de su cuerpo solo la cara vestimenta – Charles – decir su nombre, usando aquel acento inglés con un ligero arrastre de su lengua materna, quedaba bien en su boca. Cerró los ojos, tomó un poco de aire y los volvió a abrir, además, dibujó una pequeña, chiquitita sonrisa en los labios para suavizar sus palabras - ¿Cómo vas a confiar en mi? La confianza es cara. No es algo que se regale –tomó una pausa necesaria para darle énfasis a su discurso – se gana. ¿He hecho algo para merecérmela? – volvió a su rostro, escudriño cada facción y la memorizo. Si él quería aprender de ella, ella también necesitaba aprender que había tras esos ojos claros para saber en que punto estaban cada uno de aquella relación – No.
Igual, un recuerdo cruzó su mente en ese momento. Othilia recordó las palabras de su abuela, un fragmento escuchado en su más tierna infancia, un día que su abuela acomodaba las rosas en el jardín. “¿Abuela, por qué la gente que piensa como nosotros no hace nada para solventar la situación y nos quedamos de brazos cruzados?”. El aroma era embriagador y recordaba como su abuela, tomó una de las rosas talladas, la mostró a Othilia y agregó con esa voz sabia, curtida en años de vivencia: “Esperanza”. “¿Esperanza de qué?” “Esperanza. Una dosis exacta de esperanza, creer que pueden hacerse con el mando de la situación es mucho más efectivo que la represión. Dejaremos que crezcan y cuando menos se lo esperen” su abuela cortó la rosa y mostró el talló, limpio de espinas, “el problema se tallara de raíz y quedará la cosa más bella”. Usaría ese concepto con Charles, daría una dosis medida de esperanza y luego…
- ¿Qué quieres saber de mi? Contestaré tus preguntas – pasó la punta de su lengua por el filo de sus dientes para delinearlo uno a uno y esperó, callada, la respuesta de su “amado” prometido.
Ella creía que los sentimientos eran brotes de debilidad pues mostrar tu afecto hacia alguien en concreto, sobretodo en público, dejar que la gente supiera de ti, dotaba a tu enemigo de un innumerable conjunto de oportunidades para destruirte y en caso de batalla, una preocupación más que añadir. ¿Tenía una mentalidad bélica? No pero sabía que tarde o temprano deberían recurrir a la fuerza para limpiar la sociedad de suciedad a fin de oprimir a los débiles para cortar de raíz el problema. Si llegaba ese momento, no quería depender de Charles.
La pregunta del muchacho sacó a Othilia de su deriva mental. Giró todo su cuerpo embutido en aquel vestido negro con mangas y escote de barco que terminaba en una tela de encaje hasta el cuello. La chica volvió a descubrir sus pálidas manos, dejó los guantes encima del escritorio (solo los llevaba para evitar tocar mugre) y caminó hacia la cama con paso decidido e innato movimiento de caderas para nada sensual – ¿Puedo? – típica fórmula elegante de cortesía para demandar un hueco en la cama del muchacho.
No esperó respuesta, pasó la mano por encima de la superficie de una esquina, alisó la sábana blanca y tomó asiento, cruzando de forma inmediata las piernas para no dejar ver nada más de su cuerpo solo la cara vestimenta – Charles – decir su nombre, usando aquel acento inglés con un ligero arrastre de su lengua materna, quedaba bien en su boca. Cerró los ojos, tomó un poco de aire y los volvió a abrir, además, dibujó una pequeña, chiquitita sonrisa en los labios para suavizar sus palabras - ¿Cómo vas a confiar en mi? La confianza es cara. No es algo que se regale –tomó una pausa necesaria para darle énfasis a su discurso – se gana. ¿He hecho algo para merecérmela? – volvió a su rostro, escudriño cada facción y la memorizo. Si él quería aprender de ella, ella también necesitaba aprender que había tras esos ojos claros para saber en que punto estaban cada uno de aquella relación – No.
Igual, un recuerdo cruzó su mente en ese momento. Othilia recordó las palabras de su abuela, un fragmento escuchado en su más tierna infancia, un día que su abuela acomodaba las rosas en el jardín. “¿Abuela, por qué la gente que piensa como nosotros no hace nada para solventar la situación y nos quedamos de brazos cruzados?”. El aroma era embriagador y recordaba como su abuela, tomó una de las rosas talladas, la mostró a Othilia y agregó con esa voz sabia, curtida en años de vivencia: “Esperanza”. “¿Esperanza de qué?” “Esperanza. Una dosis exacta de esperanza, creer que pueden hacerse con el mando de la situación es mucho más efectivo que la represión. Dejaremos que crezcan y cuando menos se lo esperen” su abuela cortó la rosa y mostró el talló, limpio de espinas, “el problema se tallara de raíz y quedará la cosa más bella”. Usaría ese concepto con Charles, daría una dosis medida de esperanza y luego…
- ¿Qué quieres saber de mi? Contestaré tus preguntas – pasó la punta de su lengua por el filo de sus dientes para delinearlo uno a uno y esperó, callada, la respuesta de su “amado” prometido.
Othilia van Lieshout- Mensajes : 143
Fecha de inscripción : 08/09/2012
Re: Leyendo
Charles no pudo, por más sensatez que llevaba dentro, no por obligación sino por su forma de ser, evitar pensar, en cuanto veía como se desenvolvía Othilia, que la chica de algún modo cedía e iba directo a entregarse a él. Es decir, físicamente... La chica lo estaba calentando, no podía asegurarse si ella lo hacía apropósito o era estaba tan abstraída de esos menesteres, que no reparaba en el hecho de que se había quitado la túnica, despojado de los guantes, e iba directo a sentarse a su cama.
Tampoco que Charles fuera un pervertido que se pajeaba con tobillos, pero era la primera vez que veía tanta piel de su mujer, y Othilia era hermosa de por si ya en los rincones que estaban a la vista de todos. Tuvo que hacer su esfuerzo para obviar que estaban solo y en su cuarto, y que la tenía a ella al alcance de sus dedos. Tuvo que esforzarse, y no respondió de inmediato a nada, por más que aquello de la confianza le trajera mil y un respuestas certeras a la mente. Evaluó su propuesta mirándola a los ojos, tomándose quizá demasiado tiempo.
- Te preguntaré - aseveró, pero con un parpadeo de ojos quedó claro que primer volvería al tema de la confianza, quizá en forma de pregunta... - Si saco conclusiones erróneas me indicas. - volvió a advertir que esos eran los términos de la conversación, El podía equivocarse, ella no tenía que enojarse demás, menos ofenderse, solo corregirlo. - Según yo, la pregunta no es, si has hecho algo para ganártela... sino si te crees capaz de ganarte mi confianza... Y en todo caso, si te parece necesario confiar en mi. -
No la dejó responder no porque estuviera haciéndole caras, sino porque llevado por el momento se había erguido y buscaba salir de esa posición acostada para sentarse al lado de ella, mirarla sin tener que forzar el cuello. Sorteó las distancias hasta sentarse de lado, una pierna flexionada sobre la cama, y la otra cayendo paralela a las de Othilia. Si hubieran estado más cerca, Charles la tendría entre sus piernas, la rodearía con los brazos y le besaría el cuello debajo de la oreja sin esfuerzo, pero aun había al menos espacio para un perro mediano entre ellos.
- Dijiste que como esposa me seguirías allí donde yo vaya. Pero... solo por obligación?... Debo admitir que preferiría que fuera porque concuerdas conmigo, porque confías en mi, en nosotros... - con dos dedos rosó apenas el cabello de Othilia, para correrlo un poco y ver el costado de su cuello. No pudo evitarlo. Sin embargo no hizo más. - No soy el único brujo - y con eso se refería a los brujos de verdad los puros - ni el más hábil, ni el más guapo. Si solo lo haces por obligación de parir hijos puedes elegir cualquier otro. - no es que realmente Othilia pudiera elegir, pero el punto se entendía, se podían arreglar las cosas, de una manera o otra.
Tampoco que Charles fuera un pervertido que se pajeaba con tobillos, pero era la primera vez que veía tanta piel de su mujer, y Othilia era hermosa de por si ya en los rincones que estaban a la vista de todos. Tuvo que hacer su esfuerzo para obviar que estaban solo y en su cuarto, y que la tenía a ella al alcance de sus dedos. Tuvo que esforzarse, y no respondió de inmediato a nada, por más que aquello de la confianza le trajera mil y un respuestas certeras a la mente. Evaluó su propuesta mirándola a los ojos, tomándose quizá demasiado tiempo.
- Te preguntaré - aseveró, pero con un parpadeo de ojos quedó claro que primer volvería al tema de la confianza, quizá en forma de pregunta... - Si saco conclusiones erróneas me indicas. - volvió a advertir que esos eran los términos de la conversación, El podía equivocarse, ella no tenía que enojarse demás, menos ofenderse, solo corregirlo. - Según yo, la pregunta no es, si has hecho algo para ganártela... sino si te crees capaz de ganarte mi confianza... Y en todo caso, si te parece necesario confiar en mi. -
No la dejó responder no porque estuviera haciéndole caras, sino porque llevado por el momento se había erguido y buscaba salir de esa posición acostada para sentarse al lado de ella, mirarla sin tener que forzar el cuello. Sorteó las distancias hasta sentarse de lado, una pierna flexionada sobre la cama, y la otra cayendo paralela a las de Othilia. Si hubieran estado más cerca, Charles la tendría entre sus piernas, la rodearía con los brazos y le besaría el cuello debajo de la oreja sin esfuerzo, pero aun había al menos espacio para un perro mediano entre ellos.
- Dijiste que como esposa me seguirías allí donde yo vaya. Pero... solo por obligación?... Debo admitir que preferiría que fuera porque concuerdas conmigo, porque confías en mi, en nosotros... - con dos dedos rosó apenas el cabello de Othilia, para correrlo un poco y ver el costado de su cuello. No pudo evitarlo. Sin embargo no hizo más. - No soy el único brujo - y con eso se refería a los brujos de verdad los puros - ni el más hábil, ni el más guapo. Si solo lo haces por obligación de parir hijos puedes elegir cualquier otro. - no es que realmente Othilia pudiera elegir, pero el punto se entendía, se podían arreglar las cosas, de una manera o otra.
Charles Luttrell- Mensajes : 109
Fecha de inscripción : 28/10/2012
Re: Leyendo
Othilia asintió de manera mecánica a la referencia de Charles a corregir sus errores. No esperaba el beneplácito del chico, si sus palabras eran incorrectas Othilia hallaría el modo de hacerle entender que las cosas no estaban así, ya fuera por el camino agradable o usando métodos más drásticos como había hecho hasta ahora. La situación volvió a repetirse, la chica mantuvo silencio, miró impasible a su interlocutor y paciente aguardó su turno de palabra, tal como si estuvieran en un debate de leyes y no discutiendo su bizarra relación.
Muchas veces su abuelo había preguntado a Othilia si estaba contenta con la elección que hizo por ella. La chica no contestaba inmediatamente paraba a reflexionar los pros y contras de tener su mano prometida a Charles y siempre llegaba a la misma conclusión, “podía haber resultado mucho peor”. Tenían varios puntos en común así como un abismo de diferencias pero sabía que dentro de todas las posibilidades había llegado a tener suerte: buena familia, buena apariencia, agradable de escuchar (aunque Othilia siempre digiera todo lo contrario) y amante de las leyes. ¿Qué más podía esperar? ¿Un mago cuarentón al borde del declive personal? No, sabía que su abuelo pasó horas para encontrar el mejor ejemplar para su princesa y aunque reticente a ser la sumisa de la relación, Othilia ya no imaginaba otro esposo en su futuro.
- No esta en mi mano elegir – añadió como toda respuesta a la reflexión. Por el rabillo del ojo observó los dedos de Charles jugando con sus hebras platinadas, Othilia humedeció su labio inferior y continuó exponiendo, era su turno de palabra – Te seguiré – hizo una pausa, levantó la mano y dejó con suavidad la yema de sus dedos sobre los nudillos del chico- serás mi marido. Tus ideales son casi copias de los míos y nuestras carreras van en paralelo, no veo el motivo por el cual debiera no seguirte o seguirte por obligación.
Los dos necesitaban excusas para confiar en el otro, Othilia estaba convencido de ello pero en el caso de la chica solo necesitaba que Charles ganase su confianza, poco a poco, no iba a regalársela porque él fuera su futuro marido, si quería que en verdad la chica cerrara los ojos y se dejara llevar así como haría con cualquier indicación de su familia, Luttrell tenía que poner todos sus hechizos sobre la mesa, mostrar que de verdad quería y ansiaba que Othilia confiara en él y a su vez, debía darle alguna prueba de ello. Ese fue el motivo de la siguiente acción, fue premeditada y solo buscaba probar a Charles. El hablaba de confianza, minutos atrás hablaban de sexo en el matrimonio, si bien Othilia no creía tener sentimientos carnales por nadie estaba claro que el chico era su inversa y parecía ir todo el día amando el cuerpo femenino. Jugaría en ese terreno.
Dejó la mano finalmente encima de la de Charles. Miró sus ojos, luego sus labios (no por deseo sino por comprobación de que estaban ahí) y por último, volvió a subirlos justo para cerrar los ojos – Bésame – demandó con tono firme acercando su rostro pero virando la cara hacia el frente para ofrecerle la mejilla – en la mejilla – aclaró para ubicar bien dónde deseaba el beso. Estaba en las manos de Charles si daban un paso hacia delante en esa mutua confianza o él cagaba todo, besando donde no tocaba. Ella no iba a abrir los ojos hasta que él tomara la decisión.
Muchas veces su abuelo había preguntado a Othilia si estaba contenta con la elección que hizo por ella. La chica no contestaba inmediatamente paraba a reflexionar los pros y contras de tener su mano prometida a Charles y siempre llegaba a la misma conclusión, “podía haber resultado mucho peor”. Tenían varios puntos en común así como un abismo de diferencias pero sabía que dentro de todas las posibilidades había llegado a tener suerte: buena familia, buena apariencia, agradable de escuchar (aunque Othilia siempre digiera todo lo contrario) y amante de las leyes. ¿Qué más podía esperar? ¿Un mago cuarentón al borde del declive personal? No, sabía que su abuelo pasó horas para encontrar el mejor ejemplar para su princesa y aunque reticente a ser la sumisa de la relación, Othilia ya no imaginaba otro esposo en su futuro.
- No esta en mi mano elegir – añadió como toda respuesta a la reflexión. Por el rabillo del ojo observó los dedos de Charles jugando con sus hebras platinadas, Othilia humedeció su labio inferior y continuó exponiendo, era su turno de palabra – Te seguiré – hizo una pausa, levantó la mano y dejó con suavidad la yema de sus dedos sobre los nudillos del chico- serás mi marido. Tus ideales son casi copias de los míos y nuestras carreras van en paralelo, no veo el motivo por el cual debiera no seguirte o seguirte por obligación.
Los dos necesitaban excusas para confiar en el otro, Othilia estaba convencido de ello pero en el caso de la chica solo necesitaba que Charles ganase su confianza, poco a poco, no iba a regalársela porque él fuera su futuro marido, si quería que en verdad la chica cerrara los ojos y se dejara llevar así como haría con cualquier indicación de su familia, Luttrell tenía que poner todos sus hechizos sobre la mesa, mostrar que de verdad quería y ansiaba que Othilia confiara en él y a su vez, debía darle alguna prueba de ello. Ese fue el motivo de la siguiente acción, fue premeditada y solo buscaba probar a Charles. El hablaba de confianza, minutos atrás hablaban de sexo en el matrimonio, si bien Othilia no creía tener sentimientos carnales por nadie estaba claro que el chico era su inversa y parecía ir todo el día amando el cuerpo femenino. Jugaría en ese terreno.
Dejó la mano finalmente encima de la de Charles. Miró sus ojos, luego sus labios (no por deseo sino por comprobación de que estaban ahí) y por último, volvió a subirlos justo para cerrar los ojos – Bésame – demandó con tono firme acercando su rostro pero virando la cara hacia el frente para ofrecerle la mejilla – en la mejilla – aclaró para ubicar bien dónde deseaba el beso. Estaba en las manos de Charles si daban un paso hacia delante en esa mutua confianza o él cagaba todo, besando donde no tocaba. Ella no iba a abrir los ojos hasta que él tomara la decisión.
Othilia van Lieshout- Mensajes : 143
Fecha de inscripción : 08/09/2012
Re: Leyendo
Recordaría ese momento por mucho tiempo. Pues si bien la respuesta parecía contundente, lógica, verdadera, algo allí le digo que había más. Othilia no le estaba diciendo alguna cosa, fue una sensación, quizá por las palabras empleadas, quizá por el modo de armar la frase o en las cosas que ella había decidido valorar para justificarse. Para Charles, ella había obviado tan rotundamente decir simple "me gustas" o "tu me pareces bien" que debía ser eso lo cierto, lo real.
O no, pero le gustó pensarlo así. Y sabía perfectamente que la chica no se desnudaba frente a cualquiera, ni soportaba menos aun que invadieran ese estúpido espacio vital suyo que superaba los diez metros a la redonda o más. Ese día había progresos ante sus ojos y como él pensaba Othilia era muy inteligente. Quizá en exceso, para su desgracia.
Charles bajó su mano, hasta dejarla sobre la cama, ni modo que la sostuviera en el aire, por mucho que no quisiera interrumpir el contacto y osado se llevó la de ella, en un gesto que creyó ella acompañaba. Con la palma hacia arriba sentía la calidez de los dedos de Othilia, imposibilitado de no acariciarla con el pulgar cuando ella lo miraba a los ojos o sus labios.
Como él se volvía loco, y con ella por nada, por apenas verla pasar, le era imposible imaginar que lo de ella no era forzado y por eso sonrió de lado cuando Othilia cerraba los ojos y ponía su mejilla. Estaba jugando con él, la muy descarada. Charles lo entendía sexualmente, no que la confianza ni que mierdas. La rubia estaba jugando a hacerse la desinteresada. No iba a desaprovechar el momento, y las ansias de conocer cada reacción de ella a sus osadías verbales o físicas era demasiado fuerte.
Se fue acercando de a poco, para que ella pudiera ir verificando que iba a besarla en la mejilla como le pedía, pero a la vez abandonaba la mano de Othilia, para ir escalando su brazo cubierto por la tela negra, hasta llegar a su hombro, hasta posarle con suavidad en su cuello. Era necesario, para él por aprovechar el momento, en general porque un beso por más en la mejilla que fuera requería asegurarse que la chica no iba a moverse y dejarlo besando el aire. De todos modos Othilia estaba tan loca que podía no entenderlo así. Por eso apresuró un poco el paso, aunque hubiera preferido tomarse todo el tiempo del mundo en ver lo hermosa que era a ojos cerrados.
Llegó a su cuello con la mano, y a milímetros de la mejilla con sus labios, y en el mismo gesto, con la misma calma que lo estaba matando por dentro... - estás jugando conmigo... - sentenció suave... su mano paseo por el cuello hasta llegar a la cubierta clavícula - si mis labios te dan asco e igual te lo aguantarías... - bajó un poco más y si seguía así claramente llegaría a su busto -... preferiría hacer otra cosa. - Al menos ver si se ponía nerviosa, o si se lo aguantaba, o si respiraba profundo... Ni mierda le importaban los castigos que ella pudiera ejercerle.
O no, pero le gustó pensarlo así. Y sabía perfectamente que la chica no se desnudaba frente a cualquiera, ni soportaba menos aun que invadieran ese estúpido espacio vital suyo que superaba los diez metros a la redonda o más. Ese día había progresos ante sus ojos y como él pensaba Othilia era muy inteligente. Quizá en exceso, para su desgracia.
Charles bajó su mano, hasta dejarla sobre la cama, ni modo que la sostuviera en el aire, por mucho que no quisiera interrumpir el contacto y osado se llevó la de ella, en un gesto que creyó ella acompañaba. Con la palma hacia arriba sentía la calidez de los dedos de Othilia, imposibilitado de no acariciarla con el pulgar cuando ella lo miraba a los ojos o sus labios.
Como él se volvía loco, y con ella por nada, por apenas verla pasar, le era imposible imaginar que lo de ella no era forzado y por eso sonrió de lado cuando Othilia cerraba los ojos y ponía su mejilla. Estaba jugando con él, la muy descarada. Charles lo entendía sexualmente, no que la confianza ni que mierdas. La rubia estaba jugando a hacerse la desinteresada. No iba a desaprovechar el momento, y las ansias de conocer cada reacción de ella a sus osadías verbales o físicas era demasiado fuerte.
Se fue acercando de a poco, para que ella pudiera ir verificando que iba a besarla en la mejilla como le pedía, pero a la vez abandonaba la mano de Othilia, para ir escalando su brazo cubierto por la tela negra, hasta llegar a su hombro, hasta posarle con suavidad en su cuello. Era necesario, para él por aprovechar el momento, en general porque un beso por más en la mejilla que fuera requería asegurarse que la chica no iba a moverse y dejarlo besando el aire. De todos modos Othilia estaba tan loca que podía no entenderlo así. Por eso apresuró un poco el paso, aunque hubiera preferido tomarse todo el tiempo del mundo en ver lo hermosa que era a ojos cerrados.
Llegó a su cuello con la mano, y a milímetros de la mejilla con sus labios, y en el mismo gesto, con la misma calma que lo estaba matando por dentro... - estás jugando conmigo... - sentenció suave... su mano paseo por el cuello hasta llegar a la cubierta clavícula - si mis labios te dan asco e igual te lo aguantarías... - bajó un poco más y si seguía así claramente llegaría a su busto -... preferiría hacer otra cosa. - Al menos ver si se ponía nerviosa, o si se lo aguantaba, o si respiraba profundo... Ni mierda le importaban los castigos que ella pudiera ejercerle.
Charles Luttrell- Mensajes : 109
Fecha de inscripción : 28/10/2012
Re: Leyendo
No era fácil mantener los ojos cerrados ante la incertidumbre de saber si Charles iba a traicionar su voto de confianza. Othilia quedó quieta y erguida sobre su recta espalda, tenía una respiración tranquila y pausada que levantaba su pecho a intervalos prácticamente exactos. Los labios pintados en un rojo intenso estaban entreabiertos y sus ojos, cerrados, cubiertos por sus violáceos parpados y sus largas pestañas negras. En conjunto parecía una muñeca de porcelana, aguardando el siguiente movimiento de Luttrell.
Errada fue cuando creyó que esa respiración que acariciaba su mejilla iba a terminar en el esperado beso casto. La mano era un serio indicativo que la sensatez de Charles no iba a hacerse efectiva en aquel momento, no, mucho menos cuando pasaba de su cuello hasta….
- Si quieres conservar la mano, déjala quieta dónde esta – el inconveniente de sus amenazas, tácitas (Othilia no era de las que lanzaban injurias y luego se hacía la tonta para no cumplirlas) era que su varita estaba en su túnica, unos pasos más allá y bien doblada encima de la silla que adornaba el escritorio. ¿Cómo iba a hacerlo para realizar algo drástico? Corregir a Charles sin la superioridad de una rápida conjuración no tenía tanta efectividad si carecía del medio para ello.
Optó aplazar el castigo y abrir los ojos de forma lenta. Giró la cabeza solo unos grados y clavó las orbes en los ojos de Charles que pese a estar invadiendo de forma demasiado agresiva su espacio personal, Othilia iba a permitírselo como excepción por una sola vez - ¿Por qué quieres hacer ese tipo de cosas? – El empeño de Charles por incidir en el maldito tema, creaba tanta irritación en la chica como curiosidad, no entendía esos sentimientos. La mano que no estaba apresada por la de Luttrell, viajó hasta la otra para cazar e impedir que siguiera por aquel camino.
- ¿Qué te produce? – no estaba dando pie a las fantasías ocultas de su prometido no realizando un crucio sobre él desde su parecer solo estaba haciendo un cuestionario para entender. Retiró la mano de Charles de forma abrupta para dejarla caer sobre la cama, igual realizó con su otra mano, la deslizó con suma agilidad por debajo de la de él para colocar ambas sobre su propio regazo, una encima de la otra. ¿Si no era solo un motivo para preservar la sangre por qué necesitaba mantener roces íntimos con ella antes del matrimonio? – Quiero saberlo. – uso un tono imperativo el cual no admitía un “aguántate con la duda” aunque tras su voz, había un matiz aniñado e inocente.
Errada fue cuando creyó que esa respiración que acariciaba su mejilla iba a terminar en el esperado beso casto. La mano era un serio indicativo que la sensatez de Charles no iba a hacerse efectiva en aquel momento, no, mucho menos cuando pasaba de su cuello hasta….
- Si quieres conservar la mano, déjala quieta dónde esta – el inconveniente de sus amenazas, tácitas (Othilia no era de las que lanzaban injurias y luego se hacía la tonta para no cumplirlas) era que su varita estaba en su túnica, unos pasos más allá y bien doblada encima de la silla que adornaba el escritorio. ¿Cómo iba a hacerlo para realizar algo drástico? Corregir a Charles sin la superioridad de una rápida conjuración no tenía tanta efectividad si carecía del medio para ello.
Optó aplazar el castigo y abrir los ojos de forma lenta. Giró la cabeza solo unos grados y clavó las orbes en los ojos de Charles que pese a estar invadiendo de forma demasiado agresiva su espacio personal, Othilia iba a permitírselo como excepción por una sola vez - ¿Por qué quieres hacer ese tipo de cosas? – El empeño de Charles por incidir en el maldito tema, creaba tanta irritación en la chica como curiosidad, no entendía esos sentimientos. La mano que no estaba apresada por la de Luttrell, viajó hasta la otra para cazar e impedir que siguiera por aquel camino.
- ¿Qué te produce? – no estaba dando pie a las fantasías ocultas de su prometido no realizando un crucio sobre él desde su parecer solo estaba haciendo un cuestionario para entender. Retiró la mano de Charles de forma abrupta para dejarla caer sobre la cama, igual realizó con su otra mano, la deslizó con suma agilidad por debajo de la de él para colocar ambas sobre su propio regazo, una encima de la otra. ¿Si no era solo un motivo para preservar la sangre por qué necesitaba mantener roces íntimos con ella antes del matrimonio? – Quiero saberlo. – uso un tono imperativo el cual no admitía un “aguántate con la duda” aunque tras su voz, había un matiz aniñado e inocente.
Othilia van Lieshout- Mensajes : 143
Fecha de inscripción : 08/09/2012
Re: Leyendo
Que el cuerpo de Othilia no demostrara nada con la cercanía, una duda en la respiración, una mueca mínima, un algo aunque fuera de asco; que tuviera que hacer uso del intelecto, es decir de las palabras para reaccionar ante tal situación, era por lo menos preocupante para Charles. E increíble por demás. Ok. que él no era un galán, ni tenía un carisma envidiable, pero... nada? No le causaba nada involuntario y físico a ella?
Por supuesto que dejó la mano donde estaba y no hacía diferencia que ella tuviera la varita o no, porque no le tenía miedo, sino respeto. Siquiera había reparado en eso, un hechizo más un hechizo menos no cambiaba nada, y su mente estaba en otros líos cada vez más mayúsculos, a cada palabra de la chica. Dejó que sus manos quedaran donde ella quisiera y lo menos que pensó cuando Othilia preguntaba aquellas cosas era en contarle sus fantasías sexuales. Todo lo contrario, tuvo un momento de horror de sentirse frente a una estatua perversa, pero no podía ser así.
En lo que si se sinceró consigo mismo es si acaso en vez de esposo y compañero de ella, le iba a tocar ser guardaespaldas o padre de la chica. Bueno, eso no estaba tan mal, sobre eso se podía trabajar al menos, desde ahí construir una relación... que de plano, con piedras no era posible interactuar, ni estaba en su interés ser un geólogo. Igual y por disimular desconciertos, sonrió de lado…
- muchas cosas me produce. – como las ganas tremendas que tenía de fumar… y se llevó los dedos a los labios pensando que mierda decir – es simplemente el deseo de tocarte. – no, no iba por ahí la cuestión. – te has enojado alguna vez... indignado?.. Molestado tanto que no puedes reprimir alzar la varita…. pues así, pero sin la sensación negativa, ni el malestar de tener que soportar cosas que irritan. Solo la parte del calor por dentro y las ansias irrefrenables de hacer – la miró – algo... La satisfacción de conseguirlo, y también de que la otra persona reaccione a lo que haces. – apuró esas última palabras, tampoco demasiado, pero por esa misma cuestión que trataba de poner en palabras.
Respiró y buscó la mano de Othilia con la suya, una simpleza en semejante contexto. Además su tono se volvía más intelectual aun, porque iba a la explicación teórica, a la causa, no la consecuencia. – Hay una cuestión natural, física… Uno con la cabeza moldea lo demás e impone límites culturales. – que era lo que Charles suponía le sucedía a Othilia - Pero no deja de haber un cuerpo adaptado al medio, con 5 sentidos o más, para percibir el mundo que le rodea… - entrelazó sus dedos a los de ella, solo siendo él mientras hablaba - Si el sexo no fuera placentero, ninguna raza sobreviviría. No somos ni piedras, ni plantas. – Al menos la gente normal no era – Es lo normal. – concluyó en tono de sentencia, es que… Carajo!... Aunque le hubiera gustado que sonase algo más compasivo, compresivo.
Le había soltado la mano suavemente, recorriendo su muñeca, llegando a la falda a su rodilla. Nada, solo la naturalidad de olvidar esa extremidad, porque estaba hablando, mirándola a los ojos, sabiéndola presente a centímetros de él. - Solo es... inversamente proporcional al asco.-
Por supuesto que dejó la mano donde estaba y no hacía diferencia que ella tuviera la varita o no, porque no le tenía miedo, sino respeto. Siquiera había reparado en eso, un hechizo más un hechizo menos no cambiaba nada, y su mente estaba en otros líos cada vez más mayúsculos, a cada palabra de la chica. Dejó que sus manos quedaran donde ella quisiera y lo menos que pensó cuando Othilia preguntaba aquellas cosas era en contarle sus fantasías sexuales. Todo lo contrario, tuvo un momento de horror de sentirse frente a una estatua perversa, pero no podía ser así.
En lo que si se sinceró consigo mismo es si acaso en vez de esposo y compañero de ella, le iba a tocar ser guardaespaldas o padre de la chica. Bueno, eso no estaba tan mal, sobre eso se podía trabajar al menos, desde ahí construir una relación... que de plano, con piedras no era posible interactuar, ni estaba en su interés ser un geólogo. Igual y por disimular desconciertos, sonrió de lado…
- muchas cosas me produce. – como las ganas tremendas que tenía de fumar… y se llevó los dedos a los labios pensando que mierda decir – es simplemente el deseo de tocarte. – no, no iba por ahí la cuestión. – te has enojado alguna vez... indignado?.. Molestado tanto que no puedes reprimir alzar la varita…. pues así, pero sin la sensación negativa, ni el malestar de tener que soportar cosas que irritan. Solo la parte del calor por dentro y las ansias irrefrenables de hacer – la miró – algo... La satisfacción de conseguirlo, y también de que la otra persona reaccione a lo que haces. – apuró esas última palabras, tampoco demasiado, pero por esa misma cuestión que trataba de poner en palabras.
Respiró y buscó la mano de Othilia con la suya, una simpleza en semejante contexto. Además su tono se volvía más intelectual aun, porque iba a la explicación teórica, a la causa, no la consecuencia. – Hay una cuestión natural, física… Uno con la cabeza moldea lo demás e impone límites culturales. – que era lo que Charles suponía le sucedía a Othilia - Pero no deja de haber un cuerpo adaptado al medio, con 5 sentidos o más, para percibir el mundo que le rodea… - entrelazó sus dedos a los de ella, solo siendo él mientras hablaba - Si el sexo no fuera placentero, ninguna raza sobreviviría. No somos ni piedras, ni plantas. – Al menos la gente normal no era – Es lo normal. – concluyó en tono de sentencia, es que… Carajo!... Aunque le hubiera gustado que sonase algo más compasivo, compresivo.
Le había soltado la mano suavemente, recorriendo su muñeca, llegando a la falda a su rodilla. Nada, solo la naturalidad de olvidar esa extremidad, porque estaba hablando, mirándola a los ojos, sabiéndola presente a centímetros de él. - Solo es... inversamente proporcional al asco.-
Charles Luttrell- Mensajes : 109
Fecha de inscripción : 28/10/2012
Re: Leyendo
Había una cosa en Charles que agradaba mucho a Othilia, la calma y paciencia que mostraba cuando ella hacía una pregunta por más complicada que fuera. La posición del muchacho una vez ella terminó el cuestionario, indicaba que iba a empezar la larga explicación sobre el tema, además, esa manía suya de colocarse dos dedos ante sus labios cuando meditaba (ese detalle ya estaba impreso en fuego en la cabeza de la holandesa) solo reforzaba su hipótesis. No tardó demasiado en comenzar a llegar las primeras ideas y Othilia las tomó del modo más inocente para recrear en su mente algo así como un esquema, el cual usaría como partida para llegar a una conclusión final, apta y adecuada para su complicada cabeza.
Miraba fijamente a la que era su pareja, muy concentrada en las palabras. Prestaba autentica atención y la máxima voluntad, incluso olvidó por un momento los gestos de Charles de cabeza hacia abajo, solo existían sus labios y como los colocaba para formar las palabras. La mano esa que jugó con sus dedos, solo era un gesto intrascendental para llegar a la comitiva de entender el tema que todos parecían empeñados en saborear (desde su prometido hasta Daphne) y tampoco molestaba, ya hasta se hacía habitual como una costumbre entre ellos dos, el mínimo roce que Othilia permitía casi de manera voluntaria así fuera con guantes o sin ellos.
Todo iba bien, la explicación estaba quedando clara en su mente, si era algo natural, ella también debería desear tocar en algún momento de su vida a alguien, quizás no había llegado el momento. Si era humana, no era una piedra más bien Othilia era como un contenedor de sensaciones. Tantos años de doctrina a cargo de un disciplinario padre entregado totalmente a la causa además de una crianza sola, austera y sin más compañía que adultos en medio de un páramo en Holanda solo habían hecho que Othilia se encerrara más y más en ella, creando capas encima de sus sentimientos, una tras otra, una tras otra hasta crear una fachada tan bien construida e impermeable a las otras personas que hasta ella misma creía la imagen que había construido para la sociedad. Quizás solo fuera cuestión de tiempo que la chica rompiera el caparazón o solo accionar las palancas adecuadas… como por ejemplo ese “es natural” que sonó a “sangre sucia” en su cabeza.
¿Qué quería decir Charles con eso? ¿Estaba menospreciándola como si fuera una vil mestizucha? ¿Ella que iba a abandonar su familia para formar una con él? Esta vez si retiró la mano del muchacho de su rodilla con violencia y frunció el ceño a todo lo que daba antes de empujarlo hacia atrás en la cama para hacerse espacio y plantarle una bofetada en pleno rostro a falta de varita con la que conjurar algo decente. Laceró cada facción del chico con el frío de sus ojos y apretó los labios hasta que desdibujaron su forma casi mimetizándose con el color pálido de su cara – Es tu problema que yo no sienta nada – intentó excusarse de las acusaciones. Si ella era humana debería sentir algo a su lado, ¿no? Si no era así, bien, el problema era del muchacho, su futuro esposo, quizás no sabía, Othilia desconocía la naturaleza de ese error - Hazme sentir algo pero no me acuses de ser diferente con ese tono insolente en mis narices – si, estaba en pleno ataque de niña malcriada - Menos si la culpa es tuya.
Miraba fijamente a la que era su pareja, muy concentrada en las palabras. Prestaba autentica atención y la máxima voluntad, incluso olvidó por un momento los gestos de Charles de cabeza hacia abajo, solo existían sus labios y como los colocaba para formar las palabras. La mano esa que jugó con sus dedos, solo era un gesto intrascendental para llegar a la comitiva de entender el tema que todos parecían empeñados en saborear (desde su prometido hasta Daphne) y tampoco molestaba, ya hasta se hacía habitual como una costumbre entre ellos dos, el mínimo roce que Othilia permitía casi de manera voluntaria así fuera con guantes o sin ellos.
Todo iba bien, la explicación estaba quedando clara en su mente, si era algo natural, ella también debería desear tocar en algún momento de su vida a alguien, quizás no había llegado el momento. Si era humana, no era una piedra más bien Othilia era como un contenedor de sensaciones. Tantos años de doctrina a cargo de un disciplinario padre entregado totalmente a la causa además de una crianza sola, austera y sin más compañía que adultos en medio de un páramo en Holanda solo habían hecho que Othilia se encerrara más y más en ella, creando capas encima de sus sentimientos, una tras otra, una tras otra hasta crear una fachada tan bien construida e impermeable a las otras personas que hasta ella misma creía la imagen que había construido para la sociedad. Quizás solo fuera cuestión de tiempo que la chica rompiera el caparazón o solo accionar las palancas adecuadas… como por ejemplo ese “es natural” que sonó a “sangre sucia” en su cabeza.
¿Qué quería decir Charles con eso? ¿Estaba menospreciándola como si fuera una vil mestizucha? ¿Ella que iba a abandonar su familia para formar una con él? Esta vez si retiró la mano del muchacho de su rodilla con violencia y frunció el ceño a todo lo que daba antes de empujarlo hacia atrás en la cama para hacerse espacio y plantarle una bofetada en pleno rostro a falta de varita con la que conjurar algo decente. Laceró cada facción del chico con el frío de sus ojos y apretó los labios hasta que desdibujaron su forma casi mimetizándose con el color pálido de su cara – Es tu problema que yo no sienta nada – intentó excusarse de las acusaciones. Si ella era humana debería sentir algo a su lado, ¿no? Si no era así, bien, el problema era del muchacho, su futuro esposo, quizás no sabía, Othilia desconocía la naturaleza de ese error - Hazme sentir algo pero no me acuses de ser diferente con ese tono insolente en mis narices – si, estaba en pleno ataque de niña malcriada - Menos si la culpa es tuya.
Othilia van Lieshout- Mensajes : 143
Fecha de inscripción : 08/09/2012
Re: Leyendo
La bofetada lo hizo tragar sus últimas palabras de forma tan inesperada, que así como con el hechizo del fuego puteo a tu antojo y actuó defensivamente sin pensar más que en la bronca por dentro y el ardor por fuera – Fuck- dijo entre dientes tomándose la mandíbula con una mano y deteniendo con la otra la que le había golpeado. Le escuchó la primera frase creyendo que ella llevaba razón, y abrió los ojos, luego del impacto, para encontrarse con su dormitorio, la cortina que ondeaba, el cigarrillo que aun no se había podido fumar, la túnica de ella más allá.
Ahí entendió porque la bofetada y no otra cosa. Pues, ya vería como hacer para cruzarse a la Othilia sin varita, que luego de mil bofetadas se acostumbraría, en cambio con el arma de madera, cada oportunidad era un nuevo hechizo. En ese gesto de recorrer la habitación por volver su rostro a la pose cómoda, llegó hasta los ojos de la rubia, a escuchar la siguiente frase. Sentimientos encontrados, saltarle encima a besarla con descaro, y meterle mano dios sabe donde para que le suplicara que se quitara, solo de lo indignado que estaba (y se le notaba en el rostro); o alzar una ceja, burlarse de ella y decirle que la culpa sería de él siempre y cuando hubiera algo en ese punto mundo que le hiciera mojar las bragas.
Pero Charles, era mucho más contenido que ella, y no hizo lo uno ni lo otro. Pensaba demasiado las cosas, con la ventaja de que lo hacía rápido también. Y el tenía sus objetivos a futuro muy claros, como para arruinar su relación con Othilia por el enojo de una cachetada, culpa de un berrinche infantil. También contaba con el sentimiento mal sano, de que tarde o temprano iba a domarla. Dicho mal y pronto, como ahora, que él sin ensuciarse las manos había conseguido que ella le exigiese que la besara. Y eso le ponía, y mucho.
La miraba a los ojos, mientras juntaba la mano de la chica con su compañera en el regazo de ella, y se levantaba solo un poco para sentarse dos, tres, centímetros más cerca. Le recorrió ambos brazos sin ningún apuro, hasta posar ambas manos en aquel cuello de ensueño, sorteando cabellos, acariciando con los pulgares la tersa piel blanca de Othilia. Se sentía tan cerca de ella que podía percibir la respiración suave de la chica, lo peligrosamente largas que parecían sus pestañas. Se incorporó solo un poco más, ayudado por sus manos acompaño el rostro de Othilia a donde quería tenerlo para él, y sentía tan denso el aire entre ellos que todo podía fallar en cualquier momento. Que tal si ella no sentía nada por ejemplo?
Obnubilado completamente, manteniendo los rostros en su sitio, sosteniendo el de ella ahora con una sola mano estática, y la otra a cuatro dedos, reconociendo todo lo que tenía al alcance, el lado del cuello, apenas la nuca, volver al frente y descubrir apenas el límite entre su piel y la tela, pasar por debajo del mentón y rozar su pera, recorrer las líneas imperceptibles del rostro acercándose a la comisura de los labios, sin jamás tocar estos, y de regreso pasar por la mejilla olvidada, hasta que no hubo más espacio entre sus rostros.
Entreabrió los labios, y sintió los de ella igual, mucho más cálidos de lo que hubiera imaginado, mucho más suaves que lo que suponía había detrás de aquel rojo intenso. La besó con calma, sin esperar nada a cambio, sin olvidar hacerla sentir contenida por sus manos que se apropiaban de los lados de su rostro. Y ejerció un poco de presión, para que ella se entregara más, para que su boca se abriera a él, y así pudiera entrometer su legua y sentir su humedad de forma contundente. Se contenía, se contenía horrores porque no quería que esa fuera la única vez.
Ahí entendió porque la bofetada y no otra cosa. Pues, ya vería como hacer para cruzarse a la Othilia sin varita, que luego de mil bofetadas se acostumbraría, en cambio con el arma de madera, cada oportunidad era un nuevo hechizo. En ese gesto de recorrer la habitación por volver su rostro a la pose cómoda, llegó hasta los ojos de la rubia, a escuchar la siguiente frase. Sentimientos encontrados, saltarle encima a besarla con descaro, y meterle mano dios sabe donde para que le suplicara que se quitara, solo de lo indignado que estaba (y se le notaba en el rostro); o alzar una ceja, burlarse de ella y decirle que la culpa sería de él siempre y cuando hubiera algo en ese punto mundo que le hiciera mojar las bragas.
Pero Charles, era mucho más contenido que ella, y no hizo lo uno ni lo otro. Pensaba demasiado las cosas, con la ventaja de que lo hacía rápido también. Y el tenía sus objetivos a futuro muy claros, como para arruinar su relación con Othilia por el enojo de una cachetada, culpa de un berrinche infantil. También contaba con el sentimiento mal sano, de que tarde o temprano iba a domarla. Dicho mal y pronto, como ahora, que él sin ensuciarse las manos había conseguido que ella le exigiese que la besara. Y eso le ponía, y mucho.
La miraba a los ojos, mientras juntaba la mano de la chica con su compañera en el regazo de ella, y se levantaba solo un poco para sentarse dos, tres, centímetros más cerca. Le recorrió ambos brazos sin ningún apuro, hasta posar ambas manos en aquel cuello de ensueño, sorteando cabellos, acariciando con los pulgares la tersa piel blanca de Othilia. Se sentía tan cerca de ella que podía percibir la respiración suave de la chica, lo peligrosamente largas que parecían sus pestañas. Se incorporó solo un poco más, ayudado por sus manos acompaño el rostro de Othilia a donde quería tenerlo para él, y sentía tan denso el aire entre ellos que todo podía fallar en cualquier momento. Que tal si ella no sentía nada por ejemplo?
Obnubilado completamente, manteniendo los rostros en su sitio, sosteniendo el de ella ahora con una sola mano estática, y la otra a cuatro dedos, reconociendo todo lo que tenía al alcance, el lado del cuello, apenas la nuca, volver al frente y descubrir apenas el límite entre su piel y la tela, pasar por debajo del mentón y rozar su pera, recorrer las líneas imperceptibles del rostro acercándose a la comisura de los labios, sin jamás tocar estos, y de regreso pasar por la mejilla olvidada, hasta que no hubo más espacio entre sus rostros.
Entreabrió los labios, y sintió los de ella igual, mucho más cálidos de lo que hubiera imaginado, mucho más suaves que lo que suponía había detrás de aquel rojo intenso. La besó con calma, sin esperar nada a cambio, sin olvidar hacerla sentir contenida por sus manos que se apropiaban de los lados de su rostro. Y ejerció un poco de presión, para que ella se entregara más, para que su boca se abriera a él, y así pudiera entrometer su legua y sentir su humedad de forma contundente. Se contenía, se contenía horrores porque no quería que esa fuera la única vez.
Charles Luttrell- Mensajes : 109
Fecha de inscripción : 28/10/2012
Re: Leyendo
Othilia fue consciente de la realidad, tarde. Las palabras surgieron solas en medio de su ataque de niña mimada y unos segundos después entendió las implicaciones de acusar a Charles. Fueron palabras emanadas a través de sus labios carmesí sin control en medio de un comedido berrinche, Othilia no había pensado que indirectamente había pedido una muestra de cariño, esas que evitaba con sus elocuentes comentarios. Entendió que todo aquello terminaría en un beso cuando él acortó las distancias que los separaba, paso a paso, la chica vigiló cada gesto con sus ojos, no perdió detalle ni de su mano buscando su compañera sobre su regazo, ni como subieron las dos del chico por su brazo, alcanzando su cuello para tomar su rostro.
En ese punto, Othilia concentró su atención en su prometido. La respiración de Charles estaba cercana a su rostro, tanto que podía notar un leve cosquilleo en sus labios fruto del roce suave de sus labios contra los suyos, una caricia producida por la proximidad y el curso natural de sus respiraciones. Parpadeó curiosa y buscó la mirada del muchacho, halló fascinación en sus ojos y Othilia dejó de entender qué tan interesante podía tener ella como para provocar esas reacciones en él. No tuvo tiempo a evaluar ese concepto, el chico acortó las distancias y se unieron en un beso, no muy invasivo, calmado y tranquilo. Othilia enfrentó ese beso impasible continuaba como un cuerpo inerte con su espalda erguida, sus manos sobre su regazo y los ojos abiertos.
Todas las veces que se habían besado había sido porque Charles en un ataque de osadía extrema se los robaba y tampoco duraban mucho, a penas un roce antes de la cachetada o hechizo. Nunca Othilia había tenido el gesto de pedirle algo así pese a que estaba en su derecho y esta vez tampoco fue con las palabras exactas. Las cosas cambiaban ahora, ella era la que había pedido aquello y debía corresponder por educación. Buscó en su interior alguna sensación mientras los labios del inglés apresaban los suyos. La instó a entregarse más con una leve presión y Othilia obedeció. Cerró los ojos que traía abiertos y siguió el beso con gestos suaves, sorprendiéndose de saber hacer aquello sin saber como. La humedad de su lengua casi provocó que la chica retirara el rostro para finalizar el beso pero pronto la invasión se sintió cálida, igualmente ella retiró la suya del camino pero continuó besando sus labios, no moviendo más nada de su cuerpo que su cabeza y cada vez fue encontrándose más natural con aquello hasta que decidió cortar de raíz, desprendiendo sus labios justo cuando soltaba el aliento sobre la boca del muchacho.
Observó en la pequeña distancia los labios manchados en carmín de Charles, algo que quedaba bastante ridículo. Relamió con suavidad sus labios, memorizando la experiencia en su cabeza. Frunció el ceño, apartó los ojos de los entreabiertos labios y viró hacia delante su rostro, pasando un mechón de su pelo tras su oreja aún sin saber describir el momento anterior con palabras. Guardó silencio por unos largos segundos más y cuando al fin habló, su voz sonó tan segura como siempre pero con un ligero casi imperceptible cambio – Tengo que terminar de leer el libro – usó ese comentario para excusarse. No sabía qué decir a continuación, si sintió o no sintió, tal vez si volviera a probar podría ser más explicita pero la primera toma de contacto autentica la había dejado algo contrariada.
En ese punto, Othilia concentró su atención en su prometido. La respiración de Charles estaba cercana a su rostro, tanto que podía notar un leve cosquilleo en sus labios fruto del roce suave de sus labios contra los suyos, una caricia producida por la proximidad y el curso natural de sus respiraciones. Parpadeó curiosa y buscó la mirada del muchacho, halló fascinación en sus ojos y Othilia dejó de entender qué tan interesante podía tener ella como para provocar esas reacciones en él. No tuvo tiempo a evaluar ese concepto, el chico acortó las distancias y se unieron en un beso, no muy invasivo, calmado y tranquilo. Othilia enfrentó ese beso impasible continuaba como un cuerpo inerte con su espalda erguida, sus manos sobre su regazo y los ojos abiertos.
Todas las veces que se habían besado había sido porque Charles en un ataque de osadía extrema se los robaba y tampoco duraban mucho, a penas un roce antes de la cachetada o hechizo. Nunca Othilia había tenido el gesto de pedirle algo así pese a que estaba en su derecho y esta vez tampoco fue con las palabras exactas. Las cosas cambiaban ahora, ella era la que había pedido aquello y debía corresponder por educación. Buscó en su interior alguna sensación mientras los labios del inglés apresaban los suyos. La instó a entregarse más con una leve presión y Othilia obedeció. Cerró los ojos que traía abiertos y siguió el beso con gestos suaves, sorprendiéndose de saber hacer aquello sin saber como. La humedad de su lengua casi provocó que la chica retirara el rostro para finalizar el beso pero pronto la invasión se sintió cálida, igualmente ella retiró la suya del camino pero continuó besando sus labios, no moviendo más nada de su cuerpo que su cabeza y cada vez fue encontrándose más natural con aquello hasta que decidió cortar de raíz, desprendiendo sus labios justo cuando soltaba el aliento sobre la boca del muchacho.
Observó en la pequeña distancia los labios manchados en carmín de Charles, algo que quedaba bastante ridículo. Relamió con suavidad sus labios, memorizando la experiencia en su cabeza. Frunció el ceño, apartó los ojos de los entreabiertos labios y viró hacia delante su rostro, pasando un mechón de su pelo tras su oreja aún sin saber describir el momento anterior con palabras. Guardó silencio por unos largos segundos más y cuando al fin habló, su voz sonó tan segura como siempre pero con un ligero casi imperceptible cambio – Tengo que terminar de leer el libro – usó ese comentario para excusarse. No sabía qué decir a continuación, si sintió o no sintió, tal vez si volviera a probar podría ser más explicita pero la primera toma de contacto autentica la había dejado algo contrariada.
Othilia van Lieshout- Mensajes : 143
Fecha de inscripción : 08/09/2012
Re: Leyendo
Suerte que Othilia acabó con el contacto, porque Charles estaba a nada de perder la cabeza, abandonar el cuello de su chica y buscar las partes más carnosas de su cuerpo. Tampoco se había vuelto loco y le urgía amasijar sus pechos como demente, pero reconocer su redondez, sentir las curvas con la yema de los dedos, si estaba en su mente. Era el primer beso decente que se daban, los otros habían sido un fracaso. Muy lindo el jueguito de "te robo los besos, me cacheteas"... pero tres años, TRES AÑOS... sabiéndola suya sin remedio y sin poder hacer nada.
Aprovechó que ella volvía a mirar al frente para repasarse fuerte los labios con la manga de la camisa y quitarse el labial ajeno. No lo sentía sobre su piel, pero podía ver claramente en la boca de ella que ya no estaban tan correctamente pintada. Y si bien sonreía y quería volverla a besar, incluso pensaba que ella podía llegar a acceder, de inmediato pensó que en cuanto Othilia se viera a si misma con la pintura algo desprolija todo avance se iría a la nada de los evanescos. Los huevos se le atoraron en la garganta.
Había detectado cuando ella reaccionó incómoda a la humedad de las bocas, y entendía que lo del labial iría por el mismo lado, ese mismo costado por el que llevaba guantes, gracias al cual se veía tan impecable siempre y tan reacia a cualquier intromisión en su espacio vital. Si. Ya lo veía claro en su mente, ni por asomo entendía la locura aquella, pero al menos le cerraba en una personalidad consecuente en si misma. Las idioteces maricas que se encontraba pensando con tal de no volver pasos hacia atrás.
- Que libro estás leyendo? - le siguió el tema convencido de que era mejor no presionar. Que la chica fuera a decirle algo sobre el beso era mucho pedir, además todo lo sucedido le bastaba para saber que no había sido en vano nada de lo sucedido en la última hora. Y sin embargo, no le bastaba en absoluto.
Con la escusa, para si mismo, de emprolijar lo que el había provocado, le acomodó los cabellos de dos en dos para que cayeran ondulados detrás del hombro, y aprovechó la retirada de su mano para rosarle el cuello y el límite del rostro también, y en un instante terminó por viajar hasta el otro lado tomándola del mentón para que lo mirase y darle otro beso a labios cerrado. No le permitió nada, posó dos dedos sobre los labios para que no hablara, mientras no despegaba los ojos de los de ella. - robarte besos tiene su encanto, pero me gusta más besarte cuando quieres.- Eso, el beso anterior había sido ejemplificatorio para la frase que quería decirle. De todos modos por dentro sonreía como niño de haberla besado dos veces en un mismo día. Se hizo hacia atrás y se levantó para ya dejarla en paz, que empezaba a sentirse un acosador descarriado.
Aprovechó que ella volvía a mirar al frente para repasarse fuerte los labios con la manga de la camisa y quitarse el labial ajeno. No lo sentía sobre su piel, pero podía ver claramente en la boca de ella que ya no estaban tan correctamente pintada. Y si bien sonreía y quería volverla a besar, incluso pensaba que ella podía llegar a acceder, de inmediato pensó que en cuanto Othilia se viera a si misma con la pintura algo desprolija todo avance se iría a la nada de los evanescos. Los huevos se le atoraron en la garganta.
Había detectado cuando ella reaccionó incómoda a la humedad de las bocas, y entendía que lo del labial iría por el mismo lado, ese mismo costado por el que llevaba guantes, gracias al cual se veía tan impecable siempre y tan reacia a cualquier intromisión en su espacio vital. Si. Ya lo veía claro en su mente, ni por asomo entendía la locura aquella, pero al menos le cerraba en una personalidad consecuente en si misma. Las idioteces maricas que se encontraba pensando con tal de no volver pasos hacia atrás.
- Que libro estás leyendo? - le siguió el tema convencido de que era mejor no presionar. Que la chica fuera a decirle algo sobre el beso era mucho pedir, además todo lo sucedido le bastaba para saber que no había sido en vano nada de lo sucedido en la última hora. Y sin embargo, no le bastaba en absoluto.
Con la escusa, para si mismo, de emprolijar lo que el había provocado, le acomodó los cabellos de dos en dos para que cayeran ondulados detrás del hombro, y aprovechó la retirada de su mano para rosarle el cuello y el límite del rostro también, y en un instante terminó por viajar hasta el otro lado tomándola del mentón para que lo mirase y darle otro beso a labios cerrado. No le permitió nada, posó dos dedos sobre los labios para que no hablara, mientras no despegaba los ojos de los de ella. - robarte besos tiene su encanto, pero me gusta más besarte cuando quieres.- Eso, el beso anterior había sido ejemplificatorio para la frase que quería decirle. De todos modos por dentro sonreía como niño de haberla besado dos veces en un mismo día. Se hizo hacia atrás y se levantó para ya dejarla en paz, que empezaba a sentirse un acosador descarriado.
Charles Luttrell- Mensajes : 109
Fecha de inscripción : 28/10/2012
Página 1 de 2. • 1, 2
Universidad Brigantia de Estudios Mágicos :: Facultades :: Facultad Cerridwen :: Salón de convivencia
Página 1 de 2.
Permisos de este foro:
No puedes responder a temas en este foro.
Lun Jul 15, 2013 1:57 pm por Gerhard Immëndorff
» PANGEA RPG - !UN FORO DIFERENTE! Ven y conócenos.
Sáb Abr 06, 2013 5:04 pm por Morten J. Harket
» Anybody home?
Sáb Abr 06, 2013 4:57 pm por Morten J. Harket
» Morsmorde Era Tom Riddle {Elite} No es cualquier rpg de Hp
Sáb Mar 30, 2013 11:41 am por Invitado
» Morrigan's Mental Asylum FORO NUEVO DE JULIA MCREARY
Lun Mar 25, 2013 2:28 am por Julia McCreary
» San Valentín
Sáb Mar 16, 2013 12:17 am por Aldrich Burroughs
» Necronomicon [Normal]
Vie Mar 08, 2013 1:37 pm por Invitado
» Inferio RPG ~ Afiliación Elite {Nuevos Botones y Nuevo Dominio}
Jue Mar 07, 2013 5:49 pm por Invitado
» Partis Temporus [elite]
Lun Mar 04, 2013 5:04 pm por Invitado
» Into the darkness {Afiliacion Normal}
Lun Feb 25, 2013 6:34 pm por Invitado