Leyendo

La imagen de Othilia siempre era pulcra y perfecta. Una consecuencia de su personalidad cerrada, un ejemplo de cómo intentaba ser por dentro y el reflejo que quería dar a la sociedad. Gustaba de pintar sus labios en tonos que resaltaran la palidez de su cuerpo, vestir las túnicas más caras de todo el mundo y a su vez llevarlas sin ninguna arruga, cubrir sus guantes con telas de encaje o opacas, todo, el conjunto, era Othilia y no buscaba la belleza aunque sabía que había nacido con la buena genética de ambas familias, solo transmitir como era sin necesidad de usar gestos o palabras.

- Cooperativa internacional y las leyes que unen Europa – su volumen de voz bajó dos puntos aunque su voz llegaba aún clara y firme a su prometido que para algo continuaba insolente, invadiendo su espacio personal. Una vez más la dichosa mano que Othilia ansió morder por un segundo como salvaje pero comedida, apelando a esa clase innata heredada de su mamá Winter, solo vigiló el curso de la misma por si debía de plantarle otra cachetada, habían límites para todo.

Charles, primero peinó su pelo hacia atrás, luego volvió y aprovechó el camino para acariciar su cuello. Todo estaba bien pese a su latente y palpable incomodidad, podía vivir con esas caricias, tres años después, podía tolerar un pequeño avance aunque fuera de la mejilla o la mano a su cuello. La holandesa había dicho que sus labios encima de los suyos provocarían arcadas, por desgracia no había resultado así. Quizás con anterioridad no los había probado bien, no sabía como era la sensación, su mente planificó un estructurado conjunto de sensaciones desagradables. ¿Cómo podía ser higiénico y placentero el intercambio bucal de saliva? Incomprensible para alguien como Othilia, desgraciadamente, el experimento había resultado extraño, no asqueroso más bien cómodo y bizarro, seguía contrariada.

En su deriva mental, buscando el motivo por el cual no había vomitado, Charles la besó de nuevo pero esta vez como un vil ladrón, robando la miel de sus labios. Othilia esta vez sí, frunció el ceño, molesta y a nada de levantarse para caminar hasta el escritorio, coger su varita y cerrarle con un hechizo los labios para que no los volviera a usar pero el osado tapó sus labios, la frialdad de sus ojos demostraba que no gustaba ese gesto, él no podía callarla, nadie podía callarla era Othilia, por los Magos. Agradeció recuperar su espacio vital tras ese último contacto “íntimo”, Othilia paseó sus dedos por sus labios, retirando cualquier marca de carmín más situada y ella también se puso en pie, caminando hacia el escritorio, cogiendo su túnica, vistiéndose y calzando sus manos con sus guantes. Todo como había resultado antes.

- ¿Qué quieres decir con eso, Charles? – añadió, avanzando unos pasos hacia él y cubriendo su cabeza con la capucha malva de su túnica. Lo miró desde la sombra que ahora hacían aún más inocente su cándido rostro - ¿Propones que nos besemos más seguido? – Othilia no veía la infamia de sus palabras. Habían requerido tres años para darse un beso medio decente - ¿Necesitas esos besos para ganarte mi confianza?