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Una oveja dos ovejas

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Mensaje por Marianne Heard Dom Nov 11, 2012 7:34 pm

Las tres de la madrugada en punto en el tranquilo dormitorio de Smertios o, al menos, eso decía mi reloj, aunque el tiempo ya no importaba. Bien podrían ser las cinco de la mañana y seguiría sin poder dormir, por más que cerrara los ojos y no pensara en nada. Estaba así desde las malditas once.

Por fin mis pies descalzos se decidieron tocar el frío suelo y tranquilos y despreocupados me llevaron hasta el salón de convivencia. Mi aspecto era desaliñado, lucía un poco descuidado ya obviando el hecho de que llevaba tres días sin dormir, el cabello lo tenía revuelto y sólo me puse un suéter sobre la pijama. Por eso ni mire el espejo.

El salón de convivencia parecía desierto a falta de almas con insomnio que, como la mía, hubiesen decidido vagar y soportar el peso de no poder dormir una noche más.

Entré al salón con cuidadito, acostumbrando mis ojos a la luz de la chimenea y asomándome como si esperara encontrarme con alguien con quien charlar, pero aquello no pasó y todo estaba desierto. Suspire encargandome de encontrar alcohol y quizá algunos cigarros que pudieran entretenerme en lo que el sol decidía hacer acto de precencia. Mi búsqueda dio frutos cuando encontré una botella de los de artes oscuras y una cajetilla con unos 5 cigarrillos detrás de un libro que me gritó.

Me dejé caer en un sillón cómodamente mientras encendía el primer cigarro y me lo llevaba a los la iOS inhalando con calma y me servía un poco de lo que resulto ser whisky de fuego en un thermo (o pepsilindro, si quieren). Escondí la botella detrás del cojín en el que estaba recargada, pero no me lleve la taza todavía a los labios , la deje en la mesa.

Cerré los ojos. No tenía nada de sueño pero si estaba cansada.

Quiero dormir -musite desesperada subiendo las piernas, aunque tranquilizada por el cigarro que volví a llevarme a los labios. Ya había intentado todo excepto-... una oveja... dos ovejas.

Recargé la cabeza en el sofá y mire al techo, ¿qué estaba haciendo? Contar ovejas no me haría dormir por que al parecer no sólo me faltaba el sueño sino también la imaginación, quizá ebria sería más facil. Miré la taza frente a la mesa y estire la mano pero no la alcancé.

De verdad estoy contando ovejas, no puedo creerlo -y para colmo ahora hablaba sola.
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Mensaje por Aldrich Burroughs Dom Nov 11, 2012 8:56 pm

El que los dejasen salir de la universidad no sólo coinicidió con algunas invitaciones poco usuales, también con cumpleaños olvidados a los que ya había prometido ir, como el de Constance Smith, su antigua novia. Apenas habían durado un verano de hacía cinco años pero se hicieron muy amigos durante el siguiente año para luego el siguiente verano terminar oficialmente, no es que se hubiesen sido fieles, pero preferían no saber acerca de lo que hizo el otro en ese periodo.

No le dijo nada a Pearlie o a Shadow porque los amigos de Constance eran amigos suyos y ya, al tener tan poco tiempo de conocerse y menos aún de novios no era que hubiesen convivido mucho, pero era buen momento para retomar esas amistades dejadas de lado por las circunstancias. La fiesta era en Holanda y al ser todos brujos tuvo suerte ya que lo dejaron cerca a la entrada de la escuela para que regresase a tiempo, de otro modo hubiese terminado desmembrado o tirado fuera de un burdel holandés fumando marihuana con un vagabundo.

Habían bebido demasiado porque así era la costumbre en esos lares y más con aquellos amigos, uno de ellos siempre se encargaba de repartir a todos para que llegasen a salvo a sus hogares y afortunadamente ese no fue Aldrich, que incluso se drogó con LSD primero probando algo que no conocía para darse cuenta que su ignorancia había surgido de la borrachera, que sabía lo que era eso y que no iba a calmarlo.

Llegó a su sala de convivencia aguantando la risa que le daba absolutamente todo, no lo vieron porque Merlín era bueno y porque no era un borracho ruidoso, daba algún traspié eventual pero ninguno contra una delatora armadura. Era tardísimo, ni siquiera estaba seguro de si podía entrar a esa hora a la escuela pero ya lo había hecho y no iba a salir para preguntar. Entró callado, buscado encontrar la escalera que daba a los dormitorios pero no lograba enfocarla bien. Había luz en el lugar, al voltear vio a alguien allí sentada y olvidó inmediatamente su idea de a dormir.

-¿Quién eres? No te conozco, identifícate o llamaré a los hipogrifos. -se rió luego de decirlo y se tiró a un sofá largo para dejar que sus extremidades descansen, ojalá su cabeza dejase de dar vueltas y las cosas dejasen de verse tan coloridas.-
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Mensaje por Marianne Heard Dom Nov 11, 2012 10:08 pm

Y así continué por un rato más, estirando el brazo lo más que podía pero sin lograr buenos resultados. Mi mano no iba a llegar al thermo y el thermo no iba a volar a mi mano. Lo único que me hacia salir de mi estado de indisposición total era llevarme el cigarro a la boca.

Oh, vamos Marianne, no puedes dormir, no quieres contar ovejas y, lo peor, no puedes no estirarte por un whisky.... eres un asco.

Si, ya estaba un poco loca y mi voz le estaba contestando a mi mente.

Y ahora se te acaba el cigarro, debe ser por que es de los baratos -se le había caído todo y sólo me quedo la colilla entre los dedos.ni siquiera estaba próximo a terminarse.

Y sin más que hacer y sintiendo que el cuerpo me pesaba como una tonelada, me enderecé para alcanzar la cajetilla que reposaba junto al thermo con whisky. Me quede unos segundos mirándolos a ambos y el ruido de un traspié me preparo para la llegada de un Smertios al que conocía, la emoción no se hizo esperar y ya no tendría que pasar la noche, por lo menos lo que quedaba de ella, sola.

Levante ambas manos como la ridícula que era para que viera que no estaba armada por que pensé que iba a decirme que esto era un asalto o que sino le identificaba iba a avadearme. No esperaba lo de los hipogrifos y me solté a reír.

¿Cómo que no me conoces? Ya te olvidaste de los mensajeros de amor que me mandabas, ¿y los dulces? -le dije bromeando con un tono de voz indignadisimo, ¿cómo no me iba a conocer-. ¿Estás ebrio? -le pregunte con socarronería. A mi ya me estaba amaneciendo y a él a penas le anochecía al parecer-. Si estás ebrio.

Volví a estirarte para alcanzar la cajetilla y mire con cierta altanería el thermo, por eso los deje y mejor me lleve el whisky a los labios.

Mucho mejor -musité, creo que parecía más que tenía calor y que había tomado agua friísima. Volví a tomar la cajetilla y encendí un cigarro con el encendedor que veían incluido-. Qué grosera soy... ¿gustas?
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Mensaje por Aldrich Burroughs Lun Nov 12, 2012 10:47 pm

Cerró los ojos y volteó el rostro para que la luz proveniente de la chimenea no lo incomode, sentía que todo le daba vueltas pero no era por la bebida, era el LSD que había hecho que sus sentidos pareciesen mucho más agudos, las cosas parecían ser más lentas y el simple brillo del fuego dejaba varios rayos luminosos detrás que eran una tortura porque lo mareaban ya que formaban varios círculos que no dejaban de moverse. Necesitaba ese descanso aunque sus extremidades le gritaban que se levantase a bailar.

Eso quería, bailar, y bailaría con ella. Quería correr, saltar, quería que pongan música muy fuerte para poder dar de tumbos contra un mar de gente y golpear a algún tipo maleducado. Pero estaba feliz en resumidas cuentas y se rió de nuevo pese a no haber dicho nada en varios minutos, pero no habían pasado varios minutos, solamente unos segundos. El efecto era similar al de haber tomado Felix Felicis, se sentía poderoso, imposible de detener, feliz.

Escuchó la voz de Marianne y le sonó angelical, abrió los ojos para dedicarle una gran sonrisa, la miró y le pareció que olía a violetas, simplemente así, su imagen olía a violetas y casi podía percibir el aroma. Tenía que acercarse para oler mejor, pero no lo hizo porque prestaba atención a sus palabras. No se sentó siquiera, la miraba desde esa posición y le parecía que el fuego la hacía ver especialmente guapa. Quería gritárselo por sobre lo que le decía pero no lo hizo porque ella continuaba hablando y creía que si dejaba de escucharla no se sentiría tan bien.

-No, no, no. No me voy a olvidar nunca de ti, jamás.-¿cómo es que se llamaba? No lo recordaba, pero se levantó casi de un salto para averiguarlo. Tenía que hacerlo, no era una opción el no hacerlo. Ella ya había bebido su whisky y le había ofrecido un poco, pero Aldrich declinó a la invitación porque tenía que recordar su nombre primero o no merecería el whisky ni nada más, absolutamente nada, ni esa felicidad que lo abrumaba.-Tengo papeles de colores, ¿los quieres?

Se refería al LSD por supuesto, sacó una bolsa con tres papelitos y la colocó sobre la mesa antes de ir a sentarse a su lado para mirarla fijamente por unos pocos segundos, casi podía ver cómo las letras del nombre de ella se colocaban delante de su rostro para darle la respuesta.

-¡Marianne Heard! ¿Viste que no me olvidé de ti? No podría hacerlo, jamás, jamás. Te debo tanto. Y eres muy guapa, no sé si te lo he dicho.


Última edición por Aldrich Burroughs el Mar Nov 13, 2012 7:21 pm, editado 1 vez
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Mensaje por Marianne Heard Mar Nov 13, 2012 10:39 am

La imagen que me estaba dando era graciosa y no iba a repetirse pronto, no seguramente frente a mi. Aldrich se veía con una mezcla de energía acumulada incontrolable e inexpresable y felicidad, por eso verlo me dio una risa que intentaba disimular. Me desperecé haciendo un ruidito largo casi parecido a un ronroneo, más bien al canto de un pájaro a punto de morir. Le di una calada al cigarro, bebí un trago y después solté el humo.

Alce las piernas para hacerle un espacio por que había estado acostada en el sillón, abarcándomelo todo. Solo para molestarlo lo miré esperando a que contestara mi nombre, inquisitiva, tan seria como una profesora en plena examen oral y habría sido más o menos creíble sino me hubiera reído cuando su mente se iluminó y mi nombre salio de sus labios.

¡Muy bien! Solo por eso te mereces un premio –mi voz sonó como si le estuviera hablando a un niño pequeño que por primera vez ha conseguido volar solito en su escoba de juguete. El problema es que no sabía muy qué darle, aunque ya estaba tan borracho y… supongo que feliz, que cualquier cosa le parecería lo más excepcional del mundo.

Miré hacia la entrada de la sala de convivencia y las entradas a los dormitorios por si, de pura casualidad, al decano Suberland le daba por hacer su aparición nocturna sorpresa, pero no había nadie y tras hacerle una señal con el dedo para que guardara ese secretito y se mantuviera un poco calladito, saqué de detrás del cojín la botella de whisky de fuego y le serví más a mi thermo.

Estuve a punto de derramar todo cuando dijo que era guapa, no por que me sorprendiera por que yo ya me sabía así (honestamente, soy muy presumida y egocéntrica) sino por cómo lo dijo. No sonó tanto a piropo barato y por eso le sonreí.

No, así eres de indiferente, pero vuélvemelo a decir por que no te creí. Toma, dale un trago, es para los dos. ¿Para que son estos? –antes de volver a guardar la botella me distraje con los papelitos de colores que había dejado sobre la mesa y la deje en el suelo. Me estiré para alcanzar uno y de nuevo mi cuerpo pareció pesar una tonelada, pero esta vez por que parecía que algo me estaba jalando hacia atrás por que estaba sentada en posición de loto. Por fin alcancé uno y lo vi en la yema de mis dedos como si en cualquier segundo fuera explotar, nunca los había visto-. Te lo voy a poner aquí para que te veas bonito.

Se lo puse en la frente y ahí se quedó pegado.
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Mensaje por Aldrich Burroughs Mar Nov 13, 2012 7:43 pm

Bebió de su premio y sintió el whisky pasar como agua por su garganta, ya ni le causó una mueca porque seguía alucinando con los colores tan vivos que tenía al frente y ese aroma a violetas que ahora tenía al lado y que lo dejaba sumamente calmado. Ella lo calmaba. Era una bruja. Una ninfa. Una veela.

-Eres guapa, guapa, guapa.-no le dijo lo del LSD inmediatamente porque se quedó mirando hacia arriba para fijarse si todavía podía reconocer a ese Piobín que estaba como dibujo del papel, pero no podía, solamente se mareó un poco y desistió, olvidando por un momento lo que le había preguntado ella.-

Comenzó a dar palmadas sobre sus propios muslos al ritmo de una canción que no sonaba en otro lugar que no fuese su cabeza, hacía el sonido de la guitarra con su propia voz modificada en algo similar a un aullido de kneazle al que le jalaban la cola. Lo hacía para ella porque ella era bonita y tenía que escuchar la canción, tenía que bailar, porque ella seguramente quería bailar sobre los sillones. Pero la canción acabó y nada pudo hacer al respecto, su cabeza le había puesto una pausa a la música y se le quedó mirando de nuevo a ella.

-Es una buena canción, ¿no? No me acuerdo de la letra, pero seguramente es como Mariiiaaaanne He-e-e-ard, Marianne give-me-your he-he-he-heart. Did you heeeaaaar? Is-my-heart Marianne, and i hear your heaaaart-se había acercado a ella con un puño cerrado delante de su rostro como para darle sentimiento a su canción inventada, tal como hacían algunos seudo cantantes que pensaban que lo que no conseguían con su interpretación lo harían con sus manos. Acabó y volvió a recostarse contra el sofá, llevando la cabeza hacia atrás del respaldas mientras se reía de lo tonto que era, de lo mal que cantaba y lo feo que componía canciones.-

Suspiró y se volvió a reír luego de que su espalda crujiese un par de veces por lo mucho que se había estirado hacia atrás. El papel que había estado en su frente cayó hasta su nariz y luego a su regalo, lo miró y lo volvió a colocar en su frente antes de voltear a verla. Recordó entonces su pregunta y se sintió horrible por no haberle respondido inmediatamente, pero es que lo hacía tan feliz estar allí que no pudo ni mostrar arrepentimiento.

-Es LSD. ¿Lo has probado? Yo nunca, jamás, te lo juro. Pero hoy sí, y te juro que está hecho de Felix Felicis. Me lo pusiste allí porque quieres lamerlo de mi frente, coqueta, se nota en tus ojos de…pues de chica bonita.-había querido encontrar la similitud de sus ojos con las de alguna persona que había visto antes pero no pudo, así que dijo finalmente lo obvio.-Anda, hazlo hazlo hazlo.
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Mensaje por Marianne Heard Miér Nov 14, 2012 5:05 pm

Mi abuela decía que los borrachos y los niños siempre decían la verdad. No, en realidad mi abuela no decía nada de eso, seguramente lo escuché decir por ahí pero me gustaba atribuirle sabiduría popular para que cumpliera con el prototipo ideal sobre una abuela, aunque ella no lo supiera jamás. Cada guapa no debía resultar un incentivo para mi ego y aún así me lo alimentaba, pero, ¿hasta cuándo me volvería a decir alguien así en Brigantia? La ultima persona había sido Noel y de eso ya habían pasado meses. De todas formas, Aldrich no se acordaría en la mañana (más bien a mediodía) y yo no diría nada.

Me hubiera gustado mucho poder escuchar la música en su cabeza o alcanzar a reconocer lo que estaba cantando; pero sus aullidos de gata en agonía por el celo me hicieron llevarme las manos a los oídos para tratar de no escucharlos, aunque lo hacía bromeando y ya me hacía diciéndole que cantaba pero si como los ángeles. Por eso asentí con la cabeza y mejor le di un largo trago al whisky, aunque a mi si me caló en la garganta y sí tuve que hacer caras.

Casi escupo todo por su culpa. Me estaba inventando una canción con muchísimo sentimiento y hacia cosas con las manos para que me diera cuenta, además rimaba, así que cuando terminó su actuación le aplaudí como una fan loca, olvidándome por completo de guardar silencio y ser discreta.

Por aquí alguien debe tener una de esas cosas para escuchar música, ¿cómo se llaman? –pero mi pereza no me iba a dejar levantarme para ponerme a buscar uno de esos aparatitos que usaban, aunque podía invocar con la varita cualquiera de los de mis compañeros, ellos siempre corrían con esas cosas.

Solté una carcajada en primera, por lo tonta que había sido al pensar que ese papelito era una especie de calcomanía y en segunda por lo de lamerlo con la lengua. Me mordí el labio con socarronería, pero no era en lo absoluto un gesto coqueto según yo sino un juego y me incliné hacia adelante con cigarro y bebida en mano, de nuevo haciendo sonidos graciosos con la boca debido a la abdominal inconciente que acababa de hacer.

Hazlo, hazlo, hazlo, hazlo.

Mi tolerancia para el alcohol era prácticamente imaginaria, nula, no existía y ya comenzaba a sentirme entre contenta y ligeramente mareada. Creo que eso y sumándole que me estaba incitando a hacerlo, me hicieron llegar hasta él caminando por el sofá con las rodillas.

Hablas muy rápido, pero si fue plan con maña –claro que no, pero… que bah. No tenía ni idea de qué era LSD ni de qué estaba hecho ni como, pero no había dormido en casi tres días y me estaba poniendo ebria, ya no era casi yo misma. Para mi que fuera como el Felix Felicis me bastaba-, Aldrich… I… Aldrich… pff, no se qué canción inventarte.

Todavía no estaba soltando risitas de borracha y me alcancé a contener. Quería componerle una canción también, pero si no había podido imaginarme unas cuantas ovejas menos iba a poder con eso; al menos se lo había dicho con tonadita y todo. Tenía ganas de que hacerlo reír y contagiarme de su felicidad, que me la compartiera y ponerme igual, ponerme a cantar a su lado. ¿Ya se habría dado cuenta de lo guapo qué era? Me puse encima de él, no literal por que mi cuerpo ni siquiera lo tocaba, ambas manos las apoyé en el sofá cuidando de no quemarlo con su cabeza en medio y me incliné para que mi lengua tocara el papelito. Más que lamerle la frente, le di un lengüetazo con movimiento rápido de cabeza y todo, como gato con su piel, tal cual. Me lo tragué antes de que se deshiciera o explotara o algo y por si las dudas (de que se me fuera a atorar en la garganta) le di otro trago largo a mi bebida-. Ahora te toca a ti, encanto.

Me tuve que dejar caer encima suyo, toda, pero de manera floja y me movi un poco para que sintiera que pesaba más, mientras me estiraba para alcanzar la mesa y, por lo tanto, otro papelito.
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Mensaje por Aldrich Burroughs Miér Nov 14, 2012 8:53 pm

¿Para qué quería uno de esos equipos si podían cantar? Si podían bailar mientras cantaban. ¡Si podían tener una fiesta! No sabía dónde había uno de esos aparatos, él solamente tenía un iPod con mucha capacidad, pero era uno clásico y esos a menos que les conectaras parlantes no daban mucho sonido. Amaba tanto ese aparato, era de las mejores cosas que habían hecho los muggles. ¿Por qué sería que los magos no tomaban esas ideas? El mundo en el que vivían no parecía listo para tal cantidad de información. ¿Qué es lo que quería ella? Ya ni recordaba su nombre, pero no por poca memoria si no porque estaba con mil ideas en la cabeza.

Pero mejor que ya había cambiado de tema porque cuando dejó de pensar en sus canciones recordó inmediatamente su nombre de nuevo. Repitió algunas veces más que lo haga, que se deje llevar. Es que ella no sabía, no entendía lo que hacía ese papel, lo bien que la iba a hacer sentir y así podrían bailar juntos sin pensar en nada más. Se rió con ganas de la canción que no le hizo por quedarse a medias, pensó que era la mejor canción de todas, hasta coreó su propio nombre un par de veces mientras ella iba hacia él.

Cerró fuerte los ojos cuando ella lo lamió y luego de que ella acabase con el papelito llevó su cabeza hacia atrás para reír de nuevo, sin procurar silencio pero afortunadamente no fue muy escandaloso, fue más bien una risa ahogada de aquellas que no generan sonido por lo poco que puedes respirar entre tanto espasmo. Le quitó el cigarrillo en lo que ella bebía del whisky y le decía que era su turno, claro que lo era, ahora estaban jugando y le tocaba a él.

Llegó a darle una calada al cigarrillo y se lo devolvió antes de que cayese sobre él, solamente la abrazó cuando se pegó a él mientras le repetía la canción que le había hecho desde hacía un rato. Qué importaba si pesaba, era guapa y podía pesar lo que ella quisiera porque así era la vida, porque así era el mundo y qué más quería que estar cerca de ella. Ella levantó el rostro por un momento y él aprovechó para pegarle el papel en la punta de la nariz, dejó pasar unos segundos y pasó a retirarlo del mismo modo que ella hiciese hacía un rato.

Disfrutó del papel por unos segundos con los ojos cerrados y una gran sonrisa en el rostro, cuando lo pasó abrió los ojos para mirarla y con la alegría renovada le hizo una mueca y le dio un beso en los labios, no uno invasivo, solamente sobre los labios pero fue uno sonoro porque lo hizo con toda la energía que volvía a sentir recorriendo su cuerpo. Sacó de la bolsita el último papel y lo colocó sobre la mano de ella

-Te toca. Anda, anda, anda. Gáname. Quiero que me ganes, que bailemos y todo, que me cantes canciones no terminadas y que hagamos una carrera. Seguramente si bailas conmigo acabaría diciéndote mi contraseña de Gringotts.-le dijo con tono lúdico antes de dejar caer su cabeza haca atrás de nuevo mientras volvía a estrecharla para moverla de un lado a otro y hacer sonidos propios de quien simula un viaje en montaña rusa.-
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Mensaje por Marianne Heard Jue Nov 15, 2012 1:36 pm

Aldrich no me estaba poniendo nada fácil alcanzar el otro papelito y hubiera sido mejor que me dijera que tenía más con él para no estar haciendo malabares. Me abrazó y mi brazo se hizo más para atrás que para adelante como yo pretendía. Nuevamente empecé a cantarle su canción, la que yo le había inventado, aunque en realidad únicamente decía su nombre con diferentes tonalidades.

Levanté el rostro para mirarlo y decirle que sino me soltaba no iba a poder pasarle otro de esos papelitos mágicos de colores, pero Aldrich estaba en su propia onda y me puso uno justo en la nariz, después lo lamió casi igual a como lo había hecho yo. Tuve que hacer bizcos para mirarlo, sin borrar mi sonrisa, tal vez podía resultar tonto pero me gustó.

Lo vi tan impasible, tan cómodo, tan calmado con su papelito en la boca, disfrutándolo como si se tratara de un buen vino, que sentí envidia. Me preguntaba cuánto tardaría en hacer efecto en mí para poder unirme a su fiesta, pero de mientras me gustaba verlo. Entonces me besó y ya pude sentir parte de la música que él escuchaba, volví a reírme por que solo había sido “de piquito”.

Apenas agarré el papelito antes de que nos subiera a su montaña rusa o lo que sea, aunque en realidad se estaba moviendo demasiado y me tenía que sostener de él, si aún en el sillón, para no caerme.

Pero quédate quieto, no seas tramposo –me quejé aunque no hablaba en serio en lo absoluto, ¿cómo iba a querer hacerlo si estábamos en caída? Caíamos, caíamos, caíamos y puuum… mi brazo ganó la batalla y entre tanto movimiento me fui hacia el suelo no sin agarrarme fuertemente de la ropa de Aldrich. Caí de espaldas contra el piso, muy lentamente y él terminó encima mio.

Estaba segura de que mi poca imaginación no me iba a dejar ganarle, pero no me importó. Así, debajo suyo, lo empujé hacia arriba no para que se quitara sino para que se levantara un poco y le subí la playera lo más que pude. Puse su el papelito en uno de sus pectorales y lo lamí.

Esta vez no lo hice como leona ni como lenguetazo, esta vez en verdad lo lamí a riesgo de que volviera a decirme coqueta. Al terminar me dejé caer nuevamente y lo miré, arriba de mí-. ¿Gane? Vamos a bailar sobre la mesa y hay que cantar una canción que nos sepamos los dos. Vuelve a cantarme, me gusta como me cantas .

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Mensaje por Aldrich Burroughs Vie Nov 16, 2012 10:46 am

No mentía, era capaz de decirle ya mismo su contraseña de Gringotts si se lo preguntaba porque los galeones le parecían el peor invento en ese momento, ¿por qué no simplemente cada uno daba lo que otro quería y así sucesivamente? ¿Por qué no vivían todos en una gran mansión? Le tenía que mandar a su abuela para que hiciese de su casa una pensión, sí, y que viviesen allí muchos magos sin hogar para que hagan grandes fiestas no elegantes. Y le diría en la carta que se desacomode el peinado para que no pareciese enojada todo el tiempo, tenía que enviarle la carta, pero no tenía lechuza porque esos animales eran sucios. Necesitaba una lechuza ya mismo.

No medía sus movimientos, solamente le gustaba la adrenalina y si no le decía algo era porque se le iba el aliento haciendo esas ondas imaginarias en cada vuelta que su mente daba. Quería que se fuesen a la luna, como esos muggles que viajaban en la pesadilla de un claustrofóbico al espacio, no sabía cómo es que los magos no tenían curiosidad por esas cosas, él había visto una película al respecto y le parecía interesante aunque muy antihigiénico. ¡Pero eran magos! Quizá si juntaban las manos podrían llegar, quizá si se movía más lo harían. Y se movió más, pero fue demasiado, acabaron cayendo del sillón, esta vez él sobre ella.

Cuando lo empujó estaba por levantarse pero al sentir su tacto se quedó quieto, su tacto se sentía bien, volteó a verla y creyó que no había nada mejor que tenerla cerca porque olía bien y sabía bien. Cuando sintió su lengua sobre su pecho no pudo reprimir un gruñido, lo sintió como la mejor sensación del mundo, la más excitante, pudo sentirla hasta después de que acabó de quitarle el papel, su voz hizo que abriese los ojos aunque no sabía cuándo los había cerrado. La miró y sonrió ampliamente de nuevo.

Veía su rostro como iluminado por luces de neón, era eso o que sus aretes brillaban y dejaban un halo de colores detrás que la hacían ver como una visión en movimiento. Porque ella se movía, no dejaba de moverse, no estaba quieta y quería que lo esté para verla de cerca.

-Deja de moverte, que quiero verte a los ojos cuando te canto.-le pidió riendo y sostuvo su rostro con ambas manos y acercó su rostro hasta dejarlo muy cerca para poderla enfocar bien.-Vamos a bailar, no me acuerdo de tu canción. No me odies, mejor bésame y bailemos.-antes de levantarse pasó una mano por la nuca de ella, creyendo que ya no olía a violetas si no a alguna flor extraña, porque seguramente era una flor. La besó esta vez por unos pocos segundos y la mano que estaba en su nuca la llevó hasta la mano de ella para ayudarla a levantarse. -¿Qué canciones te sabes? Te diré lo que quieras, pregúntame por todo, bailemos. Yo no me sé nada de Nicki Minaj, ¿qué banda te gusta? Mariaaaannne, kiss me goodbye and I'll try not to cryyyy. All the tears in the world won't change your mind, there's someone new and he's waaaiting for you

Se levantó hasta quedar en cuclillas, aún con la mano levantada en dirección a ella esperando que no lo odie por besarla. No podría superarlo, jamás podría. Sufriría demasiado, era capaz de cantarle o bailarle. En su mente iba ideando una canción especial para ella, cualquiera, lo que sea para ella. Le diría sus más oscuros secretos si ella quería.
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Mensaje por Marianne Heard Vie Nov 16, 2012 9:40 pm

En ese momento él se volvió mi golosina preferida. No la que me dejaba con la lengua azul sino ésa que me obligaba a probar más y más hasta el hastío, pero yo estaba segura de que no iba a empalagarme pronto por que me embelesaba mirarlo. Quería seguir jugando con los papelitos y descubrir qué nuevo lugar encontraba, sentir su aliento sobre mi piel y no solo sobre mi rostro.

Me gustó verlo así y me gustó también la perspectiva que tenía desde abajo. En ese momento para mí no había nada más… ¿lindo?... que él. Me quedé esperando a que abriera los ojos, ¿cómo es qué podía tenerlos tan grandes? Nadie podía tener los ojos así de grandes, pero él sí y eran bonitos, eran perfectos, eran brillantes y me estaban mirando a mi.

Creo que el color del último papelito se me quedó grabado en la retina por que lo seguí viendo a pesar de que parpadeé muchas veces, ese y muchos más. Eran graciosos y, honestamente, no me molestaban. Lo obedecí y no me moví ni un ápice, aunque él si lo estaba haciendo y mucho.

¿Odiarlo? Jamás, menos cuando estaba así tan cerca. Era como el rey de los coloritos y no quería hacerlo enojar, quería que siguiera sonriendo y que me diera más bésitos, pero que me cantara también y que bailara. Todo a la vez. Yo también lo besé y me sostuve de sus brazos, quizá para no caerme aunque era de lo más estúpido por que ya estábamos acostados en el suelo.

Veo colores, muchos colores –le comenté mientras me sentaba, ayudada por él, ¿o me fui yo solita con mis manos?, no recuerdo, por que me dijo que podía preguntarle todo y en otro momento me habría sentido de lo más estúpida, pero en ese momento no me importó tanto. Comencé a sentirme algo eufórica, pero todavía se lo atribuía al whisky que ya comenzaba a ponerme contentita-. ¿Quién es ese Nicki Minaj? ¿La banda de Ernestina cuenta? Por… por, por los zapatos de Merlin, soy una ignorante musical.

Y lo era, solo escuchaba los éxitos de ayer y hoy que ponían en la radio mágica, las canciones de las porras de las Arpías y sus competidores. ¿Quién lo diría? Ya escuchaba su música. No, en realidad no, pero ya me la podía imaginar y eso para mí ya era decir demasiado. Todas y cada una de las canciones que había memorizado en mi vida se me vinieron a la cabeza, desde villancicos ridículos hasta el punchis punchis de los bares muggles, pero no podía escoger ninguna para cantársela por que no sería justo para las demás y por que no podía encontrar una que tuviera su nombre. Esa canción definitivamente no me la sabía, ¿por qué me cantaba esas cosas?

¿Dónde había dejado mi botella? Ah.. si, ahí estaba, justo junto a su pie. Me incliné hacia adelante y gatee hasta ella, pasando por su lado y lo empujé con la cadera. ¿Pensaría que era una majadera por “ignorarlo” mientras me estaba dedicando una canción tan bonita? Mejor la tomé rápido y volví a prestar mi atención en él y repetía la última palabra de cada frase cómo si también me supiera la canción o para que pareciera que la estaba cantando con él.

Abri la botella con los dientes, girándola con las manos para desenroscarla y escupí la tapa. Ya no supe en donde calló, pero le di un trago largo y después se la puse a Aldrich en las manos.

¿Quieres prender otro cigarro para las dos? Ya quítate eso, ni siquiera se te ve bien. Déjame te ayudo –todavía traía la camisa tal y cómo yo se la había dejado.
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Mensaje por Aldrich Burroughs Vie Nov 16, 2012 10:55 pm

No recordaba si había besado a alguien más esa noche pero le parecía que besar a Marianne era lo mejor de su noche, mejor que el pastel que comió cuando le llegó la sensación de morir de hambre durante la fiesta de Constance, ella era mejor que el pastel y no olía a gelatina. No había comido gelatina esa noche, pero simplemente ella no olía como gelatina, ella era especial, ella era bonita, era como budín. No, no era budín, era pastel, pero no sabía de qué tipo, quizá de fresa, eso podía ser, con crema pastelera o algo así. Pero era ridículo, las violetas no sabían a eso. ¿Qué le pasaba? Pensaba ridiculeces y lo notaba, las violetas saben a violetas y ya.

Le dijo que veía muchos colores y esa frase le dio risa, pensó que se le había pasado el whisky pero no era eso, era que ambos estaban bajo el efecto de algo más grande que ellos, algo que les haría olvidar por al menos un par de horas todo lo que sucedía a su alrededor, que estaban tirados como un par de locos en el suelo y que se besaban cuando apenas se saludaban cuando se veían en un pasillo, que podían descubrirlos en cualquier momento cuando en lo único que pensaba ahora era en llevarla a la chimenea para que se besen ahí. No en el fuego, no estaba loco, pero no quería que si se quitaban la ropa tuviesen frío. Pensaba en el frío, ella no podía pasar frío, él no la dejaría, nunca.

-Es una mujer horrible, horrible. Es mejor que no la conozcas, podría querer robarte la cara para ser bonita. No la veas nunca, está loca y es horrible, y es muy vulgar, es una zorra fea.-se lo dijo con preocupación pensando que en realidad le podía hacer eso con sus labios exagerados y sus muecas terroríficas. Le acarició el rostro con el revés de su mano como suplicándole que se cuide, pero de la nada volvió a reír, menos de un segundo después cuando escuchó el nombre de la banda que ella mencionaba. -No los conozco. Yo soy el ignorante. O no. Te llevaré a mil conciertos, hoy no que no compré entradas, pero mañana. Mañana te llevaré a Venus a un concierto, te llevaré a China si quieres. ¿A dónde quieres ir? Vámonos juntos.

Ya le estaba cantando y ella se movió, sintió que lo dejaba con el corazón roto y la canción de Petula Clark era ideal para eso, le cantaría otra ahora, le cantaría una canción de amor porque quería que lo quisiera de nuevo, que no se fuese, que no quisiese a esa maldita botella más que a él. Debía ser porque podía ver su interior y él no era tan transparente. Debía acabar con el contenido para que ella viese que era una botella vacía, que él tenía más dentro que la botella, pero debía decirle cosas, ser transparente con ella para que lo quisiese, para que lo besase, para que no lo dejase nunca. Si quería que bailase con él tenía que hacerlo.

Cuando le dio la botella le dio un gran trago para acabar lo más rápido posible con el contenido, odiaba a la botella, se la estaba robando, y la botella no hablaba, acabaría bebiéndose todo el contenido para que muriese la maldita botella. Pero solamente le dio un trago porque su voz lo calmó, tuvo que dejarla a un lado para mirarla con total atención.-Haré lo que quieras, siempre.-se sacó primero la camiseta y luego buscó con una necesidad absurda los cigarrillos para encenderlos, la varita sirvió para encender el primero que le dio a ella y luego encender el suyo le costó un poco más. Se acercó a ella para besarla de nuevo cuando acababa de botar la primera bocanada de humo.-Debes quitarte algo también. Si me quieres más que a la botella debes hacerlo. Y te diré mis secretos, todos. Pero dime que esa botella no es tu novio.

La tuvo que acercar, necesitaba que ella estuviese cerca de nuevo y apoyando la espalda contra un sofá la tomó por la cintura para que fuese hasta donde él estaba, olía a violetas de nuevo. Y qué bonitos ojos tenía, y su cabello de oro. Nunca había visto algo más bonito. Necesitaba ver más, a ella, su piel era un secreto, quería saber el secreto, necesitaba eso. Pasó una mano bajo la camiseta que llevaba ella para acariciar su espalda, la suavidad de su piel lo hizo cerrar los ojos, con felicidad absoluta.
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Mensaje por Marianne Heard Lun Nov 19, 2012 6:06 pm

Qué me llevara a China, a Venus, a la luna, a Paris o a Guatemala, que me cantara las canciones de esa Nicki Minaj tan espantosa, que me hiciera bailar y quererlo y bailar nuevamente y que me bajara el sol, las estrellas y toda la magia, lo quería todo y quería que me lo diera él.

De pronto, mientras lo veía llevarse la botella a los labios me asaltaron millones de dudas y remordimientos, como si mi mente caprichosa de pronto hubiera recordado que no estábamos haciendo lo correcto y yo la ignoré por que también me recordó que Aldrich y yo no éramos amigos y que no debería dejarlo cantarme y besarme. Sabía que lo conocía pero ya no me acordaba por qué no me hablaba. ¿Y si me odiaba? Me aterró de pronto que me odiara, que le cayera tan mal que por eso no era mi amigo y eso hizo que le levantara un poco la botella para que le entrara más whisky en la boca y me quisiera.

Me acordaría de esa promesa para siempre, sin recordar que era una promesa hecha por un ebrio y que carecía por completo de veracidad pero no me importaba. Podría tener todo el dinero de su bóveda si quería y él estaría de acuerdo. Impaciente, le ayudé a quitarse esa camiseta por que no hubo cosa que más odiara en el mundo y aunque me acusara de coqueta me gustaba más como se veía así.

¿Era acaso que el alcohol ya nos había desinhibido? ¿O eran los papelitos de colores? Esa vocesita en mi mente, la que luego se apropiaba de mi boca y me hacía hablar conmigo misma, me dijo que no debía seguir. No por que temiera algo, sino por que estaba mal. En cualquier momento podría hacerse de día (aunque exageraba por que para eso todavía faltaban como dos horas) y entrar la decana Vernice por ella por que su radar de besos le indicó el camino. ¿Y si buscaba un beso de Aldrich? ¿Y si buscaba un beso mio? Me reí como si acabara de hacer una travesura, una travesura bien hecha y tomé el cigarro encendido que me tendía, le di una larga calada pero no sentí nada más que el sabor a tacaco, no hubo calma ni relajación y ya no las necesitaba por que no quería dormir. Podría seguir despierta dos días más si eso significaba estar con él y escucharlo cantar.

Tomé su rostro entre mis manos y también lo besé, sabía a pastel y sabía a whisky y a muchas otras cosas más que no supe qué eran ni quería adivinarlas. En ese momento lo quería, lo quería y solo obedecía impulsos, como besarlo o dejar que me llevara hasta él y quedé sobre su regazo. Sus caricias en mi espalda me hicieron cerrar los ojos y acercarme un poco más a él para que no se detuviera por que se sentían bien.

Hoy no va a ser mi novio, pero no le digas. Shhh –dije separándome de él y llevé mi índice a sus labios para que guardara mi secreto. Nuevamente me incliné para darle un besito en el cuello, otro en la comisura de los labios y otro nuevamente en el cuello pero del lado derecho y volví a comenzar, deteniéndome en sus labios, mientras mis manos, ambas, bajaban por su cintura.

Al separarme se me hizo fácil darle mi cigarro para poder cruzar las manos por encima de la camiseta de mi ridícula pijama y levantarla para quitármela. Si el podía estar sin una, ¿por qué yo no? Era lo justo. Y ya casi la tenía por encima de mi pecho cuando me reí por que era lo único que tenía, no había nada debajo de esa delgada tela.

Pero tú tienes que bailar para mí, es lo justo por beberte a mi novio.




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Mensaje por Aldrich Burroughs Jue Nov 22, 2012 8:22 pm

Él ni recordaba que la razón por la que le agradaba cuando tenía todos sus sentidos funcionando bien, no recordaba que era por el quidditch y no porque fuesen amigos o porque se amasen como decían ahora, tampoco le había dicho algún halago como los de esa noche aunque seguramente había pensado que era guapa. Su estado era mucho más ajeno a su conciencia que el de ella, él llevaba encima además de los papeles de esa noche –el de la sala de convivencia y los de la fiesta- una gran ayuda del alcohol del cumpleaños, todo eso lo había dejado alucinando, y ella era su alucinación más bonita, la que no lo dejaba despertar.

Bebió cuando levantó la botella para que ingiriese más whisky, eso significaba que estaba dejando de querer a ese maldito novio que le quitaba su amor. Lo bebió con gusto pero le dejó un mareo que duró por varios segundos, tuvo que cerrar los ojos con cierta fuerza pues esta vez sí sintió el sabor del whisky y también el remesón de suelo bajo sus pies, o bajo sus rodillas porque no estaba parado.

No supo cuánto tiempo dejó la vista fija en el suelo ni si ella le dijo ella alguna cosa, él pensaba en que sus rodillas eran bonitas, se veían a través de la tela de su pijama y quería verlas sin aquello en medio. Su pensamiento en ese momento no era de índole sexual, más bien de total veneración, de alguien que miraba una obra de arte que no quería dejar de observar porque podía desaparecer. Fue subiendo por sus piernas y volvió a mirar su rostro, esa era otra belleza que jamás podría sacar de su retina, que en su mente se quedaría para toda la vida. Debía seguir a su lado, era una necesidad.

Pero su necesidad se hizo una absoluta alegría como de niño cuando ella negó a su novio, a su maldita botella. Besó su dedo índice cuando lo colocó sobre sus labios, no sabía cómo es que sabía a cereza, o quizá fuese que el olor era de cereza ahora y que había asumido que el sabor era ese. El beso en el cuello lo hizo lanzar un gruñido suave mientras mordía su labio inferior, sentía sus manos como seda sobre su propia piel.

Sus ojos solo pudieron volver a observarla con fervor, pero cuando descubrió su pecho ni su voz angelical lo pudo sacar del ensimismamiento. La miró sin recato, olvidando que podía verse grosero o como un pervertido, la necesitaba cerca, la necesitaba junto a él, necesitaba besarla, tocarla. Necesitaba decirle que la necesitaba, que la quería, que no se fuese de su lado. Se acercó entonces con esa necesidad impresa en el rostro y tomó su rostro con algo de rudeza pero sin lastimarla, lo aprisionó y la besó con deseo infinito, pasó a su cuello y siguió bajando con alguna mordida ocasional hasta llegar a su pecho, en el que se detuvo.

-¿Cómo puedes ser tan hermosa? Eres perfecta. Tus senos son perfectos, son…-no acabó la frase porque se había estado acercando poco a poco y ahora los besaba, pero lo hacía con cuidado porque la vio frágil en ese momento, no quería romperla y que se convirtiese en un montón de escarcha dorada como su cabello. -Tapa la botella, no quiero que se rompa de la rabia, de los celos. Dime que no me odias por aprovecharme. Siento que me aproveché, pero ahora nos quedaremos juntos, yo te necesito, estás rodeada de miles de colores que son lo más hermoso que he visto. Eres una veela, una ninfa. Bésame más.
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Mensaje por Marianne Heard Jue Dic 13, 2012 6:03 pm

Y me quité la camisa. Me estaba desnudando frente a él por que quería ser justa y que supiera que por él le sería infiel a mi novio con sabor a whisky; también por que yo ya no era yo misma sino alguien en otro estado. En mi mente lo que estaba haciendo no estaba mal por que era divertido y perfecto, por que empezaron a aparecer luces de colores bonitos y brillantes que me mareaban sino me sujetaba bien de él. También empecé a escuchar la música, las canciones que Aldrich me cantaba en realidad, pero esta vez con melodía y todo.

Ya no me importaba si bailaba o no para estar a mano o si estábamos engañando tan descaradamente a mi novio. Tal vez la suerte de los papelitos lo había ayudado, tal vez a mi también. Llevé mis manos a su torso, lo acaricié con cuidado y solté una mientras su rostro bajaba por mi cuello, que se inclinó ligeramente hacia un lado mientras lo besaba.

Cada caricia y cada beso lo sentí como multiplicado por quién sabe cuánto. Era por los papelitos seguramente, pero para mí era Aldrich quién me tocaba de manera nueva, diferente. Cada pequeña mordidita que hacía a mi piel dolía, pero era un dolo agradable y quería más. Quería que me siguiera besando y que continuara admirándome como si yo fuera esa ensoñación divina que decía. Mi cuerpo entero reaccionó a las caricias de mis senos desnudos y mi rostro se inclinó hacia atrás casi junto a un gemido cuando los besó.

Lo empujé hacia el piso para que no siguiéramos recargados en el sillón y poder tener una mejor visión suya desde arriba, o eso pensé. Fue lo más torpe que hice en mi vida por que ya no tenía la noción de qué era brusco y qué era solo un cariñito, no supe si azotó en el piso por que caí con encima de él con brusquedad y me reí nuevamente o si el pudo hacer más cuidadosa la caída.

Él no se daba cuenta de que yo cedía a cualquier cosa que me pidiera y que no podría decirle que no. Por que no brillaba, pero algo me decía que tratara de complacerlo para ser feliz. Y yo quería ser feliz. No sentía que se estuviera aprovechando por que ambos nos estábamos divirtiendo y ni siquiera se me había cruzado por la cabeza. Casi inmediatamente me arrepentí por interrumpir sus besos.

No, no te odio. Yo te amo. Te amo, te amo, te amo, te amo –no quería causarle ninguna clase de sufrimiento. ¿Quería que le jurase amor eterno? Lo haría. ¿Quería que rompiese a mi otro novio por él? Lo haría. No rompí la botella, solo la hice rodar lejos de nosotros y algo de licor se derramo de ella; el cigarro a medio terminar se apagó en la alfombra. Como para sellar mi promesa o lo que sea que fue eso, lo besé en los labios con premura para que las palabras no escaparan y se quedaran con él. Para que no se fuera pensando que no lo quería por que no lo podría soportar. Me levanté y lo tomé por el rostro, casi aplastando sus cachetes-. Te amo.

Recargé mi pecho sobre el suyo para sentirlo y que él me sintiera también y con una de mis manos busqué la suya para que nuevamente me acariciara como lo estaba haciendo. Quería que lo hiciera otra vez, mientras yo lo besaba. Recorrí su mentón con suavidad, gravándome su aroma a whisky, el cuello y lamí con cuidado al llegar a su pecho. Pero me detuve y lo miré nuevamente.

Tú no me odias, ¿verdad? ¿Tú me amas? Dime que me amas –por que sino lo hacía se me iba a partir un poco el corazón y no podría correr a los brazos de mi botella por que ya la había dejado. Tenía que saberlo con urgencia.
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Mensaje por Aldrich Burroughs Jue Dic 13, 2012 8:57 pm

No recordaría nada al día siguiente y lo sabía, lo sabía pero no se decía nada para que aquella alegre persona que estaba manifestándose usando su cuerpo no supiese nada, para que aquella persona no dejase de ser feliz y de mirar a quien creía la muchacha más guapa que había visto en su vida. Una parte de él sabía lo que sucedía pero lo ocultaba, no podía predecir el futuro pero parecía que sí, como si su parte más racional dejase aparte todo lo que sabía real para darle al menos ese momento de libertad en medio de todo lo que vendría. Al día siguiente podría pensar en muchas cosas, en las semanas siguientes podría añorar ese momento, pero ahora lo disfrutaría, se aferraría a ese instante.

Y era todo sonrisas, todo risas, todo canciones, todo amor. Besaba su piel con deseo, ni esa alucinación visual que hacía que viese destellos sobre ella logró aminorar que sintiese aquel arrebato sexual inmediato, que su cuerpo entero vibrase ante el casi gemido de ella, que quisiese más, que necesitase más, que quisiera ver más de su piel sin estar siquiera consiente del lugar en el que estaban, de que alguien podía entrar y verlos así, seguramente si el que los veía era un muchacho estallaría en cólera como contra esa botella de whisky, peor, lo mataría porque nadie más podía verla.

Se reía pero no se escuchaba, quizá solamente fuesen muecas ridículas que le presentaba a ella. Se hubiese quedado allí, desnudándola de seguro y cantándole si ella no lo hubiese empujado con brusquedad ante la que no pudo reaccionar, había estado demasiado embelesado besándola e imaginando cómo se vería desnuda, en dónde le haría el amor –porque sí, en ese momento se sentía enamorado de ella porque simplemente era una ninfa, su ninfa-. Cayó al suelo con un golpe seco pero no sintió dolor, era por las drogas y el alcohol, sin embargo cerró los ojos por el fuerte impacto, al día siguiente sentiría el golpe, pero en ese momento se sentía infinitamente feliz, riendo al escuchar su risa, mirándola y queriendo volver a lamer su torso, su cuello.

No recordaba haberle dicho que lo odiaba porque ella lo tenía hipnotizado, no tenía memoria, solamente sabía que quería quedarse a su lado para siempre, para siempre porque ella era lo que necesitaba. Acariciaba su cintura incluso cuando se sentía mareado por el golpe brusco, pero más debía ser por la rapidez del movimiento. No importaba, ella estaba allí y le decía que lo amaba y él sentía lo mismo, se lo quería gritar pero no podía hablar y mirarla, era imposible, ¿cómo no prestarle total atención a su rostro? Si era especialmente bello, como el de una deidad. No, más.

Apresó su rostro cuando ella hizo lo mismo, pero por hacerlo y olvidar que tenía codos casí cae al suelo de nuevo, pero se detuvo a último momento para luego dejarse caer suavemente ante el placer que le causaba que lo besase en el mentón, que besase su cuello, su pecho, ante sus labios divinos que lo hacían apretar la mandíbula mientras intentaba controlar lo que salía de su boca, no podía hablar y sentir, creía que lo alejaría de esas sensaciones, pero cada pocos segundos lanzaba ahogadas exhalaciones de aire que claramente eran causadas por la delectación, porque su mano libre ya estaba recorriéndola, esta vez de forma más ruda, deteniéndose en la frontera de su busto para no apresurarse y perder aquellas sensaciones mixtas.

-Claro que te amo. Te amo como a nadie y estaremos juntos para siempre. Te necesito, necesito tocarte, que te toques, que me toques. ¿Lo harás? Nunca vamos a estar separados, jamás, moriría. Te amo, te amo.-sólo a ella la tenía en su campo visual, por eso es que no notaba la ligereza de su propia piel y las luces de alrededor. Cayó de nuevo en un golpe seco contra el suelo, pero ella estaba sobre él, sentía sus blanquísimos senos sobre su pecho y eso bastaba, y además le había dicho que lo amaba. Le cantaría para siempre, la besaría para siempre, la amaría para siempre. Recorría su piel con necesidad, una necesidad que se agrandaba a cada momento, besó sus labios insistente, luego de nuevo su cuello y el lóbulo de su oreja derecha, que era como una golosina, un manjar, maná, era su maná.-

Sus manos la elevaron un poco para pasar la mano por debajo del pantalón de su pijama para sentir su ropa interior, sus muslos, para recorrerla y comenzar a tocar la parte interna de sus piernas pero nuevamente volvió a sus muslos porque así era más fácil besar de nuevo sus señor, para morderlos un poco y lamer alrededor. -Vámonos, a donde tú quieras. No quiero que tu novio te vea desnuda. Lo mataría.Loooo mataríiiiia.-se rió porque cantó muy mal esa parte, tuvo que abrazarla para acercarla a él, para que riese con él, pero no pudo evitar ese aroma a cereza de su cuello, comenzó a besarla allí sin tregua.-
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Mensaje por Marianne Heard Jue Dic 13, 2012 10:36 pm

Por mi cabeza pasaban muchísimas cosas y todas eran relacionadas con Aldrich, su música y el calor de su cuerpo, pero ninguna era por asomo separarme de él. No podría, no quería ni pensarlo por que yo también moriría sino lo tuviera cerca y no tenía que hacerlo por que él me amaba, Aldrich me amaba y yo no podía ser más feliz por escucharlo de sus propios labios. Mi amor era correspondido, o al menos, ese día ambos nos amábamos con locura y solo eso me importaba.

Asentí mirándolo casi en serio por primera vez desde que había llegado al salón de convivencia como si así le estuviera dando permiso para hacerme lo que quisiera, para que me tocara como lo estaba haciendo. Me levantó y sus manos me recorrieron provocando un escalofrío y un cosquilleo entre mis piernas. Casi de manera automática me mordí el labio y apreté mi cuerpo contra el suyo, quería sentirlo y que él me sintiera.

Me reí por lo feo que cantaba y me separé de él, ya no hacía faltaba que le explicara que no me importaba que mi novio me viera desnuda por que yo lo amaba a él. A veces podía distraerme con cualquier tontería y seguramente él ya se estaba dando cuenta por que lo había hecho durante toda la noche (o la madrugada, era lo mismo), pero no podía dejar de hablar y de cantar por que todo era nuevo, todo era bonito y sentía que era capaz de hacer cualquier cosa, que nada importaba y que el amor que Aldrich me tenía era lo único que existía. Tenía razón con los papelitos y me extasiaba cada caricia, cada beso y su osadía ya había sido suficiente para que estuviera por dejarlo quitarme lo que quedaba de mi pijama.

Lo besé nuevamente en los labios, ávida en deseo, antes de separarme y mirar alrededor. Estabamos en la sala de convivencia y cualquiera podría bajar en cualquier segundo. No quería que nadie nos viera, pero no por que me preocupara que alguien nos reconociera y nos volviéramos un párrafo de la gacetilla, sino por que no quería que se enamorase de otra ninfa. ¿Y si bajaba su novia? ¿Y si me cambiaba por alguien?

Le di un beso rápido en los labios y me hinqué. Había que irnos de ahí, ¿pero a dónde? No podíamos ir a los dormitorios, no, y no encontré polvos flú. ¿Dónde había polvos flú? ¿Y si nos perdíamos? Mi angustia se hizo tan grande que tuve que buscar a mi novio bajo la mesa y darle un trago largo.

Vamos al bosque, encanto –le dije como si fuera la mejor idea que pudiera ocurrirsenos jamás, como si fuera lo más divertido, por que en ese momento la idea de ir al bosque me pareció de lo más apetecible. No pensé en el frío ni en nada, solo en correr con Aldrich por ahí. Me levanté y lo jalé con la mano para que se levantara rápido él también, apurándolo para que me besara.

Dejé a mi novio en la mesa haciendo un golpe seco y me reí, mirando a Aldrich de arriba abajo y mordiéndome ligeramente los labios antes de echarme a correr hacia la salida.

El suelo se me movía y no sabía si era por culpa de los coloritos y mi felicidad o mi tolerancia nula al alcohol, quizá también era por el cigarro y de vez en cuando me iba de lado. No me caía por que había volado en escoba toda mi vida y al menos si tenía equilibrio, incluso podría brincar y hacer jetées sin caerme. Y creo que los hice.

En la entrada a la gruta que daba a los jardines me detuve y lo voltee a ver. Lo había estado haciendo en todo el camino, pero esta vez me reí y me llevé un dedo a los labios. Había antorchas iluminándolo todo, de manera muy tenue y se encendían mientras pasábamos, como si supieran que no estábamos en condiciones de sostener en alto una varita.

Shhh… –y me carcajeé, recargándome en la pared. La verdad es que me daba algo de miedo entrar a la gruta, pero si él me llevaba se me quitaría. Estaba segura-. Bésame, Aldrich, tengo miedo. ¿Y si nos aparece el muerto de las grutas?

---
Te moví poquito para ir más rapido *-*
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Mensaje por Aldrich Burroughs Jue Dic 13, 2012 11:54 pm

Vio cómo tocaba a su antiguo novio, a ese whisky maldito, moría de celos cuando la veía hacer eso y tuvo que beber con ella para que no se le quede a él el sabor de sus labios en el pico. No importaba la implicancia racional que eso tuviese o el simbolismo, ella era suya y eso era todo, no existía nada más, él era el único que se interponía entre él y ella, entre él y su felicidad completa. Tuvo que estrecharla apenas dejó el whisky porque no quería que ella tuviese segundos pensamientos al verlo allí, con su buen líquido moviéndose coquetamente ante el ardor del fuego.

Asintió sin pensar en sus palabras, la veía rodeada de mariposas que revoloteaban a su alrededor y escuchaba una canción nueva, muy movida pero embriagante, como si lo incitase a hacer cosas y fue así que la siguió, la seguiría hasta el fin del mundo si ella quería porque ahora le pertenecía porque así acababa de decidirlo. Si no se lo había dicho era porque prefería besarla a hablar, prefería sentir la calidez de su aliento y el movimiento de sus labios, eran como angelicales deseos. La besó pocos segundos porque debían salir de allí, correr ya, irse. Nadie podía verlos y tenían que escabullirse, ser sigilosos, pero cómo serlo cuando solamente quería apresarla contra un muro para besarla mejor, como el diricawl del cuento.

Corrió detrás de ella, tomándola de la mano y mirándola correr, tropezó a medias una vez pero fue cosa de nada que con un salto lo resolvió, nada tan feo como el golpe en la cabeza de hacía un rato. La veía dar de saltos y primero la imitó, pero a los dos o tres minutos el camino se le hizo eterno. La quería para él ya mismo, no quería correr, no quería esperar. Quería que abriesen una puerta y se quedasen allí a quererse, a amarse, a mirarse, a tocarse. Porque él la miraba, ninguno de los dos llevaba la camiseta en ese momento pero al menos sí su varita, por lo menos él que siempre la aferraba en un bolsillo de sus pantalones y no se había caído aunque estaba a punto de.

Llegaron finalmente a la gruta que daba hacia los terrenos, no tuvo ni que pensarlo un segundo pues apenas la vio detenerse y mirarlo la acercó, pero ella tapó sus labios con un dedo y se sintió frustrado al tener su dedo entre ellos, al no poder besarla en ese mismo momento y tocarla como el amor le dictaba, como se lo decían los dioses porque casi escuchaba sus voces susurrándole que le cantara, que la hiciese suya. Cuando le dijo que tenía miedo y que la besase esa frustración se desvaneció, totalmente, en él se manifestó una ternura infinita hacia ella, pobre Marianne, pobre de su amor.

La besó pero con menos vehemencia que antes, con dulzura si se podía decir.-No tengas miedo. Ya casi llegamos.-le dijo con seguridad y la besó nuevamente pero esta vez llevándola hacia él, quedando él de espalda a la fría pared, no importaba pues volvió a pasar sus manos por debajo de la pijama de ella, era incapaz de controlarse, la quería sentir más, ya mismo. Recorrió con sus manos los muslos de ella y comenzó a bajarle el pantalón allí mismo, encontrándose con la visión de sus bragas, las recorrió cono si fuesen de la tela más fina, un dedo a la vez, sintiendo su calor.-

Si se detuvo fue porque su cabeza golpeó una de las antorchas y en medio de aquella alucinación pensó que era otra persona la que iba por allí, le levantó los pantalones a ella y notó en los propios una presión que correspondía evidentemente al momento. Sonrió y esta vez llevó uno de sus dedos hasta los labios de ella, la jaló tal y como ella hiciese antes para llevarla hacia afuera, ya allí se dejó dirigir y sin saber bien por dónde habían avanzado acabaron en el bosque. No era un lugar seguro en las noches pero el cielo curiosamente estrellado ayudaba a avanzar. Pensaba en un lugar para llevarla pero no se le ocurría nada, llegaron entonces a un claro y se detuvieron en uno de los bordes, cuando volvía a ser tupido. Sólo Merlín sabía cuánto habían caminado.

La atrapó entonces contra un gran roble que crecía allí y sin pensar en la textura del árbol que podía hacerla sentir incómoda le comenzó nuevamente a bajar los pantalones, besando su cuello con devoción mientras sus manos recorrían la parte baja de su cuerpo, llegando una de sus manos a masajear su sexo sobre la ropa, se sentía desesperado por ella. No encontraba nada malo en lo que hacían, se amaban, eso era todo lo que importaba. Vivirían en el bosque, le haría una casa y la haría la reina del lugar.
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Mensaje por Marianne Heard Vie Dic 14, 2012 1:17 am

Era increíblemente absurdo que me asustara entrar en esa gruta por que estaba oscura y no me detuviera a pensar en que estaba medio desnuda fuera de mi facultad con Aldrich a punto de escabullirnos al bosque en la madrugada. Rodeé su cuello con mis manos mientras me besaba para infundarme valor y vaya que lo consiguió, a su lado sentí que nada podría asustarme. Me acercó a él y nuevamente casi pegué mi cuerpo contra el suyo.

Después de besarlo casi con la misma vehemencia, apoyé el rostro contra su hombro y cerré los ojos, mientras sentía sus manos bajando por debajo del mi pijama. No me importó que estuviéramos tan cerca de los pasillos, quería que me la quitara de una buena vez por que ya no podía esperar más. Tampoco quería. Lo tomé con fuerza por los hombros y lentamente mi mano fue bajando por su pecho, abdomen y con cuidado, casi con miedo, en el estrecho espacio que dejaban sus pantalones.

Hasta que se pegó en la cabeza e hizo que me sobresaltara, tuve que llevarme la otra mano para ahogar un gritito y aguantarme la risa. Claro, después de haber comprobado que no había nadie cerca por que casi tuve un momento de histeria en el que le pregunté qué estaba pasando y si había visto a alguien.

Lo seguí corriendo sin soltar mi mano nunca, pasamos la gruta, los jardines y después el bosque. Nunca había estado ahí y probablemente tardaríamos un buen rato en encontrar el camino de regreso, pero el claro me pareció perfecto. A penas tuve tiempo para mirarlo, de recobrar el aliento, cuando Aldrich me empujó hacia el tronco de un árbol. No me dolió, ni me raspó en mi espalda desnuda a pesar de que en esos momentos podía sentir cualquier cosa multiplicada por muchísimo. Levanté una pierna, luego la otra para deshacerme del pijama por que ya me estorbaba.

Cerré los ojos y miré levanté la cabeza hacia las estrellas mientras sentía su mano entre mis piernas, el cosquilleo incrementaba y comenzaba una agonía. Quería que me quitara ya la ropa interior, quería sentir su tacto. Con dificultad tomé aire y lo besé nuevamente, mientras bajaba nuevamente las manos hacia su pantalón. Ya no quería juguetear y reírme como loca, aunque podría hacerlo en cualquier segundo por que estaba muy contenta, lo desabroché casi con desesperación y mis manos me parecieron extremadamente torpes al rozarlo.

Acerqué una de mis manos a su mejilla y lo besé suavemente, con dulzura por que lo amaba y mi otra mano nuevamente lo recorrió desde el abdomen y bajo hasta su miembro. Ya había sentido la presión por encima de la ropa y había intentado acercarla a mi incontable número de veces. Le mordí el labio y, al separarme para mirarlo, le sonreí, subiendo nuevamente las manos para tomar las suyas para que terminara de desnudarme de una vez por todas.
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Mensaje por Aldrich Burroughs Vie Dic 14, 2012 7:43 pm

Sus pupilas seguían muy dilatadas, apenas se notaba el color azul de sus ojos pero ella quizá ni lo hubiese notado, él sí notó que los ojos de ella parecían extraños pero supuso que era porque las figuras mitológicas podían modificar su aspecto, era porque ella pertenecía a otro tipo de ser, era una ninfa que le enseñaría a vivir mejor, a ser mejor, que lo dejaría estar a su lado si es que se comportaba a la altura de las circunstancias porque era un simple mortal y ella conocía los secretos de la naturaleza, de la vida.

Su existencia en ese momento se resumía a ese instante, al tenerla en frente y disfrutar de su compañía, de su exquisitez, de su desnudez y de sus labios llenos de aquel melodioso arrullo que lo encantaba, que lo extasiaba más y más. Quería llevarla lejos pero no sabía a donde y ese debía ser su territorio, es que no había reina sin reino y ella era quien le mostraba toda la maravilla alrededor de su existencia, entonces ella era todo lo que necesitaba, ella y sus aromas, sus colores incandescentes que no se comparaban con nada.

Se sentía como un afortunado esclavo suyo, como el elegido entre todos los febriles sirvientes que era bendecido por la sacerdotisa, como el que la quería hacer gritar esa noche por él, que quería hacerla sentir que era suficiente para ella porque también alguna divinidad lo había tocado para hacerle sentir su suerte. Y no la dejaría ir, nunca, porque era un adicto a ella más que a esa droga que le hacía pensar en dioses, en a naturaleza y hasta en pedirle matrimonio para que se casen ya mismo porque nadie más podía estar metido entre ellos, nadie, nadie porque era su destino, era todo.

Cuando lo tocó se estremeció entero, al igual que le pasaba a ella sus sensaciones estaban siendo multiplicadas, sobretodo aquellas que eran generadas por sus caricias. La miró deshacerse de su ropa y tuvo que retroceder unos centímetros para verla bien, para notar el tono blanquecino de sus piernas, para notar las formas que ya había sentido, para maravillarse y no saber qué era lo que quería sentir primero, porque quería tocarla en todos lados, besarla para siempre, quería sentirse uno con ella y no dejar que dejase de gemir.

Sin saber bien cómo se sacó el pantalón pero con un poco más de esfuerzo que ella porque lo suyo eran vaqueros, de todos modos salieron y quedaron relegados a un lado como sus medias y sus zapatos. Le Bajó las bragas con una mano mientras con la otra movía su rostro para dejar más de su cuello frente a él, lo besó con deseo por unos pocos segundos y bajó hacia sus pechos, los que primero acarició mientras los miraba con total veneración. Tuvo que casi obligarse a bajar hacia su abdomen para poder ahora sí sacárselas del todo que estaban a la altura de sus rodillas, no fue hacia su sexo, se desvió hacia su cadera izquierda y besó el hueso que allí sobresalía, luego su muslo y la cercanía de aquella pieza de perfección que dejaba para el final.

Logró tirar sus bragas hacia un lugar no tan lejano, justo encima de su varita que había rodado por allí sin que nada le importase, cuando lo logró volvió a subir con sus besos y recorrió el camino anterior, deteniéndose sobre la cercanía de la parte que moría por tocar, por lamer, por invadir. No lo hacía porque se resistía a hacerlo con toda la sobriedad que conservaba, pero es que era tan difícil decidir entre qué parte de su cuerpo prefería. No pudo más y se acercó a aquel objeto del deseo que al apenas acercar su rostro sintió húmedo, separó los labios y sin preguntar llegó directamente a besarla, pero fueron besos cortos que luego se desviaron hacia los lados, en el límite.

Cuando sintió cierta presión viniendo de los dedos de ella pasó la lengua desde atrás hacia adelante, mientras él mismo se deshacía de deseo por ella. Apretó los labios luego de darle un tierno beso sobre sus labios bajos para salir de allí besando su piel para subir en unos pocos segundos y mirarla de cerca.-Di que me amas, si te gusta. Dímelo. Quiero escucharlo, quiero saberlo todo.
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Mensaje por Marianne Heard Sáb Dic 15, 2012 8:51 pm

Aldrich era la lamparita que usaba para dormir, esa que espantaba los sueños feos y me protegía de la oscuridad. Por que estaba brillando y era hermoso, por que a su lado no sentía miedo. No. Yo quería que me siguiera besando, estaba ansiosa por él. Lo miré quitarse los vaqueros y creo que lo esperé o tal vez lo ayudé a bajarlos con impaciencia o no estoy muy segura, pero después lo miré.

Lo amaba con locura, de eso ya no me cabía ninguna duda, pero no estaba consiente de quién era. Si sabía su nombre era por que en el transcurso de la madrugada lo había repetido muchísimas veces hasta que se grabó en mi memoria, pero no pensaba en que lo había conocido desde hace mucho tiempo atrás, que solo éramos conocidos y que lo único que habíamos compartido eran los benditos papelitos del cielo.

Cerré los ojos y lo solté para aferrarme al tronco de ese árbol con ambas manos mientras sus labios bajaban por mi abdomen hasta que se detuvieron en mi caderas. La contraje sin querer como un acto reflejo de sus besos, no quería alejarla, pero me estremecía y hacia más lenta mi agonía. Lo miré con gesto suplicante por que necesitaba que lo hiciera ya, como si todo mi cuerpo estuviese ya listo para él.

Tomé el árbol con más fuerza y mi cuerpo entero se agitó, mientras un gemido escapaba por mi garganta.

Shh.. –lleve un dedo a sus labios nuevamente, ya sin saber cuántas veces lo había hecho. No quería que hablara, no necesitaba que lo hiciera, solo que me amara por que yo nunca había amado a alguien más como en ese momento lo hacía a él y por que no podía hacerse a la idea de lo mucho que me gustaba-. Te amo, te amo, te amo. Pero no pares, por favor.

Lo tomé por los hombros y abracé una pierna a su cadera, acercando su erección a mi cuerpo. Quería que se sintiera igual que yo, que su cuerpo también se estremeciera en deseo como el mío, quería escucharlo gemir también… pero era egoísta, a pesar de todo mi amor, aún bajo los efectos de lo que fuera que me dio.

Hazlo ya –le dije en un susurro casi al odio
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Mensaje por Aldrich Burroughs Sáb Dic 15, 2012 10:55 pm

Alucinaba, alucinaba en realidad y no dejaba de pensar que sin ella iba a morir. A morir realmente, a morir de un modo más inmediato que con un Avada Kedavra porque si ella dejaba de mirarlo era como si se apagase cuanta esperanza le quedaba en las cosas bellas del mundo, y es que ella las manejaba, si no quién más. Por un segundo se desconcentró de lo que estaba haciendo por pensar en si le había pagado tributo el domingo, no quería que su ganado muriese o que sus hortalizas se secasen, ella manejaba el mundo y lo manejaba a él.

Estaba seguro de que le había dado un diezmo, miró por medio segundo hacia sus pantalones pensando en si llevaría galeones encima para dárselos, se lo daría todo. Pero cuando volteó a mirarla para preguntarle al respecto se perdió de nuevo en su imagen, su imagen de girasol en tecnicolor que lo tenía embobado. Sentía sus caricias y su cercanía como nunca antes, y no era solo que no recordase que no se llevaban de ese modo, era porque en realidad esa cercanía jamás la tuvieron ni cuando pudieron haber compartido camerino en algún partido amistoso.

Escuchar el gemido que escapó a través de sus divinos labios lo hizo bajar la cabeza y apoyar su frente contra la de ella mientras ponía rígida la mandíbula para contener sus propios sonidos de excitación, es que prefería escucharla a ella mil veces, además ella no le había dado permiso. ¿Y si se enojaba? ¿Y si no lo quería más? ¿Y si…y si no se quería casar con ella? Si lo dejaba allí desangrándose de amor por ella sin importarle cuánto le rogase que volviese a su lado. Es que llevaban años juntos, por eso debía ser que la quería tanto, que la amaba como un loco.

Dejó que lo callase y besó su dedo por enésima vez, solamente asintió ante lo que le decía porque quería seguir sin decir nada, dejar que el silencio se llenase con la voz de ella, con sus sonidos, con aquella melodía que producía. Cuando lo acercó no pudo más y mordió sus propios labios mientras un grueso gemido salía de sus labios, esta vez fue uno largo porque podía sentirla cerca, demasiado cerca. Con una sola mano se sacó la ropa interior para quedar completamente desnudo, sus piernas ayudaron a deshacerse completamente de la prenda en apenas cuatro segundos, apenas la supo fuera de su espacio la tomó por las caderas y la besó mientras la acomodaba.

Ella tenía una pierna alrededor de su cadera y tras escuchar su aliento sobre su oreja pidiéndole que lo hiciese ya no pudo más, la levantó unos pocos centímetros y la penetró, sin preguntar, sin gentileza, simplemente la necesitaba ya, su garganta no pudo retener un gemido claro que lo hizo llevar la cabeza hacia atrás, no podía recordar haber sentido tanto placer en su vida, jamás, no recordaba que existiese cosa tan maravillosa como esa, como estar dentro de ella sintiendo su humedad y su calidez, su sexo tibio abrazando su miembro con firmeza, como si lo estuviese degustando.

La sostuvo por los muslos y recorrió sus formas curvas, esa excitante anatomía que solo acrecentaba su deseo de poseerla más y que hizo que tras aferrarla bien a su cuerpo comenzase un movimiento acompasado que ni estando en drogas se podía olvidar, era instinto, era que la deseaba como a nadie porque era su novia y se casarían, tendrían ocho hijos y serían felices. Su cadera comenzó con un vaivén poco lento pero no de forma exagerada, quería verla primero y hacerlo demasiado rápido le causaba problemas, bajó el rostro para besar sus torneados senos, deteniéndose en aquel par de blanquecinas puntas que coronaban aquellos montes perfectos.

No duró mucho en eso porque cada vez que salía tenía la necesidad inmediata de volver a entrar. La subió otro lar de centímetros y la pegó más al árbol contra el que estaba para acelerar su movimiento mientras que con la mano que ahora jalaba el cabello que había estado acariciando, no demasiado fuerte pero no podía controlarlo, no lo notaba, solamente quería que gritase, sentir que se deshacía en sus brazos.
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Mensaje por Marianne Heard Dom Dic 16, 2012 2:28 am

Nunca había amado tanto a alguien en toda mi vida, así como tampoco había deseado alto tanto. Más que una orden o una petición, aquella había sido casi una súplica; no podía ni imaginarme que él me veía como una especie de diosa, ninfa del claro o lo que sea por que yo hasta ese momento había hecho casi dócilmente todo lo que me había pedido. ¿Qué si le daba un cigarro? Lo había hecho. ¿Qué si probaba un papelito? Lo había tomado de sus propios labios. ¿Cantar? ¿Quitarme la pijama? ¿Correr por el bosque? Todo lo había hecho; por diversión, por que era excitante, por amor.

No tenía una idea realmente definida sobre él, ni tenía ganas de rezarle o de pagarle, tampoco quería que me rindiera pleitesía (aunque en mis cinco sentidos podría ser quizá uno de mis principales incentivos), solo que me lo hiciera y no prolongara mi agonía por que podía sentirme húmeda cerca de él y la presión de su cuerpo, su tensión, me hacían desearlo cada vez con más fuerza.

Mordí mis labios y me enganche a sus caderas ahora con ambas piernas mientras me apoyaba más contra el árbol. En la mañana lamentaría su tenacidad y lo brusco que llegaba a ser, quizá ya la tenía llena de raspones por que, por primera vez, sentí que dolía pero rápidamente me olvidé de ella por que por fin me penetraba.

Me dolió, pero lejos de hacerme agazapar en contra del árbol y empujarlo para que éste dolor cesara, solté un grito ahogado mientras lo sentía hundirse y cerré los ojos, regodeándome y consiente de cómo mi espalda se arqueaba desde dentro hacia él facilitándole mis caderas, mientras mi cabeza también se reclinaba hacia atrás, pegándose al tronco.

Tomé aire, comenzando a sentir lentas embestidas que me provocaban aún más y a las que mi cuerpo fue a compasando lentamente, como si lo estuviese conociendo. Abrí los ojos por que no quería perderme cada detalle de él, quería verlo mientras besaba mis senos y descubrir si sentía el mismo placer que yo. Clavé mis dedos por detrás de su nuca y me incliné ligeramente hacia delante, hacia él que se había detenido en mis senos erectos solo para él, buscando sus labios y lo besé, mordiéndolo al separarme en medio un gemido casi grito y seguí bajando por el mentón hasta el cuello.

Una dosis de Felix Felices no me haría sentir jamás lo que los papelitos y Aldrich estaban provocándome, por que era imposible que pudiese sentirme más feliz. Mientras el movimiento era cada vez más rápido, más violento y más agresivo, me encontré con su mirada y asentí. Nuevamente quería gritarle que lo amaba, jurarle ahí mismo en el bosque que jamás sería de nadie más y que únicamente sería suya.
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Mensaje por Aldrich Burroughs Dom Dic 16, 2012 1:35 pm

De saber que la lastimaba se hubiese detenido un par de segundos para cambiar de posición con ella, era incapaz de hacerla sentir alguna cosa mala porque para él eso era imperdonable. Pero no pensaba bien, estaba obnubilado por el placer y solamente miraba su rostro cuando dejaba de besar sus senos o su cuello pero cuando lo hacía pensaba una y otra vez en lo feliz que era de tener a la mujer que amaba a su lado, con la que estaría para siempre porque estaban enamorados como un par de locos.

Sentía electricidad cruzando por sus brazos, su torso, su sexo, sus piernas y cada uno de sus dedos, sentía que de alejarse ella se le iría esa felicidad infinita que hacía que le sonriese como un completo tonto. No pensaba en que esa misma tarde se habían visto en el comedor y apenas se saludaron o en lo que pensarían dentro de unas horas cuando recobrasen la cordura, ella era suya ahora y nada lo cambiaría. Acarició sus caderas por unos segundos y ella lo besó, mordiendo al final su labio inferior logrando así que lanzase algunas palabras sin sentido que se ahogaban en un sonido que declaraba placer.

Alzó el rostro para que besase su cuello y sólo intensificó el movimiento, sintiendo el sonido de la piel de ambos al encontrarse en medio de esos movimientos bruscos, en medio de esa vibración que no podía detener, que no quería detener. La vio asentir pero no encontró significado para ello, solamente lo tomó como una afirmación de que jamás lo dejaría, que olvidaría a sus novios y de que ese momento duraría para siempre. Así lo quería. La levantó tomándola por los muslos como hacía un rato y retrocedió unos pasos con ella sosteniéndose sobre sus manos. La besó mientras hacía ese movimiento que apenas contenía equilibrio por un golpe de suerte, no quería bajarla porque dejar de estar dentro de ella sería una tortura.

Volteó el rostro por unos segundos para buscar algún lugar en el que pudiesen estar más cómodos, un lugar digno de ella. Encontró un reflejo que parecía ser el de una laguna pero estaba muy lejos, sin embargo una acumulación de hojas que debía haber sido hecha por los dioses –fue hecha por el guardabosques-fue el lugar elegido. Volteó para besarla nuevamente y le dijo al oído que se aferrase a su cuello que iban a bajar, no fue una buena explicación pero no podía ser muy listo cuando tenía tan cerca su lóbulo apetitoso. Besó su lóbulo, incluso lo mordió un poco cuando sus pantorrillas se toparon con esas hojas.

Pero no eran solo hojas, estaban llenas de ramas pequeñas que al tacto eran dolorosas, de todos modos no sentía nada y acabó por sostenerla con una mano y usar la otra para no caer abruptamente, fue un buen plan pero de todos modos cayeron los diez últimos centímetros y fue inevitable una mueca de dolor que repelió con un suspiro al abrir los ojos y mirarla. La besó nuevamente, de forma tierna, peinando un poco su cabello con los dedos mientras la miraba embelesado.

-¿Ya te dije que te amo y que te voy a hacer el amor hasta que muera? Y que eres hermosa, espectacular, que quiero que jamás te vayas de mi lado y que quiero verte a diario. Y que me excitas como nadie, que quiero que me digas todo lo que quieras que te haga porque haré todo por ti.-la besó de nuevo y sus manos comenzaron a masajear sus senos, jugueteó por un momento con ellos pero luego le dejó ese trabajo a una sola de sus manos, que la otra bajó hasta el inicio de su delicado y embriagador sexo. -Dime lo que quieras que te haga, estoy a tu disposición.

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Mensaje por Marianne Heard Dom Dic 16, 2012 5:42 pm

Miré hacia el conjunto de hojas y nuevamente le di un asentimiento con una risa fácil que escapó de mis labios mientras besaba el lóbulo de mi oreja. En otro momento seguramente le habría dicho que no por que me daba asco o por que podía ser una trampa para conejos o la madriguera de algún animalito silvestre y quién sabe qué podría estar debajo de todas esas hojas. Siempre fui muy quisquillosa con la suciedad, pero en ese momento me pareció perfecto.

Nos estábamos moviendo, así que lo obedecí como pude y me aferré a su cuello, también hice más fuerza con las piernas para que se mantuvieran alrededor de su cadera, pero estaba eufórica y era imposible que me mantuviera quietecita. Lo solté y me incliné ligeramente hacia atrás, casi apunto de extender los brazos e inclinarme más y más. ¿Y si podía volar? ¿Qué tal si giraba? Pero no lo hice por que me costó muchísimo hacerme a la idea de separarme aunque sea un poquito de él.

Volvimos a caer al suelo y me reí otra vez por que resultaba gracioso, aunque una parte de mi se preocupó muchísimo. ¿Y si se había lastimado? Me encimé en él, más bien me senté arriba suyo con las piernas a los costados de su cuerpo, inclinándome un poquito hacia delante para que me besara.

Negué con la cabeza por que no estaba muy segura de haber oido que me amara. O más bien creo que lo quería volver a escuchar. Era cosa de los papelitos, pero los árboles se movían alrededor de nosotros, se balanceaban y nos estaban mirando.

No, no me lo habías dicho. Dilo otra vez por que yo te amo más –se que lo miré con completa devoción y que le sonreí para que me complaciera. Me incliné ligeramente hacia abajo y comencé a repartirle una serie de besitos más bien juguetones por el cuello y el pecho, mientras me reía de cosas que solo pasaban en mi cabeza.

Eramos novios, ¿verdad? No, más bien, creo que estábamos ya casados por que lo quería demasiado. ¿Y si esa era nuestra noche de bodas? Me distraje mirando el cielo, aún no amanecía del todo, no había salido el sol pero ya comenzaba a aclarar un poco y casi me olvidé de todo. No me olvidé de que lo amaba, por que lo hacía demasiado, pero no podía seguir besándolo y queriéndolo si nos juzgaban así. Me dejé caer encima de él y me acosté.

Aldrich los árboles se mueven –dije hundiendo el rostro en él por que me daba algo de miedo, estábamos justo en medio y creo que pensé que querían comernos. ¿Sino por que nos miraban así?-. Tengo miedo, abrázame por favor, diles que se vayan.

Volteé la cabeza y miré hacia otro lado, cerrando los ojos.
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