Demasiado Helado

Por supuesto que no sabía nada de nada. Ese día del cementerio se había emborrachado precisamente con Joe y aunque en un principio había dicho que iría, para hacer bien su papel de tolerante que podía soportar a todos sus amigos. –Angus era caso aparte, a él lo soportaba por Aquila, más bien y había terminado por caerle demasiado bien – pero ya borracha había sido totalmente sincera y le había dicho “no puedo hacerlo Joe, llévame a mi facultad” y así se había hecho. Ese día se había quedado amando a Pazuzu hasta el final de los tiempos sin tener la más remota idea de que Pazuzu no era el único hijo de Joe.

Y por supuesto que ni sospechaba que ese helado gigante era como para ayudarla a pasar el mal trago que seguramente se iba a llevar. Claro que había estado indecisa en elegir la copa de los koalas furiosos porque eran adorables, pero si ya iban a hacer la cochinada de comerse algo tan grande, pues entre más grande mejor. Y los corazones también eran bonitos. Y por cierto, el dichoso Pazuzu se había quedado suelto por ahí. Era tan civilizado que de todos modos estaba afuera, con los perretes de Aquila y Angus, haciéndoles compañía. Por eso le gustaban los kneazles, porque eran listísimos y amor.

-¿Una fiesta? ¿Dónde? En su departamento no, ¿verdad? Porque ahí no cabe ni dios.

Soltó una risa, pero Aquila ya le aclaró que no era en su departamento sino a lo grande, algo que sonaba bastante bien. No sabía si preguntarle si le había llegado su invitación a lo de Dubai de la cosa esa de la carrera de hipogrifos con las familias de bien, porque seguramente era algo que la haría recordar –para mal- otras épocas y no quería darle el tinte sombrío a esa conversación.

-Uy, pues está bien que vendan el anillo, van a sacar un montón de ahí. ¿Ya saben en qué lo van a usar? ¿Va a ser todo para invertirlo en esa fiesta, ¿no o sí? Para la educación de los perretes, mejor.

Le sonrió, la verdad la veía contenta y Angus se notaba enamoradísimo, así que no se iba a escandalizar porque vendiera el anillo que Jeremiah le había dado para vivir mejor con otro tipo.

-Sí, todo bien. El papá de Milena es el nuevo profesor de leyes, está perfecto, ya sabías, ¿no? Pues nada, ahora sí me gusta mi carrera, ya estaba dudando. Y con Joe todo bien, pero no voy a vender el anillo de compromiso que me dio Bonnaire, todavía. Ganó muchos puntos porque no se enfadó de no quisiera ir a la cosa esa del cementerio. Yo en su lugar me habría enfadado. ¿Cómo estuvo? ¿Se portó bien? Sé que ya iba medio ebrio…

Negó con la cabeza. Claro que no, que no se lo imaginaba, ¡en la vida! Y menos se imaginaba a ella andando con Joe de la mano por Brigantia o dejándose besar por Malik en el observatorio –y correspondiéndole por toda la santa magia- o sea que al fin y al cabo las cosas habían cambiado muchísimo pero también era cierto que nunca había visto a Aquila con ese brillo en los ojos que usaba para referirse a Angus cuando estaba con su antiguo prometido. Y era bonito, romántico y todo eso. Tal vez su perspectiva era totalmente infantil pero no podía evitarlo.

Y no, si no había sonado vuelta loca por lo de Joe fue porque se acordó de lo del observatorio. Aquél asunto no se lo había dicho ni a Sofie, ¡ni a Sofie! Y ahora que lo recordaba y que hablaba de lo bonito que era Joe cuando se lo proponía y tal, le supo a que ella era una maldita. Y que tenía que decírselo a Aquila, al menos para sacarlo de su sistema. Y bueno, también estaba Milena, que la semiveela era su amiga y tal. Y en esas trivialidades –comparadas con la noticia que le iban a dar –pensaba cuando entre la crónica de Aquila salió lo de “el hijo de Crawford”.

En primera, si no se atragantó por el helado fue por puro milagro. Lo retuvo en la boca y esperó para tragar mientras abría los ojos como platos. Ni siquiera sabía quién carajos era la tal Hartmann, pero seguro una zorra total porque no creía que fuera una lagartona en edad para tener hijos o algo. No no no, embarazo adolescente. ¡Y Joe el padre!.

-A ver…qué..¿qué? rebobina por favor. O sea…a ver. No…¡No! Claro que no sé nada, ni siquiera conozco a esa mujer.

Si no estaba gritando era porque, Aquila muy lista, había elegido un lugar público. ¿Qué tenía un hijo? ¿Qué tenía un hijo? El punto era que ni siquiera le molestaba el hijo en sí, sino…que el idiota no le hubiera dicho nada. Ay sí, toma un kneazle, toma mis promesas de amor, vamos a follar en el hotel para siempre. Y ahora eso.

-No sabía absolutamente nada. No me lo dijo nunca. ¿Estás completamente segura? Lo quiero matar, lo odio.

Y ella pensando que lo del observatorio era una desgracia de su papel como novia. ¡Desgracia eso! Eso sí era ser maldito y deshonesto, no la inocentada que ella había hecho.

Pues claro que se sintió como una idiota con esa declaración de que todos sus amiguitos lo sabían, y que lo llevaban con naturalidad. Seguro pensaban que era una idiota. Menos mal que no había ido a esa estupidez de reunión porque seguramente las cosas habrían terminado todavía peor de lo que iban a terminar. Y claro que no iba a culpar a Aquila de nada, y que agradecía totalmente que se lo estuviera diciendo y que no la tratara con condescendencia. Estaba correcta en eso de que, de estar ella en su lugar, también se lo hubiera dicho. En lo que no estaba correcta era en eso de que se le iba a ir el apetito, por el contrario le dio más hambre, además si no se comía eso se le iba a bajar toda el azúcar.

Alzó la vista hacia ella mientras metía distraídamente la cucharilla en la copa para meterse un poco de helado a la boca mientras pensaba. Se le destemplaron los dientes porque terminó con una porción más bien grande y miró a Aquila como si estuviera a dos segundos de echarse a llorar. Es que era un total descaro, no podía concebir todo eso todavía.

-Claro que voy a hablar con él. Pero…no quiero explicaciones ni nada, creo. O sea, se acabó, ¿no?

Dijo limpiándose la comisura de los labios con una servilleta, haciendo gestos tanto por el helado, como por la noticia, como por aguantar las ganas de soltar lágrimas. Claro que se había acabado, le dijera lo que le dijera, no había manera de que eso terminara bien, porque ¿quién no decía una noticia como esa? Repetía que no era el asunto del crío, sino haberla tratado –y haber tratado el asunto- como si no importara. Si ella de verdad fuera tan importante para él, se lo hubiera dicho, ¿no?.

-No, no es pregunta. Es afirmación. Esto se acabó totalmente.

Apenas salieran de ahí eso iba a llegar a su fin, no había vuelta atrás. Dejó momentáneamente la cucharilla y tamborileó con los dedos sobre la mesa, mirando a todos lados. Qué idiota, ella que había decidido no creerse nada, darle oportunidad, esperar lo mejor. ¡Hasta lo iba a llevar a Dubai, por la magia de la vida!.

-¿Y quién dices que es la madre? ¿Cómo es?

No había manera de que se tomara eso con calma. Aunque no estuviera enloqueciendo de dolor ni rasgándose dramáticamente las ropas, ni nada de eso, si se sentía muy defraudada, ofendida y engañada. Al final tanta estupidez de hacerlo esperar tanto para follar, de ponerle condiciones, de darle oportunidades aunque le hubiera pegado a Ben, de decirle que sí a todo y tal, había servido para que de todos modos él siguiera pensando que era una tontita a la que podía engañar fácilmente. Y sí, lo había hecho. E iba a resultar que se cumplían más o menos las profecías de ese Hijo del Escuchón. Volvió a tomar una cucharada de helado y medio sonrió cuando Aquila le tomó la mano.

-Sí voy a hablar con él pero sinceramente todo me va a sonar mal. ¿Por qué me ocultaría algo como eso?. O sea, ni siquiera es que me importe si tiene un crío…bueno, creo…me fastidia más que haya pretendido engañarme con un asunto como ese, un asunto del que además todos saben, menos nosotras.

La miró fijo cuando le dijo que se sentía fatal y por eso negó con la cabeza. Pearlie estaba convencida de que Aquila había hecho bien, que era lo que debía hacerse. Ella habría hecho lo mismo en su lugar, era cuestión de lealtad. Punto.

-Hiciste lo que yo hubiera hecho, ¿qué clase de amiga serías si no te preocuparas?

Le sacó la lengua y le devolvió el apretón. Quería sonreírle bien pero le costaba un montón de trabajo. En vez de eso escuchó la descripción de la chica –vaga, pero era algo- y entonces sí, logró reírse con lo del herpes y la drogadicción. La verdad esperaba justo eso, que al menos no le dijera que era una vagabunda que olía mal o algo así de espantoso.

-Voy a hablar con él, de verdad. Pero creo que diga lo que diga…Y de esa mujer ya ni decir nada, porque le van a zumbar los oídos.

No terminó la frase pero la resolución era más que obvia. De verdad había que ser un maldito para no mencionar que se era padre. Al lado de su omisión, la de ella era una estupidez.

-¿Te cuento algo y se queda aquí entre nosotras para siempre? ¿Me lo prometes?

No porque le fuera a hacer la confesión del acto más desenfrenado y maldito del milenio, ni mucho menos, pero bueno…había detalles que podían crecer y tal, hacerse lo que no eran

Claro que sabía que no lo decía por manipularla o porque se había aguantado sus juicios respecto a Joe hasta ese momento y tal. A Aquila le quedaba la humildad suficiente como para saber que no era cosa de llegar diciendo “ese hombre no te conviene” cuando el suyo estaba en el ojo del huracán de lo poco conveniente. Suspiró, pensando todavía qué hacer y deseando que ese encuentro con helado siguiera hasta el fin de los tiempos porque no quería encontrarse con Joe, aunque sabía que ya era inevitable y que debía hacerlo, al menos para ponerle fin a eso. Y sería de frente, nada de patronus o lechuza. De todos modos seguiría encontrándoselo en Cerridwen y en el aula de Historia.

No creía poder reírse más que la risita mustia que había dejado escapar con lo del herpes y la drogadicción, pero cuando Aquila muy quitada de la pena dijo que a esa mujer lo que le zumbaba era la cola, también soltó una carcajada que acalló tapándose la boca y sintió como todo su cuerpo temblaba de la risa de esa estupidez. Se reía muchísimo.

Y bueno, cuando terminó la risa volvió a ponerse seria para a confesión. Se volvió a reír cuando Aquila dijo lo del embarazo, aunque ayudó mucho porque eso le quitaba gravedad a su confesión infantil. Antes de decir nada tuvo que volver a aguantarse la risa por “le zumba la cola” y tuvo que meterse un bocado de helado para volver a la solemnidad. Se inclinó hacia Aquila y la miró fijo, sonrojándose como una colegiala de Beauxbatons.

-Bueno, no le puedes decir a Milena por ejemplo, porque me mato.

Y ya con ese preámbulo, no sabía si se estaba imaginando o no lo que había pasado.

-Estaba en el observatorio esperando a Malik, normal. Y nada, que también llegó Noel y la cosa se puso tensa. Luego Noel se fue y me quedé con Malik, escuchamos música y lo besé. ¡Bueno no lo besé, me besó!. Y no hice nada, ni una bofetadita ni nada. Nada de nada. Solo lo dejé y…no sé, lo único que me preocupó fue que ya no fuéramos amigos como siempre. ¡Y por momentos me sentía tan mala novia! Pero a comparación de un crío secreto ese besito no es nada, ¿verdad?.

Se mordió el labio inferior y se tuvo que meter una fresa a la boca. Se sentía mucho mejor compartirlo con alguien y no tenerlo adentro como venenillo. ¡Y claro que se estaba justificando enganchándose de las infamias de Joe! Porque eso la hacía sentir mejor y porque, según ella, era totalmente cierto que a comparación de un crío, lo suyo no era nada.

Claro que no se lo pensaba decir a Joe, en ningún momento, bajo ninguna circunstancia. No solo porque le tenía miedo, de verdad mucho, aunque esa confesión sí que no la iba a hacer jamás, ni le iba a contar a nadie que una vez hasta le había levantado la mano, lo que técnicamente significaba que no temía por lo que le pudiera o no hacer a Malik –por dioses, eso no, ni que Malik estuviera lisiado- sino lo que le pudiera o no hacer a ella.

Y ahora que lo pensaba, le recorrió un escalofrío solo de pensar en terminar con él y que se pusiera como un demente. Bueno, el punto era que no solo no se lo iba a decir nunca por esa razón, sino porque ella tampoco quería averiguar la reacción de Milena, fuera la que fuera.

-No, no es cosa de hacer que todo se ponga raro. Mira, hasta el momento lo hemos llevado bien y no, no he pensado en eso como…como si me ardieran las entrañas por su amor, ni nada. O sea, somos amigos. Pero de todos modos tenía que decírselo a alguien, ¿sabes?

Y ya que de por sí estaba muy contrariada por lo que había pasado, sonaba bastante coherente soltarlo en ese momento en el que todo parecía ya muy jodido de todos modos.

-Sí, nosotros como si nada. Lo que no va a seguir como si nada es mi relación con Joe. Te lo digo yo, me va a oír el desgraciado. Es que, ¿cómo pudo pensar que me iba a ocultar algo así? ¿O de verdad no le importaba? Va a resultar que las cosas sí eran como las decía el Hijo del Escuchón, nada más estaba esperando a ver si me podía follar y tan tan.

Y bueno, esa no era la confesión más escandalosa, es decir, lo había hecho esperar bastante y tal, seguramente Aquila ya sospechaba que muy atrás habían quedado los tiempos en que pensaba aplicarse un locomotor mortis a las piernas para proteger su doncellez. Y se tuvo que volver a reír por el recuerdo de “le zumba la cola” y soltó una risa contenida mirándola con los ojos brillantes, seguramente ella sabia perfecto de qué se reía.

Cuando se dio cuenta de que el helado había llegado a su fin soltó un bufido y supo que no había vuelta atrás: tendría que matarse con algo de ejercicio toda la semana siguiente y para siempre. Siempre se había cuidado mucho, tenía buena condición física y tal vez esa era la razón principal de por qué nunca había terminado intimidándose de estar rodeada de semiveelas hasta en su núcleo familiar. De haberse dejado de la mano de los dioses las cosas no serían tan fáciles, una se tenía que esforzar. Y bueno, luego de ese helado lo que se esperaba era que, si se lo iba a comer sin culpas, al menos que fuera porque sabía que eso no le haría daño a su sistema si seguía con buen ritmo.

-Sí, hablaré con él, pero la verdad es que ya pensándolo en frío, tengo un poco de miedo de su reacción…

Se volvió a morder el labio como maniática y miró a todos lados. Al final no terminaba diciendo tal cual “me levantó la mano una vez, no me pegó pero pensé que sí lo iba a hacer…” pero sí dejaba ver que lo que le pasaba con él tampoco era la cosa más sana del planeta. Alargó la mano como si le fuera a dar un manazo por aquello de que iba a tener que pasar las navidades con esa mujer y se tuvo que volver a reír, de lo mismo.

-Eres bien tonta, ¿de dónde sacas esas cosas?. Oich, ¡sigo sin poder creer que tenga un hijo! Hace rato me dieron ganas de llorar.

Miró la infusión frente a ella y frunció el ceño. No se le antojaba nada, prefería otro helado porque seguía triste, confundida, con la cabeza llena de cosas y el fantasma de una risa que nada que ver. Igual antes de decir con obesidad etapa VII que quería ahora probar la copa de los koalas furiosos, tomó la taza y le dio un pequeño sorbo.

-No, no me ha dicho nada. Y espero que nunca lo haga, porque eso significaría que parece que algo pasa ahí con Malik y no son así las cosas, no quiero a media universidad malinterpretando nada y enredando cosas y así.

De verdad esperaba que Milena no tuviera problemas con que pasara tanto tiempo con su hombre, porque bueno, no era conveniente para ella, ni para nadie. No se detenía a pensar en que podía ser incómodo. Aunque si la semiveela no había dicho nada, era porque la de las marañas era ella y Aquila no ayudaba a que no se las hiciera. Y por cierto, le sacó la lengua por lo de la casita de dulce.

-Sigue siendo y siempre va a ser un amor.

Pues sí, supo que había cometido un error en decir lo que dijo porque aunque bien podía disfrazar la frase con algún argumento tonto y convincente como “nah, no es nada, estoy exagerando” y tal, Aquila con sus poderes de semiveela –o simplemente porque la conocía desde hacía mucho y le era natural confiar en ella- siempre terminaba haciéndole decir las cosas.

Y sabía perfectamente que su reacción a no querer decir nada que lo dejara más mal de lo que ya estaba era una reacción absurda, tonta y hasta medio humillante, y que era peor aún que después de ese pequeño detalle hubiera decidido estar con él de todos modos y perdonarle sus locuras. Bebió de la infusión y negó con la cabeza como si con ese gesto le pudiera restar importancia a todo.

-Fue después de que le pegara a Ben en la fiesta de los Cleverley, cuando tú te fuiste con Angus y Joe dejó de estar sin supervisión.

Ok, era sin querer que dijera esas frases que lo hacían sonar como reo de Azkaban en libertad condicional, no estaba intentando echarle más tierra al asunto con todo y lo enojada y traicionada que se sentía por el asunto del hijo secreto-no-tan-secreto.

-Nos encontramos en la facultad y nos fuimos por ahí a hacernos de palabras, le dije que no lo quería volver a ver y esas cosas. Y la verdad fui yo la que le pegó primero así que supongo que fue reacción natural levantarme la mano ¡pero no lo hizo ni nada! No pienses que sí, no…no creo que fuera su intención.

Pues no, en vez de pegarle había terminado besándola y todo eso. Y luego habían venido las promesas de amor eterno que ahora le servían para dos cosas: nada y nada. ¿O ella lo estaba justificando para no darse cuenta de la realidad? Y bueno, se estaba ahorrando la parte en que la había jaloneado hasta el bosque aunque ella le seguía repitiendo que no y que se había puesto medio violento en sus intenciones al grado de que Pearlie pensó que sus desafortunadas predicciones en marihuana al lado de Aquila de que Crawford la quería violar se iban a cumplir. Pero decir eso ya era demasiado y además, ¿en qué papel quedaba ella? De loca, por supuesto. Ni hablar. Hasta ahí quedaría la descripción de las violencias de Crawford.

-Ya sé que con todo esto suena a que es un tipo horrible, pero no lo es tanto…creo. A menos que todas sus aparentemente buenas intenciones y todo lo lindo hayan sido un engaño, que es en lo único que puedo pensar, aunque espero que no. Pero mira, al menos tengo a Pazuzu, lo quiero mucho.

¿Qué si se estaba escuchando? Pues sí, claro. Pero eso no quería decir que estuviera razonando las cosas fríamente y que estuviera dándole a su miedo el valor que requería. Para ella más valía ponerse a pensar que de verdad Joe era incapaz de ponerle una mano encima y que solo se había desesperado un momento y no que fuera un espectáculo recurrente. Se mordió los labios, ¡claro que sabía que estaba pensando un montón de estupideces! Pero simplemente no podía parar de esperar lo mejor. Si alguien le hubiera dicho que iba a estar en esas circunstancias hacía medio año, se hubiera carcajeado, pero ahí estaba. Justificando a un demente, al mismo tiempo que sentía que lo odiaba muchísimo.

-No, no, estás exagerando. No lo ha anunciado mil veces, fue solo esa única vez, estaba fúrico, le dije cosas muy feas. Pero al final no lo hizo, me dijo que era incapaz de lastimarme.

Eso también era cierto, lo que no era cierto era que Aquila estuviera exagerando. Si las cosas fueran al revés, Pearle estaría diciendo exactamente lo mismo, alarmadísima y preocupadísima. Ah, pero eso le pasaba por tener una bocota enorme. Al final había resultado que había hecho más confesiones de las que hubiera pretendido hacer al ir ahí. Y todo se había desatado por el asunto del niño que el idiota tanto le había ocultado.

-Mira, ya sé que tiene muchos defectos, pero no es solo eso de lo que está hecho. Solo que ahorita estoy muy enojada con él y solo puedo pensar en lo malo. Pero no es eso, no es solo eso.

Pues no, no podía pensar en cosas buenas que lo pintaran como buen novio, al final su enojo por lo del niño había desatado que solo pensara en lo terrible que podía llegar a ser. En cierta forma eso le hacía todavía más fácil la decisión, en lugar de ponerse a pensar en sus esfuerzos obvios, en los momentos en que se ponía tierno, en las maneras en que la cuidaba y todo eso. Ah no, había tenido que sacar solamente el veneno, pero eso era lo que tocaba. No iba a hacer un despliegue de sus cualidades en ese momento, ni siquiera para justificarlo.

Hizo a un lado la infusión con gesto de que no quería tomar más de esa cosa, mientras se planteaba seriamente en si aventurarse con la copa de los koalas furiosos, así de necesitada.

-No le digas a Angus.

Ya sabía que no lo haría –o quién sabía, cuando se estaba en una relación querías contarle todo a tu pareja generalmente. No era su caso, claro- pero de todos modos prefirió pedírselo. Alargó la mano hacia ella y le dio un apretón. Insistía, no era nada grave, tampoco era como si estuviera ahí ocultando sus moretones tras unas gafas de sol o algo.

-O tal vez sí...tal vez él te confirme que su historial no es el de un loco peligroso.

Pues claro que se sintió como niña regañada con todo lo que le decía. Probablemente si le hubiera contado algo así a su madre hubiera puesto el grito en el cielo y le hubiera dicho que no la había creado para que cualquier hijo de vecina la asustara con un amago de golpe ya fuera consciente o inconscientemente, que en los dos casos era algo terrible. Pero Pearlie de verdad estaba como enceguecida en ese sentido.

La parte más racional sabía que era cierto, que todo eso estaba mal, que Crawford no estaba bien para ella. Y de hecho ya había decidido terminar con él, pero aún así seguía pensando que lo que tenía a Aquila más preocupada era el menor de sus problemas, que de alguna manera él de verdad la quería y que nunca le iba a hacer daño. Estaba cada vez más y más confundida y se notó por la manera en que soltó un suspiro profundísimo y miró a cualquier lado menos a la semiveela. No lograba ponerse en orden.

La frase que más le caló fue esa de que no era suficiente. Pearlie lo tomaba de muchas maneras y sabía que en muchas cosas, él no era suficiente: en el apellido, en la ideología, en los modales, pero todas esas cosas, de alguna manera, habían pasado a segundo plano aunque para su familia no fueran en lo absoluto aceptables. Y seguía pensando que su familia estaba antes que cualquier cosa, se lo había dicho a Aldrich como promesa y volvería a reafirmarlo en ese instante de ser preciso. Pero luego pensaba en las veces que la hacía reír, en como la miraba, como era obvio cuando se esforzaba y todas esas cosas.

Se mordió los labios y para no decir nada hizo señas al tipo que atendía para pedirle el helado de los koalas. Estaba segura de que las hubiera visto acusadoramente si no hubiera estado tan embelesado con la semiveela. Siempre pasaba. Y eso estaba bien porque salir con Aquila significaba pagar menos, tener descuentos, recibir regalos en las tiendas y todas esas idioteces que no necesitaban pero que siempre venían bien. Seguro que al menos la copa de los koalas le salía gratis. Ojalá.

Ya que tenían su pedido hecho, volvió a ver a Aquila y le agarró la mano otra vez por encima de la mesa.

-Gracias, de verdad aprecio todo esto, lo que me dices y lo que me aconsejas. Y que me digas la verdad, además. No siempre se encuentra fácil amigas con esas cualidades. Tú ya lo sabes. Y te quiero.

Luego de ese arrebato de sentimentalismo, que le solían dar muy seguido cuando se sentía de verdad agradecicda con la persona con la que estaba, por cualquier razón. Le soltó la mano en el justo momento en que apareció la copa de los koalas.

-Mira, lo voy a pensar bien ¿sí? No solo lo del crío, sino todo. Y te prometo que no me voy a decidir a la ligera. No me voy a dejar llevar porque sea guapo y tal.

Y nada, ella fue la que dio la primera cuchareada culpable.

-Mamá me escribió, me preguntó por ti ahora sí. Le dije que estabas bien, ya sé que ella pregunta sin malicia.

Claro que se iba a poner a considerar muchas cosas. Se tuvo que reír por lo de los dieciséis años, y más por lo de la barba de Angus. Cuando Pearlie había visto al licántropo por primera vez había pensado que era un señor total así que seguro sí. Igual hasta donde sabía, Angus era mayor que ella y todo.

-Angus no cuenta como alguien de la universidad, está en el bar y todas lo desean. Es como si formara parte del decanato.

A ella también le dio risa su tontería, no sabía si el helado tenía cualidades mágicas para ponerla de mejor humor, pero definitivamente se sentía mejor. No era que de pronto hubiera olvidado sus desgracias románticas, pero al menos ya no tenía un nudo enorme en la garganta. Y ya que lo mencionaba, a ella no le parecían atractivos muchos universitarios tampoco, si hacía un recuento. Y no estaba hablando de cuestiones físicas. Tal vez se estaba malcriando.

No sabía si ella en lugar de Aquila extrañaría esas cosas. Hasta le gustaban a morir las carreras de hipogrifos, pero también sabía que no lo estaba diciendo estrictamente en ese sentido. Y entendía, y la veía feliz. Y Angus se veía muy feliz con ella también, lo había visto completamente cuando habían ido a ver la película de Lynch; se entendían con el cuerpo, con la mirada, con todo, y era muy bonito verlos tan compenetrados, todo imprevisible.

-De hecho le dije que estabas bien. No sé qué están pensando, que estás toda pobre y chamagosa. Le dije que estabas bien comida, bien vestida y que estabas de vuelta en la universidad. Y le hablé bien de Angus.

Le sonrió. En realidad no le había mentido a su madre, porque era cierto. Aquila, fuera de estar viviendo en un departamento del tamaño de su habitación, no estaba teniendo carencias graves, y si además de todo no extrañaba las cenas con los Ministros de la Unión Europea, mejor que mejor. Ella también le dio un mordisco a uno de los koalas.

-Ya invítame a tu casa otra vez, tengo ganas de ver más películas. ¿Todas las películas que tiene Angus son igual de horribles? Por que ya has visto más, ¿no?

Le dio mucha risa que Aquila le preguntara si de verdad todas deseaban a Angus. De entrada sabía que Gianna lo deseaba porque lo había confesado en la pijamada, pero eso claro que no lo iba a decir. En segunda, claro que había visto a muchas chicas ir con sus vestiditos a sentarse a la barra solas a ver qué sacaban de su visita, pero nunca había visto sospechoso a Angus.

Y claro que hablar de ese sospechosismo la hacía pensar en sus propias tonterías que luego de haber confesado lo del observatorio y haber dicho que no era nada, ni de loca iba a sacar a flote, menos cuando la conversación ya se había desviado totalmente. Ni se iba a poner a ser totalmente honesta aunque estuviera, tal cual, siendo una mentirosa con sus amigas, ni se iba a dar más golpes de pecho en ese momento porque, era ella la enojada con Crawford, ¿cierto?.

-Sí, todas, todas lo desean.

Le dijo sacándole la lengua para molestarla, aunque también le aseguró que lo vigilaría muy de cerca cuando ella estuviera en el bar y Aquila no, y que ni se apurara, porque ella misma le lanzaba las maldiciones correspondientes a las que intentaran abusar de Angus.

Sin parar de comer helado, encontró que aprobaba totalmente esa decisión de al menos intentar contactar a su familia. Al fin y al cabo ellos le habían dado todo en la vida y fuera como fuera, una no podía ser desagradecida nada más, por más que los ideales de la familia no le parecieran totalmente adecuados, o que su estilo de vida ya no significara nada para ella. Para Pearlie era muy importante el núcleo familiar, por eso creía que Aquila estaba tomando la decisión adecuada, así nada iba a quedar en ella.

-Me parece bien lo de que intentes hablar con tu familia, o al menos con tu padre. Es lo correcto y es lo justo. ¿Ya sabes más o menos qué vas a decirle? La verdad me extraña que no haya llegado tu madre hasta Brigantia montando un escándalo.

Madonna Lillyvick siempre le había dado un poquito de pavor.