De Segunda Mano

Había hecho algo de dinero durante el verano, y por medios legales, no crean. Había estado trabajando con el grupo de teatro y con Londres lleno de turistas por los olímpicos nos habíamos ganado muchas libras casi por hacer cualquier tontería. Me había sentido mucho como un animal de circo, como los monos amaestrados con los que los turistas sudorosos y en pantalones cortos se fotografían, pero para alguien como yo, a quien no le caía el dinero con mucha frecuencia, era un trabajo y eso estaba más que bien.

No por vanidad, fui hasta Portobello Road para ver si compraba algunas camisas o prendas de utilidad, por que vaya que las necesitaba. Mi camisa favorita no podía con una puntada más, lo que anunciaba su muerte inminente, y tenía qué aceptarlo. Iba a Portobello por que Camden era igual de corriente pero más caro, y por que cerca de la calle principal conocía algunas tiendas de segunda mano aún no tocadas por la maldición de los lugares turísticos donde todo termina siendo muy caro y muy malo. ¿He dicho ya que odio el turismo que me dio de comer este verano? Amor-odio, podría decir.

Además, necesitaba ropa para empezar el semestre. Habían entrado muchas chicas interesanets al nuevo semestre y no podía ir tan hecho un desastre, o al menos con la ropa no tan rota. Me sorprendió encontrar algo decente en uno de los puestos que tenían ganchos fuera, aunque sí que entré a la tienda para mirar más de cerca un saco en color vino, de una especie de terciopelo que no brillaba tanto. Si, era la tienda de los despojos de bandas de psicodelia de los sesenta, pero qué iba a decir, era muy mi estilo. La dependienta me insistió en que lo probara y eso hice, mirándome con un gesto poco convencido en un espejo de cuerpo entero que casi se estaba deshaciendo por los agujeros de polilla.

¿Valdría la pena gastar ochenta libras en lo que parecía el atuendo de un antiguo miembro de Emmerson, Lake and Palmer? Necesitaba una opinión, pero por supuesto no iba a pedírsela a la dependienta, pues aunque me hubiera probado un vestido de lentejuelas hubiera jurado que me venía de maravilla con tal de que lo comprara.

Las olimpiadas muggles llegaban a ser igual de entretenidas que el Quidditch. Bueno, quizás no tanto. Al menos papá pensaba así. Habíamos aprendido a disfrutar de la cultura muggle tanto –quizás no tanto- como de la cultura mágica. Todo gracias a Connor –amigo de mi madre-, quien nos había adentrado a todo ese mundo que para mi padre, por ejemplo, era completamente nuevo.

Habíamos estado en el estadio de Wembley varias veces antes pero en realidad nunca podía verlo como un estadio de Quidditch. No, no jugaba Quidditch, no tenían que recordármelo mis hermanos, pero me gustaba verlo. “A nosotros nos gustan los jugadores, no te hagas tonta.” Bueno, había algo de verdad en las palabras de Luca.

Me gustaba caminar por las calles de Londres aunque claro, nunca me dejaba la varita en casa ni nada. Prefería ir bien dispuesta a todo lo que pudiera pasar y, en caso de una emergencia, podría serme bastante útil a pesar de conocerme bastante bien las calles de Londres.

Buttercup caminaba a mi lado –aunque más bien se arrastraba, como siempre- admirando las calles y la gente, queriéndole morder las patas a los perros más altos que ella por su alma de perro de pastoreo. Negué con la cabeza. ¿Qué le pasaba a ese animal? Algún día la dejaría hacerlo y terminarían mordiéndola. Y estoy segura de que ni siquiera así aprendería.

ME había encontrado con Luca y Pietro para tomar un café en Portobello Road porque había una cafetería bastante mona donde podían estar los perros también y siempre que mi hermano y su novio estaban de visita, nos encontrábamos ahí ya fuera para beber un café por la mañana, un té por la tarde o simplemente usarlo como punto de reunión para otros sitios. Muchas veces me gustaba sentarme en plena esquina, con un cuaderno, tomando notas de quienes pasaban, un café bien cargado y un cigarrillo con Buttercup a mis pies tomando un poco de sol.

Pagué mi cuenta y me quedé observando unos minutos los escaparates que había en la acera de enfrente hasta que llegué a uno de segunda mano donde tenían prendas vintage bastante agradables pero no era una tienda precisamente económica.

Entré a la tienda haciendo sonar una campanilla bastante odiosa. Me acomodé el sombrero e hice que Buttercup se mantuviera quieta en la entrada de la tienda –no pregunten cómo diablos, pero lo logré- y me encontré a Karim Malik, antiguo compañero de Hogwarts –aunque algunos años mayor- pero con el que siempre me había llevado bien. Percibí su rostro poco convencido y me acerqué un poco a dónde él estaba.

-Te va bien ese tono. Y la gamuza dura mucho. Míralo en que buen estado está.

Le sonreí ampliamente porque sinceramente no esperaba encontrármelo –ni a él ni a nadie- precisamente en esa tienda. Le lancé una mirada asesina a Buttercup, quien ya estaba comenzando a caminar pecho tierra. ¿Qué iba a hacer con ella?

Qué va, yo tampoco esperaba encontrarme a nadie, mucho menos a alguien dando una muy decente opinión femenina. Mi sonrisa fue inmediata por que siempre lo era cuando una voz femenina se dirigía a mi expresamente y más tratándose de Gianna Vercelli, un pastelito de ojos lindos que apenas si tenía edad legal como para pensar en algo. Traía un perro consigo lo cual me pareció un detalle curioso y al menos a la dependienta no pareció importarle... claro, no es que estuviera en una sastrería de Saville Road.

Aún con el saco puesto me volví a donde estaba, le sonreí de vuelta y me auto-miré de arriba a abajo evaluando de nuevo mi reflejo en el espejo. No pensé que fuera el mejor saco del mundo pero tampoco me iba mal y qué decir, el precio era más que decente.

-¿De verdad?... ¿Es gamuza? Pensé que era terciopelo, soy un idiota.

De verdad pensé que era terciopelo y sí, era un idiota por que por ese precio la gamuza sería mucho más cara. La de la tienda dijo un par de cosas más a las que contesté con una sonrisa algo indiferente antes de mirar al perro de Gianna y después a ella.

-Entonces ¿Lo compro? Ya, dime la verdad. ¿Se me ve bien o secretamente eres dueña de esta tienda?

Cada vez me gustaba más cómo me veía con la prenda aunque pensé que era quizás por que la mirada femenina, y precisamente la mirada de Gianna, estaba evaluándolo. Al final decidí que lo llevaría, qué diablos. Pocas veces compraba ropa a buen precio y si mentía, entonces estaría en su conciencia haberme hecho comprar algo que me viniera mal. Pagué, me dieron el cambio y una genérica bolsa de papel marrón antes de volver a dirigirme a ella.

-¿Sabes cuál fue la mejor parte? Que me quedó dinero para invitarte a beber algo.

Saludé a la dependienta, quien era amiga de mi madre, y me giré nuevamente a Karim. Era agradable hablar con gente que conoces desde hace bastante tiempo. Karim entraba en esa categoría a pesar de no ser amigos del alma, y quizás ni siquiera amigos. Nos llevábamos bien, bastante bien a decir verdad y eso era lo que contaba.

-No eres un idiota, parece terciopelo.

Le guiñé el ojo y le sacudí los hombros parándome detrás de él para verlo al espejo. Volví a acomodarme el sombrero pero terminé quitándomelo pues me estorbaba para poderle ver bien. Lo observé de arriba abajo. Le quedaba bastante bien, no estaba diciendo mentiras. Lo que había aprendido de mi hermano Luca era saber qué tipos de tono le iba a qué tipos de piel, y en el caso de Karim, ese le iba fenomenal.

Observé el precio. Ochenta libras no estaba nada mal. No conseguiría un saco en tan buen estado a ese precio en todo Portobello Road y quizá en todo Londres. Estaba Hackney y todo eso, pero era o buen precio o buen estado, y ahí ya había encontrado ambas opciones.

-No, no, no soy la dueña, pero vengo mucho aquí. Este sombrerito lo compré en esta misma tienda hace unas semanas.-lo rodeé con una mano en la barbilla, escrutándolo nuevamente.-Si, se te ve bien. Cómpralo antes de que te arrepientas.

Sonreí y fui a ver algunas prendas. Encontré varias mascadas mientras Karim pagaba su saco “nuevo” y una blusa bastante bonita. Amaba esa tienda, era lo más vintage que había encontrado y ese tipo de ropa me gustaba sobremanera y, a palabras de Luca, me quedaba fenomenal.

Pagué mis mascadas y las guardé en el bolso. Miré a Buttercup una vez más verificando que estuviera en el lugar donde le había indicado y al verla exactamente donde la había dejado, no pude evitar que en mi rostro cruzara una sonrisa de satisfacción. “Buena chica” pensé, sabiendo que no me escucharía ni de broma.

-¿De verdad? ¿Y a dónde me invitarás?-le sonreí y agradecí el gesto. Él me agradaba y sabía que era de esas personas con quienes podías hablar prácticamente de lo que quisieras y siempre tendría una respuesta para ello.-Anda dime… llévame a algún lugar que frecuentes tú.

Qué diablos, lo iba a hacer. Pocas veces tenía dinero y además era más una necesidad que un capricho por que el otro blazer de rayas, el elegante, ya tenía demasiados agujeros y el peor era el del bolsillo, siempre había perdido dinero ahí. Lo mejor era que después lo encontraba y me sentía millonario. Sonreí a medias cuando miré para atrás mientras Gianna miraba mascadas y yo pagaba a punto de pedirle a la dueña el 10 por ciento de descuento por ser "amigo" de cliente frecuente.

Me hubiera gustado ser uno de esos tipos muy atentos que pagan la compra de las chicas lindas pero para mi habitual estilo de vida de pobrediablo eso estaba mucho más allá de mis posibilidades y bueno, había qué hacer un concienzudo recuento cinematográfico de los hombres que eran galantes. Ninguno era excesivamente generoso, así que iba bien. Todo bien. Un trago era más que suficiente, al menos no le estaba diciendo que me invitara algo, por que eso sí sería de mal gusto.

-Algo tan original como un pub ¿Qué te parece?

Claro, alcohol. Alguien de mi edad rara vez tenía mejores ideas, o más originales, pero qué más daba. El detalle de su perro me hacía pensarlo dos veces, y más todavía el hecho de que dijera que quería ir a un lugar que yo frecuentara. Definitivamente nada cerca de Portobello por que todo era más caro, pero mi aguda mente de Ravenclaw me hacía pensar rápido.

-Olvida el pub. Vamos a un tesco, compramos alcohol y caminamos a Hyde Park, así también ella se divierte ¿No?

Caminé en dirección al parque, llegaríamos en algo como diez minutos a paso normal, descontando también el tiempo que tardaríamos en el tesco del que estábamos ya muy cerca.

-No es muy elegante esto de elegir de un minisuper, pero qué más da... al menos habrá cerveza.

-Me parece perfecto. ¿A cuál iremos?

A pesar de que me entusiasmara la idea de ir a un pub, tenía el pequeño detalle que Buttercup estaba conmigo y no podía meterla a todos lados. Fruncí los labios y miré a mi acompañante cuadrúpeda. Definitivamente no había sido buena idea quedármela. Le hubiera dicho a Luca que se la llevara a casa o algo así. Bueno, siempre podría mandarle un patronus a mi hermano o a Pietro para que fueran a recogerla en cualquier lugar, no creía que hubiera problemas por ello.

Me despedí de la dependienta con la mano y una sonrisa y ella hizo lo mismo. Saqué a Buttercop –con trabajos, nada con ella era sencillo- de la tienda y caminé con Karim. Me hizo levantar la mirada cuando decía que olvidaran el pub. Bueno, ¿entonces a dónde iríamos?

-Creo que es una buena idea. Es tan obesa que le hace falta una buena caminata.

Le dije mirando a mi mascota mientras esta se quedaba sentada en la calle sin intenciones de caminar. Saqué un premio de mi bolsa –haciendo honor a su obesidad- y se lo di para convencerla de que siguiera caminando. Miré al Arianrhod un poco avergonzada y luego me encogí de hombros.

Caminé a su lado sin saber muy bien como era eso de los minisupers porque en realidad ¡nunca había ido a uno! Todo lo conseguía mi madre ve tu a saber de donde rayos y siempre llegaba a casa con las cosas que necesitaba para la comida o para las reuniones familiares.

-Oye, espérate, nunca he ido a un tesco, no te me vayas a perder.-Era verdad. Así que tomé a Karim del brazo, bien afianzada para, precisamente, no perderme, porque desconfiaba de mi misma y de la gente que estaba ahí. Siempre había sido la persona más despistada del mundo -¿y así quiero ser periodista? Por la magia- y siempre terminaba en los peores lugares del mundo. Recordé una vez que aparecí en Knockturn en vez de Hogsmeade y fue el peor día de mi vida. Supuse que para mamá también porque estaba tan histérica que hasta terminó comprándome un caldero nuevo. ¿para qué? Sabrán los dioses. -Hay una cerveza que me gusta, se llama… Newcastle, creo… es la única que conozco, si puedes ofrecerme algo mejor, lo tomaré en cuenta.

Qué fácil se me olvidaban los usos y costumbres de buena parte de la sociedad mágica. Casi me carcajeo con eso de que nunca había ido a un tesco como si fueran la cosa más exótica del mundo hasta que recordé que Gianna no tenía por qué saber mucho de muggles y dónde compraban sus alimentos. Antes de pensar que bromeaba y ponerla incómoda logré carburar el cerebro y saber por qué razón nunca había entrado a uno. Entrar con su perro iba a ser un problema así que me detuve en la calle un momento pensando cómo iba a proceder.

-Mira, tengo un plan. Te pones estas gafas oscuras de hippie decadente y entramos con ella sin que nadie te moleste. Ya se que es de muy mal gusto fingir una discapacidad, pero ¿Sabes? Esta es cuestión de vida o muerte.

Bien pude haber entrado rápido, comprado su newcastle ale y lo que demonios más se me antojara, pero como nunca antes había estado en un maravilloso Tesco, teníamos qué hacer las cosas de la manera difícil. Y bueno, quería yo imaginar que funcionaría por que el guardia estaba dentro, no nos había visto antes caminar como si nada y nadie solía dudar de alguien con lentes oscuros y un perro guía aunque empezaba a dudar que su perro pudiera ser como esos labradores estoicos y ordenados con su letrero de "no me distraigas, estoy trabajando".

-¿Estas lista? Mira, esto es un Tesco express, son tres pasillos... y allá al fondo están las bebidas alcohólicas.

El guardia me miró muy mal por que parecía un gañán que querían emborrachar a una linda invidente.Me sentí un poco mal por dar esa pésima imagen pero después casi tuve que aguantar la risa al recordar que me estaba remordiendo la conciencia que pensaran que quería emborrachar a una ciega y no que estaba acompañado de una chica con la genial idea de hacerla pasar por ciega para que metiera a su perro al tesco. En fin, todo era una estupidez.

-Actúa un poco, no muevas mucho la cabeza.

Tomé las gafas que me daba y sonreí. Me miré en el reflejo del mismo cristal oscuro y me los puse. Miré a Malik sintiéndome con la cara pequeñísima y unos lentes enormes. Tomé un espejo de mi bolso y solté una carcajada. Definitivamente me veía rarísima.-En vez de hippie decadente, parezco mosca.-me mordí el labio. ¿Fingir una discapacidad? No estaba en mis planes y si, me parecía de mal gusto pero queríamos comprar eso sin tener problemas por meter a Buttercup al tesco, ¿no? Como decía Malik, eso era de vida o muerte.

Asentí y respiré hondo. Miré al policía que estaba dentro del tesco y vi a Buttercup con desesperanza. Respiré hondo. Era casi imposible que se comportara. Tomé la correa del arnés fuertemente e intenté afianzarla lo más posible para darle el menor rango de movimiento a los lados que fuera necesario, de esa forma podría tener todo bajo control.

Me afiancé del brazo de Malik que había sostenido antes y me puse derecha. Tenía que actuar. Si en dado caso alguien comenzara a tener sospechas de mi ceguera, ya tendría yo tiempo de cambiarme el físico de los ojos en un par de segundos y que no les cupiera la menor duda. Era una de esas buenas ventajas -¿buenas?- de la metamorfomagia heredada de mi abuela.

-¡Ohhh! -tuve el impulso de levantarme las gafas de sol pero recordé que era una pobrecita ciega guiada por un muchacho que quería embriagarme, como seguramente estaba pensando el policía o las personas que se nos habían quedando viendo. Hice todos mis intentos por aguantarme la risa y seguí a Karim para donde me llevara. El minisuper era pequeño –por algo tenía que ser mini, Gianna, tonta- y no había mucha gente, pero si que se le quedaban mirando porque un Welsh Corgi no era precisamente de esos perros que eligieran como lazarillos.

-No me pidas que no la mueva, es como pedirle a un niño que no volteé a todos lados en Honeydukes.-susurré y levanté la cabeza y endurecí un poco el cuello. ¿así? No sabía bien como actuar como ciega pero vamos, me había dado cuenta que miraba a todos lados y una ciega pues… no puede hacerlo. Sostuve nuevamente fuerte la correa del arnés de Buttercup porque si decidía escapar, en cualquier momento se armaría el desastre y no quería echarle a perder el plan a Karim.-Mira, ahí está mi cerveza…-hablé quizás un poco más fuerte de lo debido y en segundos bajé el tono de voz acercándome al oído de Karim, evitando que el guardia volviera a mirar hacia nosotros.-El guardia no deja de mirarme… Aunque si pregunta siempre puedes decir que eres mi novio y que por eso vas a embriagarme, porque es mi cumpleaños o algo.

Me encogí de hombros y sonreí. Acomodé la cabeza nuevamente como si de verdad fuera ciega, planteándome la idea de empezar a cambiarme los ojos de color para que de verdad pareciera cieguita y nadie tuviera nada que objetar. Siempre podía decir que Buttercup estaba en entrenamiento, o algo.

Me costó deveras continuar con la absurda pantomima de la inocente ciega y su novio o algo así, por que estuve muchas veces a punto de morir de risa, más cuando Buttercup no se comportaba como perro guía y más todavía cuando Gianna decía que ahí estaba su cerveza. No pensé que fuera a ser necesario dar explicaciones pero igual asentí cuando Gianna me proponía una coartada extraña por si acaso el guardia nos sorprendía con nuestra tontería.

-Es Buttercup y su carisma natural, despreocúpate que no se dará cuenta. Pero si quieres finjo que soy tu novio también ¿Te tomo de la mano?

Agarré las cervezas que quería, y unas cuánas más por que de pronto de daban ganas de tomar Newcastle también y con la lentitud de nuestra pantomima me acerqué a la caja, no sin antes poner algunas chucherías para comer por que seguramente me iban a dar ganas, y después pagué con mi flamante billete de veinte libras, el cambio de mi distinguido saco de gamuza que luciría casi diario por el próximo mes, gracias al consejo de Gianna.

Aún actuando salimos del Tesco express y unos pasos lejos, quizás de manera algo descarada, le quité las gafas oscuras y le planté un beso en la mejilla por haber completado con éxito nuestra tontería del perro guía. También acaricié desordenadamente a Buttercup.

-¡Lo lograste! Ahora podemos dedicarnos al timo profesional... siempre he tenido ganas de hacerlo ¿Sabes? Engañar gente inocente y esas cosas con las que uno va directo al cielo. Es por aquí

Le indiqué con la mano que teníamos que cruzar la calle para llegar a Hyde Park y finalmente beber las cervezas que habíamos comprado con tanto esfuerzo de por medio.