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Entre fuegos artificiales
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Re: Entre fuegos artificiales
Era increíble como su aliento y su respiración pausada podía hacer tanta mella en mi. Comencé a respirar más erráticamente, casi al punto de hiperventilarme mientras sentía la punta de su lengua rozarme el cuello. Cerré los ojos y solté un gemidito al momento en que llegó a mis pechos y comenzó a morderlos. No sabía como lograba hacerme sentir que podría correrme de un momento a otro y luego hacer que esa sensación desapareciera poco a poco para comenzar algo nuevo y hacerme volver a sentir ese torrente de sensaciones tan intensas una y otra vez sin llegar al orgasmo. Aparentemente le gustaba torturarme también.
Pedí con un gemido que no se detuviera pero había sido en vano. Aunque, pensándolo bien, seguía besándome el vientre y eso estaba bien. Y luego se pasaba a mi ropa interior para ¿pasar la lengua sobre mis bragas? Eso se veía interesante. Respiré hondo. Jamás pensé que eso se sintiera tan bien. Y entonces me deslizó lo que quedaba de ropa interior sobre las piernas y se deshizo de ella para después pasar la lengua por mi entrepierna, haciéndome respingar de impresión.
¿Qué estaba haciéndome? ¡Oh¡ Por la magia, por piedad, que no se detuviera. Enterré los dedos en su rubio cabello y sonreí débilmente sin saber qué hacer en ese momento. Al momento de sentir su lengua en mi entrepierna cerré los ojos, descubriendo que esa nueva sensación era completamente placentera y que hacía que me estremeciera por completo. Eché la cabeza hacia atrás y me detuve de la mesa en un torpe movimiento porque sentía que las piernas me temblaban y no podría mantenerme más en pie. Abrí un poco más las piernas para darle el espacio que suponía requería para que él tuviera más libertad de movimiento. Sentía la húmeda calidez de su lengua dentro de mi y todos y cada uno de los movimientos que hacía me estaban volviendo loca.
Gemí de nuevo sin poder aguantarme. Era como si me estuviera torturando. Esa dulce agonía de su parsimonia sobre mi. Del control que ejercía en mi. Era maravilloso acceder a la sumisión entre sus roces y sus caricias. Cualquiera que me conociera no creería que fuera obediente, que me gustara la forma en que me arañaba los muslos y me dejaba marcas en el cuerpo.
Le miré nuevamente, preguntándome mentalmente por qué se detenía. ¡No, por favor! ¡No te detengas! Sigue haciendo lo que sea que estés haciendo pero no te detengas. Pero lo hacía. Me mordí el labio y luego me hacía sentarme sobre la mesa. Mi respiración era errática ya para ese momento, quería más de él, lo quería todo él, quería que me poseyera de nuevo. Y era exactamente lo que iba a hacer. Quise volver a tomar su miembro erecto entre mis manos pero entonces me tumbó sobre la mesa sin decoro y yo accedí a ello. Me removí sobre la madera y abrí las piernas en cuanto él se situó sobre mi.
Y entonces entró en mi nuevamente, haciendo que soltara un gemido de dolor placentero porque a pesar de haberlo hecho ya, aún me dolía un poco. Pero ese dolor pasó en cuestión de segundos en cuanto aumentó la velocidad y lo hacía con más fuerza. Si, así, que me follara fuerte, que no le importara lastimarme porque así lo había pedido yo.
Gemí otra vez cuando me mordió el hombro, donde seguramente me dejaría una marca igual que la que yo le había dejado a él. Marca del delicioso placer que me estaba haciendo sentir en ese momento. Afiancé mis piernas en las suyas, empujándolo con fuerza. Gemí otra vez. Y luego me tapó la boca.
Se sentía extraño tener que ahogar mis gemidos en su mano. Quería que me escuchara. ¿Por qué lo hacía? Abrí los ojos, sorprendida, hasta que caí en cuenta que lo hacía para torturarme. Incluso su orden de no gemir hasta que él me diera el permiso me excitó todavía más. ¿Qué era lo que me estaba haciendo? No entendía por qué me ponía así. El instinto me prohibía quedarme callada, no podía, e incluso con la boca tapada, gemía en silencio, dejando mi aliento impregnado en la palma de su mano.
No entendía por qué me excitaba tanto su tortura. Era como el juego que yo le había aplicado a él mientras le desvestía con lentitud. Ahora sabía lo que sentía él cuando hacía eso. Cerré los ojos concentrándome en los movimientos de Adrian dentro de mi, disfrutando cada embestida, sintiendo como mi vientre se contraía cada vez más y mis piernas comenzaban a temblar casi de forma desmesurada.
-¡Por favor!-supliqué aún con la boca tapada. Adrian no me liberó. Parecía que disfrutaba de eso tanto como yo lo había disfrutado en su momento. Sentía como el corazón fuera a salírseme del pecho y como mis caderas se movían de forma descontrolada. Mi cuerpo pedía más, mucho más. Contraje más las piernas para atraerlo más hacia mi, para sentirlo todo dentro de mi, que llegara hasta el fondo de mi cuerpo, que nunca jamás saliera de mi.
(Acciones acordadas con el user) Y fue entonces que sentí que no podía contenerme más. Sentía sus embestidas, una a una, dentro de mi y me sentí liberada en el momento en que Adrian quitaba su mano de mis labios. Gemí, gemí como no lo había hecho antes, arañándole la espalda, enterrándole las uñas fuertemente sin saber si le hacía daño o no. Busqué sus labios con desesperación y tracé un recorrido hasta su oído para que me escuchara decir su nombre entre susurros y gemidos que ya no podía acallar más.
Y de pronto, una explosión en el cielo mientras sentía como mi cuerpo se contorsionaba debajo del de Adrian. Los fuegos artificiales habían comenzado –literalmente- y yo no sabía si era mi imaginación por haber llegado al orgasmo en ese momento o de verdad estaba pasando. Volví a gemir por última vez con el cuerpo estremecido y temblando mientras Adrian se corría dentro de mi.
Mi pecho se elevaba hasta tocar el de Adrian, aún encima de mi. Mi respiración era aún pesada y sentía que podría desmayarme ahí mismo. Abrí los ojos y verdaderamente estaban los fuegos artificiales. Sonreí, solté una ligera risilla por lo irónico de la situación y dejé los ojos cerrados por unos segundos en lo que terminaba por recuperarme.
-Me encanta que seas así, tan… autoritario. No sabes como me calientas.-le recorrí el cuello con la punta de la lengua hasta llegar a su oído-Me pones a mil.
Pedí con un gemido que no se detuviera pero había sido en vano. Aunque, pensándolo bien, seguía besándome el vientre y eso estaba bien. Y luego se pasaba a mi ropa interior para ¿pasar la lengua sobre mis bragas? Eso se veía interesante. Respiré hondo. Jamás pensé que eso se sintiera tan bien. Y entonces me deslizó lo que quedaba de ropa interior sobre las piernas y se deshizo de ella para después pasar la lengua por mi entrepierna, haciéndome respingar de impresión.
¿Qué estaba haciéndome? ¡Oh¡ Por la magia, por piedad, que no se detuviera. Enterré los dedos en su rubio cabello y sonreí débilmente sin saber qué hacer en ese momento. Al momento de sentir su lengua en mi entrepierna cerré los ojos, descubriendo que esa nueva sensación era completamente placentera y que hacía que me estremeciera por completo. Eché la cabeza hacia atrás y me detuve de la mesa en un torpe movimiento porque sentía que las piernas me temblaban y no podría mantenerme más en pie. Abrí un poco más las piernas para darle el espacio que suponía requería para que él tuviera más libertad de movimiento. Sentía la húmeda calidez de su lengua dentro de mi y todos y cada uno de los movimientos que hacía me estaban volviendo loca.
Gemí de nuevo sin poder aguantarme. Era como si me estuviera torturando. Esa dulce agonía de su parsimonia sobre mi. Del control que ejercía en mi. Era maravilloso acceder a la sumisión entre sus roces y sus caricias. Cualquiera que me conociera no creería que fuera obediente, que me gustara la forma en que me arañaba los muslos y me dejaba marcas en el cuerpo.
Le miré nuevamente, preguntándome mentalmente por qué se detenía. ¡No, por favor! ¡No te detengas! Sigue haciendo lo que sea que estés haciendo pero no te detengas. Pero lo hacía. Me mordí el labio y luego me hacía sentarme sobre la mesa. Mi respiración era errática ya para ese momento, quería más de él, lo quería todo él, quería que me poseyera de nuevo. Y era exactamente lo que iba a hacer. Quise volver a tomar su miembro erecto entre mis manos pero entonces me tumbó sobre la mesa sin decoro y yo accedí a ello. Me removí sobre la madera y abrí las piernas en cuanto él se situó sobre mi.
Y entonces entró en mi nuevamente, haciendo que soltara un gemido de dolor placentero porque a pesar de haberlo hecho ya, aún me dolía un poco. Pero ese dolor pasó en cuestión de segundos en cuanto aumentó la velocidad y lo hacía con más fuerza. Si, así, que me follara fuerte, que no le importara lastimarme porque así lo había pedido yo.
Gemí otra vez cuando me mordió el hombro, donde seguramente me dejaría una marca igual que la que yo le había dejado a él. Marca del delicioso placer que me estaba haciendo sentir en ese momento. Afiancé mis piernas en las suyas, empujándolo con fuerza. Gemí otra vez. Y luego me tapó la boca.
Se sentía extraño tener que ahogar mis gemidos en su mano. Quería que me escuchara. ¿Por qué lo hacía? Abrí los ojos, sorprendida, hasta que caí en cuenta que lo hacía para torturarme. Incluso su orden de no gemir hasta que él me diera el permiso me excitó todavía más. ¿Qué era lo que me estaba haciendo? No entendía por qué me ponía así. El instinto me prohibía quedarme callada, no podía, e incluso con la boca tapada, gemía en silencio, dejando mi aliento impregnado en la palma de su mano.
No entendía por qué me excitaba tanto su tortura. Era como el juego que yo le había aplicado a él mientras le desvestía con lentitud. Ahora sabía lo que sentía él cuando hacía eso. Cerré los ojos concentrándome en los movimientos de Adrian dentro de mi, disfrutando cada embestida, sintiendo como mi vientre se contraía cada vez más y mis piernas comenzaban a temblar casi de forma desmesurada.
-¡Por favor!-supliqué aún con la boca tapada. Adrian no me liberó. Parecía que disfrutaba de eso tanto como yo lo había disfrutado en su momento. Sentía como el corazón fuera a salírseme del pecho y como mis caderas se movían de forma descontrolada. Mi cuerpo pedía más, mucho más. Contraje más las piernas para atraerlo más hacia mi, para sentirlo todo dentro de mi, que llegara hasta el fondo de mi cuerpo, que nunca jamás saliera de mi.
(Acciones acordadas con el user) Y fue entonces que sentí que no podía contenerme más. Sentía sus embestidas, una a una, dentro de mi y me sentí liberada en el momento en que Adrian quitaba su mano de mis labios. Gemí, gemí como no lo había hecho antes, arañándole la espalda, enterrándole las uñas fuertemente sin saber si le hacía daño o no. Busqué sus labios con desesperación y tracé un recorrido hasta su oído para que me escuchara decir su nombre entre susurros y gemidos que ya no podía acallar más.
Y de pronto, una explosión en el cielo mientras sentía como mi cuerpo se contorsionaba debajo del de Adrian. Los fuegos artificiales habían comenzado –literalmente- y yo no sabía si era mi imaginación por haber llegado al orgasmo en ese momento o de verdad estaba pasando. Volví a gemir por última vez con el cuerpo estremecido y temblando mientras Adrian se corría dentro de mi.
Mi pecho se elevaba hasta tocar el de Adrian, aún encima de mi. Mi respiración era aún pesada y sentía que podría desmayarme ahí mismo. Abrí los ojos y verdaderamente estaban los fuegos artificiales. Sonreí, solté una ligera risilla por lo irónico de la situación y dejé los ojos cerrados por unos segundos en lo que terminaba por recuperarme.
-Me encanta que seas así, tan… autoritario. No sabes como me calientas.-le recorrí el cuello con la punta de la lengua hasta llegar a su oído-Me pones a mil.
Gianna Vercelli- Mensajes : 186
Fecha de inscripción : 04/09/2012
Re: Entre fuegos artificiales
Fue soltarle la mano de la boca y prácticamente empezó a gritar y aquello le puso mucho, le gustaba oírla, su cara de placer. De la misma manera que disfrutaba con cada una de las caricias, besos, arañazos y mordiscos que le daba, hacían más intenso el momento, especialmente cuando empezó a susurrarle su nombre en la oreja entre gemidos.
Aquello ya fue demasiado, no pudo aguantarse más y terminó dentro de ella, sintiendo aquel placer que no le permitía hacer nada más, justo en ese momento aunque como si fuese muy lejos escucho fuegos artificiales, debían ser los del parque de atracciones. Sonrío ante tal casualidad, aunque los fuegos no fueron lo único que le hizo reír, sino Gianna debajo de él volviéndose loca a la vez que él había terminado.
Ambos parecían cansados, la chica le confeso que le ponía mucho que se mostrara autoritario. En parte le salía de dentro ser así cuando estaba con ella, no entendía porque… seguramente la predisposición de la chica a ello hacia que le gustara muchísimo darle ordenes.
-Te las daré siempre que sea el momento.
Le susurro también en el oído. A él le gustaba tratar a las chicas con delicadeza, como un caballero pero no podía esconder que con Gianna era distinto, que le encantaba tratarla bien y en apenas un minuto cambiar la mascara y susurrarle que quería hacérselo donde sea.
Se giro para situarse al lado de la joven y mirar terminar los fuegos, que estuvieron un rato incluso para a verse perdido el principio.
-Quizás con los fuegos, no te han oído todos los hoteles como te volvías loca bajo mi cuerpo.
Sonrío, tenia agarrada a la guapísima Cerridwen por la espalda, estando allí sobre la mesa desnudos sin nada ni nadie más que ellos dos allí juntos disfrutando de lo que había sido un día genial que ya estaba apunto de acabar.
Al su fin invito a la joven a pasar dentro de la habitación, ya mañana el servicio se encargarían de recoger la mesa con todo lo que habían tirado por el suelo. La miró a los ojos, aquellos ojos que tan aferrado a ella lo tenían y le sonrío acercándose nuevamente para besarla notando el tacto de su suave piel en su cuerpo el cual a su vez reacciono con una erección que seguro que ella notaria.
-¿Estas cansada? ¿Quieres que nos vayamos a dormir o…?
¿O la tiraba sobre la cama para demostrarle que estaba tan buena y le ponía tanto que era incansable? De cualquier manera, pese a que le gustaba ordenar, quizás ella había tenido bastante por hoy y prefería que se durmiesen, al fin y al cabo tendrían muchísimos más nuevos momentos para hacerlo y si no, ya se encargaría el rubio de crearlos.
Aquello ya fue demasiado, no pudo aguantarse más y terminó dentro de ella, sintiendo aquel placer que no le permitía hacer nada más, justo en ese momento aunque como si fuese muy lejos escucho fuegos artificiales, debían ser los del parque de atracciones. Sonrío ante tal casualidad, aunque los fuegos no fueron lo único que le hizo reír, sino Gianna debajo de él volviéndose loca a la vez que él había terminado.
Ambos parecían cansados, la chica le confeso que le ponía mucho que se mostrara autoritario. En parte le salía de dentro ser así cuando estaba con ella, no entendía porque… seguramente la predisposición de la chica a ello hacia que le gustara muchísimo darle ordenes.
-Te las daré siempre que sea el momento.
Le susurro también en el oído. A él le gustaba tratar a las chicas con delicadeza, como un caballero pero no podía esconder que con Gianna era distinto, que le encantaba tratarla bien y en apenas un minuto cambiar la mascara y susurrarle que quería hacérselo donde sea.
Se giro para situarse al lado de la joven y mirar terminar los fuegos, que estuvieron un rato incluso para a verse perdido el principio.
-Quizás con los fuegos, no te han oído todos los hoteles como te volvías loca bajo mi cuerpo.
Sonrío, tenia agarrada a la guapísima Cerridwen por la espalda, estando allí sobre la mesa desnudos sin nada ni nadie más que ellos dos allí juntos disfrutando de lo que había sido un día genial que ya estaba apunto de acabar.
Al su fin invito a la joven a pasar dentro de la habitación, ya mañana el servicio se encargarían de recoger la mesa con todo lo que habían tirado por el suelo. La miró a los ojos, aquellos ojos que tan aferrado a ella lo tenían y le sonrío acercándose nuevamente para besarla notando el tacto de su suave piel en su cuerpo el cual a su vez reacciono con una erección que seguro que ella notaria.
-¿Estas cansada? ¿Quieres que nos vayamos a dormir o…?
¿O la tiraba sobre la cama para demostrarle que estaba tan buena y le ponía tanto que era incansable? De cualquier manera, pese a que le gustaba ordenar, quizás ella había tenido bastante por hoy y prefería que se durmiesen, al fin y al cabo tendrían muchísimos más nuevos momentos para hacerlo y si no, ya se encargaría el rubio de crearlos.
Adrian Silver- Mensajes : 100
Fecha de inscripción : 08/09/2012
Edad : 32
Re: Entre fuegos artificiales
Me estremecí cuando me susurró al oído que me ordenaría cuando fuera el momento. Suspiré. No entendía por qué me ponía de esa forma con la forma en que me lo pedía. No entendía y sentía que me desconocía casi por completo. Quizás el grave sonido de su voz, su penetrante mirada, sus labios. Quizás el simple hecho de que de verdad quería hacer todo lo que él dijera. Respiré hondo, si, quizás era eso.
Me encontré con sus ojos claros y lo observé sin decir nada tan solo unos segundos, mientras se giraba a mi lado. ¿Qué era lo que me estaba haciendo? ¿Por qué me provocaba tanto tan solo el sonido de su voz o el roce de sus dedos, su aliento sobre el mío? Era como si me hubieran dado un potente Amortentia del que, contra todo pronóstico, no quería librarme porque me gustaba estar con él. Disfrutaba tanto de su compañía que incluso me hacía sentir tranquila y segura a pesar de la vulnerabilidad que tenía en ese momento. Porque sabía que Adrian sabía que me tenía completamente a sus pies.
-¿Grité mucho? ¡Ay! Imagina que si me hayan escuchado, qué vergüenza.
Me tapé los ojos con las manos sin poder reprimir una sonrisilla nerviosa que delataba mi preocupación que de verdad me hubiesen escuchado en el hotel de al lado, que a esta hora ya me había dado cuenta de que Adrian y yo éramos los únicos inquilinos del hotel.
Respiré hondo y me giré para poner mi cabeza sobre su pecho y con el dedo índice delinearle el pecho y los costados, pasando por cada una de sus costillas con delicadeza, depositando suaves besos en donde mis labios alcanzaban a tocar su piel. Suspiré, podría quedarme así para siempre sin importarme nada.
Me puse en pie y tomé mi ropa del suelo. Me mordí el labio al ver todas las cosas rotas y me dio el impulso de arreglarlo con magia porque me causaba un poco de conflicto interno dejar todas esas cosas ahí, rotas. Sin embargo, no me dio tiempo de hacer nada porque punto número uno: mi varita estaba dentro, y punto número dos, Adrian me guió hacia la habitación.
Entrelacé los dedos con los suyos y delineé la forma de sus ojos con los míos. Sonreí y ladeé un poco la cabeza. Me gustaba mirarlo, creo que jamás podría cansarme de ello. Pasé mis manos por sus hombros y acaricié su cuello mientras me besaba. Sonreí para mi misma al volver a sentir su erección pegada a mi cuerpo.
-Señor Silver, es usted un poco insaciable, ¿no lo cree?
Sonreí. Si, quizás estaba un poco cansada por todo lo que había pasado ese día, pero lo deseaba como jamás había deseado a nadie en mi vida. No me importaba estar cansada, no me importaba el ardor en mi entrepierna. Adoraba que me tocara, que me acariciara. No podía creer lo locamente atrapada que me tenía y no sabía por qué demonios era. Pero, hey, no era quien para juzgar eso ni para contradecir mis propios sentimientos hacia él.
Me mordí el labio sabiendo que eso lo provocaba. Le puse una mano en el pecho y lo empujé suavemente hacia la cama hasta que terminara tumbándose sobre la misma. Me hice el cabello hacia atrás y luego, lentamente, fui subiéndome a la cama, caminando a gatas hacia él, con esa sonrisa cómplice dibujada en mi rostro.
-Tengo una mejor idea que ir a dormir.
Alcancé sus labios y lo besé lentamente, delineándolos con mi lengua y mordiendo con suavidad el inferior, dándole un pequeño jaloncito sin llegar a lastimarlo. Pasé por su mandíbula y luego seguí por su cuello para delinearlo con mi lengua, deteniéndome nuevamente en la mordida que le había hecho. Bajé por sus hombros y luego me concentré en su pecho, delineándole los pezones con la lengua, terminando por morderle uno con una mirada divertida dirigida hacia él.
Bajé por su pecho hasta su abdomen con largos besos y al llegar a su cadera, me enfoqué en esas diagonales que se dibujaban en la parte baja de su abdomen. Le dirigí una última mirada divertida y llena de complicidad. Quería devolverle ese momento de placer que me había vuelto loca antes de que me follara en la mesa. Quería que él mismo sintiera lo que yo sentí. Sin embargo, no sabía exactamente cómo hacerlo en realidad.
Seguí mis instintos y comencé a besarle la entrepierna. Sostuve su miembro entre mis manos y luego comencé a besarle, poco a poco para después llevármelo a la boca y comenzar a chupar. Respiré hondo y comencé trazando círculos con la lengua mientras iba arriba y abajo en un movimiento rítmico y constante por unos minutos. Levanté la mirada para ver sus gestos, su rostro, la forma en que yo también podría volverlo loco –o al menos eso esperaba- con el solo roce de mi lengua. En realidad no sabía lo que estaba haciendo, solo esperaba estar haciéndolo bien.
Me encontré con sus ojos claros y lo observé sin decir nada tan solo unos segundos, mientras se giraba a mi lado. ¿Qué era lo que me estaba haciendo? ¿Por qué me provocaba tanto tan solo el sonido de su voz o el roce de sus dedos, su aliento sobre el mío? Era como si me hubieran dado un potente Amortentia del que, contra todo pronóstico, no quería librarme porque me gustaba estar con él. Disfrutaba tanto de su compañía que incluso me hacía sentir tranquila y segura a pesar de la vulnerabilidad que tenía en ese momento. Porque sabía que Adrian sabía que me tenía completamente a sus pies.
-¿Grité mucho? ¡Ay! Imagina que si me hayan escuchado, qué vergüenza.
Me tapé los ojos con las manos sin poder reprimir una sonrisilla nerviosa que delataba mi preocupación que de verdad me hubiesen escuchado en el hotel de al lado, que a esta hora ya me había dado cuenta de que Adrian y yo éramos los únicos inquilinos del hotel.
Respiré hondo y me giré para poner mi cabeza sobre su pecho y con el dedo índice delinearle el pecho y los costados, pasando por cada una de sus costillas con delicadeza, depositando suaves besos en donde mis labios alcanzaban a tocar su piel. Suspiré, podría quedarme así para siempre sin importarme nada.
Me puse en pie y tomé mi ropa del suelo. Me mordí el labio al ver todas las cosas rotas y me dio el impulso de arreglarlo con magia porque me causaba un poco de conflicto interno dejar todas esas cosas ahí, rotas. Sin embargo, no me dio tiempo de hacer nada porque punto número uno: mi varita estaba dentro, y punto número dos, Adrian me guió hacia la habitación.
Entrelacé los dedos con los suyos y delineé la forma de sus ojos con los míos. Sonreí y ladeé un poco la cabeza. Me gustaba mirarlo, creo que jamás podría cansarme de ello. Pasé mis manos por sus hombros y acaricié su cuello mientras me besaba. Sonreí para mi misma al volver a sentir su erección pegada a mi cuerpo.
-Señor Silver, es usted un poco insaciable, ¿no lo cree?
Sonreí. Si, quizás estaba un poco cansada por todo lo que había pasado ese día, pero lo deseaba como jamás había deseado a nadie en mi vida. No me importaba estar cansada, no me importaba el ardor en mi entrepierna. Adoraba que me tocara, que me acariciara. No podía creer lo locamente atrapada que me tenía y no sabía por qué demonios era. Pero, hey, no era quien para juzgar eso ni para contradecir mis propios sentimientos hacia él.
Me mordí el labio sabiendo que eso lo provocaba. Le puse una mano en el pecho y lo empujé suavemente hacia la cama hasta que terminara tumbándose sobre la misma. Me hice el cabello hacia atrás y luego, lentamente, fui subiéndome a la cama, caminando a gatas hacia él, con esa sonrisa cómplice dibujada en mi rostro.
-Tengo una mejor idea que ir a dormir.
Alcancé sus labios y lo besé lentamente, delineándolos con mi lengua y mordiendo con suavidad el inferior, dándole un pequeño jaloncito sin llegar a lastimarlo. Pasé por su mandíbula y luego seguí por su cuello para delinearlo con mi lengua, deteniéndome nuevamente en la mordida que le había hecho. Bajé por sus hombros y luego me concentré en su pecho, delineándole los pezones con la lengua, terminando por morderle uno con una mirada divertida dirigida hacia él.
Bajé por su pecho hasta su abdomen con largos besos y al llegar a su cadera, me enfoqué en esas diagonales que se dibujaban en la parte baja de su abdomen. Le dirigí una última mirada divertida y llena de complicidad. Quería devolverle ese momento de placer que me había vuelto loca antes de que me follara en la mesa. Quería que él mismo sintiera lo que yo sentí. Sin embargo, no sabía exactamente cómo hacerlo en realidad.
Seguí mis instintos y comencé a besarle la entrepierna. Sostuve su miembro entre mis manos y luego comencé a besarle, poco a poco para después llevármelo a la boca y comenzar a chupar. Respiré hondo y comencé trazando círculos con la lengua mientras iba arriba y abajo en un movimiento rítmico y constante por unos minutos. Levanté la mirada para ver sus gestos, su rostro, la forma en que yo también podría volverlo loco –o al menos eso esperaba- con el solo roce de mi lengua. En realidad no sabía lo que estaba haciendo, solo esperaba estar haciéndolo bien.
Gianna Vercelli- Mensajes : 186
Fecha de inscripción : 04/09/2012
Re: Entre fuegos artificiales
Gianna gana 42 puntos de experiencia
Adrian gana 44 puntos de experiencia
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