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Un porrito para calmar la tensión.
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Un porrito para calmar la tensión.
Beatrice no había estado precisamente tranquila desde aquel desastre de la última luna llena. Habían pasado ya qué, ¿dos o tres semanas? No estaba segura, aunque eso tampoco interesaba mucho. Todos habían estado en peligro de morir. Un hombre lobo, un jodido hombre lobo, y peor: mortífagos. No tenía pruebas de que aquellos dos de negro hubiesen sido mortífagos realmente, pero… ¿Qué otra cosa sino? Curiosamente, la gente parecía olvidar que Gianna, Loreen y ella habían sido atacadas por magos, y se concentraban más en el hecho de que el chico guapo del bar era un licántropo y que había matado a alguien. Francamente, le costaba culparlos.
De cualquier forma la chica, normalmente despreocupada como ella sola, había pasado los últimos días un poco alterada, por decir lo menos. Beatrice estaba segura de no ser la única en aquel estado; algunos la estarían pasando mucho peor, como el tal Angus o los familiares del chico que había muerto.
Aquel día en específico, Beatrice asistió a clases como si nada, aunque su ropa apestaba a cigarro y su aliento un vaho que mezclaba los aromas de los cigarrillos con el del café negro. Nunca había sido de la clase de chica que se pasaba horas a la semana en solo arreglarse, pero últimamente se comenzaba a notar incluso más descuidada de lo normal y eso se reflejaba tanto en su apariencia como en su comportamiento, incluso su desempeño en clase parecía gravemente afectado por los sucesos pasados.
Se sentía como una pésima Gryffindor, una jodida cobarde, como se enteraría luego que Loreen la había llamado por la manera en la que reaccionó ante los ataques. Todo lo que siempre había creído ser se había desmoronado con una sola y aterradora experiencia de la cual, todo sea dicho, había salido muy bien parada. Ni un rasguño, ni un amigo herido o muerto. Entonces… ¿Por qué se sentía así?
Aquella era la cuestión a la cual le daba vueltas en su cabeza mientras se dirigía a escondidas hacia las grutas aquella noche. Adoraba hasta morir a Sofie, pero debido a su graciosada con la radio se desató una cadena de eventos que los llevaron a todos a permanecer encerrados en el campus, como muchachitos de colegio. Era indignante, realmente, no recordaba sentirse tan restringida desde hacía años; casi claustrofóbica, siendo honestos. Así que, para liberar la mente si no el cuerpo, Bea decidió fumarse la última penca que tenía escondida en su bolso. No sabía cuándo podría conseguir más, quizás no podría fumar hasta las vacaciones. Esperaba que los decanos entraran en razón más temprano que tarde y removieran aquel castigo tan inusual en una semana o dos.
Recorrió los pasillos de muros irregulares y rústicos, modestamente iluminado por antorchas con espacios de tamaño considerable entre ellas que permitían que se formaran sombras de todas formas, que parecían danzar a su alrededor con actitud maliciosa, mofándose de su tonta paranoia.
Encendió el joint, se recostó de un muro y se dejó deslizar hasta el suelo. Retuvo el humo en los pulmones por unos segundos, hasta que fue incapaz de aguantar más y dejó que el humo espeso de la marihuana saliera de sus labios con lentitud, sin exhalar; solo lo dejaba ir. La mayoría de las ideas desagradables y los miedos parecieron brotar de su cuerpo junto con el humo de olor herbal y picoso, dejándola sorprendentemente vacía.
Suspiró, sabiendo que alguien del otro extremo del pasillo la estaba viendo.
- Atrapada.-Dijo sin girar la vista. Su voz no expresaba ninguna emoción en concreto.- Bueno, ¿quieres un poco o me vas a acusar con el horrible y aterrador decano Immendorff para que me expulsen como a los otros?
De cualquier forma la chica, normalmente despreocupada como ella sola, había pasado los últimos días un poco alterada, por decir lo menos. Beatrice estaba segura de no ser la única en aquel estado; algunos la estarían pasando mucho peor, como el tal Angus o los familiares del chico que había muerto.
Aquel día en específico, Beatrice asistió a clases como si nada, aunque su ropa apestaba a cigarro y su aliento un vaho que mezclaba los aromas de los cigarrillos con el del café negro. Nunca había sido de la clase de chica que se pasaba horas a la semana en solo arreglarse, pero últimamente se comenzaba a notar incluso más descuidada de lo normal y eso se reflejaba tanto en su apariencia como en su comportamiento, incluso su desempeño en clase parecía gravemente afectado por los sucesos pasados.
Se sentía como una pésima Gryffindor, una jodida cobarde, como se enteraría luego que Loreen la había llamado por la manera en la que reaccionó ante los ataques. Todo lo que siempre había creído ser se había desmoronado con una sola y aterradora experiencia de la cual, todo sea dicho, había salido muy bien parada. Ni un rasguño, ni un amigo herido o muerto. Entonces… ¿Por qué se sentía así?
Aquella era la cuestión a la cual le daba vueltas en su cabeza mientras se dirigía a escondidas hacia las grutas aquella noche. Adoraba hasta morir a Sofie, pero debido a su graciosada con la radio se desató una cadena de eventos que los llevaron a todos a permanecer encerrados en el campus, como muchachitos de colegio. Era indignante, realmente, no recordaba sentirse tan restringida desde hacía años; casi claustrofóbica, siendo honestos. Así que, para liberar la mente si no el cuerpo, Bea decidió fumarse la última penca que tenía escondida en su bolso. No sabía cuándo podría conseguir más, quizás no podría fumar hasta las vacaciones. Esperaba que los decanos entraran en razón más temprano que tarde y removieran aquel castigo tan inusual en una semana o dos.
Recorrió los pasillos de muros irregulares y rústicos, modestamente iluminado por antorchas con espacios de tamaño considerable entre ellas que permitían que se formaran sombras de todas formas, que parecían danzar a su alrededor con actitud maliciosa, mofándose de su tonta paranoia.
Encendió el joint, se recostó de un muro y se dejó deslizar hasta el suelo. Retuvo el humo en los pulmones por unos segundos, hasta que fue incapaz de aguantar más y dejó que el humo espeso de la marihuana saliera de sus labios con lentitud, sin exhalar; solo lo dejaba ir. La mayoría de las ideas desagradables y los miedos parecieron brotar de su cuerpo junto con el humo de olor herbal y picoso, dejándola sorprendentemente vacía.
Suspiró, sabiendo que alguien del otro extremo del pasillo la estaba viendo.
- Atrapada.-Dijo sin girar la vista. Su voz no expresaba ninguna emoción en concreto.- Bueno, ¿quieres un poco o me vas a acusar con el horrible y aterrador decano Immendorff para que me expulsen como a los otros?
Beatrice Witchcombe- Mensajes : 56
Fecha de inscripción : 25/09/2012
Re: Un porrito para calmar la tensión.
Había que estar loco para andar en las grutas luego de todos los acontecimientos que ocurrieron hace unas semanas. Un hombre lobo, que resultaba ser el barman del instituto, un caído en batalla y por si fuera poco: ahora alumnos enjaulados con las hormonas a millón ya que por medio de una disputa que se transformó en algo mayor. Casi, casi, le hacían recordar a sus tiempos de Hogwarts, solo que faltaban una que otra acromántulas por ahí intentando comerse a los alumnos. De repente un basilisco para darle la buena vibra a todo el asunto. ¡Que tiempos! pero como se decía: había que estar un poco demente para cruzar por esos lares a mitad de la noche.
La verdad era que Dom era de esas personas que poco se asustaban con las cosas, además tenía el pensamiento recurrente de que el asesino no ataca dos veces en un mismo lugar, a menos que tenga complejo de rayo y quiera ser obvio, sumado al hecho que ya había pasado más de la edad ideal para ser víctima en uno de esos tantos capítulos de Brigantia, por lo que en ese sentido, se sentía un tanto confiado... solo un tanto, ya que la mano le temblaba de vez en cuando y revisaba compulsivamente su bolsillo verificando que su varita estaba consigo.
Y es que se había quedado mucho tiempo informándose sobre nuevas estrategias que podría dar en clases... y bueno, para qué mentir, ya que lo cierto del asunto era que estaba escribiendo de manera catártica sobre una novela en donde un personaje de un peligroso parecido con su ex novia era atropellada por un tren por querer recoger una moneda en las vías de un ferrocarril, y el que iba conduciendo el ferrocarril era el amante de la misma. Sí, sabía que desperdiciaba su vida tratando de vengarse de manera ficticia de ella, pero le había causado tanto daño emocional esa arpía que se sentía un fracasado en ese aspecto de su vida y de mucho más que entre todo el revuelo de la universidad, ingratamente ella le había pasado una postal donde estaba con lo que era su mejor amigo en Hawaii, solo para preguntar "¿Cómo se encontraba?"... Sabía en lo muy profundo que solo lo querían hundir y pues, estaban funcionando de maravilla.
Pero al ver que se le hizo sumamente tarde y tenía que regresar a su sitio de descanso, no tuvo otra opción que pasar por las grutas, por lo que a mitad de camino reconoció una alumna, que iba a su clase. Beatrice Witchcombe, cómo olvidarla, si era tan enérgica siempre, aunque cuando se la encontró no lucía en su mejor estado y todo se confirmó con esa respuesta tan lineal.
- Calma, Witchcome. Se que sin barba me veo más joven, pero no estoy dispuesto a hacer regresiones en mis épocas adolescentes cuando la única adrenalina era acusar al otro - Dijo bromeando un poco mientras ponía las manos en sus bolsillos - Además, lo que estás fumando tiene propiedades que hacen que liberen tus endorfinas. En algunas culturas primitivas la utilizaban para conectarse "con sus dioses", lo cual es falso, ya lo intenté y lo único que vi fue a un mono danzando con un tutú. Podría argumentar a tu favor que estamos haciendo una clase magistrarl -
La verdad era que Dom era de esas personas que poco se asustaban con las cosas, además tenía el pensamiento recurrente de que el asesino no ataca dos veces en un mismo lugar, a menos que tenga complejo de rayo y quiera ser obvio, sumado al hecho que ya había pasado más de la edad ideal para ser víctima en uno de esos tantos capítulos de Brigantia, por lo que en ese sentido, se sentía un tanto confiado... solo un tanto, ya que la mano le temblaba de vez en cuando y revisaba compulsivamente su bolsillo verificando que su varita estaba consigo.
Y es que se había quedado mucho tiempo informándose sobre nuevas estrategias que podría dar en clases... y bueno, para qué mentir, ya que lo cierto del asunto era que estaba escribiendo de manera catártica sobre una novela en donde un personaje de un peligroso parecido con su ex novia era atropellada por un tren por querer recoger una moneda en las vías de un ferrocarril, y el que iba conduciendo el ferrocarril era el amante de la misma. Sí, sabía que desperdiciaba su vida tratando de vengarse de manera ficticia de ella, pero le había causado tanto daño emocional esa arpía que se sentía un fracasado en ese aspecto de su vida y de mucho más que entre todo el revuelo de la universidad, ingratamente ella le había pasado una postal donde estaba con lo que era su mejor amigo en Hawaii, solo para preguntar "¿Cómo se encontraba?"... Sabía en lo muy profundo que solo lo querían hundir y pues, estaban funcionando de maravilla.
Pero al ver que se le hizo sumamente tarde y tenía que regresar a su sitio de descanso, no tuvo otra opción que pasar por las grutas, por lo que a mitad de camino reconoció una alumna, que iba a su clase. Beatrice Witchcombe, cómo olvidarla, si era tan enérgica siempre, aunque cuando se la encontró no lucía en su mejor estado y todo se confirmó con esa respuesta tan lineal.
- Calma, Witchcome. Se que sin barba me veo más joven, pero no estoy dispuesto a hacer regresiones en mis épocas adolescentes cuando la única adrenalina era acusar al otro - Dijo bromeando un poco mientras ponía las manos en sus bolsillos - Además, lo que estás fumando tiene propiedades que hacen que liberen tus endorfinas. En algunas culturas primitivas la utilizaban para conectarse "con sus dioses", lo cual es falso, ya lo intenté y lo único que vi fue a un mono danzando con un tutú. Podría argumentar a tu favor que estamos haciendo una clase magistrarl -
Dom Harris- Mensajes : 10
Fecha de inscripción : 25/09/2012
Re: Un porrito para calmar la tensión.
Beatrice sonrió de forma casi automática con el chiste de la barba. Era solo el profesor Harris, él estaba bien. A diferencia del antes mencionado terrible y aterrador decano Immendorff el profesor Harris parecía mucho más accesible, relajado.
Se llevó el porro a los labios y aspiró de nuevo. El humo se abrió paso por su cuerpo y le calentó por dentro haciéndole sentir como una lámpara japonesa. Demonios, ya estaba con las metáforas. Esa mierda era BUENA, sin duda.
- Pues quien sabe, profesor.-Dijo con vos ronca, mientras dejaba escapar el humo lentamente.- La divinidad puede representarse de muchas formas, ¿no? Yo prefiero pensar en la Diosa, pero quizás la deidad que más se ajuste a su estilo de vida sea un monito guapachoso con un tutú.
Algo en el fondo de su cerebro le dijo que aquella situación no estaba bien bajo ningún estándar, y el que le hablara a su profesor de manera tan confianzuda mientras se fumaba un porro en terreno universitario no podía hacer mucho por inclinar la balanza al lado moral, justo y bonito.
- Si es una clase magistral, entonces acérquese y de el ejemplo.-Dijo con una radiante sonrisa. Dejó el porro a un lado con sumo cuidado y se le acerco a gatas al profesor. Levantó una mano y le asió del antebrazo con inusitada fuerza. La gente solía subestimarla. Con un fuerte jalón lo sacó de equilibrio y con otro igual de fuerte lo hizo caer junto a ella.
Dejó escapar una potente, y bastante imprudente, risotada. En un momento la risa singular se convirtió en un ataque prolongado que le dificultó respirar y enrojeció sus mejillas. En algún momento hizo un curioso ruido con su nariz. Cuando logró calmarse, tomó el porro con los dedos y se lo llevó a los labios. Aspiró profundamente, sintiendo como el mundo se volvía más suave y borroso a cada segundo que pasaba. Luego se volvió hacia el profesor Harris, quien había caído completamente de culo y aun no se levantaba. Eso era bueno, supuso, significaría que al menos no estaba molesto… ¿creía? Bah, daba igual. Sentía la cabeza embotada y le costaba formar pensamientos coherentes. Hacía demasiado que no fumaba y aquella hierba estaba jodidamente buena.
- Tome, profe.-Ofreció con voz cantarina al llevar el porro a medio fumar frente a la cara del profesor. Cualquiera le habría dicho que estaba loca por hacer eso, pero bueno, Bea nunca había sido demasiado normal, y en aquel estado estaba dispuesta a ser aun más imprudente y salida de lo usual. Incluso se permitió inclinar la cabeza al hombro del profesor, con toda la confianza del mundo.
- Espero que si entra en algún trance vea al changuito y no a su ex novia.
Claro que sabía de la ex novia. Todos en la carrera parecían conocer la historia, el pobre hombre tenía una especie de trauma por aquella mujer.
Se llevó el porro a los labios y aspiró de nuevo. El humo se abrió paso por su cuerpo y le calentó por dentro haciéndole sentir como una lámpara japonesa. Demonios, ya estaba con las metáforas. Esa mierda era BUENA, sin duda.
- Pues quien sabe, profesor.-Dijo con vos ronca, mientras dejaba escapar el humo lentamente.- La divinidad puede representarse de muchas formas, ¿no? Yo prefiero pensar en la Diosa, pero quizás la deidad que más se ajuste a su estilo de vida sea un monito guapachoso con un tutú.
Algo en el fondo de su cerebro le dijo que aquella situación no estaba bien bajo ningún estándar, y el que le hablara a su profesor de manera tan confianzuda mientras se fumaba un porro en terreno universitario no podía hacer mucho por inclinar la balanza al lado moral, justo y bonito.
- Si es una clase magistral, entonces acérquese y de el ejemplo.-Dijo con una radiante sonrisa. Dejó el porro a un lado con sumo cuidado y se le acerco a gatas al profesor. Levantó una mano y le asió del antebrazo con inusitada fuerza. La gente solía subestimarla. Con un fuerte jalón lo sacó de equilibrio y con otro igual de fuerte lo hizo caer junto a ella.
Dejó escapar una potente, y bastante imprudente, risotada. En un momento la risa singular se convirtió en un ataque prolongado que le dificultó respirar y enrojeció sus mejillas. En algún momento hizo un curioso ruido con su nariz. Cuando logró calmarse, tomó el porro con los dedos y se lo llevó a los labios. Aspiró profundamente, sintiendo como el mundo se volvía más suave y borroso a cada segundo que pasaba. Luego se volvió hacia el profesor Harris, quien había caído completamente de culo y aun no se levantaba. Eso era bueno, supuso, significaría que al menos no estaba molesto… ¿creía? Bah, daba igual. Sentía la cabeza embotada y le costaba formar pensamientos coherentes. Hacía demasiado que no fumaba y aquella hierba estaba jodidamente buena.
- Tome, profe.-Ofreció con voz cantarina al llevar el porro a medio fumar frente a la cara del profesor. Cualquiera le habría dicho que estaba loca por hacer eso, pero bueno, Bea nunca había sido demasiado normal, y en aquel estado estaba dispuesta a ser aun más imprudente y salida de lo usual. Incluso se permitió inclinar la cabeza al hombro del profesor, con toda la confianza del mundo.
- Espero que si entra en algún trance vea al changuito y no a su ex novia.
Claro que sabía de la ex novia. Todos en la carrera parecían conocer la historia, el pobre hombre tenía una especie de trauma por aquella mujer.
Beatrice Witchcombe- Mensajes : 56
Fecha de inscripción : 25/09/2012
Re: Un porrito para calmar la tensión.
La verdad que escuchar que una divinidad se ve manifestada como un mono con un tutú fue algo que le surgió bastante risa a Dom, soltando una ligera carcajada y olvidando casi de manera instantánea los nervios que tenía anteriormente. Había sentido como aquello le dio un ligero respiro e hizo que una sonrisa se viera pronunciada en su rostro de una fornida barba.
Lo cierto del caso era que tenía que hacer algo con esa barba, aunque no podía negar que desde que la tenía le hacía ver más interesante. ¡Bah! a quién engañaba, se veía tan o igual de mediocre que su vida, así que sin importarle mucho si eso traería consigo resalías decidió que se iba a disfrutar de manera clandestina aquel porro con la rubia.
Sin embargo, mucho antes de que pudiera hacer algo más Beatrice le había tomado de una manera que poco entendió pero logró desnivelarlo hasta el punto en que cayó por completo. Su trasero era el que amortiguó la caída... ese trasero que tanto le había aguantado horas de escritura, lectura y clases, quien en su más profundo corazón sentía que era su arma secreta y ahora iba a dolerle bastante la mañana siguiente.
Pero no había dicho o hecho nada aparte de quedarse ahí y pensar en lo mucho que le dolería después. Más sin embargo, tomó el porro el cual le dio una larga calada y luego dejó salir el humo de una manera suave. No había tenido contacto visual con la rubia desde su caída hasta que le mencionó a su ex novia; todos sus alumnos y quizá las otras personas que ni si quieran eran de la facultad en donde da clases sabían del trauma que tenía con aquella mujer que le había dejado pues simplemente devastado en más de un sentido. Tenía que superarla pero en muchas cosas se le hacía difícil y ni sabía por qué.
- Vaya... mi ex novia debe ser más famosa que yo aquí - Bromeó un poco, mientras se daba cuenta de las muchas veces que la había nombrado y tan siquiera no se había percatado el hecho de haberlo dicho - Un consejo Bea: todas las semiveelas morenas son unas arpías que se van Hawaii a expensas de ti y el queso de verdad engorda más que la mantequilla - Se encogió de hombros - Lo leí por ahí, a lo mejor a partir de ahora te será vital... lo del queso, por supuesto - Y soltó un carcajada tras eso.
Lo cierto del caso era que tenía que hacer algo con esa barba, aunque no podía negar que desde que la tenía le hacía ver más interesante. ¡Bah! a quién engañaba, se veía tan o igual de mediocre que su vida, así que sin importarle mucho si eso traería consigo resalías decidió que se iba a disfrutar de manera clandestina aquel porro con la rubia.
Sin embargo, mucho antes de que pudiera hacer algo más Beatrice le había tomado de una manera que poco entendió pero logró desnivelarlo hasta el punto en que cayó por completo. Su trasero era el que amortiguó la caída... ese trasero que tanto le había aguantado horas de escritura, lectura y clases, quien en su más profundo corazón sentía que era su arma secreta y ahora iba a dolerle bastante la mañana siguiente.
Pero no había dicho o hecho nada aparte de quedarse ahí y pensar en lo mucho que le dolería después. Más sin embargo, tomó el porro el cual le dio una larga calada y luego dejó salir el humo de una manera suave. No había tenido contacto visual con la rubia desde su caída hasta que le mencionó a su ex novia; todos sus alumnos y quizá las otras personas que ni si quieran eran de la facultad en donde da clases sabían del trauma que tenía con aquella mujer que le había dejado pues simplemente devastado en más de un sentido. Tenía que superarla pero en muchas cosas se le hacía difícil y ni sabía por qué.
- Vaya... mi ex novia debe ser más famosa que yo aquí - Bromeó un poco, mientras se daba cuenta de las muchas veces que la había nombrado y tan siquiera no se había percatado el hecho de haberlo dicho - Un consejo Bea: todas las semiveelas morenas son unas arpías que se van Hawaii a expensas de ti y el queso de verdad engorda más que la mantequilla - Se encogió de hombros - Lo leí por ahí, a lo mejor a partir de ahora te será vital... lo del queso, por supuesto - Y soltó un carcajada tras eso.
Dom Harris- Mensajes : 10
Fecha de inscripción : 25/09/2012
Re: Un porrito para calmar la tensión.
Bea asintió sin decir nada. No quería herir el orgullo del profesor Harris, le caía bien el tipo, pero sí: todos los de la facultad conocían bien la historia, y desde siempre habían flotado toda clase de teorías al respecto. Beatrice Prefería pensar que la mujer simplemente se aburrió de él y ya, antes que creerse esa de que al profesor le gustaban ciertas prácticas sexuales que incluso a ella le revolvían el estomago.
Se rodeó a sí misma con los brazos en un intento por conseguir algo de calor. La temperatura en las grutas parecía disminuir más y más con los días. El maldito invierno estaba cada vez más cerca, podía sentir la jodida temporada de resfriados acercándose. Se rascó la punta de la nariz de manera casi instintiva.
El comentario sobre el queso y la mantequilla le sacó una carcajada, la cual acompañó chocando las palmas un par de veces. Aquello fue tan inesperado como extraño. Si el profesor no fuera, bueno, su profesor, se le lanzaría de una solo por eso.
- Seguiré el consejo, profe…-Dijo mientras contenía un bostezo. Se sentía tranquila, relajada, incluso un poco adormilada. Sin siquiera considerar lo inapropiadas de sus accione apoyó la cabeza en el costado del profesor y se acurrucó a su lado en busca de calor. Se sentía bien, cálido. Pudo sentir como su pecho se hinchaba cuando aspiraba el aire y deshinchaba cuando lo dejaba escapar. Le pareció que aquel movimiento se aceleraba un poco ahora.
- ¿Seguro que no lo aprendió por experiencia propia, profe? –Aventuró, antes de hundir el dedo índice en el leve rollito de piel que se denotaba bajo la ropa del profesor al encontrarse en aquella posición.- Pues espero que su ex novia modelo coma mucho queso. Mi tía Harriet se comió cinco kilos por una apuesta, y luego estuvo estreñida por casi dos semanas.
Supuso que habían pasado al punto en que se podían permitir hablar con tanta… ¿Qué punto? Diablos, podía sentir como todo recobraba sentido rápidamente, el mundo se hacía más firme y menos confuso. La estaba cagando, ¡se había puesto toda cómoda con el profesor Harris! Maldito Martin y sus predicciones espontáneas. ¿Cómo no lo vio venir? Era una puta.
- Um… ¿Me da un jalón? –Rodeó la mano del profesor con sus dedos finos y la acercó a su rostro. Aspiró, el humo caliente invadió su boca y se deslizó por su interior tal como hacía siempre. La diferencia radicaba ahora en que aquella no era la sensación que había buscado; sus labios rosaron las los dedos del profesor, dejando una manchita rosa algo pegajosa en ellos. Beatrice tosió con nerviosismo, escupiendo casi todo el humo de forma involuntaria. No estaba segura de si culpar a las drogas por quitarle la poca vergüenza que le quedaba en el cuerpo o si culparse a si misma por fingir que seguía tan drogada y que casi todo el efecto no se le había pasado en el momento en que se dio cuenta de en qué clase de situación se encontraba. Ya que carajos. Una vez estabas tan abajo, lo único que quedaba era ir hasta el fondo, ¿no?
Movió la cabeza con delicadeza, ajustándola a un mejor ángulo. Se estaba poniendo cómoda, y aquello era MALO. Pero bueno, ¿qué era lo peor que podía pasar…? Maldito Martin y sus predicciones. Harris no perdería su trabajo; ella se controlaría, era más que capaz de hacerlo, ahora mismo solo estaba… poniéndose cómoda, ¡eso! Nadie podía culparla, ¿cierto?
Se rodeó a sí misma con los brazos en un intento por conseguir algo de calor. La temperatura en las grutas parecía disminuir más y más con los días. El maldito invierno estaba cada vez más cerca, podía sentir la jodida temporada de resfriados acercándose. Se rascó la punta de la nariz de manera casi instintiva.
El comentario sobre el queso y la mantequilla le sacó una carcajada, la cual acompañó chocando las palmas un par de veces. Aquello fue tan inesperado como extraño. Si el profesor no fuera, bueno, su profesor, se le lanzaría de una solo por eso.
- Seguiré el consejo, profe…-Dijo mientras contenía un bostezo. Se sentía tranquila, relajada, incluso un poco adormilada. Sin siquiera considerar lo inapropiadas de sus accione apoyó la cabeza en el costado del profesor y se acurrucó a su lado en busca de calor. Se sentía bien, cálido. Pudo sentir como su pecho se hinchaba cuando aspiraba el aire y deshinchaba cuando lo dejaba escapar. Le pareció que aquel movimiento se aceleraba un poco ahora.
- ¿Seguro que no lo aprendió por experiencia propia, profe? –Aventuró, antes de hundir el dedo índice en el leve rollito de piel que se denotaba bajo la ropa del profesor al encontrarse en aquella posición.- Pues espero que su ex novia modelo coma mucho queso. Mi tía Harriet se comió cinco kilos por una apuesta, y luego estuvo estreñida por casi dos semanas.
Supuso que habían pasado al punto en que se podían permitir hablar con tanta… ¿Qué punto? Diablos, podía sentir como todo recobraba sentido rápidamente, el mundo se hacía más firme y menos confuso. La estaba cagando, ¡se había puesto toda cómoda con el profesor Harris! Maldito Martin y sus predicciones espontáneas. ¿Cómo no lo vio venir? Era una puta.
- Um… ¿Me da un jalón? –Rodeó la mano del profesor con sus dedos finos y la acercó a su rostro. Aspiró, el humo caliente invadió su boca y se deslizó por su interior tal como hacía siempre. La diferencia radicaba ahora en que aquella no era la sensación que había buscado; sus labios rosaron las los dedos del profesor, dejando una manchita rosa algo pegajosa en ellos. Beatrice tosió con nerviosismo, escupiendo casi todo el humo de forma involuntaria. No estaba segura de si culpar a las drogas por quitarle la poca vergüenza que le quedaba en el cuerpo o si culparse a si misma por fingir que seguía tan drogada y que casi todo el efecto no se le había pasado en el momento en que se dio cuenta de en qué clase de situación se encontraba. Ya que carajos. Una vez estabas tan abajo, lo único que quedaba era ir hasta el fondo, ¿no?
Movió la cabeza con delicadeza, ajustándola a un mejor ángulo. Se estaba poniendo cómoda, y aquello era MALO. Pero bueno, ¿qué era lo peor que podía pasar…? Maldito Martin y sus predicciones. Harris no perdería su trabajo; ella se controlaría, era más que capaz de hacerlo, ahora mismo solo estaba… poniéndose cómoda, ¡eso! Nadie podía culparla, ¿cierto?
Beatrice Witchcombe- Mensajes : 56
Fecha de inscripción : 25/09/2012
Re: Un porrito para calmar la tensión.
Se cubrió la panza de una vez en lo que ella le había señalado. Hablar de dieta le hizo recordar que tenía que recobrar esa promesa que se había hecho a si mismo de estar en forma alguna vez en su vida. Claro, esa promesa la inició en Enero del año presente y pues... por lo visto no había tenido ni un dejo de disciplina en cumplir su objetivo. En fin, a pesar que el señalamiento le intimidó un tanto, luego compartió una risa.
- A decir verdad, la experiencia que tengo en este rango es un tanto intermitente, pero creo que el que investigó eso no perdió años de su vida en esa investigación como para que fuese falsa - Sentía que estaba haciendo un debate con su manera de hablar, pero es que tampoco sabía como tratar a los alumnos fuera de su aula. Él siempre ha sido y quizás, siempre será un profesor bastante flexible y muy dado con los chicos, pero aquella situación donde había doble moral no sabía muy bien como reaccionar.
Bueno, supuso que si hablaba en un tono informal tampoco es que le iban a amonestar ¿O si?... Nah... "Deje así", se indicó a si mismo. Y luego, de todo eso rió con la anécdota de su tía
- Pobre mujer, me imagino que después vería al queso como una abominación demoníaca o algo así - La verdad era que no le molestaba que la rubia se acercara "demás" (en cuanto a lo establecido para un alumno y un profesor), es más eso lo hizo recordar lo mucho que extrañaba contacto con otra persona, esa... digamos alegría de reír con alguien más y pues por lo que veía drogarse con ganja hasta que el cuerpo aguantara. Se sentía como un adolescente de vuelta y era simplemente agradable saber que podía revivir aquello.
Tras eso le dio el jalón y no comprendió porque sus manos se habían quedado pegajosas, ya que no había visto en donde había puestos sus dedos. Volteó y miró algo rojo...
- Por favor, dime que esto es tu lápiz labial - Dijo rogando, aunque sonara bastante lógico después de ver como los labios de la chica estaban más despintados que antes. Tenía cierta manía de tener las cosas limpias, pero una vez viendo a la chica de lo más cómoda en su hombro, no tuvo que hacer de otra que darle poca importancia a aquello y limpiarse la mano con el pantalón - Y bien, Bea... ¿Te puedo llamar así?... Jeemm.... Si, lógico, ¿ya qué?... - Habló para él un segundo bajando el tono de voz - ¿Cómo has sobrellevado todo esto?, lo del encierro y tal - ¿Era un tema casual?, Si tuviera una varita se daría un auto Avada... pero es que no sabía muy bien como comenzar un tema nuevo.
- A decir verdad, la experiencia que tengo en este rango es un tanto intermitente, pero creo que el que investigó eso no perdió años de su vida en esa investigación como para que fuese falsa - Sentía que estaba haciendo un debate con su manera de hablar, pero es que tampoco sabía como tratar a los alumnos fuera de su aula. Él siempre ha sido y quizás, siempre será un profesor bastante flexible y muy dado con los chicos, pero aquella situación donde había doble moral no sabía muy bien como reaccionar.
Bueno, supuso que si hablaba en un tono informal tampoco es que le iban a amonestar ¿O si?... Nah... "Deje así", se indicó a si mismo. Y luego, de todo eso rió con la anécdota de su tía
- Pobre mujer, me imagino que después vería al queso como una abominación demoníaca o algo así - La verdad era que no le molestaba que la rubia se acercara "demás" (en cuanto a lo establecido para un alumno y un profesor), es más eso lo hizo recordar lo mucho que extrañaba contacto con otra persona, esa... digamos alegría de reír con alguien más y pues por lo que veía drogarse con ganja hasta que el cuerpo aguantara. Se sentía como un adolescente de vuelta y era simplemente agradable saber que podía revivir aquello.
Tras eso le dio el jalón y no comprendió porque sus manos se habían quedado pegajosas, ya que no había visto en donde había puestos sus dedos. Volteó y miró algo rojo...
- Por favor, dime que esto es tu lápiz labial - Dijo rogando, aunque sonara bastante lógico después de ver como los labios de la chica estaban más despintados que antes. Tenía cierta manía de tener las cosas limpias, pero una vez viendo a la chica de lo más cómoda en su hombro, no tuvo que hacer de otra que darle poca importancia a aquello y limpiarse la mano con el pantalón - Y bien, Bea... ¿Te puedo llamar así?... Jeemm.... Si, lógico, ¿ya qué?... - Habló para él un segundo bajando el tono de voz - ¿Cómo has sobrellevado todo esto?, lo del encierro y tal - ¿Era un tema casual?, Si tuviera una varita se daría un auto Avada... pero es que no sabía muy bien como comenzar un tema nuevo.
Dom Harris- Mensajes : 10
Fecha de inscripción : 25/09/2012
Re: Un porrito para calmar la tensión.
- Pues claro que es mi lápiz labial. –Dijo entre risitas, moviendo la cabeza suavemente, como un gato frotándose contra las piernas de su dueño.- Si quiere lo ve más de cerca…
Sacó algo pequeño y cilíndrico de su bolsillo. Levantó el chapstick y lo agitó frente a si misma como si aquella barrita fuese la respuesta a todas las preguntas importantes del mundo. Luego se dio cuenta de que aquella última frase sonaba a coqueteo de adolescente y volvió a reír. No sabía si estaba más drogada, nerviosa o extrañamente feliz. Las tres emociones se revolvían en su estomago de forma conflictiva, casi le daban algo de nausea… o tal vez fuese la hierba.
- Sí, sí, puede llamarme Bea. –Volvió a reír. El profesor, bueno, Dom, parecía ser un manojo de nervios y aquello lo hacía balbucear como tonto. Bea pensó que nunca había visto a un tipo más adorable, o tal vez solo estaba drogada.
“Ya deja de culpar a las drogas”, se reprendió mentalmente. Que carajos, sabía que el efecto de la hierba no tenía nada que ver con lo que sentía. Sí, tenía un pequeño “crush” con su profesor; sí, estaba sentada junto a él en un sitio poco iluminado y no muy transitado a esas horas. Todo el universo parecía haber conspirado para llevarlos a ese punto solo para hacerle sentir nerviosa como chiquilla de colegio. Pero… ¿No estaba nervioso él? Beatrice supuso que se trataba de una reacción normal. Era hombre, estaban solos, y más importante que cualquier otra cosa: era su profesor y aquella situación era sumamente inapropiada.
- Pues lo he llevado lo mejor posible, creo. –Dijo apagadamente. Su cerebro parecía trabajar a toda velocidad, pero muy poca de esta capacidad era dirigida a mantener una conversación provechosa con el profesor Harris. No, Dom, ya estaban en confianza, ¿no? – Aunque a veces es bastante aburrido, ¿sabes? ¿Puedo tutearlo? Digo, ya que entramos en confianza, Dom.
Levantó la cabeza y dirigió sus ojos a los suyos. Fue algo rápido, un breve intercambio de miradas que dejó todo claro. Se mordió el labio sin siquiera notarlo, un gesto casi instintivo.
- ¿Extrañas a tu ex? –Preguntó sin el menor recato. Siempre había tenido fama de indiscreta, y aunque las circunstancias fuesen peculiares por decir lo menos, Bea no podía luchar con su manera de ser.- Siempre me has parecido buen tipo. No eres como el resto de los profesores; sueles parecer algo nervioso e inseguro, claro, pero tú sí pareces genuinamente agradable fuera de clases.
Le pasó un brazo por sobre el regazo y lo apoyó en la fría piedra del otro lado. Mantuvo la vista fija en los ojos de Dom, sabiendo perfectamente que aquel sería el punto de no retorno. Sabía que el profesor estaba jodidamente solo y que, tal como dijo Martin antes, se terminaría sintiendo como si hubiese abusado del tipo. O tal vez no; después de todo Dom era un adulto, de hecho le llevaba más que un par de años, si aquello no inclinaba la balanza al lado moralmente ambiguo –por lo menos- entonces nada lo haría.
Introdujo una mano de dedos hábiles dentro de la chaqueta del profesor y trazó el contorno de su torso de manera casual con la mano, sin disimular en absoluto pero sin mostrar nada de lascivia. Metió la mano en un bolsillo interno de la chaqueta y sacó lo que supo que sería otro de aquellos patéticos libros de autoayuda.
Se aproximó más, la barba incipiente del profesor le raspó la mejilla y el pómulo, lo cual encontró extrañamente placentero. Acercó los labios a la oreja del profesor y dejó escapar su aliento caliente sobre ella. No estaba pensando, solo actuaba. Sabía que aquello bien podría ser un terrible, terrible error, pero conocía lo suficiente a los hombres como para saber cuando uno solo necesitaba de un mínimo empujoncito para ceder. Además, ella lo deseaba. La Diosa sabía cuánto lo deseaba desde el momento en que pisó por primera vez la universidad.
- No creo que necesite más de esto, profesor. –Dijo lentamente, dejando escapar las palabras como jadeos. Retrocedió, encarándolo de nuevo. Tomó el librito con ambas manos, lo abrió por la mitad y lo rasgó como si nada.- Me tomo la confianza para decir que ya es suficiente. Si la perra se fue con aquel imbécil, bien por ellos, es hora de superarlo. Lo que necesitas es un revolcón o algo.
Sacó algo pequeño y cilíndrico de su bolsillo. Levantó el chapstick y lo agitó frente a si misma como si aquella barrita fuese la respuesta a todas las preguntas importantes del mundo. Luego se dio cuenta de que aquella última frase sonaba a coqueteo de adolescente y volvió a reír. No sabía si estaba más drogada, nerviosa o extrañamente feliz. Las tres emociones se revolvían en su estomago de forma conflictiva, casi le daban algo de nausea… o tal vez fuese la hierba.
- Sí, sí, puede llamarme Bea. –Volvió a reír. El profesor, bueno, Dom, parecía ser un manojo de nervios y aquello lo hacía balbucear como tonto. Bea pensó que nunca había visto a un tipo más adorable, o tal vez solo estaba drogada.
“Ya deja de culpar a las drogas”, se reprendió mentalmente. Que carajos, sabía que el efecto de la hierba no tenía nada que ver con lo que sentía. Sí, tenía un pequeño “crush” con su profesor; sí, estaba sentada junto a él en un sitio poco iluminado y no muy transitado a esas horas. Todo el universo parecía haber conspirado para llevarlos a ese punto solo para hacerle sentir nerviosa como chiquilla de colegio. Pero… ¿No estaba nervioso él? Beatrice supuso que se trataba de una reacción normal. Era hombre, estaban solos, y más importante que cualquier otra cosa: era su profesor y aquella situación era sumamente inapropiada.
- Pues lo he llevado lo mejor posible, creo. –Dijo apagadamente. Su cerebro parecía trabajar a toda velocidad, pero muy poca de esta capacidad era dirigida a mantener una conversación provechosa con el profesor Harris. No, Dom, ya estaban en confianza, ¿no? – Aunque a veces es bastante aburrido, ¿sabes? ¿Puedo tutearlo? Digo, ya que entramos en confianza, Dom.
Levantó la cabeza y dirigió sus ojos a los suyos. Fue algo rápido, un breve intercambio de miradas que dejó todo claro. Se mordió el labio sin siquiera notarlo, un gesto casi instintivo.
- ¿Extrañas a tu ex? –Preguntó sin el menor recato. Siempre había tenido fama de indiscreta, y aunque las circunstancias fuesen peculiares por decir lo menos, Bea no podía luchar con su manera de ser.- Siempre me has parecido buen tipo. No eres como el resto de los profesores; sueles parecer algo nervioso e inseguro, claro, pero tú sí pareces genuinamente agradable fuera de clases.
Le pasó un brazo por sobre el regazo y lo apoyó en la fría piedra del otro lado. Mantuvo la vista fija en los ojos de Dom, sabiendo perfectamente que aquel sería el punto de no retorno. Sabía que el profesor estaba jodidamente solo y que, tal como dijo Martin antes, se terminaría sintiendo como si hubiese abusado del tipo. O tal vez no; después de todo Dom era un adulto, de hecho le llevaba más que un par de años, si aquello no inclinaba la balanza al lado moralmente ambiguo –por lo menos- entonces nada lo haría.
Introdujo una mano de dedos hábiles dentro de la chaqueta del profesor y trazó el contorno de su torso de manera casual con la mano, sin disimular en absoluto pero sin mostrar nada de lascivia. Metió la mano en un bolsillo interno de la chaqueta y sacó lo que supo que sería otro de aquellos patéticos libros de autoayuda.
Se aproximó más, la barba incipiente del profesor le raspó la mejilla y el pómulo, lo cual encontró extrañamente placentero. Acercó los labios a la oreja del profesor y dejó escapar su aliento caliente sobre ella. No estaba pensando, solo actuaba. Sabía que aquello bien podría ser un terrible, terrible error, pero conocía lo suficiente a los hombres como para saber cuando uno solo necesitaba de un mínimo empujoncito para ceder. Además, ella lo deseaba. La Diosa sabía cuánto lo deseaba desde el momento en que pisó por primera vez la universidad.
- No creo que necesite más de esto, profesor. –Dijo lentamente, dejando escapar las palabras como jadeos. Retrocedió, encarándolo de nuevo. Tomó el librito con ambas manos, lo abrió por la mitad y lo rasgó como si nada.- Me tomo la confianza para decir que ya es suficiente. Si la perra se fue con aquel imbécil, bien por ellos, es hora de superarlo. Lo que necesitas es un revolcón o algo.
Beatrice Witchcombe- Mensajes : 56
Fecha de inscripción : 25/09/2012
Re: Un porrito para calmar la tensión.
Respiró aliviado al enterarse de que sí, en efectivo, era su lápiz labial. No se había imaginado algo más, pero cualquier cosa con ápice pegajoso era objeto de suspicacia en él, siendo pues una persona que le gusta mantener en orden las cosas... bueno, en orden a lo que se refiere a los objetos, porque su vida personal había estado más y más en picada desde que... bueno, ya ni para qué justificar el por qué de su motivo del bajón en su vida personal si ya toda la universidad y terrenos aledaños sabían de su ex novia.
Se sintió de una manera atípicamente cómoda con Bea y a la vez un peso bajó de él cuando se empezaron a tratar de "tú" en vez de "usted", porque aunque él siempre había sido un hombre bastante respetuoso, esos tratos tan formales en más de una ocasión le dolían la cabeza, sobre todo porque se sentía tan anciano cuando tenía que formular una oración asquerosamente floreada y chapada a la antigua. Recordaba que una vez hizo una llamada a su madre en el mundo muggle y le había dicho "Madre, espero que hayas pasado una linda semana. El trabajo es agotador, espero que la estés pasando de maravilla", y todo muy bonito e isnpirador, hasta que ella le responde: "¿Quién coño llama?".
Pero de nuevo su atención se centró en Bea, quien decía que a veces se aburría entre tanto encierro. Y la justificaba, si él se tuviera que quedar ahí durante tanto tiempo, con tal solo ver los terrenos una y otra vez, aparte que se volvería loco, también pensaría que se aburriría de sobremanera. Por lo consiguiente, no hizo más que rodearle con su brazo en forma de apoyo solidario, sin más nada que pudiera decir ya que era bastante malo para decir algo inspirador que anime a las personas... lo cual era bastante irónico porque necesitaba de eso y mucho en las clases.
Sin embargo, sus ojos abrieron de forma estrepitosa cuando la chica le mencionó si extrañaba a su ex. Su respiración cambió un poco y luego un poco de sudor se le empezó a formar... eso o estaba ya bajo los efectos de la marihuana de tanto inhalarlo del humo de Bea. Se rascó la cabeza nervioso
- Yo eh... pues... verás... lo que sucede... emmm... no lo... no...¿Sí? - Se enredó todo sin formar ni una sola y coherente oración que le respondiera del todo bien lo que ella le preguntó. Aunque luego, comenzó a decir cosas bastante halagadoras con respecto a su personalidad a comparación del resto de los profesores y así fue como rápidamente todo ese embrollo que tenía en la cabeza se le había quitado de repente.
- Gracias, Bea, me alegra saber que.... - Woooow.... ¿Qué eran esos toqueteos?. Se cayó abruptamente mientras tragó saliva y cuando la chica le agarró el libro que siempre cargaba donde creía que habría solución a sus problemas, lo rasgó. Había rasgado una página... y claro en un principio sintió que le habían partido el corazón al tiempo que rasgaba dicha página, pero luego las cosas se empezaron a poner más lascivas cuando escuchó la voz de la chica en su oído y de todas las cosas que decía.
- ¿Qué... estás.... hacie...? - Dijo con una expresión de confusión mientras una fuerza mayor hizo que se acercara repentinamente hacia ella y le dio un beso de improvisto - ¿Qué... estoy... haciend...? - Se había separado para preguntarse lo mismo, pero volvió nuevamente a darle un beso y ahí se quedó, no se separó de los labios de ella, mientras le agarraba del rostro.
Se sintió de una manera atípicamente cómoda con Bea y a la vez un peso bajó de él cuando se empezaron a tratar de "tú" en vez de "usted", porque aunque él siempre había sido un hombre bastante respetuoso, esos tratos tan formales en más de una ocasión le dolían la cabeza, sobre todo porque se sentía tan anciano cuando tenía que formular una oración asquerosamente floreada y chapada a la antigua. Recordaba que una vez hizo una llamada a su madre en el mundo muggle y le había dicho "Madre, espero que hayas pasado una linda semana. El trabajo es agotador, espero que la estés pasando de maravilla", y todo muy bonito e isnpirador, hasta que ella le responde: "¿Quién coño llama?".
Pero de nuevo su atención se centró en Bea, quien decía que a veces se aburría entre tanto encierro. Y la justificaba, si él se tuviera que quedar ahí durante tanto tiempo, con tal solo ver los terrenos una y otra vez, aparte que se volvería loco, también pensaría que se aburriría de sobremanera. Por lo consiguiente, no hizo más que rodearle con su brazo en forma de apoyo solidario, sin más nada que pudiera decir ya que era bastante malo para decir algo inspirador que anime a las personas... lo cual era bastante irónico porque necesitaba de eso y mucho en las clases.
Sin embargo, sus ojos abrieron de forma estrepitosa cuando la chica le mencionó si extrañaba a su ex. Su respiración cambió un poco y luego un poco de sudor se le empezó a formar... eso o estaba ya bajo los efectos de la marihuana de tanto inhalarlo del humo de Bea. Se rascó la cabeza nervioso
- Yo eh... pues... verás... lo que sucede... emmm... no lo... no...¿Sí? - Se enredó todo sin formar ni una sola y coherente oración que le respondiera del todo bien lo que ella le preguntó. Aunque luego, comenzó a decir cosas bastante halagadoras con respecto a su personalidad a comparación del resto de los profesores y así fue como rápidamente todo ese embrollo que tenía en la cabeza se le había quitado de repente.
- Gracias, Bea, me alegra saber que.... - Woooow.... ¿Qué eran esos toqueteos?. Se cayó abruptamente mientras tragó saliva y cuando la chica le agarró el libro que siempre cargaba donde creía que habría solución a sus problemas, lo rasgó. Había rasgado una página... y claro en un principio sintió que le habían partido el corazón al tiempo que rasgaba dicha página, pero luego las cosas se empezaron a poner más lascivas cuando escuchó la voz de la chica en su oído y de todas las cosas que decía.
- ¿Qué... estás.... hacie...? - Dijo con una expresión de confusión mientras una fuerza mayor hizo que se acercara repentinamente hacia ella y le dio un beso de improvisto - ¿Qué... estoy... haciend...? - Se había separado para preguntarse lo mismo, pero volvió nuevamente a darle un beso y ahí se quedó, no se separó de los labios de ella, mientras le agarraba del rostro.
Dom Harris- Mensajes : 10
Fecha de inscripción : 25/09/2012
Re: Un porrito para calmar la tensión.
“Eres una puta, Beatrice”, se reprendía a sí misma una y otra vez, aunque sin despegar los labios de los del profesor. Dejó que este sostuviera su rostro con las manos, aunque no era como si ella quisiese separarse de todos modos. Por su parte, Beatrice comenzó a acariciar una de sus mejillas con las yemas de los dedos, raspándose levemente con la incipiente barba. Su otra mano descansaba en el hombro del profesor, aunque pronto sus dedos se deslizaron hacia su cuello y se hundieron en aquella mata de pelo negro. Jaló un poco.
- ¿Qué está haciendo? –Susurró, alejándose un poco para observar todo su rostro.- Se está metiendo en un buen lío, Dom. Acaba de meter la lengua en la boca de una de sus estudiantes, y estoy segura de que los decanos, a excepción de Immendorff quizás, lo considerarían muy inapropiado.- Tomó sus manos suavemente y las dirigió a sus caderas.- Así que podría detenerse ahora, antes de empeorarlo aun más, o podría disfrutar de la vida por primera vez desde que lo dejaran plantado en el altar. Al menos yo sé lo que quiero.
Sonrió con picardía, mordiéndose el labio. Conocía a los hombres como él. Se entregaban totalmente a una mujer y acababan por tener vidas muy felices y plenas o terminaban traicionados y se volvían realmente inestables, como junkies con síndrome de abstinencia. Quizás si se estaba aprovechando un poco, pero…
- ¿Entonces que dice, Dom? –Se inclinó un poco hacia adelante y acarició sus labios con la punta de la lengua.- Se te extraña en el mundo de los vivos.
Le rodeó las muñecas y dirigió sus manos hacia arriba, trazando el contorno de su cuerpo mientras lo hacía. Posó las manos de Dom sobre sus pechos sin el menor rastro de pudor; le parecía que ya habían pasado o estaban a punto de pasar ese punto.
Síp, era una puta. ¿En qué momento se había vuelto tan jodidamente atrevida?
- ¿Qué está haciendo? –Susurró, alejándose un poco para observar todo su rostro.- Se está metiendo en un buen lío, Dom. Acaba de meter la lengua en la boca de una de sus estudiantes, y estoy segura de que los decanos, a excepción de Immendorff quizás, lo considerarían muy inapropiado.- Tomó sus manos suavemente y las dirigió a sus caderas.- Así que podría detenerse ahora, antes de empeorarlo aun más, o podría disfrutar de la vida por primera vez desde que lo dejaran plantado en el altar. Al menos yo sé lo que quiero.
Sonrió con picardía, mordiéndose el labio. Conocía a los hombres como él. Se entregaban totalmente a una mujer y acababan por tener vidas muy felices y plenas o terminaban traicionados y se volvían realmente inestables, como junkies con síndrome de abstinencia. Quizás si se estaba aprovechando un poco, pero…
- ¿Entonces que dice, Dom? –Se inclinó un poco hacia adelante y acarició sus labios con la punta de la lengua.- Se te extraña en el mundo de los vivos.
Le rodeó las muñecas y dirigió sus manos hacia arriba, trazando el contorno de su cuerpo mientras lo hacía. Posó las manos de Dom sobre sus pechos sin el menor rastro de pudor; le parecía que ya habían pasado o estaban a punto de pasar ese punto.
Síp, era una puta. ¿En qué momento se había vuelto tan jodidamente atrevida?
Beatrice Witchcombe- Mensajes : 56
Fecha de inscripción : 25/09/2012
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