¿Perdido otra vez?

La luz de una de las antorchas le cegó por un segundo. Por decimoquinta vez, desde que empezó el curso, se había perdido por las grutas ¿Porque se empeñaba aún en entrar por ellas si después resultaba que nunca sabía cómo salir? Le agradaba pensar que tarde o temprano le pillaría el truco, sería capaz de entrar y salir sin problemas ni necesidad de conjuros, porque… a fin de cuentas todo el mundo sabía que de allí se podía salir con paciencia y un conjuro guía. Pero hostia…

Se arregló el pelo un poco y se sentó tranquilamente en una de las piedras de las grutas. Llevaba la ropa que usualmente usaba para salir a hacer ejercicio. Desde que el profesor de leyes había sido sustituido hacía relativamente poco tiempo las horas libres para hacer el vago habían disminuido de manera bastante notoria, había pasado de estar prácticamente libre todo el día a muy ocupado, y por eso había aprovechado ese rato, del domingo, para dar una vuelta por las grutas, despejarse, intentar llegar a algún lugar aleatorio… decían que por ahí se podía salir al lago, a la zona exterior de la universidad incluso, pero no, él tenía que perderse, tomar malas decisiones y terminar sin saber cómo llegar ni tan siquiera a lugar del cual había salido.

En definitiva, después de suspirar y sentarse a esperar una especie de inspiración divina, el chico se estiró un poco, apoyó la espalda en la fría piedra de las grutas y tomó un trago del agua que llevaba en una mochila cómoda. Como su intención inicial era alejarse de la escuela para relajarse incluso llevaba un libro, pero con la tenue luz de las antorchas aquello no se hacía relajante, sino más bien todo lo contrario.

-¡Soy un desastre! – por supuesto no esperaba que nadie lo oyera, no esperaba que hubiera nadie más tan aburrido como para ponerse a pasear por allí un domingo, o mejor dicho, no esperaba a nadie con tan poca resaca como él, que el día anterior se saltó la parte en la que los sábados se sale a pasarlo bien.