Una vez más

No, no había sido una buena semana. Todo había ido a mal, empezando por el entusiasmo que Angus había tenido con su fiesta y lo bien que había empezado para terminar en tragedia de titular de periódicos; después, mi breve altercado con joe que aunque había estado truncado por la explosión y el siniestro, había sido una cosa que había resquebrajado duramente nuestra relación, y ambos sabíamos por qué. Y lo peor de todo, Les. ¡Les, carajo! ¡¿Cómo es que nadie se había preocupado de más después del Samhain?! Me sentía tan culpable como los demás en esa mezcla de negación e indiferencia en la que nos habíamos sumido, pensando que todo iba bien.

Pues no, no iba bien. Yo también había ido a su funeral aunque de familia sólo le quedaran sus padres, y no había cruzado una sola palabra con Joe. Todo estaba jodido, lo mío con Milena estaba yéndose directo al carajo, era inminente. Pero no podía darme el lujo de, encima de todo, perder a Pearl. Fui por algunas cosas a la tienda mientras pensaba en miles de cosas y en nada. Abrí la puerta con mi llave y la vi ahí, sentada en el sillón que era prácticamente mi casa. Dejé las bolsas de plástico en el piso y fui a sentarme a su lado.

No tenía qué ser un genio para saber que iba a tener pésimas experiencias con sus amigas más cercanas, había bastado con ver la reacción de Sofie Luttrell para saberlo. Ni qué decir de Milena, y tampoco estaba muy seguro sobre la mujer de Angus. Seguía pensando que me pesaba estarla enredando en algo que la fuera a dejar sola, al menos de manera momentánea, la idea me parecía desagradable y me hacía sentir aún más culpable.

-Llegaste temprano...

Le dije con media sonrisa mustia, casi tímida, como si apenas estuviera acostumbrándome a su presencia y no estuviera ya en un círculo de intimidad con ella muy difícil de romper. Lo único que se me ocurrió fue acostarme en su regazo mirando nada, los canales en la TV hablando sola mientras ambos teníamos mil complicaciones en la cabeza. Acaricié su rodilla y no dije nada.

Sonreí con cierta tristeza sin saber por qué. Sabía, o más bien intuía cómo era la vida de Pearl con su familia, esa hija única que había crecido siendo el talento, la niña bonita, la que hacía todo bien. Parecía una vida sencilla pero ya imaginaba yo que no, por que aunque nuestra educación no se pareciera en nada, yo también era un hijo únicoq ue quería ser fiel a la manera en que había sido educado, aunque eso nos hiciera infinitamente distintos. Suponía que ella tenía cierta conciencia de ello.

Muchas cosas habían pasado por mi cabeza en ese tiempo, y no sólo asuntos personales. Lo más complicado era que había empezado a sentir la necesidad de acercarme a Per Alechinsky, o al menos a intentarlo, y eso también me tenía intranquilo. Decidí que cerrar los ojos y escucharlos diálogos diluídos de This is England sería suficiente para ese momento.

-Esa es una buena película, luego la veremos con calma. Traje cosas para ti...

No supe qué hacer en el momento exacto en que me decía que había terminado con él, sabiendo que ese él era Joe. No la tomaba por tonta, pero tampoco quería acercarme a la idea de estarla influenciando en algún sentido, pues aunque era una manera fácil de levantarse el ego la única verdad era que no quería ser el responsable por los actos de nadie, me parecía una responsabilidad demasiado poderosa la de influír, aunque no iba a negarlo, dejé de sentir esa sensación desagradable de hacer algo que no debía cuando estaba con ella.

Me incorporé poco a poco y me quedé sentado a su lado, sonriendo a medias aunque con la mirada hacia abajo. No había manera posible de decir que esos tiempos fueran feliceso al menos me dieran algo de esperanza, sentía que todo iba a mal, que no tenía fuerzas suficientes para sobreponerme. Aún así, acaricié su cabello y me acerqué para besar la comisura de sus labios, como si no me atreviera a hacerlo como deseaba por alguna razón.

-Lo siento... siento que todo hubiera tenido que ser tan jodido. Le envié una nota a Milena, pero aún no hemos hablado, de todos modos haré lo mismo.

Sí, sabía que una relación donde alguien tenía que justificar todo el tiempo a su significant other no era precisamente la mejor de las relaciones. Por un tiempo había insistido en que ese no era mi asunto pero la parte del autoengaño se había ido cuando sabía que la quería demasiado como para poder pensar que lo que teníamos a solas era una cosa y lo que pasaba después con su vida era otra, en otro espacio y otro tiempo. El día de la fiesta había quedado en claro que no estábamos hechos para llevar esa doble vida que hacía sentir a todo el mundo miserable.

No supe cómo sentirme respecto a haber salido a colación en su conversación con Joe, en los términos que hubiera sido, pero cualquier cosa que fuera franca me parecía bien. Y sobre las cosas que iba yo a decirle a Milena tampoco tenía nada claro, pero pensé que si ella había tenido la entereza de darle una buena razón para no seguir, y si creía que yo era una razón suficientemente buena, tenía qué hacer exactamente lo mismo. No sólo por reciprocidad, sino por que lo creía. Carajo, estaba enamorado, había costado mucho darme cuenta, y había sido una manera demasiado poco usual de hacerlo.

Tuve qué abrazarla antes de levantarme a por las cosas que había traído, que no eran nada particularmente especial. Había comprado cerveza, comida barata, cualquier cosa. Lo llevé todo al viejo baúl-centro de mesa y saqué lo necesario, haciendo hincapié en unas pastillas de menta extra fuertes. Esa era una verdadera tontería, o eso podía parecer.

-Para navidad habrá cosas mejores. Pero estas son un regalo sorpresa, después te cuento para qué son... Pearl, ahora tienes qué decirme la verdad ¿Estás bien... ¿Qué harás ahora?

Harás, no haremos. Si había insistido en que no necesitaba el menor título de propiedad iba a cumplirlo, aunque también estaba pensando en lo que ocurriría. Por más que fuera abierta y liberal, sabía que sus costumbrs y su familia eran otra cosa, y quizás el haber dejado lo de Joe era sólo una muestra de querer volver a ese camino. No podía simplemente olvidarme de eso y seguir en esa burbuja de perfección presente que parecía ocurrir cuando nos veíamos a solas.

Crear expectativa sobre unas pastillas de menta me hubiera preocupado, pero no era el caso, por que todo se trataba de sexo oral con efecto refrescante y la idea era tan estúpida que me reí para mis adentros, pero era efectiva, lo sabía por experiencia. No supe por qué se arrepentía con la cerveza, pero yo tomé una y dejé otra para ella antes de levantarme a guardarlas mientras ella hablaba y se encendía un cigarrillo con la delicadeza de abrir la ventana. Me daba cuenta que habíamos vuelto a esa ocasional intimidad que tenía el apartamento, como cuando mirábamos películas y pasábamos el tiempo ahí, acostumbrándonos uno al otro en la mejor manera posible.

Me volví a sentar mientras en la tele hablaban los nacionalistas ingleses como hablaban los magos partidarios del purismo y me daban ganas de repetirle que esa era una buena película que teníamos que ver con calma. Me gustó que se recargara en mi y sonreí pensando en lo que quería hacer que era, realmente, lo único importante. Me encogí un poco de hombros antes de intentar responderle.

-Más bien suenas como esas personas que son existosas en la vida. Los tipos cool serán unos fracasados con el tiempo, ya lo verás

Ojalá yo no entrara en la categoría de esos tipos, pero si era así, tampoco me quitaba el sueño. Repetía para mi mismo, muchas veces, que en mi educación había habido pocas convenciones y lo más cercano a la normalidad que había tenido era el tiempo que había pasado en Hogwarts. Y no quería cambiar en absoluto lo que ella quería o no hacer con su vida, después de todo no me había enamorado de quien quería que fuera, sino de quien era, por trillado que eso pudiera sonar. Le di un trago a la cerveza antes de responderle, y también antes de responder la besé, con calma y con todas las ganas que había contenido para hacerlo, acariciando sus labios y después entreabriendo los míos para sentir su lengua, acariciar su cuello. Me encogí de hombros.

-Yo nunca tengo planes, Pearl. Sólo para algunos fines de semana, ni siquiera tengo un plan ahora mismo... ¿Qué pasó con tus amigos?

Y también era la mala costumbre de responder vaguedades a las preguntas serias que me hacían. Y lo dicho, no creía que lo que hubiera pasado con Sofie hubiera sido cosa de nada, pero quizás estaba precipitándome por que, finalmente, no conocía de mucho a sus amigos ni la situación en la que estaba con ellos. Así como mi asunto con Joe, sabía que lo de Milena sería irreconciliable, y eso también complicaba ese círculo formado entre ella, la mujer de Angus y Pearl. Estaba preocupándome demasiado, o quizás asumiendo cosas antes de tiempo. Después de todo, que ella hubiera terminado no significaba que se fuera a meter en otra cosa al instante. Lo único que me importaba era el presente, pero era inevitable pensar en esas cosas.

Sonaba extraño, pero no sentía que tuviera que darle cuentas a nadie. Como casi siempre, el mundo me daba bastante igual, y no se me pasaba por la cabeza tener que hablar con nadie sobre las cosas que decidía, salvo con Milena, por que bueno, ese era un asunto casi obligado. Me reí cuando Pearl repetía la frase de This is England después del beso que dejaba a ese niño precoz de Nottingham lleno de labial negro de los ochentas. Sonreí a medias con su último beso, antes de esa pregunta que me sonaba tan cinematográfica en ese momento.

Miré hacia abajo por un instante, no quería responder rápido y sin sentido por que tampoco tenía una respuesta rápida y sin sentido a esa pregunta tan vaga y a la vez tan significativa. Qué iba a decir, ella y yo todo. Tahira lo había sabido desde que llevé a Milena a casa, y me había advertido que más valía que estuviera haciendo las cosas bien por que esa chica estaba enamorada. Detestaba que me pudiera leer con tanta claridad pero era así, había algo en ese amor que no terminaba de ser el amor que quería, y lo peor era que lo tenía con otra persona. Le había dicho muy adecuadamente que yo nunca hacía planes, pero no iba a tener el descaro de repetirlo si hablaba específicamente de eso.

Tomé su mano, entrelazando mis dedos con los suyos y dándole un beso rápido, quedándome cerca de ella sin responder de inmediato, no por que quisiera expresamente incomodarla sino por que, insistía, esa era una respuesta que me importaba y no quería decir cosas bajo presión. No por decir que ella me presionaba o algo por el estilo, yo también lo había pensado, demasiado. Incluso desde el primer día en que la había llevado a mi casa y la había desnudado, tuve que ahogar el pensamiento de mandar todo al carajo por estar con ella. Al final resultaba que lo hacía, aunque hubiera mareado la decisión un tiempo... y también tenía que saber si ella quería seguir manteniendo todo como una aventura secreta o no.

-Tú y yo todo, Pearl...

Iba a dearle las decisiones a ella, por que quedaba claro que a nadie le iba a gustar la idea de que de pronto fuéramos nosotros los que estábamos juntos y las malas lenguas iban a trazar suposiciones, y no iba a ser nada fácil. Lo repetía, a mi el mundo solía darme bastante igual pero eso no significaba que ella pensara del mismo modo. No tenía qué preguntárselo, sólo la miré y volví a besarla. Ella y yo todo, las decisiones eran suyas.

Que le gustara mi respuesta me gustó todavía más que decírselo así, y también apreté su mano después de que me besara sin poder dejar de mirarla como si fuera un imán, como había sido desde siempre, peor aún desde que había descubierto el sabor de sus labios, la manera en que se acoplaban perfectamente a los míos y la calidez de su aliento, la curvatura de su naríz, el brillo de sus ojos y el aroma de su cabello. Todo entonces, parecía que ambos sabíamos lo que significaba sin tener qué definir mucho más. Sabía que a la gente no le iba a encantar la idea, que después de Joe dando discursos de amor en su cumpleaños y regalándole un kneazle frente a sus amigas más queridas, su cambio no iba a ser agradable en absoluto. Nada lo sería.

Sostenía que podía manejar la presión social por que nunca me había importado pero me oreocupada por ella en el sentido en que la juzgaran más de lo que ya lo hacían por estar exagerando con su liberalismo, o esa impresión me daba. Yo también estaba cansado de pensar que era inadecuado quererla, y si ya habíamos hablado con los únicos que importaban en el asunto, entonces qué más daba. Metí las manos en su cabello cuando me besaba y acaricié su cintura antes de que Pearl se alterara con la escena. En definitiva teníamos que mirarla de nuevo, para que viera a los tipos de This is England como un sinónimo de los puristas en el mundo mágico.

-¿Internet, quieres que te enseñe a usar internet? Jamás. Vas a terminar poniéndole más atención al computador que a mi, y no voy a aceptarlo.

La acomodé para que quedara sobre mi y volví a besarla con calma, disfrutando de la humedad de su boca y nuestro intercambio de aliento, lo mucho que me gustaba saber que la tenía cerca, que la quería, que la amaba demasiado y empezaba a dar igual que fuera así. Levanté su falda hasta los muslos acariciando los costados de sus piernas, mirándola con intensidad y pasando una mano por su cabello como hacia siempre que quería verla bien, a detalle.

-Te amo, me importa una mierda a quién le parezca mal o no

Desabotoné su blusa y me gustó mirarla así, sobre mi con sus faldas habituales y su sostén de chica que no pretendía mostrarle la ropa interior a nadie. La acaricié por encima de la ropa y volví a besarla.

Respiré profundo al mirarla de nuevo sobre mi, planteándome seriamente que esa era la chica a la que amaba y no tenía que estarme escondiendo para soltarlo con tanta seguridad. Quería estar seguro, no iba a mentir diciendo que no estaba un poco confundido, o un poco tenso por cómo se fueran a dar las cosas en adelante, pero parecía ser que mirarla en esa posición, sentir su peso sobre mi cuerpo y buscar su mirada eran la manera de ir apaciguando cualquier duda. Acaricié su mejilla, su cuello y su cabello tan liso y brillante, su piel tan blanca. Pasé la mano por su cintura, acariciando su espalda bajo el sostén y sonreí cuando me decía con tanta franqueza que me había querido escuchar de nuevo esa frase.

-Claro que lo escuché.

Y había sido lo que en definitiva me había dado el empujón final para arriesgar. Arriesgar una amistad antigua, para empezar; no iba a justificarme diciendo que Joe tampoco es que fuera mi círculo íntimo de amigos y aunque nos habíamos embriagado juntos varias veces no era con el que estaba todos los fines de semana, pero eso no era razón para aminorarlo. Era un camarada, un tipo al que había conocido desde que tenía memoria aunque Tahira odiara a su familia como a pocos, y que era tan mi familia como Angus. Y Milena, a quien de verdad había amado como se lo había dicho, aunque iba a ser honesto... no lo suficiente. Quizás nos habíamos precipitado, o quizás nuestras diferencias pesaban más que las afinidades, y aunque podía decir lo mismo de Pearl, no era exactamente lo mismo. No sabía explicarlo, y ya ni siquiera tenía por qué.

Como ella había sentido imposible no acercarse, yo también la tomé por las caderas para que me sintiera, su cercanía era un efecto inmediato, me la ponía dura apenas verla con la blusa abierta y encima de mi, con esa mirada que me decía que no quería que me detuviera, y tuve que besarla de nuevo, casi interrumpiendo su última frase de la impresión y las bolsas del Tesco ¡Del Tesco! se estaba habituando completamente al mundo muggle.

-Se lo merecen por la vez en que casi los encontramos follando ¿Te acuerdas?

No quería traerle esas imágenes a la cabeza, sólo salirme por la tangente y bajar un poco la tela de su sostén para acariciar con la lengua esa piel tan prohibida y de tacto tan particular, sentir que sus pezones se tensaban en el momento en que sentía la calidez de mi aliento. Bajé el tirante de su sostén y no tuve prisas en hacer más nada que recorrerla con mi lengua, sin encontrar saciedad en el tacto de su piel delicada y hermosa. Sin apartarme ni un milímetro tomé el control y apagué el televisor.

-¿No es emocionante? Que puedan llegar y nos sorprendan...

Sabía que no iban a llegar pronto, Angus había dicho algo de planes y de la tarde y quién sabe qué cosas a las que no les había puesto la más mínima atención. Lo único que requería toda mi atención era seguir pasando la lengua por la blancura de sus senos, acariciarlos y poco a poco aumentar la intensidad de esas caricias, presionarlos un poco, atraparlos entre mis labios y después entre mis dientes, ser delicado todo el tiempo para de pronto sorprenderla con un gesto un tanto agresivo, sutilmente doloroso. Me gustaba levantar la vida y mirarla frunciendo un poco el ceño sin atreverse a apartarme, ya sabía que me gustaba jugar con esos límites.

Podría ser cierto, que tuviera cierta tendencía a los peligros. No sabía qué tal peligroso era eso en comparación a haber estado viéndonos a escondidas, pero sí, me sentía incentivado por esa clase de cosas aunque fuera un alivio saber que ya estábamos claros sobre lo que queríamos, al menos hasta cierto punto, y si nos daba la gana nos podríamos fácilmente olvidar de paranoias. El tacto de su piel era completamente sutil, como si quisiera tocarme apenas aunque sus caderas me buscaran y sólo su respiración me dijera que quería seguir.

También la miré mientras la acariciaba, aún con restos de la humedad que mi saliva había dejado sobre sus senos , presionándola con mis dedos un poco sin apartar mis ojos de los suyos hasta que me besaba de nuevo y metí la mano bajo su falda, metiéndola bajo sus bragas, sonriendo a medias al sentir su coño humedeciéndose. No me tomé mucho tiempo en eso, y tampoco en continuar como habíamos empezado. La tomé por la cintura y le di la vuelta, dejándola sentada sobre el sillón hasta que volví al baúl a tomar las mentas que le dije que eran una sorpresa. Me dio un poco de risa estarme metiendo a la boca una mentajusto cuando estábamos, al parecer, a punto de follar.

-¿Quieres saber para que son las mentas?

Bajé sus bragas procurando que se las quitara completamente. Estábamos medio vestidos, y descubrí que eso también era una parte de hacerlo todo en lugares medio prohibidos, medio peligrosos. La ropa a medias tenía qué ver, así que no le había quitado la falda, de hecho no le había quitado ni la blusa, sólo la tenía desabotonada con el sostén bajado a la carrera, me encantaba esa imagen. La besé una vez más mientras abría sus piernas.

-¿Sabías que soy felíz haciéndote esto? Infinitamente felíz. Al diablo la carrera, y al diablo la magia, quiero comerte el coño para siempre, nada más. Me reí y no pude evitar volver a besarla otra vez antes de hacer lo que pretendía, cuidando de seguir teniendo la menta en mi boca y no habérsela pasado por accidente.

No recordaba de dónde había sacado ese truco absurdo. Cuando había comprado las mentas sólo recordé que lo había hecho con una chica y me había dicho que el efecto era muy distinto, pero después recordé que todo había sido una cuestión de corroborar una historia que le había escuchado a un amigo muggle y me sonaba rematadamente estúpida. Después descubrí que era una especie de secreto a voces y al final resultó ser un curioso plus a todo el evento.

La primera vez que lo había hecho la maldita pastilla se me había perdido en el interior de la chica. Bueno, no en el interior interior, pero de pronto noté que ya no la traía en la boca y un miedo incómodo me había recorrido pensando que le iba a provocar una infección por dejarle caramelos en el coño, pero al final la había recuperado. Por supuesto que eso no me iba a pasar de nuevo, lo tenía todo bajo control después de ese pequeño ataque al corazón que había tenido más o menos a los veinte años. Y no mentía, me encantaba hacérselo y escucharla, medio reírse por mis ideas sacadas de alguna película erótica barata que, después de todo, tenían su encanto.

Puse la mano bajo su culo, y después su espalda baja para que levantara un poco las caderas, me gustaba hacer eso, sentir como su piel se contraía por el efecto mecánico de moverse mientras la escuchaba respirar con más intranquilidad cada vez.

-A alguien le gustan las mentas...

Se lo dije en los pocos segundos que me atrevía a despegar los labios de su hermoso coño, levantando un poco la vista y sonriendo apenas, después de todo el asunto no dejaba de tener algo cómico, y era adorable escucharla reír un poco entre gemidos. Seguí a lo mío con la dedicación que exigían momentos tan preciados como ese y quise pensar que en adelante el recuerdo de las mentas le remitiría a mi, al menos de vez en cuando.

La única verdad era que además del presente, me hacía felíz estar ahí con ella sabiendo que no se iba a terminar lo que teníamos, que ella tenía tantas ganas de seguir con eso como yo y nos lo habíamos podido decir son muchas complicaciones. Estaba optimista, sintiendo que todo iría a mejor, y que de cierta forma algunas cosas se habían puesto en su lugar, aunque no hubiera ocurrido de la mejor manera.

La perfecta música para mis oídos que era escucharla correrse, no sólo escucharla, sentirla, notar que esa tensión en sus músculos de pronto se dejaba ir, ese suspiro final contenido después de ponerme las piernas sobre mis hombros, la visión perfecta de sus ojos cerrados y sus palmas sobre el sillón. No había nada que pudiera encontrar más hermoso que esa imagen, más deseable que su sabor en mis labios mezclado con la menta extrafuerte y después con sus besos, me encantaba que me besara después, había chicas que lo detestaban, por cierto.

Yo también intenté recuperarme mientras ella lo hacía, mi exciación era bastante y también tenía la respiración agitada, y cómo no, la mandíbula un poco adormecida. Le sonreí de vuelta y la volví a besar después de que dijera que le gustaba yo, me sentí orgulloso como un maldito león con su harén aunque no me hiciera falta el harénm, realmente. Acaricié sus labios con el dedo índice y después pasé la mano por su cuello hasta llegar a acariciar sus senos aún escapándose de su sostén, el que yo había dejado deliberadamente así, mal acomodado y revelador. Volvía a excitarme de sólo verla así, ya estaba también pensando que nos habíamos visto más veces así que completamente desnudos a pesar de haber dado mutuas muestras de no podernos quitar las manos de encima... aún después de pensar que lo mío con ella siempre sería completamente platónico.

-No sé, la leyenda urbana cuenta que sí, pero no te sabría decir...

Por supuesto que sabía el por qué de la leyenda, y por supuesto que sabía que en efecto, se sentía distinto. Estaba bromeando como para incentivar sus intenciones aparentes de regresar el favor aunque ya tendría claro que yo no hacía eso como si fuera un trueque obligado, sino por que me encantaba más allá de muchas cosas y punto. Recibir también era una bendición divina, pero mi política era la de nunca pedirlo, ni siquiera sabía por qué. Sentía que tenía más mérito si una chica quería hacerlo y ya, por que lo deseaba y le daba la gana. No había dejado de besarla, contrastando mis ganas de seguir tocándola con su apacible calma de después de venirse. Llevé la mano hasta su coño todavía húmedo, acariciándolo un poco y después mojando un poco sus tetas con su propia humedad, sintiendo su piel reaccionando a mi tacto a pesar de estar parcialmente agotada. Por supuesto que volví a lamer esa piel tan atrayente, tan distinta en la boca que cualquier otra parte del cuerpo.

-Oye, no puedo quitarte las manos de encima...-Se lo tenía qué decir como lo había pensado, era cierto, sentía que no había manera humana de cansarse de todo aquello.

Angus le había dado a Karim pocos detalles sobre sus planes de esa tarde, que eran llevar a Aquila a ver la versión remasterizada de Gremlins en el cine y luego pasar a comprar cosas para cocinar en casa. Habían tenido muy duros momentos con cómo había terminado la fiesta, el interrogatorio de los aurores y las posteriores declaraciones de farsante de Damien Holland con lo que tan fácil parecía haberse ganado al Wizengamot. Darse por vencido no estaba en sus planes pero tenía que calmarse y todavía se recuperaba de la más reciente luna llena. Todavía tenían que recoger a los perretes de la escuela pero eso lo harían más tarde y primero podían pasar a dejar las bolsas de las compras y tomárselo con calma.

Angus le iba contando a Aquila de los Gremlins y de cómo habían marcado su vida mientras subían las escaleras con las bolsas levitando tras ellos arriesgándose a que algún muggle fuera bajando por su camino y lo viera, aunque a esas horas la gente no pasaba por ahí. Al licántropo le importaba más pasarle los brazos a su mujer por los hombros y besarla de vez en cuando que cargar bolsas y preocuparse por el secretismo. De todos modos no llevaban gran cosa, eran solo dos bolsas que no significaba ningún estorbo.

Estaban ya en la puerta de su departamento cuando, mientras buscaba las llaves para entrar en los bolsillos de su pantalón se dio cuenta de que se le habían olvidado las cervezas-¡No! Mis latas. Las olvidé. Vamos rápido a la licorería que está en la esquina. Ándale, las necesito. -Tomó a Aquila por los hombros de nuevo para darle la vuelta e ir por las cervezas que le hacían falta, sin las que la comida no sería lo mismo.

No tenía ni idea que tras esa puerta que todavía no cruzaban, Pearl y Karim estaban haciendo cosas que jamás se hubiera imaginado que hicieran entre ellos. Estaba enterado de lo de Joseph y Pearl, porque había llegado el chisme hasta el Radegast, de lo que se había escuchado y visto en los dormitorios de Cerridwen, pero Joseph no se había pasado por el bar en persona, Pearl tampoco. Y mucho menos sabía que tenía algo con Karim. Le hizo un gesto a Aquila para que caminara por delante de él y fueran por lo único que le faltaba para ser un hombre dichoso y completo esa tarde, dándole una palmada en el trasero para que avanzara.

Cuando Angus le había contado la manera en que esa película de los Gremlins había cambiado su vida, Aquila podía ya casi afirmar lo mismo aunque sus reflexiones se trataran de pensar en cómo lograban los muggles crear a esos bichos y ponerlos a actuar, si eran muñecos, o títeres o qué diablos. Se le ocurrían muchas maneras con las cuales hacerlo pero todas involucraban magia y podía decir que esas cosas le empezaban a parecer demasiado ingeniosas. De hecho, ni siquiera con magia podría diseñar a un Gremil, y eran muy bonitos, un buen día buscaría el muñeco de alguno.

Le dio igual que decidiera usar magia para cargar la compra aunque no es que llevaran doce kilos de papas ni nada por el estilo. Lo iba abrazando por la cintura y de vez en cuando le daba pequeños besos en la mejilla y le olisqueaba un poco el cabello, hechos una pareja melosa e insoportable como desde el principio, todo parecía ser demasiado fácil a su lado. Y por supuesto que ella tampoco tenía la menor idea de lo que pasaba en el apartamento. Después de la fiesta se había quedado con un muy mal sabor de boca y no había podido pensar en nada más, se le iba el sueño pensando quién habría podido planear una cosa así, estaba de acuerdo con Cleverley, era sospechoso como accidente.

Sabía que Pearl había dejado a Joe y no podía decir que estuviera consternada o se sintiera mal por ello, menos después del escandalito del que muchos se habían enterado, al menos los de su facultad. Pero no, no tenía mucha idea sobre ella y Malik aunque de saberlo, pensaría que, después de todo, no sonaba a algo tan descabellado.

-¿Qué? Estás loco, estamos ya en la puerta. ¡Y quiero ir al baño!

Le dijo con gesto de niña mimada, y sí, era cierto, quería ir al baño pero tampoco era una situación extrema. Imitó sus gruñidos que soltaba cuando estaba enojado y se resignó, no entendía por qué carambas tenía qué acompañarlo y no se regresaba él sólo por su vicio, estuvo a punto de decirle que así lo hiciera pero recordó que nunca sabía qué sidra era la que le gustaba y sería mejor ir con él en vez de pedirle para que le comprara lo que no.

-Oye, en los Gremlins noté una cosa, que en esa caricatura de los Simpson hacen como una recreación de cuando compran al bicho, una parodia. "Tenemos qué volver a la tienda" Qué mal... "Pero te voy a comprar algo, Aquila" ¡Qué bien!...

Parecía estar hablando absurdos pero sabía que Angus la entendería por que también era adicto a esos dibujos animados de la televisión muggle. Soltó una risa y se le colgó de la espalda, casi tirándolo por las escaleras y pidiéndole perdón por ello.

-"Pero te bajaré cargando como a Cleopatra por que estás cansada" ¡Qué bien!

No me puse a pensar si Pearl había hecho antes por que lo único importante era que me lo iba a hacer a mi, y por primera vez, yo también lo tenía en cuenta. Hice lo que me pedía, sentándome en el sillón donde dormía mientras la miraba meterse una menta a la boca y eso me volvía a dar risa, por que no dejaba de tener su tono gracioso con eso de la leyenda urbana comprobada y tal. Me aparté el cabello de la cara y seguí mirándola, antes de besarla y acariciar su lengua con la mia, tocando su cabello y percibiendo el mismo sabor de la menta que me había quedado de antes.

La expectativa que me causaba me había puesto aún más excitado y ella iba a notarlo, también me reí un poco cuando ella lo hacía mirándome, aunque mi sonrisa se fue borrando lentamente al sentir su lengua, entreabriendo los labios con ese anuncio de la sensación tan jodidamente placentera que vendría. Claro que notaba que estaba un tanto insegura, no era lo mismo que una chica se agachara con toda la determinación del mundo o hasta sacara una liga para atarse el cabello, lo había visto una vez en la vida.

Por supuesto que no estaba a consideración el ponerme como profesor evaluándola, por que lo único que me importaba era que lo estaba haciendo por el puro gusto de hacerlo y estaba concentrada en nada más que mi placer, lo cuál siempre era un pensamiento, y una imagen, bastante poderosa. Acaricié un poco su cabello y sonreí un poco antes de gemir inevitablemente sintiendo que era mi respiración la que empezaba a descontrolarse esa vez. No podía dejar de mirarla aunque de vez en cuando mis ojos se cerraban ante la fuerza de las sensaciones. No tenía, claro, la menor idea de que en ese instante Angus casi abría la puerta del apartamento.

Hubiera sido el asunto más bochornoso del mundo pero todos los dioses nos estaban salvando, y la mejor parte es que quizás jamás lo sabríamos. Me incorporé un poco para acariciar su espalda y también su culo, levantándole un poco la falda, lo que sólo incentivaba más las ganas que me daban de penetrarla en ese momento. Tomé su rostro con las manos para apartarla de su labor y la besé con ansias, todo fue una sucesión de movimientos desordenados para terminar tendidos en el piso y mi mano buscando torpemente en la bolsa los preservativos que por supuesto que había comprado, sin dejar de besarla.

-Tengo que follarte ahora mismo... ¿Quieres que lo haga? ¿Quieres que me corra en ti? Se lo decía mirándola con intensidad, sólo bajando la mirada para ajustar la protección y esos malditos segundos de espera que hacían que todo fuera aún mejor. Yo como siempre hablando de la única manera en que me gustaba hacerlo al follar y a pocos metros de nosotros, Aquila y Finnerty haciendo referencias a los Simpson. Así eran las cosas.