The Lions Den

Conseguí los boletos de último minuto con un vecino que tenía para toda la temporada, aunque tuve que insistirle mucho y hasta mentir diciendo que iba a llevar a una cita al fútbol y que pensara si iba a negarse y a arruinar mi vida amorosa para siempre. Nada que ver, sólo iba con Pearl, y el ruego además tenía que ver con que yo le iba a pagar un precio justo por un partido con mucha expectativa, por que el Leeds United nos consideraba su segundo rival más importante, y no una locura de reventa. A final de cuentas tenía las entradas y podíamos salir de la universidad tranquilamente, sin temer que Immëndorff anduviera agitando expedientes amenazando con echarnos de su institución.

Sonreí cuando Pearl decía que estaba horrible, por que no la podía contradecir. En efecto, había mucha gente caminando en la misma dirección, con bufandas azul marino y alguna que otra camiseta o parafernalia más de los leones. Había mucha policía por que tenían ya bien sabido que era un partido de rivalidad complicada.

-Sí, un poco más adelante. No es por asustarte pero la policía emplea tácticas más complicadas en que esto no salga de control que las qe verás en la cancha dentro del juego...

¿No era por asustarla? ¡Claro que era por asustarla! Pasé mi brazo por sus hombros y la estreché contra mi mientras caminábamos sólo para intentar que de verdad mi broma no la hiciera palidecer, ya se le veía bastante impactada por que los alrededores de The Den no eran precisamente la parte más linda de Londres y la gente alrededor tampoco parecía ser con quien se sentaría en un pub. No iba a advertirle que no estableciera contacto visual con nadie por que ella no iba a despertar el odio de nadie a menos que festejara los goles del Leeds en medio de la tribuna o algo así, y el único riesgo era que alguno de esos tipejos pensara que Pearl quería ligar. Lidiar con eso sí que sería algo molesto.

-Bueno relájate, no hagas caso de la mala reputación. Muero de hambre ¿Quieres algo?

Compré una hamburguesa, demasiadas papas y dos cervezas. Estaba casi seguro de que Pearl no iba a querer comer nada pero de todos modos si se le antojaba robarme cosas de mi plato no me iba a molestar. Usamos uno de los bancos raquíticos de madera que gracias a la magia no tuvimos que compartir con nadie. Estaba cada vez más lleno y no podía esperar para que viera el estadio por dentro y lo comparara con los rimbombantes partidos de quidditch a los que seguramente había ido.

-Ahora, repíteme tus conocimientos básicos de fútbol. Esto es un exámen sorpresa.

Le pasé una servilleta a Pearlie que después de sus caritas de cómo puedes comerte eso, animal me robara unas cuantas papas fritas del plato. La verdad para eso las había comprado, era como una ley de la vida que cuando había papas alguien tomara al menos una. Creo que podía contar con una mano las veces en que me había comido las papas yo solo. Le di un trago a la cerveza y empecé a escucharla intentando estar serio, pero no podía hacerlo cuando estaba comiendo, aunque lo hacía rápido y como un salvaje, por eso la mujer de Angus se había quedado pasmada durante la primera comida que había tenido en casa, con ambos presentes. Era demasiado extraño decir que era mi compañera de piso, pero lo era.

Asentí con lo primero que decía mi mejor alumna. Sí, eran once, pero se equivocaba en algo. No todos hacían lo mismo, y no se trataba nada más de perseguir una sola pelota. Tenía la teoría bien, a muy grandes rasgos y siendo poco exigente. A mi también me gustaba el león, hasta había pensado en tatuarmelo pero no había llegado a tanto. Si no hubiera nacido mago, seguro hubiera terminado por hacerlo, pero ahora sólo tenía a una tipa enseñando las tetas, tatuaje que por cierto sólo Milena conocía (en Brigantia al menos).

-Si no lo entendiste es por que no te explicaron bien. Pero primero lo primero, señorita: no todos los jugadores son iguales. Ya sé que diferenciaste a los porteros, pero piensa en algo como un tablero de ajedrez mágico. Los que permanecen más o menos cerca de las porterías son la defensa. Después está el medio campo, donde está el círculo blanco en el pasto, ahí ocurren muchas cosas, por ejemplo, se gestan las jugadas para los delanteros, o sea los que anotan, y también se disputa la mayor parte del juego ahí.

Y eso de explicar el fuera de lugar era una absoluta pretención para cuando alguien quería decir "el fútbol es complicadísimo, no lo entenderías" y ya me imaginaba a ese par intentando explicar cualquier cosa. Bebí un poco más y miré el reloj que tenían donde la comida. Con diez minutos teníamos. Le hice una seña a Pearl para que se terminara rápido la cerveza pues era casi hora de entrar al estadio. Tiré la basura en un contenedor, volví a limpiarme las manos con otra servilleta y caminamos para llegar al estadio. Yo mostré los boletos y guiaba a Pearl a donde estaban nuestros asientos mientras seguía hablando de las funciones de los defensas, los defensa centrales, los volantes de contención...

-... y los delanteros son los que suelen llevarse toda la gloria por que están esperando siempre a anotar un gol. Ahora, el fuera de lugar es simple: un jugador no puede estar más adelante que dos del equipo contrario en línea, por que sería algo así como una trampa. Todo sería lanzar el balón hasta lo más adelante posible y de ahí anotar y punto. No está bien. Ya te lo explicaré en movimiento. Mira, ese es Zampa the Lion, aquí no hay veelas de mascota. Qué pena.

Le señalé la botarga de león que era el emblema del Millwall aunque lucía mucho más inofensivo así que en el escudo con el león feroz rugiendo. El partido estaba por comenzar, los jugadores se formaban en el campo, y ahí estaban los del Leeds United y el amarillo insufrible de su uniforme, recibidos a abucheos, naturalmente. Había qué tener un poco de cuidado con lo que se decía en el estadio, pero cuanto todos alrededor decían mierdas del equipo contrario, yo también las decía, con cara de enojo y todo. Era algo que Pearl seguramente nunca me vería hacer en otra situación.

-Ya va a empezar. Si hay un gol al contrario, toda esa gente de allá va a enloquecer. Yo no, por que soy decente.

-Pues... algo así, pero aquí un gol vale por uno y nada más, aunque hay casos curiosos, de defensas dejándose llevar y metiendo goles. Hay un tipo al que le pasa seguido, del Arsenal, Laurent Koscielny, es francés. O a otro, del Newcastle, Coloccini, o a uno del Barcelona, Puyol. Esa defensa guerrera que se deja llevar... en fin, ya te irás enterando. Es un poco como el cine, déjate llevar, no seas tan racional ¡Y grita por tu equipo!

Me quedé meditando o más bien miré a los jugadores con solemnidad por que eso se hacía al principio de un partido y sonreí a medias con eso de que si había una persona adentro. Está bien, el Millwall no le había puesto demasiado empeño a su mascota en mucho tiempo y si habían cambiado el disfraz era seguramente sólo por que antes estaba a punto de desintegrarse y nunca habían pensado en nada más espectacular. Zampa The Lion era el mismo león de peluche corriente que cuando yo tenía seis años. Por cierto, el único recuerdo más o menos lúcido y digno que tenía de papá. Pero no iba a contarle eso a Pearl, ni a nadie. Era una historia grotesca y sin importancia, y lo único que importaba ahí era que el balón estaba por rodar.

-No lo sé a mi me gusta estar cerca por que hay detalles que pasas por alto si lo ves de arriba, pero... te sonará estúpido, como mejor se ve a mi juicio es en televisión, con narración y repeticiones. El chiste de venir al estadio es el ambiente, escuchar gritos, estar aquí, ya sabes...

Pasé un brazo por sus hombros sabiendo que si de pronto se me acercaba después de mirar alrededor era por que se había intimidado con algún tipejo y si acudía en mi ayuda para marcar territorio de cierta forma, claro que lo iba a hacer. Aunque no fuera mi chica y tal eso de sentirse protector y útil para una mujer era una de las mayores satisfacciones, fuera con ella, con Regina, con la hermana de Bird o hasta con Tahira. Uno tenía que estar dentro del papel, y eso hice, apretando un poco su hombro y estrechándola contra mi justo antes del silbatazo inicial. Me reí con eso de que quería verme enloquecer.

-Bueno, aquí viene la canción
No one likes us!
No one likes us!
We dont care,
We are Millwall,
super Milwall,
we are Millwall,
from the den!

Se repetía, y no era precisamente complicado de aprender. Sacudí a Pearl un poco por los hombros y exageré el canto para que hiciera lo mismo, levantando su puño como de muñeca de trapo justo cuando el balón empezaba a rodar a nuestro favor. Darius Henderson la tenía y era momento de rogar a todos los dioses que el balón girara a nuestro favor, por que claro, en el fútbol también había un alto porcentaje de buena suerte, como se decía de los porteros y seguramente también de los guardianes.

-Ese es Darius Henderson, tiene nombre de mago ¿No?... mira, ruega por que el balón juegue a nuestro favor. En esto también viene la suerte, por que no se trata sólo de ser el mejor. Es lo interesante de los juegos después de todo ¡YA LA TIENES!

Sonreí por que una vez más Pearl demostraba que estaba hecha para las emociones que el cine y el fútbol tenían para ofrecerle. A mi también me gustaba el quidditch y llegaba a emocionarme mucho pero en definitiva había pocas pasiones como el fútbol, y era cierto, cambiara lo que cambiara en mi vida, esa era una de las cosas que jamás se iban a modificar. Era como casarse, como pedir matrimonio enamorado: para siempre, fielmente. No podía imaginar jamás gritar el gol de otro equipo que no fuera el Millwal, super Millwall from the Den.

-Está bien, nombre de mago mestizo, señorita de sociedad.

Le di un empujón a Pearl con eso de que Henderson era corriente y bueno, era cierto, nunca había visto el apellido entre las notas de sociedad del Profeta que por cierto a Finnerty y a mi nos encantaba ver y ridiculizar todas esas reuniones por compromiso sin entender qué tanto necesitaban reunirse a mostrar sus modales y a preguntar por sus tías abuelas. No había ningún Henderson preguntando por tías abuelas ni bebiendo elixir de las hadas de Indochina con el meñique levantando ni...

-¡VENGA, CÁMBIALA, AL OTRO LADO! ¡¡Caraaaajo, era al otro lado!!

Pero la mentalidad de los delanteros era así, veloz e intuitiva, y a veces no funcionaba. Una pena. Todos se habían puesto de pie con esa aproximación a la portería contraria y era una pena ver cómo el Millwall perdía el balón. La posesión lo era todo, y no tener la pelota anunciaba desastre pero no me quería poner pesimista, sobre todo por que eso significaba lío seguro saliendo del estadio. Me reí, era verdad que Henderson tenía pinta peligrosa, tan peligrosa como sus fans.

-La posesión del balón es muy importante, si la tienes entonces estás dominando el juego, aunque hay muchos estilos. No siempre quien la tiene es el dueño de los goles... aunque suene extraño. Por cierto, Henderson tuvo acusasiones de agresión este año ¿Eres vidente o algo así?... MIERDA, NO, NO NO NO NO, PELÉALA MÁS CARAJO ¿QUÉ ESA DEFENSA NO QUERÍA JUGAR HOY?

Por que los del Leeds United estaban en el área y la gente enloquecía, para mal. Jalonée de vuelta a Pearl rogando por que no hubiera un gol de los contrarios... pero lo había, y demasiado temprano en el juego. De un momento a otro se escucharon tantas malas palabras como podían oírse en un año entero y lamentos como si se anunciara a todo el mundo que lo habían echado del trabajo o algo así.

-La puta que los pario... Stand up if you love Millwall, stand up if you love Millwall...

Así que nos pusimos de pie, o mejor dicho, nos quedamos de pie. Tenían que anotar, no sólo por ganarle al Leeds United, sino por que sería una pena llevar a Pearl a ver un partido desastroso donde su ahora adoptado equipo fuera a perder. Había mucho tiempo por delante.

-Podrías decir que sí, es como.... ¡CLARO QUE YA LA TIENEN OTRA VEZ, VAMOS MILLWALL!

No podía ni terminar de explicarle una cosa antes de que la emoción se me desbordara. Pearl se iba a encontrar con un tipo muy distinto al que la llevaba a ver películas por que, bueno, la pasión era la pasión. Podía encantarme David Lynch y ambos seríamos de los que hablaban poco al ver una película por prestarle la atención debida, pero siempre podía terminar de explicar y hablar como la gente civilizada. Que eso ocurriera en un Leeds contra Millwall, y un gol de visitante en contra, era prácticamente imposible.

Me miraba de reojo cuando soltaba mis improperios y evidenciaba la desesperación del gol en contra, lo que me hizo sonreír también aunque no voltée a verla. No había olvidado nada de lo que había pasado en el Observatorio, ni siquiera la parte poco divertida con su amigo quién sabe quién con cara de apellido importante o esas tonterías que le importaban a los magos de cien años que todavía creían que los camisones eran ropa común para andar por la calle. Y no, tampoco había olvidado la otra parte. Hice lo mismo, o sea, mirarla de reojo con una sonrisa contenida.

-No me mires de reojo, Pauline, es de mala educación.

Jamás había escuchado de la boca de nadie que mirar de reojo fuera de mala educación pero era algo que sonaba bien para decirle a Pearl por que tenía muy buenos modales y esas cosas, aún comiendo pizza en el apartamento y buscando servilletas con las manos llenas de tomate, tenía buenos modales. El ruido se amplificó por el contrataque del Millwall pero mi cabeza por un segundo se había ido a otro lado, aunque el pase de Josh Wright para Maquis me volvía a poner los ojos y la mente en lo más importante en ese momento: empatar.

-¡ADELANTE, HACIA ADELANTE!

Después de mi grito, voltée a donde decía Pearlie. Nadie se estaba peleando pero tampoco era que su vista estuviera traicionándola completamente. Las bancas que se dejaban vacías entre la tribuna del Millwall y la de visitantes de pronto se llenaba y la gente se brincaba las bancas para gritarle cosas al contrario aunque eso solía ocurrir cuando el equipo de casa anotaba, seguramente los del Leeds también estaban provocándolos, no eran ningunos santos. No tardaba la fila en llenarse de policías con chaquetas amarillo fosforescente para calmar los ánimos. Apenas habían pasado quince minutos.

-Ah, no, sólo se están haciendo de palabras. Si alguien se pelea, será afuera, pero yo te protegeré de los hinchas salvajes del Leeds que querrán raptar a una buena mujer capitalina para llevarla a su chiquiero del norte.

Tuve que reír cuando me decía que llamarla Pauline era de mala educación. Yo también me acordaba de ese día, sobre todo con algunos detalles que me lo recordaban, como la comida china, o Ghostland Observatory. Por cierto, su regalo de cumpleaños había sido llenarle su ipod de música, por miserable que sonara. No lo había atascado con lo que tenía y ya, había hecho una cuidadosa selección con playlists incluídos, y le había puesto también un par de películas para que las viera en esa micropantalla en alguna emergencia. Siempre había emergencias que involucraban esperar, aburrirse o tener insomnio, así que seguro les iba a sacar provecho.

Sentí un evidente escalofrío cuando me tocaba el cabello y no lo oculté, qué iba a decir, era un área que no muchas se atrevían a tocar por que les parecía un terreno agreste y hostil como acampar en la tundra finlandesa o su equivalente. A Pearl no le había dado miedo, así que obtenía la reacción que siempre tenía cuando me tocaban el cabello, pero no dije nada. No pensé que en algún momento de neustra amistad llegáramos al punto en que, de vez en cuando, había algunos silencios extraños. Justo como decía Jerry Seinfeld, los silencios incómodos servían para ligar, por que eran mitigados con un beso, como mínimo, pero cuando no había intenciones los silencios incómodos eran sólo eso. El partido se había puesto un poco cerrado.

-Ah, eso fue un saque de banda. ¿Ves las lineas blancas? Ese es el terreno donde se debe jugar el partido. Si el balón sale, el partido se detiene y se saca desde ahí. La vuelve a poner en el campo el contrario al que la sacó. Y si sale por la línea de la portería, entonces es un tiro de esquina, suelen ser buenas oportunidades de gol cuando ocurre.

El fútbol y las explicaciones enfriaban la cabeza, sobre todo cuando el Millwall se acercaba a la portería contraria. No podíamos irnos al descanso de la primera mitad con un gol en contra y en casa. Sería pésimo para el ánimo del equipo. Volví a gritar un par de cosas más que se perdieron entre los gritos más potentes de los demás y los cantos iniciados aquí y allá. Y la magia de los leones empezaba a ocurrir, al fin tenían algo de claridad en lo que hacían al frente y el deseo de Pearl se hacía realidad. El de Pearl y el del ochenta por cien del estadio.

-¡¡¡GOL!!! ¡¡HENDERSON, HENDERSON CON UN PAR DE COJONES!! ¡¡AHÍ TIENEN, REGRESEN AL NORTE A COMER PORK PIES!!

Había ocurrido, perdía la cabeza con un gol, lo normal. Abracé a Pearlie con más ganas que el mismo día de su cumpleaños y volví a agitar sus brazos para que sintiera la poderosa alegría de un gol ¡UN GOL! el ánimo del estadio recibía una descarga que sólo las anotaciones eran capaces de dar, y la euforia duraba un rato. Tal y como le había contado, los fanáticos de casa iban a terminarse la garganta a insultos contra la barra de Leeds.

Estuve perdido en un limbo extraño lleno de gritos externos, de canciones del Millwall y de la fugaz sonrisa de Pearl que alcancé a percibir entre todo el rush de un gol, un gol de empate y justo lo que necesitaban los leones antes de que terminara la primera mitad. Todo era tan perfecto que apenas si alcancé a escuchar su comentario de Azkabán sólo mezclándose con el otro montón de cosas que oía y veía, y pensé que había pocas cosas que disfrutara más en la vida que un puto gol del Millwall en el estadio, escuchando el rugido de todos los leones en su guarida. Se llamaba perfección, o catársis aristotélica, y podía ser muy de museos y cine de arte pero el fútbol era el fútbol.

Uno se daba cuenta de un buen partido, además, por la cantidad de tiempo que permanecías de pie. Mucho tiemppo sentado sólo era síntoma de que los veintidós en la chancha no parecían tener ni ganas de jugar, o que el juego iba de regular tirando a mal. Estábamos de suerte, al parecer no nos íbamos a ir a medio tiempo con desventaja y tampoco se habían echado el freno aburrido de un conveniente empate. A nadie le convenía un empate, al Millwall nunca le convenía un empate. Pearl se veía naturalmente alterada, quizás por dejarse llevar por el gol y también por que seguro le temía un poco a los ánimos de los que se hacían de palabras con esos norteños de mierda. Volví a pasar el brazo por su hombro sólo con el fin de que confiara en que nada espantoso iba a ocurrir, al menos no hasta que saliéramos del estadio, y si no había una derrota humillante qué vengar con algo de ira callejera.

-Jugaba en la calle, en Hounslow, y en el colegio muggle. Era bueno ¿Sabes? Lo dejé un poco en Hogwarts... en la noche podríamos irrumpir en The Den con magia y anotar en la portería...

Esa era una gran, gran idea ¿Por qué magia en el mundo muggle para mi sólo significaba delinquir? No sabía, pero a Regina hacía tiempo le había propuesto trucar los juegos de feria para ganar porcelana barata o una fotografía de la reina gracias a un confundus. Anotar goles en The Den usando la magia sonaba emocionante y hasta me daban ganas de que Pearl accediera a ese plan estúpido aunque habría que esperar hasta la noche. Estaba pensando muchas estupideces.

-¿Quieres otra cerveza? Tenemos quince minutos para emborracharnos, así que corramos a comprarlas y te reto a que te bebas tres al hilo.

El silbato del medio tiempo sonaba y todo el mundo se relajó, o mejor dicho que enfiló hacia la cerveza. Tomé a Pearl de la mano para que fuéramos antes que todos los hombres con diabetes tipo A y cuatro hijos que arrastraban los pies hacia el bar de dentro del estadio. No tenía la mejor condición física, pero la suficiente para ganarles. La hice correr, y para cuando llegamos a la barra a pedir dos cervezas ya estaba boqueando como pez fuera del agua.

-¿Qué tal tus primeros cuarenta y cinco minutos de fútbol?

No me quedó más que carcajearme por que decía que lo haríamos y que ya tenía ganas. Muchas veces, sobre todo cuando lo veía por la televisión, pensaba en lo que se sentiría entrar por la puerta de los jugadores hacia el estadio y escuchar los gritos de miles de personas justo hacia ti, hacia ti y nada más. Un jugador que metiendo un balón dentro de la portería hacía que miles enloquecieran y sintieran que no había nada mejor que el triunfo, que ganar, y nada más honesto que hacerlo así, en un juego donde ganaba el mejor, y punto. No era futbolista profesional, ni jugador de quidditch, así que jamás lo experimentaría, pero podía fantasear entrando a The Den a escondidas con Pearl.

Y otra vez me reí con la primera referencia de nuestra improbable amistad... ¿Cómo había empezado? Para mi la noche, la verdad, había empezado cuando llegamos al bar, puse música y seguimos embriagándonos. Sinceramente lo único que pensé de esa niña bonita era que se despertaría al día siguiente resacosa y arrepentida de hablarme y que las cosas no se repetirían jamás, pero ahí estábamos.

-Yo me tomaría cinco, pero no quiero que pienses mal de mi, tan fina persona que soy, en tan buen concepto que me tienes...

Era verdad, cinco sin problemas, pero no lo haría. Dos quizás, o las tres que le había prometido. Y era verdad, cuando iba al estadio de quidditch él tampoco sabía si llegaba a emocionarse más con eso o con los goles pero el quidditch tenía el problema de lo complicado que era acortar un juego, de la snitch, de esas cosas que le parecían extrañas como todas las cosas establecidas en el mundo mágico hace más de quinientos años. También estaba indeciso, así que no pude contradecirla.

-Yo tampoco sé que me gusta más.

Y me pareció un mal timing para esa frase por que lo decía justo después de que Pearl se pegara a mi como un gato y sonreí mirando hacia abajo, o hacia su cabello siempre tan brillante y con un muy sutil aroma que ya había aprendido a reconocer. Eso no estaba bien. Eso estaba de regular tirando a mal, en el sentido en queninguno de los dos quería llevar las cosas por ahí. Le di un trago enorme a la cerveza y de hecho, me la terminé al hilo, al final limpiándome un poco los labios por que no había manera de hacer eso limpiamente. Arrojé el vaso al un bote de basura como vikingo furioso y me formé para pedir una cerveza más, tenía que beber rápido, dejar de pensar tonterías y pensar en fútbol y en meter goles en The Den a media noche.

-Ya, no me debes nada. Tú me pagas la cena en un rato, mejor

No tenía todavía planes de cenar pero seguro tomar tanta cerveza al hilo provocaría que me diera un hambre mortal y tampoco iba a dejar que lo pagara, pero al menos así no tendríamos la discusión eterna de déjame pagar y no, no lo hagas, que yo lo pago. Le di la otra cerveza cuando no se había terminado una todavía, pensando que terminaría tomándome tres con tal de no desperdiciar.

-Uy no bueno, finísima persona que eres.

Se rió de sus tonterías. La verdad sí que lo creía capaz de tomarse cinco en quince minutos. Ella iba a batallar por las tres y seguro se iba a ver horrible con todo escurriéndole por las comisuras de los labios y la barbilla, pero trató de no pensar en eso y solamente tomó su cerveza inspeccionando el tamaño con recelo. Él la empezaba a beber como loco y a ella no le quedaba de otra más que intentarlo así que eso hizo. Pudo beberse la mitad sin problemas pero luego comenzó a sentir que se le derramaba y se aguantó la risa limpiándose con la muñeca la boca. Qué mala educación ahora sí.

-Hubiera guardado las servilletas de allá, qué horror.

Ya se estaba alzando la playera de Gianna para limpiarse con el borde, ahí enseñándole el abdomen a medio estadio pero porque de verdad, no quería quedar con el brazo todo mojado. Se volvió a reír de los modos de vikingo de Malik y tomó la segunda cerveza que le daba cuando todavía le quedaba la mitad de la primera.

-Aaaah espera…

Dijo con voz de ardilla, dando unas pataditas al suelo e hizo todo lo posible por terminarse la primera cerveza al hilo. Trató de arrojar la basura al bote también como vikinga furiosa pero ni siquiera alcanzó a llegar y soltó otra risotada antes de caminar hacia ahí e inclinarse para recoger sus cochinadas. No era el único vaso ahí tirado pero ella no iba a contribuir a la contaminación. Luego fue por la segunda. Miró el vaso como todo un reto y comenzó a beber, pero fue todavía más lenta con esa que con la anterior. No era para nada un cosaco alcohólico.

-No voy a poder, voy a perder.

Dijo luego de bajarle un tercio apenas. Pero no se iba a rendir tan fácil, así que hizo un esfuerzo descomunal para terminársela. No recordaba cuándo se había reído tanto tan seguido.

-Venga, venga. Estoy lista para la tercera, pero luego nada de ir a besarnos al observatorio por ebriedad.

Le sacó la lengua. Claro que ella también había pensado en eso. Y sabía que no estaba bien decirlo siendo que parecían haber llegado al tácito acuerdo de no mencionarlo pero ya, por la magia, tenía que dejar de ser un tabú si de verdad no había significado gran cosa.

-Yo ya tengo hambre, por cierto. Es que tú te comiste tu hamburguesa asquerosa allá afuera.

-¿Qué vas a perder exactamente? Yo no te aposté nada. Estás emborrachándote bajo pretexto de un reto informal, eres una viciosa.

Pero mirarla beber tenía cierta cualidad atrayente y no sólo para mi, por que tuve que acercarme un poco más a ella para que nadie pensara que era una tipa emborrachándose y que sería fácil aproximársele luego de que terminara una cerveza más. Ni hablar, llevara lo que llevara encima era responsable de que ningún tipo de Leeds la raptara para llevarla al agreste norte y hacerla su mujer. Terminé mi segunda cerveza como un vikingo aunque evité los eructos fuertes y las cosas desagradables que hubiera hecho frente a Bleek o a Finnerty.

-¡Eso ni siquiera ocurrió en ebriedad! Podría ser peor.

Que constara que había sido ella quien lo mencionaba, pero a mi no me costaba ni un poco seguir el juego, sobre todo si su intención era quitarle importancia. Pues bien, le quitaríamos importancia, sería una anécdota como haber interrumpido el fajódromo de Finnerty y Loreen que ahora parecía tan lejano, o el haberle robado la peluca a un travestido. Ahí iba a entrar el asunto del observatorio, al de un chiste privado sin mayor importancia. Volví a medio abrazarla para indicarle que era hora de volver y no me quedó más que quitarle el vaso de las manos y terminar esa mitad con la que ya no podría. Y si podría, me había importado poco y cometía la grosería entonces de terminarme su trago sin permiso.

-Ah, pero la señorita o quería comer ¡¿Dónde está tu dios ahora, Burroughs?!

Solía preguntar esa estupidez cuando encontraba la chatarra escondida de Angus por la casa, o cuando el Chelsea perdia. Por cierto, el pitazo del segundo tiempo ya había sonado y tuve que volver a jalar a Pearl para que regresáramos rápido a nuestros asientos. La gente ya estaba cantando, y todo volvía a acomodarse hacia el ánimo inicial del partido. Uno a uno era la posibilidad de que cualquier cosa ocurriera, y eso siempre me ponía nervioso, aunque estaba de buen humor.

-Te alimentaré, no sufras. Mientras tanto, a cantar, el Millwall necesita tu apoyo, Pearl

Me gustaban esas frases de bruja old fashion que usaba a veces Pearl y pensé que llamarme igualado tenía un encanto particular, más si eso iba acompañado de haberme terminado su cerveza, aunque supiera que ella ya no podría ni respirar si intentaba terminarla. Me contagié un poco de la leve embriaguez o mejor dicho sensación primera en vías de estar ebrio y también de su carcajada, del rumor del estadio y del juego, que seguía y seguía frenético. En los estadios el tiempo se me iba demasiado rápido recordando que de niño noventa minutos me parecía demasiado y cuando me involucraba en lo que veía me daba la sensación de haber vivido quince, me seguía ocurriendo exactamente lo mismo.

-¡¡HEY, QUÉ DIABLOS!! ¡FUCKING NORTHERN MONKEY!

Por supuesto que no era algo que yo debiera hacer, eso de usar términos despectivos sobre regiones o razas por que muchas veces me habían dicho half caste o halfie en Hounslow, pero tenía tan poca consciencia de raza y mezcla que me daba bastante igual, y el fútbol era el fútbol. No hacía falta decirle a Pearl que algunos sectores de hinchas del Millwall me veían como sus amigos a un sangresucia por ser un halfie no blanco apoyando a los leones. No sólo en el Mundo Mágico había prejuicios, pero era cierto que en ambas sociedades me daban absolutamente igual.

Muchos podrían juzgarme de irrespetuoso por usar todas esas palabras pero lo único que inntentaba era quitarles la importancia a esas tonterías semánticas, por eso a Bird Stoner le decía taffy y hasta a Milena le había dicho rusky alguna vez. Si ellos me llamaban lefty.

-No shit, Sherlock! Eso fue más bien como para que lo cuelguen de los cojones en Tower Bridge.

Eso le respondí a Pearl mirando atentamente la cancha, tomándome la libertad de ser un poco sarcástico con que si eso era falta mientras Alan Dunne sangraba por una ceja partida, aunque Pearlie no fuera a saber a qué venía lo de Sherlock. El northern monkey de Leeds se iba expulsado directo al carajo y el juego se detenía un momento por que era contra las reglas que alguien sangrando estuviera en terreno de juego, hasta que luego de unos minutos todo volvía a la normalidad. Por costumbre protectora volví a medio abrazarla justo cuando el Millwall volvía a ser ofensivo.

-Aquí viene Batt ¡¡AQUÍ VIENE BATT, PÁSASELA, HENDERSON ESTÁ SOLO!

-Bah, tú estás con Joe, el dice cosas peores.

No supe por qué me había arrepentido instantáneamente de decirlo así aunque no hubiera razones para hacerlo. No las había. Pearl estaba con él, yo estaba con Milena y todos estábamos bien donde estábamos, pero no supe a qué venía y sonreí cuando Pearl me abrazaba por la cintura, correspondiéndole con mi brazo sobre sus hombros, seguro por que quería sentirse protegida entre tanto troglodita gritando mil improperios luego de la tarjeta roja.

A mi también me estaban dando ganas de anotar unos cuantos goles cuando no hubiera nadie en el estadio, pero sobre todo tenía ganas de ver cómo se sentía estar parado en el terreno aunque la tribuna estuviera vacía. Y tendríamos que prender los reflectores, o no sabía si los dejaban prendidos toda la noche, ya lo averiguaríamos. O sea que me estaba asumiendo mentalmente capaz de hacer esa pequeá ilegalidad y Pearl, por el momento, también, aunque quizás mentalmente ya se estuviera arrepintiendo.

Estaba pensando muchas cosas, pero no las suficientes como para no quitar los ojos del balón y ver ese pedazo de gol a cargo de Shaun Batt que de nuevo hacía rugir al león en su guarida. Sacudí los brazos de Pearl como cuando habíamos cantado la tradicional No one likes us al principio del partido, grité otro montón de cosas y me dejé llevar por la euforia del inminente triunfo. Me estaba poniendo nervioso por que esos norteños del mal no iban a rendirse tan fácilmente, y todo mundo esperaba ya el pitazo final del árbitro aunque faltaban casi diez minutos si tomaba en cuenta el tiempo de compensación que daría el árbitro.

-Ah, ahora estás entiendiéndolo todo. Por mi que se termine, estos son los peores momentos... mientras la defensa esté bien parada, todo estará bien.

Maldije para mis adentros. Quería que el partido se terminara con un triunfo del super Millwall from The Den, y también maldije para mis adentros por que Pearl había sido compañía excepcional para un partido y noe staba hundida en el asiento preguntando a qué jodida hora se iba a terminar esa tortura. Me había ocurrido, no lo decía por decir. Le di un beso fugaz en la mejilla.

-Pasaste la prueba. Eres excelente compañía para ver el fútbol

Levanté ambos brazos por que ganábamos ¡GANÁBAMOS! y más valía salir de ahí pronto (o tarde, nunca en el punto medio) antes de que se armara un alboroto afuera, por que estaba seguro que iba a ocurrir, y los norteños no se iban a regresar a su basurero sin al menos reventar algunas caras. Me dio risa que dijera que parte de sus buenos modales y su cara educación tenía que ver con ser una excelente compañía para cualquier evento, y pensé que aunque lo dijera de broma sí que había algo de cierto en lo que decía. Todas, y por todas me refería a la mujer de Angus, a Milena y a Pearl, tenían esa tolerancia auto-inducida a cualquier cosa con tal de no ofender a alguien, hasta Aquila, aunque su falsa amabilidad la mayor parte de las veces fuera más ofensivo que poner malas caras, o eso me parecía.

-Oh pero claro, nos emborracharemos por obligación moral. Obligación moral. Y ya que te aprendiste las canciones, seguiremos cantando en el pub.

De ahí directos al Five Bells, donde algunos de los asistentes al partido iban a festejar la victoria. Las cervezas anteriores no contaban, era como si fuéramos a empezar de cero y le hice caso, aunque no tomé su mano sino que la tomé por los hombros para que saliera caminando frente a mi, y metiendo un poco de prisa. Por lo general yo me quedaba por ahí molestando a la barra del equipo contrario pero la compañía era determinante y Pearl ya había tenido suficiente de mi peor lado. De pronto, nos quedamos parados entre todos los que intentaban salir al mismo tiempo y no parecía que la gente fuera a caminar pronto, así que me pasé a su lado y le sonreí por lo que había dicho del fregotego.

-Ahora es tu momento. Pero no quiero que me salgan burbujas por la boca.

Ya sabía que el fregotego no involucraba jabón, pero igual lo dije. Estábamos demasiado cerca y demasiado cerca de otro montón de gente hablando. No era en absoluto el ambiente que alguien podría desear pero me acerqué a ella y la besé. Y esta vez fue un beso mucho menos recatado que el que le había dado en el observatorio. Me odié por hacerlo, pero también me quedé bloqueado de culpabilidad mientras duró, mientras duraba. Era horrible la sensación de que saber que no debía estar haciendo lo que hacía, por que sólo incrementaba mi excitación, lo que después me haría sentir como un perfecto hijo de puta. Pero la lección era que más valía no disculparme.

-La euforia del triunfo y todo eso...