Pero hace frío afuera

Aceptó que era su turno de elegir un lugar pero solamente se le podía ocurrir el lugar que comúnmente visitaba con sus amigos en su época de escolar, no quería acabar yendo a un lugar en el que le sirviesen suciedad en un vaso por la simple razón de hacerse el aventurero. Mientras pensaba en eso la miraba, recorriendo varias veces la forma de su rostro y con ansias de besarla nuevamente, esta vez tenía autocontrol y eso es lo que lo mantenía calmado.

Conservaba la sonrisa también pero no estaba sonrojado, vio el color en sus mejillas pero no hizo ningún comentario porque le pareció una reacción adorable, comenzaba a pensar en ella de esa forma con cierta frecuencia. Le tomó la mano pero antes de comenzar a andar le dio otro beso en los labios, corto esta vez y tomándola por la barbilla con delicadeza porque le parecía frágil, no una de esas chicas avezadas con las que alguna vez había salido. Siempre le habían gustado más las chicas delicadas aunque Marianne jugaba al quidditch, era una curiosa combinación que le agradaba.

Era momento de decidir el lugar.-Ahora vamos a ir al lugar menos transitado de aquí, pocos lo conocen, creo que ni los fantasmas de la casa de los gritos saben de él.-narraba mientras caminaban sobre la nieve de la mano, dejando que algunos comentarios se desprendiesen de los labios de quienes los veían pasar tan de la mano y por qué no, con esas sonrisas que parecían no ser resultado de haber estado en Weasley, la tienda que era propiedad de esa familia y que cambió a ese nombre simple luego de que uno de los fundadores falleciese.-

-Llegamos.-anunció tras lanzarle una mirada asesina a un muchacho de Ogmios que reconoció, el chico en cuestión le había silbado a Marianne cuando pasó y no es que le agradase esa idea en lo absoluto. El lugar era Las Tres Escobas, algo predecible en realidad pero podrían hablar y no estar en medio de laberintosos espíritus con un hosco sentido del humor.-Para compensarte lo aburrido te puedo cantar si quieres. Lo hago mal, pero uno de los cuadros me contó que eso hice en la sala de convivencia.

La condujo hasta una mesa algo alejada, cerca de donde estaban unos bien aromatizados barriles de vino, se podía casi sentir el sabor de la bebida por el suave aroma que desprendía el nogal. Le sostuvo la silla para que se acomode y tras dejarla acomodada se fue a sentar. Llegó pronto la señora Welling, la segunda al mando en la taberna que se encargaba de tomar las órdenes con sus coquetos vestidos y su cabellera roza rizada, Aldrich pidió un whisky y esperó a que ella hiciese su pedido para que se fuese la mujer finalmente y así hablar.-Dime que no te parece una cita incómoda, de hecho no se supone que lo pregunte pero…no sé tú, pero es como si te tuviese más confianza de la que debería. En sí solamente nos cruzamos en la facultad, ¿no?

Me sentí como una niña de quinto curso o tal vez de tercero en su primera cita. El habernos caído de un segundo piso nos había hecho superar la etapa incómoda en la que solo contestábamos con monosílabos las preguntas de el otro o con “si quieres”, era sin duda, por que caminábamos así tomados de la mano y sonriéndonos cada que nos descubríamos el uno al otro mirándonos.

Solo faltaba que sintiera maripositas en el estómago y ahora sí sería una niñota completa, aunque, siendo sincera ya que me estaba gustando sincerarme… no me importaba ni poquito.

Sentí curiosidad. En el fondo pensé que sino era a las Tres Escobas me terminaría llevando a la zona de las casitas para ver la estatua de algún mago famoso o la tumba de un familiar. A veces veía a Aldrich con sus compañeros de carrera o en los entrenamientos y no me parecía aburrido, incluso considerando que su familia era muy conservadora. También por eso me gustaba, era como un respiro de aire fresco por que no parecía que fuera en serio, nada de formalidades y hablarnos como cuarentones de los años 30.

Me estaba volviendo paranoica y cada grupito de personas con cara de brigantes que pasábamos me hacia juguetear con los dedos de Aldrich por que pensaba que todos nos miraban y cuchicheaban sobre la estúpida gacetilla. Todavía no me la podía sacar de la cabeza.

Por ahí vive mi abuelita –que me avadaría si me escuchara decirle “abuelita”-. Es la casa roja con el crup en la entrada de allá.

A penas y se veía el perro, pero yo sabía que estaría sentado justo en medio del jardín o echado boca arriba. No tenía ganas de visitar la casa por que Cora Heard era una bruja ya mayor, con costumbres arraigadísimas que ya ni se usaban y muy estricta; además, era capaz de reñirme frente a Aldrich por enésima vez por no buscar a Noel Cerise, su preciosísimo Noel, o confundirlos a propósito y excusándose por estar senil aunque ni ella misma se lo creía. Pero quise enseñársela aunque sea de lejos y que la viera.

Miré la tienda de los Weasley con un poquito de recelo por que nunca había entrado (¡lo tenía prohibidísimo!), pero no fuimos ahí, en cambio llegamos a Las Tres Escobas. No me había equivocado.

Idiota –musité rodando los ojos con fastidio por culpa del Ogmios ese, pero mi tono de voz cambió completamente cuando volví a dirigirme a Aldrich-. Yo me acuerdo de eso, sí, de veras. Estabas cantando lo de la fiesta de la que venías y después me compusiste una canción, pero ya no sé ni cómo iba. Igual y la soñé.

Creo que entre los dos, poco a poquito y aunque habíamos quedado en que no importaba, estábamos armando los hechos de esa noche como si fuera un rompecabezas, aunque todavía nos faltaban un par de piezas como, por ejemplo, la razón de por que terminamos en el bosque.

Pedí una cerveza de mantequilla por que tenía frío y me quité el primer sueter en lo que Aldrich se sentaba, aunque no pude evitar mirarlo rápido, casi sorprendida, cuando dijo que esto era una cita. Ponerle títulos a las cosas como que me espantaba un poco.

Es por que esto no es una cita, encanto –le dije terminando de acomodarlo. No era mi intención ser grosera, en lo absoluto, pero no era una cita, ¿verdad?, ¿verdad? Tomé mi asiento por debajo y me recorrí, moviéndome de una manera chistosa y balanceándome, hasta quedarme junto a él-, podemos cambiar eso. Creo que no te hablo por que es costumbre. Yo Gryffindor tu Slytherin, éramos enemiguísimos –estaba exagerando, pero en tiempos de Hogwarts habíamos sido rivales de quidditch, rivales de casa y rivales de todo, así que había cosas que no se olvidaban.

Se fijó en dónde estaba la casa pero no llegó a ver al crup, esos animalejos le gustaban, le parecían divertidos y muy inteligentes, algunos incluso lo suficientemente malhumorados como para parecer mucho más viejos de lo que eran, al punto de resultar graciosos. La casa parecía acogedora, no todos se atrevían a usar tanto color en su fachada, su propia casa era prácticamente blanca, incluso por dentro a menos que se encontrasen los cachivaches de su madre, esos que los pobres elfos ni alcanzaban a guardar porque era una gran desordenada.

De saber que le agradaba la tienda de bromas y que tenía prohibido ir le hubiese dicho que era el destino adecuado para esa salida, pero no lo sabía y lo único que pudo hacer fue llevarla con sus ridículas promesas de falsa aventura hasta el lugar de siempre. Ya estando dentro le causó gracia que pidiese una cerveza de mantequilla, no recordaba la última vez que había bebido una, quizá hacía un par de años al menos, incluso tres.

No le pareció grosero que negase que era una cita porque ni siquiera estaba él seguro de lo que hacían allí, no era como Shadow que no se besaba en las primeras salidas pero tampoco es que cualquiera le llamase la atención sin que hiciese algo. Tenía curiosidad por saber cómo le llamaba a eso pero no se lo preguntó porque ella ya hablaba de otra cosa y la continua rivalidad entre las casas siempre le pareció interesante, antes de ir a Durmstrang se había propuesto hacerse amigo de al menos cinco de los de Gryffindor pero no pudo, había querido probar que se trataba de intentar, pero ni así.

Tenía mal concepto de los de la casa del león pero Marianne le parecía una enorme excepción, al menos ahora que la conocía algo más, generalmente subestimaba a los provenientes de esa casa pero creía tener frente suyo a una buena contrincante hasta para una discusión, no era una cabeza hueca que se creía héroe por ser de la casa del niño que vivió y esas tonterías que la mayoría pensaba. Además tenía talento para el deporte, si comenzaba a hablarle de música se sentía capaz de declararle más que su amor, sería una exageración pero generada por lo bien encaminado que le parecía todo.

-Sí, estamos destinados a odiarnos y a decirnos groserías. Pero yo no acabé en Hogwarts, me fui a Durmstrang, eso debe contar, ¿no?-les llegaron las bebidas, a Aldrich le pareció que fue en tiempo récord porque apenas y se habían demorado.-Bueno, salud. Por una salida más que interesante y por los cuadros chismosos que me contaron algunas cosas de esa noche. La de la violación. ¿Te interesa saber o me quieres lanzar un Obliviate mejor?-intentó contenerse pero tuvo que reír, aquel chisme de la gacetilla le parecía sumamente tonto, además aunque así hubiese sido quién podría quejarse de haber sido violado por ella.-

Me acordaba de Aldrich en Hogwarts casi lo mismo que recordaba a su hermana, prácticamente muy poco. Sino hubiera estado en el equipo de su casa lo más probable es que tal vez ni lo hubiera hecho en el mundo, aunque creo haberlo visto alguna vez en las típicas cenas de noche buena de los Cerise, los Lefebvre, los Holland o cualquier familia muy conservadora. Quizá hasta alguna vez habré ido a su casa de niña.

Lo medité unos segundos y me di cuenta de que ni siquiera me había notado que no había terminado su educación mágica en Hogwarts como yo, negué con la cabeza, divertida.

No, lo siento. Serpiente una vez, serpiente para toda la vida. Yo sigo siendo león, sino ve como está mi cabello.

Es que Aldrich no vivía ahí y podía ponerse ebrio si le apetecía. Yo tenía que moderarme aunque sea un poquito para no poner en vergüenza a mi pobre abuela en su próximo desayuno y que le dijeran que la más pequeña de sus joyitas (y la única) gustaba de hacer escenitas en la calle. Le medio sonreí a la camarera cuando dejó nuestras bebidas, quedándome callada hasta que se fue.

Pensé que iba a decir salud por darnos la oportunidad de conocernos mejor y no cerrarnos a la idea de que podíamos ser buenos amigos y compañeros, que debíamos unirnos más que nunca por la causa y cosas más pomposas, pero no. Oh no, otra vez sacó a relucir lo de la violación.

Qué vergüenza, te juro que no pude dormir esa noche pensando que sí te había violado, solo que no sabía que teníamos testigos –lo primero que había pensado era precisamente eso, que había sido yo quién había abusado de que estaba ebrio para hacerse el favorsito, solo que no se lo había dicho a nadie y había sido tan vanidosa que no se me había ocurrido que alguien más lo pensó-. No, mejor sí dime primero que me da curiosidad y luego te lanzo el Obliviate. Salud pues.

Choqué mi tarrón con su vaso y le di un traguito, inmediatamente comencé a sentir cómo mi cuerpo se calentaba y se deshacía poco a poco del frío.

Mmm… por cierto –casi me atraganto por tomármelo rápido para hablar-. ¿Qué cuadro te dijo eso? De seguro fue el mismo chismoso que le dijo al Escuchón.

¿Era infantil vengarse y torturar al personaje de un cuadro?

Sí, serpiente para toda la vida. Eso era verdad, había que ver lo que estaba haciendo ahora con Noel y lo bien que saludaba a todo mundo como si no fuese él el causante de sus heridas o de las lesiones visibles que llevaban algunos en la piel. Sí, se comportaba como un gran hipócrita y por eso mismo era que el estar allí hablando de cualquier otra cosa con alguien que no fue afectada por lo sucedido le parecía agradable, refrescante. Aunque fuera uno de los leones, pero esa fue una broma interna que no diría en voz alta, menos que parecía más de Ravenclaw o de Slytherin.

¬No tomó en cuenta lo del alcohol porque pensó que era solamente su abuela la que vivía allí y no pensó que fuese por el lugar, pero de haberlo pensado un poco mejor le hubiese dado la razón. Para los hombres era más sencillo eso porque beber un whisky no era una gran cosa, pero su a una señorita se le veía haciendo lo mismo ya se comenzaba a rumorar todo lo malo que eso tenía, que es que era una perdida, una libertina, que no respetaba nada, que era indecente.

El brindis no fue malintencionado, pero si no era una cita pensó que resultaría pesado el estar llevando el tema de forma recurrente, de todos modos podían llamarle como ella quisiese y seguiría pensando que era agradable estar allí conociéndola y esas cosas por las que no brindó aunque las tuviese en mente. Chocó su vaso contra el de ella y le dio finalmente un sorbo al whisky, eso le devolvió la temperatura a su cuerpo y tuvo que beber un segundo sorbo.

-Bueno…-acercó su silla un poco a la de ella, pero solo un poco, porque se había inclinado para darle un sentido de confidencialidad, tampoco es que quisiera que todo el mundo se enterase, aunque estuviesen algo alejados del resto de mesas.-Primero que nada, llegué muy borracho. Tú estabas allí y me acompañaste con cigarrillos y alguna otra cosa para beber. Yo tenía LSD y te invité, los dos consumimos. Acabamos jurando que nos íbamos a amar para siempre, besándonos, me lamiste…eso lo dijo literal.-tuvo que darle otro trago a su bebida pero esta vez sólo para humedecer su garganta un poco y disimular la sonrisa que acababa de poner.-Te canté, me cantaste. Y nos fuimos sin camisetas al bosque porque tu novio había llegado o algo así.

El cuadro no había entendido que el novio de Marianne en la mente de Aldrich era la botella de whisky, le había contado las cosas medio a grandes rasgos, pero ahora estaba algo resumido porque tampoco quería hacerle un monólogo del asunto, solamente pensó que le gustaría saber lo que él ya sabía gracias a Vladamir Dankenzon.

-Me lo dijo ese cuadro viejo que está sobre la chimenea, el que siempre parece que fuese a estornudar.-no sabía si conocía por el nombre a quien fuese alguna vez el profesor que llevó a tantas selecciones de Smertios a ganar el torneo interuniversitario de quidditch, decían que podía hacer a cualquiera jugar bien. Pero de eso ya habían pasado unos trescientos años, además decían que los últimos años que estuvo a cargo de eso se había vuelto loco.-Bueno, cuéntame algo de ti. De hecho quiero saberlo. Para que no pienses que me gustas sólo porque eres guapa.

Me incliné un poquito hacia él como si estuviera a punto de escuchar el secreto del siglo o un chisme importantísimo que involucrara a alguien más y no a nosotros dos. Los recuerdos comenzaron a mostrarse en mi cabeza como si fueran imágenes. Sí, yo estaba en el sillón acostada intentando tomar la botella, luego estaba fumando y fue cuando llegó el con sus papelitos mágicos y lo lamí. Sí, sonó a algo que yo hubiera hecho.

Creo que nuevamente me sonrojé solo un poquito. Había jurado amor eterno tantas veces que ya hasta había perdido la cuenta, incluso lo había hecho con Aquila Lillyvick y habíamos prometido ser siempre amigas, ahora ya ni siquiera nos hablábamos. Pero después de Noel y de lo espantada y abrumada que me sentí de estar en una relación tan formal, tan en serio, me di cuenta de que no quería volver a prometer algo tan serio sino era verdadero. Sino lo gastaría demasiado y ya ni yo misma lo creería. Además me avergonzaba un poquitito de lo que había dicho por que no quería que pensara que se lo decía a cualquiera para convivir.

¡Ya basta Mariana! Ni que te gustara tanto. Aunque bueno, en mi defensa, cualquiera se pondría así después de seguir viendo a quien solo iba a ser el rollo de una noche con quién por cierto había amanecido de la manera más bizarra.

Ahh, creo que si ya he hablado con él –tendría que hablar muy seriamente con él por ser no solo chismoso sino por andar de mirón.

Me incliné ligeramente hacia delante y le di un besito en la mejilla por haberme hecho un cumplido, quería que me abrazara o me diera la mano pero se me hacía demasiado y no quería parecer empalagosa.

Amo con locura y pasión contenida el quidditch, podría jugarlo todos los días o ver un partido cada día y jamás me cansaría –le dije y después le di otro traguito a mi cerveza de mantequilla, se me había olvidado por completo la cantidad de grasa, carbohidratos y calorías que esa cosa tenía-. No tengo novio –solo por si las dudas-, casi no he ido al mundo muggle ni se que es un microondas y… quiero jugar en una primera división.

Y seguro había muchísimas más cosas que podía contarle sobre mi pero en ese momento no se me ocurría ninguna. Tal vez si nos hacíamos una serie de preguntas como las de chismografo del colegio sería más fácil.

¿Para qué artes oscuras? ¿Planeas entrar al Ministerio? –me lo imaginé con una túnica formal en el departamento de misterios haciendo quién sabe qué. Pero también, en el fondo, sentí que lo estudiaba por obligación como si ya tuviera su lugar asegurado.

Sonrió ante el beso y si no le dio uno en los labios fue porque ya se había separado, no se le ocurrió lo del abrazo o lo de la mano, estaba más interesado en que le contestase las preguntas para también acabar de asegurarse de que no era solo por lo sucedido que salían, para comprobar que el algo atrayente que percibía no tenía nada que ver con sus ojos o que pareciese una de aquellas muñecas de porcelana que había visto en los escaparates de las tiendas de antigüedades.

Escuchó atento entonces, ya sin darle otro trago a su bebida porque quería que se derritiese un poco el hielo para que el sabor quedase menos fuerte, no le apetecía demasiado ahora que ya había recuperado su temperatura corporal normal. Lo del quidditch ya lo sabía, pero siempre era bueno escuchar a alguien hablando de ello con tanta pasión, tanto para jugarlo como para verlo uno tenía que derrochar el gusto por el mismo. Acentuó un poco su sonrisa cuando le dijo que no tenía novio, pero solo un poco porque ya llevaba buen rato sin notar su sonriente rostro.

No era de los que estaban por la vida con un rostro exageradamente amistoso porque no le nacía aunque su intención casis siempre fuese conciliadora, incluso tenía un don social de vez en cuando. Esa tarde parecía condenadamente amistoso, no necesariamente feliz por no dar la idea equivocada aunque esa fuese la base de su buen ánimo. La había visto volar y creía que podía llegar a primera división, él veía la posibilidad de mejorar en algunas cosas pero prefería comentárselo en alguna otra ocasión, no era el mejor momento para jugar con la paciencia de ambos –que de seguro ella tendría alguna recomendación para él también-, no con tan poca confianza sustancial.

Tuvo que lanzar un bufido que disimuló con una tos fingida para no parecer un chiquillo malcriado o grosero. El maldito Ministerio. Llevaba años escuchando de él, de lo que le esperaba estando ahí, que su padre ya estaba a punto de ser el director del departamento pero que en unos diez años se postularía para ministro y que él al menos debía ser para ese entonces un funcionario respetado que vistiese a diario como mago porque eso era. Grandes cosas le esperaban, pero no creía quererlas todas.

-Primero te compenso por lo que ya dijiste y seguimos con las preguntas. Amo el quidditch, no creo que haya una cosa mejor, no me importaría dedicar mi vida a eso, de hecho me encantaría. Tampoco tengo novia, no desde hace unos meses pero sí he salido con algunas chicas, pocas.-no recordaba qué más le había dicho. Tras unos segundos de rebuscar las palabras de ella en su memoria lo recordó.-Ah, y sí conozco los microondas. De hecho me he metido a varios lugares muggles, sobretodo para conciertos o para conseguir música. Soy muy fanático de algunas bandas que ya están viejas, no entiendo a las nuevas y tampoco soy fanático de la tecnología.

Sí, eso cubría finalmente todo lo que dijo. Ahora a su pregunta, ya con una respuesta más fría que la que pudo darle antes.-Siempre me gustaron las Artes Oscuras, más en Durmstrang que lo desarrollaron mejor que en Hogwarts. Me parece fascinante la capacidad que tenemos los magos y que no usamos a cabalidad, los aurores por ejemplo aprenden algunas cosas que nosotros también, pero el uso que le dan limita el desarrollo que podrían darle a sus capacidades.-jamás podría ser un auror, consideraba que el sistema cortaba toda posibilidad de avance personal que pudiesen tener.-La verdad no me gustaría estar en el Ministerio, pero creo que es lo que acabaré haciendo, al menos por un tiempo. ¿Qué opinas de los rumores de la guerra? ¿Patrañas o buen momento para tomar precauciones? ¿Color favorito? No cuenta el rojo escarlata.

¿Qué si era entrometida? Tal vez solo un poco, pero sabía cómo eran los magos conservadores y que solo unos pocos hacían lo que realmente disfrutaban. Por eso me sentía afortunada de nacer en una familia cuya riqueza la habían conseguido a causa del quidditch por generaciones; no sabría que hacer si tuviera que trabajar en el departamento contra el uso indebido de la magia, traficando bezoar o, peor, buscando un buen prospecto, un mago rico y de edad avanzada, para casarme.

¡No tenía novia tampoco! Y no se por que me ponía feliz. Disimuladamente lo había estado observando y hasta le había preguntado a un par de chicas de mi carrera qué opinaban de él para saber si era soltero. Por que una cosa era que no quisiera nada muy en serio y otra, muy diferente, que anduviera por ahí escondiéndome de alguien más. Ya bastante malo era que Adair estuviera bajo los efectos del amortentia y pensaran que quería robarle el novio a Sofie.

Sonreí por lo de los microondas. El mundo muggle me daba mucha curiosidad, pero no me sorprendió tanto que el si lo conociera, especialmente por la ropa que traía puesta. Eso me gustaba. No era una fanática de las cosas muggles, pero me desesperaba un poco que despotricaran todo el tiempo contra ellas, la verdad ya me habían aburrido un poco por que era como hablar, nuevamente, con mi abuela.

No confiaba mucho en los aurores. Era como si después de la guerra hubiesen quedado marcados para siempre como liberales, aunque solo algunos, en el ministerio aún quedaban muchos magos conservadores pero ya eran una minoría. (Una minoría a cargo de los puestos más importantes).

Ay, no, iba a decir rojo y abrí la boca para contestar pero la cerré de inmediato como si me hubiera callado.

El verde, un verde chillón que se ve de lejos, pero en la ropa me gusta cualquier color pastel. En cuanto a los rumores –mi papá trataba de mantenerme lo más alejada posible, por eso me había convencido de matricularme en Brigantia, aunque mi madre pertenecía a las filas de los mortífagos-… es un bueno momento para tomar precauciones, aunque, creo que no deberíamos preocuparnos si estamos en el bando correcto.

Pero no quería hablar de política. Si hubiera querido pasar mis días discutiendo sobre ello habría estudiado Leyes Mágicas.

¿Y el tuyo? Déjame adivinar, ¿es negro? –era mi turno, así que continué-. ¿Qué opinas del trato a los elfos domésticos? ¿Haz hecho autocastigarse a alguno?

Tenía una plataforma en pro a los derechos a los elfos domésticos y para mí si era muy importante. Quería saber qué clase de mago era.

Quisiera o no Barunka Jentsch se había adecuado a la forma de ser de los Burroughs, a sus costumbres y a sus ideas aunque a veces acabase peleando en contra de esas cosas. De todos modos el matrimonio había hecho que intentase colaborar con Gene para encontrar el equilibrio que no existió en su noviazgo, durante el cual la semiveela recibió bofetadas de Annapola Burroughs y las dio, porque claro que lo hizo, pensando que esa señora necesitaba una buena noche pasional con Demetrius. Todo había sido un vaivén de emociones que discordaban pero que al nacer sus hijos se obligó a reducir, a moderar.

Aldrich y Shadow habían crecido en un ambiente más bien conservador que Barunka se esforzaba por conservar por Gene, que soportaba todo en ella y al que quería tanto como para sentir que le debía algo a cambio pese a que no se lo exigiera. Jentsch era la nieta de conocidos fabricantes de varitas que llevaban la tradición en las manos, ellos habían adoptado a su madre y le dieron su apellido, de allí les venía el dinero que le daba a Barunka suficiente independencia como para no necesitar de su esposo para llevarse a los mellizos a visitar a quienes jamás serían bienvenidos en las residencias Burroughs. De allí le llegaba a Shadow y Aldrich la otra educación recibida, el conocimiento exterior a lo que se había planeado para ellos, las opciones.

De todos modos la gran influencia de los Burroughs y el ser el único nieto varón le había dado cierta responsabilidad tácita, la mirada de su abuela que siempre le decía que esperaba grandes cosas de él pesó más que el deseo latente que lo llevaba a querer ser profesional del Quidditch. Pero eso lo haría después, esperaba que no fuese muy tarde, mejor no pensar en eso porque no quería ni visualizarse tras un escritorio haciendo de alguien que no era para aprovechar sus oportunidades, esas que no todos tenían y que por sólo apellidarse Burroughs tenía.

Admitió con un movimiento afirmativo de cabeza que sí, efectivamente ese era su color favorito porque era simple, no había que estar combinando ochenta camisetas que nada tenían que ver entre ellas como hacían varios de sus amigos y prácticamente todas sus amigas.-No podría vivir sin los elfos de mi casa, pero no los he hecho castigarse porque es…inhumano, si llegasen a aprobar la ley de liberación no tendría problemas en pagarles, son indispensables por donde se les vea. De pequeño uno de mis primos lo hizo y mi mamá le puso las manos en una lámpara caliente.-eso le había dado infinitos problemas a su madre pero felizmente su padre la había defendido ante todos los que estaban queriendo echar a una hoguera por hacer eso, apenas había dejado que sienta el calorcito para que aprendiese.-

Se rió un poco recordando la cara de loca que había puesto su madre al hacerlo y el gritito de Shadow al darse cuenta de lo que hacía, siempre le pareció que ese tipo de cosas descabelladas hacían a su madre la mejor de todas, no una aburrida. Además siempre lo entendía, intentaba por lo menos.

-¿Qué es lo que te gusta menos de ser bruja?

Lo más hipócrita que hacía en mi vida era la plataforma en defensa de los derechos de los elfos domésticos por que en mi casa había y tampoco no hacíamos nada sin ellos. Yo incluso tenía una exclusivamente para mi y el dinero que recibía lo ahorraba para comprarme cosas. Si era odiosa, con ella era todo lo contrario por que me había cuidado mucho más que mis padres. Sonreí por que en ese momento Barunka se convirtió en mi persona favorita.

No quería que me contara historias chinas sobre lo que hacía con sus elfos domésticos ni que me mintiera con que no tenía ninguno por que solo quienes eran muy ricos podían permitirse tener un elfo doméstico. Si me decía que no, mal, si me decía que si, mal. Ni yo me entendía pero lo que dijo me convenció por que prácticamente yo era igual.

¿Qué me gustaba menos de ser bruja? En ese momento no podía recordarlo bien y tampoco podía acordarme de no haberlo deseado antes.

Supongo que tener que usar túnicas para todo o tal vez tomar trasladores, preferiría mil veces volar en un auto volador aunque me tarde el doble o el triple. Y curarnos con pociones los huesos rotos en una sola noche, creo que los muggles se toman meses para eso, ¿verdad?

Una vez había sufrido la peor de las caídas y solo había permanecido dos días en San Mungo y había sufrido demasiado. Sabía que los muggles tenían medicinas para el dolor y no entendía por que a nosotros no nos drogaban también para curar, aunque claro los muggles se abrían y se hacían cosas.

¿Qué prefieres, una relación emocionalmente estable pero aburrida o una sin compromisos pero consiente de que la otra persona es libre de irse con quién quiera?

Y no me refería a una relación conmigo, sino una en general.

Si hubiese leído sus pensamientos se hubiese confundido, no hubiese cambiado su respuesta pero seguramente habría tenido que repetírselo para que comprenda o le hubiese tenido que decir las cosas de forma distinta. En cuanto a su respuesta la dividió en dos partes, lo primero acerca de lo que no le gustaba y la segunda parte acerca de lo que le gustaba, no creía que quisiera pasarse meses en una cama esperando que se le curase una fractura o alguna de las cosas que ellos podían prácticamente pasar por alto.

A él le parecía muy provechoso todo lo que la magia les ofrecía, le gustaba conducir –su padre le había enseñado- pero sólo había estado en autos mágicos, nunca en uno muggle por una carretera, eso debía ser muchísimas veces más difíciles, había que ver cómo se empujaban los muggles cuando caminaban por una calle concurrida, no se quería ni imaginar lo que hacían con una poderosa máquina a su disposición.

-Algunos meses, otros semanas. Pero no siempre quedan bien, creo que ya habríamos quedado inútiles para el quidditch sin las pociones.-debían tener buen temple esos muggles como para soportar tantos métodos inútiles que solamente ayudaban a modificar su martirio sin que eso significase que se fuese a hallar un remedio. Alguna vez vio a unos paramédicos durante un concierto y parecían hábiles, pero al ver la gravedad que parecían darle a un simple hueso fracturado agradeció por su varita.-

La pregunta de ella lo dejó pensando, nadie quería aburrirse pero tampoco le gustaría saber que la persona con la que estaba se iba con otro cuando quería, nadie podía tomarse eso de buena manera. Se tomó un momento para meditarlo, ninguna parecía una opción satisfactoria, había tenido una o dos relaciones recurrentes sin compromiso pero no había sido con personas que le hiciesen desear un futuro común, por eso es que no había tenido problema alguno, tampoco le habían estado restregando relaciones con otros frente a la cara.

-A ver, por partes. Para tener una relación aburrida, prefiero no tenerla, parece que es por compromiso más que por otra cosa. Y me gustan las relaciones estables, no esa moda de irse cada uno con quien quiera y al final nos encontramos el fin de semana a contarnos lo que hicimos. No, nada de eso.-le dio un sorbo a su bebida y si bien estuvo tentado a fumar no lo hizo porque no encontraba una ventana cerca.-Si puedo, ninguna. Si debo elegir una, la segunda. Finalmente todos tenemos libertad de engañar a la gente con la que estamos, el que decidamos no hacerlo es otro asunto. Estaría celoso seguramente, pero ojalá no me dejase muy cornudo.

Él sí era muy fiel en sus relaciones, tenía un respeto muy grande por las relaciones y más por la gente con la que elegía tenerlas. No se imaginaba siendo tan bueno y calmado como había dicho, aunque en realidad no mencionó ninguna de esas palabras, probablemente dejaría la relación al enterarse de que lo engañaban, enojado seguramente.-¿Con quién jamás tendrías una relación y por qué? Que lo conozca, tampoco me digas que con tu vecinito de la infancia a menos que me digas la historia entera.

Yo también prefería, por mucho, la segunda opción por que así no tendría que rendirle cuentas a nadie. Tal vez no me enredaría con cualquiera que se me cruzara por enfrente pero sería mucho más fácil y no me aburriría pronto, mi problema es que me encariñaría muchísimo y después ya que estuviera enamorada sufriría demasiado.

Pero también mi problema era que era siempre la primera en terminar con la relación y no, no era tan fiel como desearía. Aunque claro, estar con puristas y conservadores era lo más aburrido de toda la vida y tampoco ellos tenían fama de ser fieles, aunque antes de Aldrich ya tenía muchísimo tiempo sin estar con alguien.

A él no lo imaginaba en una relación de mero compromiso solo por que alguien respetable se los hubiera sugerido; tal vez por que la primera impresión que me había llevado de él, románticamente hablando, había sido diferente. Tampoco me lo imaginaba de cama en cama. Me lo imaginaba en una relación estable, pero inocente y tranquila con alguien con una personalidad similar a la suya.

Esa es fácil –dije tomando mi cerveza con ambas manos como si estuviera abrazando una taza de café por que estaba tibia y así no se me enfriaban tanto las manos, aunque ya no tenía frío-, con Joseph Crawford por que es un patán y un magucho de cuarta. ¿Conoces a Robin Hartman? Iba conmigo en Hogwarts y tuvo un bebé con él que nunca ha visto en su vida por que ni siquiera se sabe el nombre.Tampoco saldría con Yesenes, es extremadamente aburrido aunque sea de buena familia y ni siquiera es guapo.

Creo que estaba siendo excesivamente superficial pero él había preguntado y nos estábamos sincerando. También había en Brigantia personas como Parker Luttrell y muchos más.

¿Con quién de la universidad saldrías y por qué? –en realidad le regresé la pregunta por que mi imaginación era pésima hasta para cosas como esa y eso que sí quería saber por que no sabía cuándo volvería a tener una oportunidad como esa, además me estaba entreteniendo-. También tienes que decirme si te has liado, prometo no decirle a nadie.

Y me lleve mi mano derecha al corazón como si así confirmara que mi promesa era irrevocable.

Prefirió dejar fuera los detalles respecto a cómo supo lo de Robin y Joseph, fue por su hermana que había llegado con el chisme a su casa y que habló escandalizada de eso por semanas, poco le faltó para decir que ese era el hijo del demonio y que ahora Pearlie no debía ni acercarse porque esa mujer era capaz de todo. Él la conocía desde Hogwarts y no le parecía tan mala, a Joseph de algún lado también lo conocía y hasta creía poder entablar una buena plática con él. Al menos si Marianne conocía a Shadow podría coincidir en que era un delincuente, como su hermana lo llamaba.

A Yeneses lo conocía poco, no podía discutirle que parecía aburrido porque así le parecía a él también, ni siquiera tuvo que preguntarle a cuál de los dos se refería porque los dos egipcios le dieron esa impresión. Por eso debía ser que uno de ellos se fue con Rang, esa mujercita que no soportaba y que felizmente ya no estaba cerca, según le dijo una de sus compañeras de la casa se había escapado con uno de ellos porque se iban a casar o algo similar.

No la creía superficial porque en su casa había visto cosas más superficiales, lo de ella le parecían hasta razones válidas porque el dejar a una chica embarazada y no encargarse era una canallada, el ser aburrido lo era también pero en otro nivel. Pensó que le preguntaría lo mismo pero le preguntó lo opuesto, tuvo que pensarlo porque quería salir con ella y lo estaba haciendo, intentó pensar en qué chica le parecía guapa o interesante como para entablar algo más que una salida fallida y llena de decepciones que ni un rostro bonito compensaba.

-Sin contarte, saldría con Jet Greenwood. Me parece muy guapa y tiene una personalidad que me agrada. No sé, no ando haciendo listas. Si juegan quidditch, no son aburridas y tienen cerebro seguramente me gusta, o si son guapas, que no soy de palo.-no pudo pensar en muchas más personas en ese corto tiempo, tampoco quería ponerse a hacer un monólogo interno acerca de quién le gustaba y quién no, le parecía más fácil el decir quién no le gustaba.-

-Esto lo vi en la televisión muggle un día, esperaba a un amigo y estaba su hermana viendo televisión. Si te enviasen a una isla desierta, ¿qué tres cosas llevarías? No puede ser una varita, un traslador ni nada que te deje salir.

¿Jet Greenwood? ¿Jet Greenwod? Rayos, no podía decir nada malo de ella por que en realidad me caía muy bien y éramos muy parecidas, además habíamos jugado juntas quidditch y estuvimos en el mismo equipo por muchos años ambas como cazadoras así que trabajamos mucho juntas. Pero por alguna razón quise hacerlo por que, de haber sido más feucha que yo, menos atlética y gorda o muggle o squib mi ego se habría ido por los aires.

Aunque no debía ser tan tonta si Aldrich y yo no éramos prácticamente nada, aunque Jet Greenwood era mucho más zorra que yo. Era como si de mi mente hubiera olvidado que también había dicho, de cierto modo, que sería yo con quién quisiera salir.

Rodé los ojos cuando dijo lo de ser guapas, hombre tenía que ser, pero en realidad lo había hecho más bien como un gesto socarrón.

¿Qué clase de pregunta era esa? Era muy extraña y no sabía muy bien como contestarla así que dejé mi tarro en la mesa, me crucé de brazos y me recargué en mi asiento mientras la pensaba. Ni siquiera me acordaba que hacía de niña sin una varita por que me había hecho totalmente codependiente, incluso me pintaba las uñas con ella, no me imaginaba qué haría sin ella un día.

Entonces no puedo escoger mi escoba, ¿verdad? Un cambio de ropa, jabón, obvio, no me importaría bañarme en un río pero tengo que estar limpia y… se que no es una cosa pero, me llevaría a la elfo doméstico de mi casa

Le sonreí como si se me acabara de ocurrir una travesura y levanté las cejas. Sentía que podía preguntarle cualquier cosa por que lo que fuera que Aldrich me preguntara se lo iba a contestar sin problema.

¿Quién fue tu primera vez y cuando? No salgas con eso de que los hombres no tienen memoria y que es una falta de respeto que me digas por que… por que es hora de las confesiones

Negó con la cabeza, no podía elegir su escoba ni polvos flú, ni una chimenea ni ninguna de esos artilugios que les hacían la vida tan fácil. Tenía que decir tres cosas y ya, simples, que pensase que el mar se había tragado su varita y que por eso no podía usar magia. Lo de la ropa pudo predecirlo, lo de la barra de jabón le pareció curioso y reprimió una risa baja que estaba por salirle, no por burlarse de ella sino porque ni siquiera había dicho que una pierna de pavo, moriría de hambre pero limpia.

-Chica lista.-le dijotras que le dijese que iba a llevar a su elfina, eso ayudaba mucho y a él no se le habría ocurrido, aunque tampoco es que tuviese un elfo sólo para él, a diferencia de Shadow. Suponía que eso de ser hombre pedía menos dependencia o eso habían pensado en su casa. No estaban sentados diametralmente opuestos en la mesa, tampoco cada uno al lado del otro, tomó su mano por un momento tras concederle con un asentimiento y una mueca de que aceptaba su victoria, le hubiese dado un beso pero la distancia se lo impedía.-

Y allí comenzó a sacar las maldiciones, no imperdonables pero de todos modos maldiciones, comenzaba a hacer preguntas de mayor calibre y dejó que acabase de decir todo lo que planeaba antes de pensar en su respuesta. Nuevamente mostrando que era lista le impidió usar el recurso de caballerosidad, lo hubiese usado pero no como una excusa, más bien porque sí creía en esas cosas.

-No creo que la conozcas, así que te daré las referencias. Fue con Caroline Strauss, la hermana de Paul Strauss, el de la liga alemana. Resulta que mi padre me llevó a un partido que hizo cuando estaba él en la liga de menores, tenía dieciséis y su hermana dieciocho. Yo quince. Entonces pues en la celebración acabamos bebiendo, creo que le dije que tenía diecisiete porque era muy guapa y yo estaba borracho, entonces así fue. No me acuerdo gran cosa, pero lo importante sí. Ya cuando se enteró que tenía quince se quedó de piedra, nosotros nos fuimos y hace como un año la vi, ya me perdonó.

Se acabó riendo y bebió de su whisky porque había dicho todo prácticamente de corrido para no deshilar la historia. Ya confesado, chocó su vaso contra el de ella como para brindar por la confesión y comenzó a pensar en lo que podía preguntar. No le preguntaría lo mismo, al menos no en ese instante, no le parecía adecuado. Era anticuado para eso.

-Tu mayor temor.

Solté algo parecido a un gritito ahogado pero era más bien como de sorpresa eterna o como si me hubiera confesado el chisme del siglo o algo de lo que era imposible que me enterara cuando me dijo que había sido a los quince años (conocía a muy pocos que confesaran haberse esperado hasta el matrimonio o, al menos, hasta los dieciocho, supongo que es por que ellos tienen más presión social en ese aspecto que nosotras) y además ebrio.

No conocía a la tal Carolina ni siquiera por nombre, pero a su hermano si por que había promocionado una de nuestras escobas hace mucho y aunque no me escandalizaba como abuela me causo mucha gracia que se metiera con alguien mucho menor. También que Aldrich ya tenía historial de “violaciones” con niñas mayores que él.

Choque mi vaso con él suyo y bebí para aguantarme la risa que me dio, no me lo imaginaba tan embustero.

Pensé que iba a regresarme la pregunta y la verdad me estaba preparando psicológicamente para hacerlo, pero, gracias a los cielos, no fue así, aunque tampoco no sabía muy bien que responder.

Le temo a muchas cosas. Me da miedo la oscuridad, no te rías, duermo con una vela encendida –aunque me gustaba mucho entrar a las casas esas de terror que hacían en las ferias. Él se había dado cuenta aquella noche en el bosque, aunque tal vez ahí solo habían sido efectos de los papelitos-, pero a lo que más le temo es que algo me pase y no pueda volver a jugar quidditch. O que pierda una mano o algo. Creo que preferiría morirme antes de verme coja.

También le temía a caer en vergüenza como Chenault. Mis abuelos no la habían asesinado alegando que había sufrido un terrible accidente y prácticamente la desheredaron (aunque la perdonaron cuando las cosas estuvieron horribles), me asustaba caer en sus pasos y que mi familia me diera la espalda.

Pensar en ello hizo que me retorciera, así que me pasé las manos por el cabello para alejar pensamientos raros.

¿Y el tuyo? –está vez lo miré muy seria por que ya no se me ocurrieron más preguntas comprometedoras, solo de las fuertes-. Mortífago, liberal o KAU –Per Alechinsky era su primo, no se por que lo sabía y quería saber en dónde estaba su lealtad.

Le causó gracia su reacción, el grito ahogado y hasta le pareció cómica su propia historia vista desde ese lugar. No lo consideraba una violación como lo veía ella, más bien una estafa que casi le cuesta unas buenas cachetadas. Esperó su respuesta sin creer que fuese a decirle gran cosa, de hecho apenas había pensado en esa pregunta por evitar tener como única opción el hurgar en su pasado sexual, la idea no le agradaba y tampoco era correcto. Dos buenas razones para ni intentar averiguarlo.

Sus temores eran comunes, seguramente tenía una de esas velas eternas que vendían en el callejón Diagon, de las que no se apagaban hasta que el dueño soplaba tres veces seguidas sobre ella. Lo del quidditch lo entendía bien, una vez había caído desde varios metros al ser despedido por una bludger que le dio en la pierna, por si fuese poco esa misma pierna fue en la que cayó, le dijeron que con una poción mejoraría pero no fue así. Tuvo que pasar una semana en San Mungo esperando que hiciesen efecto, no sabían qué era lo que sucedía, si era su pierna que estaba demasiado mal o alguna otra cosa. Resultó ser uno de los ingredientes de la poción, pero el miedo a no volver a caminar de forma normal lo hacía temer.

No conocía la historia de Chenault porque en su casa no se comentaban esas cosas, al menos no los detalles de lo que fue la última guerra mayor, seguramente era por cortesía hacia Barunka que Gene no lo hacía, no tenían opiniones muy parecidas en eso pero el que casi hubiesen matado a su madre le bastaba a su padre para enterrar sus opiniones y dejar que la historia fuese la que dejase a grandes rasgos la idea de lo que sucedió.

Le iba a decir que su mayor temor era morir ahorcado, que hasta los doce o trece años tuvo pesadillas al respecto, pero quizá ese ya no era su mayor temor. No tuvo tiempo de decirlo siquiera por cumplir porque ella parecía haberle leído la mente, le preguntó por su opción política y se quedó mudo por un momento, no hubiese podido decir una sola palabra de haberlo intentado, en su garganta sentía un gran bulto que se fue disipando pero que dejó su saliva con una viscosidad distinta a la regular, le parecía más difícil hacer que pasase, como si ahora fuese aceitosa.

-Entre esas tres, mortífago.-admitió por primera vez en voz alta, con una voz que le pareció distinta a la regular. Tuvo que beber un largo sorbo de su bebida.-Misma pregunta.-no sabía qué pensar, si iría a contarlo a diestra y siniestra, si ataría los cabos de la fiesta aunque lo considerase complicado. Sólo quedaba esperar.-

Alguna vez leí en una revista para niñas, seguramente Corazón de Bruja, que sin querer en una cita los movimientos se coordinaban sin querer, que cuando uno parpadeaba (así decía, literal) el otro lo hacía, cuando uno se acomodaba los lentes el otro también y cuando uno de los dos tomaba agua el otro lo hacía al mismo tiempo y sin darse cuenta. Yo también le di un traguito a mi cerveza de mantequilla, que ya no estaba tan calientita, pero no para hacer lo mismo sino por que no sabía más que hacer.

Habíamos llegado a un punto que se había vuelto algo incómodo, pero era necesario que habláramos sobre ello en algún momento, ¿no?

Sin querer me comencé a morderme un poquito el labio. Un mortífago, me gustaba un asesino o al menos alguien que aspiraba a serlo. Aunque estudiaba artes oscuras, nunca me imaginé que fuera tan radical, pues se veía tan tranquilo y tan amable, tan simpático que creí que congeniaba con todo el mundo. Sentí que me aprisionaban en el corazón pero no supe por que si hasta mi propia madre lo era.

Casi me maldije por no haber puesto una opción intermedia entre ellas solo por haber querido obligarlo a decir que estaba del lado de los radicaluchos.

Hace poco estuve a punto de ponerme la marca, pero mis intenciones eran otras. No iba a hacerlo por convicción a pesar de que estaba completamente convencida de que quería hacerlo, pero era por amor. Amaba tanto a Noel que había estado dispuesta a hacer cualquier cosa por él, cualquier cosa que me pidiera.

Lo miré un momento como si le estuviera pidiendo en silencio que no me preguntara eso por que aún no estaba del todo segura.

Mortífaga –contesté desviando la mirada hacia mi cerveza que ya estaba a medio terminar. Prefería hablar de otra cosa, la verdad por que ya comenzaba a sentirme incómoda y no era así como me imaginaba que estaríamos-. ¿Cómo fue que te lastimaste tanto, Aldrich?

Y mi refería a sus quemaduras por que quería saber lo que había pasado en la fiesta esa. No sabía casi nada en realidad, solo lo que contaban en Brigantia.

Noel lo mataría si lo supiese así de indiscreto, no había revelado todo el asunto pero finalmente acababa de dar una pista hacia el asunto en cuestión. Charles le diría lo mismo si Othilia lo dejase abrir la boca sin pedir permiso, al menos así tenía que ocuparse sólo de alguien criticándolo. El pensar de esa forma maliciosa de la prometida de su amigo lo calmó, apenas un poco, era culpa de Charles por estar a punto de casarse con quien en otra vida debió ser una dragona salvaje.

-No quiero que pienses lo que no es. Nunca he matado a nadie, no pienso hacerlo.-pese al frío se sacó la chaqueta, sintió una condenada brisa que le azotó los brazos con furia ya que afuera había comenzado a nevar. De todos modos la dejó en el respaldar, hizo lo mismo que alguna vez hiciese Milou para demostrarle que no tenía la marca. Ni siquiera sabía que así no funcionaba, que podía no estar a voluntad. Le mostró los antebrazos sin decir nada, era obvio lo que quería mostrarle, ninguna marca sobre su piel.-No seré de la KAU. Debería ser liberal, pero hay algo que no me cuadra de eso. Quisiera ser neutral, pero no se puede. No desprecio las cosas muggles, ya te lo conté, pero…es lo que hay.

No se excusaba con ella, se lo explicaba, sentía la necesidad de hacerlo porque a nadie ajeno al reducido grupo que fue a su casa se lo había dicho de esa forma tan directa y quería que supiese cómo eran las cosas. No todas, no iba a contarle lo de la fiesta, pero sí acerca de sus intenciones y de lo que lo había hecho decidirse por esa respuesta. Sentía aún el peso de sus palabras presionando su pecho pero no dijo nada más. La respuesta de ella lo dejó algo más tranquilo porque significaba que no iría a decirle a Angus o a alguien más lo que había dicho.

Hubiese continuado con el tema sin problemas porque ya no creía poder sentirse más incómodo, ese fue su punto álgido. Agradeció que preguntase de nuevo pero era exactamente eso lo que no podía responderle, lo haría, pero no detallaría nada. Como si no tuviese relevancia alguna y acabasen de pasar un bache al que no regresarían.

-Estaba en la fiesta de Angus cuando fue lo del incendio, me caí e intenté levantarme para buscar a mi hermana y a mi prima, pero la estampida de gente acabó por aplastarme y….de hecho Angus me salvó. Estaría hecho cenizas si no fuese por él.-la maldita culpa. No dejaría que se mostrase en su rostro, bebió otro sorbo y el contenido de su vaso casi era inexistente, volteó para evitar mirarla a los ojos y pidió una cerveza de mantequilla porque fue lo primero que se le vino a la mente, ni siquiera lo había pensado. Esperó a ver si a Marianne se le antojaba otra antes de agradecerle a la mujer que los atendía y voltear nuevamente hacia ella.-

-A ver, fingiré estar borracho para ser indiscreto. ¿Te gusto? ¿Por qué?-no había estado en su plan de preguntas pero valía para alejar de la mente de ella el tema anterior, además el curiosear al respecto no estaba de más. -

Mi mamá solía esconderse la marca tenebrosa con un hechizo fácil de maquille por que era espantosa para una dama como ella, pero hubo algo en su actitud que me convenció. Si él decía que no era un asesino entonces yo le creía, aunque quisiera unirse a las filas del nuevo señor tenebroso.

Maldición, ¿dónde había estado Aldrich en los últimos años? Era como si me estuviera escuchando hablar, solo que él lo hacía con más determinación, sí, pero también con un tono de voz de quien tiene que actuar por que es su obligación y lo hace para defender algo solo que yo no sabía qué podía ser. No pensaba que fuese un cobarde o un mediocre conformista, me parecía lo más valiente y noble que pudiera hacer.

Sentí una especie de alivio al escuchar lo que realmente había sucedido por que él, como si él sin darse cuenta me hubiera quitado un peso muy grande de encima. Claro que yo no sabía que estaba omitiendo los detalles principales y tal vez fue mejor así, creí todo lo que había dicho y creo que el alivio fue por saber que él no había estado involucrado, que él no había lastimado a nadie. Qué tonta.

Cuando la camarera me preguntó si quería algo más negué con la cabeza por que a mi aún me quedaba a pesar de que ya se había entibiado y no sabía igual.

Por un momento esperé otra de esas preguntas incómodas, de esas que se evitan en las reuniones con amistades para que el ambiente no se vuelva tenso, pero la que hizo me obligó a reir y una sonrisa se quedó en mi rostro. Nuevamente desvié la mirada, pero esta vez por que estaba tratando de no sonrojarme y buscar un pretexto que no encontré para salvarme de esa.

Si, me gustas –le confesé mirándolo otra vez y tomándolo con calma por que ya era más que obvio y para qué negarlo, además ya había quedado más que claro en la casa de los gritos-, pero no se por qué…. es raro.

No sabía por qué quería que me abrazara y me besara otra vez si antes ni siquiera le hablaba, hasta me parecía flacucho y enclenque, demasiado estiradito.

Pero no estás fingiendo bien, cuando estás borracho te pones a cantar.

De haber podido leer su mente cuando pensó que era flacucho le hubiese contado la historia de cuando pensó que no podría jugar quidditch por eso. Cuando había tenido ocho o nueve años había llegado de visita un amigo de su madre, era un chico que estudió con ella en Brigantia –no recordaba su nombre- y que ahora hacía investigaciones respecto a los orígenes de los magos y la repercusión de los gigantes y las veelas en la variación de la raza. Entre otras cosas –que además de visitarla le pidió ayuda para su trabajo- le dijo de sus hijos que al ser nietos de una veela estaban prácticamente destinados a tener cuerpos delgaduchos y facciones delicadas.

A raíz de eso Aldrich llevó unas semanas difíciles, se miraba al espejo repetidas veces intentando ver si se parecía más a su madre que a su padre o que si se estaba volviendo un gemelo de su hermana que sí tenía facciones finas. Pero no era así, entonces comenzó a pedirle ayuda a su padre para entrenar como golpeador, ya le gustaba esa posición en el juego pero ahora quería hacerlo con más ganas, tratando de vencer lo que según escuchó era como su destino. Logró mejorar en los años venideros, pero al parecer sin importar cuánto entrenase no llegaba a tener una constitución física excesiva, aunque acabó siendo bueno para el juego porque no se imaginaban que tuviese la fuerza que cultivó a través de los años.

De todos modos tenía un largo camino que recorrer con eso porque jamás entrenó formalmente –no como Marianne, Hákan o los de la carrera- y eso lo dejaba como un simple amateur, lástima que fuese tan incompatible con su carrera y que demandase tanto tiempo. Le era imposible ir a todas sus clases y además estar en los entrenamientos de los de quidditch. Ideas aparte lo que ella dijo le hizo sonreír, intentó que no de forma socarrona porque no era la intención, más bien lo hizo con gusto porque a quién no le gustaba escuchar esas cosas.

-Sí, mi noveno tentáculo siempre me ha ayudado a verme mejor. Es el tentáculo raro como bien sabrás.-le dijo en forma de broma antes de darle llegar otro trago a su cerveza de mantequilla y llegar a ese punto en el que comenzaba a sentirse realmente el sabor, hacía mucho que no bebía una y no recordaba por qué había dejado de hacerlo. El sabor seguía siendo tan bueno como siempre.-¿Quieres que cante? No voy a…o sí. Sí, cantaré. Pero luego no me digas que te ridiculizo.

No tenía un plan y menos una canción apenas inventada, esas cosas le salían cuando estaba ya tomado y sin vergüenza propia por lo mal que cantaba o por sus letras mal hechas pero haría un esfuerzo sólo porque…porque le gustaba, porque quería hacer de eso algo memorable y porque uno se vuelve un poco estúpido en esas ocasiones. Tamborileó en la mesa con los dedos y el sonido de la guitarra lo imitó con la boca para darle sentido a todo.

-I really love you baby , i love what you've got. Let's get together, we can…get hot. No more tomorrowvbaby, time is today. Girl, I can make you feel…oookay, no place for hidin' baby , no place to ruuuun, you pull the trigger of myyyy…love guuuun, (love guuun), loooove gun, love gun, (love gun), looove guuuun.-cantó en un tono de voz normal, incluso algo alto pero sin ser tan expresivo como Ace Frehley. Y aunque no correspondía tamborileó como al inicio había hecho para hacer un seudo cierre de bacteria.-Ahora sí. Me toca de nuevo. ¿Qué te pareció? ¿Cuál es tu banda favorita y tu canción favorita?

No imaginaba que él pudiera sacar un lado tan amigable y simpático; de hecho en algún momento había pensado que solo ebrio volvería (bueno, contando aquella primera vez) a pasarla bien con él y que normalmente hasta sería algo amargado. Negué con la cabeza, divertida, sí, seguramente era ese tentáculo extra lo que le daba alguna clase de sex appeal que otros no tenían y le daba un toque a su personalidad. Hasta en mi cabeza sonó irónico.

No, no, nada de eso. No te atreves a hacerlo aquí.

Otra vez le estaba sonriendo, solo que ahora lo estaba retando. O al menos hacía el intento. Era imposible que Aldrich Burroughs en sus cinco sentidos se pusiera a cantar tan alto cosas muggles que solo él conocía como cuando estaba ebrio por que de seguro tenía una reputación que conservar o mínimo guardar las apariencias cuando no estaba con sus amigos.

Te apuesto cinco… ¿en serio vas a cantar? –creo que hasta mi voz sonó mucho más aguda por la sorpresa-… no, era broma. No cantes –continué rápido casi en un susurro para que nadie nos escuchara.

Mientras cantaba miré a todos lados por si nos veían, aunque solo fue un momento por que después comencé a reírme de él, no en tono de burla o algo así de horrible. Nadie nos estaba viendo, solo los que estaban sentados cerca de nosotros y alcanzaron a escuchar. Cuando terminé le aplaudí un poquito.

No lo haces tan mal, de hecho cantas bien –nunca me gustaba contestar a esas preguntas por que tenía gustos de señora si de musica se trataba y yo no conocía a sus bandas muggles-. Ay no, tengo gustos tan nenas que hasta a mi me empalagan, pero mi canción favorita es One way or another .

Y si lo era, la había escuchado con una de mis compañeras en Hogwarts que era hija de muggles y me había encantado, desde ese día se había vuelto prácticamente mi lema.

¿Seguimos con las preguntas? Te reto a… –mire alrededor pero no se me ocurrió nada y el ya no tenía whisky. Ni modo, tenía que ser con la cerveza aunque supiera a agua-. a que te la termines de un trago .

Podía hacer el ridículo porque no le importaba tanto su reputación, no quería ser el próximo Mott o el próximo Voldemort, así que en si en alguna biografía que pudiesen hacerle quedaba constancia de que cantaba mal algunas canciones muggles sin necesidad de alcohol no le importaría. A su familia tampoco, era un detalle menor, así que por ningún lado quedaba la posibilidad de que le causase mayor revuelo el soltar notas por ahí, que Noel dijese lo que quisiera porque eso no le incumbía, a Charles tampoco siempre y cuando no lo hiciese en su boda. Eso último se lo había prometido porque le había cruzado por la cabeza la idea para molestar a Othilia.

Su aplauso ameritó una reverencia igual de ridícula que su canto y chocó su cerveza de mantequilla contra la que tenía ella en frente. No esperaba un halago a su proceso vocal, más bien a la canción, de todos modos agradeció porque no pensaba que cantase bien, era mejor haciendo ruidos de guitarra que dándole a las notas de la letra.

Esperó atento para saber qué es lo que le gustaba, ya fuese una banda muggle o mágica, cuando dijo que tenía gustos empalagosos esperó lo peor, hasta preparó sus entrañas para eso porque una de las cosas que más le atraía era una chica que tuviese buen gusto musical y que se supiese al menos un buen coro de un no single. Esperó lo peor, por favor no Nicki Minaj o su banda de sin talentos actuales, que aunque sea fuese Lady Gaga porque por Shadow la conocía y ya estaba dispuesto a aceptarla. Que no fuese One Direction, menos esa americana llamada Taylor…Swift.

Era Blondie. Gracias Merlín, al menos era Blondie. No era lo que escuchaba regularmente pero no eran esas atrocidades actuales. El reto de Marianne llegó antes de que pudiese decirle alguna opinión acerca de esa canción, era beber la cerveza de mantequilla de un trago. No era gran cosa, no era una botella de vodka y el vaso era grande pero no como un barril.

-¿Qué gano? Quiero un beso, o mejor que vengas más hacia acá con tu silla para darte otros luego.-asumió que aceptaba y tras tomar aire comenzó a beberla a velocidad como si eso fuese parte del trato, se le cayó un poco por la comisura de los labios y se sintió un chiquillo de cinco años que no podía beber bien. Se manchó un poco la cara porque con la servilleta iba reteniendo lo que pasaba el límite de su boca para no acabar hecho un asco. Cuando finalmente acabó tuvo que darse un momento para respirar.-Mientras te acercas, te digo lo que quiero. No sé lo que quiero.-se rió porque la idea se le había esfumado.-Haz algo que jamás imaginaría, sorpréndeme.

¿Qué iba a pensar de mi si me ponía a cantar las canciones de amor de Ernestina con las que las brujas sin vida social hacen el quehacer? Nada bueno, de seguro. También amaba a las brujas de McBeth pero para él sería seguramente el equivalente a escuchar a las Spice Girls o Spy girls o Space girls… a ellas como se llamen que les gustan a las muggles (tampoco no estaba al corriente de la moda muggle, creo que me quede en los 90 y aún no me he dado cuenta).

Bueno, el número de besos depende de cuánto te tomes –la verdad sonreí con satisfacción al verlo hacer lo que le pedía pero después se fue transformando a una de gusto por todo lo que se estaba tomando-. Qué descuidado, nadie me dijo que también tendría que enseñarte a tomar .

Tomé una servilleta de la mesa, de esas de papel por que las Tres Escobas no eran precisamente un lugar de manteles largos, y la pase por sus labios con cuidado sin apartar la vista de sus ojos, para hacerlo tuve que inclinarme muchísimo, finalmente le di un besito rápido mientras me decía lo que me tocaba hacer.

En lo que lo pensaba me acerqué a él, otra vez haciendo que mi silla se moviera sin que me levantara de ella y quedé completamente a su lado.

¿Pero que eso no lo hice ya? Y no puedes decir que no te acuerdas por que Sir.. o como se llame ya te lo contó todo -le di un toquesito en la nariz, juguetón-. Mmmm, ¿qué puedo hacer?

Obviamente no me iba a quitar la camisa ahí mismo, aunque eso sería algo que lo sorprendería. Busque con la mirada a la mesera para que nos trajera más cerveza de mantequilla y solo bastó con sonreírle para que se diera cuenta y como iluminación divina se me ocurrió que hacer.

Ya se, puedo hacer un trébol con la lengua. Mira –no se cómo fue que lo aprendí a hacer pero lo hacía-. También puedo hacer un nudo con el palito de una cereza.

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(luego te enseño la imagen que mi Internet esta así o más mal)

Dejó que lo limpiase con gusto, la miró también y le sonrió cuando le dio el beso, pero era rápida como buena jugadora de quidditch y se alejó pronto para lástima de Aldrich, al menos se iba acercando ahora hacia él. Le gustaba tenerla al lado y volteó un poco el cuerpo para mirarla, el que le pareciese bonita de otro modo que no había notado le confirmó que ya estaba pasando por esa etapa del gusto no común.

Lo de la sala de convivencia no contaba, no contaba en lo absoluto porque había estado fuera de lo que estaban haciendo ese momento y ambos hicieron cosas que ni recordaban, quizá él le había dedicado un concierto entero y ella había acabado con una deuda hacia él. No podía asegurarlo pero se veía haciendo eso. No le recomendó nada porque era sorpresa y porque ella tenía que pensarlo sola, era parte del reto, ella no le dio ni un sorbo a su bebida cuando le tocó llenarse de cerveza de mantequilla.

No se imaginaba que le fuese a mostrar algo así. No lo intentó porque le parecía difícil e imposible para su boca al menos, lo de la cereza lo había visto hacer y le parecía de gran talento, menos que lo del trébol pero de todos modos, además no hace falta aclarar lo que se habla en los grupos de muchachos cuando se ve a una chica haciendo eso. Sonrió con el recuerdo de los comentarios pero tuvo que enfocar su lengua de nuevo porque no creía que alguien pudiese hacer eso, no había sacado la varita, eso nada tenía que ver con magia.

-Lo del trébol me parece más impresionante, no entiendo cómo haces eso, es de locos.-tuvo que acercarla para besarla, la tomó de la cintura con una mano y tras sonreírle por dos segundos rompió el centímetro que lo alejaba de ella. No fue un beso pequeño como el que le diese ella, fue uno profundo, ansioso que le dificultaba la respiración. Tardó un momento en eso porque quería disfrutar de sus labios, de la textura de su piel tan cerca de la suya, de su aroma. Cuando se separó de ella le dio un beso como el de ella con una sonrisa socarrona, haciéndose el recatado con ese tipo de demostraciones.-No me dijiste qué cosa me tocaba. Eso está penalizado. Tienes que hacer otra cosa que me sorprenda, son las reglas.-exigió en broma.-